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El itinerario de dos extraños matemáticos místicos

En estos días he recibido un artículo extenso del periódico inglés The Guardian que presenta los interrogantes aún latentes en la obra póstuma de Grothendieck: ¿delirio místico o sorpresas para futuros avances técnicos? Me ha impactado. Recomiendo leerlo a quienes, como yo, esperaban sacar sabiduría de la última obra conocida de AG, La llave de los sueños o Diálogo con el Buen Dios o de otras aún inéditas.

 Tras un primer impacto, a mí me ha motivado a seguir profundizando en su obra y darla a conocer.  De sus abstracciones matemáticas se quieren aprovechar las grandes potencias  informáticas, como la china Huawei. Él estaría en contra –lo declara su hijo– porque no pretenden, con la simple utilización de su matemática, la eclosión de un nuevo ser humano enfocado al bien universal. Tal vez, ese su pensamiento creador que le llevó a su fe en lo que siguió llamando Dios, se emplee para la mayor domesticación de lo humano.

De su sabiduría espiritual podemos seguir libando muchos. Hoy y en las semanas sucesivas pienso ir publicando algo de lo que voy descubriendo y escribiendo. Aceptaré solo comentarios de quienes hayan leído los textos propuestos, y los comenten o debatan con talante dialogal. AD.

En los últimos meses me he dedicado casi exclusivamente, a leer (releer casi siempre) textos de Légaut (ML en adelante) y Alexandre Grothendieck (AG en adelante), reflexionando sobre lo que quieren expresar, sobre las coincidencias entre ellos y mi propia visión. Mis meditaciones no tienen como objeto estudiar académicamente el tema, aunque he ido resaltando frases y haciendo anotaciones. Porque siento la responsabilidad de comunicar algún día la luz que voy sacando y no monopolizarla, cuando podría servir a otros. He intentado a veces pergeñar el esquema de un libro, como hicieron en su día mis dos referentes a quienes estoy muy agradecido por ello. Sobre todo a ML, pues AG utiliza una escritura que fluye día a día (por eso pone fechas), dejando para después el poner todo tipo de notas, de esquema y de titulares.

Me pregunto con frecuencia por qué desde hace tiempo y, sobre todo en los tiempos más recientes, está dominando en mí esta afinidad, casi obsesiva, con estas dos personas y sus escritos. Su vida se desarrolló en lugares y ambientes muy diferentes a los míos. Cronológicamente coincidieron nuestras vidas, aunque de ML me separaban 32 años, los mismos que de mi padre biológico y de AG solo 4, los mismos que de mi 2º hermano. Vivimos por tanto en épocas muy parecidas, aunque mi relación con ellos se basó, sobre todo, en la lectura de sus escritos. No me llegaron en la época de formación, en la que me llegaron tantísimos referentes culturales, espirituales y teológicos, que marcaron mi vida desde la juventud. Pero ninguna doctrina aprendida penetró tan profundamente en mi alma como el testimonio de búsqueda personal de estos dos autores que me han acompañado en momentos claves de mi vida.

Tuve contacto inicial con ML por la lectura, en 1973, de una mala traducción de su libro Reflexión sobre el pasado y porvenir del Cristianismo. Pero el conocimiento de todos sus escritos y el contacto personal con él iba a retrasarse más de diez años hasta que, por un providencial contacto, mantuve relación personal con él entre 1984 y 1990, los últimos seis años de su vida.

Mi conocimiento de AG es más reciente, a partir del 1 de junio de 2019, cinco años después de su muerte en al más completo ocultamiento, con un solo enlace a la página dedicada a él por Juan Antonio Navarro (https://matematicas.unex.es/~navarro/res/). ¡Vaya materiales y textos y cuánto tenemos que agradecer todos el enorme y desinteresado servicio que nos hizo Juan Antonio con esta recopilación de referencias y esas traducciones al castellano de los textos principales! Mi inicial curiosidad estaba servida por la infinidad de citas de AG a ML, cuyos textos conoció AG en junio de 1987 ya empezada la redacción de su principal obra expresamente espiritual, La llave de los Sueños o diálogo con el Buen Dios. Desde entonces AG consideró a ML como un hermano mayor y el guía en la búsqueda espiritual. Incluso, como vivían en la misma zona de Francia, aunque él en régimen de ermitaño, tuvo ocasión de visitarle una vez personalmente. Pero cada vez se me ha ido imponiendo más la hondura de las reflexiones de AG, que ahondan en muchos aspectos las mismas de LM.

El encuentro de estos dos seres que, hoy me acompañan en mis últimas reflexiones, fue considerado por AG como extraño y providencial en uno de los apartados de su Libro “La llave…”: IV, nº 37 La impensable convergencia, pp. 138-142. [Lectura mínima recomendada para comentaristas. AD].

o mismo ha representado para mí encontrarme con ellos dos a la vez, dos buscadores en un Atrio común de reflexión, donde, según yo intuía en el año 2001, deberían encontrarse cada vez más auténticos buscadores del sentido último de la vida y de todo, provenientes de recintos religiosos que se abren al exterior y provenientes también de ambientes totalmente laicos o antirreligiosos.


