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Hacia un paradigma pos-religional

Este texto es un material de trabajo, una propuesta hecha por la Comisión Teológica Internacional de la EATWOT (Asociación de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo) para que las personas interesadas y comunidades de base puedan aportar sus ideas. Todas serán recogidas (nos consta que en la Comisión hay personas que siguen ATRIO con atención) para la posible elaboración de un libro a final de este año. ATRIO, que se une a esta tarea de reflexión mundial, ha tomado el texto de Adital.br en español.

Cada vez se está hablando más del declive del cristianismo en Occidente. El catolicismo y el protestantismo por igual, atraviesan una grave crisis, tanto en Europa como en América del Norte. Son cada vez más los observadores que pronostican que a continuación la crisis va a afectar también a otras religiones. Se sospecha que la crisis no parece deberse a un problema propio del cristianismo, sino a la naturaleza misma de «las religiones», y la incapacidad creciente que éstas experimentan para acomodarse al profundo cambio cultural que está en curso. La hipótesis del advenimiento de un «paradigma pos-religional» quiere plantear la posibilidad de que estemos ante una transformación socio-cultural de hondo calado, en la que las «religiones neolíticas» van a dejar de ser viables cuando se implante a fondo la adveniente de «sociedad del conocimiento»(1), que será una sociedad «pos-religional»(2) [Ver las notas al final del texto. Especialmente esta segunda. Nota de ATRIO], y que las religiones que no se liberen de sus condicionamientos «religionales» ancestrales se verán abocadas a los márgenes residuales del curso de la historia.

Es obvio que este paradigma-hipótesis estaría conviviendo con fenómenos bien contrarios de conservadurismo religioso, revivals espirituales, carismatismo y neopentecostalismo. Sólo en algunos sectores geográficos puede estarse dando mayoritariamente, pero algunos observadores afirman que crecen los síntomas de que en las capas urbanas, cultas, tanto de jóvenes como de adultos, con acceso a cultura y tecnología… estaría empezando a hacerse presente este paradigma, también en América Latina (¿también en África y Asia?). Prescindiendo de sondeos cuantificadores de campo, nos queremos concentrar en la elaboración teórica de una primera presentación reflexiva e indagatoria de lo que aquí queremos llamar «paradigma pos-religional», que proponemos a debate y contraste de la comunidad de estudiosos de la teología y de las ciencias de la religión, así como de los«pastores» y de todas las personas preocupadas por la evolución actual de lo religioso.

  • POSIBLE FUNDAMENTO DE LA HIPÓTESIS

Una ampliación del conocimiento humano y un callado enfrentamiento de la ciencia actual con la religión parecerían ser causas intelectuales de este nuevo paradigma, entre otras. El desarrollo de las ciencias está llevando a la humanidad a observarse a sí misma y a hacerse de su religiosidad una idea en gran medida diferente de la que hasta ahora tenía de ella, lo cual repercute en una actitud nueva frente a la religión.

A estas alturas de la historia, la antropología cultural se cree ya en capacidad de poder hacer sobre la religión un juicio diferente al que ésta ha venido haciendo de sí misma, a la auto-definición con la que durante milenios la religión se ha presentado y con la que ha fraguado la opinión mayoritaria de las sociedades tradicionales, hasta hoy. Aunque quede mucho por investigar, y aunque otras ciencias también pueden aportar mucho, la antropología cultural –interdisciplinariamente considerada– cree saber ya cuándo y cómo se fraguaron las religiones, con qué mecanismos sociales y epistemológicos operan, y cuáles son las dimensiones humanas profundas en juego en su relación con el ser humano, individual y colectivo. La novedad de estos juicios es radical, y parece generalizarse y difundirse en las sociedades evolucionadas tan rápida como subliminalmente, generando un cambio profundo de actitud hacia la religión, que estamos interpretando precisamente como la llegada de un nuevo «paradigma pos-religional».

Éstos serían –muy en síntesis– los puntos nucleares de esta nueva visión que la antropología cultural está presentando hoy día sobre la religión:

  • Las religiones no son «de siempre», no existen desde que el ser humano está sobre la faz de la Tierra. Hoy sabemos que las religiones son jóvenes, casi «recientes». La más antigua, el hinduismo, sólo tendría unos 4500 años. El judeocristianismo, 3200. En términos evolutivos, aun limitándonos a los tiempos del género homo (entre 5 y 7 millones de años), o más todavía de la especie homo sapiens (150 mil o 200 mil), las religiones son «de ayer mismo». Hemos pasado muchísimo más tiempo sin religiones que con ellas, aunque espirituales parece que lo hemos sido desde el primer momento: homo sapiens y homo spiritualis parecen ser coetáneos. Las religiones no son por tanto algo que acompaña necesariamente al ser humano, como muestra la historia(3).
  • Las religiones se han formado en la época neolítica, tras la gran transformación que vivió nuestra especie al pasar de ser tribus nómadas de cazadores y recolectores, a vivir sedentariamente en sociedades urbanas ligadas al cultivo de la tierra, a raíz de la «revolución agraria»(4). En esa coyuntura evolutiva (tal vez el momento más difícil de su historia evolucionaria) la humanidad ha tenido que reinventarse a sí misma creando unos códigos que le permitieran vivir en sociedad, no ya en bandas o manadas, con derecho, moral, cohesión social, sentido de pertenencia… para ser viable y sobrevivir como especie. En esa coyuntura, nuestra especie ha echado mano de la que es quizá su fuerza mayor desde su aparición como especie emergente: su capacidad simbólica y religiosa, su necesidad de sentido y de experiencia de trascendencia. Quizá podría haber sido de otra manera, pero ha sido de hecho así.
  • Desde el neolítico hasta nuestros días, las sociedades han sido religiosas, «religiocéntricas», transidas de religión en todas sus estructuras: su conocimiento (y su ignorancia), sus creencias, su cultura, su sentido de identidad, su cohesión social y el sentido de pertenencia de sus miembros, su derecho, su política, su legitimidad, su estructura social, su cosmovisión, su arte… «La cultura ha sido la forma de la religión, y la religión ha sido el alma de la cultura» (Tillich). El impulso religioso, la fuerza de la religión, ha sido el motor del «sistema operativo» de las sociedades. Si exceptuamos los dos últimos siglos, desde la revolución agraria no hemos conocido sociedades ni grandes movimientos sociales ni siquiera revoluciones no religiosas; es claro que sus motivaciones eran también y fundamentalmente económicas y políticas, pero era a través de lo religioso como eran gestionados esos impulsos sociales. La religión misma –con un prestigio cuasidivino, su autoridad incuestionable, sus creencias, mitos, dogmas, leyes, moral… e incluso sus instancias inquisitoriales– fungía como software programador de cada sociedad. Eso ha sido así durante todo el tiempo neolítico –o «agrario» en el sentido amplio que estamos utilizando–, que ahora la antropología cultural sostiene que se está acabando.
  • ¿Con qué mecanismos internos las religiones han ejercido esta su capacidad programadora de la sociedad? Por medio de:
    • la creación e imposición de su cosmovisión sobre la sociedad: ella es quien ha dicho a la humanidad, en cada sociedad, qué es la realidad, cuál es su origen, su sentido y sus exigencias morales;
    • las creencias fundamentales vehiculadas por los mitos sagrados, que han fungido como los presupuestos, axiomas, postulados, presupuestos profundos de cada sociedad, como la arquitectura epistemológica misma de la sociedad humana;
    • una «epistemología mítica», que ha atribuido a Dios sus propias elaboraciones, para presentarlas como revelación o voluntad de Dios, y así absolutizarlas para dar seguridad a la sociedad humana;
    • una exigencia radical de sumisión [islam significa sumisión], de fe [una exigencia primera en el cristianismo], de «creer lo que no se ve» (o lo que ni siquiera se entiende);
    • ejerciendo con todos estos mecanismos como sistema operativo de la sociedad (lo que se evidencia en los sistemas sociales de los imperios con su religión de Estado, la «sociedad de cristiandad» o los «regímenes teocráticos» en otras religiones, por ejemplo).

