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Fundamentalismo religioso: la cuestión del poder teológico-político 1/2

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La condición posmoderna

En su libro Después de la pasión política, Josep Ramoneda, escribe:

En Occidente hubo un empeño por construir un nuevo enemigo, por­  que el miedo es siempre una ayuda para el gobernante. El enemigo es el Otro, el que pone en peligro la propia identidad, sea la amenaza real o in­ducida. El temor al Otro favorece la cohesión nacional en torno al poder y ha­ce que la ciudadanía sea menos exigente con los que gobiernan, que son tam­bién los que la protegen. En un primer momento, parecía que el fundamen­talismo islámico estaba destinado a ser el nuevo enemigo ( … ) Pero las amena­zas eran demasiado difusas como para que la opinión pública propagara la idea de que el islamismo era el nuevo enemigo. De modo que optó por un enemi­go genérico: la barbarie. ¿Quién es el bárbaro? El que rechaza el modelo de­mocrático liberal cuyo triunfo fue proclamado por Fukuyama como punto fi­nal de la historia ( … ) El que no se adapta al modelo triunfante queda defini­tivamente fuera de la realidad político social. O no llegó –barbarie del que acude con retraso al encuentro final–, o no llegará nunca –barbarie del eterna­mente primitivo que se hunde en el reino de las tinieblas ( … ) Como el bárba­ro no es una alternativa y sí un atraso, restan solamente dos posibilidades: o su paulatina adaptación o su definitiva exclusión. Sin embargo, la cohesión social por el miedo se mantiene porque es necesario defenderse de la especial maldad de los bárbaros: de ahí la necesaria (casi siempre fundamentada) satanización de aquel al que se ha atribuido la condición de bárbaro” (Ramoneda, 2000: 22-23, traducción nuestra).

Ramoneda escribió antes del 11 de septiembre de 2001. Después de esta fecha, islamismo y barbarie se identificaron y la satanización del bárbaro se consolidó en una imagen universalmente aceptada e incuestionable. Fundamentalismo religioso, atraso, alteridad y exterioridad cristalizaron la nueva figura de la barbarie y, con ella, el cimiento social y político traído por el miedo.

Tomemos, sin embargo, otra perspectiva. En la Tesis 7 de Sobre el concepto de his – toria, Walter Benjamin escribe:

“Todos los que hasta hoy vencieron participan del cortejo triunfal, en el que los dominadores de hoy pisotean los cuerpos de los que están postrados en el suelo. Los despojos son cargados en el cortejo, como de costumbre. Estos des­pojos son lo que llamamos bienes culturales. ( … ) todos los bienes culturales que él [el materialista histórico] ve tienen un origen que él no puede contem­plar sin horror. Deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los crearon, sino al sacrificio anónimo de sus contemporáneos. Nunca hu­bo un monumento de cultura que no fuera también un monumento de bar­barie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el materialista histórico se desvía de ella. Considera su tarea como un cepillar la historia a contrapelo” (Benjamin, 1985: 225, traducción nuestra).

Este pasaje de Benjamin es rico en sentido, pero aquí nos interesa por un moti­vo particular: el de situar la barbarie al interior de la cultura o de la civilización, re­chazando la dicotomía tradicional, que localiza la barbarie en el otro y lo sitúa en el exterior. Por el contrario, la tesis de Benjamin plantea la barbarie no sólo como el opuesto necesario de la civilización, sino como su presupuesto, como aquello que la civilización engendra al producirse a sí misma como cultura. El bárbaro no está en el exterior, sino que es interno al movimiento de creación y transmisión de la cultura, es lo que causa horror a aquel que contempla el cortejo triunfal de los vencedores pi­soteando los cuerpos de los vencidos y conoce el precio de la infamia de cada monu­mento de la civilización.

Acerquémonos, pues, a la barbarie contemporánea.

Examinando la condición posmoderna, David Harvey (1992) analiza los efectos de la acumulación flexible del capital: la fragmentación y dispersión de la producción económica, la hegemonía del capital financiero, la rotatividad extrema de la mano de obra, la obsolescencia vertiginosa de las calificaciones para el trabajo como conse­cuencia del surgimiento incesante de nuevas tecnologías, el desempleo estructural re­sultante de la automatización, la exclusión social, económica y política. Estos efectos económicos y sociales de la nueva forma del capital son inseparables de una transfor­mación sin precedentes en la experiencia del espacio y del tiempo. Esta transforma­ción es designada por Harvey con la expresión ‘compresión espacio-temporal’, esto es, el hecho de que la fragmentación y la globalización de la producción económica engendran dos fenómenos contrarios y simultáneos: por un lado la fragmentación y dispersión espacial y temporal, y por otro, bajo los efectos de las tecnologías de la in­formación, la compresión del espacio –todo pasa aquí, sin distancias, diferencias ni fronteras– y la compresión del tiempo –todo pasa ahora, sin pasado y sin futuro. En realidad, la fragmentación y la dispersión del espacio y del tiempo condicionan su reunificación bajo un espacio indiferenciado y un tiempo efímero, o bajo un espacio que se reduce a una superficie plana de imágenes y un tiempo que perdió la profun­didad y se reduce al movimiento de imágenes veloces y fugaces.

Agreguemos a la descripción de Harvey algo que no puede ser olvidado ni mini­mizado, a saber, el hecho de que la pérdida de sentido del futuro es inseparable de la crisis del socialismo y del pensamiento de izquierda, es decir, del debilitamiento de la idea de emancipación del género humano o la pérdida de lo que decía Adorno en Mínima Moralia cuando escribió que ‘el conocimiento no tiene ninguna luz salvo la que brilla sobre el mundo a partir de la redención’. Se ha perdido hoy la dimensión del futuro como posibilidad inscripta en la acción humana en tanto poder para de­terminar lo indeterminado y para superar situaciones dadas, comprendiendo y trans­formando el sentido de éstas.

Volátil y efímera, hoy nuestra experiencia desconoce todo sentido de continuidad y se agota en un presente vivido como instante fugaz. Esta situación, lejos de susci­tar una interrogación sobre el presente y el porvenir, lleva al abandono de cualquier lazo con lo posible y al elogio de la contingencia y de su incertidumbre esencial. Lo contingente no es percibido como una indeterminación que la acción humana po­dría determinar, sino como el modo de ser de los hombres, de las cosas y de los acon­tecimientos.

Esta inmersión en lo contingente y lo efímero dio origen a sentimientos y actitu­des que buscan algún control imaginario sobre el flujo temporal. Por un lado provo­ca el intento por capturar el pasado como memoria subjetiva, como se ve en la crea­ción de pequeños ‘museos’ personales o individuales (los álbumes de fotografías y los objetos de familia), porque la memoria objetiva no tiene ningún anclaje en el mun­do; por otro, lleva al esfuerzo por capturar el futuro por medios técnicos, como se ve en el recrudecimiento de los llamados mercados a futuro, que proliferan “en todo, desde el maíz y el tocino, hasta monedas y deudas gubernamentales, asociados a la ‘secularización’ de todo tipo de deuda temporaria y fluctuante, ilustran técnicas para descontar el futuro del presente” (Harvey, 1992: 263, traducción nuestra).

Más en profundidad, el fundamentalismo religioso y la búsqueda de la autoridad decisionista en la política son los casos que mejor ilustran la inmersión en la contin­gencia bruta y la construcción de un imaginario que no la enfrenta ni la comprende, sino que simplemente se esfuerza por bordearla apelando a dos formas inseparables de trascendencia: la divina (a la que apela el fundamentalismo religioso) y la del go­bernante (a la cual apela el elogio de la autoridad política fuerte).

Si podemos decir que Marx y Baudelaire fueron los que mejor expresaron el pen­samiento y el sentimiento de la modernidad –el primero al afirmar que la libertad no es una elección contingente, sino la conciencia de la necesidad, y el segundo al defi­nir al arte como la captura de lo eterno en el corazón de lo efímero, podemos decir también que la posmodernidad es la renuncia a estas ideas y sentimientos, sin que, no obstante, la mayoría de las sociedades deje de buscar imaginariamente sustitutos a lo necesario y lo eterno. No por casualidad ambos resurgen en los hábitos de la re­ligión, y por lo tanto la necesidad aparece como destino o fatalidad y lo eterno se pre­senta como teofanía, es decir, revelación de Dios en el tiempo.

El fundamentalismo religioso opera como una especie de retorno de lo reprimi­do, una repetición de lo censurado por la cultura, porque ésta, no habiendo sabido lidiar con él, no hizo más que preparar su repetición.

