UN PASO, UN MUNDO – Salvador Santos – “Destilado” de Oscar Varela
1º.- Un inicio humilde: Él y dos parejas de hermanos
2º.- Presentación de los colectivos que intervendrán en el relato:
* la gente,
* los círculos institucionales,
* los discípulos…
3º.- La presión de esos colectivos buscando variar su estrategia:
* no conseguirá desviarlo de su plan.
* Plan reflexionado a fondo
* mantiene firme su proyecto.
4º.– Visibiliza su acción con un cuarto grupo de personas:
* los Marginados
* su actuación con ellos sostendrá su Discurso.
Fascículo 03– LA FE ESTÁ EN LOS PIES
(Mc. 1,14 / 2,28)
La primera parte de Marcos refleja a modo de síntesis los comienzos de la actividad de nuestro protagonista. Leímos la invitación a dos parejas de hermanos a sumarse a su proyecto. Nada se dice de lo que pensaron o dijeron, solo que se fueron tras él. Son inicios humildes.
A partir de ese punto, Marcos prosigue su narración describiendo en forma de extracto las posiciones de los colectivos que intervendrán en su relato; la gente, los círculos institucionales, los discípulos…
La presión de esos colectivos buscando variar su estrategia no conseguirá desviarlo de su plan. Ha reflexionado a fondo y se mantiene firme en su proyecto. Su actividad se hará visible de forma singular con personas pertenecientes a un cuarto grupo, el de los marginados. Su actuación con ellos concederá valor a su discurso.
—Si les parece, podemos leer estas escenas —propuso Teófila—-, pasaremos rápido a través de ellas mencionando únicamente lo esencial de su contenido. De esa manera seguimos la orientación del relato hasta llegar al episodio del paralítico.
“El sábado entró en la sinagoga e inmediatamente se puso a enseñar. Estaban impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no como sus letrados.
Estaba en aquella sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo e inmediatamente empezó a gritar:
— ¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios.
Jesús le conminó:
— ¡Cállate la boca y sal de él!
El espíritu inmundo, retorciéndolo y dando un alarido, salió de él. Se quedaron todos ellos tan desconcertados que se preguntaban unos a otros:
— ¿Qué significa esto? ¡Un nuevo modo de enseñar, con autoridad: incluso da órdenes a los espíritus inmundos y le obedecen!
Su fama se extendió inmediatamente por todas partes, llegando a todo el territorio circundante de Galilea” (Mc. 1, 21b-28).
El protagonista de nuestra historia acude al lugar donde se concentra la gente. Allí la institución adoctrina. Él no va a cumplir el precepto, sino a enseñar. Su enseñanza no repite tradiciones ni se apoya en los enunciados de maestros afamados. La gente reconoce la novedad de su mensaje. La institución se siente atacada. La ideología institucional aparece representada por el espíritu inmundo que surge de pronto reconociendo a gritos la oposición de ese innovador mensaje a la doctrina tradicional. La institución no comprende que, siendo de Nazaret, un pueblo afamado por su fanatismo nacionalista, aquel hombre no se atenga a los criterios del ideario oficial. No obstante, con el propósito de atraerlo a la ortodoxia, le ofrece el liderazgo del movimiento que presumiblemente debía conducir al pueblo a su independencia y a su hegemonía política. Es la trampa del poder. Intenta que desista de su planteamiento ofreciéndole un puesto de especial relevancia. Sin embargo, él acalla a la ideología que aplasta al hombre, lo que le genera cierta aceptación entre la gente. Muchos descontentos con la institución se sentirán atraídos por su mensaje.
“Al salir de la sinagoga fue derecho a casa de Simón y Andrés, en compañía de Santiago y Juan. La suegra de Simón yacía en cama con fiebre. Enseguida le hablaron de ella; él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a servirles” (Mc. 1, 29-51).
Desde el principio, en el entorno del pequeño grupo de seguidores, confirma que no cederá a la estrategia de liderar la lucha armada contra Roma. Los que le acompañan, imbuidos por ardores (”fiebre”) fanático-nacionalistas, sí comparten esa idea. La contemplan como única salida.
El Galileo les hace ver que la fiebre reformista que defrauda y lleva al abatimiento, se transforma con la práctica subversiva de las manos, en disposición dinámica al servicio de los otros, elemento esencial de su propuesta.
“Caída la tarde, cuando se puso el sol, le fueron llevando a todos los que se encontraban mal y a los endemoniados. La ciudad entera estaba congregada a la puerta.
Curó a muchos que se encontraban mal con diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios; y a los demonios no les permitía decir que sabían quien era” (Mc. 1, 32-34.).
El pueblo, a la puerta, reconoce su autoridad y aprecia la novedad de su mensaje -siguió diciendo Teófila-, aunque continúa anclado en los valores de la institución. Observen cómo no se atreven a acercarse al Galileo hasta que acaba el día de precepto (“Caída la tarde, cuando se puso el sol”). Desean salir de la mala situación que padecen. Se hallan sometidos por la ideología oficial (“demonios”) y, al creer también que la solución a sus pesares exige el uso de la violencia, tratan de conducirlo al terreno de sus ideas.
La gente busca ser masa tras un líder. Permanecer como espectadores de la enseñanza del Galileo no desamarra de la esclavitud, sugiere Marcos. Ante su proyecto se requiere la decisión individual. No hay, sin embargo, compromiso personal en las masas, Los individuos se ocultan en el tumulto.
“Por la mañana, se levantó muy de madrugada y salió; se marchó a despoblado y allí se puso a orar. Echó tras él Simón y los que estaban con él; lo encontraron y le dijeron:
— ¡Todo el mundo te busca!