A partir de estas premisas podríamos dotarnos ahora de una nueva definición técnica ad hoc de las «religiones» en el sentido que aquí queremos dar al término: llamamos técnicamente «religión» a la configuración socio-institucionalizada que la religiosidad (espiritualidad) constitutiva del ser humano adoptó en la edad agraria, configuración que ha fungido como sistema fundamental de programación y de autocontrol de las sociedades agrarias neolíticas. En esta exposición entendemos «religión» en este estricto sentido técnico, y no en cualquiera de las otras acepciones de la palabra (religiosidad, dimensión religiosa, espiritualidad, institución religiosa…); no tener en cuenta esta precisión de vocabulario nos llevaría inevitablemente a la confusión. Derivadamente, llamaremos técnicamente «religional» a lo relativo a esta «configuración socio-religiosa propia del tiempo agrario o neolítico»

En este sentido, es de notar que el paradigma que queremos presentar es calificado como «pos-religional», no como «pos-religioso», porque continuará siendo«religioso» en el sentido normal del diccionario, en cuanto «relacionado con la dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad», aunque cambien las culturas y las épocas; lo llamamos posreligional porque ciertamente se instalará en la superación de la citada configuración de lo religioso (aquellos modos de funcionar a los que luego nos vamos a referir propios de las religiones que genéricamente llamamos «agrarias» –incluyendo ahí las ganaderas y otras formas más especializadas–).

El prefijo «pos» no lo tomamos en el sentido literalmente temporal (como un «después de») sino en un sentido genéricamente superador: «más allá de». Por ello, igualmente sería válido decir «a-religional», sin posible confusión en la dimensión temporal. «Pos-religional» no significa «pos-religioso»ni «post-espiritual», sino, estrictamente, «más allá de lo «religional», es decir, más allá de «lo que han sido las religiones agrarias», o una«religiosidad sin religiones (agrarias)», una espiritualidad sin la “configuración socio-institucionalizada propia de la edad neolítica” (sin progra mación social, sin sumisión, sin dogmas…). Obviamente, nos apoyaremos en otras mediaciones, gestos, símbolos, instituciones o «sistematizaciones» de otro tipo, porque la experiencia espiritual humana no puede darse en el vacío…; pero no es éste el momento dirimir este punto.

  • ELEMENTOS PRINCIPALES DEL PARADIGMA POS-RELIGIONAL

Tratemos de establecer ya los elementos principales de la nueva conciencia «pos-religional» propia de ese fenómeno complejo de la cultura social emergente, consecuencia principal de la ampliación del conocimiento humano.

1. Las Religiones son otra cosa que lo que tradicionalmente pensábamos, que lo que todavía piensa mucha gente, que lo que ellas piensan de sí mismas y han difundido en la sociedad durante milenios. Las religiones no están respaldadas por una especie de preexistencia que haría de ellas un cuerpo supremo primordial de sabiduría, unas formas de sabiduría divina reveladas por Dios mismo, lo que las convertiría en el único medio de acceso a esa revelación y a la relación con el Misterio.

Las religiones –siempre, no se olvide, en el sentido específico que estamos dando al término– son, más bien, un fenómeno histórico, una forma sociocultural concreta que la dimensión profunda de siempre del ser humano ha revestido en una determinada era histórica. No son «la religiosidad misma».No son equiparables sin más a la espiritualidad humana de todos los tiempos.

Las religiones son formas, históricas, contingentes, y cambiantes, mientras que la espiritualidad es una dimensión constitutiva humana, permanente, anterior a las formas, y esencial al ser humano… La espiritualidad puede ser vivida en, o fuera de las religiones. Podríamos prescindir de las religiones, pero no podremos prescindir de la dimensión de transcendencia del ser humano…

2. Las religiones son también construcciones humanas… Como hemos dicho, la ciencia y la sociedad ya saben mucho sobre su origen, su formación, sus mecanismos. Ello cambia radicalmente nuestra percepción sobre ellas: las religiones son obra nuestra, creaciones humanas, geniales, pero humanas –a veces, demasiado humanas–, y que deben estar a nuestro servicio, no al revés.

Las religiones –sus creencias, sus mitos, su moral…– no son obra directa de un Dios out there, up there, que nos envió ese don de las religiones, sino que son algo que ha surgido de aquí abajo, algo muy terrestre, que nos lo hemos hecho nosotros los humanos, impulsados ciertamente por la fuerza del misterio divino que nos invade, pero según nuestras posibilidades y con nuestros condicionamientos muy concretos.

Las religiones se absolutizaron a sí mismas al atribuir su propio origen a Dios. Fue un mecanismo que sirvió para fijar y dar consistencia inamovible a las construcciones humanas que ellas eran, en el afán de asegurar las fórmulas sociales de convivencia con las que la humanidad había logrado dotarse. Hoy estamos perdiendo la ingenuidad, y ese carácter absoluto de las religiones, que durante milenios fue un componente esencial de las sociedades humanas, que nos hizo más fácil y más pasiva la vida de los humanos, se nos evidencia como un llamativo espejismo epistemológico, que habíamos asumido por vía de una creencia, pero que hoy ya no nos resulta ni necesario, ni deseable, ni soportable.