De hecho, ¿qué hizo la modernidad al proponer y realizar el ‘desencantamiento del mundo’? Por un lado, buscó controlar a la religión, desplazándola del espacio pú­blico que la misma ocupó durante toda la Edad Media hacia lo privado. En esta ta­rea fue ampliamente auxiliada por la Reforma Protestante, que combatió la exterio­ridad y el automatismo de los ritos tanto como la presencia de mediadores eclesiásti­cos entre el fiel y Dios, desplazando la religiosidad hacia el interior de la conciencia individual. Por otro, empero, trató a la religión como un arcaísmo que sería vencido por la marcha de la razón o de la ciencia, desconsiderando así las necesidades a las que ella responde y los simbolismos que involucra. Se juzgó que la modernidad esta­ba hecha de sociedades cuyo orden y cohesión prescindían de lo sagrado y la religión, y se atribuyó a la ideología la tarea de cimentar lo social y lo político.

De esta manera, la modernidad simplemente reprimió a la religiosidad como cos­tumbre atávica, sin examinarla en profundidad. Desde una perspectiva consideró a la religión como algo propio de los primitivos o de los atrasados desde el punto de vis­ta de la civilización, y desde otra creyó que en las sociedades adelantadas el mercado respondería a las necesidades que anteriormente eran asumidas por la vida religiosa, o, si se quiere, juzgó que el protestantismo era una ética más que una religión, y que el elogio protestante al trabajo y los productores cumplía la promesa cristiana de la redención.

Sintomáticamente, la modernidad siempre menciona el dicho de Marx –’la religión es el opio de los pueblos’, olvidándose de que esa afirmación estaba precedida de un aná­lisis e interpretación de la religiosidad en tanto ‘espíritu de un mundo sin espíritu’ (y pro- mesa de redención en otro mundo para quien vivía en el mundo de la miseria, de la hu­millación y de la ofensa, como la clase obrera), y como ‘lógica y enciclopedia populares’ (una explicación coherente y sistemática de la naturaleza y de la vida humana, de los acontecimientos naturales y de las acciones humanas, al alcance de la compresión de to- dos). En otras palabras, Marx esperaba que la acción política del proletariado naciera de una lógica que no implicara la supresión inmediata de la religiosidad, sino su compren­sión y superación dialéctica; por lo tanto, un proceso mediato de su superación.

Justamente por no considerar siquiera las mediaciones necesarias y suponer que sería posible la supresión inmediata de la religión, la modernidad, después de alejar a las iglesias y de alojar a la religión en el fuero íntimo de las conciencias individua­les, dio al mercado el lugar de la realización de la racionalidad. Ahora bien, en nues­tro presente posmoderno, ¿qué es la racionalidad del mercado?

Podemos resumirla en un puñado de trazos: opera provocando y satisfaciendo preferencias individuales inducidas por el propio mercado, las cuales siguen la matriz de la moda y, por lo tanto, de lo efímero y lo descartable; reduce al individuo y al ciudadano a la figura del consumidor; opera por exclusión, tanto en el mercado de fuerza de trabajo, en el que el trabajador es tan descartable como el producto, como en el de consumo propiamente dicho, al cual es vedado el acceso a la mayoría de la población del planeta, es decir, opera por exclusión económica y social, formando, por todas partes, centros de riqueza jamás vista al lado de bolsones de miseria jamás vista; opera a través de luchas y guerras, con las cuales realiza la maximización de los lucros, es decir, opera por dominación y exterminio; extiende este procedimiento al interior de cada sociedad, bajo la forma de la competencia desvariada entre sus miembros, con la vana promesa de éxito y poder; sus decisiones son tomadas en or­ganismos supranacionales, que operan en base al secreto e interfieren en las decisio­nes de los gobiernos electos, los cuales dejan de representar a sus electores y pasan a gestionar la voluntad secreta de esos organismos (la mayor parte de ellos privados), restaurando el principio de ‘razón de Estado’ y bloqueando tanto la república como la democracia, pues ensancha el espacio privado y reduce el espacio público. En ese mercado, la hegemonía pertenece al capital financiero y a la transformación del di­nero en mercancía universal o equivalente a universal en moneda sin base en el tra­bajo. Finanzas y monetarismo introducen una entidad mítica mucho más misteriosa que las más misteriosas entidades religiosas: la ‘riqueza virtual’. La virtualidad, por cierto, es el modo mismo no sólo de expresión de la riqueza, sino también de la for­ma de la competencia entre los oligopolios y entre los individuos, pues se realiza co­mo compra y venta de imágenes y como disputa entre imágenes, de modo que no se refiere a cosas ni a acontecimientos, sino a signos virtuales sin realidad alguna. Aquí, rigurosa y literalmente, ‘todo lo sólido se desvanece en el aire’.

El achicamiento del espacio público se da a través de las medidas tomadas para liquidar el estado de bienestar y resolver la crisis fiscal del Estado, es decir, su capaci­dad para, simultáneamente, financiar al capital y a la fuerza de trabajo, al primero por medio de inversiones y a la segunda por medio del salario indirecto, o sea, de los derechos sociales (vacaciones, salario familiar, seguro de desempleo, seguridad social, salud y educación públicas y gratuitas, etc.). El Estado posmoderno, es decir, neoli­beral, disminuyó institucionalmente en el sector ligado a los servicios y bienes públi­cos, y por lo tanto cortó el empleo de fondos públicos para cubrir derechos sociales, canalizando casi la totalidad de los recursos para atender al capital. Si articulamos el modo de operación del mercado y el achicamiento del Estado en el área de los dere­chos sociales, veremos a la barbarie contemporánea en plena acción: la exclusión económico-social, la miseria y el desempleo llevan a la desigualdad y a la injusticia so­cial a su máximo, tanto en las relaciones entre clases en cada país como en las rela­ciones internacionales.

De este modo, si articulamos la secularización moderna –que simplemente des­plazó a la religiosidad hacia el espacio privado a la espera de que la marcha de la ra­zón y de la ciencia acabaran por eliminar la religión, el mercado posmoderno –que opera por exterminio y exclusión y con la fantasmagoría mística de la riqueza y de los signos virtuales, el Estado neoliberal –caracterizado por el ensanchamiento del espa­cio privado y el achicamiento del espacio público de los derechos, y la condición pos­moderna de inseguridad generada por la compresión espacio-temporal –en la cual el miedo a lo efímero lleva a la búsqueda de lo eterno, podemos comprender que la bar­barie contemporánea provoque el retorno de lo reprimido, es decir, el resurgimiento del fundamentalismo religioso ya no sólo como experiencia personal, sino también como interpretación de la acción política.

Más allá de esto, el conjunto de trazos del mercado, la presencia política de me­gaorganismos económicos privados transnacionales en las decisiones de los gobiernos y el Estado neoliberal indican que estamos ante la privatización de la polis y de la res publica. Esta privatización produce como primer efecto la despolitización. De hecho, la ideología posmoderna es inseparable de la ideología de la especialización, según la cual los que poseen determinados conocimientos tienen el derecho natural de man­dar y comandar a los demás en todas las esferas de la existencia, de modo que la di­visión social aparece como división entre los especialistas competentes, que mandan, y los demás, incompetentes, que ejecutan ordenes o aceptan los efectos de las accio­nes de los especialistas. Esto significa que en política las decisiones son tomadas por técnicos o especialistas por regla general bajo la forma del secreto (o, si publicadas, lo son en un lenguaje perfectamente incomprensible para la mayor parte de la socie­dad), y escapan completamente de los ciudadanos, consolidando el fenómeno gene­ralizado de la despolitización de la sociedad.

La privatización del espacio público y la depolitización son señales alarmantes de que podemos estar frente al riesgo del fin de la política. Este fin puede ser anuncia­do no sólo por la ideología de la competencia, sino también por su contraparte, la teología política, que sostiene los fundamentalismos religiosos. En efecto, si seguimos las órdenes del técnico competente, ¿por qué no habríamos de seguir las de un líder religioso carismático, que habla un lenguaje incluso más comprensible (la lógica y en­ciclopedia populares de las que hablaba Marx)? La trascendencia de la competencia técnica se corresponde con la trascendencia del mensaje divino a algunos elegidos o iniciados, y no tenemos por qué sorprendernos cuando se entrecruzan el fundamen­talismo del mercado y el fundamentalismo religioso.