Él les respondió:
— Vámonos a otra parte, a las poblaciones cercanas, a predicar también allí, pues para eso he salido” (Mc. 1, 35-38).
El Galileo se aleja del agobio de las masas. Ante su presión, reflexiona para ratificarse en su proyecto. El grupo de seguidores se declara partidario de la fuerza política que representan las gruesas mareas de gente, No obstante, a él no le interesan los flujos masivos despersonalizados. Se aparta de ellos y se centra en exponer la fuerza liberadora de su enseñanza. No cede. Busca la decisión individual.
— Teófila ¿Qué has querido decir con eso de la práctica subversiva de las manos?
— Por decirlo con brevedad, llamo así al efecto transformador de su actividad humana y social. El Galileo mostrará con su praxis que las manos, anquilosadas por su utilización como instrumentos para acaparar, adquieren una energía social formidable cuando se extienden para llegar al otro, para dar, para acercarse sin titubeos y con generosidad. Esa práctica consigue la recuperación de la integridad del ser humano. Un ejemplo lo tenemos en la escena del leproso que precede a la del paralítico. Vamos a leerla.
“Fue predicando por las sinagogas de ellos, por toda Galilea, y expulsando los demonios. Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas:
— Si quieres puedes limpiarme.
Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
— Quiero, queda limpio.
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Reprimiéndolo, lo sacó fuera enseguida y te dijo:
— ¡Cuidado con decirle nada a nadie! Al contrario, ve a que te examine el sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba contra ellos.
Pero él, al salir, se puso a proclamar y a divulgar el mensaje a más y mejor; en consecuencia, Jesús no podía ya entrar manifiestamente en ninguna ciudad; se quedaba fuera, en despoblado, pero acudían a él de todas partes” (Mc. 1, 59-45).
A diferencia de los círculos institucionales, del grupo de seguidores y del gentío -explicó- el marginado es capaz de sobrepasar peligrosamente el impedimento legal que lo margina para acercarse a nuestro protagonista.
El leproso es una figura representativa de la marginación. Aproximándose al Galileo, incumple las reglas. Pero lo hace, a sabiendas, para plantearle con valentía el reto de decidir si la alternativa que él propugna mantiene o no la marginación.
El Galileo no se quedó corto y quebrantó también las normas que legitimaban la exclusión social. Dice Marcos: “Conmovido, extendió la mano y lo tocó..“. Con su acción de tocar, el Galileo denuncia y proscribe a la misma ley discriminatoria. No realizó un milagro curando a un marginado. Atacó directamente al sistema que margina, dando acceso al leproso a la nueva sociedad sin excluidos. Él mismo se encargó de divulgar la primicia. Al Galileo, la propagación de la noticia le costó quedar contaminado y proscrito. Por eso Marcos termina la escena diciendo: “No podía entrar manifiestamente en ninguna ciudad; se quedaba fuera en despoblado…“.
En este caso, la práctica de las manos deja entrever que la marginación deja de serlo cuando quien ejecuta esa praxis subversiva se pone de parte de los marginados.
Según él, se alcanza la plenitud humana cuando uno logra salir fuera de sí mismo, traspasa la estructura ideológica que le encorseta y se acerca al marginado poniéndose de su lado. Estar a favor o en contra de la marginación señala, por tanto, que retrocedemos o avanzamos.
Dicho de otro modo, se produce progreso humano cuando se opta con decisión a favor de los desfavorecidos; admitir la marginación supone, por el contrario, permanecer atrofiado.
¡Verdaderamente son un concepto y una práctica subversivos!… No podemos hablar de progreso humano refiriéndonos a un modelo que genera marginados. Por ahí va la práctica subversiva de la mano.
La praxis subversiva del Galileo motivó que se formara la primera coalición para ponerlo en el punto de mira.
“Entró de nuevo en Cafarnaún y, pasados unos días, se supo que estaba en casa. Se congregaron tantos que ya no se cabía ni a la puerta, y él les exponía el mensaje.
Llegaron llevándole un paralítico transportado entre cuatro. Como no podían acercárselo por causa de la multitud, levantaron el techo del lugar donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
— Hijo, se te perdonan tus pecados.
Pero estaban sentados allí unos letrados y empezaron a razonar en su interior:
— ¿Cómo habla éste así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios solo?
Jesús, intuyendo como razonaban dentro de ellos, les dijo al momento:
— ¿Por qué razonáis así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico “se te perdonan los pecados” o decirle “levántate, carga con tu camilla y echa a andar?” Pues para que veáis que el hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados… le dice al paralítico:
— A ti te digo: Levántate, carga con tu camilla y márchate a tu casa.
Se levantó, cargó enseguida con la camilla y salió a la vista de todos. Todos se quedaron atónitos y alababan a Dios diciendo:
– Nunca hemos visto cosa igual.
Salió esta vez a la orilla del mar. Toda la multitud fue acudiendo adonde estaba él, y se puso a enseñarles” (Mc. 2, 1-13).
Las dos primeras frases enuncian, con la característica sobriedad de Marcos, la entrada del Galileo en la ciudad y el conocimiento que de ello tiene un público impersonal (”se supo“). Con la alusión temporal, ”pasados unos días“, Marcos insinúa una llegada anterior de incógnito del protagonista de nuestro relato. La formula que sigue, ”se supo que estaba en casa” anuncia la pérdida posterior de su clandestinidad.
El doble hecho resulta lógico a raíz de las noticias propagadas por el leproso. La propuesta del Galileo abría las puertas a los marginados. Había quedado demostrado con la práctica subversiva de la mano, es decir, tocándole; una práctica condenada por la ley. Prohibiendo el acercamiento, la ley provocaba la marginación.
