«Filiación y paternidad espirituales»
Nota previa sobre la importancia de este Curso-taller y de este tema. Por Antonio Duato
Esta vez me parece oportuno poner al principio mi comentario, que solía ir al final. Porque quiero llamar la atención sobre lo que significa este curso y este tema. Alguien ha podido pensar que ATRIO es un lugar para el desahogo de católicos y ciudadanosd disconformes con sus jerarquías o sus gobernantes. Pero nuestra intención es que ATRIO se caracterice por ser un sitio en el que se pongan en común las búsquedas de personas que, con autenticidad humana, desde sus creencias o increencias anteriores, se planteen las preguntas últimas de sentido y los fundamentos de una ética global. Y, en este sentido, la figura de Légaut que estamos presentando en este curso, va a quedar como una de las principales columnas de este ATRIO de los buscadores.
La entrega de hoy podría ser entendida, a primera vista, como una defensa de una de las figuras más aborrecidas de nuestra antigua experiencia religiosa: la del padre espiritual. Pero si, venciendo el rechazo de esta falsa apariencia, se entra en lo que entiende Légaut por paternidad espiritual, vamos a encontrar reflexiones muy profundas sobre lo que es ser padre en la vida espiritual: el que inicia y fomenta la búsqueda totalmente libre del hijo, creyendo en él y sabiendo “desaparecer” a tiempo para no condicionarle demasiado. Todos tenemos experiencias de personas que nos han sabido despertar a nuevas dimensiones del ser sin dirigismos. En este sentido, el padre común para muchos de nosotros es el hombre Jesús de Nazaret. Algún sacerdote u obispo puede haber tenido esta función. Pero gran parte de los profesionales del espíritu, sin embargo, han sido más bien en nuestra vida “ciegos guías de ciegos” con ridícula arrogancia de estar imbuidos de sagrada autoridad. ¿Cuál ha sido vuestra experiencia?
Y ya que estamos invitando a la lectura: ¿Qué pensáis de esos Cuatro sintagmas que destacan los autores en este artículo? ¿Y qué pensaba Légaut de los frutos de su propia paternidad espiritual, comparándola con el séquito de discípulos que han tenido otros padres fundadores? Se resume en estas palabras que encontraréis en el texto: “¡Ojalá! … pero no importa”.
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(Capítulo XI de El hombre en busca de su humanidad) y «Los 4 sintagmas»
1. ¿Por qué habla Légaut, casi al final de su libro, de «filiación y paternidad espirituales»?
Porque pasar de la «ideología» a la «fe» es como nacer de nuevo y no nacemos solos ni somos padres –o hijos– de nosotros mismos en el plano espiritual al comienzo, igual como tampoco somos padres –o hijos– de nosotros mismos en el plano biológico. El ser inicial, lo recibimos igual que lo transmitimos. Somos en una corriente y en una tradición; somos término y somos principio. Más tarde, seremos hijos de nuestros actos y contribuiremos decisivamente al parto de nuestro destino; pero siempre será, en parte, bajo el manto, cada vez más ligero e invisible, del recuerdo y la presencia de aquellos que tuvieron fe y nos ayudaron a ser; a los que también nosotros nos iremos uniendo, dejando paso a otros.
Pasar de la «ideología» (primera opción para dar sentido a la vida: partir de la visión del Todo para comprenderse) a la «fe» (segunda opción para dar sentido a la vida: partir de sí y buscar la propia conexión con el Todo por esfuerzo de interioridad) es, según Légaut, el nacimiento definitivo a la vida espiritual. Y los términos de filiación y de paternidad espirituales nombran un tipo de encuentro y de relación que nos introducen y nos estabilizan en dicho paso. «Nacer» a la vida espiritual es pasar, de poner en el centro la adhesión y cumplimiento de una doctrina y un sistema de normas, a poner en el centro la búsqueda de la fe, que es lo contrario del miedo y que nos lleva, paso a paso, a partir de lo singular, no a lo general sino a lo universal.
2. Como en el plano biológico, «nacemos» a la vida espiritual en la medida en que, en un momento dado, concienciamos estar en un plano muy distinto del anterior. Vemos las cosas –las mismas– de otra manera. Tenemos conciencia entonces como de un principio, como de haber atravesado un umbral y haber entrado en un espacio, un tiempo y una vida otros. No es un paso necesariamente instantáneo; ni tampoco siempre se da en forma de crisis; puede ser un proceso que se conciencia cuando se acerca a su fin; al mirar atrás, atribuimos, no sin asombro, una cierta unidad a todo nuestro trayecto.