Pero no es sólo esto. El trazo principal de la política, que se manifiesta en su for­ma máxima, cual es la democracia, es la legitimidad del conflicto y la capacidad pa­ra llevar adelante acciones que realizan el trabajo del conflicto, acciones que son efec-

tuadas como contrapoderes sociales de creación de derechos y como poderes políti­cos de su legitimación y garantía. Aquí, una vez más, el retorno de los fundamenta­lismos religiosos nos pone frente a un riesgo de proporciones inmensas. ¿Por qué? En primer lugar, porque habiendo la modernidad desplazado a la religión al espacio pri­vado, hoy el achicamiento del espacio público y el ensanchamiento del espacio pri­vado pueden dar nuevamente a las religiones el papel del ordenamiento y la cohesión social. En segundo lugar, porque la historia ya mostró los efectos de ese ordenamien­to y cohesión promovidos por la religión.

De hecho, las grandes religiones monoteístas judaísmo, cristianismo e islamis­mo– no sólo tienen que enfrentar, desde el punto de vista del conocimiento, la ex­plicación de la realidad ofrecida por las ciencias, sino que también tienen que enfren­tar por un lado la pluralidad de confesiones religiosas rivales, y por otro la moralidad laica determinada por un Estado secular o profano. Esto significa que cada una de esas religiones sólo puede ver a la ciencia y a las otras religiones a través del prisma de la rivalidad y de la exclusión recíproca, una oposición no tiene cómo expresarse en un espacio público democrático porque no puede haber debate, enfrentamiento y transformación recíprocas en religiones cuya verdad es revelada por la divinidad y cu­yos preceptos, considerados divinos, son dogmas. Porque se imaginan en relación in­mediata con lo absoluto, porque se imaginan portadoras de la verdad eterna y uni­versal, estas religiones excluyen el trabajo del conflicto y la diferencia y producen la figura del otro como demonio y hereje, es decir, como lo Falso y el Mal.

No es por lo tanto casual, en nuestro días, el súbito prestigio de Carl Schmitt: la política entendida como guerra de los amigos contra los enemigos y como voluntad y decisión secreta del soberano, cuya acción es indiscutible, se corresponde perfecta­mente con la manera en que los fundamentalismos religiosos conciben a la política como batalla del bien contra el mal, y la actividad soberana como misión sagrada porque es ordenada por Dios.

Los discursos de Sharon, Bin Laden y Bush son las expresiones más perfectas y acabadas de la imposibilidad de la política bajo el fundamentalismo de las religiones monoteístas reveladas. Con ellas, la política cede lugar a la violencia como purifica­ción del Mal, y los políticos ceden lugar a los profetas, es decir, a los intérpretes de la voluntad divina, jefes infalibles.

De esta manera, el desencanto del mundo, obra de la civilización moderna, tiene que hacer frente al misticismo del mercado y a la violencia de la teología política. En otras palabras, tiene que hacer frente a la barbarie interna a la acción civilizatoria.

23 comentarios

  • George R Porta

    Amiga María Luisa: Mi saludo cordial. No siento una distancia insalvable entre lo que propones y lo que pienso y me ayudas, cosa que agradezco, a aclararme.
     
    La Humanidad la veo, como me parece que piensas en la cualidad que distingue nuestra raza de primates de toda otra.
     
    Aunque discrepo de Darwin un poco, pienso que se trata del mismo primate pero de diferentes formas resultado de la adaptación y del coraje para adaptarse cambiándose y consecuentemente cambiando las propias relaciones con el ambiente. Pienso que en realidad eso es lo que significa adaptarse: Cambiar y al hacerlo no solo ceder sino muy a menudo hacer que en el proceso ambas partes cambien forma (o modo o manera) de ser/estar.
     
    Creo en la ley de acumulación (cuantitativamente hablando) de cambios similares como causa del cambio cualitativo, del cambio de modo y no niego que en muchas ocasiones el cambio del modo o manera de ser o funcionar sea mejoramiento o retroceso temporal para tomar impulso hacia el progreso o mejoramiento (metanoia).
     
    Éstos, Los retrocesos,  me parece que ocurran según el mismo proceso pero en sentido contrario antes de disparar dialécticamente la historia hacia un “mejor modo”. Por ejemplo la expansión de la violencia doméstica hasta alcanzar en su frecuencia un punto (masa crítica) en la que las mujeres (no individualmente en este u otro caso personal o específico solamente) sino como grupo descubren al enemigo común en la forma o modo de relacionarse consigo mismas y con los hombres.
     
    En este punto, que no es “puntual”, o un simple momento/unidad de tiempo, pero sí un período específico relativamente prolongado,  se resuelve dialécticamente la contradicción que parecía antagónica (quiero decir aparentemente insoluble) y se dispara la historia en el sentido de alcanzar liberación (el círculo hermenéutico es un ejemplo de este reciclaje progresivo de retro-alimentación que no inhibe necesariamente el progreso).
     
    Los hombres lo mismo, llega el instante en el que reconocen que están auto privándose del amor y dan el paso hacia amar de otra manera más libre y satisfactoria pero en su caso de victimarios en realidad cambian a partir del cambio que la mujer da rebelándose porque de otro modo el éxito en oprimir les degeneraría indefinida y progresivamente y les conduciría a una especie de adicción sádica (los genocidios y la corrupción financiera son ejemplos aunque en diferentes áreas de la vida en las que un grupo no puede escapar de desplomarse indefinidamente en una especie de agujero negro, entrópico).
     
     
    Esto mismo en el plano institucional (en este campo es el campo en el que soy pesimista) el grado de degeneración de las relaciones económicas o corporativas en mi opinión está demasiado lejos de su punto de partida y de ahí el aspecto global que ha tomado el capitalismo.
     
    Ni Reagan ni Gorbachov pagarán suficientemente el error de haber provocado por decreto un cambio que debió ser progresivo y más espontáneo, como Nixon no pagará nunca el error de subestimar a China, y el mundo económico no pagará nunca el daño auto infligido a la justicia distributiva de los bienes y la ecología al lanzarse al mercadeo de los mercados mismos (consumismo o los sectores de consumo).
    La consecuencia muy tóxica y quizás irreversible (al menos ecológicamente) son las metástasis hegemónicas, las expansiones económicas multinacionales, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, en medio de la confusión ética general. Las invasiones dejaron de ser militares para ser monetarias.

  • M.Luisa

    Hola  George!
     
    Sigo estando un poco en desacuerdo contigo por lo que concierne a la frase  “La humanidad ha fallado” digo un poco porque no tendría  problema en considerarla desde tu punto de vista, sin embargo creo  necesario también que  ponerla en su sitio delimitaría aquel campo que integra todo lo humano y que  todavía está por explorar, creo que  nos ayudaría a resolver  las   innumerables cuestiones que  nos afectan  incluyendo las de este hilo. Por tanto sobre ella me mantengo  en lo ya dicho  el otro día, no obstante su síntesis puede expresarse   de otra manera tal vez más clarificadora, a saber: lo que efectivamente falla se encuentra en las formas de ser humano, no en la humanidad que todos llevamos dentro. Se trata, en mi opinión,  de un punto de llegada a  lo que, en realidad es nuestro propio ser.
     
    De todas maneras y sin dejar de pensar en lo que acabo de decir, sí   estaría  de acuerdo contigo  en esta dinámica perversa que se crea entre oprimido y opresor (síndrome de Estocolmo ¿no?)  una figura  que  aparece en  infinidad de situaciones cruciales de todo tipo. Fíjate que yo pensaba en ella,    al hablar el otro día con Eva, como la causa de lo dificultoso en grado sumo al llegar   la hora de discernir    entre la religión recibida  por herencia y el fenómeno religioso. Dentro de lo que representa dicha  figura  es cuando lo primero corre el peligro de convertirse en  adicción por lo que ya todos  sabemos  sobre el apego a la seguridad. Lo peor del caso es que esta adicción solamente  le compete a la mente por lo que, al  obrar ésta  en  total independencia se bloquea   de todo sentir.
     
    Se trata,  por tanto, de algo totalmente  contrario de como    sucede cuando es el fenómeno religioso el que nos interpela ¿Por qué? Porque su realidad es sentida,  es previa a toda explicación conceptual. Nuestra estructura cognitiva no se encuentra ahí violentada  se va constituyendo  siguiendo su orden natural.
     
    un cordial saludo matutino!

  • George R Porta

    Gracias María Luisa por dedicar paciencia y tiempo a leer lo que garabateé en mi comentario que seguramente pudo ser mejor escrito por otra persona. Por eso ofrecí el enlace al blog de El País que es un poco más personal e infinitamente mejor escrito.
     
    A modo de aclaración (aunque quizás solo logre obscurecer más mi percepción del asunto), puedo explicar como sigue por qué considero un fallo de la especie humana (es decir un “fallo de la humanidad” en conjunto) la experiencia de la opresión y opresión de cualquier clase.
     
