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Mi nuevo paradigma teológico – 11 –

Juan LuisIV DIOS SE HIZO CARNE EN JESÚS DE NAZARET (4). Resurrección.

La entrega de Juan Luis (la fecha original está al final) empieza con una Nota para los lectores de ATRIO, que ambienta la manera cómo este verdadero libro (algún día habrá que publicarlo entero como tal, según alguien ya ha pedido) fue escrito por Juan Luis en diálogo con quienes intervenían, aunque jugaran “a la contra y con notable estilo”. Para alguien que se replantea aquí la manera acostumbrada de leer la resurrección de Jesús, como un hecho histórico probado, lo peor que puede experimentar es la indiferencia a su alrededor o comentarios frívolos. Ese es el Juan Luis que ahora afronta con gallardía su ceguera, sin rectificar ni una línea de lo que escribió hace cinco años, que hoy sigue rumiando en su corazón, no sólo en su cabeza.

(Nota para  los lectores de Atrio: Debo agradecer al moderador que haya abierto el taller al cuerpo central de Atrio: al no regir en éste el método racional (es decir, no específicamente teológico) que me impuse, como es sabido, para el taller, no han faltado comentarios en el cuerpo central de quienes en el taller se hallaban más bien perdidos. Aunque casi ninguno se ha interesado por el tema del hilo propiamente tal. O más bien, como en el fútbol, han jugado a la contra y con notable estilo misionero han defendido la divinidad de Jesús en su sentido más ortodoxo inundando el hilo de textos evangélicos y de diversos autores sin la menor precaución de precisar nociones: qué entiende cada comentarista o autor aducido por conceptos tan polivalentes y ambiguos como dios, divinidad, encarnación, igualdad Padre-Hijo, etc. Insisto, creo que lo importante en el nuevo paradigma (NP) es indagar LO MUCHO QUE DA DE SÍ UNA RAZON ABIERTA, crítica y de sentido común en beneficio de los propios seguidores del Maestro de Nazaret. Es soslayar el tema plantear aquí elementos de fe revelada y perder, a mi juicio, la ocasión de establecer una postura religiosa básica que pudiera interesar, sin perjuicio de lo propio, a personas de otra religión sin descartar a agnósticos y ateos.

Como llovido del cielo me ha llegado estos mismos días el libro “Otro cristianismo es posible” de Roger LENAERS, viejo jesuita de más de 80 años que en su jubilación (de profesor), ha ido rumiando entre pastores y vacas de las montañas del Tirol  y hoy nos ofrece los resultados, una visión del cristianismo inteligible para un espíritu moderno inquieto y atractivo por estar tal visión cristiana aligerada de ganga mitológica. Me sorprende gratamente esta presentación -sin acuerdo previo- de Nuevo Paradigma, paralela a la mía pero con mayor sencillez expositiva. Tendremos tiempo de saborear tan jugosas y frescas ideas, incluso mediante una lectura directa del libro de Lenaers).

IV. 10     ¿Resucitó realmente Jesús? ¡Como todos!

La resurrección de Jesús es el misterio de su vida que asumo sin dificultad porque, pese a la tradición, no es el de Jesús un caso excepcional. Incluso desde la más ortodoxa de las posturas cuando se afirma que Jesús resucitó no se está negando (aunque inconscientemente se suponga) que ningún otro ser humano difunto haya resucitado. Mi tesis es que la resurrección de Jesús no es fundamento para la fe por ser única sino porque nos confirma y aporta la clave de sentido de las infinitas resurrecciones que han ocurrido y siguen ocurriendo cada vez que un ser humano muere. La resurrección no es un misterio sobrenatural ni milagroso. Aunque no sea una realidad empíricamente verificable como nada de cuanto ocurre post mortem no por ello es un coto vedado a la reflexión humana. No obstante, reservo ésta para el siguiente y último capítulo, el V, en el que intentaré una hipótesis plausible sobre la que llamo Plenificación, que es el despliegue y consumación en el seno de Dios de las aspiraciones de toda la humanidad. En este momento, pues, nos ceñimos a la resurrección de Jesús. Muerte y resurrección constituyen en él el anverso y el reverso de la misma realidad, siendo la resurrección la clave de sentido y resolución sin la cual la muerte, máxima concreción del Mal, se impondría como exponente del absurdo de toda la historia humana y cósmica. Me limitaré a apuntar las líneas maestras.