Como veremos en la Selección de textos, la paternidad y filiación espirituales ayudan a esta conciencia y a esta mirada. Ellas posibilitan el paso de la ideología a la fe; paso que caracterizaremos con cuatro sintagmas que tomamos también de Légaut: el paso a lo no ideológico supone una «delicada emancipación» y una posterior «reconstrucción»; cuyo centro es una «progresiva sustitución» de una concepción de Dios por otra; hasta llegar a alcanzar una «vigorosa independencia» que desemboca en vivir a gusto en la «maravillosa inseguridad» propia de la fe.
3. Filiación y paternidad espirituales son, pues, un encuentro, una relación y una comunicación primeras, en el plano del ser. Son un encuentro, una relación y una comunicación que se sitúan en un plano de realidad más hondo y singular que el de la mera relación entre maestro y discípulo, profesor y alumno, director y dirigido, superior e inferior, preparador y pupilo, acompañante y acompañado, sacerdote y feligrés, padres e hijos biológicos; relaciones que son, todas ellas, de un nivel de actividad más específico y no tan global.
Este paso que propician la filiación y paternidad espirituales, aunque no es el mismo, es semejante al paso que la paternidad y filiación naturales deben dar cuando el hijo llega a la edad adulta y debe ser libre y responsable so pena de retroceder en su ser. (Recordemos los términos de Légaut en este caso: la paternidad «de autoridad» debe pasar a ser paternidad «de llamada»; y la filiación «de obediencia», a filiación «de fidelidad»).
Las relaciones antes mencionadas (entre maestro y discípulo, etcétera) pueden dar pie a algo del orden de la filiación y paternidad espirituales en la medida en que dichas relaciones rebasen, al igual que la paternidad y filiación naturales, el plano de la simple autoridad, obediencia y relación de función. No es frecuente que esto suceda porque a la sociedad le basta con la autoridad y la obediencia. Sin embargo, aun sin consolidarse, algo de ello siempre surge cuando no todo es mera «función» e intercambio material de conocimientos y de técnicas.
4. El capítulo anterior de HBH («Fe y misión») terminaba con este interrogante, al que este capítulo siguiente, sobre la filiación y la paternidad espirituales, responde:
¿Cómo puede nacer el hombre a la comunidad de fe y crecer en ella si la colectividad ideológica en la que necesariamente nace y que lo educa es incapaz, por su misma naturaleza, de ayudarle a superar lo que ella le propone y presenta como meta suprema? (HBH, p. 247)
Pensemos, por ejemplo, en el peso e influencia de la Ley en nuestra cultura religiosa común, a través del judaísmo y de la importancia del derecho en el mundo latino. Pensemos en los análisis de Pablo en el capítulo 7 de la Carta a los romanos. Sin duda la ley y su cumplimiento es fundamental en el orden civil, igual como lo es en una religión que cohesiona a un pueblo. Pero la forma actual de pervivir la ley en el plano religioso es un indicio de que la «colectividad ideológica» es «incapaz de ayudar al hombre a superar lo que ella le propone y presenta como meta suprema». La meta suprema de la colectividad ideológica es cumplir, cada uno de sus miembros, el ideal común, el imperativo moral acorde con los fines y objetivos del grupo. Lo cual está muy bien en un plano colectivo, de cumplimiento de mínimos. Pero Légaut señala el límite, el carácter de obstáculo espiritual que supone este cumplimiento de la Ley:
“La ley engendra el pecado” está escrito, pero no porque imponga una obediencia prácticamente imposible, pues, en este caso, como pedagoga abusiva, sería una ley mal hecha, sino porque permite al hombre, que no la rebasó cuando debía, protegerse tras unas observancias que, en adelante, practica e incluso secretamente aprecia por esa misma razón. La observancia de la ley distrae al hombre de sí mismo y, en este sentido, la ley protege al hombre de unas exigencias de alcance muy distinto pues nacerían de su propio fondo proviniendo de Dios, y le concernirían a él de forma personal y a veces exclusiva (HBH, p. 273).
Pues bien, la filiación y la paternidad espiritual es una relación que libera al hombre de la “distracción” del cumplimiento o no de la ley, y lo centra en la fidelidad esencial.
5. Así como la «función» no es lo mismo que la «misión»; y así como la adhesión a una doctrina de la que Dios es la clave no es lo mismo que la «fe en Dios»; así tampoco una sociedad o un colectivo ideológico no es lo mismo que una comunidad de base humana y de fe. Las relaciones de solidaridad, de camaradería y de compañerismo en el seno de una sociedad u organización no son lo mismo que la fraternidad que parte de la condición humana común y de la pregunta espontánea en torno al sentido.