    Basado en mi experiencia de trabajo y en lo que haya leído al respecto, debo atribuir indistintamente un grado de participación activa en la opresión tanto al o la agente opresora que se excede en el uso de su poder, cuanto al o la persona oprimida que tolera serlo, imprudentemente por demasiado tiempo.
     
    Aclaro que no quiera sugerir que la persona oprimida sea culpable de su opresión.
     
    Sin ser reo/a de su propia opresión en cambio pudiera llegar a ser inconscientemente colaborador/a y responsable o cómplice en alguna medida de la misma si no se rebela a tiempo para defender su propia dignidad.
     
    Estoy consciente de que el lapso de tiempo en el que la rebeldía de la parte victimizada deba ocurrir para ser efectiva suele ser breve y también tengo en cuenta que parte del condicionamiento progresivo de la víctima que le impide mantener la percepción y el sentimiento de su propia dignidad y la incompatibilidad entre ésta y la opresión provenga de su relación con el agente opresor presente en ese momento o de una historia progresiva anterior.
     
    En su libro póstumo “El peso de Una Vida: ‘La Viena de Freud’ y Otros Ensayos autobiográficos” (Bruno Bettelheim, Barcelona, Crítica, 1991) el autor se refirió a la tardanza de los judíos del gueto en organizar su rebelión y arriesgar su vida con tal de no colaborar en ninguna medida y de ninguna forma con la Shoah. Hannah Arendt toca el mismo tema de la posible colaboración del extermino por la propia banalización del mal por parte de los Judenräte, o “consejos judíos”, que fallaron en reconocer la incompatibilidad ética de cualquier tolerancia de victimización propia opresión o ajena.
     
    Ambos, Betthelheim and Arendt pagaron muy caros sus desafíos a la conciencia de la “humanidad toda”. Elí Wiesel no se atrevió a tanto y prefirió en su “Noche” acusar a Dios y ha tenido una mejor acogida y hasta su premio Nobel.
     
    Al menos desde mi perspectiva la enseñanza del machismo al hombre ha sido y es un fallo de la humanidad toda. El machismo puede ser interpretado mejor como forma de auto mutilación, o más simbólicamente, auto emasculación. Maltratar a la mujer que—tradicional o culturalmente ha sido colocada en situación de vulnerabilidad social y/o personal con respecto al varón por las causas que fueren—disminuyendo la dignidad de la masculinidad y de la humanidad del varón porque en el maltrato se perpetúa la propia ineptitud de amar o co-responder al nivel de cualquier cantidad de amor auténtico presente en la intención de la esposa o la amante que le quiera amar.
     
    En efecto el hombre cuyo miedo a la/su feminidad se resuelva agrediendo (matando o maltratando) a la mujer que está tratando de amarle y le ama, es decir a la fuente de amor de la que dispone, lo hace auto infligiéndose la pérdida de ese amor y, por tanto, identificándose por anticipado (proyección) con la víctima que está engendrando al maltratar o matar material y simbólicamente a la mujer que le ama y su dignidad. Al menos no puedo explicar o comprender la agresión en otros términos que estos términos o dinámicos dialécticamente hablando que los de la defensa despertada por el miedo a una amenaza imaginada o real.
     
    El machismo es un “fallo de la especie”  en el que la mujer no es reo, pero es parte. La técnica para sobrevivir era la de tolerar estratégicamente el maltrato. Eso lo ha venido cambiando la propia mujer. Este último hecho, que lo haya venido cambiando la propia mujer arriesgándose a detener su victimización, demuestra que la opresión que ha sufrido haya sido un fallo de la especie, que la incluye en alguna medida por pequeña que sea a ella porque ella misma ha logrado operar el cambio.
     
    Fuera injusto no reconocer que ha habido y hay una minoría, si no se quiere reconocer más que eso, de hombres que también nos hemos rebelado contra la tradicional percepción machista de la mujer y muy posiblemente porque la propia mujer nos haya mostrado de ella, en su auto liberación, un aspecto que la cultura encubría, una especie de “burka” o de máscara que como los zapatos chinos y japoneses desfiguraban a la mujer para cualquier forma de sádico placer masculino que no pudo ocurrir sin la contrapartida masoquista del lado de la víctima.
     
    En resumen, no propongo una percepción mecanicista de acción-reacción, sino que utilizando lo contrario, la percepción materialista dialéctica de  la Teoría General de Sistemas propongo que el input del ambiente y la sinergia del sistema son los factores que progresivamente causan la adaptación y mejor promueven la sobrevivencia. El sistema no sea capaz de cambiar solamente puede lograr la entropía progresiva y su muerte.

  • M.Luisa

    Ahí queda eso! Vale…  pero  según  entiendo de esa larga lectura me da la impresión de que  se está   hablando desde distintos parámetros, algo que suele suceder aquí con bastante frecuencia cuando en el discurrir del diálogo siempre llega aquel momento en el que  se  bifurca en distintas direcciones  hasta perder su sentido originario.
     
    Los esquemas que presenta su lectura,  la cual   ya leí ayer pero me dejaron un poco en suspenso,  no dejan de ser una constatación  ciertamente indeseable  que,  a mi modo de ver, habría  que circunscribirlos    dentro de la dinámica   acción/ reacción. Pero mi propuesta venía dada justamente como alternativa a esta dinámica reaccionaria, es decir, vista la cosa desde un nivel superior.

    A poco que se reflexione se verá que no es lo mismo referirse a la actividad humana  la cual engloba costumbres transmisibles  que como se constata  pueden muy bien    producir efectos indeseables,  que referirse antropológicamente a la acción humana  como  aquel acto por excelencia  que al realizarlo hace surgir el acontecer mismo de las cosas.
     
    Por eso no me parece correcta la expresión “La humanidad ha fallado” si acaso lo que falla no es la cualidad de lo humano, su realidad, sino su ser que está en camino.

  • George R Porta

    Anticipadamente pido perdón por la longitud de mi comentario y quizás fuera mejor que quienes prefieran no sufrirme leyeran este artículo de Josep Giralt en el blog de El Pais de fecha 11 de marzo de 2014: http://blogs.elpais.com/amores-imaginarios/2014/03/la-decosntrucci%C3%B3n-de-la-masculinidad.html


    Para quienes  deseen sufrir un poco leyéndome aquí va mi comentario:
    Cualquier conducta humana es aprendida y fijada a partir de su efectividad. Cualquier conducta humana es por lo tanto enseñada consciente o inconscientemente, intencional o no intencionalmente para que pueda ser aprendida. La efectividad actúa como reforzador y asegura la aceptación y la repetitividad de la conducta fuera de toda regulación ética. De ahí que la hipocresía social sea aprendida.
     
    Hasta las compulsiones y las obsesiones del síndrome obsesivo-compulsivo, pueden ser disminuidas o eliminadas por el propio sujeto con mínima intervención clínica cuando el tratamiento medicamentoso es aún innecesario (Cf. Richard Restak, The Brain Has a Mind of Its Own, New York, Three Rivers Press; 1993, la traducción al castellano es del Editorial Planeta)  Del miedo y las fobias se pudiera decir lo mismo. Son conductas aprendidas y que el/la propio/a paciente puede reducir o eliminar por sí mismo/a.
     
    No todo el mundo tiene idéntica base neuro-cognitivas. La variabilidad de preferencias y repulsiones se deben a regulación ambiental.
     
    Peter Sloterdijk casi ha sentado escuela con su trabajo sobre el miedo y el terrorismo fanático. Su opinión de que “el miedo está al comienzo del intelecto y que el miedo de alguna manera construyó al ser humano (Cf. Temblores de aire, en las fuentes del terror, Ed. Pre-Textos, Valencia 2003) es una explicación más bien satisfactoria de la eclosión de terrorismo fanático (bombas humanas, “skinhead, vigilantes fronterizos ilegales, etc.
     
    Las tendencias totalitarias actuales (formas del fascismo de cualquier clase) muy posiblemente se deban a que las estructuras sociales que ofrecían apariencia de estabilidad o seguridad, predictibilidad han sido destruidas violentamente, particularmente—en una industria multibillonaria sin escrúpulos éticos que funciona basada en lo sensacional y no exclusivamente en lo fáctico y que por lo tanto ha producido una infinidad de patologías ideológicas.
     
