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El cambio al alcance de la mano

Este es otro ejemplo de lo que esperamos de quienes nos visitan y forman parte de esta comunidad de búsqueda espiritual. Una reflexión hecha desde ATRIO y para ATRIO. Que resume lo que en este lugar se está expresando y propone avanzar en el mismo sentido de búsqueda personal. Gracias, Héctor.  

La crisis hace política, intenta cambiar gobiernos, destruye empleo. La crisis apunta al cambio y el cambio apunta a la crisis. Economistas, intelectuales, políticos de todo el mundo advierten que nuevas crisis se sucederán si no se pone mano a una reforma total y completa del sistema económico actual. Dicen que esa reforma exige un cambio de mentalidad.

El tema se ha hecho eco en Atrio. “Se impone urgentemente un cambio de mentalidad”. “La mentalidad del medio ambiente puede echar a perder el esfuerzo de los grupos”, nos decía Marcel Légaut. La mentalidad cerrada del Obispo José Ignacio Munilla no encaja con la mentalidad de los curas vascos ni con la mentalidad de la mayoría de los españoles. Por otra parte José Mª Castillo nos decía hace poco que el conjunto de modos de vida y costumbres, la cultura que conforma nuestra sociedad, apunta a su fin. De acuerdo: “Hay que cambiar esta mentalidad consumista, reduccionista, capitalista, retrógrada, perversa que nos atenaza”. ¿Por dónde empezamos?

En estas notas no prometo ni sugerencias ni soluciones. Sólo unas reflexiones a las que vengo dándoles vuelta últimamente ante el panorama devastador que la crisis está dejando por todas partes. Si la mentalidad lleva a la crisis, habrá que hacer algo. Yo voy a insistir preferentemente en nuestra actitud personal ante el cambio. Pero permitidme antes que os diga cómo veo yo el embrollo este de crisis, mentalidad y cambio.

  • 1. ALGO DE HISTORIA Y DE PREHISTORIA

Nadie sabe y nadie podrá nunca saber cómo comenzó todo. Teilhard de Chardin intenta un esbozo de la irrupción gloriosa del pensamiento en la evolución de la vida. Millones de años habían venido preparándolo todo. Los más fundamental fue que desde el principio la mente del individuo se encuentra con la mente del otro.

¿Y qué pasó después?

A diferencia de los mamíferos más cercanos, nacimos sin que tuviéramos preparado un medio específico, acomodado a la especie como lo tenían ellos. No existía un medio que facilitara nuestra supervivencia. El mamut venía al mundo en su medio propio y a las pocas horas de nacer ya podría sobrevivir en circunstancias normales. Igualmente el búfalo, los felinos y ¿cómo no? los primates y hasta los homínidos, que nos precedieron. Existía una relación biológica entre ellos y su medio. Como si el medio supiera lo que necesitaban para sobrevivir. Sólo que esta dependencia era al mismo tiempo su gran limitación

Los primeros humanos, sin embargo, llegamos a la existencia con la única arma de la mente. No había un medio específico humano esperándonos. Había que construirlo. Todo seguía lo mismo pero todo se veía diferente. Apareció el peligro de forma más clara. Surgió el miedo, la emotividad, el deseo de huir. Surgió la individualidad. La diferencia con el otro. Ya sentían, ya sufrían, ya lloraban como los niños cuando nacen…Fue la épica del nacimiento de la humanidad. Estábamos abiertos al mundo entero. No estábamos allí sólo para sobrevivir, para satisfacer nuestras necesidades. Era algo nuevo

 

  • 2. MENTALIDAD: CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA REALIDAD

Ya tenemos inteligencia ¿Qué es entonces lo que llamamos mentalidad? Es lo más elemental del colectivo humano. Es la elementalidad de su existencia, de su experiencia cotidiana. Es physis, es supervivencia. La mente no vale para combatir el medio, ni para huir de los predadores. No es un arma arrojadiza. Sí, estábamos preparados para vivir en cualquier parte del mundo pero el mundo no tenía un triste rincón preparado para acogernos. Nos quedamos solos frente a un medio adverso. No solos porque allí estaban los otros: la socialización que se producía ante las exigencias externas fue convirtiendo al medio en algo nuestro, en un medio humano.