IV. 11   Profeta en una sociedad quebrantada.

Todos los autores convienen en atribuir a Jesús, como punto de arranque de la experiencia religiosa  que sus primeros seguidores vivieron junta a él, el sentimiento de ser el “ungido” de Dios, destinado a colmar las expectativas de Israel, mediante el establecimiento del Reino de Yahvé. Misión que no dejaba de ser altamente arriesgada por revolucionaria dado el contexto de desestructuración y descomposición social  agravado por el sometimiento a una potencia extranjera. Si esta misión no fue la convicción primera de Jesús, no tardó en asentarse en su conciencia humana. Se sintió el “profeta escatológico” venido a aportar al  presente y futuro de Israel la buena noticia de una liberación integral sobre todo de los pequeños, marginados y desheredados de Israel en la más pura línea del profetismo judío. Era el vector religioso  principal de la fe judía: Yahvé es fiel a sus promesas y no dejará que los suyos sucumban bajo la servidumbre y la injusticia…

Jesús mismo había comenzado por hacer en su familia y en sus propias carnes la experiencia hiriente de aquella sociedad tremendamente  injusta. Tuvo treinta años para caer en la cuenta y empaparse de la situación. En Israel no se estaba cumpliendo la sabia previsión de un año sabático cada siete en el que las tierras, riqueza principal, volverían a sus antiguos dueños para reparar el expolio acumulado por los ricos y poderosos. Al fallar la reparación sabática la inmensa mayoría de la población rural no disfrutaba de la tierra de modo que se veía empujada o a alquilar su fuerza de trabajo y/o a emplearse en menudas labores artesanales para subsistir en condiciones de severa precariedad. Los padres de Jesús y él mismo formaban parte de esa mayoría rural desposeída.

A esa discriminación se añadían todas las demás, en especial una configuración religiosa dual de una minoría de devotos y puntillosos cumplidores de la Ley que despreciaba y esclavizaba al resto de “pecadores”, es decir, los incapacitados para satisfacer las ofrendas debidas al Templo, los agobiados de deudas, los que no cumplían la multitud de preceptos y prescripciones, las mujeres siempre sospechosas, los enfermos (¿han pecado ellos o sus padres?), las prostitutas abundantes cuando no hay que comer, los asalariados temporeros, los recaudadores de impuestos para el poder religioso o civil… Una sociedad de pobres realmente desgraciada.

¿Por qué Jesús tardó tanto en tomar conciencia de ello y en reaccionar? No nos lo dicen. En cualquier caso su conciencia pudo ir cargándose como una olla a presión hasta que un pase de reflexión en la soledad del desierto le hizo caer en la cuenta de la hondura del mal y de la urgencia de una denuncia profética en la línea de sus antepasados y de su propio primo Juan aunque bastante más pragmático que este tonante predicador.

IV. 12   Misión  mesiánica de alto riesgo.

Cuando salió de casa, sabía lo que quería y probablemente sospechaba lo que le esperaba sin mucho tardar. No era difícil para un espíritu lúcido barruntar a lo mucho que se exponía al desafiar tanto a la Autoridad religiosa como, de rechazo, a la civil. Primeros contactos con gente sencilla del entorno del lago Tiberíades, pescadores varios de ellos. Largas conversaciones con aquellos primeros seguidores compartiendo acontecimientos, cosas de la vida diaria, encuentros diversos, primeros conflictos. Su vida interior era tan rica e intensa en sentimientos, ideas, conocimiento de los recovecos del corazón humano, su libertad y valentía frente a los jefes del pueblo tan decididas, sus criterios sobre la realidad tan sorprendentes, su lenguaje tan sencillo, su ternura con los más indefensos tan desbordante que aquellos rudos galileos quedaron literalmente cautivados. Pronto lo llamaron ‘rabí’, maestro. Se extendió su fama como reguero de pólvora y enseguida quedó engullido por las demandas de aquella inmensa masa de desheredados, tan ávidos de cariño como de pan, convencidos de su magnetismo sanador, apaciguados en su espíritu por el aire de familiaridad con Dios que se desprendía de Jesús más que de urgencias legales…Todo en él era limpio, claro, sincero, honesto, decidido, desbordante de esperanza en medio de una sociedad sin porvenir. Jesús se vio pronto arrebatado por un torbellino de gentes que le solicitaban hasta la extenuación, forzado a veces a adentrarse en el lago para respirar. Era imposible que no se alarmasen los jefes del pueblo, comidos de envidia.

