Modernidad y vida espiritual
Iniciamos este curso reproduciendo un relato personal mío, publicado en 1994, con el título de Recuperar la espiritualidad. Realmente me siento responsable de haber promovido en este ATRIO de búsqueda libre y laica del sentido profundo de la realidad, este Curso de Introducción a Marcel Légaut. Era lo mínimo que podía hacer para dar testimonio de quien considero que me hizo un gran bien: preparar el terreno interior mío para que, al dejar la clerecía por un acto de coherencia y libertad que se retrasó hasta mis 59 años, no necesitara rebotarme de mi vida anterior sino más bien apropiarme de todo lo bueno vivido antes.
Por eso pude continuar sin demasiado esfuerzo con tareas que había iniciado antes, como la de dirigir IGLESIA VIVA. No me he dedicado expresamente, como Domingo Melero, a traducir los escritos y cultivar el recuerdo documentado de Légaut, pero nunca ha estado ausente de mi vida. Y al ver cómo en este curso-taller a algunas personas les cuesta entender eso de que Légaut pueda ser un buen compañero de búsqueda, haciendo una pausa a lo que llevamos del curso, quiero volver sobre el otro escrito mío –dos en el total de veinte años no me convierten en “experto”– que creo puede ser útil para esta finalidad de distendida sesión de repaso.
Empecé a escribir el artículo en 1991, para un número que IGLESIA VIVA quería escribir para conmemorar el centenario de San Juan de la Cruz. Nos encargamos Fernando Urbina y yo de prepararlo. Fernando estaba ya entonces a punto de morir, herido por el abismo depresivo al que le había llevado la profunda involución de su Iglesia. Pero me dugirió el planteamiento general y me recomendó ponerme en contacto con la cúspide de la orden carmelitana, cuyo general era entonces Camilo Maccise, un mejicano magnífico que aceptó escribir sobre “El encuentro de la teología de la liberación con la mística”. El número salió en el verano de 1992, muerto ya Fernando, con este título: San Juan de la Cruz y el resurgir de la mística. Quien quiera puede ver el sumario, buscando el 161 en el Índice de números.
Pues bien, ante este comité de expertos que programaron el número, tuve la osadía de proponer una relación entre Marcel Légaut y Juan de la Cruz. Y la aceptaron con gusto, Y tuve que escribir. Y hoy al releerlo veo que no está mal. A alguien podrá resultar útil. Quien quiera lo tiene aquí completo con su título: Marcel Légaut: modernidad y vida espiritual
Aquí voy a extractar los párrafos principales del artículo, relacionándolos con los temas y dificultades surgidas hasta el momento y resaltando palabras y frases clave:
1. ¿A qué viene eso de empezar un camino de personalidad a partir del amor y la paternidad? Tras muchos años de espiritualidad sentimental y doctrinal que me recomendaba una ascética para reprimir los instintos y “agere contra”, me encontraba con un anclaje positivo a la realidad y lo expresaba así:
Para Légaut la vida espiritual debe surgir de las experiencias fuertes que constituyen la persona humana como tal. Y tres son para él las experiencias básicas que forman al hombre como persona: el amor, la paternidad y la muerte. La experiencia del amor y de la paternidad o maternidad, que salvo excepciones se desarrollará en la densa aventura que es el amor conyugal y la familia, invitará a la persona a ascender con realismo y base firme hacia ese saber recibir la presencia del otro como don, saber estar y ser plenamente para el otro con respeto de su ser, pues al otro no se le puede poseer. El amor y la paternidad o maternidad, que tienen una base instintiva, invitan constantemente a una obra espiritual por la que el hombre se acerca a Dios y se hace creador, aun aceptando su carencia de ser experimentada crudamente en la evidencia de los propios límites y en la anticipación lúcida de la propia muerte.
Si realidades como el amor humano, los hijos y las creaciones intelectuales o artísticas no sólo no son estorbo, sino camino necesario para la obra espiritual, para Légaut no se debe seguir una ascética de renuncia a ultranza a lo creado para ascender a lo increado. En una equivocada tendencia a ir por principio contra las inclinaciones naturales del hombre, descubre Légaut la causa de tantos fracasos y desvaríos espirituales. Porque Légaut distingue entre bienes creados que atraen al hombre y que el hombre puede poseer, cuya compulsiva apetencia normalmente distrae y frena el crecimiento espiritual, y bienes específicamente humanos que invitan al hombre a un crecimiento en la línea del ser, a trascenderse a sí mismo y caminar hacia Dios por unas bases realmente sólidas. La profundidad de Légaut cuando analiza el elemento de misteriosa presencia inasible que hay en toda experiencia específicamente humana –un amor verdadero, un hijo en los brazos, una obra concluida, una emoción estética, una idea precisa–, donde lo más propio y cercano de uno se identifica con lo más trascendente a uno, me recuerda tanto el “Pasó por estos valles con presura” como la experiencia trascendental que para Rahner acompaña todo auténtico acto de inteligencia de lo creado. Pero, para Légaut, estas huellas y presencias de Dios están no sólo en contados momentos de emoción poética o elevación intelectual, sino en los cotidianos paquetes de experiencia que son el amor, la paternidad y la muerte.
Una nota: En el último párrafo, antes de las cursivas, hago referencia a la “experiencia trascendental que para Rahner acompaña todo auténtico acto de inteligencia de lo creado”. Está ahí resumido el efecto que produjeron algunos capítulos del libro Curso Fundamental sobre la fe: introducción al concepto de cristianismo (Herder, Barcelona 1984). Creo que es la mejor obra del gran teólogo. La leí con detención el mismo año que se publicó. Y comprendí bien esa experiencia indirecta (o en oblicuo) de Alguien presente en un acto de entender un objeto o resolver un problema. El trascendente me ha hecho posible esa intelección o visión interior, pero si dirijo mi atención directamente a él, ni entiendo ni veo nada. Es la esencia de la mística, de la fe y del cristianismo. Lo que me dí cuenta es que Rahner no hacía un análisis semejante con el acto de amar y a la intelección interior del hombre Jesús de Nazaret, como hace Légaut. Y que hace demasiadas cabriolas para justificar el superconocimiento directo del objeto trascendente que supone todo el dogma católico.
2. La obediencia no sirve para promover un hombre espiritual. Sólo el ejercicio creador de su libertad. Lo cual implica aceptar el riesgo y la inseguridad. Acababa de tomar decisiones radicales en mi vida sin que nada ni nadie pudieran asegurarme que había hecho lo correcto,
El humanismo de la espiritualidad de Légaut no es por tanto un dato a explicar, como en otros autores espirituales, donde está implícito porque la cultura de su tiempo no se lo permitía explicitar. Como también es evidente el lugar primordial que ocupa en él la libertad individual. En la medida en que el hombre trabaja y profundiza en su humanidad, en el fondo de su conciencia, tiene que decidir y crear su propia vida, respondiendo lo más que pueda a las exigencias interiores que sólo él puede oír. Ahí se encuentra el hombre en la más absoluta soledad y nadie le puede ayudar desde fuera. Ahí, en la atenta escucha de lo más profundo de sí y en el creador ejercicio de su libertad, se encuentra con Dios, que sólo le acompaña, pero no le libra de esa irrenunciable tarea de optar. Las normas y reglamentos han podido servir propedéuticamente en otras épocas. Ha podido en otra época considerarse la obediencia a la ley como virtud. A medida que avanza la obra espiritual –el camino interior dirían otros– la obediencia tiene que dejar paso a la fidelidad, lo mismo que en otro aspecto la doctrina tiene que procurar que surja la fe. Lo que va a conducir al hombre espiritual, maduro en adelante, va a ser la fe y la fidelidad. Fe en el misterio insondable de sí mismo, del otro y de Dios, y fidelidad al sentido y misión de la propia vida, que se descubre en los acontecimientos, la memoria de lo vivido, las presencias interpelantes –sobre todo la de Jesús– y la escucha interior. Ya no son suficientes la doctrina y la obediencia, sumisamente aceptadas, a riesgo de decaer del vigor espiritual en la rutina. Sólo por este camino la mística sigue el camino de madurez humana seguido por Jesús, y sólo así es presentable al hombre moderno occidental.
¿Quién dará seguridad al hombre espiritual, al místico dirían otros, de que esas opciones tomadas conducen su vida hacia su plenitud de ser y de verdad, hacia la misión única con la que Dios espera que el hombre colabore en la construcción del mundo y del Reino? Ninguna autoridad exterior puede tener la última palabra, ninguna evidencia interior puede destruir totalmente la duda de si se está acertando. El hombre debe ir aprendiendo a convivir con esa incertidumbre que por otra parte le hace siempre buscar, revisar, escuchar más profundamente. Esto le evita caer en el fanatismo. El verdadero espiritual tiene un respeto infinito por la libertad y la misión del otro. Nunca intentará imponer o definir a los demás. Pero tampoco será una caña llevada por el viento. Poco a poco, a través de pequeños signos –claridades interiores que quedan como faros, paz y orden en la vida cotidiana– irá fortaleciéndose la conciencia de fidelidad a su propia misión, de la que irá dando testimonio humilde, sin pretender proponerla a nadie como norma.