Para ahorrar energías y hacer la existencia más llevadera había que adaptarse y cambiar lo que fuera posible. Uno se fijaba en lo que hacía el otro. Frotaba dos palos sin parar y surgía el fuego. Se fijaba como lo hacía, empezó a hacer lo mismo, la repetición terminaba en habitualidad y en institucionalización. De la vida diaria fue surgiendo una manera de hacer las cosas juntos, de conocer la realidad pensando “colectivamente” y esto serviría de referencia a la mente individual. Aquello era una formulación social y objetiva de la realidad, algo necesario para asegurar la permanencia del grupo. Así fue naciendo una mentalidad adaptada ya al lugar y al momento.

Así fue para el hombre de las cavernas al final de las épocas glaciales. Así fue también para el hombre de la revolución agrícola que acabo imponiendo su sello en la naturaleza. Se trataba de sobrevivir y para ello hacía falta amasarse con el medio y con los demás, convertirse en masa con las exigencias físicas y sociales que se imponían. La mentalidad ‘amasa’. Es urgente que ante una emergencia todo el grupo reaccione de la misma manera.

 

  • 3. ¿ENTONCES UNA MENTALIDAD PUEDE CAMBIAR?

La mentalidad desde un punto de vista sociológico no es algo permanente, sólo vale aquí y ahora ante este medio concreto. Ante un medio cambiante surgen nuevas interpretaciones colectivas de la realidad. El cambio se sucede y se reproduce desde la realidad misma: no viene de fuera y cada paso tiene componentes dialécticos que luchan entre sí y vienen a lograr una realidad nueva. El hombre actúa sobre el medio y el medio cambia al hombre. Esto no es el determinismo materialista que se atribuye a Marx. La filosofía de Marx fue suplantada por los marxistas que la convirtieron en palanca para sus fines revolucionarios. La dialéctica de Marx no equivale al determinismo. La filosofía del auténtico Marx (1844) es dialéctica, cambio desde dentro en lucha con el medio.

Pienso que la mentalidad es a la sociedad lo que la mente es al individuo. Quizás no sea tan simple. Lo dejo a los expertos pero creo que para entendernos vale. Veo ‘salir’ el sol. Yo sé que el sol no sale, ni se levanta hasta el zenit, ni se pone, pero la mentalidad que poseo –que me posee– basada en la experiencia cotidiana me hace verlo así.

 Peter Berger y Thomas Luckman en su obra clásica sobre el tema tratan de evitar la palabra ‘Mentality’ que se presta a confusión. Ellos hablan de ´Social Construction of Reality’, o sea de una construcción de la realidad llevada a cabo de forma colectiva, reuniendo los valores esenciales para la vida, las preferencias, los principios básicos para la convivencia. La consecuencia es que la elementalidad del grupo viene a encarnarse en la mente del individuo. Yo no renuncio a mi entender personal de la realidad pero termino filtrándolo todo a través del entendimiento colectivo.

Lógicamente cuanto le decimos a alguien que tiene que cambiar su mentalidad si quiere que lo admitan en un empleo, por ejemplo, estamos usando el término mentalidad en un sentido psicológico, algo así como el carácter o modo e ser. La mentalidad de que hablamos aquí tiene siempre un valor sociológico, es la mente del colectivo.

Los cambios de mentalidad se han ido sucediendo a lo largo de la historia al enfrentarnos con nuevas realidades. Hace unos 5.000 años nos llegó desde oriente el invento humano más determinante para la consolidación del hombre como especie. Este cambio influyó directamente en el crecimiento de la población: Fue la agricultura que iba a dejar atrás el nomadismo. Fue el invento que más cambios sociales ha provocado. Se puede decir que existió una humanidad antes y otra después de la revolución agrícola de finales del Neolítico. Con la agricultura la naturaleza comienza a batirse en retirada ante un humano que necesitaba tierras de labor imperiosamente. Este modelo de cambio se va repitiendo a lo largo de la historia.