IV. 13  Estalla el conflicto final.

Los escribas y fariseos comenzaron, pues, a acosarle con zancadillas tanto religiosas como humanas para desacreditarle ante el pueblo. En vano. Su dialéctica era apabullante por lo sencilla, de puro sentido común. Y el maestro de Nazaret proseguía sus prédicas socráticas. Veladas al atardecer con los más cercanos al calor  de la lumbre. Infatigable caminante. En busca de silencio y oración por la noche. Sus adversarios estrechaban el cerco rechinando de dientes, incapaces de soportar al advenedizo maestro tan querido por el pueblo. A la vista de sus encuentros, tertulias, respuesta a mil demandas de sanación y ayuda la misión de proyecto mesiánico (‘el reino’ siempre a la vista) no necesitaba refinadas estrategias. La cruda realidad se le imponía perentoriamente.

Sus mismos amigos y seguidores reflejaban en sus dudas y comentarios  las inmensas esperanzas que ponían en él (”nosotros esperábamos…” dicen los de Emaús). Y él lo tenía claro en su conciencia, el proyecto de Yahvé para Israel de más justicia y bondad (”el reino”), había comenzado con él. De modo que Jesús arreció en sus denuncias. El conflicto era imparable. Jesús se dio de bruces con la oposición cerrada de sus adversarios, descarada ya, violenta en palabras y rostros furibundos. En lugar de arredrarse Jesús les echó un órdago decisivo: ante el espanto de los suyos emprendió desde el retiro de Galilea la larga caminata y finalmente áspera subida a Jerusalén. Jesús, cabalmente consciente de las consecuencias, retó a sus adversarios con un gesto sonoro de autoridad tirando por tierra los tenderetes del indecoroso comercio dentro del Templo. La suerte estaba echada. En cualquier momento podía sobrevenir el arresto. Jesús iba a morir por vivir como vivió, sin necesidad de recurrir a ninguna extraña teoría sacrificial y redentora.

Blasfemos los teólogos que hicieron del ‘abbá’, el buen papá Yahvé, el victimario en razón de no sé qué ofensa mítica del comienzo de los tiempos…A ofensa infinita, reparación justa e infinita ¿No es ésta una inimaginable afrenta y traición al espíritu de Jesús por parte de la raza de víboras, la jerarquía de todos los tiempos, que tomó el relevo de los fariseos y consintió una teología que hasta tal grado de insensatez desfiguró el rostro del Padre que se reflejaba en el del Maestro bueno? ¿Con semejante bajeza se pudo imaginar la ‘redención’ torturando al maestro para luego esclavizar y destrozar las conciencias de los seguidores? ¡Siglos de truculentas doctrinas sobre la salvación sacrificial en la historia cristiana!

IV. 14  Por vivir como vivió murió como murió

Se precipitaron los acontecimientos de lo inevitable. En pocos segundos Jesús se encontró maniatado. Fracasó su misión de cambiar la sociedad y hacer justicia a los pobres. Atrás quedó el abrazar a un leproso, iluminar la mente de un desesperado, consolar a una madre, devolver a un padre a su pequeña medio muerta, defender a ninguno de sus seguidores de las insidias clericales, cambiar el corazón de una mujer pidiéndole de beber, librar a otra acorralada a punto de ser lapidada, cruzar una mirada tierna con otra valiente que se había metido en la boca del lobo de la cena ‘solo para hombres’ y le ungía con caro perfume los pies…¿Qué torbellino de sentimientos inundó la cabeza de Jesús? ¿se frustraba el proyecto de Yahvé de un mundo mejor (el reino) apenas comenzado? ¿quedaba alguien que siguiera confiando en el “abbá”? Jesús no tenía las claves del futuro y no esperaba una legión de ángeles llegados del cielo para permitirle proseguir su misión. ¿Qué estúpida corazonada le había llevado a salir de su refugio en Galilea? Bien nos hubiera gustado conocer algo más de la mente del profeta y de sus discípulos. Bien poco sabemos de aquellas horas. ¿Qué sentimientos contrapuestos parecían imponérseles hasta el punto de arrancar de ellos aquella semilla que había quedado enterrada en lo hondo del corazón al cabo de tantas conversaciones, de tan jugosas tertulias al calor de la lumbre en las frías noches del invierno palestino cuando nadie les ofrecía dónde reposar la cabeza. Toda la buena y ‘nueva noticia’ de que eran depositarios se secaba irremediablemente como flor en el desierto. Se les había esfumado el reino sin siquiera haber tomado posesión de alguna prebenda. Para colmo el Maestro que había hecho recular más de una vez en Galilea a quienes le querían prender había tirado la toalla, “envaina tu espada, Pedro”. Y este valiente se arruga delante de una criada y jura no conocerlo ¡Desesperante! ¡Todo se había venido abajo!

