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Las mentiras que hacen crecer la nariz de Pinocho

    32382 Este texto de Eduardo Galeano que hoy traemos a ATRIO tiene ya algunos años. Se refiere a la ecología. Pero hoy, tras Copenhague y todos los nuevos ataques al Planeta a pesar de tantas palabras oficiales, tiene más actualidad que nunca.

            

  • “Somos todos culpables de la ruina del planeta” 

      La salud del mundo está hecha un asco. ‘Somos todos responsables’, claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables, nadie lo es.

      Como conejos se reproducen los nuevos tecnócratas del medio ambiente. Es la tasa de natalidad más alta del mundo: los expertos generan expertos y más expertos que se ocupan de envolver el tema en el papel celofán de la ambigüedad. Ellos fabrican el brumoso lenguaje de las exhortaciones al ’sacrificio de todos’ en las declaraciones de los gobiernos y en los solemnes acuerdos internacionales que nadie cumple.

      Estas cataratas de palabras -inundación que amenaza convertirse en una catástrofe ecológica comparable al agujero del ozono- no se desencadenan gratuitamente. El lenguaje oficial ahoga la realidad para otorgar impunidad a la sociedad de consumo, a quienes la imponen por modelo en nombre del desarrollo y a las grandes empresas que le sacan el jugo.

      Pero las estadísticas confiesan. Los datos ocultos bajo el palabrerío revelan que el 20 por ciento de la humanidad comete el 80 por ciento de las agresiones contra la naturaleza, crimen que los asesinos llaman suicidio y es la humanidad entera quien paga las consecuencias de la degradación de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidación de los recursos naturales no renovables.

      La señora Harlem Bruntland, quien encabeza el gobierno de Noruega, comprobó recientemente que si los 7 mil millones de pobladores del planeta consumieran lo mismo que los países desarrollados de Occidente, “harían falta 10 planetas como el nuestro para satisfacer todas sus necesidades”. Una experiencia imposible.

      Pero los gobernantes de los países del Sur que prometen el ingreso al Primer Mundo, mágico pasaporte que nos hará a todos ricos y felices, no sólo deberían ser procesados por estafa. No sólo nos están tomando el pelo, no: además, esos gobernantes están cometiendo el delito de apología del crimen. Porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo.

  

 

 

 

  • “Es verde lo que se pinta de verde”

 

 

      Ahora, los gigantes de la industria química hacen su publicidad en color verde, y el Banco Mundial lava su imagen repitiendo la palabra ecología en cada página de sus informes y tiñendo de verde sus préstamos. “En las condiciones de nuestros préstamos hay normas ambientales estrictas”, aclara el presidente de la suprema banquería del mundo. Somos todos ecologistas, hasta que alguna medida concreta limita la libertad de contaminación.

      Cuando se aprobó en el Parlamento del Uruguay una tímida ley de defensa del medio ambiente, las empresas que echan veneno al aire y pudren las aguas se sacaron súbitamente la recién comprada careta verde y gritaron su verdad en términos que podrían ser resumidos así: “los defensores de la naturaleza son abogados de la pobreza, dedicados a sabotear el desarrollo económico y a espantar la inversión extranjera”.

      El Banco Mundial, en cambio, es el principal promotor de la riqueza, el desarrollo y la inversión extranjera. Quizás por reunir tantas virtudes, el Banco manejará, junto a la ONU, el recién creado Fondo para el Medio Ambiente Mundial.

      Este impuesto a la mala conciencia dispondrá de poco dinero, 100 veces menos de lo que habían pedido los ecologistas, para financiar proyectos que no destruyan la naturaleza. Intención irreprochable, conclusión inevitable: si esos proyectos requieren un fondo especial, el Banco Mundial está admitiendo, de hecho, que todos sus demás proyectos hacen un flaco favor al medio ambiente.

      El Banco se llama Mundial, como el Fondo Monetario se llama Internacional, pero estos hermanos gemelos viven, cobran y deciden en Washington. Quien paga, manda, y la numerosa tecnocracia jamás escupe el plato donde come. Siendo, como es, el principal acreedor del llamado Tercer Mundo, el Banco Mundial gobierna a nuestros países cautivos que por servicio de deuda pagan a sus acreedores externos 250 mil dólares por minuto, y les impone su política económica en función del dinero que concede o promete.