He aquí otro ejemplo: El imperio romano se extendía por todo el mundo conocido. En la orilla más oriental del Mediterráneo hay un pueblo que ha tenido que sufrir toda clase de atropellos. Los romanos lo controlan todo. Los tratan como esclavos. Ese pueblo tiene sus tradiciones y creencias forjadas durante cuarenta años viviendo como nómadas en el desierto. Esperan un enviado de Dios que les lleve a recuperar el reino perdido, el Reino de Dios. Jesús de Nazaret llega en ese momento con un mensaje que a la mayoría les resulta confuso y no entienden. Habla de un cambio y al mismo tiempo representa una amenaza para las instituciones sagradas. Terminó siendo rechazado por el templo y por el imperio. Un grupo de seguidores recoge su mensaje y se siente responsable de conservarlo y extenderlo. Crean sus propia instituciones pero casadas en la mentalidad imperante, adaptándose así al medio en el que se fueron extendiendo.

Esta vez el medio adverso se impone a los seguidores de Jesús que se sienten amenazados frente al imperio. Había que adaptarse, aceptar las imposiciones del emperador, repensar las antiguas creencias para asegurar la supervivencia del grupo humano. El credo de Nicea fue así un paso en esa adaptación costosa resultando en una masificación, una mentalidad que seguiría dominando nuestras mentes por miles de años. Las fuerzas internas de la creación fruto del Amor eterno del Creador, que respeta la libertad y las iniciativas de los hombres, asumía así el riesgo de que la relación con Él, que brota espontáneamente del corazón de todo humano, se fuera socializando humanamente con todas las consecuencias. Aparecen unos ritos, un lenguaje de lo divino, los ornamentos sagrados, las catedrales, unos símbolos ambiguos, una jerarquía que llevaba a interpretar la realidad en una forma determinada. “Se fue perdiendo el vínculo directo con lo más Grande desde lo más íntimo” (Légaut).

Las religiones nacen todas en un medio social y para sobrevivir tienen que aceptar una mentalidad ya existente. Por esto decía Zubiri: “Dios ha querido que el hombre sea humanamente religioso: no solamente que sea él, el que tenga una religión, sino que la tenga y llegue a ella humanamente”. –esto quiere decir que los elementos extraños que existen hoy en la Iglesia vienen a ser efecto del proceso sociológico de la inculturación.

No aguantamos que nuestros obispos insulten nuestra sensibilidad comparando la tragedia de Haití con la penosa situación espirituales que viven los españoles dando la espalda a la iglesia. Los obispos sinceramente lo ven así, lo creen así, lo sienten así porque para ellos desde su mentalidad restringida a su propio ámbito, ven a Dios a través del color de un cristal que es distinto de cómo nosotros los vemos, Se trata de un choque de mentalidades.

El caso de Galileo no fue meramente una trágica incomprensión entre la ciencia y la fe, sino un choque de dos mentalidades incapaces de reconocerse como tales y aceptarse. El hecho de que tuvieron que pasar 359 años entre la condenación de Urbano VIII y la rectificación de Juan Pablo II nos indica claramente que los cambio de mentalidad son extremadamente lentos.

A quienes quieran seguir hurgando sobre el tema de la mentalidad les recomiendo el trabajo que me ha facilitado mi entrañable amigo Germán Marquínez Argote, figura central del llamado “Grupo de Bogotá“, e intérprete celoso de la filosofía de Zubiri: El concepto de mentalidad en Zubiri.

 

  • 4. LA “MASIFICACIÓN” HECHURA DE UNA MENTALIDAD.

Una mentalidad, como hemos visto, es el resultado del esfuerzo humano para sobrevivir en un medio adverso. Esto nos convierte en masa, una masa que nos hace ver las cosas distintas de lo que son. Lo que hace falta es saber ser personas independientes y libres en el medio sociológico para valernos de nuestra manera propia de ver las cosas.