IV. 15  “¿Por qué me has abandonado, abbá?” y al poco… “Abbá, me abandono en tus brazos”

En pocas horas, Jesús, después de ser sometido a acusaciones y torturas se ve camino del lugar de ajusticiamiento de esclavos y bandoleros. Los recuerdos nos llegan matizados, filtrados, interpretados no por testigos directos sino a través de flashes múltiples transmitidos de unos a otros. Pero las palabras y gestos del Maestro que mayor impacto produjeron gozan de mayor garantía de  historicidad…

No estoy bordando imaginaciones. Bastan media docena de palabras de Jesús trasmitidas por la tradición para tener idea de lo esencial. Me quedo con dos palabras de Jesús a poca distancia una de otra que encierra su particular ‘purgatorio’. El tiempo puede ser un instante y un instante puede encerrar la densidad de muchos años. Según como se viva. A Jesús le quedaba muy poco tiempo, estaba claro y cada instante de indecible dolor era una eternidad. Dos palabras desgarradas que enmarcan un breve pero densísimo proceso de ‘conversión’ (dicho con todas las comillas que se quiera): “¿Por qué me has abandonado, papaíto?” – “Mi buen papá, en tus brazos me abandono”. Dos extremos de un combate a muerte, el desgarro de una blasfemia y la afirmación de la total confianza.

El grito de estar abandonado era el peor reproche a Dios en la boca de un creyente israelita : ¡Dios, no eres fiel a tus promesas! ¡me has abandonado! ¡no lo entiendo! ¿por qué este desastre? (¿Nadie ha repetido lo mismo alguna vez en algún momento de la vida?). El proceso interior de Jesús era sencillo. El proyecto inicial estaba claro “Venid a mí los que estáis agobiados”. Le tomaron la palabra y multitudes de desgraciados se colgaron de él. Pero todo había acabado. Sintió en sus carnes la mordedura del fracaso total y no entendía nada. Jesús, permíteme que te diga lo que me decía mi madre ante algún gesto solidario un poco loco “¿Quién te manda a ti meterte a redentor?” ¿Quién te mandó a ti ir cargando con todas las desgracias que te salían al paso? Debías haberte blindado un poco: es imposible endosar todo ese sufrimiento de tu pueblo. Cuando por la calle avanzo edificio tras edificio es como si a cada puerta y detrás de cada ventana se cociera un drama que lanzara al paseante un chorro de dolor y negatividad. Uno bien quisiera…Pero ¿quién puede cargar con todo? Acompañé con mi esposa a unas monjas de la Compañía De María a una sucursal lejos de su misión. Fueron horas tensas. Llovieron enjambres de chiquillos y de mayores, cada uno con un problema importante. Por mucho que nos multiplicábamos no había quien diera abasto. Aparte de reclamar al Estado soluciones más estructurales las monjas llegaban a poco en cada gira. Pensé que el regreso sería de un tenso sufrimiento pero me sorprendieron con una canción de esperanza. Manifesté mi extrañeza ante tanto contraste y me respondieron :De algún modo nos tenemos que blindar para poder seguir volviendo cada semana ¿Quién les mandaba ‘meterse a redentoras’ a estas heroicas mujeres? Muy sencillo, la luz del Maestro iluminaba sus vidas. Ellas simplemente “le seguían”. Si Jesús hubiera podido adivinar lo que iba a influir en la historia…Pero colgado de aquel madero no había lugar para la esperanza. Jesús bebió hasta la última gota el cáliz del fracaso definitivo: ninguna perspectiva de construcción del Reino, el Padre le había abandonado. Que no se piense en una frase literaria de épica para la ocasión. Ni el más débil rayito de esperanza atravesaba los nubarrones sobre su cabeza. Todos le habían abandonado (aunque el redactor bíblico edulcorara luego la escena), Jesús quedó solo. Le asaltaban rostros y nombres de cientos de pobres, marginados, sufrientes ¿De qué le servía la conciencia de que todo era resultado de su defensa de la justicia y del amor? Eso era ‘meterse a redentor’, no había más misterio en lo que saltaba a los ojos meridianamente claro. A esa realidad tan sencilla de apuesta por sus hermanos se le dio muchos nombres en clave mitológica: kénosis, expiación, redención, sacrificio, perdón de los pecados…Algún papel desempeñaron tales vocablos en siglos pasados. Hoy ni se entienden ni interesan a los jóvenes que si no pueden eludir el “sermón” aguantan el rollo con un gesto que está diciendo “¡aún se creen esas cosas!” Y nosotros tan ufanos de que hemos evangelizado “opportune et impportune”. Me consta que ése es el efecto de vergüenza ajena que producen en muchos nuestras floridas y biensonantes glosas de la mitología cristiana: movimiento kenótico, alumbramiento emergentista, avance escatológico, madre sin concurso de varón, procesiones trinitarias, sepulcros vacíos, apariciones con llagas que se tocan, ascensiones entre nubes, cambios transustanciales de alquimia sobrenatural…Con qué barroca verborrea medieval envolvemos las cosas más sencillas: A Jesús le mataron por defender y liberar al pobre de la injusticia y de la Ley. Punto. Éste es el estilo sobrio y correoso que tanto me sorprendió hace unos años por su huída de la altisonancia religiosa en un pensador laico francés que no ha pasado de moda aunque tampoco figura -injustamente- entre las estrellas de la teología, Marcel LÉGAUT. Me permito recomendarlo a los más barrocos que necesitan volver a las cosas sencillas!