      La divinización del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de mágicas chucherías a las grandes ciudades del sur del mundo, drogadas por la religión del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una costra seca cubre los desiertos que antes fueron bosques.

 

  •       “Entre el capital y el trabajo, la ecología es neutral”

      Se podrá decir cualquier cosa de Al Capone, pero él era un caballero: el bueno de Al siempre enviaba flores a los velorios de sus víctimas… Las empresas gigantes de la industria química, petrolera y automovilística pagaron buena parte de los gastos de la Eco 92.

      La conferencia internacional que en Río de Janeiro se ocupó de la agonía del planeta. Y esa conferencia, llamada Cumbre de la Tierra, no condenó a las transnacionales que producen contaminación y viven de ella, y ni siquiera pronunció una palabra contra la ilimitada libertad de comercio que hace posible la venta de veneno.

      En el gran baile de máscaras del fin de milenio, hasta la industria química se viste de verde. La angustia ecológica perturba el sueño de los mayores laboratorios del mundo, que para ayudar a la naturaleza están inventando nuevos cultivos biotecnológicos.

      Pero estos desvelos científicos no se proponen encontrar plantas más resistentes a las plagas sin ayuda química, sino que buscan nuevas plantas capaces de resistir los plaguicidas y herbicidas que esos mismos laboratorios producen. De las 10 empresas productoras de semillas más grandes del mundo, seis fabrican pesticidas (Sandoz, Ciba-Geigy, Dekalb, Pfiezer, Upjohn, Shell, ICI).

      La industria química no tiene tendencias masoquistas. La recuperación del planeta o lo que nos quede de él implica la denuncia de la impunidad del dinero y la libertad humana. La ecología neutral, que más bien se parece a la jardinería, se hace cómplice de la injusticia de un mundo donde la comida sana, el agua limpia, el aire puro y el silencio no son derechos de todos sino privilegios de los pocos que pueden pagarlos.

      Chico Mendes, obrero del caucho, cayó asesinado a fines del 1988, en la Amazonía brasileña, por creer lo que creía: que la militancia ecológica no puede divorciarse de la lucha social. Chico creía que la floresta amazónica no será salvada mientras no se haga la reforma agraria en Brasil.

      Cinco años después del crimen, los obispos brasileños denunciaron que más de 100 trabajadores rurales mueren asesinados cada año en la lucha por la tierra, y calcularon que cuatro millones de campesinos sin trabajo van a las ciudades desde las plantaciones del interior. Adaptando las cifras de cada país, la declaración de los obispos retrata a toda América Latina. Las grandes ciudades latinoamericanas, hinchadas a reventar por la incesante invasión de exiliados del campo, son una catástrofe ecológica: una catástrofe que no se puede entender ni cambiar dentro de los límites de la ecología, sorda ante el clamor social y ciega ante el compromiso político.

 

  •       “La naturaleza está fuera de nosotros”

      En sus 10 mandamientos, Dios olvidó mencionar a la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso: “Honrarás a la naturaleza de la que formas parte”. Pero no se le ocurrió. Hace cinco siglos, cuando América fue apresada por el mercado mundial, la civilización invasora confundió a la ecología con la idolatría. La comunión con la naturaleza era pecado. Y merecía castigo.

      Según las crónicas de la Conquista., los indios nómadas que usaban cortezas para vestirse jamás desollaban el tronco entero, para no aniquilar el árbol, y los indios sedentarios plantaban cultivos diversos y con períodos de descanso, para no cansar a la tierra. La civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de exportación no podía entender a las culturas integradas a la naturaleza, y las confundió con la vocación demoníaca o la ignorancia.

      Para la civilización que dice ser occidental y cristiana, la naturaleza era una bestia feroz que había que domar y castigar para que funcionara como una máquina, puesta a nuestro servicio desde siempre y para siempre. La naturaleza, que era eterna, nos debía esclavitud.cartel-de-la-pel-cula-la-lti

      Muy recientemente nos hemos enterado de que la naturaleza se cansa, como nosotros, sus hijos, y hemos sabido que, como nosotros, puede morir asesinada. Ya no se habla de someter a la naturaleza, ahora hasta sus verdugos dicen que hay que protegerla. Pero en uno u otro caso, naturaleza sometida y naturaleza protegida, ella está fuera de nosotros.