Somos como la gota de agua en la masa líquida que la rodea: en el mar, por ejemplo, en una preciosa laguna, en un río. Esa gota de agua tiene existencia propia y se puede independizar de la masa. Le va bien moverse con las demás gotas juntas de una parte a otra para ir más lejos; sólo dentro de la masa puede llegar allá lejos y ser útil. Si la gota se quedara sola correría el riesgo de evaporarse, de desaparecer. Sólo cuando recobra su identidad y se separa puede ser eficiente y llevar a cabo la finalidad de su existencia, llegar a la raíz de una planta, refrescar los pies de alguien junto a la playa, convertirse en lágrima de una madre que llora por su hijo.

La comunión con la mentalidad que nos abriga es buena, nos ayuda, mientras no perdamos nuestra independencia. La masificación solo hace daño cuando la masa nos usa para consolidarse y estancarse, repito y estancarse, sin dejarnos ser nosotros mismos como personas.

Muchas veces tenemos que luchar contra un sistema injusto que ha dejado de ser válido en la sociedad: la sociedad de consumo por ejemplo, el abuso de derechos humanos dentro de la iglesia. No nos podemos callar cuando se desprecia oficialmente la dignidad de la mujer o se condena la libertad de expresión desde una sede episcopal. La mentalidad no es el problema. Yo diría que la mentalidad es inocente por sí misma y sólo nos hace mal cuando nos falta coraje para prescindir de ella: No podemos renunciar a pensar por nuestra cuenta. Si no lo hacemos la masa se estanca. Si la apoyamos en lo que tiene de negativo nos hacemos negativos con ella.

 

  • 5. JESÚS NOS LIBERA

Jesús se planteó todo esto muy en serio.

Según nos cuenta Marcos (3, 7-12) ”…una enorme muchedumbre procedente de Galilea, y de Jerusalén, de Idumea, de Transjordania y las comarcas de Tiro y Sidón, una enorme muchedumbre que se había ido enterando de todo lo que hacía acudió a él”.

La ‘enormidad’ de la masa informe y la detallada lista de localidades diversas de donde proceden reflejan la masificación de una mentalidad que no deja avanzar el plan de Jesús. Los grupos sociales sólo buscan sus propias soluciones ante la opresión y la miseria. El pueblo de Israel quiere apresurar el cambio y ofrece a Jesús el liderazgo. Para ellos estaba claro que era el líder que necesitaban. Allí estaban las multitudes de todas partes. Una inmensa masa, como el mar de Galilea, se extendía a sus pies. No hay compromiso en las multitudes. No abandonan la sumisión. Buscan sus propios intereses.

Ellos no sabían que Jesús iba mucho más lejos que todo eso. Él hablaba del Reino de Dios para todos los hombres, buscaba el cambio, cambiar el rumbo de la humanidad y poner a todos los hijos de Dios en camino hacia las expectativas del Padre. Era el mensaje de la justicia, del amor universal, de la libertad, de la igualdad de todos los hombres y sólo en ese contexto se podía enfocar las expectativas de Israel.

 El pueblo hebreo era una masa amorfa de reclamaciones y exigencias históricas en donde nada más que sus expectativas figuraban. El mensaje del Reino que predicaba Jesús no era el de ellos. ¿Cómo empezar a buscar gotitas de agua que se separaran de esa inmensa masa? Necesitaba ir sacando personas comprometidas que desde la adhesión personal a su persona llegarían a entender su mensaje.

 (Salvador Santos, Un paso, Un Mundo, 146).

La táctica de Jesús fue clara. Para salir de la masa hay que ser persona, sentirse persona, comprometerse con alguien. Había que crear una relación de amistad. Invitó a los que él quería y les llamó por su nombre. Que eran doce fue sólo un número representativo simbólicamente de las doce tribus de Israel. Sólo desde una relación de amistad se puede ser independiente, llegar a ser la gotita de agua que puede cambiar un mundo.