IV. 16  ¡Jesús volverá, Jesús vive!

¿Qué pensaba Jesús en la cruz? Sin duda, en que por haber vivido como había vivido, se  había ganado a pulso lo que le ocurría? Pero ¿no cabía ninguna esperanza? A diferencia de los saduceos, sacerdotes del templo (¡qué incoherencia, no?), Jesús creía en la resurrección como la mayoría del pueblo desde el tiempo  de los macabeos.  Pero qué podía bien entender Jesús por resurrección? Otra de las palabras más ambiguas de la historia, incluida la cristiana. Jesús que había anunciado su resurrección según el decir de los suyos (profecía ex eventu probablemente), ¡quién sabe si tenía las ideas teológicas más claras que el común de judíos creyentes! Algo, sin embargo, parece que fue cuajando con cierta rapidez en su mente luego de aquella su queja desesperada y blasfema por el abandono del Padre. Posiblemente tuvo su parte la opinión generalizada sobre la inmortalidad. Más probablemente aún se le fue imponiendo en el corazón la convicción más acendrada de la fe judía que no falló del todo ni durante el exilio: Dios era  fiel a sus promesas. En plena ‘noche oscura’, sin embargo, el espíritu de Jesús se fue apaciguando… y creyó. De la desesperanza volvió a la esperanza: “En tus brazos me abandono, mi fiel papá”. En los brazos en que siempre había vivido, lo seguiría haciendo aún después del tormento. Su conversión le había llevado a la más alta unión mística con Yahvé ¡Consumatum est!

Entre tanto, acabado todo, sepultado Jesús por un amigo o, lo más probable, arrojado a la fosa común de los ajusticiados, sus seguidoresamigos que se habían dispersado, habían iniciado un camino semejante al itinerario interior del Maestro. Comenzando -no cabe duda- por las mujeres que más le habían querido.

Funcionó en ellos la misma clave de la fe judía: Dios es fiel. Jesús había iniciado la liberación integral desde abajo, desde los más necesitados, de la opresión de la enfermedad, del demonio, de la injusticia, de todos los males que aquejaban al pueblo judío. Parecía, incluso, que en sus últimas semanas Jesús había extendido su misión a los samaritanos herejes y a algunos paganos de las orillas del lago. El “reino”, el mundo mejor deseado por Yahvé había comenzado. Dado que Dios no se arrepiente de sus promesas y que Jesús no había llevado a término su misión profética…¡TENÍA QUE VOLVER! Jesús seguía vivo. Con temor y temblor, mirándose a los ojos, se fueron atreviendo a comunicarse la arrolladora experiencia interior de conversión: El Maestro vive, he visto al Maestro. El proceso de conciencia de tanta esperanza, de tanto amor acumulado fue ganando el terreno a la desesperanza y al miedo y se impuso una evidencia mayor que la de la carne y la sangre. Si Dios era fiel, el maligno no podía tener la última palabra sobre Jesús. Cada uno expresó  a su manera algo que era indecible: ¡Jesús vivía! ¡Jesús estaba vivo! ¡y contaba con ellos! “¡Id y proclamad la buena noticia de su liberación a los pobres!”