3. Entonces, no estamos sometidos a las religiones, no estamos condenados a marchar por la historia por el camino acabadamente trazado por ellas, como si fuera un designio divino que marcara previamente –desde siempre, y desde fuera-nuestro destino, como si nos obligara a adoptar las soluciones con que nuestros ancestros trataron de resolver sus problemas y de interpretar la realidad a la medida de sus posibilidades…

Si las religiones son construcción nuestra, ello significa que no nos quitan el derecho (ni la obligación) de pronunciarnos ante la historia y de aportar nuestra propia respuesta a los problemas de la existencia, y de expresar con autoconfianza nuestra propia interpretación de la realidad de lo que somos, ayudados por nuestros descubrimientos científicos. No estamos obligados a tomar como verdad intocable e infranqueable las interpretaciones obsoletas y las soluciones ancestrales que se dieron a sí mismas generaciones humanas de hace unos cuantos miles de años, como si aquellas interpretaciones fueran una supuesta «revelación» venida de fuera y de obligado cumplimiento. Ese equívoco «religional» en el que han vivido nuestros antepasados, nos parece, a estas alturas de la historia, una alienación.

Da miedo sentirnos solos, responsables ante la historia, libres ante los caminos religiosos tradicionales, sin un camino seguro e indiscutiblemente obligatorio trazado por los dioses… Esta nueva visión del mundo, este «paradigma pos-religional», genera una autoconciencia humana profundamente diferente respecto a la que nos había marcado la conciencia religional tradicional. Ahora nos sentimos libres de las ataduras «religionales» para dar rienda suelta a nuestra realización personal y colectiva, para asumir plenamente nuestra responsabilidad, nuestras decisiones, nuestra interpretación al propio riesgo, sin ninguna restricción ni coacción supuestamente externa, aunque bien preocupada por sintonizar con el Misterio que nos mueve.

4. Las religiones, supuestamente las únicas conocedoras del principio de los tiempos y del final del mundo, no son, por naturaleza, eternas, para siempre. Ahora las sabemos más bien temporales, construidas humanamente, recientes, contingentes. Y sabemos que no es imposible que puedan desaparecer. No son esenciales a nuestra naturaleza, y nos han acompañado una pequeña parte de nuestra historia evolucionaria.

Las religiones agrarias están ligadas a la época neolítica: podríamos decir que surgieron de hecho para hacer viable la especie humana al entrar en esa era nueva, la subsiguiente a la revolución agraria. Pero, es precisamente esa era la que los especialistas dicen que actualmente está llegando a su fin. ¿Qué futuro podemos pronosticar a las religiones en una época de transición que anuncia el final de la era que las hizo surgir?

Parece plausible la hipótesis de que las religiones («agrarias») pudieran desaparecer. No parece un imposible en sí mismo, ni tendría por qué ser un desastre histórico gravísimo: hemos vivido la mayor parte de nuestra historia «sin religiones» (todo el paleolítico), y está demostrado que ello no impidió nuestra cualidad humana profunda, nuestra espiritualidad.

5. A estas alturas ha quedado ya indirectamente evidenciada una distinción que se impone. Tradicionalmente las religiones detentaban el monopolio de lo espiritual. Una persona podría ser espiritual, solamente mediante las religiones. Eran consideradas la fuente misma de la espiritualidad, la conexión directa con el Misterio. Religiones y espiritualidad eran todo uno, la misma cosa.

Hoy, como acabamos de expresar, la conceptuación de las religiones está cambiando radicalmente en el paradigma posreligional emergente. Cada día a más personas se les hace evidente que las religiones no son la fuente de espiritualidad, sino sólo unas formas socio-culturales que la espiritualidad ha revestido históricamente; con frecuencia son un freno y un obstáculo para la espiritualidad, que es una dimensión esencial y característica del ser humano, que le acompaña permanente desde su surgimiento como especie. Las palabras religión, religioso, religiones, que tradicionalmente venían cubriendo intercambiablemente todo el ámbito de lo relativo a la espiritualidad, hoy deberán pasar, escrupulosamente, por la criba de la distinción entre lo religioso (lo que tiene que ver con esa dimensión misteriosa del ser humano) y lo religional (lo que pertenece simplemente al ámbito de esas configuraciones socio-culturales e institucionales que hemos llamado religiones agrícola-neolíticas).

  • EL PARADIGMA POS-RELIGIONAL EN SÍNTESIS

Una vez expuestos estos elementos principales de la visión constitutiva del paradigma posreligional, podríamos tratar de expresar su núcleo argumentador en apretada síntesis:

Primera premisa: Las religiones (no «la religión, ni la espiritualidad, ni la religiosidad…), en el sentido técnico que hemos dado aquí al término, son una creación neolítica, de la edad agraria de la humanidad, tanto productos de ella como causas de la misma.

Segunda: La transformación socio-cultural que estamos atravesando en la actualidad implica, precisamente, el final de esa época agrario-neolítica. Lo que ahora está siendo superado y barrido ha estado en los fundamentos de la sociedad humana y en la forma de la conciencia humana de la especie durante los últimos 10.000 años (desde el comienzo de la edad; ésa es la profundidad del cambio actual). Emerge un tipo nuevo de sociedad, con unos fundamentos distintos –sobre todo epistemológicos– que resultan incompatibles con el “sistema operativo” milenario neolítico. Se impone, por ello, un cambio sistémico tanto a nivel epistemológico como a nivel del tipo de conciencia espiritual de la humanidad. De ahí la radicalidad y la profundidad del cambio epocal que estamos viviendo, un nuevo «tiempo axial».

Consecuencia: las religiones (agrario-neolíticas), identificadas con el tipo de conciencia, cosmovisión y epistemología agrarios, están perdiendo base y entrando en un profundo declive a medida que –por la acumulación de conocimientos científicos, tecnológicos, sociales y experienciales– va emergiendo un tipo de conciencia, de cosmovisión y de epistemología nuevo, incompatible con el tradicional neolítico. Los humanos de la sociedad adveniente ya no pueden expresar su dimensión espiritual en aquella configuración concreta de las religiones «agrarias» (tanto agrícolas como ganaderas), y éstas no logran sintonizar y hacerse entender por la nueva sociedad. Las religiones agrario-neolíticas se ven abocadas por tanto a transformarse radicalmente, o a desaparecer. Por su parte, las personas, comunidades e instituciones de estas religiones, a medida que pasan a la nueva cultura, se van desprendiendo de los mecanismos y de la epistemología agrarios, y van pasando a vivir su espiritualidad «pos-religionalmente».