Al paralítico de la mano seca que Marcos presenta al principio del mismo capítulo Jesús le pide, que abandone la sumisión a ley de los herodianos y los fariseos: “extiende la mano” (3,1-7). Aquel hombre ya había dejado de ser masa. Ahí empieza el cambio, es como el grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto. Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado. Por eso podemos decir que el cambio está al alcance de la mano. Por ese camino iremos llegando a lo que describe preciosamente Enrique Martínez Lozano:

“Somos uno con la gente buena y sabia que vive en cualquier parte del mundo. Somos uno con aquellos que son capaces de abrazar la totalidad del mundo con su corazón de amor y sus dos brazos de acción compasiva. Tenemos la suficiente paz, alegría y libertad para ser capaces de ofrecer la ausencia de miedo y la alegría de vivir a todos los seres que viven a nuestro alrededor. Sabemos que no estamos solos. El amor y la alegría de los grandes seres que están presentes en el mundo nos están ayudando para no dejarnos caer en la desesperación y para mostrarnos el camino de la comprensión, la compasión y la acción correcta”.

 

CONCLUSION

Al llegar aquí yo sigo creyendo que el cambio es necesario y posible pero no soy ni mecanicista ni determinista. Los cambios vienen sólo de dentro. Pero no esperando a que sucedan sino en continuo contacto con el Galileo y su menaje. Comprometidos con lo que creemos, responsables de la suerte de los demás, despertando dentro de mi y de cada uno de los que me rodean esa mentalidad distinta. Mi mano está seca, inactiva, indiferente, pasiva. Jesús acércate y dime que extienda mi mano para comprometerme con el cambio.

51 comentarios

  • Héctor Rodríquez Fariña

    Lali, yo creo que ese momento ya está aquí, ya está llegando: Vemos las señales de su llegada por todas partes. Sigamos con la mirada puesta en señales como la gente que llega a Atrio, gente llena de vida y que han visto o sentido la mirada y la invitación de Jesús, “extiende tu mano”

    Gracias Honorio por destacar mi forma de diálogo y proponerlo a los demás. Pues si tu lo dices así será. Yo sólo sé que para convivir con los demás tenemos que saber vivir con su manera de pensar. Es lo que pienso pero mi mujer dice que a veces me olvido. Alguna vez me enfado porque como buen canario llevo un volcán por dentro y lo echo todo a perder. Será eso, que todos vamos componiendo a tropezones el puzzle de nuestros días paso a paso. Lo importante es seguir intentando.

    Me acordé mucho de ti al ir poniendo juntas las ideas del cambio de mentalidad. Sé que las mentalidades no camban con voluntarismos, ni por decisiones, ni por Concilios Vaticanos, ni con curas modernos que digan misa en un mercado, aunque esté muy bien. Las mentalidades son respuestas de un grupo humano ante la realidad de su vida diaria. Esas respuestas se van fraguando digamos que a ciegas, nadie sabe como. Cada individuo se agarra después a esa respuesta como una necesidad personal suya y del grupo.

    Me acordaba de ti porque tú estás más cerca que muchos de nosotros del auténtico Marx de 1844, del que nunca más se supo hasta que hace poco, dicen, que se ha descubierto su verdadera filosofía, desfigurada por los marxistas que le siguieron. Sus conocimientos sociológicos sobre como cambia la mentalidad de los trabajadores al descubrir las contradicciones qu enjendra la explotación desde la praxis. Nos sería útil para entender todo esto. Las contradicciones que se iban acumulando en la Edad Media, observadas atentamente y sufridas penosamente por las órdenes mendicantes, estarían exigiendo el cambio: Salirse de la masa en unión intima con Jesús en la oración. ¿No fueron las contradicciones que empezaron a ver Jesús y sus amigos más cercanos lo que les fue llevando a rebelarse contra la mentalidad de la masa? Honorio, piénsalo si ves que vale para algo. Un abrazo y hasta pronto Héctor