PRÓLOGO al libro EN EL CORAZÓN DE LA JOC.
Por Antonio Duato Gómez-Novella
Cuando en el otoño de la vida hago memoria intentando reducir a unidad y dar sentido a todo lo vivido y acontecido, no puedo menos de reconocer que el encuentro, a mis diecisiete años, con José Cardijn y con la JOC, ha sido uno de los hechos –¿providencia?, ¿gracia?– más decisivos para mi vida.
Estábamos en el seminario de Comillas, donde se formaban sacerdotes diocesanos con el rigor disciplinario e intelectual de los jesuitas y con la apertura y libertad interior que rezumaba el incomparable paisaje. La verdad es que aquellos seminaristas de los años cuarenta y cincuenta, pese a los sistemas formativos hoy caducos –por más que haya quien intente resucitarlos como un talismán para conseguir la formación de sacerdotes de ortodoxia y obediencia ciega sin fisuras, siguiendo los pasos de Don Marcelo González–, teníamos una gran autonomía para organizarnos y mantener contacto con los movimientos apostólicos del exterior (Apostolado del Mar, Ayuda a Hispanoamérica, movimientos obreros…), en donde íbamos encontrando el sentido más profundo de nuestra misión, que nos ayudaba a sobrellevar el peso que representaba el currículo de la formación clerical.
En ese entorno, a los mayores del grupo de Jesús Obrero, con la benevolencia de los rígidos pero inteligentes superiores, se les ocurrió la idea de invitar a Monseñor Cardijn para que nos hablase de la JOC. Asistí y contribuí a traducir al castellano esas conferencias que llevo clavadas en el fondo del alma –sigo oyendo lo de Chaque jeune travailleur et chaque fille travailleuse est un fils de Dieu et une fille de Dieu avec un destin temporel et éternel, con su peculiar énfasis – y que han sido utilizadas frecuentemente en el libro que hoy prologo con alegría.
Porque es motivo de una gran satisfacción que un joven investigador de la historia del pensamiento haya querido –tras fijarse en la figura de José María Díez-Alegría– haya querido presentar a la sociedad y a la iglesia españolas de hoy la figura de José Cardijn y de su testamento viviente, la JOC – Juventud Obrera Cristiana.
Independientemente de cuanto en mi vida personal y en la de muchos otros el contacto con la JOC de Cardijn haya representado un pertinaz realismo en la vivencia de la fe cristiana, tengo la convicción de que la JOC, como pionera de un nuevo tipo de movimiento seglar y una nueva pedagogía de la fe, fue uno de los factores que más influyeron en que fuera posible el concilio Vaticano II y sigue constituyendo el camino mejor para que la Iglesia del futuro se configure como fermento del mundo y no como fortín o gueto separado de la masa. La trascendental constitución Gaudium et Spes está pensada como una revisión de vida global que los padres conciliares hacen sobre el mundo, aplicando el ver, juzgar y actuar. Puede que alguien crea que el ver de aquella revisión y las líneas de actuación propuestas quedan hoy desfasadas. Es normal. Una revisión de vida es para hacerla continuamente, siguiendo el desarrollo de los acontecimientos. El método sigue válido.
Más en concreto, en España, la JOC fue un eficaz fermento en la renovación del catolicismo y del apostolado seglar que preparó la aceptación de las ideas clave del Vaticano II y la aportación de los cristianos a la transición. En este libro se trata ampliamente de cómo formaba la JOC a sus militantes para responder desde la fe en Jesús al compromiso temporal. Y en esta tarea no estaba solo la JOC sino todos los otros movimientos que por influjo de ella se desarrollaron en lo que se ha llamado la década prodigiosa de 1965 a 1975: HOAC, JEC, JIC, JARC, etcétera.
La JOC, con la pedagogía activa que para la fe aplicó por primera vez en la Iglesia, influyó también en la renovación catequética y en la pastoral de conjunto.
La verdadera renovación catequética no consistía en el empleo de audiovisuales para trasmitir mejor el mensaje doctrinal ya elaborado, sino en partir de las experiencias de los niños para que desde ahí fueran descubriendo progresivamente a Jesús y al Padre.
La verdadera pastoral de conjunto que promovió en aquellos años monseñor Boulard y continúa hoy promoviendo con carácter interreligioso François Houtart3, no consiste en coordinar las actividades principalmente rituales de las parroquias cercanas, sino en conjuntar toda la acción evangelizadora del pueblo de Dios que da respuesta testimonial a los condicionamientos sociales del conjunto de la población. La realidad era la que debía llevar a todos los estamentos de Iglesia a conjuntarse. Y este planteamiento heredaba mucho del realismo con que la JOC promovía desde su inicio a las Campañas-Encuesta, de las que se habla mucho en este libro.
Desgraciadamente todos estos planteamientos pastorales se vinieron abajo cuando se empezó a desconfiar de las auténticas intuiciones y del espíritu renovador del Vaticano II. Con Pablo VI empezó ya la involución de la Iglesia, de la que la crisis de la Acción Católica que en este libro se narra y los ataques a la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes (1972) fueron buen ejemplo. Y con Juan Pablo II y Benedicto XVI se ha impuesto en las cúspides eclesiásticas un clarísimo programa de restauración conservadora que se opone radicalmente a las más firmes convicciones de la JOC de Cardijn. Muchos materiales catequéticos y textos escolares de religión han sido desplazados, cuando no censurados. A muchos militantes que se habían comprometido en la acción social y política se les dejó sin acompañamiento del movimiento y se fueron desentendiendo de la Iglesia. Movimientos antes pujantes fueron marginados en muchas diócesis al primar otros movimientos que proponen un camino más espiritualista y descomprometido de la realidad. Las nuevas estructuras de zonas y consejos pastorales que se implantaron en algunas diócesis bajo la inspiración de Boulard han quedado en organismos burocráticos sin el espíritu inicial.
Pero el espíritu y la metodología de la JOC ha quedado muy presente en infinidad de comunidades y movimientos de base que mantienen como ideal evangelizador el ser fermento en la masa y no grupo elegido de salvados a través de la palabra y los sacramentos. De ahí la importancia de que los creyentes de esta base eclesial que, viviendo con dificultad su fe en una Iglesia que les margina, se sienten llamados a proclamar la causa de Jesús, al servicio de los más empobrecidos de este mundo, conozcan la auténtica revolución que la JOC supuso en los años veinte –y en España, sobre todo, a partir de los cincuenta–, una revolución que continúa siendo necesaria para que la fe cristiana mantenga su vigor en nuestro mundo.
A los cristianos y cristianas “de base” va dedicado este libro en el que tanto ha trabajado Juan Antonio Delgado.
Termino pidiendo a Juan José Tamayo, primer teólogo español reconocido como tal en una Universidad estatal, que continúe las reflexiones que aquí hace Juan Antonio Delgado, reelaborando y publicando su tesis doctoral inédita que versó sobre la JOC. Hablar de la JOC hoy día no es sólo mirar al pasado sino al futuro.
Antonio Duato Gómez-Novella
Valencia, noviembre de 2010
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