Para verificar consecuentemente esta hipótesis:

  • Habrá que profundizar en el concepto técnico de«religiones» agrario-neolíticas, no limitándonos a la referencia a su origen tras la Revolución Agraria, sino adentrándonos en su estructura epistemológica y sus características esenciales, permanentes durante este tiempo de la edad agraria.
  • Habrá que mostrar más fundamentadamente la afirmación de que estamos ante «el fin de la edad neolítica», detallando concretamente en qué elementos antropológicos sustanciamos esta afirmación, y cuáles son los rasgos de la nueva sociedad que resultan incompatibles con sus religiones.
  • Y habrá que elaborar un proyecto de acompañamiento a la sociedad en esta época que se avecina de tránsito desde la sociedad agraria a la nueva sociedad.

Concluyendo, llamamos paradigma pos-religional a esa forma de vivir la dimensión profunda del ser humano que se libera y supera los mecanismos propios de las religiones agrario-neolíticas, a saber:

• su «epistemología mítica»,
• su monopolio de la espiritualidad,
• su exigencia de sumisión, de aceptación ciega de unas creencias como reveladas por Dios,
• su ejercicio del poder político e ideológico sobre la sociedad, ya sea en regímenes de cristiandad, cesaropapistas, islámicos, de unión de Iglesia-Estado, de imposición de las leyes eclesiásticas sobre la sociedad civil…
• su imposición de una moral heterónoma, venida de lo alto, con una interpretación de la ley natural desde una filosofía oficialmente impuesta, con una moral no sometida a un examen comunitario y democrático,
• su control del pensamiento humano, con los dogmas, la persecución de la libertad pensamiento, la Inquisición, la condena y ejecución de “herejes”, la pretensión de infalibilidad, de inspiración divina, de detentar la interpretación autorizada de la voluntad de Dios…
• su proclamación como «Santas Escrituras» reveladas (en el caso de las«religiones del libro») de las tradiciones ancestrales acumuladas, exaltadas como Palabra directa de Dios, como normativa suprema e indiscutible para la sociedad y para las personas…
• su interpretación premoderna de la realidad como un mundo en dos pisos, con un mundo divino sobrenatural encima de nosotros, del que dependemos y hacia el que vamos…
• su interpretación de la vida y de la muerte en términos de prueba, juicio y premio/castigo de manos de un Juez Universal que es el Señor supremo de cada religión…

Con el fin de la era agraria, todas estas estructuras cognoscitivas, axiológicas y epistemológicas milenarias, están dejando de ser viables, a medida que adviene la nueva sociedad. Fueron un gran invento humano. Gracias a esas andaderas, las bandas nómadas de cazadores y recolectores lograron reinventar su humanidad haciéndola capaz de convivir en la ciudad, regulada por el derecho, unida por una conciencia religiosa de pertenencia a una colectividad con una identidad atribuida a los dioses…

La crisis actual no se debe principalmente a procesos de secularización, o a pérdida de valores, o a la difusión del materialismo o del hedonismo (interpretación culpabilizante normalmente esgrimida por la oficialidad de las religiones), ni tampoco a la falta de testimonio o a los escándalos morales de las religiones, sino a la eclosión de una nueva situación cultural, que culmina la transformación radical de las estructuras cognoscitivas, axiológicas y epistemológicas neolíticas, transformación que comenzó con la revolución científica del siglo XVI, la Ilustración del XVIII y las varias olas de industrialización. Los síntomas sociales son un cierto agnosticismo difuso, la pérdida de la ingenuidad epistemológica, un sentido crítico más acentuado, una conceptuación más utilitarista de las religiones como al servicio del ser humano en vez de como receptoras de una lealtad total por parte de sus adeptos, la desaparición de la idea de «la única religión verdadera» y el desvanecimiento de la plausibilidad de una moral revelada heterónoma; pero el cambio estructural gravita sobre la citada transformación epistemológico-cultural.

No estamos pues ante un fenómeno realmente nuevo, sino sólo ante su radicalización Y no estamos ante una interpretación radicalmente nueva (este paradigma pos-religional), sino ante la toma de conciencia de que el eje de acumulación del cambio es sobre todo epistemológico, y que ello lo transforma radicalmente todo.

Dos cautelas:

A) Como ya señalamos al principio, no estamos queriendo decir que sólo esto es lo que acontece en el campo religioso, como si todo el escenario estuviera actualmente ocupado por esta transformación del paradigma de las religiones agrarias en un paradigma pos-religional. En el campo religioso tienen lugar muchos otros fenómenos, simultáneamente, incluso caóticamente, ya que son en algunos aspectos, contradictorios.

Junto a esta crisis de la religión, decimos que se dan efervescencias religiosas y revivals, retrocesos y fundamentalismos. En esta propuesta teológica nosotros hemos centrado nuestro foco selectivamente en un aspecto concreto de la transformación en curso, que no niega todo el resto de elementos presentes. Ocurren otras cosas en el campo religioso, pero también ocurre ésta, y esta propuesta teológica quiere llamar la atención sobre ella, a pesar de su carácter difícilmente perceptible y todavía minoritario que reviste en muchas regiones.

B) Lo que venimos diciendo tampoco se puede aplicar, indiscriminadamente, a TODAS las religiones. Porque no todas las religiones son«agrarias». Hay una buena cantidad de religiones, todo un género de las mismas, que no han pasado por la revolución agraria y urbana.

Conservan en su seno una matriz de experiencia religiosa propia de los tiempos anteriores a la transformación neolítica (a la separación frente a la placenta de la sacralidad de la naturaleza, a la asunción de la transcendencia divina dualista y acósmica, etc.), y no cayeron en la deriva controladora y programadora de la sociedad mediante la sumisión a doctrinas, dogmas, inquisiciones… Aquí podemos ubicar la gran familia de religiones cósmicas, indígenas, animistas… así como otras que, aun perteneciendo históricamente al período neolítico y siendo religiones de sociedades netamente agrarias (agrícolas o ganaderas), se mantuvieron al margen del ese control dogmático-doctrinal, como por ejemplo el hinduismo, una «religión sin verdades». Quiere esto decir que tampoco este paradigma se aplica a todas las religiones. La realidad es pues, más compleja que nuestros intentos simplificadores de comprensión, lo cual nos urge a una mayor precisión, a una más serena humildad y a un mayor interés por el estudio de campo, la investigación y el diálogo.