Marcos describe con brevedad el entorno donde se desarrollarán los acontecimientos —continuó diciendo ella—. Un público igualmente indefinido (‘‘se congregaron tantos”) abarrota el lugar e impide el paso (”que ya no se cabía ni a la puerta“). Y el hombre de Galilea les transmite su propuesta (“él les exponía el mensaje“) cuyo contenido hemos visto esquematizado en la primera escena.
En este punto, observemos algunos datos curiosos: La concurrencia es imprecisa. Aparecen unos personajes sólo identificados por su actividad, no por sus nombres. Nadie habla, salvo el Galileo. No hay concesiones a pormenores, anécdotas o gestos de la multitud relacionados con el suceso. Ni siquiera el paralítico se detiene a dar las gracias. Únicamente al final se escribe una frase atribuida a toda la colectividad. Se indica la extraña e inverosímil presencia entre el gentío de unos letrados. Tampoco hablan, pero se traduce lo que piensan. Estos rasgos apuntan en la dirección de que nos hallamos ante una narración con sentido figurado.
Fijémonos ahora en la acción. Un grupo de personas innominadas surge de improviso portando un paralítico. Lo que parece un dato innecesario, el número cuatro, tiene importancia por su carácter simbólico. El cuatro, haciendo referencia a los cuatro puntos cardinales, representa a la humanidad. Este simbolismo del cuatro significando lo universal no pertenece exclusivamente al pensamiento judío, corresponde a la cultura clásica.
El conjunto de recién llegados constituye una unidad que personifica a la humanidad inmóvil, impotente y sin salida. El paralítico es algo más que un modelo de marginación, representa al conjunto de seres humanos marginados. Refleja la situación de desahucio en que se hallan. Necesita que otros lo muevan. Su falta de libertad es total, como revela su completa dependencia. No puede tener hijos. Por lo tanto, carece de futuro. Aunque ve y oye, lo hace desde abajo. Es lo más parecido a un muerto. Padece un problema irreversible. No espera curación. El objetivo es acudir hasta el centro neurálgico desde donde se pregona el mensaje de la ansiada liberación.
El caso del paralítico cuestiona si el proyecto del Galileo responde exclusivamente a la situación de sometimiento del pueblo judío o da también respuesta al problema universal de esclavitud que padece la humanidad.
La multitud erige una barrera infranqueable e impide avanzar hasta lo esencial.
Como se puede comprender, la escena habla de sistemas y estructuras sociales más que de cuestiones individuales.
— Tu explicación lleva a pensar en una denuncia de Marcos a un sistema de organización que exige dejar a mucha gente sin capacidad de movimiento para que unos cuantos puedan andar a sus anchas.
— El talento pedagógico de Marcos penetra hasta el fondo. Aunque también se requiere pensar sin prejuicios y con hondura – contestó ella.
Vamos a repasar los verbos que van puntualizando la actuación de estos cuatro personajes situados ante el muro que representa la multitud -continuó diciendo-. Si nos fijamos, todos implican movimiento: “llegaron”, “llevándole”, “transportado”, “acercárselo”, “levantaron”, “abrieron”, “descolgaron”. No hay una pizca de pasividad en ellos. Únicamente el paralítico permanece inmóvil. En su incapacidad para moverse por sí mismo radica el problema.
Una vez superado el obstáculo representado por la masa de gente, consiguieron el fin pretendido: situar al paralítico junto al Galileo. Observen que no dijeron una sola palabra ni hicieron petición alguna. Sin embargo, Marcos, no pierde oportunidad de señalar la reacción del Galileo: “Viendo la fe que tenían“.
Fijémonos cómo en la presentación del Galileo no se habla de fe como de un concepto abstracto. La fe se constata. Se ve. Nuestro protagonista la ha detectado en el movimiento decidido, audaz e inconformista de los cuatro. La fe se localiza en los pies. Se está refiriendo a ellos, a los portadores del hombre inmóvil. El texto original griego no ofrece dudas, dice literalmente: “… la fe de ellos“.
En cambio, el Galileo no se dirige a los cuatro porteadores, sino al paralítico. Aquí encontramos una pista más del sentido figurado de la narración. Los cinco individuos, los cuatro y el hombre postrado, los activos y el pasivo, conforman un solo personaje representativo de la humanidad inválida. El título con el que lo denomina: “Hijo” no tiene significado paternalista.
Esa forma de llamar al paralítico le concede carta de ciudadanía en la nueva sociedad. Pertenece a ella con la máxima condición humana, la de hijo. Por lo tanto, no puede estar sometido ni por debajo de nadie. Esa categoría preeminente le exime de cualquier situación deudora. De ahí que le diga: “Se te perdonan tus pecados“. Noten que no dice: Dios te perdona… o yo te perdono… Se trata de un efecto automático, consecuencia de lo que el Galileo ha llamado fe.
— Desde pequeña —empezó a decir una del grupo— me inculcaron un miedo atroz con el pecado y el infierno en un colegio de monjas en el que estudié. Luego, en mi adolescencia y mi juventud, la represión sexual me impidió disfrutar de aquella etapa tan bonita. Me invadieron de temores, escrúpulos, inhibiciones… Perdí mis mejores años viviendo en la pamplina del pecado… ¿Cómo han podido engañarnos con semejantes patrañas? ¿Acaso no es un pecado imperdonable el habernos robado la posibilidad de desear, de soñar, de tener ilusiones?… Dime, Teófila ¿es que el Galileo creía también en los pecados? Porque si es así, mejor cerramos el libro… Me huele que detrás de ese tema del pecado hay gato encerrado.
— Lo relacionado con el pecado lo podemos ver con claridad siguiendo la escena del paralítico.