¿Cuáles son las semejanzas y diferencias entre los dos autores? Pregunta para los comentarios y siguiente artículo de la serie. AD.

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15 comentarios

  • carmen

    No he dudado ni un momento que lo había hecho público la dueña de la carta, que supongo que es la persona que la recibe, aunque a lo mejor estoy en un error.
    Pero si eso me lo hacen a mí, te prometo que me muero.
    Claro que a lo mejor el que lo escribió también estaba de acuerdo. No lo sé.
    Ya te digo que soy rarita.

  • carmen

    No sé quién es el señor  Podestá, pero me parece una carta demasiado íntima para hacerla pública.
    Es que soy muy rarita y…

    • oscar varela

      Carta publicada por la destinataria

      en uno de sus 9 libros testimoniales.

       

  • Antonio Duato

    Gracias a Oscar e Isidoro por vuestros comentarios. Habéis entrado en el tema, con suficiente lectura previa y agudeza. Efectivamente merecen una respuesta y matizaciones por mi parte. No es fácil. Y agradezco que disculpéis mi retraso.

    Oscar en su comentario contra la inagotable sed de autoconocimiento que, en el surco iniciado por Sócrates y Agustín, queremos muchos proseguir hoy, aporta como critica implacable sin más un texto de Ortega y Gasset, escrito el año que yo nací (1932), en el ensayo ”Gothe desde dentro”. Hace ya casi cinco años, Oscar había transcrito ese mismo texto como comentario – https://www.atrio.org/2019/11/ama-y-haz-lo-que-quieras-san-agustin-de-hipona/#comment-333836 – a un artículo de la psicóloga argentina Verónica Pojmaevich (por cierto, duró poco Verónica en ATRIO, pero es interesante releer los interesantes diálogos que dejó, salpicados como siempre de los versos sueltos de su paisano Oscar).

    Más que textos orteguianos sobre el sí mismo, nos gustaría que aportases, Oscar, tu búsqueda personal sobre tu interior y sobre lo que trasmitían de su “interior” los que han sido referentes para ti. Sabes que para mí, pensar en tu historia es pensar en Jerónimo Podestá, su historia exterior de acción y compromiso pero también de búsqueda interior de su fe auténtica, libre y liberadora. Sabes que lo conocí antes que tú, cuando él era en Comillas bedel o decano de los canonistas (ya sacerdotes) y yo del seminario menor. Coincidimos en alguna reunión como responsables del alumnado. Me impresionó su manera de tratar desde la diferencia de edad a un joven de 18 años. Cuarenta y dos años después nos encontramos en mi piso familiar de Malvarrosa, junto a nuestras compañeras, cuando acababa de nacer mi primer hijo. La permanencia a lo largo de los años de esa presencia de Dios en nuestro interior, a lo largo de las diversas circunstancias externas, es lo más apreciable, que nunca desaparecerá, aunque nuestro cuerpo y avatares históricos desparezcan. Por eso, muchos, cristianos o laicos, nos empeñamos en profundizar y liberar cada vez más esa búsqueda interior, rodeados de testigos (no doctrinas) de fe personal en medio de dudas. Ahí reside el sentido de nuestro devenir, de nuestra vida real que se desenvuelve cada día hasta nuestra consumación. Nunca desespero de que nos acompañes en esa búsqueda, Óscar. Porque no dudo que sigues con la oreja puesta en tu interior más que en la letra de OG.  

    Isidoro, querido interlocutor desde hace tiempo por escrito y por teléfono: cuánto agradezco tu comentario y tu respuesta a Oscar, con más paciencia y argumentación que la mía. Veo que nos estamos acercando cada vez más en que hay un espíritu interior en lo más profundo de cada uno que con quien o con lo que debemos sintonizar mientras dure nuestra vida y lucidez. Por ahora tal vez esa sea la diferencia que nos separa: ¿Quién (Inteligencia y Querer trascendente a la historia cósmica y a mí mismo) o qué (un arquetipo o algoritmo que recibimos con el arranque, el que sea, de nuestra vida temporal)? Sobre eso hay montones de textos (que tú irás encontrando) que exponen lo mucho que reflexionó AG sobre todo ello, pues para ML estaba claro por su manera de entender desde el principio el seguimiento de Jesús.

    Unos pequeños detalles, dejando para, en otro lugar, profundizar en lo anterior:

    –Marcel Légaut inició su búsqueda mucho antes de que se celebrara el Vaticano II y que se produjera el Mayo del 68, aunque sus libros salieron a la luz algo después. Pero su búsqueda personal de inteligencia y sentido empezó mucho antes, en los años veinte, como consecuencia de la recomendación de su estimulador, Portal, amigo de los modernistas y de la época ecuménica de León XIII. Portal insistía a los jóvenes universitarios en buscar el sentido de los evangelios por ellos mismos y por la lectura directa de los textos. Es posible que ello les apartase de la interpretación tradicional y fijación dogmática. Pero nunca podían renunciar al uso de su inteligencia, don de Dios mismo. Su cambio radical de vida se produjo en 1944 y el contenido de sus libros consta en textos que compartió con amigos que se reunían con el en la granja desde final de los años cincuenta.