  • DE CARA AL INMEDIATO TRÁNSITO

Ésta que estamos haciendo es una propuesta teológica, una profundización teórica para mejor poder transformar la realidad que interpreta (interpretar como forma de transformar). Pero es obvio que tiene repercusiones pastorales, y muy grandes. Porque de lo que estamos hablando es de un tsunami cultural y religioso, de una metamorfosis que tal vez nos hará difícil reconocernos a nosotros mismos en un próximo futuro.

Y esta puede ser una situación muy difícil de atravesar para la humanidad; los antropólogos dicen que el tránsito de la sociedad paleolítica a la neolítica, con la revolución agraria, fue la situación más difícil que ha experimentado nuestra especie; tal vez estamos en un momento evolutivo semejante. Se hace necesario plantear cómo acompañar este «transito» que va a realizar o ya está iniciándose en la sociedad, desde las religiones «agrarias»,a un nuevo tipo de sociedad cuya realización espiritual va a darse más bien por vías y según modelos que continuarán siendo religiosos pero «pos-religionales»,sin que hoy por hoy sepamos concretamente cómo serán esas vías y esos modelos, pues… habremos de inventarlos.

Las religiones se van a ver abocadas –ya lo están siendo en muchos lugares– a situaciones de declive, de pérdida de miembros y pérdida de credibilidad y plausibilidad, por una parte, y por otra van a experimentar la contradicción con sus propios mecanismos agrarios. Ya muchas personas perciben que necesitan transformar su religiosidad, radicalmente, pero sienten punzantemente la contradicción con la doctrina oficial, con siderada infalible e inmutable, que les prohibe todo cambio o abdicación de los principios ancestrales. En algunas sociedades se cuentan ya por decenas de millones las personas que abandonan calladamente las religiones para seguir siendo religiosos pos-religionalmente. Es posible que algunas jerarquías religiosas, prendidas en el espejismo de una lealtad sagrada, prefieran numantinamente hundir a sus propias instituciones religiosas al bloquear su evolución, haciéndolo, con la mejor intención, a la mayor gloria de Dios. Pero es también posible que muchos grupos humanos sean capaces de transformarse. Es bien posible, y lo creemos además deseable, que las religiones agrarias evolucionen hacia unas nuevas formas religiosas (pos-religionales) consistentes con esta nueva sociedad del conocimiento. Se darán cuenta de que igual que la ciencia contradijo con razón el geocentrismo que ellas consideraban incluso revelado, hoy la ciencia nos descubre que el religiocentrismo ha sido un espejismo religional, y que igual que entonces fue posible abandonar la vieja cosmovisión y continuar con la vivencia espiritual, así hoy será posible –y necesario– liberarnos de las ataduras de lo religional, para encontrar la realización espiritual en un nuevo escalón evolutivo.

Todo parece indicar que el Titanic de las religiones agrarias no va a llegar a flotar en las latitudes del océano de la sociedad del conocimiento.

Todo parece indicar que no va a durar tanto, y se va a hundir. Se pasó su kairós, aunque le queda un poco de cronos. Pero no es el fin del mundo. Es sólo el fin de un mundo, el fin del mundo agrario–neolítico y de su epistemología, y con ello el fin de las configuraciones religionales de la espiritualidad, las que hemos llamado«religiones agrario neolíticas».

La vida y su dimensión profunda continúan. Y es deber nuestro comprender lo que está sucediendo, para no encontrarnos luchando contra la Realidad, sino para ayudar a este nuevo parto evolutivo de nuestra especie, para volver a reinventarnos como hicimos al comienzo del neolítico.

Es deber nuestro también ser prudentes, no empujar a nadie más allá de sus necesidades ni de sus posibilidades, advertir claramente que la situación es difícil, es un nuevo nacimiento, una metamorfosis, un«cambio de especie», o un cambio de sistema operativo, y que es un momento de riesgos importantes, tanto en el plano social cuanto individual. Es deber de la teología avizorar lo nuevo, no sólo en el aspecto deconstructivo, sino en el constructivo: no sólo lo que ya no podemos creer, sino cómo podemos pues desarrollar en plenitud nuestra dimensión transcendente o espiritual, la cualidad humana profunda que las religiones religionales, después de todo, con más o menos limitaciones, querían apoyar. Muchas cosas están muriendo, es inevitable que mueran, y no acaban de morir, tratamos de ayudarles a bien morir (el ars moriendi de morir dando vida para otros, dando a luz). Mientras tanto, es todo un mundo nuevo el que trata de nacer, y no acaba de nacer, y queremos ayudarle a nacer.

Las religiones van a verse en la necesidad de reinterpretar y reconvertir todo su patrimonio simbólico, que fue creado bajo los condicionamientos epistemológicos del tiempo agrario. Se trataría de una reelaboración, una «re-recepción» (Congar) de todo su patrimonio, elaborado inicialmente hace milenios, y mantenido históricamente bajo una ignorancia y una incultura de las que hace muy poco que acabamos de salir, gracias al portentoso despliegue de las ciencias. Las religiones habrán de buscar cómo re-comprender, y qué queda–si queda algo– de muchas de las creencias, dogmas, moral heterónoma, ritos agrarios… dentro de esta nueva situación del conocimiento y de los nuevos marcos de interpretación.

Muchos seres humanos, al verse incapacitados de seguir apoyándose en las religiones para sobrevivir espiritualmente, van a experimentar serias dificultades en la integridad espiritual de sus vidas. Como cuando el avión despega y abandona el sistema de apoyo de sus ruedas sobre el suelo, teniendo que pasar a apoyarse en un nuevo sistema de sustentación, totalmente distinto, el de sus alas, la mayor parte de la humanidad va a tener que pasar por momentos de difícil equilibrio en el tránsito de uno a otro sistema axiológico, tan diferentes, y hasta cierto punto, incompatibles, y sin cambio automático.

Lo que viene es un tsunami. Los riesgos son graves, en todos los órdenes. Es deber de la teología responsable avizorar estos problemas y tratar de acompañar este «tránsito» inevitable en el que ya estamos. Tanto en el aspecto teórico como en el práctico, el tema merecería mucha más extensión que la de esta sencilla «propuesta teológica». Nosotros la dejamos aquí, y la entregamos a consulta y debate, deseosos de que sea corregida y mejorada. ¿Podríamos ofrecer, a final de este año, un libro amplio, con las reflexiones, profundizaciones y debates que esta sencilla presentación del paradigma pos-religioso suscite? Quedan ustedes cordialmente invitados.