3. La cuestión de las técnicas sólo ayudan pero no fundamentan el trabajo espiritual.
Muchos han confundido espiritualidad con métodos para la meditación. Y tal vez por eso dirigen con frecuencia su atención a la experiencia oriental de relajación, meditación y vacío. Siempre me impresionó lo lejos que estaban los encuentros con Légaut y sus libros de cualquier consideración metodológica. Tal vez por eso es difícil asimilarlo, pues lo que con frecuencia esperamos los humanos, cuando nos acercamos a un libro o a un maestro, son fórmulas y recetas. Los métodos de oración importados de Oriente, que parecen renovar los antiguos ejercicios de oración, sencillamente no le interesaban, aunque era vecino de uno de los mayores introductores [del yoga y la meditación trascendental] en Europa, Durkheim, a quien conocía. Para él todo eso eran técnicas [o itinerarios concretos], que cada uno puede utilizar con fruto siempre que no distraigan del objetivo de la obra espiritual, dar sentido y plenitud a la propia vida real [seguir el propio itinerario, no imitar el de otro]. También él tenía sus técnicas, que seguía con puntualidad –”mis pequeños fetiches”, decía con ironía–, pero sabiendo su carácter contingente y relativo. Por ejemplo, media hora de música clásica al atardecer, seguida de silencio y una oración. O la misa dominical en la parroquia, aunque fuese tradicional, como signo de comunión y contraste de su espiritualidad con la realidad de su iglesia como es. Pero ni en la música, ni en la liturgia del tipo que sea, ni en el yoga o la meditación trascendental encontrará el hombre la receta para su obra espiritual, la de buscar el sentido de su propia vida y progresar en la fidelidad a su misión.
En lo que sí estaba cerca de los místicos orientales y de cualquier tipo de mística era en la seguridad de la confluencia profunda de todos los hombres que toman en serio el trabajo espiritual y buscan el sentido último de todo en el interior de sí mismos. En la medida que este trabajo va dando sus frutos, independientemente del método seguido y de la doctrina de origen, se puede ir alcanzando lo que es universal a todo hombre y a toda experiencia espiritual. Légaut distingue muy bien lo universal de lo general. Lo universal se descubre o se nos revela, surgiendo de lo profundo del hombre, en la medida que éste va llegando a su autenticidad de ser. Jesús es universal. General en cambio es una forma o doctrina que, tal vez por saberla surgida de un hecho universal, se intenta hacer válida para todos los hombres y épocas. La pretensión de poseer una verdad o religión general es el origen del fundamentalismo. El verdadero ecumenismo, que une tanto la fidelidad a la propia tradición como el respeto y escucha del otro, sólo será posible en el cristiano que viva el valor universal de Cristo, aun sabiendo que las fórmulas e instituciones cristianas no son sencillamente generalizables.
4. La laicidad de Légaut. Desde la perspectiva del número de Iglesia Viva yo insistía más en que Légaut no iba hacia la negación de Dios o el ateísmo. Hoy me preocuparía menos esta acusación pues hemos avanzado mucho en asunción de laicismo, de una espiritualidad laica pre o ultra cristiana.
Es tanto el cuidado que tiene Légaut por depurar el lenguaje y no utilizar en vano el nombre de Dios, que en algunos escritos da la impresión, al lector apresurado, de que se trata de un intento de espiritualidad atea, o al menos no cristiana. Nada más lejos de lo vivido por Légaut. Su obra básica “El hombre en busca de su humanidad”, que podría confundirse a primera vista con una antropología o una psicología, está encabezada por este texto “Et Verbum caro factum est”, para indicar que su apasionada búsqueda hacia la plenitud de hombre iba encaminada a –y seguramente iniciada por– la inteligencia de la plenitud de Cristo Jesús. ¿Cómo entender a Jesús por dentro si uno no ha profundizado en serio en su propia humanidad? ¿Cómo entrar con Jesús en relación personal con el misterio de Dios, si uno no ha entrado con toda su persona en el misterio de sí mismo?
5. Y finalmente una cuestión que hoy todavía preocupa y ha salido en atrio es si este camino es para intelectuales maduros o viejos… Me parece que hoy repetiría esta formulación que entonces expresaba y mucho más. Seguramente Camilo Maccise hoy lo comparte: el entusiasmo por la teología y práctica de la liberación necesita que no sólo se pretenda liberar a los pueblos sino hacer personas con una base interior más profunda que la adhesión a una teología o ideología. Sólo una persona que enraíza el hacer en el ser auténtico permanecerá en pie tras los repetidos fracasos en las luchas de liberación.
Por otra parte también los jóvenes son capaces de ver al acompañante trascendental que llevan consigo algunas experiencias de su vida juvenil. Sobre ello escribió el dominico canadiense Louis Roy un interesante artículo en el nº 139 de IGLESIA VIVA, que dejo abierto al público en la página correspondiente, como complemento a todo esto.
Una espiritualidad así, que llama a lo profundo a partir de la memoria de lo vivido, parece a algunos que es excesivamente elitista. Son raros los espíritus que pueden emprender este viaje de forma tan personal. El pueblo necesita propuestas espirituales más sencillas y tangibles. Y sobre todo parece que se excluyen del camino propuesto por Légaut los jóvenes que aún no tienen un bagaje suficiente de experiencia en su biografía. Mucho podríamos decir sobre cómo Jesús y Pablo dosifican sus enseñanzas según la capacidad del que recibe. Para unos hay andaderas de normas y reglamentos, para otros el alimento maduro del espíritu. Pero no se puede tratar a todos como niños e infantilizar la Iglesia. Incluso las doctrinas y normas que haya todavía que proponer hoy, deben prever el desarrollo posterior de las personas y no impedirlo. En varios libros Légaut hace el análisis de lo que distingue una estructura religiosa de autoridad de otra de llamada. El cristianismo surgió como religión de llamada, aunque, por la inmadurez de los tiempos tal vez, se fuese transformando en religión de autoridad. Sólo si vuelve a convertirse en lo que fue, podrá aportar algo al hombre del futuro.
Vale, Fico, me pasé, solo quería poner ele acento en la importancia del “otro” en nuestro caminar hacia Dios. El último comentario de Asun sitúa quizá el tema en su justo término; gracias, Asun, tú siempre poniendo serenidad y equilibrio. Es un lujo contar con personas así.
Querida Asun, gracia por seguir aún con nosostros ¡a estas alturas!
A lo que dices: ¡amén!
Un cariñoso saludo (y a H. Cadarso otro abrazo); Fico.
No sé si os habéis dado cuenta, pero parece que los enfrentamientos se producen porque de alguna manera los promueven, porque así lo quieren, quienes sacan alguna ventaja de ello. Mientras las discusiones estriban entre blanco y negro, nuestra capacidad de percepción más allá de lo que quieren que veamos, estancados en ese horizonte, obstruye el salto a una más amplia mirada a la realidad que es y que somos.
Estoy cada vez más convencida que el cambio de “nuestra mirada” es accesible a todos, cuando los comportamientos hasta ahora dóciles y sumisos, conscientes o no, comienzan a no serlo, al ir priorizando la propia capacidad de raciocinio. Pero esto puede empezar a dar miedo e inseguridad al que detecta el poder, sea del signo que sea o de la religión que sea, poniendo ahí todo su ingenio en que no se traspase este espacio del proceso, pues el paso definitivo hacia la autonomía no acaba ahí, por ello se nos dan cada vez más y más razones para acomodar nuestra iniciativa a pensar con las que, previendo y previniendo la “desbandada”, se van generando por nosotros, adelantándose una y otra vez camufladamente para seguir permaneciendo en un umbral nebuloso de autonomía sin traspasarlo nunca realmente.
Cuando podemos “ver” la realidad que es y que somos de manera transparente sin marañas, el paso a “ver” la del otro se hace de forma directa sin intermediarios, el camino duro ya está hecho. El individualismo pasivo y consumista de lo “bueno” y “sabio” dicho por otros, que no deja de mirar más allá de la pantalla desplegada por esos otros empieza a ser superado. Es la fidelidad a esa “visión” que se nos impone al dejarla emerger desde lo más hondo de lo que se es, la que nos da luz en el actuar coherente y que se desplegará más allá del nosotros y lo nuestro, haciéndose realidad en el todos y en todo.
Juzgar o prejuzgar al que no va al compás nuestro o al que ponemos en el listón perfeccionista, es no reconocerse en el otro, no haber ahondado lo suficiente en nuestro “pozo”, donde el fluir común con el otro se hace al unísono sin separación alguna. Ahí lo creativo y diverso fluye sin apropiación, es de todos. Cada cual le irá dando forma en lo que se es y deja fluir, fiel a sí mismo y todo está bien. Somos entonces Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer, Teresa de Ávila, los vecinos del barrio en paro, la chica que la viola su hermano, la mujer viuda y desconsolada, la abandonada y repudiada con tres hijos, los que llegan “tarde” a todas las normativas de subvenciones y ayudas, los ignorantes sumisos de la comunidad o los soberbios ignorantes, los orgullosos neuróticos, los defensores de la ley implacable, los que solo ven odio y catástrofes, los que esperan, los sin nada, los sin nadie…
Por eso descubro en Légaut su esfuerzo en dar luces por entrar en la verdadera liberación de la persona al conectar con su humanidad, profundizando en sí mismo, que, al contrario de lo que pueda parecernos aparentemente, se desvela en interrelación con la realidad de los otros y con todo lo Real. La espiritualidad se concibe en humanidad, no se dan separadas. La religión como la barca que lleva a la otra orilla, el vehículo, el medio que facilita el paso a la adultez, el desembarco en tierra firme, en nuestro íntimo humus.
H. Cadarso:
A mi tampoco me importa marcar netamente mi territorio frente a fariseos, saduceos y Pilatos, y lo hago y lo haré siempre que lo considere necesario y útil (sobre todo útil para el encuentro). Por eso ahora puedo estar todavía más de acuerdo contigo que antes en el fondo de la cuestión (no tanto en la forma, por inútil e incluso contraproducente para el encuentro), en especial en lo que se refiere a la jerarquía de la iglesia que, efectivamente, continúa cometiendo los mismos errores que en el pasado y de ahí que quienes siguen dócilmente su magisterio incurran, quizá, en algo de lo que dices en cuanto a la búsqueda del encuentro con Dios de manera, quizá, demasiado individualizada y poco abierta al nosotros.