… la sociedad constituida por hombres animados por la fe ayuda a cada uno a ser fiel a su misión. Fomenta en ellos un ahondamiento que nada exterior puede procurar directamente. Su naturaleza es radicalmente distinta de la sociedad ideológica y, por lo mismo, no tiene en sí misma una realidad independiente de la de sus miembros. Al contrario, sólo existe por la existencia de cada uno de ellos. Pero es justamente así como trasciende sus individualidades sin aplastarlas, sino, más bien, exaltándolas en una unidad que las consuma.
Este tipo de sociedad es simultáneamente el camino y la meta, y sólo es camino de veras si se considera meta inalcanzable. Es llamada y medio, y sólo es medio si se comprende que su llamada viene de más allá de los horizontes que puede mostrar. Esta sociedad, sin estar unificada, es una; y, sin estar organizada, es orgánica como ninguna otra. Rica por la extrema diversidad de sus miembros, manifiesta a la vez el vigor espiritual que los une y la originalidad que cada uno de sus participantes ha sabido preservar y desarrollar, precisamente porque forma parte de ella.
Éste es el punto específico que, en cuanto a lo social, distingue la fe en Dios de la adhesión a cualquier ideología religiosa. La fe en Dios, arraigada en el mismo centro de cada hombre, alumbra, poco a poco, entre ellos, la comunidad, justo allí donde, de no ser así, no existiría más que una colectividad. La desnudez intelectual de esta fe impide que tal comunidad, siempre en estado naciente y nunca establecida, degenere y se transforme en una colectividad fundada en una ideología religiosa, por espiritual que ésta sea (HBH, p. 245).
La filiación y la paternidad espirituales son el núcleo de la comunidad y de la tradición que se tejen en torno a la fe en Dios y no en torno a una ideología religiosa. Por eso, para Légaut, el versículo «allí donde dos o tres se reúnan en mi nombre…» (versículo por excelencia de la paternidad espiritual más allá de la muerte) es más importante que muchos otros a la hora de entrever cuál es el fermento propio del cristianismo.
6. La figura de Monsieur Portal y la de Jesús (así como la experiencia del grupo Tala) fueron las que inspiraron los desarrollos de Légaut sobre la filiación y paternidad espirituales. Légaut, a los 19 años, inició un proceso complejo que duró hasta el final de sus días; proceso en el que Monsieur Portal jugó un papel decisivo pese a fallecer pocos años después de haberse conocido.
También fue muy corto el período en que Jesús y sus discípulos convivieron. Sin embargo, en lo que sucedió en aquellos escasos meses entre Jesús y sus discípulos, es donde reside, para Légaut, el núcleo germinal del cristianismo. En aquellos meses, los discípulos recibieron lo fundamental, que, sin embargo, sólo concienciaron después, en los meses que siguieron a la muerte de Jesús. La experiencia de la resurrección es la conciencia de lo que Jesús les transmitió durante los meses de su conviviencia con él hasta el final: su forma de ser y de no ser, de estar y de no estar en la religión de su pueblo y de su tiempo. Sólo unidos a lo que fueron los breves meses de la «vida pública» pueden comprenderse bien tanto el significado del final de Jesús como el de los «carismas de la resurrección», como Légaut los llama.
Por eso transcribimos un fragmento de una de las Plegarias de hombre de Légaut en que éste llama a Jesús «nuestro padre en esta tierra». Tal es el núcleo del discipulado y del seguimiento al que cualquier persona de fe que se sitúe a sí misma dentro de la amplia tradición del cristianismo está llamada.
– Jesús, hombre justo, Santo de Dios, hijo del hombre, fermento del hombre, llamada de Dios, hijo de Dios. Único Maestro, único Señor, nuestro Padre en esta tierra. Signo, por lo que has sido, del Dios impensable y del hombre en su cumplimiento, para quien te acoge.
A través de veinte siglos y de todas las distancias que nos separan de ti, por el vigor de tu recuerdo en nosotros, sé revelación de nosotros a nosotros mismos, sé presencia activa que haga humanas nuestras vidas, sé camino hacia nuestro ser y hacia Dios.
A pesar de vivir encerrados en la indiferencia, privados de inteligencia, víctimas del escepticismo, engañados por el cientismo, ebrios de bellas doctrinas, distraídos por el activismo, paralizados por una religión de costumbres, encallados en una piedad sentimental o cerebral, seducidos por una ideología social o política,
No nos dejes en la ignorancia de quién fuiste realmente. Que crezca en nosotros la inteligencia de aquél que fuiste para que, por nuestra parte, nos acerquemos a ti.
7. A partir, en efecto, de su relación con Portal y Jesús, fue como Légaut comprendió, por extensión, la ayuda que, dentro de cualquier tradición, cualquier hombre puede recibir de un mayor, cara a este paso de la «ideología» a la «fe» que antes hemos caracterizado con cuatro sintagmas: delicada emancipación, paulatina sustitución, vigorosa independencia y maravillosa inseguridad.