    El “desorden” social paradójicamente “propagado” como el único orden legítimo se ha derrumbado violentamente bajo el impacto de un polígono de fuerzas extraordinariamente elástico y caótico durante el siglo XX (por ejemplo la corrupción económica y política, el mega desarrollo multidimensional de la tecnología de las comunicaciones, partiendo de la predicción profética de McLuhan acerca de la naturaleza real del medio comunicativo como mensaje, hasta la explosión de las velocidades de divulgación con la Internet), provocando por pánico la reacción de detener la implosión de los sistema a cualquier precio y de cualquier modo, sin detenerse a discernir objetiva y éticamente las situaciones y causando múltiples esfuerzos de recuperación forzada de hegemonías perdidas con la ilusión de que “cualquier tiempo pasado haya sido mejor”.
     
    Posiblemente antes del desarrollo de las éticas típicas de las estructuras piramidales de dominación (de la familia a la sociedad precisamente para garantiza su propia perpetuación), el maltrato de la mujer y la contradicción macho-hembra progresivamente se convirtieron en el estilo de relación predominante (produciendo las patologías autoritarias/totalitarias fascistas o revolucionarias) a partir del miedo a la aniquilación de la especia a base de evitar o transformar el sistema opresor (la conclusión del Che Guevara en “Guerra de Guerrillas” sobre “la necesidad de la revolución” para arrebatar el poder a quien lo detenta dada su incapacidad de renunciarlo es extraordinariamente lúcida).
    .
    Una forma a menudo no reconocida como expresión del miedo aprendido es el machismo (acerca de la psicología de la mujer oprimida Cf., por ejemplo, Julia Kristeva, Las Nuevas Enfermedades del Alma, Madrid, ed. Cátedra, 1993; y en cuanto al  caos en la familia contemporánea, por ejemplo, Cf. Elizabeth Roudinesco, La Familia en Desorden, México, Fondo de Cultura Económica, 2003)
     
    La actitud agresiva machista es una defensa contra la feminidad o la mujer percibidas como amenazantes—la reacción de escapar o confrontar la amenaza percibida, real o imaginariamente, por medio del “secuestro de la corteza cerebral” por parte de la “amígdala cerebral” que en los vertebrados humanos que procesa y memoriza reacciones emocionales—está bastante bien establecida. Además es realmente difícil explicar la agresión en ausencia de amenaza siquiera imaginaria.
     
    En el caso del machismo como otra forma de agresión defensiva (consciente o inconsciente) es representa una compulsión destructora (intencional o no) de la mujer, explicable como reacción de pánico del macho percibiendo la feminidad o la mujer como amenazantes, sobre todo a su propia feminidad.
     
    El miedo a la homosexualidad es aprendido, como cualquier otro miedo y el miedo a la propia feminidad forma parte de ello y por lo tanto la necesidad de destruir lo femenino en sí mismo (contradicción antagónica en el mismo sentido en el que Marx interpreta la relación dialéctica histórica) es a menudo proyectada sobre la feminidad natural y perfectamente sana de la hembra.
     
    Más o menos consciente o intencionalmente el macho realmente deseara poder poseerla sin miedo y la teme (miedo aprendido al castigo de la homosexualidad como debilidad) porque ha aprendido a defender a capa y espada su masculinidad como opuesta a la feminidad.
     
    Así no es difícil comprender el florecimiento de  la homosexualidad masculina más o menos explícita en prisiones, tripulaciones de barcos, campos de concentración de la UMAP y del Servicio Militar Obligatorio en Cuba; unidades militares en la guerra, y en cualquier conglomerado de hombres en los que esté forzosamente excluida la mujer. Si la homosexualidad no aparece la intensidad de la violencia machista es su sustituto. Si la mujer es minoría, o es convertida en encubridora o es victimizada como demuestra la proliferación de la violación y el maltrato de la mujer militar recientemente expuesta al menos en los cuerpos armados de los EE UU (por parte de soldados de igual rango actuando en grupo o de los mandos militares actuando individualmente.)
     
    Eso no quiere decir que todo hombre sea homosexual, lo que sí quiere sugerir es que todo hombre tiene un componente femenino en su personalidad que aprende a reprimir o suprimir, a temer o a disfrutar. La humanidad ha fallado en enseñar al varón una afectividad equilibrada y de ahí que no solamente el trabajo haya sido dividido según el sexo, sino también las emociones y las conductas expresivas de las mismas. Que haya padres que deseen cambiar pañales y bailarines que sean masculinos sin conflicto—por citar dos ejemplos cualesquiera—son señales incuestionables de progreso hacia la humanización por parte de la humanidad masculina.
     
    El hombre auténticamente humano ha de poder amar sin sentir que tenga que obstaculizar, dominar, reducir o someter a su a la mujer que ame y le ama. Eso requiere, como mínimo, que al menos el varón—insisto en no opinar acerca de la hembra—pueda crecer en una familia en la que esté expuesto libremente a la influencia y a la imitación de progenitores/as que “se vivan” sin miedos a ambas su masculinidad y su feminidad. La naturaleza decidirá su opción preferencial de la prole en cuanto al uso de su genitalidad y a la expresión sexual de su afectividad.  Este enlace a un artículo de Josep Giralt en el blog de El País (11 de marzo de 2014) es muy ilustrativo. http://blogs.elpais.com/amores-imaginarios/2014/03/la-decosntrucci%C3%B3n-de-la-masculinidad.html
     
    Tanto las culturas orientales cuanto las más occidentales han reprimido hipócritamente, la  homosexualidad masculina—me abstengo intencionalmente de hablar del lesbianismo porque prefiero que sea la mujer quien lo haga si desea hacerlo—como es consistente con el totalitarismo, incluyendo la interpretación de Hannah Arendt (Cf. Eichmann en Jerusalén, descargable gratuitamente desde este enlace: http://www.book.tubefun4.com/downloads/Eichmann.pdf).
     
    Lo que infunde miedo deja de infundirlo cuando es escogido voluntariamente y en situaciones de seguridad. El infame genocidio basado en el género (gendercide), los harems de efebos entre las culturas árabes, los niños danzantes de Afganistán, y la duplicidad de la llamada bisexualidad oculta en todas partes son ejemplos de ello. La pederastia y la pedofilia son ejemplos adicionales (de una parte condenadas de palabra y en las leyes pero de otra encubiertas por complicidad).


     

  • M.Luisa

    Rectificación; allí donde aparece el vocablo “invertir” para mejor comprensión  de la idea en su conjunto  que pretendo transmitir, puesto que hablo de estructura,  debe ser cambiado por el de “violentar”

  • M.Luisa

    Siguiendo un poco más el hilo de mi reflexión  de ayer la retomo porque su tema,  que incluye también la idea de fanatismo, no ha dejado nunca de ir reapareciendo  aquí cada vez que la religión forma parte de él.
     
    Decía ayer, pues, que lo difícil era discernir  entre  la herencia religiosa  y el fenómeno religioso experiencial propio de cada persona, y que precisamente por ser algo tan dificultoso, esta dificultad suponía  una brecha para que, aprovechándose de ella   arraigaran    los fundamentalismos en este caso el religioso. No es necesario decir que la dificultad a la que me refería está    precisamente en el hecho de haber invertido el orden según el cual  si lo religioso  puede  ser algo  connatural  al ser  humano por qué se le  ha de imponer en  forma de adherencia, de añadido.
     
    Este grave error es el que, a mi modo de ver, al romper el orden estructural de  la cognición humana donde precisamente  su disposición se ordena como en toda estructura  de inferior a superior (experiencia/racionalidad) es  por lo que pienso le crea al sujeto una adhesión ideológica difícil de contrarrestar.
     
    Por eso  te decía ayer, Eva, que el problema visto así  en donde lo religioso no se presenta como sentimiento, como experiencia originaria sino como algo dado mediante explicación el pensamiento entonces reposando en ella, en la seguridad que le ofrece   no puede emprender  el ritmo ascendente, el camino evolutivo que le es propio  cuando  en su  experiencia primaria el pensamiento  se cuestiona algo y se abre a razonarlo.    Es cierto que hay excepciones pero en ellas se habrá  de interponer  algún tipo de trauma que permita hacer un  vuelco generalizado de todos los ingredientes  que han entrado de momento  en escena, es  lo propio de  un cambio de paradigma.
     
    Por otra parte, y en esto coincido contigo, el fenómeno llamado religioso bien podría prescindir de su carácter trascendental y enmarcarlo dentro  del ámbito de lo meramente secular que es de  donde surge precisamente la  experiencia de la trascendentalidad. Obsérvese  que es ésta la que quedó truncada  al invertir el orden estructural de la actividad pensante del ser humano.
     