Pero, ni lo haré allí donde no estén los causantes ni los practicantes de lo que criticamos (no se puede acusar a Légaut –salvo si no se le conoce bien- de proponer una espiritualidad individualista cuando, progresivamente, va desde la profundización en el conocimiento de uno mismo, la fe en sí mismo, la fe conyugal, la paternidad y la fe en los hijos, abriendo el círculo hasta llegar a la fe en el otro), ni me estancaré (ni estancaré a otros) atrincherado en una discusión inacabable que, desde la injusta descalificación de una generalización reduccionista y absurda (izquierdas y derechas), no conduce más que al desencuentro (no basta con darse la mano en misa y luego seguir descalificando, habrá que hacer algo más ¿no?). Es necesario no dejarse atrapar en el pasado para seguir adelante, trascendiendo etapas, hacia el encuentro con el otro en presencia de Dios, aquí y ahora, en presente.
Por eso, y aunque me sienta encantado de dialogar contigo, no creo que tenga mucho sentido que, mientras el curso de iniciación a Légaut, sigue avanzando y trascendiendo etapas que favorecen el encuentro desde la 8ª entrega, tú y yo nos quedemos atrapados en la 7ª, fuera de la realidad presente.
¡Ánimo y adelante! Un abrazo; Fico.
No me importa, Fico, marcar netamente mi territorio frente a fariseos, saduceos y Pilatos, como hizo nuestro Maestro. Es más, lo creo absolutamente necesario, creo necesario hacer mi análisis de la historia de la iglesia, de sus errores y sus debilidades de los años 30, 40, 50 y siguientes, y de todos.
Otra cosa es que trate a todos como a hermanos, que nos demos la mano en la Misa dominical. Pero para mí está muy claro que la Iglesia coqueteó con el fascismo en aquella época más de lo debido, y que de aquellos coqueteos vienen este marear la perdiz y estos contubernios con el capital y con los culpables de la crisis, tan contrarios al evangelio. Y el asesinato del Arzobispo de El Salvador, y tantas otras cosas.
Y viene también en parte esa querencia nuestra a situar el encuentro con Dios, los caminos de la mística, fuera de ese encuentro con el otro, fuera de esa actitud del Buen Samaritano tan profundamente mística, tan universalmente exigente, tan dolorosa y martirial en muchas ocasiones. Yo creo que los éxtasis de Santa Teresa no tienen parangón con aquel éxtasis de San Lorenzo de Huesca sobre la parrilla donde lo asaron…Primero dió todos los bienes de la iglesia a los pobres, y luego se encontró con Dios sobre las brasas…
H. Cadarso.
Quiero decir -de salida- que estoy bastante de acuerdo contigo, pero que no creo que, en este caso, la visión de alguna de las posibles causas políticas del problema ayuden a resolverlo. Es más, como metamos aquí las causas políticas en la reflexión del yo al nosotros, en mi modesta opinión creo que la arruinaremos. Ya hay otros ámbitos específicos para la política, que no han demostrado, precisamente, su eficacia para unir a las personas.
¿Te imaginas si tras tu comentario apareciera otro de alguien de derechas hablando del fascismo-socialismo de Lennin y Estalin, Mao, Fidel, …, que yugularon a millones de sus propios paisanos…, sin darles oportunidad de sintonizar con sus pensadores locales?
¿Te has (nos hemos) preguntado por qué por aquí no aparece nadie que se atreva a identificarse abiertamente como persona de derechas? Pues en este país son, nada menos que, el 50% de esos otros a los que te refieres y a los que, tan a la ligera, la izquierda etiqueta de nacismo-fascismo. En esta puta España nuestra (con perdón), los políticos han acostumbrado a la mayoría de la sociedad a considerar normal la descalificación del oponente y luego nos quejamos de que no somos capaces de pasar del yo al nosotros.
¿Te imaginas, solo por hacer este comentario, cuantos posibles lectores de estas líneas me pueden estar etiquetando (y descalificando automáticamente) como de derechas, y el tiempo que me puede costar quitarme tal etiqueta, si es que lo logro? ¡Esa!, esa es, precisamente, la primera evidencia de que tu argumento no resuelve sino que fomenta este problema. Respeto tu derecho a exponer tu reflexión, pero te respondo con la mía, para la que te ruego igual consideración.
No me importa que me rompan la cara, o bueno, sí me importa, ¡claro que me importa!, pero sería un buen precio por conservar integra la posibilidad de mantener este Curso de iniciación a Légaut abierto a TODOS LOS OTROS, altos, bajos, gordos, flacos, guapos, feos, zurdos, diestros… Y todos, quiere decir TODOS, sin menosprecio de nadie y sin que nadie tema asomarse o tenga que dar las gracias por no ser menospreciado si se asoma.
En otro orden de cosas pero con el mismo sentido, reivindico el derecho de cualquiera a ser homosexual, heterosexual, bisexual, trisexual, lagarterana o filatélico, sin que nadie le prejuzgue ni le etiquete, ni tenga que disculparse, ni declarar públicamente sus tendencias sexuales, religiosas, políticas o musicales; ¿vale? Pues eso.
● «M.L. se mantuvo en su Iglesia Católica hasta el final,
aunque fuera libre para expresar sus desacuerdos.
Invitaba a todos a profundizar en sí mismos, no a polemizar.
Cuando oía de un obispo o presbítero que,
ejercitaba la libertad evangélica,
los admiraba y se alegraba».
Una virtud la de M.L. que escasea dentro de la Iglesia.
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Cuando nos educan o nos hemos educado
en vivir para nosotros mismos,
trabajar para ganar más,
para vivir mejor,
para tener seguridad…
(los/as que puedan hacerlo, claro):
En nuestra “espiritualidad” queda arraigada
esta cultura individualista, de un egoísmo hedonista.
Que se manifiesta en mi rehuir
de todo lo que huela a sacrificio,
abnegación y penitencia;
nada de oración mortificada y ayunos.
Tomar de la religión lo que me permita vivir
mi individualismo espiritualista,
sin negar explícitamente nada.
Desentenderme de todos los demás humanos.
No dar nada a nadie o dar lo menos posible;
extraer de todo y de todos los que se puede…
¡y lo que no se pueda…!
Cuando trato de escarbar en mi interior
para diagnosticar la gravedad de mi
“individualismo y egoísmo espiritualista”,
me percato que con nombres santos,
el espíritu maligno me ha corrompido todo,
y la norma individualista y parasitaria
es la ley de mis pensamientos y de mi vida.
Mi boca repite muchas veces al día: “¡Señor, Señor!”,
pero mis obras buenas brillan por su ausencia.
Mi boca va repitiendo palabras y fórmulas “acreditadas”,
pero mi mente, mi corazón y toda mi persona,
siente y actúa bajo la influencia del
mundo (poder) del demonio (poseer)
y de la carne (consumismo).
He de confesar que no hay en mí
nada de la Sabiduría de Dios,
que conduce a la locura de la Cruz;
no hay en mí nada del Amor de Cristo,
que invita a dar la vida por los hermanos.
¡He caído a lo profundo, Señor…!
¿Cómo saldré de él?
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Descubrir todo esto, es ya entrar en una actitud
que rezume humildad, en una actitud de conversión.
Es el primer paso para la experiencia interior
de encuentro con la “carencia de ser”
al que se refiere M.L.. Salir de la servidumbre,
de todo lo que me tiene atado,
liberarme de mis esclavitudes…
«Cuando vayas a orar, entra en tu aposento
cierra la puerta, ora a tu Padre, que está allí,
en lo secreto…» (Mt 6,6)
«En la casa de mi Padre hay lugar para todos.
Si no fuera cierto, yo os lo hubiera dicho;
voy allá a preparar lugar para vosotros…» (Jn 14,2)
Abrimos el corazón a Jesucristo para que nos colme del
amor del Padre en el Espíritu y podamos así abrirnos
también a todo, especialmente a los empobrecidos.
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Compartimos lo dicho
por Honorio Cadalso,
en su comentario anterior:
«…los caminos interiores deben recorrerse
a una con los caminos exteriores;
somos, más que individuos…»,
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Descubrimos que, la vida, no se nos ha dado
para vivirla sin más, sino para gastarla
haciendo que otros vivan.
En la medida que vivimos para los otros
estamos viviendo ya en nosotros.
Nuestra felicidad radica en vivir para los otros
construyendo una sociedad en la que podamos
sentirnos hijos de un mismo Padre y Hermanos.
Recibid junto a vuestras familias toda nuestra cercanía.
Con cariño un abrazo
Eduardo Soto
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Echaré mi cuarto a espadas en esta tertulia tan enjundiosa y profunda que tenéis entre manos, y pido perdón por mi atrevimiento…
Todo muy bien, lo de Légaut, lo de Duato, lo de Fariña y Fico, lo de las Ana, Mª Luisa y demás, perdonen que no nombre a todos y todas.
A mí se me ocurre que, para interpretar y comprender nuestro caminar hacia el encuentro con El, los caminos interiores deben recorrerse a una con los caminos exteriores; somos, más que individuos, un pueblo que camina por el desierto en busca de la tierra prometida…
Los de mi generación venimos de una república, de una iglesia de Pío XI, de una tempestad de socialismo que invadía Europa y el mundo y fue yugulada por el nazismo-fascismo etc. Sin aquel barrido del fascismo que supuso la Guerra Mundial y su prefacio, nuestra Guerra civil, hoy sintomizaríamos con toda normalidad con los Manuel de Falla, García Lorca, etc, etc. Sin aquel fascismo, las enseñanzas de nuestras madres habrían sido mucho más equilibradas, más sensatas, menos radicales…
Yo discuto con foreros que parecen vivir todavía en la onda de aquella República española, pero ello no me impide de admirarles y de sentir una cierta envidia porque se han mantenido impermeables a la cultura fascista que invadió nuestra infancia, nuestros seminarios, nuestras familias mismo.