  • Notas:

(1) Tratamos de no hacer énfasis en una caracterización concreta de la nueva cultura o sociedad emergente para no introducir un debate lateral. Nuestra preferencia sería denominarla «sociedad del conocimiento», no en el sentido de sociedad muy culta, sino en el sentido de que el conocimiento probablemente será su «eje de producción y acumulación», es decir, sociedades que viven de producir conocimiento. Sea cual sea esa caracterización, lo importante para nuestro objetivo es atender a la estructura epistemológica de esa sociedad.

(2) Utilizamos los neologismos «religional» y «pos-religional» como conceptos técnicos a ser distinguidos cuidadosamente de «religioso» y«pos-religioso», como luego explicaremos.

(3) Con recelo y resignación aceptamos la palabra «espiritualidad»,tratando de no transigir con su innegable connotación etimológica dualista. Es una palabra consagrada por el uso, y es sabido que no la aceptamos como referida a un «espíritu» contrapuesto a una supuesta materia no espiritual… Postulamos una conceptuación más adecuada de lo que por espiritualidad se quiso significar: aquella dimensión de profundidad (Tillich), aquella necesidad de enmarcar nuestras vidas en contextos más amplios (Armstrong), la calidad humana profunda (Corbí), las motivaciones últimas, la mística por la que vive y lucha y con la cual contagia a los demás (Casaldáliga-Vigil)… Para subsanar su limitación, tratamos de reconducir la palabra acompañándola con expresiones paralelas.

(4) Hablamos de sociedad o época «agraria» no en el sentido de sociedad rural o de sociedad agrícola, dedicada al sector primario de la economía, la agricultura, sino refiriéndonos, desde una perspectiva antropológico-cultural, a la sociedad humana posterior a la «revolución agraria neolítica», como catalogación global de una época que llegaría hasta su disolución actual. La llamamos «agraria» en sentido amplio, incluyendo las sociedades ganaderas, que comparten unas estructuras epistemológicas propias de todo ese tiempo neolítico posterior a la revolución sociocultural que se inició con el descubrimiento de la agricultura. Las revoluciones científica (siglo XVI) e industrial (XVIII y siguientes) pueden ser consideradas como el comienzo del fin del neolítico o«edad agraria» profunda, quiebre que actualmente estaría en su fase de culminación. Estas categorías y las afirmaciones necesitan mucha matización; adoptamos pedagógicamente este lenguaje simplificado para facilitar una «presentación»sencilla de este paradigma.

Estas precisiones de vocabulario pueden explicar por qué se hace necesario acudir a este artesanal neologismo –perfectamente dentro de las reglas etimológicas de la lengua-, para evitar el equívoco, tanto de equipararlo con lo «religioso» en el sentido normal del diccionario, como de confundirlo indebidamente con lo «anti-religioso» o lo ateo. De todas formas: ¿es el adjetivo «religional» el más adecuado para calificar este paradigma? Creemos que es correcto, que es adecuado, y que es útil (por plástico y efectista), pero creemos que no es absoluto, y que puede ser mejorado, porque quizá no proviene de lo esencial del fenómeno al que se refiere ni tal vez evoca lo que pudiera ser su base material o su especificidad epistemológica. Por eso, nosotros lo proponemos con humildad como provisional y mejorable.

109 comentarios

  • Juanel

     
    Olga, tú puedes descubrir cierta lógica racional en los procesos biológicos y en la supervivencia de los seres vivos. Bien, pero la lógica es del observador y no del objeto o ser observado. Los mecanismos evolutivos y de adaptación al entorno nada tienen de inteligentes. ¡Qué contentos estarían los creacionistas si pudiesen probar al menos una vez la inteligencia en los procesos evolutivos o adaptativos! Hasta ahora no lo han conseguido en ningún caso que se les ha ocurrido presentar como prueba.
     
     
    Saludos cordiales

  • olga Larrazabal

    Querido Juanel:  Tu eres el científico y el biólogo, y te lo respeto.  Creo que estamos topando en un problema de lenguaje, que es mejor definir.  Para mi “inteligente” es él o lo que “hace cosas inteligentes” aunque no tenga conciencia de ello. Y cosa inteligente para una estructura es sobrevivir como estructura, o por lo menos dejar el manual de instrucciones de modo que cuando estén dadas las condiciones, otros átomos similares se vuelvan a organizar.  Y con ese punto de vista, la bacteria es inteligente.  No tiene circuitos neuronales, pero se comunica tan “inteligentemente” con el medio y con sus hermanas genéticas, y son capaces de tener tácticas frente a los medios externos que las amenazan o cuando su fuente de comida escasea, entonces se transforman, y caen en latencia, echan esporas  etc.  Es inteligente robarle al sol un fotón y usar esa energía para mantener la estructura.  Así como es inteligente que un humano medite como robarle esos mismos fotones para no tener que usar combustibles fósiles, que son actos inteligentes hechos por células vegetales prehistóricas. Saludos cordiales,

  • M.Luisa

    Gracias, Juanel, por tu consejo, lo pondré en práctica, me conviene!!. Lo acabo de leer al introducir mi comentario que lo empecé ayer y comienza a continuación.
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    De nuevo  aquí, Juanel, aunque pensando en los cumpas y teniendo en cuenta la pesadez del tema  casi sería mejor dejarlo. Yo llevo tiempo en esto pero es porque  a fuerza de insistir al final  de su estudio he visto  una luz que me ha ayudado  enormemente a entender hasta cierto punto y no exenta de dudas  el porque  de las  situaciones   de distanciamiento  que se produce   entre  humanos.
     
    Es verdad que mi intención, como ya había manifestado  era la  de dejarlo estar,  sin embargo,  tu errónea interpretación, al menos para mí,  en la que metías  a  Zubiri  dentro del racionalismo  y con él  la frontera tan fácil de establecer entre el hombre y el animal,   irrumpí espontánea y  urgentemente   para al menos hacerle  justicia  y adecuar  su pensamiento.  Con ello, pues,  debiera haber sido   suficiente. Pero en fin, si me permitís,   diré unas cositas más.
     
    Mira, al contarme  esta hermosa  experiencia de esta cuidadora  de una gorila,  me da la impresión de que lo haces porque te figuras, como también han podido figurárselo   otras  personas aquí cuando me he referido a lo mismo, una animadversión  mía  hacia los animales. Pero de ningún modo esto es así, todo lo contrario. Es algo que me quedaba pendiente  por decir puesto que  no es la primera vez que lo noto.  Yo misma podría contar una experiencia preciosa que viví  a raíz de un perro que recogí abandonado y otras experiencias de amigas que me han contado. Pero  se trata de cosas distintas, es decir  implicar en el estudio del conocimiento humano a los animales  no tiene  nada que ver  con  que no se les quiera.  Daba por hecho que ambas cosas se distinguían bien por lo que detenerme en ello   consideraba que  podría distraer el  objetivo  que me proponía  que no era    sino el de  esperar a que  se reconociera  lo que subyace en el fondo  de esta “contraposición”  que no “frontera”  entre el animal y el animal humano.
     