En la Selección de fragmentos del capítulo XI, «Filiación y paternidad espirituales», reunimos las páginas donde aparecen los cuatro sintagmas y un par de framentos extensos sobre dicha filiación y paternidad.
8. A modo de ampliación complementaria. Preguntado Légaut, en una ocasión, acerca de Monsieur Portal y acerca de cuáles eran las cualidades de un «padre espiritual», contestó:
… hay que haber resuelto los propios problemas, y haberse planteado las cuestiones de base tal como se plantean en el tiempo de uno, no como se planteaban antes (…). [Hay que ser] una persona que ha asumido sus propias cuestiones y que no hace trampas.
Légaut no hizo otra cosa en sus libros. En cuanto a tener seguidores, hay una expresión suya, de 1975, refiriéndose al proyecto campesino de 1939, que es significativa porque indica que, con setenta y cinco años, mantenía, al mismo tiempo, tanto el deseo («ojalá») como el desapego («no importa») respecto de la continuidad de su grupo:
El viejo proyecto de 1939 resurge. Con gente por desgracia con treinta años más… Pero algunos jóvenes se unen a los mayores. ¡Ojalá puedan sucedernos! Pero no importa. Lo fundamental no es que las iniciativas espirituales se perpetúen sino que nazcan sin cesar. Y yo creo que, en nuestra época, en la que tantas cosas se hunden, hay también nacimientos verdaderos.
También en otra ocasión, hablando de la sucesión, unió Légaut el deseo y el desapego. Fue cuando dijo, estableciendo una distinción de las suyas:
No [hay que] buscar discípulos (…) [Hay que tener] no la voluntad sino la esperanza de transmitir.
Lo fundamental de esta entrega es, como decíamos, leer la Selección indicada más arriba. Sin embargo, si alguien quiere leer algo más sobre la persona que más le inspiró a Légaut acerca de la «paternidad espiritual», puede consultar sus textos sobre Monsieur Portal. Son los números 5, 6 y 7 de:
http://www.marcellegaut.org/?id=mlegaut/lpem&tit=Legaut-por-el-mismo
Compartir y agradecer, la Nota aclaratoria de A.D.
● «Filiación y paternidad espirituales: padre espiritual»,
es quien nos ayuda a descubrir y vivir
la “llamada de Dios”.
Que significa, en primer lugar,
salir de la indiferencia ante
el sufrimiento de los empobrecidos.
Que significa que
nuestra vida se
construya desde y
para la comunión.
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● «El ser humano es un ser solitario
pero no debe ser un ser aislado»
Somos seres sociales,
que necesitamos de los demás
para nacer, para crecer,
para nuestro desarrollo,
para saber vivir y gozar,
sufrir y morir humanamente…
Nos sentimos hechos para la colaboración
y la convivencia con los otros.
El espíritu social,
es el que hace que la sociedad
funcione de un modo
verdaderamente humano.
Pero por otra parte,
también estamos
llenos de recelos ante los otros,
ante la sociedad
y tenemos múltiples reacciones
y sentimientos antisociales.
Se ha intentado explicar la tensión
entre lo individual y lo social, que
se da en el interior de la persona.
Se han propuesto soluciones para
el conflicto entre persona y sociedad.
Unos han insistido en el individuo;
otros, en la sociedad.
Han surgido múltiples realizaciones sociales,
desde el liberalismo individualista
hasta las diversas formas de colectivismos.
Pero ni se supera el conflicto,
ni se logra la armonía.
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En las “ideologías” y “tradiciones religiosas”,
la paternidad espiritual está fundamentada
especialmente por el fundador/a o promotor/a,
con su espiritualidad, su carisma,
concretados en sus códigos, reglas o estatutos.
Pero que se diluyen en su “jerarquía”, en el
ejercicio de su ministerio o servicio.
No obstante, cada miembro
puede buscar los medios
personales y comunitarios
para su crecimiento en la fe.
En ello, las “nuevas tecnologías”,
están siendo toda una “nueva revolución”,
que nos posibilita escuchar otras
muchas voces y experiencias.
En estos casos, los obstáculos se pueden superar,
incluso si se queda pequeño se puede agrandar y ampliar,
buscar nuevos horizontes conforme impulsa el Espíritu.
El diálogo es crucial en ello, como dice M.L.:
● «Exorcizar la duda de toda sospecha,
afrontarla con rectitud y paciencia»
Pero también es verdad, que muchos otros miembros
se pueden encontrar “atrapados”, en un
“callejón sin salida”, viviendo en “sumisión” y
“docilidad”, porque quizás tampoco sepan o
tampoco puedan vivir de otra forma.