Un mundo sin Hitler ni Mussolini ni Franco nos habría llevado hace tiempo a una solidaridad internacional inimaginable, habría impedido el nacimiento de ese engendro del infierno que concebimos y llamamos Tercer Mundo. No habría habido movimientos misionales por la conversión de los chinitos y de los pobres negritos, sino programas de comercio respetuoso con todos los países y de ayuda al desarrollo
…Y a una espiritualidad donde lo colectivo, lo internacional, la acción comprometida con la política y lo social formaría parte integrante e inseparable de toda espiritualidad. Walter Benjamin, Bonhoeffer, y otros creyentes más, se habrían identificado con los maquis de nuestra guerra y posguerra civil, como se identificaban Falla y Lorca, José Bergamín y Rafael Alberti y toda la generación del 27
Nos hemos construído una espiritualidad partiendo de una cultura capitalista y fascista, la hemos encajonado en un mundo personal, individual, una relación entre El y yo, y no entre El y nosotros…
A lo mejor exagero, pero quiero dejar aquí esto por si sirve. Y volver a insistir en que el camino hacia Dios y hacia las cumbres de la mística pasa impepinablemente por los otros, casi casi se termina en los otros.
Según reflexiono, este fin de semana, sobre la búsqueda que impele a Légaut a experienciar como realidad última el sentido de la paternidad, pienso que no es otra cosa que ir en una dirección que bien podría semejarse a aquella que va de vuelta de lo religioso en busca del hecho mismo de la religación.
Estoy pensando, por ejemplo, en la diferencia abismal que separa la paternidad religiosa que nos retrotrae en el contexto israelita donde ésta era concebida con un sentido meramente nacional, como patriota, concepto que salió, por cierto aquí no hace mucho, y el cual da a entender como que cada uno de los israelitas es amigo de Dios porque es israelita.
Sin embargo da un vuelco importante este concepto en la experiencia humana de la religación. Porque la paternidad – maternidad aquí es real, no es algo fundado en un pacto.
Significa que la paternidad es un carácter respecto de todo espíritu humano, es una paternidad-maternidad universal. No significa algo meramente sentimental sino que ante todo viene a ser un concepto trascendental. En definitiva es padre aquel/ella que a algo de lo que es a otra realidad que es la del hijo.
Un saludo
Hola!
Son muy ricos los texto-experiencias en torno a Légaut que nos traen los maestros Melero y Duato, como así de los compañeros talleristas. El Curso/Taller no sólo es, entonces, “sobre” Légaut, sino mejor aun: “legautiano”.
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¿Qué comentar, entonces, sin dejar afuera variados aspectos?
Trato de “no irme por las ramas”, sino ahondar en las raíces.
Así leo en este Post Entrega 7:
“ENRAIZAR EN EL SER AUTÉNTICO”
Y me pregunto ¿qué es, cómo es, dónde está ese “ser auténtico”?
··········
Una buena parte de los Comentarios en este Taller nos fueron llevando a esa cuestión.
Unos de ellos originó el Post:
Maestros, no teólogos. Eckhart Tolle – Luis Troyano, 04-Marzo-2010
··········
Para no abundar acá sólo señalo mi convicción:
EL SER AUTÉNTICO radica en LA ATENCIÓN
·······
Los que pasan “por el otro lado del camino”:
* NO PRESTAN ATENCIÓN
* Ven, pero no miran
* no se “fijan”.
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Mi anterior Comentario se refería mi “prestar atención” a Légaut que me venía en las “textuales”-manos de Domingo y Antonio.
·········
Remito, por ello, a la Biblio del Taller un Texto de Ortega y Gasset (OCT5,577-581).
que ana rodrigo, de alguna manera nos había recordado en torno al “enamoramiento”.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Gracias, Fico, por ese precioso piropo que le has echado a mi madre, y a todas nuestras madres. Yo no me canso de repetir lo mismo estos días: ¡Bendita la madre que me parió! porque, como decía en el comentario al que tu refieres, estoy tratando de remontar a mis 77 años que acabo de cumplir estos días volviendo al vientre de mi madre. Volver a ser el niño que fui antes de ser atrapado por el fenómeno social que se lo traga todo.
Vivir en lo social no sólo es inevitable, es esencial ¿verdad? Pero al mismo tiempo lo social necesita ser continuamente reconstruido, renovado, reorientado hacia lo creado, que es lo limpio, lo que no está adulterado, lo natural, la naturaleza, la vida y en fondo la sagrada materia como salió de manos del Creador. Llamémoslo “materismo” para que nadie vaya llamándonos “materialistas”.
No es que yo le eche la culpa a nadie, ni a mi madre, ni al cura del pueblo que me llevó al seminario, ni a los directores espirituales, ni a los profesores de teología. Ellos estaban socializados para cumplir con su ‘deber’ sin saber las consecuencias que tenía su inculturación esmerada sin pensar mucho en que el ser humano está limitado por el tiempo y el espacio, dónde se desarrolla su cultura.
Quizás hay algo más que fue derrumbando mis certezas: fue el darme cuenta que la inculturación de la fe y del lenguaje cristiano, no era una adaptación del mundo católico o cristiano al mundo indígena en los países donde yo trabajaba. Por el contrario se trataba de una amenaza a un verdadero pluralismo cultural y religioso.
Lo que voy viendo mas claro ahora es que hay que salir “al encuentro de la dimensión del ser puesta en los sentidos y que dejamos olvidada por recomendación” como tan sabiamente nos avisa Mª Luisa.
Eso es lo que yo deseo vivir ahora, contigo, con todos. Gracias, Héctor
Para Antonio.
Muchas gracias por la información sobre las visitas de Karlfried G. Dürckheim a ese centro próximo a “La Magnanerie” ya que las desconocía por completo.
Ciertamente hay interrelaciones vitales y/o espirituales que son curiosas, y si me apuras hasta diría que teofánicas.
En mi caso no he podido conocer a ninguno de estos dos gigantes espirituales, pero por lo que me cuentan y por lo que se puede leer de ellos creo que son dos grandes referentes de la espiritualidad en el pasado siglo XX.
Gracias querido Fico por tu derroche ayer de generosidad en tu comentario que tras leerlo y también el de Héctor me acompañaron en mi trabajo el resto del día.
Veo que el tema de la trascendencia fue el motor de este escrito, sin duda entrañable, del que hablas sobre tu experiencia de vida, que, por lo que nos has dado ha conocer fue en circunstancias muy duras “Viaje desde lo religioso a lo espiritual” otra vez nos sale al paso aquí la espiritualidad en términos de marcha hacia… y de búsqueda. Y es que al ser humano éste itinerario le es esencial precisamente por ser como es, realidad sensible. Pero, por lo mismo sin embargo, es también la razón por la cual le sea inalcanzable la realidad. Pero hay que tener en cuenta y esto es muy importante que es precisamente inalcanzable por abrírsele al ser humano la realidad por la puerta de los sentidos.
Pienso sinceramente que más que insegura o incierta la realidad es inalcanzable. Esto explica, según mi punto de vista el anterior afán de apresarla conceptualmente requiriendo para ello una suplantación de la inteligencia por encima, como he dicho, de allí donde justamente vendría sin obstáculo alguno a posarse, a incoarse en nosotros la realidad.
Es ahí, pienso, pues, donde hemos de situar, mientras dure ese periodo de suplantación, la inseguridad y la incerteza, porque aunque no se tenga de ellas conciencia en esta nuestra instalación conceptual, será la propia sensibilidad la que tarde o temprano se rebelará contra esta intrusión o aporte mediático.
La sensibilidad al ser parte integrante de nuestra realidad se abrirá paso (otra vez nos sale al encuentro el itinerario) para descubrir realmente su función, la cual nos hará ver que no es sino la de abrirnos la posibilidad de trascender el mundo.
Si a caso en otro momento me extenderé un poco mas sobre lo que pienso respecto el abismo que hay entre comprendernos inseguros o realizarnos en lo inalcanzable.
Un cordial saludo, amigo mío, y gracias por tu generosidad que muestras de modo tan expresivo.
“Buscad leyendo y hallaréis meditando.”
Juan de la Cruz
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Curioseando por la pagina: http://www.enriquemartinezlozano.com/. Me encuentro con esta frase, al parecer del místico poeta de Avila. La traigo aquí, porque viene a cuento al respecto de lo que escribía yo en este foro ayer.
Querido Rodrigo, respecto a lo que dices de los valores espirituales de la infancia opino lo siguiente. Comienzo por una anécdota: la infancia de mi cuarta hija la disfruté de manera especial porque ya sabía que era la última, y cuando la contemplaba, me decía, ahí tengo al ser humano perfecto: carece de todo defecto y tiene todas las bondades que se puedan imaginar.
Ciertamente las cosas son así, pero le falta aquello con lo que en el resto de nuestra vida tenemos que manejarnos, la conciencia y la libertad. Y es ahí donde nos la jugamos, es ahí donde tenemos que optar, o bien por vegetar o bien por tomar las riendas de nuestro desarrollo espiritual. Estoy cansada de escuchar a madres de adolescentes decir, “ es que mi hijo o mi hija de pequeño era una maravilla y ahora ni lo reconozco”. ¿Qué ha pasado? Que los valores, el desarrollo personal, el configurar nuestra existencia, nos lo tenemos que currar, y ahí está la clave y el misterio de porqué es tan difícil la existencia en plenitud.