IV. 17  Perspectivas y conclusiones

De estas perspectivas se desprenden algunas conclusiones de profundo calado que establecen una cosmogonía esperanzadora y exultante. Para ello no ha habido que sacrificar nada de la esencial intuición cristiana sino que, al contrario, su realce ha ganado al cercenar dudosas elucubraciones de contenido más bien mitológico. Son una explicación más razonable que unos elementos míticos que no tienen fundamento en el núcleo útil de la confesión cristiana de la resurrección.

  • 1) Lo realmente importante para la confesión cristiana y en lo que ésta tiene su fundamento no es la afirmación de que resucitemos porque Jesús resucitó y fue el único que lo hizo. Lo importante es que la experiencia vivida de los apóstoles de que Jesús seguía vivo confirmó algo a lo que la intuición de todos los pueblos había llegado de alguna manera y con muy diferentes modos de expresión: que la muerte inexorable era una evidencia. Pero existía alguna prolongación del ser, se llamase resurrección o como quiera se llamase. Y esta continuación del ser era mejor explicación que la lóbrega caída en la nada de esa ansia irrefrenable en todo ser humano de pervivencia y de plena felicidad.
  • 2) La misma experiencia interior de los apóstoles expresada como visión de apariciones del resucitado desvela del todo algo que la propia conciencia natural podía intuir, que el dolor, la muerte y el mal, en general, el gran escándalo para la inteligencia y el corazón del hombre, no pueden tener la última palabra. Porque ésto sería la manifestación de que ese misterio que llamamos creación es, en realidad, el fracaso de Dios, además de constituir el mayor de los absurdos. Lo podemos condensar en dos frases: a) ninguna ley nos asegura apodícticamente que este cosmos habrá de volver a la nada; b) sin embargo, el ser inteligente, que es considerado como la culminación de la evolución cósmica, sí que habrá de volver a la nada.
  • 3) El punto único de cualquier revelación divina se realiza, pues, en las experiencias fuertes de la conciencia subjetiva con el aval de su verificación práxica. Sobra la revelación como aporte exógeno de información sobre lo numinoso. La experiencia interior de los primeros cristianos constituye sin duda un hito que no tiene por qué ser el único. Y se refuerza con el testimonio de cualquier persona espiritual comprometida de cualquier religión (o ateísmo honesto), es decir, de experiencia interior fuerte verificada en la entrega a los demás. Cualquier experiencia espiritual con esperanza incrementa las ganas de vivir. “Toda alma que se eleva, eleva al mundo”, decía alguien.
  • Salvo que -aseguran algunos, tal vez, por miedo a un seísmo dogmático- Dios retome su obra y la corrija o complete mediante una nueva intervención, la llamada ‘nueva creación’, la salvación en Cristo. Así pues, la exultante experiencia interior de los apóstoles sobre la indiscutible fidelidad de Dios a sus promesas es como creencia un acontecimiento, aunque no empírico, de especial trascendencia en la marcha de la historia. Ellos, al igual que cuantos realizan una experiencia interior fuerte, la  de la vivencia unitiva con Dios mediante el amor (consciente o inconsciente, explícito o implícito en el obrar), constituyen una más razonable y dinamizadora percepción del destino de la humanidad. Nuestra dolorosa y atormentada historia tiene mejor sentido que el sin sentido de que el punto álgido de la evolución cósmica como es el ser humano esté destinado a su pérdida absoluta en la nada.

Sirve aquí retomar la expresión de Ireneo de Lyon dándole ahora un sentido plenamente totalizante. “Gloria Dei vivens homo”: el colmo de la glorificación de Dios estriba precisamente en que permanezca y viva la humanidad.

Qué podemos entender por resurrección es, pues, algo secundario, nunca quedará despejado su misterio para los mortales. En el próximo y último capítulo al reflexionar, sin evidencia empírica aunque con mente crítica pero abierta, sobre el desenlace que probablemente haya de tener una humanidad ávida de eternidad, ensayaremos alguna aproximación a lo esencial de la resurrección: después de la muerte y en ese mismo instante (ya no instante sino eternidad) la identidad de la persona alcanza su máxima afirmación mediante su potenciación en la unión (sin confusión) con Dios para siempre.

Logroño 5 julio 08

5 comentarios

  • oscar varela

    Hola!
     