    Un cordial saludo

  • Eva

    Habría que separar las actitudes fundamentalistas del concepto de fundamentalismo. El fundamentalismo posee unas raíces socioestructurales  centradas en el grupo social, que se desarrolla no sólo desde la ideología  sino desde la dinamica intergrupal, así la cohesión grupal es influenciada por la percepción de una amenaza externa, de ahí que existan distorsiones cognitivas inducidas por el sesgo intergrupal y no únicamente desde un planteamiento emocional. En el ámbito religioso la irracionalidad fundamentalista  del creyente proviene de su negativa de contrastar la ideología  contra el conocimiento acumulado, inducido por el sesgo intergupal que no atiende más que a ilusiones  cognitivas y no del conocimiento cientifico.

    El machismo no sale del miedo masculino a la feminidad,  en primer lugar es una sobrevaloración de la condición masculina y de dominio. El machista considera que el dominio del hombre sobre la mujer es algo natural y por tanto inevitable, no hablaríamos de miedo ni en su aspecto sicológico, sino de dominación de los padres–maridos quienes controlan el cuerpo femenino y se apropian del trabajo productivo y reproductivo de sus esposas e hijas. Tampoco habría que individualizalo únicamente , pues es unfenómeno social,  el hombre como grupo oprimen a las mujeres de forma colectiva y se apropia de sus cuerpos y de sus productos, esto convierte a la mujer, hasta en estos tiempos, en virtud al matrimonio y del trabajo domestico en una clase social de género supeditada a la masculina.

  • George R Porta

    Una cosa fundamental es que el fundamentalismo no tenga un origen religioso aunque modernamente sea empleada esa calificación mucho más frequente en cuanto a las posiciones extremas de los grupos religiosos más rígidos. El fundamentalismo hunde sus raíces en el miedo. Comparativamente hablando aunque salvando las suficientes distancias, la rigidez oposicional de los adolescentes es un caso de fundamentalismo y obviamente sale de la ignorancia y de la falta de suficiente experiencia y de que las generaciones precedentes no crearan y trasmitieran el valor de la diversidad y de la aceptaciones de las diferencias. El fundamentalismo y la tendencia hegemónica sale del miedo a perecer como grupo o a perder la identidad y en ese sentido aplica a todo fenómeno humano en el que la subsistencia sea auténtica o falsamente amenazada. La percepción virtual de una amenaza la reviste de realidad y desata la agresión como defensa, por lo tanto el intento de exclusión de lo contrario y, si se tiene el poder, la imposición fundamentalista, las interpretaciones sin matices, la rigidez en el modo de pensar haciéndolo normativo del grupo dominante sobre los demás.
    El machismo es un fundamentalismo que sale del miedo masculino a la feminidad que es humana y que lleva en sí y no ha aprendido a apreciar.
    El fundamentalismo no es un problema cognitivo o ideológico. El fundamentalismo es profundamente emocional y surge de la necesidad de sujetarse a algo que sea percibido como incuestionablemente seguro. Ese es el origen de la mentalidad de ghetto por parte de los que se encierran en él como por parte de quienes prefieren que otros se encierren.
    La clave es el miedo más o menos consciente.

  • George R Porta

    Es extraordinaria la resistencia a buscar el origen del fanatismo o del fundamentalismo en el autoritarismo. Theodore Adorno y Walter Benjamin ofrecieron la evidencia de la conexión entre fundamentalismo y miedo y autoritarismo como agresión-defensa.  Al mismo tiempo, no hay realidades simples y hacer generalizaciones solo agrava la dificultad de comprenderlo porque se convierte las generalizaciones en otra forma de autoritarismo reductivo.

  • M.Luisa

    De acuerdo,  Eva, yo también coincido contigo en que el pensamiento evoluciona y abre caminos para  replantearnos ese sentimiento religioso,   lo malo es que yo pienso que    no ha surgido como sentimiento,  sino como una adherencia en la que  el pensamiento se encuentra ahí cómodo olvidándose de su propia y originaria estructura. Esto explicaría muchas cosas  de las que en su entorno vamos dándoles vueltas y más vueltas…
     
    En fin, lo voy a dejar ahí de momento porque me reclaman
     
    Seas bienvenida!

  • Eva

    Estoy de acuerdo contigo M. Luisa  en tu afirmación de que hay una falta de discernimiento entre herencia religiosa y fenómeno religioso, y que del primero adquirimos una parte importante del fundamentalismo. No obstante el progreso y la evolución del pensamiento abre caminos para cuestionarnos y valorar de otra manera ese sentimiento religioso, que en gran medida es derivado también de la educación y de la herencia, llevándonos  a explicaciones más racionales de la manera de explicar el mundo  y de encontrar sentido a la existencia humana. La religión, también como fenómeno  personal, no es el centro transcendente y legitimador, es un discurso más entre otros, y no precisamente el más importante. Y es, en mi opinión, un marco secular y autómono, portador de lógicas,  en donde mejor se puede convivir con la diversidad de opiniones divergentes.
    Un saludo.

  • M.Luisa

    Claro!  pero entonces lo difícil que, por serlo, es por donde se cuela el fundamentalismo religioso es precisamente el de no saber distinguir la herencia religiosa  del fenómeno religioso que como tú muy bien dices, Eva, nos es connatural a todos. Pero entonces no es cuestión de meras opiniones  porque  de haber asumido esta distinción en la madurez del problema, lo que entonces se pretende es ir más al fondo de las cosas  por lo que  la convivencia  habrá de aspirar no en dejarnos en la superficie de ellas  sino en el alcance de su profundidad. Más que convivencia, en mi opinión  sería compenetración entre los humanos.
     
    Un saludo

  • Eva

    Cuando manifiesto que lo idóneo es despojarse de tanta herencia y aprender a convivir con la diversidad de opiniones divergentes, hablo de “herencia religiosa”, en su modo extremo, en la praxis, diferenciando el fenómeno  religioso, con rigor filosófico y fenomenológico, que nos es natural o connatural. Evidentemente la herencia es un factor importante en la maduración sicológica y del pensamiento, junto al ambiente y al conocimiento de las cosas que va adquiriendo más significado  a medida que vamos creciendo. Toda esta articulación de relación, de pensamiento, de vida tenemos que hacérnosla  nosotros, partiendo de un estado básico que constituye la herencia  adquirida.

  • M.Luisa

    Si, pero…. esta diversidad de opiniones  en las que hemos de aprender a convivir surgen acaso  en el tiempo espontáneamente? Porque si no surgen por generación espontánea  estas opiniones también son  algo elaborado, algo montado sobre otras opiniones anteriores, heredadas ¿no?

  • Eva

    Si es bien cierto que el fundamentalismo tiene un origen religioso no lo es menos, debido a la influencia del fenómeno religioso en la sociedad, que es extensible al terreno social, político, cultural, científico y económico, y que adquiere variantes geográficas, culturales e históricas. Si la ignorancia fue un factor idóneo para el desarrollo de los planteamientos  fundamentalistas desde un punto de vista histórico, en nuestro mundo contemporáneo existen otros factores que también  desembocan en las mismas posturas radicales.  Centrándonos en lo cristiano, en lo católico, el problema hermenéutico es fundamental, se interpreta la escrituras, los evangelios, de manera muy radical y excluyente por parte de la oficialidad pero de forma reciproca por parte de aquellos que tienen una posición reactiva a los primeros, ambos tendencias llevan a una relación de  intolerancia que confluye en el más claro ejemplo de fanatismo, este antagonismo entre ambas tendencias llega al enfrentamiento en cuanto a la forma de interpretar las realidades sociales. Pero también encontramos las mismas posiciones entre los detractores de la fe cristiana, ateos principalmente. Lo idóneo es despojarse de tanta herencia y aprender a convivir con la diversidad de opiniones divergentes.

  • Antonio Vicedo

    En el  fundamento teológico del del poder religioso representativo de Dios, se prescindió del modo como lo había asumido Jesú con  la plenitud del amor  y la marginación  radical de poder humanos  y  se asumieron  otras representatividades de la divinidad, con lo que   se le dió al poder eclesial y aún se le conserva, un giro de 180 grados, traicionando el núcleo misional de aquel:- “COMO EL PADRE ME ENVIÓ, YO OS ENVÍO A VOSOTROS”.
     
    La exclusión del poder paternal o patriarcado humano, tan clara y universalmente proclamada por Jesús  afianzando la única y exclusiva PATERNIDAD del ABBÄ CELESTIAL, no bastó para descubrir la fecundidad universal del calificativo NUESTRO unido a la invocación orante del PADRE, como condición predispositiva para ser por Él  escuchados y esperanzádamente atendidos.
     