      La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo.

Eduardo Galeano

 

4 comentarios

  • Antonio Vicedo

    La gran dificultad para la visión de esta desequilibrada realidad, al menos desde la fe en Jesús, está en su misma claridad.
    No hace falta el recurso a la cuestión del lado al que se colocaría Jesús si volviese hoy, porque Él, si de algún modo se fue, de otro más innegable se quedó aquí,  y aquí permanece y comparte prioritariamente situación con los miles de millones residuales de ese ochenta por cien, (Mt.XXV). 
    Puede que lo de predicar en desierto,  o que la lluvia  personal caiga en el mar, tenga que encontrar mejor consideración, concretándose en práctica testimonial de los invitados a ser levadura, sal y luz, sin cansarse ni renunciar a esparcir esta semilla a pesar de los caminos y pedregales receptores, confiados de que también hay aún terrenos capaces de cosechas de porcentajes plurales.
    ¿Por qué, si ya casi falta el vino para la fiesta, no percibimos el encargo de “hacer lo que Él nos diga” y nos demos a la tarea de llenar las tinajas de agua, cosa a nuestro alcance, para que de su plenitud  salga el MEJOR VINO para la FIESTA  HUMANA?

  • Gabriel Sanchez

     Mi querido Eduardo, no es por ser camisetero pero se nota que sos latilnoaméricano, porque sería mentira decir sólo Uruguayo, porque por tu pluma, ha pasado…el problema no es predicar en el desierto, el problema que si vajamos los brazos, lo que nos queda es sentarnos a esperar la trajedia…Luchamos hasta la ultima gota, como nos enseño en el envangelio desde la Cruz, por humanizar, porque el dato de la fe, es que lo que acumulamos se pudre y lo que compartimos, donamos, entregamos…Resucita…Animo Joxema…vale la pena gastar la vida, luchando y predicando por lo que es justo, eso es lo nuestro llenar las tinajas, lo demàs ya no es nuestro…Si no aprendemos a compartir, si nos dejamos convencer que el problema es que existen muchos pobres y no empezamos a distribuir….a consumir menos algunos, para que otros puedan tener lo básico, no saldremos…esto es lo que ha dicho gente como Eduardo, como Leonardo y siguen…seguiremos juntos diciendolo…la Gaia, esta viva…no la asesinemos.- Gabriel

  • Uno se cansa de hablar y denunciar y de predicar en desierto.
    Tienes toda la razón Honorio. Hay que ser muy loco para predicar en el desierto. Cuándo comprenderemos que la prédica que espera la conversión de los demás es inútil y que lo único que el Evangelio nos pide es la conversión propia?

  • h.cadarso

     Hoy mismo he publicado un artículo con esta misma filosofía de Galeano referida al chapapote que arroja la British Petroleum al Golfo de Méjico, en http://www.durangon.com “Otra de chapapote”.
    Pero uno se cansa de hablar y denunciar y de predicar en desierto. Y uno se cansa de ver cómo se escamotea  el mensaje evangélico del amor fraterno que justamente toca leer en las misas de estos domingos. Los predicadores interpretan el amor en clave de espiritualidad, totalmente desprovisto de sus contenidos de compromiso con la naturaleza y con el humanismo, esas dimensiones reales y palpables del Reino que predicó Jesús.
      “El 20 por ciento de la humanidad comete el 80 por ciento de las agresiones contra la naturaleza” dice Galeano. Tendríamos que definir en qué lado estamos nosotros, cada uno de nosotros. Tal vez entre las víctimas, entre ese 80 por ciento? Bueno, tarde o pronto todos estaremos entre las víctimas, porque a este paso el planeta se muere y con él la especie humana. Pero luego, entre el otro 20 por ciento, están los que ordenay y financian y se benefician de las operaciones de exterminio, y luego están los espectadores indiferentes, y luego…Hay muchos matices, y pocos buenos.
      Y está muy claro, demasiado claro, de qué lado estaría Jesús el del evangelio si volviese hoy. Aunque muchos que see dicen o nos decimos creyentes no lo veamos o no queramos verlo tan claro.