Vemos órdenes religiosas y seminarios
debilitados y sin crecimiento, con sus centros,
transformados en “hospederías”,
“residencias” o “patrimonio cultural”.
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Nuestra experiencia de
“Filiación y Paternidad Espiritual”
en la que queremos seguir
creciendo y sin ponerles límites:
Tiene su origen en la “Iglesia”,
y en una “fe heredada”.
Que no se ha quedado “bloqueada”
sino que ha continuado en una
“búsqueda personal”,
a la que le dedicamos toda
nuestra voluntad y esfuerzo.
En la que descubrimos un Dios que nos habita
en lo más profundo de nuestro ser,
pero que al mismo tiempo, nos trasciende
en nuestras limitaciones.
Reconocemos a ese Dios en nuestras vidas,
lo sentimos presente y nos sentimos unidos a Él
aceptándonos a nosotros mismos como “don de Dios”.
Un Dios que es Comunión,
que nos invita a vivir la
“filiación y paternidad espiritual”
también en comunidad,
codo a codo con hombres y mujeres
formando “grupos” o “equipo”.
Tratando de superar el concepto de
“maestro-discípulo”,
de Iglesia “docente -discente”.
Para ser-hacer “Pueblo de Dios”,
ser-hacer “Comunidad de Vida”
que se deja guiar por el Espíritu
sin ningún tipo de prejuicios.
¡El Espíritu Santo inspira a todo el pueblo Dios!
Con un “quehacer” concretado
en el mundo que nos rodea
ha de generar vida en nuestro entorno,
entre nuestros compañeros
y compañeras del mundo obrero
y que ha de combatir el empobrecimiento
y la deshumanización.
Para seguir cultivando la experiencia gozosa
del encuentro personal y comunitario
con el Dios manifestado en Jesucristo
y configurar nuestra existencia desde Él.
La participación de esta paternidad espiritual,
vivida en comunidad, de la que no se excluye a nadie
y en la que nadie queda perdido en el anonimato;
debe orientarse a generar actitudes que
posibiliten el encuentro y la
coherencia de la Fe con la vida.
Vistas desde “nuestra perspectiva”,
estas actitudes, algunas ya las hemos
indicado, pero las señalamos todas:
– Actitud de reconocimiento de la
presencia de Dios en el mundo.
– Actitud de apertura a la acción
del Espíritu en nosotros.
– Actitud de seguimiento de Jesucristo,
descubriéndolo en los débiles y pobres
del mundo obrero para vivir desde esas claves.
– Apertura a la vida trinitaria,
que es comunión de personas,
como proyecto a construir.
Desde la familia y en todos
los ámbitos en los que
vivimos y nos movemos.
– Actitud de Encarnación y
Testimonio en el mundo obrero.
– Amor a la verdad y
actitud de discernimiento.
– Apertura a la Vida Eterna,
como tiempo en el que somos conscientes
de que Dios está presente en nuestras vidas.
– Vida de Oración y Sacramentos de la vida.
– Amor a la iglesia y participación en su vida,
misión y preocupaciones.
Los demás miembros del grupo, del equipo,
de la comunidad en la que todos y todas
somos iguales, tenemos otras responsabilidades
que son necesarias para esta vida de comunión,
de la escucha de la comunidad y de la
acción de gracias que es
compromiso en y con la sociedad.
● «La espiritualidad del futuro no se apoyará ya
en una convicción unánime, evidente y pública,
ni en un ambiente religioso generalizado,
sino en la experiencia y decisión personales»
(K. Rahner).
¡Dejémonos que sea el Espíritu quien nos guie!
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El sábado de esta semana celebramos el
DÍA 1 DE MAYO, Fiesta de los Trabajadores.
Queremos acompañar, animar y aportar vida
y dignidad desde Jesucristo a nuestros
hermanos/as del mundo obrero.
En estas fechas celebrativas y reivindicativas
del Mundo Obrero tengamos presente a
trabajadores/as que viven la precariedad
y durísimas condiciones de trabajo.
Que nuestra oración esta semana
sea “práctica” de solidaridad real
y visible con el Mundo Obrero.
Saboreemos el encuentro refrescante de vitalidad y
cálido de amor que nos depara el Señor.
Vivenciemos su bondad y su misericordia, que
nos acompañan a todo lo largo de nuestra vida.
Contemplemos nuestra historia personal:
cómo el Señor nos ha venido guiando, cuidando,
defendiendo, recuperando, amando…
Y -es cierto- nos espera un hogar de amor
siempre encendido: la comunidad trinitaria,
que acogerá en su corazón
a toda la familia humana.
Recibid junto a vuestras familias toda nuestra cercanía.