    Con la falsificación de ese NUESTRO, quedaba afectado el firme fundamento teológico de nuestra fe cristiana, pues la Teofanía traída por Jesús en su Humanización es esencialmente paternal universal, so pena de falsear nuestro concepto de Dios, lo que supone una real idolatría asumiendo o endosando  el PODER PATERNAL DIVINO a quienes solamente gozamos, por la condición de hij*s  con el poder subordinado y compartido de la HERMANDAD UNIVERSAL.
     
    Mucho se ha escrito e intentado aclarar teológica y aún científicamente laico  sobre la vida y las relaciones humanas, pero fallando en el apoyo inamovible de la realidad verdadera de los seres humanos, nos encontramos de que el acopio de saberes o tecnificación a disposición de la Humanidad, no está consiguiendo su calidad humana, sino manteniendo , o acrecentando inexplicablemente su INHUMANIDAD, hasta haber arrastrado la mentalidad humana al convencimiento de que, el proceso de su natural desarrollo en tanto HUMANA, sea considerado como UTOPÍA INALCANZABLE, sobrevalorando así el trajin de los remiendos sociales por el recorrido apetecible y satisfactorio del considerado MAL MENOR, como el BIEN REALISTA alcanzable en este mundo; ilusión verdaderamente UTÓPICAsi el calificativo MENOR incluye a la mayoría de la Humanidad.
     
    ¿Cuando, realmente podrá ser considerado con verdad MENOR, el mal que condiciona como imposible supervivencifísica, y  aún vida digna personal,  a la mayoría de la Humanidad y no por falta de bienes y capacidades, sino por todo lo contrario;  por deficiencia de aceptación y uso de la VERDAD teórico- práctica, lo que algunos expresan como PRAXIS HUMANA?
     
    La HUMANIDAD sigue suspendiendo en la respuesta a aquel arquetípico examen tan simple como profundo y esencial:
    “-¿DONDE Y COMO  ESTÁ TU HERMAN*?”
    En este sencillo  MASTER y su adecuada RESPUESTA PRÁCTICA, se enmarca la CULTURA  que se precie de Humana y, por ello, de religiosa, incluida sobre todo, la  eclesial cristiana.

  • Asun Poudereux

    Siguiendo en lo que apuntan y reflexionan Mª Luisa y George, a los que agradezco mucho el estar ahí en el entretejido de todos en Atrio.
     
    Se nos presenta más que nunca una existencia tan fugaz que no merece nuestra dedicación o confianza en que pueda ser diferente en sus posibilidades. Es dificultoso ver la otra cara en la representación inducida de la realidad, la que mueve los hilos imperceptibles para el gran público, pero cuyas consecuencias las vivimos en el día a día y que se vienen repitiendo a lo largo de la historia cambiando su escenario, pero no su móvil.
     
    El acceso al “altar” está siendo magnificado y vedado, solo a unos pocos le es accesible, nuevos interpretadores de lo que los dioses celosos del poder desean y es bueno acatar para merecer la existencia en esta representación conjunta.
     
    “No penséis ya estamos nosotros para pensar” y daros instrucciones-soluciones, entretenimientos y olvidos.
     
    El olvido de lo más genuino en el ser humano, comienza desde fuera, aunque nadie desde dentro nos lo  puede quitar (Jesús no cesa de hacérnoslo ver), porque se nos ha sido dado para quedarse. Sin embargo, sufre la inercia persistente del arte-poder disuasorio, cuasi-religioso en su esencia, de insensibilizarlo y neutralizarlo.
     
    Y al final, la obra representada cuenta con la complicidad de todos, por más excepciones que hubiera. Lo estamos viendo ante la muerte del expresidente Adolfo Suarez en estos últimos días.

    Gracias a todos.

  • M.Luisa

    Querido George,  tu percepción sobre la tesis que plantea el  enlace que nos facilitas  en la que señalas  los caracteres propios del individualismo,  es la que en mi opinión,  tras leerte,   pienso se  monta sobre  la tesis a la que hace tiempo vengo  intentando llamar la atención  como estructura  básica o fundante desde la cual   luego  se entra en pasos sucesivos a la comprensión de este fenómeno  del cual  dices que  los pueblos tienden  a alejarse  de la solidaridad  como valor ético.
     
    A mí, lo que me movió al leer el  presente artículo cuya sintonía,  de entrada ya  me fue   muy familiar,  fue  contrastarlo  con el análisis antropológico  del cual me he servido durante tiempo y que gota a gota como puedo y sin apenas recepción  voy introduciendo cuando el texto me lo permite.
     
    Y de  lo que ahora me he dado cuenta es de que en mi comentario de ayer  de alguna manera da razón de lo que en el tuyo dices referente a que la humanidad tiende acercarse más a la animalidad centrada en sí misma que reconocía Darwin y menos a la propuesta de Jesús y su Proyecto.
     
    Si te fijas,   como digo,  esta “tensión entrópica”  que señalas, la analizo    en mi comentario de ayer   haciendo la distinción  entre dos momentos de la acción humana.
    Es,  pues, desde  esta estructura básica donde penden o deben partir   las  restantes del nivel superior.
     
    Un saludo cordial

  • George R Porta

    En la Tesis VII Benjamin repite en francés una expresión de Gustave Flaubert. Con perdón de los muchos atrieros que hablan o leen o entienden francés me permito proponer una traducción al castellano o español:
    Esta es la expresión de Flaubert:Peu de gens devineront combien il a fallu être triste pour ressusciter Carthage”
    Esta es una traducción mía que seguramente pudiera ser mejorada: “Pocas personas adivinarán cuanta tristeza tomó resucitar a Cartago”
    La cita original de Gustave Flaubert aparece en una carta a  Ernest Feydeau  fechada la noche del 29 al 30 de noviembre de 1859 en la que se refiere a su escritura de la larga historia de sangre y acción de Salambó sobre la destrucción de Cartago en la que se empeño salirse de las triste y deprimente historia de Madame Bovary, que le lanzó a la fama.
     
     
     

  • George R Porta

    Traigo el texto completo de ambas las Tesis V y VV de Benjamin no para mejorar o cambiar el trabajo de la autora sino porque en la primera parte de la cita VII Benjamin dice algo de enorme importancia para comprender por qué la lectura materialista de la historia puede causar tanta roncha. La Tesis VII debiera leerse en el contexto de todas, pero al menos en conexión con la Tesis V que incluyo:
     
    Tesis V:
    La imagen verdadera del pasado pasa de largo velozmente (en alemán: husch; nota del traductor). El pasado sólo es atrapable como la imagen que refulge, para nunca más volver, en el instante en que se vuelve reconocible. “La verdad no se nos escapará”: esta frase que proviene de Gottfried Keller indica el punto exacto, dentro de la imagen de la historia del historicismo, donde le atina su golpe el materialismo histórico. Porque la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella La buena nueva que el historiador del pasado trae, con pulso acelerado, sale de una boca que tal vez ya en el instante en que se abre, habla al vacío. (Énfasis mío.)

    Tesis VII:
     
    Considerad la oscuridad y el gran frío de este valle, que resuena de lamentos. (Brecht, “La Ópera de Tres Centavos”)

    Fustel de Coulanges recomienda al historiador, si quiere éste revivir una época, que debe sacarse de la cabeza todo lo que sabe del transcurso ulterior de la historia. Mejor no se podría caracterizar el procedimiento de empatía. Su origen es la pereza del corazón, la acedía, que desespera de apoderarse de la genuina imagen histórica que relampaguea fugazmente. Aquella (pereza) era para los teólogos de la Edad Media el fundamento originario de la tristeza. Flaubert, que había trabado conocimiento con ella, escribe: “Peu de gens devineront combien il a fallu être triste pour ressusciter Carthage”. La naturaleza de esta tristeza se hace más nítida cuando se pregunta con quién hace empatiza el historiógrafo del historicismo. La respuesta reza, inevitablemente con el vencedor. Pero los que dominan a la sazón son los herederos de todos los que han vencido. Por eso, la empatía con el vencedor favorece en cada caso al dominador del presente. Con ello se le ha dicho lo suficiente al materialista histórico.

    Quienquiera que haya obtenido la victoria hasta el día de hoy, marcha el cortejo triunfal que lleva a los dominadores de hoy sobre los (vencidos) que hoy yacen en el suelo. El botín, como siempre ha sido usual, es arrastrado por el cortejo. Se lo designa como el patrimonio cultural. En el materialista histórico habrá de contar con un observador distanciado. Pues todo lo que él abarque con la vista como patrimonio cultural tiene por doquier una procedencia en la que no puede pensar sin espanto. No sólo debe su existencia a los grandes genios que lo han creado, sino también al vasallaje anónimo de sus contemporáneos. No existe un documento de cultura que no sea a la vez de la barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión por el cual es traspasado de unos a otros. Por eso, el materialista histórico se aleja de ello cuanto sea posible. Considera como su tarea pasarle a la historia el cepillo a contrapelo. » (Énfasis mío, traducción de Bolívar Echevarría. El texto original de Sobre el concepto de historia—Über den Begriff der Geschichte— se encuentra en: Walter Benjamin, Gesammelte Werke, edición de Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhäuser, tomo I, pp. 693-703 y 1223-1266, así como tomo VII, pp. 783-784.)