Para el Antiguo Testamento el pecado se entendía desde la ley. Consistía en transgredirla. La ley no podía discutirse a causa de su procedencia divina. Según el criterio oficial, en caso de incumplimiento, el sujeto infractor quedaba manchado y endeudado, y Dios, ofendido. Antes de recibir males mayores, convenía, pues, eliminar mancha y deuda, y recuperar el beneplácito divino. El templo representaba el lugar idóneo para llevarlo a cabo.
El procedimiento consistía en realizar una ofrenda a Dios a través de sus representantes, los sacerdotes. El tipo y valor de la ofrenda estaban estipulados por ley y variaban en función de la transgresión. Podía hacerse en metálico o en especie. En este último caso, se trataba de productos del campo o animales. El templo contaba con infraestructura suficiente para adquirir lo necesario para la ofrenda. Naturalmente, el negocio estaba en manos de la clase aristocrática sacerdotal. Incluso el de las carnicerías donde luego se vendía una parte de lo ofrecido a Dios, al que claro está, no le llegaba nada. Esta idea de pecado significaba, pues, como resulta fácil deducir, una fuente inagotable de dinero. El pecado alimentaba a legisladores, intérpretes de la ley, constructores de templos, sacerdotes, ayudantes, ganaderos, transportistas, tratantes de ganado, carniceros, peleteros…
El Galileo rechazó de plano esos principios. Según él, a Dios no le interesa lo más mínimo la ley ni sus divinos intermediarios ni sus sagrados negocios. En todo caso, lo único que cabría suponer de él es que fuera partidario de lo que la humanidad anhela para sí misma: gozar de plena libertad y vivir solidariamente en régimen de igualdad. No cabe una acción contra Dios. Es la agresión a la justicia la que causa un daño al ser humano. La embestida al anhelo de la colectividad humana nace de ideologías basadas en la ambición y provoca un desvarío social que desemboca en dolor, hambre, desigualdad, sometimiento…
El sistema ideológico que aplasta al hombre (espíritu inmundo), lo margina (leproso) y lo convierte en inválido (paralítico) ha trazado un itinerario que demuestra su desatino. Quien participa activa y conscientemente de ese sistema, lo mantiene, lo apoya y actúa en consecuencia, anda completamente extraviado, participa del pecado y tiene una deuda con el hombre, que debe cancelar.
El grupo de porteadores supo orientarse. Poniéndolo al lado del Galileo, encontraron el sitio del paralítico: el de hijo. Ha quedado atrás el extravío. Se terminó el pecado.
Pero esta manera de pensar del Galileo no podía ser admitida por el orden establecido porque desmontaba la estructura ideológica que sostenía al régimen institucional y al poder. El santo negocio se iba también al traste. Por eso, como actores mudos, surgen en el cuadro otros personajes que representan a la doctrina oficial. Están afincados en ella. No se define a los personajes sino por su pertenencia a la organización. Ni siquiera hablan. El narrador alude a la corriente de pensamiento que fluye entre ellos: “estaban sentados allí unos letrados y empezaron a razonar en su interior: ¿Cómo habla éste así? ¡Está blasfemando! ¿Quien puede perdonar pecados más que Dios sólo?”
Ellos parten de lo establecido. No comprenden que pueda existir otra lógica distinta a la que representan. A partir de ese esquema, deducen que el Galileo reniega de la verdad oficial, unánimemente aceptada. El circuito de sus reflexiones recorría la siguiente ruta: Como la blasfemia consiste en despreciar a Dios, toda idea, palabra o acción que se oponga a su ley y a sus divinos representantes se convierte en blasfemia. Desde ese razonamiento saltan al meollo del asunto: “¿Quién puede perdonar pecados más que Dios sólo?“. La aceptación de ese principio avalaba la necesidad de un sistema religioso con autoridad suficiente para confirmar si Dios había perdonado o no; y, como consecuencia de ese dictamen, únicamente los autorizados representantes divinos podían determinar los procedimientos a seguir para recibir los efectos positivos del presunto perdón.
La lógica institucional había descubierto el peligro que encerraban los planteamientos del proscrito Galileo. Al prescindir de la doctrina tradicional, nuestro hombre abrió una potente vía de agua por debajo de la línea de flotación del negocio de la religión. Su proyecto social no requería estructura religiosa alguna. El ser humano no precisa de intermediarios. ¡Cuándo se ha visto que un hijo los necesite!…
Nuestro protagonista reaccionó de inmediato. Estaba al tanto de los mecanismos mentales con que se adoctrinaba al pueblo. Su primera pregunta, “¿por que razonáis así?“, no busca respuesta; engloba una denuncia al juicio que ellos habían emitido: “¿cómo habla éste así?” En el grupo portador del paralítico, el Galileo vio la fe. En el de los representantes de la institución, un modo de pensar que fabrica paralíticos.
La segunda pregunta del hombre de Galilea resulta decisiva: “¿Qué es más fácil decirle al paralítico se te perdonan tus pecados o decirle levántate, carga con tu camilla y echa a andar” El interrogante tiene doble intencionalidad. Por un lado, pone en tela de juicio la falsa base sobre la que se sostienen los sistemas religiosos; por otro, demuestra su ineptitud para dar solución al problema humano, Lo fácil para la religión es lo que le aporta negocio y poder, aunque eso contribuya a dejar al ser humano en la inmovilidad.
Una vez desarmados, el hombre de Galilea invita a la comprobación: “Para que veáis“. Además de denunciar el gran fraude de la religión, ofrece una pista respecto a su proyecto. A la sinuosa elucubración religiosa, opone su praxis liberadora dirigida a toda la colectividad humana.