A fuerza de ser sincero, te diré mi querido Antonio, que comparto alguna intuición que sobre Legaut, tiene Joxema, no obstante, el taller, tuvo el entrañable valor y aporte de la vida, que le pusieron vos y Melero, seria para mi una entelequia distante, toda la obra de Legaut, que me pudo llegar, sin vuestra impronta vital, que le pone sangre y carne…en una dura lucha del modernismos que se reconoce contra las fuerzas de opresión…(no entro en detalles, que tu ya sabes)…
Esto le dio un inmenso valor, el testimonio de vuestras vidas…
En otro orden de cosas, quiero compartir con ustedes, una último matiz, no tanto de Legaut, sino de una afirmación tuya Antonio, hecho con el aprecio y el respeto que te tengo…
tu dices…”Y finalmente una cuestión que hoy todavía preocupa y ha salido en atrio es si este camino es para intelectuales maduros o viejos… Me parece que hoy repetiría esta formulación que entonces expresaba y mucho más. Seguramente Camilo Maccise hoy lo comparte: el entusiasmo por la teología y práctica de la liberación necesita que no sólo se pretenda liberar a los pueblos sino hacer personas con una base interior más profunda que la adhesión a una teología o ideología. Sólo una persona que enraíza el hacer en el ser auténtico permanecerá en pie tras los repetidos fracasos en las luchas de liberación.”
La liberación, en realidad no es un periplo intelectual, la vida, palpitante, vibrante y muchas veces sangrantemente dolorosa que como pueblo hemos tenido, nos ha dado una impronta, leer, nuestra historia en clave de lucha por la liberación (y esto por gente que se adscribe a diferentes religiones o ninguna, a diferentes ideologías o a ninguna), la teología, la sistematización y la intelectualización, ocupan un segundo lugar, primero, la sangre y la carne… Segundo entendemos que no existe una dimensión humana, individual que crezca, sin relación con lo exterior, es especialmente en ese periplo de de vida compartida, en donde crece lo mejor de la persona, que es siempre el cruce de lo individual y lo comunitario, que no existen por si solos, si no en tanto juntos…Por SER, ES SER EN NOSOTROS Y JUNTO A LOS OTROS…Y CLARO EN MI MODESTA OPINIÒN (NO VOY A NEGAR MI APELLIDO) ENTRE LOS OTROS…ESTA NADA MENOS QUE DIOS…Un abrazo y gracias por compartir, esa maravillosa vivencia, que fue tu periplo vital, que a todos nos ha acercado a pesar de las distancias y de las diferentes concepciones…desde un Montevideo nublado y desde una Latinoamérica triste por lo de Haití y Chile, les abrazo fraternalmente Gabriel
¡¡Jo, qué barbaridad!!!!!! ¡Qué gustazo!!!! Acabo de leer el comentario de Hector R. F. y estoy conmovido. Es un privilegio impagable encontrarme entre vosotros. Si, de abajo a arriba, te lees todos los comentarios de esta 7ª entrega, es una auténtica delicia. ¡¡¡¡Viva la mdre que os parió a todos!!!!!!!!!!!!
Querida M. Luisa:
Pues no te desasosiegues por lo incompleto de la exposición; pocas veces he disfrutado así, en directo y de tú a tú, en tan lúcida y breve exposición, de algo tan claro y a la vez tan lleno de continuas invitaciones a trascender. ¡Qué bien, qué gusto! Pero ya sabes: es de esas cosas que si las intentas analizar a fondo quieren decir tanto que uno se pierde por ellas… y si simplemente se leen del tirón dan como un instantáneo flash de luz tan clara, que incita a seguir profundizando lo que por un instante se intuyo tan fuertemente…; eso es despertar el sano apetito por algo ¿no? ¿Y qué es eso que se intuye? ¡….! Pues eso: el Transcendente (con sugerente T mayúscula…).
El año pasado acabé de escribir (aunque lo sigo retocando, pues los trascendentes en los que trata de profundizar: yo y Dios –con perdón por ponerme delante, pero el orden discursivo es ese- son inagotables; el yo por torpe y el Él por infinito) un librito (me asusta la vanidad de llamarle así) al que puse por subtítulo: “Viaje desde lo religioso a lo espiritual” pues esa ha sido mi experiencia de vida y por título principal: “Reflexiones al amanecer desde puertatierra”, pues esa es la situación de feliz –por insegura- perplejidad entre dos aguas en la que vivo. Ni pretendo que se publique (¡qué osadía!), pero cuando lo releo –aunque salvando las distancias- también me digo: “hombre, pues no está mal”, porque es el testimonio de mi itinerario desde el derrumbe de lo religioso planteado como intrascendible y del que, a las puertas de una muerte continuamente anunciada durante doce años, solo se/me salva la fidelidad a la fuerte intuición de trascendencia de mi y de Dios que llevo dentro… ¿Inseguridad, desasosiego, incertidumbre, duda…? Sí claro, así es la intuición de Dios, solo intuición, porque si hubiera más evidencias se llamaría certeza y no fe. Esto no hay quien lo arregle, va a seguir así hasta el final, por eso –y aunque pueda parecer ingenuidad- a veces me recreo en disfrutar de la inseguridad.
Ya ha salido en entregas anteriores y Antonio la vuelve a poner de relieve ahora, pero más vale que vayamos aceptando la incertidumbre como compañera de viaje e incluso como buena amiga. A mi se me ha llegado a convertir en garantía de calidad de que voy en la buena dirección. Y ya sé que esto es muy poco científico, puede que ni sea sensato, pero mira, tras tanto escuchar a la ciencia y a los hombres (y a los que pienso seguir escuchando) y equivocarnos tanto, creo que es todo tan inseguro y tan cambiante, tan en tránsito hacia el peldaño siguiente, tan ir trascendiendo hacia lo Trascendente, ¿que por qué no pararme a escuchar también a Dios, alguien de quien estoy tan inseguro como de la ciencia y de los hombres?
Hasta el lúcido artículo “Experiencias humanas abiertas a la trascendencia” de Louis Roy apunta a lo mismo. Plantea muy bien todo el discurso, pero al llegar a las conclusiones como que flojea un poco pues: ¿cómo dar razón de lo infinito?, y se limita un poco a hacer una llamada a descubrir el lenguaje y los símbolos adecuados para cristianizarlo. Bien, buen intento, pero no hay recetas prefabricadas para lograrlo, solo el itinerario personal de cada uno, recorrido en inseguridad, da tímidas luces para realizarlo paso a paso, optando día a día.
Y ahí seguimos, inseguros. Pero yo voy haciéndolo (a veces) inseguro pero contento.
Saludos.
Antonio Duato, gracias porque el recuento de tu experiencia personal me ha ayudado a revivir la mía. Me has ayudado a volver hacia atrás que siempre es bueno, tanto que “el que no se haga como un niño no podrá entrar en el reino de los cielos” (Mat 18, 1-5). El niño que Jesús quiere que vuelva a ser es el que fui yo mismo y que sigue vivo dentro de mi aun cuando recubierto, escondido transformado ignorado bajo las capas de polvo que se han ido acumulando. Tu paso de ‘ vida anterior’ → ‘vida interior’ me ha resultado revelador.
Como tú me he tenido que dedicar a recoger los trozos que quedaban de mi vida pasada y reconstruir con ellos mi espiritualidad. Como tú, quizás sin formularlo tan certeramente, me iba dando cuenta que “la vida espiritual, o es totalmente personal y auténtica, o no es”. El paso de la vida clerical ‘sagrada y consagrada’ al laicado no fue tarea fácil. Había que desmontar tantas estructuras ideológicas y sociales. Por mucho tiempo quedó aquel interrogante. Quería justificarme diciéndome a mi mismo que todo estaba bien. En el fondo seguía dominado por el recuerdo de lo ‘sagrado’…. tan profundamente vivido.
Era como la pared del garaje que construyeron en mi casa unos albañiles aficionados. Por la mañana no había ni zanja para poner los cimientos ni nada. Por la tarde, al volver del trabajo, la pared estaba construida… y torcida. Bastó con darle un pequeño empujón con la mano y todo se vino abajo. Mi vida había sido algo así durante los 35 años de mi ‘sacralidad’. ¡Cómo me costaba echarlo todo abajo! El dogma el credo, el sagrario, el cuerpo y la sange de Cristo, el poder de mi palabra. Fue un proceso largo. ¿Descubrí alguna vez que Jesús de Nazaret sólo había sido laico? ¿Fue la Liberación de la Teología de JL Seguno, que leí y releí sin acabar de convencerme de que todo había sido un perfecto tinglado? Cuesta desacralizar. Pero luego la paz interior: recoger los trozos de la vida anterior para convertirlos en vida interior. Todo es sagrado, todo es creación: sólo hay una cosa que se opone al hálito vital, al aliento del Espíritu que sopla desde dentro y es seguir atrapado por el pasado: eso sí que sería una pérdida definitiva ( Mc 3: 29-30).
Vaya! En el borrador se marcaban los espacios tal como a mí me gusta y éstos al colocar mi comentario han volado. Pido disculpas.
Cuántas veces en mis comentarios he acudido, haciendo hincapié al instinto humano, a la mismísima base del sentir para desde ahí y sólo desde ahí, ya desde las primeras notas constituyentes, trascender. Es el único camino visto desde la modernidad para hacer posible un trascender realista.
Y la lectura del presente escrito de Antonio lo muestra. Me emociona comprobar las coincidencias a las que llegaron distintos autores del siglo pasado, cada uno con sus propias cuitas y por diferentes vías, para subsanar el grave error del ascetismo clásico. Y lo hallaron no fuera, ni con la ayuda de técnicas externas sino allí mismo donde arraiga la esencia física que nos constituye, la misma que, como estorbo, los religiosos dejaron radicalmente de lado. Su propósito era no abrirse a “lo trascendental” que no es otra cosa que intentar rebasar el contenido, sino que, según los religiosos, por la nota cognitiva que nos distingue, ir a “lo trascendente”, es decir, con ello se estaba pensando en la idea de que, por el hecho de poseer inteligencia había de haber algo “más allá” que constituiría, por tanto, el objeto de la misma. Momento histórico de desarraigo, de disociación, de división etc. Y ahí radica el gravísimo error en que si bien carecía de intención en un primer momento luego representó la base donde se apoyaría la sumisión a lo religioso y con ello el mantenimiento en su poder.