    Los historiadores idealistas descalifican por injusto cualquier juicio del pasado que sea hecho desde el presente, es decir, sin tratar de situarse en el momento y las circunstancias, lo cual es una falacia, un imposible.

    Al hacerlo, voluntariamente o no, y so pretexto de justicia y equidad, simplemente escriben la historia desde el punto de vista del vencedor que suele borrar todo vestigio de los vencidos.

    En el caso de Jesús es extraordinario que, habiendo sido uno de los vencidos lo que pudiera quizás explicar que no pudiera conservarse trazo o huella directamente de él, haya sido objeto desde la desaparición del Templo de un aluvión creciente de documentos y de reliquias sobre todo desde que los cristianos y el  Cristianismo, no Jesús, se convirtieron en vencedores deviniendo religión imperial, y pudieron escribir la Historia “su historia”.

     
    Por eso es esencial atenerse en todo lo posible a la humanidad de Jesús y contemplar la posibilidad de su divinidad a través de la esperanza confiada y nada más. Esa fuera la fe realmente humana y posiblemente la que Jesús pidiera, la de comprometerse en su proyecto sin aspirar a nada a cambio, gratuitamente. Parece que Pablo, como los otros líderes hasta hoy nunca le comprendieron y, por lo tanto, nunca realmente subieron a la Barca, nunca dieron el paso…salvo quizás contadas excepciones…

  • George R Porta

    Agradezco enormemente este artículo a Atrio.
     
    Varias veces he recomendado la información contenida en el estudio longitudinal sobre la tendencia de los valores y de la percepción de la felicidad publicada en http://www.worldvaluessurvey.org.
     
    Mi sugerencia o solicitud no ha sido comentada y me lo explico porque soy desconocido y nuevo en Atrio. No es por causa del idioma porque el sitio del estudio puede ser leído en castellano. La tesis fundamental demostrada en el mismo, incluso gráficamente con mapas, gráficas, etc., es que los pueblos del Planeta, incluyendo a los países más pobres, tienden a alejarse de la solidaridad como valor ético predominante y a acercarse a la individualidad, y a definir la felicidad como satisfacción consumista y cuestión personal, individual o privado sin dimensiones sociales. En mi percepción, eso se traduce en que la humanidad, en Occidente y en otras partes, tras de 2000 años de Cristianismo,  tiende a acercarse más a la animalidad centrada en sí misma que reconocía Darwin y menos a la propuesta de Jesús y su proyecto.
     
    El estudio demuestra la persistencia longitudinal de la individualidad sobre la solidaridad típica del capitalismo y contraria al evangelio y por lo tanto demuestra indirectamente aunque clara y suficientemente el fallo de la cristianización llevada a cabo y el auge del protestantismo que no requiere de la praxis para testificar en términos de Jesús, del amor al prójimo como servicio y donación de sí.
     
    También ofrece fundamental o explica la prevalencia religiosa de cualquier ideología que como propone la autora garantice la hegemonía del grupo que crea que representa a Dios y la voluntad divina y de esa manera por asociación, es fácil deducir, se auto diviniza como hizo el clero desde los inicios del Cristianismo y durante todas las religiones paganas. La idea de los regímenes de izquierda que se consideraban los campeones de un futuro determinado por la historia no se apartan demasiado de ésta línea y por eso requería de la justificación de la dictadura.
     
    La Carta-Homilía a los Hebreos—anónima y erróneamente atribuida a Pablo—es crucial en el cristianismo porque reinstaura el sacerdocio mediador del Templo Hebreo en la tradición paulina y en el Cristianismo en general. Algo que he comentado sobre Ratzinger como posible autor de la carta de Juan Pablo II, su única sobre la Eucaristía (Ecclesia de Eucaristhia, abril de 2003) iba en esta misma línea, proponiendo que era inconcebible que Juan Pablo II en 25 años de pontificado no hubiese tratado de este tema y que lo hiciera dos años antes de morir cuando se babeaba y casi no pudiera pensar. Más aun sabiendo que no es extraño que las Cartas Encíclicas sean escritas por otros y no personalmente por los Papas. El objetivo a mi modo de ver fue recuperar la centralidad mediadora del cura en la comunidad después de los escándalos de pederastia del 2001 y cuando comenzaban a salir a la luz los escándalos financieros y éticos a espaldas del anciano Papa, ahora se sabe, con la complicidad de su secretario Dziwisz.
     
    Recuperar la centralidad del cura en la comunidad es recuperar el instrumento personal más poderoso de lo eclesiástico en lo económico y político y explica por qué la mujer no debe ser ordenada presbítero y, secundariamente y menos, por qué los curas no deben poder casarse. La exclusividad de la relación de la carrera personal ha sido un factor importante no importa que Bergoglio ahora trate de controlar el carrerismo eclesiástico. Lo que en esencia está diciendo con ello es que la jerarquía se reserva el derecho de escoger a quien quiere y que nadie debe aspirar explícitamente y que en realidad se disminuirá el grupo dentro del cual elegir porque los más dóciles se alejarán obedientemente y quedarán solamente los más políticos, capaces de ser carreristas sin parecerlo.
     
    En este contexto demostrar el extremismo religioso o mayor disposición al sacrificio personal por la causa equivale al heroísmo en la guerra: Aumenta la posibilidad del martirio y asegura el triunfo de los que se protegen en la retaguardia y organizan la estrategia pero no dan el frente. Y eso es válido para todas las estrategias institucionales.
     
    Son extraordinarias las líneas del artículo, hacia el final de esta primera entrega y que reproduzco a continuación. Pudieran añadirse discursos y declaraciones de algunos Papas y algunos líderes de movimientos dentro de la Iglesia Católica (Kiko Arguello, Escrivá de Balaguer, Marcial Maciel, etc.”):
     
    “Los discursos de Sharon, Ben Laden y Bush son las expresiones más perfectas y acabadas de la imposibilidad de la política bajo el fundamentalismo de las religiones monoteístas reveladas. Con ellas, la política cede lugar a la violencia como purifica­ción del Mal, y los políticos ceden lugar a los profetas, es decir, a los intérpretes de la voluntad divina, jefes infalibles.”

  • M.Luisa

    Con unas breves pinceladas sobre este importante ensayo del cual selecciono el  pasaje que a continuación dejo copiado    me ensayaré  con mi habitual línea de  reflexión a ver adonde me lleva si muy alejada  de ella o bien me la reafirma.
     
    Me centraré en esa secuencia del escrito
     
    Se ha perdido hoy la dimensión del futuro como posibilidad inscripta en la acción humana en tanto poder para de¬terminar lo indeterminado y para superar situaciones dadas, comprendiendo y trans¬formando el sentido de éstas.
    Volátil y efímera, hoy nuestra experiencia desconoce todo sentido de continuidad y se agota en un presente vivido como instante fugaz. Esta situación, lejos de susci¬tar una interrogación sobre el presente y el porvenir, lleva al abandono de cualquier lazo con lo posible y al elogio de la contingencia y de su incertidumbre esencial. Lo con-tingente no es percibido como una indeterminación que la acción humana po¬dría determinar, sino como el modo de ser de los hombres, de las cosas y de los acon-tecimientos”.

    Mi reflexión;
     
    Según se analiza, la acción humana se distinguen dos aspectos  o momentos. No es sólo lo tangencial de ella en su    ejecución   sino   que,  lo que la cualifica es en tanto  realización de posibilidades a la que ella nos abre. Este  es para mí el lugar  dimensional  de la acción abierta al futuro  de la cual  nos habla el artículo  expresándolo  así “Se ha perdido hoy la dimensión del futuro como posibilidad  inscripta en la acción humana en tanto poder” es decir, vista  no en su primer aspecto sino que este  poder  se encuentra  en el segundo    es decir en tanto realización y no en cuanto ejecución. Por lo que es en aquella acción  donde  las cosas nos dan su sentido propio. En definitiva es la transformación que se nos pide.
     
    Aquí, cuando se habla de nuestra limitación que no pocas veces se recurre a ella (un vacío que otros llenan)se está elogiando  a lo contingente como algo  propio  a nuestro modo de ser sin pensar que no es sino nada más un estadio tangencial a superar