Como demostración de la capacidad de su mensaje para encauzar el extravío humano, se dirige enfáticamente al paralítico. Reclama su atención porque serán palabras esenciales cargadas de vida: “A ti te digo“. Fíjense en este detalle siempre olvidado, no dice nada de curación ni de sanar. Exige, eso sí, abandonar una humanidad postrada e inmóvil y recobrar la dignidad que le pertenece: “levántate“.
Para levantarse no necesita ayuda; él sólo se basta. Le reclama erguirse con dominio, sin dependencia alguna: “carga con tu camilla “, y sin necesidad de intermediación de religión ni de pueblos elegidos: “márchate a tu casa“.
El paralítico reacciona y emprende sencillamente, de forma inmediata, lo que el Galileo le ha solicitado que haga. La acción final se desarrolla sin los porteadores. No los necesita. Han desaparecido del primer plano; en él aparece el paralítico que, sin hablar, deja de serlo y sale de la escena. La frase “salió a la vista de todos” hace perceptible que el mensaje del Galileo coincide plenamente con los más profundos deseos de la humanidad. Sin poder ni intermediarios ni ley, el ser humano tiene autoridad para eliminar la marginación, superar el inmovilismo, liberar, y recobrar la dignidad y la vida. Ninguna ley o religión garantiza lo acertado o desacertado del camino elegido. Será la opción práctica a favor o en contra del ser humano la que dictamine si se ha tomado partido por la vida o por la destrucción. Ya no es la ley el punto de referencia. El Galileo ha situado al ser humano en su lugar.
El relato concluye con la exclamación del pueblo: “Nunca hemos visto cosa igual“. No se trata de una expresión de asombro que reconoce un hecho milagroso. Nuestro protagonista no ha violentado ninguna ley natural. La emoción popular se explaya porque él ha demostrado la máxima autoridad del ser humano, capaz de hacer añicos las leyes injustas.
Marcos cierra su relato cambiando el escenario (“Salió esta vez a la orilla del mar“). El mar en toda su amplitud, sin denominación, está representando la frontera universal de donde hay que rescatar al hombre. Según la visión cosmológica de la época, en el mar se ocultaban las fuerzas opresoras que intentan hundirlo. Allí acude la multitud (“toda la multitud fue acudiendo adonde estaba él“), y él continúa su tarea liberadora. Marcos termina, escribiendo: “Y se puso a enseñarles“.
— Los sistemas religiosos absorben la energía humana. –comentó un participante. Se garantizan, así, su condición de intermediarios, y el poder y el negocio que ello lleva aparejados, Sus métodos están protegidos por las estructuras políticas, sociales y económicas, interesadas en que nada se mueva. Lógicamente, las religiones saben alinearse políticamente. Abrevan en las fuentes del dinero y se cobijan bajo sombras conservadoras. La pregunta que vuelve es la del inconformista: ¿A quién beneficia la cosa?
— Un momento… un momento, por favor –reclamo una mujer del grupo. La narración de Marcos por una parte te quita un peso de encima, pero por otra te suelta una responsabilidad de padre y muy señor mío. ¿No nos parece que la historia del abuelo de Teófila se va entendiendo mejor después de leer el paralítico? ¿Y qué decir de lo que hizo Kurt? Los dos se pusieron de parte de los originarios del lugar para que recobraran su dignidad… Por los resultados obtenidos, no fue extraño que tuvieran tantos problemas. En el fondo…, la religión crea fanatismo igual que fabrica ateos.
Lo mismo el rebote que tenemos en la cabeza con Dios se debe a la imagen que han fabricado de él las religiones. Porque a mí me pasa una cosa curiosa. No sé por qué, pero tiendo a ver falsedad en aquel que tiene a Dios siempre en la boca. Sin embargo, lo que he oído de Kurt, del abuelo y del Galileo me atrae. Los tres hablan poco de Dios… Siento una enorme curiosidad por conocer más de lo que pensaron e hicieron.
— Hay una cuestión que no me cuadra —dijo otra señora—. Si aceptamos que se trata de un relato figurado, ¿no es lógico pensar que los planteamientos del Galileo son pura invención de Marcos?
— Los planteamientos se validan por sus resultados. Marcos no conoció al Galileo, pero perteneció al colectivo que puso en práctica su propuesta. De ese grupo humano extrajo los hechos y el mensaje que conservaban de él. Los cotejó con algunos testigos directos y tomó la decisión de estructurarlos en un escrito. Ese fue su mérito.
Hay que partir del hecho de que el objetivo que tuvo Marcos al escribir su evangelio no fue contar una historia sino transmitir una enseñanza, adaptándose a la mentalidad y cultura de los lectores de su tiempo. No trató, pues, de relatar sucesos, sino de señalar las huellas que ellos dejaron. Por consiguiente, sus relatos son composiciones organizadas de acuerdo con un plan pedagógico. Con ellas, condensa el mensaje original que el hombre de Galilea transmitió a través de su actuación histórica.
Por supuesto, Marcos no lo hizo todo. Con posterioridad a los sucesos reales que abarcan la vida conocida del Galileo, la tradición oral, primero, algunos escritos, después, y, más tarde él mismo, envolvieron su contenido esencial en unos géneros literarios al estilo de la época. De ese modo, nuestro narrador le concedió el formato que conocemos.
Detrás del sentido figurado de los textos subyace la realidad histórica del hombre de Galilea. Veámoslo con un ejemplo concreto que responde directamente a tu pregunta y quizás también a alguno de los interrogantes que se han planteado.
“Yendo de paso vio a Leví de Alfeo sentado al mostrador de los impuestos y le dijo:
– Sígneme.