La vuelta atrás para desde ahí emprender la búsqueda no es más que ir al encuentro de esta dimensión del ser puesta en los sentidos y que dejamos olvidada por recomendación y que ahora reconocemos como imprescindible en nuestra propia trascendencia. Hemos caído en la cuenta de que la marcha ha de ser en integridad física, éste, pienso, es verdaderamente el camino espiritual para Légaut.
Por eso, en mi reflexión, distingo entre profundización y transformación. Con la lectura de Légaut y con lo expresado de ella desde mi punto de vista se comprende que lo que encaja más para que se produzca la luz de lo novedoso que se nos revela en búsqueda (es decir la riqueza de lo real a la que aludo tantas veces) está no en una transformación, a saber cuál, sino que al tener, ahora, la mirada puesta en la profundidad que nos constituye, ello no nos saca fuera de nosotros sino al contrario nos hace ver que no era sino la superficialidad la razón de ser de nuestras carencias. Con lo cual será pues en la timorata marcha pero integra de nuestra búsqueda, en donde descubrimos la realidad de cuya profundidad venimos. Si que hay transformación pero de las cosas porque ahora las vemos distintas. En nosotros/as está toda la realidad.
En la conversación que mantuve con Fico días atrás iba en ella todo esta reflexión aunque en ambas ocasiones ciertamente incompleta, es lo que me desasosiega.
Querida Ana
Jung dividía el proceso de individuación en tres etapas: salir a conquistar el mundo; regresar a uno mismo; y la emergencia del Self (que es más que el proceso de individuación en el interior de la persona).
En mi caso, no falta quien me dice que uno de mis problemas es que empecé a regresar a mí mismo ANTES de haber conquistado nada en el mundo. Creo que tienen razón, jajaja.
Por otra parte, cuando convivo con menores entre los 4 y los 7 años, casi siempre noto un desarrollo y trabajo propiamente espiritual de gran calado; que es dificil encontrar después en otras etapas de la vida.
No sé, quizá nuestra educación (no sólo nuestra educación religiosa, pero evidentemente en primer lugar nuestra educación religiosa) trunca el proceso de desarrollo espiritual propio. Quizá -hablo con temor aquí- deberíamos saber mejor cómo no dirigir sino posibilitar esa labor espiritual pequeñita y titánica al mismo tiempo de la infancia; y abandonar la idea de que los niños no entienden y no saben.
Muchas de las preguntas teologicas más profundas que he escuchado vienen de niñas y niños de esas edades. Y muchas veces son lamentables las respuestas que reciben.
No sé, no sé… Cómo dijo el gurú de mi barrio: Yo sólo sé, que no he cenado
¡Qué bueno Oscar! Gracias, de corazón, por estar y, además, lo bien que estás.
Y gracias a todos por la calidad hu-ma-na que rezumáis. Me voy a la cama, a leer placidamente (ahora una buena novela), muy contento.
Buenas noches familia.
Siempre me he preguntado por qué algo tan importante como es saber explorarnos de dentro hacia fuera pasa por ser un tema secundario en la mayoría de las personas, y especialmente por qué estas inquietudes sólo aparecen en personas cultivadas culturalmente y a una cierta edad. Siempre he tenido la sensación de que tener acceso a estas inquietudes es un privilegio.
Hoy leía en el Facebook de un joven respecto a la religión que decía: ”prefiero pasármelo bien y divertirme”
En la juventud, en la de mi época, carecíamos de sentido crítico en general, pero yo, por lo menos, notaba cómo me gustaba más lo que tenía una base racional que las enseñanzas dogmáticas que aceptaba porque “tenía que ser así”.
La juventud de ahora, tiene otros criterios y otros accesos para aceptar o rechazar la experiencia espiritual-religiosa. Una inmensa mayoría la desecha, como dice el joven que cito, no les interesa e incluso la ven como incompatible con el disfrute de la vida. Otra minoría la busca en lugares extremos entre sí, o bien en la religión acrítica tradicional, o bien en el activismo de solidaridad, generosidad y compromiso vital, en nombre de la religión.
En cambio, sí he observado que muchas personas, a partir de una cierta edad, empiezan a preocuparse por temas espirituales y/o religiosos.
De ello deduzco que la inquietud por atisbar el mundo espiritual es el resultado de un proceso a lo largo de una vida y, casi siempre, de tiempo o de edad. Es a partir de las propias experiencias cuando nos planteamos cuestiones que en plena efervescencia juvenil no suele interesar. Satisface la vida misma y la vida en sí misma, sin aventuras más allá de lo tangible.
Yo creo que es muy raro que en la juventud se llegue a reflexiones existenciales en las mismas condiciones en las que se llega en la madurez. Es como escalar una cumbre, mientras vas subiendo, lo que miras es el camino, cuando llegas a la cumbre, lo que miras y contemplas es el paisaje, aunque durante el camino hayas resbalado, caído y desfallecido mil veces. Es cierto que hay excepciones en la historia, pongo por ejemplo a García Lorca, que muriendo tan joven (aunque en su época no lo era tanto) nos dejó un legado espiritual tan universal y tan profundo en muchos temas. Y hay muchísimos más jóvenes especiales en la historia que ha conquistado cotas importantes de espiritualidad y de religiosidad.
Volviendo a Légaut, Antonio y Domingo.
Acá en México decimos mucho que “el amigo de mi amigo, es mi amigo”
O sea que el buen compañero de camino de mi buen compañero de camino que es Antonio…. 🙂
Un abrazo grande, de esos que se crecen en/por las dificultades
Rodrigo
Luis
Ultima intervención mía, no quiero desviar esta entrada que trata de Légaut.
Donde diferimos es que el método científico implica una experimentación en donde el que experimenta tiene el control de todas la variables. Porque experimentación/comprobación tambié existe en el método empírico.
La diferencia está precisamente en el control de las variables, que le da -al menos eso es lo que aseguraban sus promotores pero ya es cuestionado por los mismos científicos- la “inevitabilidad” que se presenta como “ley”: siempre que se dan tales variables, se obtiene tal resultado.
Si te adentras en las experiencias descritas en los textos taoistas y budistas, no sólo no existe la noción de control de las variables de la experiencia; sino que se describe a la pretención de control de la experiencia como uno de los peligros de las etapas iniciales.
De acuerdo contigo en que la iluminación (o bien, otras formas en que es decrito en otras corrientes, por ejemplo el regreso al origen en el taoismo, etc) es la aspiración, y de acuerdo en los frutos de llegar a esa aspiración, y en que vale la pena intentarlo aunque no se consiga.
Pero entonces, el experimento (las prácticas conforme a cada tradición) no siempre produce el mismo resultado que se describe como su realización (iluminación, etc.). Luego, no es tan mecánico como “hay una experimento, si lo pones en práctica tendrás el resultado”.
En fin… permíteme despedirme de este intercambio con dos notas literarias (pido perdón por el exceso a los participantes del taller). La primera es de una novela que leí; la segunda es una carta que les escribí a varias amistades el 9 de diciembre del año pasado contándoles una experiencia de esa madrugada. Y hoy te incluyo -e incluyo a las personas que participan en este taller sobre Légaut- en ese deseo que menciono al final del mismo
Saludos
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1
-Nosotros te hemos curado el cuerpo, pero sólo tú puedes sanar tu espíritu
– Quizá no tenga bastante con una sola vida para sanarlo- dije
– Se trata de tender hacia el estado óptimo, con éso basta – me aclaró el lama-. Te recomiendo que no midas el tiempo en vidas, ni en años o días. Mídelos en acciones.
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2
De abrazos, vida y dioses
Despierto de madrugada, una vez más. Salima se las ingenia para escabullirse en mi cama, brinca a mi vientre y al final se acurruca entre mis piernas
Despierto de madugada, una vez más; con la palabra abrazo en la mente, fuego en el corazón y sonrisa en los labios
No se trata esta vez del abrazo solidario y cariñoso de las amistades; ese abrazo que tanto bien hace cuando uno llega cansado de una ‘samblea jodida de 5 horas para aprobar seguir como andábamos. O la caricia al corazón de un chat transfronterizo mezcla de psicología, teología de la liberación y chistes de Pepito. Si, el abrazo de compartir una mirada pícara, una lágrima sincera, un coooño, joder! indignado, una foto de naturaleza más viva que muchos, y hasta un sencillo y cotidiano me duele la panza –bueno, hasta el abrazo que va anexo a un archivo de word con una interpretación del Yijing o las luces de Marsella. Todos estos compartires cariñosos, desde la vida y constructores de vida, me han llenado de luz y calor. Pero no son la causa de mi desvelo; no esta vez.
Tampoco es el abrazo profundo, entregado y vital de un amor que sea compañerismo, testimonio común del caminar de cada quien, mezcla de deseo y aventura e impulso y revire- no desde el tú sino desde el nuestro andar. Y no es que niegue que me sea cada vez más necesario, y no nada más desde julio sino -en verdad – desde hace varios años. Pero tampoco fue lo que me despertó al alba esta vez.
Fue un abrazo más primario, primigenio digamos.
Un abrazo sin brazos
un aliento sin viento
un latir sin palpitar
Un recibir la vida por primera vez, otra vez
Alguno diría que fue el abrazo de Dios; otros que fue el abrazo de Gaia, o de la Vida. No faltará quien lo ajuste a la experiencia de Unidad con el Universo o el Todo. Ya entrados en especulaciones, se pueden suceder palabras como Retorno al origen, o No-dualidad.
