Los tres artículos que vamos a publicar hoy, en la Octava de Pascua, tienen un lazo en común: la carta de Henri Boulad al Papa que quedó sin contestar y que está siendo para muchos como un texto programático de lo que debería ser una Iglesia realmente Resucitada y al servicio de los pobres. Este primero, de un cristiano de Vizcaya, parte del espectáculo de las grandes celebraciones televisadas para llegar a ella.
Uno se va haciendo mayor y cada vez le cuesta mas creer en ciertas cosas. ¡Hay que ver como engañan las apariencias! Así que, a fuerza de desengaños, nos vamos convirtiendo en unos escépticos recalcitrantes. Y no se trata de mirar la pajita en ojo ajeno y olvidarse de la viga en el propio. Todos conocemos nuestras trampas, hipocresías, engaños, etcétera. Sin duda, no dejan de ser deplorables, cualitativamente hablando, pero de escaso recorrido dada nuestra insignificancia. El problema es mucho mas grave cuando la paja o la viga aparece en personajes públicos de quienes esperamos comportamientos ejemplares. ¿Cómo no dejarse atrapar por un cierto escepticismo, ante el cúmulo de escándalos protagonizados tanto por las jerarquías políticas como por las religiosas?
Pues bien, como todavía resuenan las trompetas y tambores de la Semana Santa 2010, no puedo evitar el hacer un comentario a las tradicionales celebraciones cristianas. Todos mis respetos para el fervor popular puesto de relieve en procesiones y demás representaciones vivas de la Pasión. Aunque el aspecto folclórico-turístico está siempre presente, es indiscutible que hay mucho más que eso. Lo que me resulta difícil de entender es la fastuosidad de determinados ritos en suntuosas catedrales. Entre semejante lujo tan poco evangélico, se respira un fervor vacío que convierte el acontecimiento en un espectáculo mundano. ¿Cómo explicar la paradoja de ver al Vicario de Cristo en la Tierra envuelto en ropajes de oro y brillantes, cuando lleva en sus manos las imagen del Crucificado? ¿Qué significado tiene la lujosa mitra que cubría la cabeza de Benedicto XVI el Sábado Santo en la Basílica de San Pedro? ¿No sería mas lógico que portara una corona de espinas, siguiendo los pasos del Dios encarnado al que dice representar? ¿No se hace escandalosamente insoportable este lujo, en la Iglesia de los Pobres?
Par cumplir con el “ven y sígueme” evangélico, los máximos jerarcas católicos tendrían que haber celebrado la Semana Santa 2010, por ejemplo, en Haití. Hubiera sido fantástico verles repartiendo sus rimbombantes trajes y brillantes joyas entre los más necesitados. ¿Cómo creerles cuando, desde la grandiosidad de sus celebraciones vaticanas predican que Jesús de Nazaret, el Cristo auténtico, está en la pobre gente a la que, sólo simbólicamente y en Jueves Santo, lavan los pies? ¿No se dan cuenta que en sus templos la oración ha sido suplantada por un fervor vacío? Está bien pedir al mundo ayuda para Haití, pero la respuesta es siempre mas contundente si quien lo pide predica con el ejemplo.
Esta iglesia jerárquica anclada en tradiciones ya superadas, formalista, con cierta fachada exterior y muy escasito carisma, etcétera, está dejando de ser la intermediaria entre Dios y su pueblo. Afortunadamente, hay otra Iglesia viva a ras de tierra que, a pesar de la escasez de medios, camina hacia un cambio en profundidad. Personalmente me encantan las pautas reformistas marcadas por el jesuita Henri Boulad. Entre otras cosas, nos hablan de repensar la fe y reformularla de modo coherente, para hacerla inteligible al día de hoy. De revitalizar la mística y dar una dimensión existencial a los sacramentos, para que puedan ser vividos en pleno siglo XXI. De buscar entre todos una alternativa que permita transformar en profundidad las estructuras heredadas del pasado. En esta línea, un paso interesante para impulsar las reformas necesarias es la presentación a los obispos y consejos diocesanos, en la Basílica de Begoña (Bilbao), la conocida carta de este teólogo. Irá acompañada del millar de apoyos recibidos. Estamos ante un granito más,… que no hace el granero aunque ayuda al compañero.
Esa pregunta ya hace tiempo que otra hicimos… ¿será que las mujeres de Atrio, tenemos menos preparación académicas?
Sabemos que para saber de D*s, hay que tener, estudios eclesiásticos y escribir correctamente hay quien se ha quejado de ciertos ecritos con faltas como los mios por poner un ejemplo
jajajaj
No les quedará otra cosa que hacer…
En mi pueblo, y viendo pasar las procesiones de “S.Santa” una amiga me hizo este comentario “este año en los oficios había un atercera parte del año anterior…” la parroquía no tenía ni siquiera una cuarta parte de público y entre este eran gente que sobrepasaba los cicuenta años y con mucho.
En fín ellos verán por donde le va a venir el declibe natural, que no será otro que empezar a ser un minúsculo grano dentro de la multitud de otras religiones o sectas.
Las breves observaciones de oscar varela equivalen a un voluminoso tratado.
También hay una pregunta, de Irene Herrera, colgada en el Tablón que merece alguna respuesta o reflexión. Dice, refiriendose a ATRIO, “¿Por qué entre sus autores la gran mayoría son varones?”
Hola!
Interesante la apreciación del 1º de 3 Artículos prometidos por Atrio.
Aunque un poco bastante gastada, la conmoción sigue estando y valiendo. Es el ritmo vacuno-rumiente de las cosas sociales.
La solución propuesta tiene todo el encanto candoroso de toda protesta-solución de las masas:
-¡A ver si los de arriba nos atienden de una buena vez a los de abajo!”-
·········
Esta apreciación le salpica, tal vez un poco a Atrio que la presenta, al seguir largando “al boleo” una supuesta iglesia “auténtica de Jesús”: la de los pobres.
¿Tiene Atrio y las teo-pastorales-logías una clara “experiencia” de a qué POBRES se refiere cuando repiten y hacen repetir hasta el cansancio eso de la “opción por los pobres”?
¿Es la “pobreza” auténtica una “opción” o una “situación“?
¡Vaya uno a saber! ¿no?
¡Vamos todavía! – Oscar.