Él se levantó y lo siguió” (Mc. 2, 14).
Aquí tenemos sintetizado al máximo un hecho histórico. ¿Qué les parece? Empieza de la misma manera que el relato en el que llama a las dos parejas de hermanos; “Yendo de paso”. El narrador sugiere que el hombre de Galilea va abriendo el camino y los discípulos se van adhiriendo a él en su ruta. Leví, cuyo nombre, “El que se adhiere”, anticipa con su significado lo que va a suceder, es uno de aquellos personajes que siguieron al Galileo, a los que el paralítico representa. Leví es un hombre concreto. Se menciona el nombre cíe su padre, Alfeo. Se trata de un recaudador de impuestos, un excluido del pueblo y de la institución religiosa. Su función merece el odio y el desprecio de todos. No sólo porque trabajaba permisivamente con amplios márgenes de ganancias, lo que legitimaba su funcionamiento como saqueador consentido, sino por su colaboracionismo con la potencia opresora. Ser recaudador era sinónimo de ser un gran pecador. Los recaudadores de impuestos pasaban de Dios y de todos los preceptos religiosos. Estaban excomulgados de oficio. No pertenecían al pueblo elegido ni podrían participar del reino esperado.
El hombre de Galilea lo ve. Se halla sujeto al mostrador de los impuestos. De ese mínimo espacio no puede salir. Se encuentra atado a su condición, sin más posibilidades. El Galileo le invita a su proyecto. Y él, como el paralítico, accede y se levanta. La propuesta del Galileo está abierta a todos. En cuanto ha dejado el injusto mostrador se ha acabado su extravío, ha dejado de ser pecador… y paralítico. Éste es uno de los hechos reales que subyacen en el relato del paralítico de Marcos.
Pero una vez en este punto, avancemos un poco más. Si miran unas líneas más adelante, comprobarán que, además de Leví, hubo otros.
“Sucedió que estando él recostado a la mesa en su casa, muchos recaudadores y descreídos se fueron reclinando a la mesa con Jesús y sus discípulos; de hecho, eran muchos y lo seguían.
Los fariseos letrados, al ver que comía con los descreídos y recaudadores, decían a los discípulos:
– ¿Por qué come con los recaudadores y descreídos?
Lo oyó Jesús y les dijo:
– No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. No he venido a invitar justos, sino pecadores” (Mc. 2, 15-17).
— Observen. Aparece en casa comiendo con muchos recaudadores y descreídos. Marcos habla de un colectivo abundante (“muchos“). El grupo que come con él constituye el polo opuesto al del organismo religioso observante. Lo acompañan los que pasan de religión y no quieren oír hablar de preceptos y normas divinas. Gente nada religiosa se ha adherido al Galileo atraída por un proyecto en el que propone una manera de entender y vivir la vida, y cuyo punto de referencia es el ser humano.
El colectivo que interviene en la comida invita a pensar: El Galileo ocupa el lugar central. Acompañándolo, los discípulos y muchos seguidores descreídos. Fuera de la mesa, los dirigentes religiosos, miran y critican. No entienden. ¿No es llamativo que él estuviera comiendo con gente alejada de la práctica y las normas religiosas, mientras los fieles representantes de la ortodoxia se quedaban fuera criticando? Sería lógico pensar que unos y otros están fuera de sitio. O, ¿tal vez, su proyecto nada tenía que ver con la religión…?
Ya van saliendo las singulares ideas del abuelo y está visto que el hombre de Galilea no siguió las pautas tradicionales establecidas. Miren lo que dice, si no, más adelante.
“Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Fueron a preguntarle:
— Los discípulos de Juan y los fariseos discípulos ayunan; entonces, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan?
Les replicó Jesús;
—¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? En tanto tienen al novio con ellos no pueden ayunar. Pero llegará un día en que les arrebaten al novio; entonces aquel día, ayunarán.
Nadie le cose una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado; si no, el remiendo tira del manto -lo nuevo de lo viejo – y deja un roto peor. Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se pierden el vino y los odres; no, a vino nuevo, odres nuevos” (Mc. 2, 18-22).
Estamos en el mismo contexto del banquete con los incrédulos. Fíjense cómo desde la tradición religiosa se intenta obstruir cualquier alternativa que prescinda de ella. Todavía hoy se siguen utilizando las preguntas-trampa: ¿Por qué rechazar los métodos tradicionales? ¿Cómo es posible pensar en el futuro fuera del orden establecido?
Con dos ejemplos, el del manto viejo y el paño nuevo, y el del vino nuevo y los odres viejos, nuestro protagonista declaró la inutilidad de un sistema caduco e inservible. No desaprueba el esfuerzo por mejorar las estructuras, aunque él no cree en la reforma y se opone radicalmente a que ése sea el objetivo de su propuesta. El vigor y la energía de su proyecto requieren un nuevo criterio organizativo.
Noten cómo, acto seguido, los discípulos se atreven a incumplir la ley fundamental del sábado al arrancar espigas sin escrúpulos mientras iban de camino.
“Sucedió que un sábado iba él atravesando lo sembrado, y sus discípulos empezaron a caminar arrancando espigas. Los fariseos le dijeron:
— ¡Oye! ¿Cómo hacen en sábado lo que no está permitido?
El les replicó:
— ¿No habéis leído nunca lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que estaban con él? ¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempo de Abiatar, sumo sacerdote, y comió de los panes de la ofrenda, que no está permitido comer más que a los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros?
Y les dijo:
— El precepto existió por el hombre, no el hombre por el precepto; luego señor es el hombre también del precepto” (Mc. 2, 23-28).