Yo no sé cual sea la descripción adecuada
o la etiqueta correcta
Ni me importa saber
Sólo me interesa que de madrugada despierto una vez más; con Salima en las piernas, la palabra abrazo en el corazón, una sonrisa en la mente y fuego en los labios.
Y con cada una y uno de ustedes en el deseo de que la vida, o dios, o el tao, o gaia, o el buda -o quien o lo que corresponda a sus creencias- les abrace hoy con el mismo cariño con que les abraza este intento de palabras.
Querido Fico, tienes razón, yo soy lo que soy y hablo como hablo tras diversos y largos procesos de inconsciencia, ignorancias, creencias con y sin fundamento, frustraciones, de búsquedas, de inquietudes, etc. etc.
Creo que el concepto Dios es un constructor mental y cultural en el que hemos concentrado todo lo mejor que el ser humano es capaz de concebir. Y me sorprendo de la cantidad de cosas que se han escrito y se han atribuido a Dios, a quien, como dice el evangelista, a Dios nadie le ha visto. Estas certezas humanas son el origen de todo fundamentalismo. Recuero un titular de un periódico que decía “Y el hombre creó a Dios”
Yo confieso que me avergüenzo de lo atrevida que he sido hasta no hace mucho de hablar de Dios como si yo lo hubiera visto, como si yo supiera algo. Ahora estoy en una fase en la que, como digo, me doy cuenta que es un atrevimiento hablar de Dios y, como dices tú, intento bucear en el tema en privado, pero cada vez más, lo hago a través de Jesús, del que me considero seguidora de su mensaje. No me atrevo a hablar de nada más.
Un abrazo
Hola!
Tendré que hacerme cargo de las burradas que voy a decir.
··········
El 5 de enero Antonio Duato rebosaba de esfuerzo y esperanza.
* Esfuerzo: ponía en marcha el “nuevo modelo” de Atrio.org
* Esperanza: de comunicarnos la espiritualidad de un Maestro para él: M. Légaut.
··········
El 2 de marzo, y como lo anotó ana rodrigo, el Curso/Taller parece “pesar” en las espaldas “responsables” de Antonio.
··········
El 19 de enero Domingo Melero, “experto” en Marcel Légaut, empezó a dejarnos “a la vera de nuestro camino” la vida de un hombre para que nos aprojimáramos a ella.
Nos habían alertado que esa vida no era “fácil”. Tampoco sus escritos.
Por lo tanto: Marcel Légaut –vida y escritos- corría peligro de “no interesarnos”.
* Podríamos pasar “por el otro lado del camino”;
* O, por el contrario, hacernos cargo, no sólo del Légaut ausente, sino de quienes nos lo hacían presente en la tarea del Curso/Taller: Domingo y Antonio.
··········
Me encontré peleando con los Textos. Fue mi forma honesta de “atender” al Légaut depositado en la banquina del camino, y con ello “atender” a los Maestros y compañeros. Aprojimarme a ellos.
Hubo varias veces que “no daba pie con bola”; como cuando al herido no sabés si darle una aspirina o hacerle una sangría.
Pero ahí, en esos Textos “seleccionados” estaban los brazos tendidos de Domingo y Antonio, que me reclamaban la debida atención.
Más de una vez no hube acertado, pero no quería un Taller en silencio. Y arriesgaba ¿qué? Nada, solo recibir la mano tendida para que sientan que yo estaba ahí; que no había pasado por el otro borde del camino y me había alejado.
Por ahora esto, nada más.
¡Vamos todavía! – Oscar.
¡¡Gracias Antonio!! Por dejarnos “entrar” en tu experiencia personal; es ahí, donde se encuentran de manera viva, caminos que otras personas pueden haber transitado, o estén en ello, o siempre en camino…
Estas experiencias son, para las personas buscadoras incansables, faros que día a día les van alumbrando su camino, hasta el final.
Copio estos retazos del hermoso art. que han sido para mí, experiencia vivida, que va conformando mi humanidad, deseosa de llegar a ser fiel, a lo que intuyo, siento, percibo impreso, en lo más profundo de mí:
“Ahí, en la atenta escucha de lo más profundo de sí y en el creador ejercicio de su libertad, se encuentra con Dios, (desde Jesús para mí) que sólo le acompaña, pero no le libra de esa irrenunciable tarea de optar…”
“Ya no son suficientes la doctrina y la obediencia, sumisamente aceptadas, a riesgo de decaer del vigor espiritual en la rutina…”
“ Sólo por este camino la mística sigue el camino de madurez humana seguido por Jesús, y sólo así es presentable al hombre moderno occidental. Poco a poco, a través de pequeños signos –claridades interiores que quedan como faros, paz y orden en la vida cotidiana, irá fortaleciéndose la conciencia de fidelidad a su propia misión, de la que irá dando testimonio humilde…”
¡¡Gracias Antonio!!
mª pilar
Rodrigo,
Ponerse a meditar, en concreto, es someter nuestra conciencia a una ampliación en su visión del mundo, el mundo objetivo y el subjetivo. Punto.
¿Quién puede contar los seres que alcanzan la iluminación?. Nadie.
“Cada una de estas tradiciones tiene no sólo la descripción de las prácticas, sino los signos de comprobación de cada etapa”.
O sea, que tenemos la prescripción de un experimento, y la posterior certificación. Tenemos una experiencia científica. Porque el experimento se comprueba posteriormente y se contrasta. El método científico es. Prescripción, experimento y comprobación o falsación.
“Y es por esos signos que es posible afirmar sin que sea mera opinión subjetiva, que son pocos los inmortales taoistas, los iluminados budistas etc. Muy pocos, si se compara el cúmulo de practicantes devotos a lo largo de más de un milenio.”
Cualquiera que medite correctamente, tiene progreso en lo que busca. Siempre es beneficioso el meditar. Coincido contigo que el Satori o la Iluminación, no se da con frecuencia. Pero es el Eldorado que podemos buscar los humanos con la certeza de que existe (al menos para mi… y para millones…). Curiosamente, este al parecer lejano Eldorado. Lo encontramos tan pronto somos capaces de vivir honrando el AQUÍ-AHORA.
No tenemos nada que buscar fuera. Todo es trabajo psicológico.
Si he de ser honrado. He de decirte que sufro, como cualquier mortal. Por lo tanto no he avanzado tanto en el camino místico. Dicen que moramos permanentemente en la felicidad interior, cuando gracias al trabajo místico, Al menos, moramos en el Testigo. Este Testigo, es tu conciencia, viendo tu ego, tu mente. Es eso estamos…
Tengo claro que: cuanto mas meditemos, o mas autentico trabajo espiritual hagamos. Menos egoístas y violentos seremos. Vale la pena, aunque no lleguemos al Edorado…
Querido Antonio: el enlace que dice Marcel Légaut: modernidad y vida espiritual, no se puede abrir. ¿Lo arreglas porfa? Lo demás ya me lo he leído dos veces pero aún quiero rumiarlo un poco más.
Querida Ana: respeto tu postura pero me sorprende. Y no es que yo necesite especialmente que se hable de Dios (ya me despacho a solas y a acompañadas todo lo que puedo y me dejan), pero si todos partimos de una concepción de uno mismo y de Dios, que a medida que se profundizan crecen, es normal que a la persona finita que somos cada vez la conozcamos mejor y al Dios infinito cada vez menos, pues cada vez se nos hace más grande e inalcanzable; por eso estoy de acuerdo con tu: “…de Dios cada vez sé menos…” Pero lo que se suele hacer con alguien interesante a quien no se conoce suficiente es frecuentarlo, no darle la espalda, y por eso me sorprende también lo que sigue: “…y por tanto no acostumbro a meterme en mundos desconocidos para mi. Seguramente sí hablaré de lo que Jesús decía de su Dios. No tengo altura mística para adentrarme en cuestiones ajenas a mi conocimiento y experiencia.”
Pues me has hecho polvo, porque yo suelo hacer justo lo contrario; meterme (en privado) a fondo. Además, y “ahora que no nos oye nadie”, e insisto: con todo mi respeto, pá mi que tu hablas como hablas y estás donde estás, por lo mismo… Me lo explique, porfa, (si no es indiscreción indevida) antes de tu prevista marcha.
Volveré a comentar esta 7ª entrega con más calma.
Un cariñoso saludo. Fico.
Luis
Jamás he dicho que todo lo que viene de Oriente es una patraña. De hecho, más de una vez he manifestado aquí en Atrio que soy practicante del estilo de meditación que fue primeramente descrito en el cánon de las transformaciones y posteriormente detallado en el secreto de la flor de oro. Eso por tu pregunta de si me he sentado como Buda.
Los experimentos neurológicos respecto de la meditación los conozco y no sólo por haber leído de ellos.
Ahora, tanto en la tradición taoista como en la budista -no hablo de la hinduista, porque no la he practicado sólo he tenido algunas lecturas- hay consenso unánime que no todos los practicantes llegan al final del camino descrito. Cada una de estas tradiciones tiene no sólo la descripción de las prácticas, sino los signos de comprobación de cada etapa. Signos que Occidente en general considera o simples metáforas o pensamiento mágico; por ejemplo el ver lo que ocurre a miles de kilómetros, o el escuchar sin sonidos, o el develar acontecimientos pasados que se pretenden ocultar, o infomar de la tendencia de evolución de acontecimientos, o el visitar el valle de los dioses e inmortales, o el recorrer las estrellas y galaxias; etc.