Con cariño un abrazo
Eduardo Soto
Pdta./ Adelantamos el envío del comentario,
para poder acompañar a una amiga cuyo
padre a fallecido esta mañana.
Descanse en paz.
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Estaremos ante una nueva creación? Me pregunto…
Bueno, la pinta la tiene toda, ya se tiene un pilar… digo, colunma.
Coincidiendo con Los relatadores de la creación en Genésis , Legaut expresa el mismo deseo en su relato: El hombre es un solitario pero no debe ser un ser aislado.
En Gn 2 Lo primero en crearse es el hombre (v. 7), más tarde las plantas (v. 9), los animales
(v. 19), y finalmente la mujer (v. 22).
Yahvé crea únicamente al varón, y al caer en la cuenta de que está solo y de que necesita una compañera adecuada, después darle los animales por compañeros, le ofrecerá la mujer.
En cambio en Gn 1 Dios desde un principio hizo existir al hombre y a la mujer simultáneamente, en pareja: 27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
los seres van surgiendo en orden progresivo de menor a mayor, es decir, primero las plantas, luego los animales, y finalmente los seres humanos.
El hombre es un solitario pero no debe ser un ser aislado….
Saludos.
COMO DICEN POR AQUI EL QUE QUIERA CELESTE QUE LE CUESTE Y ME COSTO…PERO LO PROMETIDO ES LEY…
Me llevo algún tiempo la lectura, de la clarísima exposición de Antonio y los texto de Legaut, ahora bien, ese crecimiento en la Fe, mucha gente los ha vivido en diferentes experiencias, el acercamiento a la propia muerte, una experiencia sumamente dolorosa, o incluso la oración puede llevarnos a ver las cosas desde otra mirada…no me atrevería a usar las referencia a plano o nivel (parece una referencia excesivamente geométrica y con cierto dejo de superioridad)…En mi experiencia, esto se presenta como un proceso, ciertamente ha existido una figura que a mis ojos resulta paradigmática y cuya praxis, nos resulta pedagógica y nos ayuda a profundizar nuestra visión y nuestra síntesis de Fe, esa es una figura sencilla, pero con una praxis cuya hondura, lo vuelve un potente testigo y un entrañable maestro, cuya intención no es enseñar, sino compartir, compartir la vida y el camino…Se llama Miguel Briíto, concretamente el Padre Miguel Brito. Pero esa calidad de guía espiritual que el despliega sin mucha conciencia de ello, lo hace al vivir simplemente y nos remite siempre con amoroso apremio a la vinculación comunitaria…Es entonces la comunidad y sus dinámicas, quienes se vuelven sostenedores y nos ayudan a revisar en el VER – JUZGAR- ACTUAR, nuestra síntesis de Fe…
Existe en los texto, algo que me parece presentado como contraponiendo la ideología a la Fe, me parece que esa es una deformación de la realidad, por lo menos en mi la Fe, me compromete con el prójimo…como un ser individual, pero también en tanto ser social, tal vez hoy más que en tiempo de Legaut las nuevas formas, de comunicación en tiempo real, han permitido tomar conciencia de la necesidad de la solidaridad con los conglomerados humanos y con la humanidad toda…Esto necesariamente nos lleva nos guste o no a una praxis ideológica, lo que hagamos o lo que no hagamos nos sitúa en uno u otra vertiente ideológica, la Fe, también transforma y abarca ese aspecto, por lo que lo que se contrapone uno y otro, es anteponer la ideología a la Fe en mi praxis esto ocurre al revés, mis definiciones de Fe me descubren caminos a la ideológicos, pero el acercamiento a Dios y su acción en nosotros, abarca toda nuestra realidad, desde nuestra sexualidad, hasta nuestra ideología…nosotros podemos aceptarla o rechazarla, esto es otra cuestión…Por eso separar la Fe de cualquier aspecto de la humanidad, es incorrecto…(desde mi humilde punto de vista)…Pero y esto es lo que creo que dice Legaut, vincularse a Dios, no como algo que tiene como dice dolores Aleixandre, una pretensión totalizante sobre nosotros … y transforma nuestra mirada, enseñándonos a mirar poco a poco por sus ojos…con una adhesión epidérmica- ideológica y no con una adhesión que abarca todo nuestro ser…extremo que obviamente compartimos con el gran maestro…
La de años que me he pasado siguiendo instrucciones y normas que no acababan de llevar a donde decían poder llevar. Y entonces venía el desconcierto: ¿seré torpe, no lo hago con la debida disposición, intención, generosidad…, seré impuro…? Uffffff. Y mira que soy persistente, pero siempre me quedaba decepcionado. Los “expertos” decían que me faltaba o fallaba algo, yo qué sé, cosas…; y yo, por docilidad (que entonces era virtud “queridísima por Dios”), hacía como que sí, pero por dentro como que no y muy bajito para no ser rebelde (pecado grave) y no escandalizar, me decía, sin saber el qué, que sí que fallaba algo, pero no sólo era yo. Y me acababa susurrando a mi mismo: pues yo creo en mi, en la intención y dedicación que le pongo y hasta en mi inocencia… (pero nunca me atreví a más para no pecar de orgullo…). Aquí esto ahora parece de risa y casi hasta prestigia, pero entonces no ¿eh?. Y lo de los directores espirituales -y mira que lo intenté- tampoco me funcionó nunca.