Este hecho sirve a Marcos para presentar dos claves opuestas de entender la vida –siguió diciendo ella-. La establecida por la ideología oficial, que considera como valor supremo la estructura legal a la que el individuo tiene que someterse. Y la que propugna el Galileo, que sitúa a la persona como ley esencial a la que están sometidas todas las demás leyes. Las estructuras antiguas son inválidas. Ellas originan la parálisis. Para levantar al ser humano no vale la reforma del sistema. El orden establecido no admite los planteamientos sociales de un proyecto que tiene al hombre como centro.
El mensaje del Galileo es una fuerza irresistible connatural al ser humano. Sin impedimentos y con la mínima acogida, brota como si todas las primaveras se hubieran concentrado en él para favorecer su crecimiento.
Por contra, el sistema no lo tolera. Por eso resulta arriesgado. Pero el riesgo es inherente a la vida. Merece la pena plantearse si es preferible arriesgarse o, tal vez…, dejar pasar los años…
…………………….
Pautas para comentar la “praxis” propia:
En estas dos Escenan de la narración hay varios colectivos, con sus estrategias: gente, instituciones, seguidores… marginados:
1ª.- ¿Dónde me coloco yo en esas escenas?
2ª.- ¿Qué me pasa? ?
3ª.- ¿Qué estoy haciendo allí?
Más que de “empezar”, se trata de seguir, ensanchar y crecer.
Much*s , desde la simplicidad de sus vidas en la que hay tanta concreción de AMOR, se ven zarandead*s por las complicaciones de los intereses estructurados hasta el punto de sucumbir víctimas del miedo o del complejo de culpabilidad que se les endosa.
En su REALIDAD sencilla y pobre hay gran contenido de VERDAD que se intenta por muchos medios laicos o religiosos negar o desvirtuar.
Tal vez por la reconquista de la bonanza de esa realidad, es por donde más haya que trabajar con el apoyo de la LIBERTAD que se nos ofrezca como cosecha y presagio de nueva sementera
Hola!
El “Destilado” ha cuidado ser fiel al Libro.
¿Por qué?
Notemos que es el Libro “Un paso, un mundo” de Salvador
también se ha empeñado en ser fiel al Libro que comenta: Marcos.
Se trata de una Estrategia pedagógica muy, pero muy meditada.
La seriedad de Asunto no era para andar “bolaceando”.
La tal Pedagogía es Teatral: un Género literario: “Drama”. Como la “Vida humana” de cualumque.
“¿Cuándo reconoceremos que la Vida humana no es ni cuerpo ni alma ni casa alguna, sino ’drama’?”
Es lo que veo en el principio de esta Entrega fascicular introduciendo “personajes” en el Escenario:
* La primera parte de Marcos refleja a modo de síntesis los comienzos de la actividad de nuestro protagonista. Leímos la invitación a dos parejas de hermanos a sumarse a su proyecto. Nada se dice de lo que pensaron o dijeron, solo que se fueron tras él. Son inicios humildes.
* A partir de ese punto, Marcos prosigue su narración describiendo en forma de extracto las posiciones de los colectivos que intervendrán en su relato;
1.- la gente,
2.- los círculos institucionales,
3.- los discípulos…
* La presión de esos colectivos buscando variar su estrategia no conseguirá desviarlo de su plan. Ha reflexionado a fondo y se mantiene firme en su proyecto.
* Su actividad se hará visible de forma singular con personas pertenecientes a un cuarto grupo,
4.- el de los marginados.
* Su actuación con ellos concederá valor a su discurso.
¡Vamos todavía! – Oscar.
Dices bien Antonio. El amor es la condición indispensable para una vida definitiva. El amor indica relación entre personas. Si no hay base social, el amor carece de suelo, se evapora. ¿Cómo hacerlo posible?
El pronombre en plural que inicia tu comentario (Ell*s) habla de esa sociedad alternativa que asombra porque puede verse (miradlos). Esa fue la novedad de Jesús, comenzar por el final que anhelamos. Habrá que poner ese suelo para que el amor anide y tenga capacidad de ser visto. ¿Cuándo y cómo empezamos?
Un abrazo
-Ell*s, siguiendo el testimonio, el mensaje y el deseo de Jesús, El Galileo, practicaban el AMARSE y el AMAR.
Quienes los contemplaban en su vecindad y entorno , admirados decían:
¡MIRADLOS CÓMO SE AMAN !
Y los tomaban como estímulo y modelo aún pagando, por ello, el precio de sus vidas.
Al leer y escuchar el texto ¿donde me coloco?
1ª.- Estoy asombrada de su saber ¡ENSEÑAR! con autoridad y al mismo tiempo, sin “ataduras” a un régimen dictatorial e injusto.
Eso me libera, me pone en pie, me invita a buscar y aprender, que otra mirada es:
¡¡¡Posible y necesaria!!! Me pongo en camino.
2ª.- ¿Que me pasa?
Hay un movimiento interior, una “conversión” un buscar la manera de hacerlo posible en mi vivir cotidiano; fortalezco mi “fe” apoyándome en las personas que pisan la tierra con justa igualdad, defendiendo la liberación de toda persona abatida y postrada por la opresión de las leyes y cumplimientos.
Porque efectivamente enferman, se vuelven temerosas, apáticas, y lo peor, intransigentes con los que empiezan a ver y liberarse de sus ataduras.
3ª.- ¿Que estoy haciendo allí?
Empaparme de la nueva posibilidad de cambiar la manera de vivir, precisamente al lado de los que nadie quiere y además margina con una crueldad incomprensible.
De ahí, nace el verdadero “pecado” de someter a cuatas más personas mejor, para que unas pocas, a costa de ese “resto masivo” engorden su poseer, en todos los estratos de la vida.