Pero, al menos en lo que he podido experimentar -porque definitivamente no afirmo haber recorrido todo el camino sino seguir como viajero en búsqueda- no son ni meras metáforas ni es mito o magia. Y es por esos signos que es posible afirmar sin que sea mera opinión subjetiva, que son pocos los inmortales taoistas, los iluminados budistas etc. Muy pocos, si se compara el cúmulo de practicantes devotos a lo largo de más de un milenio.
No Luis. No descalifico Oriente. Lo que dudo es de ciertas afirmaciones derivadas de la interacción entre Oriente y el pensamiento occidental tan obsesionado con la técnica, la tecnología y la ciencia. Y ni quiera es que lo condene o afirme que sea falso, digo que tengo dudas.
Y por si fuera necesario aclararlo, tampoco te descalifico a ti ni a tu experiencia. Al contrario, la impresión que tengo es que estás en una etapa muy alta de transformación personal (descrita en el Cánon de las Transformaciones con el signo del fuego repetido, signo de transformación espiritual profunda) en la que las experiencias de grandes maestros orientan de un peligro particular: el confiar demasiado en la propia experiencia y el avance previo, dejando de escuchar a quienes siguen experiencias diferentes. (En China, el signo del fuego se asocia a muchas cosas, entre otras al oído y a las dificultades auditivas; así como a la fogocidad y falta de paciencia). Por éso, el texto asociado a este signo recomienda para esta etapa: Es propicia la perseverancia, pues aporta el éxito. Dedicarse al cuidado de la vaca trae ventura.
La vaca es símbolo de paciencia, mansedumbre, de quien tiene una fortaleza que no requiere por tanto ninguna agresividad.
Espero sinceramente que el párrafo anterior no lo percibas como una ofensa, pues su intención es precísamente la contraria
saludos
Mira Rodrigo,
No busco convencer a nadie. Solo opino desde mi verdad. Efectivamente, he pasado de la etapa de buscador, y estoy practicando.
Respecto a si hay mas o menos iluminados. Eso es una apreciación subjetiva. Lo cierto es que si quieres saber si todo lo que viene de Oriente es una patraña, tendrás que realizar el experimento místico.
Y ese experimento, no varía en su efectividad. Obviamente, unos progresarán mas rápidamente y otros menos rápidamente.
Debes saber que se han realizado experimentos científicos del experimento místico, y se ha comprobado una frecuencia de onda en el cerebro del meditador, inusual.
No puedes condenar lo que no sabes, porque no lo has experimentado. O ya te has sentado como el Buda…?
Como te gusta la polémica, abogado.
Saludos cordiales
Una preguntita ingenua… si el experimento de la tecnología espiritual SIEMPRE produce objetivamente (de modo que no depende de aspectos subjetivos del practicante) el mismo resultado… ¿porqué hay tan pocos inmortales en la tradición taoista; tan pocos bodhistavas en la tradición hindú; tan pocos iluminados en la tradición budista; tan pocos nobles en la tradición confucionista? Y mira que son más de 1200 años de que millones de personas practiquen.
Esto que dices Luis, supongo que lo dices porque ya lo experimentaste y ya lo comprobaste, de manera que ya has superado la etapa de búsqueda. ¿Te entendí bien?
Saludos cordiales
“Pero ni en la música, ni en la liturgia del tipo que sea, ni en el yoga o la meditación trascendental encontrará el hombre la receta para su obra espiritual, la de buscar el sentido de su propia vida y progresar en la fidelidad a su misión.”
La música y la liturgia están en un orden y el yoga la meditación trascendental o el Zen, están en otro.
Que duda cabe, que cuando el buscador, se adhiere a una tecnología transformativa, previamente ha cumplido con esa etapa de buscador.
Aunque hay de todo en el mundo, desde quienes no buscan la espiritualidad más que en los libros, hasta quienes se convierten en practicantes de cualquier tecnología espiritual, porque han llegado a ella sin previo análisis.
Dicen del Idealismo de Hegel, que fue el intento más acertado del Occidente, para explicar la realidad. Pero que sus postulados, se quedaron en mera metafisica, porque les faltó un yoga místico, que hiciese posible experimentar lo que mantenía este idealismo.
Lo que diga un maestro espiritual, podemos hacerlo nuestro, por la razón que sea. Es una relación intersubjetiva, en donde quien explica, encuentra resonancia en nuestra subjetividad. pero nada mas. Satisfacemos nuestro intelecto, pero no nos transformamos. Con todos mis respetos, es lo que creo ocurre con los evangelios de Jesús.
Lo que prescribe una tecnología mística, es un experimento, que se practica, y se comprueba en uno mismo sus resultados. Como somos nosotros mismos los que experimentamos la transformación. Tenemos una comprobación objetiva, y una cretificación, que la hacen los maestros del espíritu.
Cierto que ninguna tecnología mística, nos dará respuestas filosóficas. Estas las hemos de buscar donde sea, posiblemente alrededor de la practica transformadora que elijamos.
después de lo dicho, quiero decir. que el maestro del espíritu, que no prescriba u yoga místico. Se queda en filosofo o teólogo. pero no en maestro.
Espiritualidad es transformación. La filosofía o la teología es para el buscador, la practica para el místico.
Jordi Morrós,
Creo que los dos leímos a Légaut en la misma época…
Yo me encontré con él varias veces en Mirmande, donde en un antiguo criadero de gusanos de seda (La Magnanerie) había una residencia para retiros, que sigue llevando la Asociación Marcel Légaut de Francia. Muy cerca, a menos de dos kilómetros, estaba el Centro Durkhein , montado por el mejor discípulo de quien dices. El mismo K.G. Dürkeim acudía allí con frecuencia antes de morir. Légaut dice que se conocían como vecinos pero que no habían tenido mucho contacto directo. Curioso, ¿no?
Hago púbica mi impresión sobre ML y sus comentadores. Cuanto más se analiza su exposición, más nebuloso se torna el mensaje y, cuando simplemente se lee, resulta claro y radiante como un feliz día de primavera, con los prados en flor y los pajaros cantando su amor!
Sobre espiritualidad y religiosidad.
En primer lugar quiero hacer la aclaración de que, según mi convicción, se puede acceder al mundo espiritual sin que éste tenga que ser necesariamente religioso. Quienes hemos vivido en ambientes cristianos siempre asociamos ambos conceptos, y creo que es un error. Hay aspectos espirituales no religiosos que son universales a todo ser humano, independientemente de que sea religioso no no, y son imprescindibles para vivir la vida en plenitud.
Por eso debemos ser muy cuidadosos en esta tradicional asociación de espiritualidad-Dios. Dios es un concepto, es una idea que se ha configurado de distintas formas en diferentes contextos culturales y, como “a Dios nadie le ha visto” es un tanto peligroso creer que hemos encontrado a Dios a través de determinadas experiencias espirituales.
Siempre se nos han dado pautas, muchas veces falsas y totalmente erróneas (Antonio menciona alguna), para creernos ciertas experiencias como venidas de Dios, lo que ha llevado a muchas neurosis, sufrimientos, represiones y desequilibrios personales. Y quienes nos enseñaban estas cosas lo tenían tan claro que, cuánto daño han hecho estos maestros diciendo que eso era cosa de Dios o eso es la voluntad de Dios o eso es la palabra de Dios, cuando en el fondo era y es la proyección de su personalidad, de buena o de mala fe, o de su ignorancia para dominar la voluntad, la mente y la espiritualidad de las otras personas. Sólo hay que escuchar al episcopado español o las homilías de los domingos en los templos, no digamos los famosos “directores espirituales” de otros tiempos y, no hablemos de los confesonarios…!
Creo que es muy sano sondear en ese aspecto único del ser humano, a diferencia del mundo animal, como es la conciencia, la libertad, el intelecto, la capacidad de decisión, la llamada vida interior. Es un mundo fascinante y determinante para la realización personal.
Me temo que yo voy a hablar poco de Dios, como habitualmente suelo hacerlo, ya que de Dios cada vez sé menos y por tanto no acostumbro a meterme en mundos desconocidos para mí. Seguramente sí hablaré de lo que Jesús decía de su Dios. No tengo altura mística para adentrarme en cuestiones ajenas a mi conocimiento y experiencia.
Querido Antonio, dices que te sientes responsable de ser el promotor de este curso en atrio como si de algo negativo se tratase. Esto es como todas las cosas, hay cosas con las que conectamos mejor y otras que no acaban de atraernos, eso no quiere decir que la tal “cosa” se buena o mala, sino de cómo estemos nosotros ante dicha cuestión.
Agradecerte también, aunque sea de forma indirecta (siempre en nuestros escritos transcribimos parte de nosotros/as) que nos hagas compartir parte de tu biografía, en lo más decisivo que tenemos los seres humanos, es decir, en el momento en el que haciendo uso de nuestra libertad, somos capaces de tomar decisiones que dan un giro de ciento ochenta grados a nuestra vida.
Voy a estar medio ausente de atrio durante unas semanas y voy a ver si dejo hoy mismo mi pensamiento sobre este post. Son tantos lo temas que me sugiere este post, que voy a hacerlo en varios comentario, esperando, si los leéis, no aburriros demasiado.
Hola!
Como en el fútbol: -“¡toco y me mando!”-
¿Dónde hay que firmar el acuerdo de todo esto?
* la masticada y digerida experincia de Antonio Duato.
* la consecuente labor de Domingo Melero.
··········
¡Muchas gracias!
¡Voy todavía! – ¿A dónde? – Ya veremos – Oscar.
En este post de hoy es donde hasta ahora más me ha resonado el Marcel Légaut que leí en mi juventud.
Me quedo con las experiencias básicas que forman al hombre como persona: el amor, la paternidad y la muerte.
Sólo me queda la duda de si el vecino al que se hace referencia se trata en realidad de Karlfried Graf Dürckheim, psicoterapeuta y maestro zen.