Cuento este rollo, porque siempre sentí filiación…, pero no como hijo espiritual de director espiritual alguno, (si acaso y puntualmente, de algún amigo adelantado con quien compartí vivencias de fe), por eso siempre sentí cierta orfandad espiritual y, en la honesta confusión de creencias en que vivía, me remitía a Dios de aquella manera difusa como se hacía entonces: como última esperanza.
Después, y sin saber muy bien lo que hacía, vino el largo proceso de paso de lo que ahora llamamos de las creencias a la fe y que ahora se confirma y toma nombre en los cuatro sintagmas de Légaut: «Delicada emancipación», «Progresiva sustitución», «Vigorosa independencia» y «Maravillosa inseguridad»; pero cuando a lo largo de las distintas entregas de este curso se volvía a hacer referencia a esa forma de paternidad espiritual, y a la importancia de encontrar lo que Légaut llama (no recuerdo bien qué palabras precisas usa) algo como un jefe religioso, un hermano mayor, un verdadero creador que ilumine nuestro camino durante algún tiempo, yo siempre volvía a ver difícil que, en la soledad en que ahora vivo, lo pudiera llegar a hallar y por eso me volvía a remitir a Dios, pero (aunque entiendo que sigue apuntando a ambas posibilidades) ya no como antaño, como última esperanza, sino como esperanza próxima, pues las cosas han cambiado y ya no soy el creyente en sentido tradicional que fui, sino un nuevo hombre de fe, y, a medida que avanzo, Jesús de Nazaret ya no me resulta tan indescifrable como antes y siento la esperanza cercana posible y viva de que será él, ya lo va siendo, mi padre espiritual. Y de que será (quizá sea prematuro y osado decirlo pero ahí vaJ!!!!!!!) esta comunidad que va siendo este curso, el germen de algo parecido (por muy cibernético que sea) a lo que fueron los discípulos de Jesús entre ellos (¡hala, ya lo he soltado!). Y presiento que se acercan tiempos muuuuuuuyyyyy prometedores.
Por eso me alegra ver que es precisamente por ahí por donde apunta todo lo nuevo que voy leyendo de Légaut.
No tengo prisa, pues es cuando releo despacito, cuando descubro lo mejor del tesoro escondido en los libros de Légaut y también en vuestros comentarios, pero no niego que siento el ansia de correr para llegar a todo lo que se nos anuncia.
Cuando empezamos, este curso era algo sólo para leer y comentar lo leído con unos desconocidos cibernéticos (¡jo, qué mal suena!), pero ahora disfruto como un jamelgo con todos los comentarios que van llegando y tratando de leer y releer entre líneas qué os ha impactado de la lectura, cómo lo entendéis y hasta cómo sois.
Un abrazo; Fico.
PD. M. Luisa, gracias por el “capotazo”, no sabes lo oportuno que fue y lo bien que me vino…
Esta etapa final del itinerario personal de vida que Legáut nos ha mostrado y en el que ha venido a significar como el despliegue de toda nuestra capacidad interna de alguna manera, este último tramo viene a significar aquel momento de encuentro intelectivo en el que la realidad que buscábamos nos dará al fin la razón de ser de la búsqueda misma que emprendimos. Emprendimos la marcha habiendo sólo aprehendido la realidad sin llegar a inteleccionar con ella y esta insuficiencia dada la capacidad humana fue realmente lo que entonces nos hizo emprender la marcha.
Antes de ella, sin embargo, dado, no por lo que somos en sí, sino por lo que somos existencialmente se está en ésta primera etapa en donde la realidad al sernos inefable, pero, cuidado, no en el sentido en el que, en efecto, a la postre lo es, sino que por sernos de ella un momento primario y confuso, es en donde las creencias en su provisionalidad pueden perpetuarse precisamente. Por eso no se puede emprender la búsqueda así como así, como movidos/ as por un resorte es decir, con el simple ánimo a cuestas de ponernos a buscar, sino como nos hace ver Legáut, reencontrándonos primero con nosotros mismos, y así en integridad y conscientes de la unidad que nos constituye emprender la marcha. (La marcha de la razón añadiría, no la nuestra sino la que las cosas esperamos nos den en profundidad)
En este sentido, pues, la Paternidad de la que nos habla Legáut la entiendo como aquella realidad que, por ser previa, fundamenta el hecho vivencial de su existir dándonos su razón de ser al llevarla a plenitud.