    Primero: Gracias Antonio D., ahora entendí que la Nota no es de ahora (de “este” Taller)
     
    Segundo (como para ir despuntando el vicio de charlar).
     
    Leo en
    IV. 11 Profeta en una sociedad quebrantada
     
    – “Todos los autores convienen en atribuir a Jesús, como punto de arranque de la experiencia religiosa que sus primeros seguidores vivieron junta a él, el sentimiento de ser el “ungido” de Dios, destinado a colmar las expectativas de Israel, mediante el establecimiento del Reino de Yahvé.

    “Era el vector religioso principal de la fe judía: Yahvé es fiel a sus promesas y no dejará que los suyos sucumban bajo la servidumbre y la injusticia…

    “En cualquier caso su conciencia pudo ir cargándose como una olla a presión hasta que un pase de reflexión en la soledad del desierto le hizo caer en la cuenta de la hondura del mal y de la urgencia de una denuncia profética en la línea de sus antepasados y de su propio primo Juan aunque bastante más pragmático que este tonante predicador.”-
    …………………
     
    Me pregunto:
     
    ¿Cuál es el fondo que sustentan estos escritos de Luis?
     
    Me lo explico con sus primeras palabras:
    – “Todos los autores convienen en atribuir a Jesús …”-
     
    Yo hubiera dicho lo mismo, porque era (aunque con algunas dudas), lo que entonces pensaba:
     
    a)      Que Dios (Yahvé) era fiel a su Promesa
    b)      Que Jesús era el Cumplimiento exhaustivo y final de esa Promesa
    c)      Que estaba en la profética línea de su propio primo Juan.
     
    Sin embargo, adhiero ahora a la interpretación de Salvador Santos (según lo que yo comprendo), que – LO QUE “Todos los autores convienen en atribuir a Jesús …”- HA SIDO UNA EQUIVOCACIÓN.
     
    Por lo tanto:
    Venido abajo el “Supuesto” se viene abajo lo sobre él construido.
     
    No me ha quedado más remedio honesto que el de ¡seguir peso-yendo todavía! – Oscar.

  • Antonio Duato

    Oscar:

    La introduccción de Juan Luis es a la publicación de este post el 5 de Julio de 2008, como consta la final.

    Hasta esta entrega se publicaba en un blog-taller especial, en el que se pedía a los comentaristas de manera muy especial que sus comentrios se basaran en argumentoz de razón no en la autoridad de los dogmas. Al empezar a publicarlo en la página central él pensaba que entrarían, sin miedo, más comentaristas. Eso es todo. Y la referencia al libro de Lenaers era por ver que había otros católicos que se distanciaban del paradigma clasico. Después lo leería e introduciría en el taller que se montó sobre él en ATRIO (septiembre 2008 a abril 2009), manifestando al final alguna diconformidad con los planteamientos de Lenaers.

    A Javier le digo que no meta aquí la cuestión de si “La resurrección es un buen negocio para la ICR”. Ya lo sabemos. Pero para tratar de ello que lo presente en otra entrada firmada por él, con el enlace a lo del hospital de San Pablo, a otras fundaciones o a la rebelión de Lutero por las indulgencias. Buen tema, pero para otro lugar. Aquí sería una descortesía al distraer de lo que plantea Juan Luis con profundidad y autenticidad.

  • Javier Renobales Scheifler

    http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/04/20/catalunya/1366480627_782466.html
     
    A la inexorable hora de la muerte, las riquezas del que pronto va a morir, y no las va a necesitar, van con frecuencia para los que tienen en sus manos la poca vida que le queda al ‘donante’ moribundo.

    Un ejemplo más es este caso del hospital de saint Pau; muchas de esaas riquezas van a parar a las manos de los que manejan este hospital santi Pau.

    Siempre conviene mezclar la santidad católica -saint Pau- con estas cosas, la resurrección en la ‘otra vida’, dios y la contemplación del mismo, las indulgencias o perdón concentrado limpiador de alto grado de cualesquiera culpas …, para que funcione la teología financiera.
     
    Dice la noticia del link:

    “el dinero no va destinado al fin por el que los donantes entregaron en los seis siglos de historia de Sant Pau sus bienes a la institución: la asistencia a los enfermos.

    Creemos que se engaña a los donantes haciéndoles creer que sus bienes servirán para que el hospital siga funcionando, cuando lo cierto es que solo sirven para engordar el patrimonio de una institución que sigue controlada por la Iglesia”,”
     
    La resurrección es un buen negocio para la ICR, al punto de que los evangelios dicen algo así como que si no hay resurrección, vana es nuestra fe.
     