    Nada más con que nos fijásemos  en la  diferencia  que presentan  las fórmulas    que  sintetizan  el  hombre, la clásica:   “animal racional”  y la propia de Zubiri “animal de realidades” se ve ya  la abismal diferencia,  pues,   así como  ésta  última lo describe   en continuidad con el animal  llegando  a esa conclusión a partir de hechos, es decir  del arranque  mismo de los  actos del sentir como algo que le es común tanto  al hombre  como  al animal.  Contrariamente  en la clásica   el adjetivo “racional”   es un añadido, por tanto una teoría que incluso  resulta absurda  al añadirle  el elemento racional   a lo  específicamente animal.
     
    Estoy de acuerdo contigo cuando  ves la importancia que para las neurociencias puede   aportar “inteligencia sentiente”. Precisamente no hará mucho se celebró en San Francisco, un congreso de investigación neurocientífica  el cual  tomó gran relevancia  el aporte  zubiriano  en esta materia.   Pero también ahí hemos de tener en cuenta que no es lo mismo inteligencia emocional que inteligencia sentiente. Me llevaría mucho hacer ahora  aquí la distinción y volvería a caer a lo que precisamente me quiero corregir, dejaros tranquilos.

    Muchas gracias Juanel,  ha sido un placer. Yo una modesta ama de casa inquieta por  salvar mis  circunstancias conversando con todo un señor biólogo!
     
    Un abrazo

  • Juanel

    MªLuisa, ¡cuidate!  La hormana que nos induce al sueño es la melatonina, que responde a los ritmos de luz diarios. Si ritualizamos el comportamiento a medida que baja la intensidad de luz, nos relajamos bien en las horas anteriores a irnos a la cama, y al hacerlo le damos la orden expresa de dormir al cerebro sin interferirla con largas lecturas o pensamiento inquietantes y lo hacemos maquinalmente del mismo modo todas las noches, pues el sueño de forma natural se regulariza. A mí me ha venido bien, lo digo por si te sirve.

    Saludos cordiales y afectuosos

  • Juanel

     
    Olga, conozco las energías derivadas de la electromagnética transportada por fotones como la lumínica: visible, infrarroja,….. y también térmica, mecánica……; las energías derivadas de las nucleares trasportada por bosones y gluones como la atómica, la radiactiva; la energía gravitatoria supuestamente transportada por gravitones. Todas las energías que conozco están relacionadas con las 4 Fuerzas Fundamentales de la Física. La energía que no conozco nada de ella es la “energía inteligente”, ni la Ciencia tiene dato alguno de su existencia. Nada hay en la Naturaleza que responda a los efectos de esa supuesta energía. La inteligencia que conozco, al menos en parte, depende necesariamente de las redes neuronales y nada tiene que ver con una energía inteligente. Si no hay neuronas, no hay dato alguno para detectar signos de inteligencia. Las rocas y montañas, las praderas y bosques, las playas y océanos, las moléculas, átomos, partículas subatómicas y las cuasipartículas, los diversos tipos de energía,….., no tienen neuronas ni tampoco inteligencia.
     
     
    Las redes neuronales no funcionan mediante energías especiales, espirituales o inteligentes. Ninguna célula es inteligente ni tampoco las neuronas. Estas funcionan mediante pequeñas descargas eléctricas, que transportan por sus membranas a lo largo de sus prolongaciones. La descarga eléctrica no es de energía inteligente, sino producida por las diferencias de potencial eléctrico debido a distinta concentración de iones y por tanto de carga eléctrica. La inteligencia deriva del entramado de la red de conexiones entre las neuronas.
     
     
     
    La materia y la energía sabemos que se trata de la misma cosa porque a velocidades próximas a la luz se hacen intercambiables. A altísimas temperaturas los fotones de luz (energía) pueden chocar entre sí dando lugar a quarks (partículas de materia de 6 tipos distintos) y también un quark y un anti-quark pueden chocar entre sí dando energía (fotones). Por tanto a esas enormes temperaturas materia y energía son intercambiables e indistinguibles. Es el enfriamiento lo que hace que la energía cambie de estado tal como hace el agua líquida a hielo sólido. No es que el agua “piense” ahora tengo que transformarme en hielo porque detecto una temperatura inferior a cero grados, sino que la estructura del agua a esa temperatura no puede ser líquida sino la de un sólido cristalino debido a que el movimiento de sus moléculas es tan lento que necesariamente ocupan posiciones fijas. No se detecta ninguna inteligencia en este proceso. Pues lo mismo en el cambio de energía a materia. La materia-energía no tiene ningún interés ni intención en organizarse para dar un sistema cada vez más complejo, sino que no puede hacer otra cosa, definida y determinada por las condiciones en las que se encuentra. No existe ninguna planificación inteligente al menos “dentro” de la Naturaleza. Fuera de ella en un sistema filosófico somos libres para pensar lo que nos dé la gana, claro está con un mínimo de razonabilidad y coherencia interna en lo que se dice.
     
     
    Saludos cordiales
     
     
     

  • olga Larrazabal

    He leído con mucha atención la conversación entre la biología y la filosofía, que me parece muy interesante. La física avanza hacia nuevos conceptos de la materia que es energía organizada de una cierta forma, lo que llama a la filosofía a remozar los conceptos de materia y de ser en potencia cuando estos conceptos se iluminan a través de la biología y  de la evolución que dan evidencia de su dirección y su quehacer histórico.
    De las propiedades de la energía inteligente que tiende a organizarse en sistemas, se entiende la emergencia de la vida, del hombre y de la conciencia sin pensar en saltos o propiedades externas a la propia energía a la cual podemos llamar como nos de la gana. Y entre medio quedamos nosotros y nuestras circunstancias, que para nosotros lo son todo, ya que es el minuto en que somos consciencia viviente de una organización, que no existirá mañana.

  • M.Luisa

    ¡¡¡Justo, Juanel, lo que No hace Zubiri es esto que dices precisamente poner fronteras entre el animal y el animal humano!!! Déjame un poco de tiempo, sufro insomnio hace unos días, pero sí que me gustaría, ir centrarno  cuestiones.