Ejemplos vivos tenemos a “montón” de donde se posiciona el poder, para seguir engordando sus haberes y a que precio.
Hoy, como en pocas otras épocas, vemos, a donde nos lleva la insaciable sed de los que ostentan el poder.
Si nos centramos en el religioso, es más triste si cabe todavía, porque ata de tal manera a los desfavorecidos… que les anula toda voluntad de lucha por una realidad más justa y equitativa.
¡¡¡Gracias Salvador y Oscar!!!
Es muy hermoso vuestro trabajo, porque de nuevo es como un acicate para el ¡¡¡Cambio!!! o conversión hacia un mundo mejor, aunque fuere en pequeños grupos, como hizo Kurt y otras tantas personas a lo largo de la historia, impulsadas por el hacer y vivir de Jesús el Galileo.
mª pilar
La primera cosa es que la mirada de Salvador y de Oscar, son compartibles, pero en mi modesta opinión al menos debe entenderse que la palabra de Dios…tiene diferente niveles de lectura, eso mismo pasa con la realidad de cualquier persona, cuando un grupo cooperativa de vivienda de ayuda mutua a compartido el construir sus viviendas, han hecho eso y seguramente, han formado una vinculación que con el tiempo puede llegar a ser liberadora…Es decir que el la vinculación del grupo humano, sea abierto y liberador hacia si y con el resto del barrio, es un nivel de lectura…Ellos superan la ideología que dominante que tiende aislarlos, pero esto tiene base en la construcción de viviendas por ayuda mutua…Hay un relación biunívoca y sobre entre ambos hechos… construcción-liberación…
Entonces, yo sigo insistiendo que en la memoria colectiva de la comunidad, antes de cualquier concilio y tan antiguo como el evangelio de Marcos…que de acuerdo al 7Q5, es aún más antiguo de lo que creíamos….por lo menos partes de el…Pero sobretodo en un pueblo que tiene como costumbre la tradición oral, la repetida y enfática en todas las fuentes mención a la actividad taumaturgia de Jesús y los detalles de algunas curaciones trascienden el relato meramente teológico, para situarlo en la descripción de un hecho percibido… incluso conviene decir que Jesús no era el único sanador…por ejemplo había un grupo, casi un movimiento que se les llamaba Los terapeutas de Alejandría, o terapeutas del desierto, que justamente realizaban “curaciones”…Cuales son las principales diferencias entre Jesús y esto terapeutas, en primer lugar que la curación tiene el carácter de signo…anuncia el reino y la presencia del que Reina…, además… Les diferencia la actitud abierta, comunitaria e itinerante de Jesús. La condición austera de Jesús se justifica desde su acercamiento a los pobres a los que iba dirigido su mensaje, de modo que no rechaza un banquete cuando se le ofrece….por lo que yo creo que este lenguaje que iguala demonio con ideología, es un mensaje comprensible para nuestro tiempo, pero difícilmente explicable para los cristianos de la época de Jesús…Es posible que ante el fenómeno de varias curaciones, la interpretación haya sido lo libero del mal…Lo aceptable para ese tiempo es que el hombre dividido del AMOR DE DIOS, es liberado por ese AMOR…y esto implica ESE AMOR NO NECESITA NI EL TEMPLO JERUSALEN, NI LA LITURGIA OFICIAL, NI A LOS SACERDOTES…ESTA AQUÍ EN MEDIO DE NOSOTROS ACTUANDO…LIBERANDO…de esta manera se pueden superar los limites de la religión dominante y sus tradiciones…desde una interpretación…que divide al hombre, al pobre, al enfermo, a la mujer…de DIOS…En resumen creemos que existió una actividad taumaturgia de Jesús de Nazareth que sin lugar a duda eran signos de liberación que pasaban por la liberación individual, pero apuntaban a la colectiva…Con cariño Gabriel
La práctica subversiva de las manos. La fe está en las manos.
Las manos, que quedaron libres cuando los cuadrúpedos se convirtieron en humanos, señalarían una relación directa entre la acción y la incipiente inteligencia. Lo que haces te cambia: eres lo que haces. Y lo mismo se podría decir de lo que llamamos fe. Crees lo que haces. Blas Pascal dijo alguna vez: “Toma agua bendita y acabarás creyendo”. Unamuno describe la fe del cura protagonista de una de sus novelas: “usted diciendo misa ha terminado creyéndose lo que hace”.
Lo que nos dice el Galileo es maravilloso. Para terminar con la discriminación de los marginados, atacando directamente al sistema que margina, sólo hace falta la praxis, las manos: entonces empieza a cambiar toda tu vida. Tu fe será no creer ‘en’ en Jesús sino creer ‘a’ Jesús, ponerse al lado de Jesús porque he descubierto su proyecto con mis manos. No es la fe reflexiva, que te llega domesticada y cocinada por el grupo social.
Marcos es profesor de gramática y de lengua: nos enseña una lengua distinta que no se aprende memorizando y repitiendo palabras. Os cuento como ejemplo lo que me pasó a mí hace muchos años. Recuerdo cuando me mandaron a África, a finales de los años 50s: me puse a aprender inglés memorizando palabras, aprendiendo verbos, estudiando gramática: me equivoqué. Todo aquello no me sirvió para nada. Nada más llegar me mandaron a trabajar con los campesinos del nor oeste de Zimbabwe. Allí todo fue distinto: el sindebele, la lengua local, me entraba por todas partes, me llegaba con la acción directa, viviendo y trabajando con la gente. No era cuestión de gramáticas como la fe no es cuestión de teoogías sino de praxis.
Gracias Salvador y Oscar por ayudarnos a ver desde Marcos que la fe está en las manos.
Abrazos Héctor.