    Si hay o no resurrección (y si hay o no dios, que en esa vida no interviene, -de lo contrario evitaría tantos abusos que hace la ICR en nombre del cacareado dios-) no es cosa de esta vida, sino de ‘la otra’ si la hubiera, lo cual nadie sabe, ni tampoco los ‘testigos’ apóstoles que dice el evangelista que dijeron que habían visto el cuerpo resucitado de Jesús.

    Lo que vieron probablemente fue la manera de sacar su comunidad religiosa adelante, con la venta de la mercancía resurrección para la otra vida. 

    Pero el negocio es el negocio: dejar la resurrección para esa hipotética otra vida es dejar pasar de largo la posibilidad de un buen negocio, como demuestran estos enormes patrimonios acumulados con la ICR de por medio.

  • oscar varela

    Hola!
     
    (Nota para los lectores de Atrio: …)
    OK! Veamos algunas cositas de este editorial del Autor.
    ………………………….
     
    Leo:
    1.-Debo agradecer al moderador que haya abierto el taller al cuerpo central de Atrio: al no regir en éste el método racional (es decir, no específicamente teológico) que me impuse, como es sabido, para el taller…”
     
    Digo:
    Habla Luis de “método racional”:
    – ¿a quién se refiere: a “Atrio” o al método “Taller”?
    – ¿cuál es lo “no específicamente teológico”?
     
    2.- “…, no han faltado comentarios en el cuerpo central de quienes en el taller se hallaban más bien perdidos.”-
     
    Pregunto:
    – ¿Por qué no intervino para “orientar” a los que consideraba “perdidos”?
    – ¿A qué viene recriminarlos ahora y sin siquiera tratar el Asunto des-orientador?
    ………………
     
    3.-sin la menor precaución de precisar nociones: qué entiende cada comentarista o autor aducido por conceptos tan polivalentes y ambiguos como dios, divinidad, encarnación, igualdad Padre-Hijo,”-
     
    Digo:
    ¿No te has enterado Luis de mis –si tú quieres: tontos-, esfuerzos por precisar el concepto de “DIOS” en un imaginario diferente del teológico habitual (religioso en última) instancia)? En un “Curso”, que se compone de Lecciones, es justificable que te dis-traigas de opiniones diferentes a la tuya; pero en un “Taller” ¿te parece bien hacerlo sin al menos oponerte?
    …………………
     
    4.- Sobre el Libro de R. Lenaers dices que “hoy nos ofrece los resultados, una visión del cristianismo inteligible para un espíritu moderno inquieto
     
    Pregunto:
     – ¿Cómo lo sabes si dices que no lo has leído “Tendremos tiempo de saborear tan jugosas y frescas ideas, incluso mediante una lectura directa del libro de Lenaers”)?
     
    – ¿Puedes dar una razón “inteligible” de lo que Lenaers quiere significar con su Concepto de “Teonomía”, el que sería –según él- el capaz de hacer comprensible a ese OTRO Cristinismo POSIBLE?
    …………….
     
    ¿Iremos todavía? – Oscar.

  • Antonio Vicedo

    “Qué podemos entender por resurrección es, pues, algo secundario, nunca quedará despejado su misterio para los mortales. En el próximo y último capítulo al reflexionar, sin evidencia empírica aunque con mente crítica pero abierta, sobre el desenlace que probablemente haya de tener una humanidad ávida de eternidad, ensayaremos alguna aproximación a lo esencial de la resurrección: después de la muerte y en ese mismo instante (ya no instante sino eternidad) la identidad de la persona alcanza su máxima afirmación mediante su potenciación en la unión (sin confusión) con Dios para siempre.
    Esto dará para mucho en convergencia con lo que sólo por fe aceptamos, quedando narraciones testimoniales y explicaciones racionales con mucho valor positivo  y funcional de motivación y apoyo al acto de fe en la vida humana (imagen y semejanza -ACCIÓN- de Alguien aquí NO experimentable) permanente, tanto de Jesús humano, como de la total y entera Humanidad.

    Esperamos el próximo capítulo para poder reforzar la convicción en la fe de los discípulos, testigos de la experiencia vital compartida con el Galileo Jesús, y de las motivaciones existenciales para su fe en la que basar recuerdos experimentados y vivencias inexpresables, pero en demanda de referencias vitales individuales y comunitarias.