Saludos
Paternidad? Prefiero hermandad? Hermanos de un mismo Padre!
Los padres siembran la vida y esta semilla se desarrolla en el tiempo hasta formar semillas propias de la misma naturaleza; hecho lo cual, la vida pasa de temporal a eterna para gozar de la paternidad de Dios Padre: Abbá!
He ahí algo que, con Legaut o sin Legaut, todos podemos, si queremos, cumplir. Legaut no tuvo legautismo inspirador. Su testinonio es el legautismo que a nosotros nos puede inspirar siempre que sepamos vivir la automonía de la libertad responsable, pero responsable, en últmo término, a Dios Padre.
Me parece muy hermosa y profunda la “mirada” de M.L. en este contexto.
A lo largo del camino, no han sido solo varones, los que me han ayudado a descubrirme a mi misma, y el camino…
En el, he tenido la suerte de conocer a admirables mujeres, con un espíritu enamorado de Jesús y su proyecto, que han ido fortaleciendo mi búsqueda.
M.L. (pag. 7)
“De este modo, gracias a una experiencia tejida de caídas y restablecimientos, de avances y retrocesos, entra en humildad sin cargarse humillaciones…reconoce su impotencia básica, se adhiere a ambas, y en esa medida, paradójicamente, crece en el ser.”
Mi experiencia: la obediencia, el cumplimiento de unas “normas” seguidas con pasión; me iban descubriendo, que algo no estaba “bien”, que el deseo de “cumplir y agradar” a las personas que de alguna manera dirigían mi caminar; “estaban” distorsionando el espíritu de seguimiento de Jesús y su mensaje.
Un día, decidí, intentar “vivir” lo que intuía en mi interior, confiar plenamente en la Palabra, cargar con mis limitaciones sin dolor baldío, para emprender un camino, donde el dolor por mis limitaciones era ¡¡fecundo!! y me lanzaba hacia delante.
M.L. …
“Acaba por reemplazar su creencia espontánea y segura sobre Dios, por una intuición reflexionada… acerca de El”. “Va adquiriendo progresivamente consistencia y va haciendo su morada en él lentamente, de forma estable”
III.- “Vigorosa independencia”…
Es el camino, se va limpiando de adherencias, pesadas cargas, que resultan vacías, para comprender, que es “superior-especial-trascendente” aquello que bulle en su interior, e intenta, dentro de su limitación, hacerlo ¡vida!
Quizá en este momento de la vida, si hay alguien que acompaña, le llamaría amigo/a especial, porque comprende tus vivencias, es estupendo; ya no hay maestro y discípulo.
A veces sucede, que no se encuentra… y sirven pensamientos escritos, charlas, de otras personas; compartir “sentires…” que en su esencia, son similares a los propios, recibiéndolos con verdadero gozo.
Como dice M.L. la soledad a veces, es la compañera fiel, en este mundo, que tiene vértigo de caminar “creciendo-madurando” al comprender, que debe separarse de ciertos comportamientos de mero cumplimiento.
mª pilar
La realidad se expresa en pares y necesita de una condición para que exista la otra posibilidad. La luz para ser luz necesita de la obscuridad para existir y al reve´s. Iguamente la vida necesita d su opuesto etc…
Una excesiva polarización hacia la vida, termina con el sacrificio de su opuesto, la muerte. Como una concepción gemelar que por circunstancias extrañas acaba en alumbramiento de un gemelo único .
Y creyéndote único ….te descubres en reto fraticida, con la otra parte…, con mi propia sombra, un pasado oculto que se hace presente.
Saludos.
Escribir algo sobre un tema tan básico y fundamental como la relación maestro-discípulo requiere casi de tomarse lo que antes se llamaba un retiro espiritual.
Tomo nota en la agenda y a ver si durante el fin de semana puedo responder a un trabajo de tanto interés como el que se está realizando aquí sobre Marcel Légaut.
Hasta la próxima.
Odio que un trabajo hecho con tanta pasión, como el que realizan Antonio y Melero, no tenga comentarios, pero estos necesita como el buen vino de ser saboreado y a esta altura el cansancio me vence, prometo que en cuanto me sea posible, tomare este añejo y buen vino, de Legaut y tratare de seremente, volcar mi comentario…Pero queria agradecer el enorme y fabuloso esfuerzo que en esto se hace.- Gracias Gabriel