  • Juanel

     
    Cada vez que la razón humana coloca una frontera de separación entre lo que podemos hacer los humanos y los animales no, la investigación del comportamiento animal la rompe. Manipulación de objetos, confección de utensilios, anticipación y resolución de problemas, comunicación de sentimientos, reconocimiento de sí mismos ante el espejo, aprendizaje y transmisión de una cultura propia de un grupo, su habilidad en la memoria,…… Dices que los animales sienten dolor pero no se sienten dolidos. Pues una gorila a la que su cuidadora desde pequeña le enseñó una lengua de signos sencilla, al morir su gatito que era la mascota de la gorila a quien acunaba en sus brazos y jugaba con él, la gorila le expresó su tristeza. La cuidadora le dio un muñeco de trapo pero la gorila no lo quiso, así que tuvo que remplazarlo por un nuevo gatito entonces la gorila le expresó que le gustaba y que estaba contenta. Pero no hace falta recurrir a la etología y sus sorprendentes hallazgos recientes, basta escuchar con atención lo que los dueños de perros y gatos nos dicen con confianza de lo que hacen sus mascotas, de cómo expresan sus sentimientos y cómo nos lo cuentan.
     
     
     
    Tiene razón Zubiri cuando habla de “inteligencia sentiente” anticipándose a la investigación en neurociencia pues la inteligencia racional y la emocional no son compartimentos estancos independientes, al contrario están imbricadas entre sí tanto que la una no puede funcionar sin la otra. Hasta la lógica racional, las fórmulas físicas o matemáticas, contienen verdad cuando tienen belleza, si les falta belleza causa inquietud, tanto que impulsa al investigador a seguir buscando.
     
     
    También Zubiri tiene razón cuando habla de estructura de alteridad. Tenemos dos mecanismos que nos permiten empatizar entre nosotros, la cognición social. Uno es la red de las neuronas espejo que abarca el lóbulo parietal superior, el lóbulo frontal medial inferior y la corteza premotora; entra en funcionamiento con el procesamiento del movimiento e interviene cuando se atribuyen a otras personas pensamientos o estados de ánimo por las señales no verbales, es decir, expresiones corporales y faciales. El segundo es la llamada red neuronal social en la que están implicadas áreas mediales anteriores del cerebro frontal, regiones limítrofes entre los lóbulos temporal y parietal, la corteza temporopolar, y la amígdala; se activa al atribuir un estado emocional a otra persona sin que intervenga ningún componente espacial sin necesidad de verle. Además tenemos áreas cerebrales distintas para diferenciar miradas profundas y largas de alta significación empática (corteza prefrontal medial) de las cortas y esquivas.
     
     
    Lo que no estoy de acuerdo con Zubiri es que saque de esas estructuras que tenemos una esencialidad diferente para captar la realidad, descrita como momento vital anterior a los sentidos, aplicándole a esta acción un neologismo “lo sentible”. No veo que la propuesta nos sea útil para el conocimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Prefiero prestar atención a lo que las neurociencias nos están contando, que valorar un nuevo concepto racional de los muchos que la filosofía ha propuesto, sin resolver nunca el meollo de las funciones cerebrales “superiores” o mentales.
     
    Si lo quieres dejar aquí pues por mí vale.
     
    Saludos cordiales

  • M.Luisa

     
    Creo, estimado Juanel,  que donde radica el núcleo del problema el cual nos mantiene divididos en la presente  cuestión,  está en que para mí el problema  debe enfocarse desde la perspectiva de la unidad en que para Zubiri consiste  la intelección humana: “Inteligencia sentiente”. Porque si no, en efecto, como tu dices  podemos vernos metidos en un  perfecto galimatías.
     
    Desde el concepto tradicional de inteligencia  no es posible llegar al nivel de profundidad   al cual llega su pensamiento como resultado del análisis noologíco que en su estudio hace de la inteligencia humana. En él,  como buen filósofo  reconstruye toda la descripción de la filosofía  anterior  partiendo de su propia experiencia  y  empezando por Aristóteles.  Esto, leyéndote  me centra   en un punto que, en parte dándote la razón cuando dices que nuestra capacidad  aumenta a consecuencia    del lenguaje humano, pienso,  sin embargo, que no toda depende de él. Mantenernos  en esta idea representaría  no haber variado  mucho la concepción  aristotélica según la  cual  define  el hombre como  único animal que tiene logos, distinción que pasó  más tarde a significar que el hombre  es el único animal  capaz  de forjar  ideas: el animal racional.  En definitiva  esta idea ha estado en la base misma de toda la antropología filosófica occidental,(racionalismo).  Pero si se arranca  de lo biológico  mismo es decir de la sensibilidad animal no hay  añadido alguno   sino  continuidad.

     
    Lo genial de Zubiri es precisamente  haber   constituido  en unidad el sentir y el inteligi, es decir  hacer de estas dos potencias una sola facultad “Inteligencia Sentiente”  como he señalado más arriba.  Ahora bien no dice sensible sino “sentible”  es un neologismo  que expresa el momento de realidad y de independencia  de lo sentido como “de suyo”  y no sólo en función, por ejemplo, de una respuesta vital. Por tanto en él se nos da la estructura de la alteridad, es decir, una estructura que se nos presenta en diversos niveles uno de ellos, por ejemplo,  es a nivel  de persona en el cual no pocas veces aquí lo  hemos traducido   diciendo  que la persona se realiza en la entrega al otro “alter” y  al darse  a la realidad de las cosas mediante las cuales se realiza.. Ese momento   no depende de nuestra voluntad sino que es un  momento de nuestra propia estructura personal. Es una estructura esta, la de la alteridad  que Zubiri la va utilizando  a lo largo de  todo su pensamiento evolutivo.  Hay diversos niveles anteriores  al de la persona a los que también Zubiri va aplicando  ese momento de alteridad que parte de lo biológico. Seguramente esto explicado más en detalle  comprenderías   lo que  se quiere decir con el dar de sí de la materia, pero  ya no puedo extenderme más  ni  veo que pueda yo dentro de la complejidad  hacerte  más clara la comprensión
     
    Por otra parte y para terminar   lo que me parece excesivo es que digas que los animales  tienen la capacidad de reconocimiento de sí mismos, en mi opinión esto no es así, no sienten la mismidad.  El animal  siente el dolor, en efecto,  pero no  “se siente” dolorido.  Tampoco, a mi modo de ver,  reconocen el entorno  como dices,  más bien  se adaptan a él.
    Además  dices (bipedismo, articulación del lenguaje) (¿?) ¿Es esto así? Bueno,  no importa, gracias por tu interés, yo lo dejo aquí.
     
    Un cordial saludo