    –Es verdad que al final de su vida pensó que se podría revisar algunos textos. Pero la hermenéutica de los textos llevaría a estudiar a fondo los avances de la  Third Quest” que retrasaban la redacción de los evangelios a posteriores generaciones de cristianos. Y seguro que hubiese corregido el uso no inclusivo de “hombre” en la mayoría de los textos. Pero los llamados nuevos paradigmas científicos del siglo XXI  no le hubiera hecho cambiar, pues aunque con menos dedicación que AG a las matemáticas, conocía de sobra los límites de la ciencia que respetaba siempre.

    –Espero que coincidas conmigo en que el hecho de que Grothendieck padeciese algún incidente psicopático después de 1990 no descalifica el pleno uso de razón con el que escribió sus dos libros  de reflexión entre 1985 y 1988. Si acaso, fue el exceso de trabajo y los traumas infantiles quienes provocaron esas crisis . Y ni lo anterior ni lo posterior (aún no lo conocemos) escrito por él fueron mera consecuencia de un “delirio místico”.

    • oscar varela

      Hola Antonio, me pides que:
       
      “Más que textos orteguianos sobre el sí mismo,
      aportases tu búsqueda personal sobre tu interior
      y sobre lo que trasmitían de su “interior” (Jerónimo-Clelia).
      …………..
       
      Mi “búsqueda personal” ya la tienes cuando la pediste: “Perfiles”.
       
      Te la resumo en 3 Etapas:
      ETAPA I: De 0 a 18 años (duración 18 años)
      Niñez-Familia-Barrio-Escolaridad-Técnica-Construcción (Obras)
      [hombre-obrero-taller metalúrgico]
       
      ETAPA II: De 19 a 30 años (durción 11 años)
      Cambio a Construcción cultural (Humanidades)
      Estudios para Profesionalidad religiosa.
      [“A los 18 años se le antojó que mejor que construir Puentes era construir algo más sólido: la vida humana; y creyó que el Dios de Jesús anduvo en eso: se metió a Cura y lo logró”]
       
      ETAPA III: De 30 a 87 (duración 57 años)
      Vuelta a seguir viviendo (Construcción-matrimonios-vejez)
      [* A los 30 años de edad vuelve a Argentina ¡Tendrá que construir Puentes nomás!]
      …………..
      ¿Pa’qué más?

      • Antonio Duato

        Gracias, Oscar, por este recordatorio que haces a lo que escribiste sobre tí en 2013. Como no seguimos atendiendo a ese página de Perfiles, que queda hoy perdido en la multitud de páginas que compone el menú horizontal superior (un problema más en la edición de comandos que nos debería permitir seleccionar su visibilidad), recomiendo a todos leer el perfil que el resume: https://www.atrio.org/perfiles/oscar-varela/

        • oscar varela

          (Carta de Jerónimo José Podestá)
           
          Sra. Clelia Luro                                                                                                                        Lima Perú martes 11 de marzo de 1975
           
          Querida Clelita: Acabo de volver de Aeroperú donde retiré la desgrabación de … Yo sabía que te ibas a complicar la vida con ese asunto, pero sos más terca que yo…
           
          Leí tus líneas que dicen todo lo más importante -que me extrañas mucho- y por eso te las agradezco tanto porque es una manera de tenerte y sentirte cerca, de vibrar juntos al impulso de algo tan común, tan compartido, tan nuestro, que es lo que hace de nosotros dos, uno solo, sin que por ello se diluya nuestra individualidad personal, sino que se acreciente y se vitalice.
           
          Esta ausencia -aunque sea corta- es una herida y sin embargo una experiencia dolorosa y gozosa como todas las grandes cosas del espíritu. Por momentos pareciera que la ausencia hace sentir más la necesidad del ser amado; es el costado abierto como el de Adán o el de Cristo … La metáfora bíblica es realmente exacta y justa… En nuestro caso no es sólo un vacío o una simple ausencia, es un desgarrón, es la falta del otro, que se siente como el otro de uno mismo, como la falta de una parte de sí mismo, porque es sentir incompleto el todo que es más grande que uno, pero en el que uno sigue siendo uno mismo, porque somos los dos juntos … Palabras, Palabras… pero vos me entendés …
           
          De todos modos, no deja de ser interesante esta experiencia porque nos permite seguir ahondando en la experiencia primigenia de nuestro amor, que, desde el principio, desde el primer momento vivimos como algo trascendente, no sólo como algo indestructible y eterno, sino como algo que provenía de más allá de nosotros mismos y que nos proyectaba también más allá de nosotros mismos. Es vivir el amor interpersonal en su dimensión plena -podríamos decir también en su dimensión cristiana- Destruirlo, cortarlo o mutilarlo -no digo que no sería posible en principio- pero para nosotros que hemos tocado su dimensión verdadera sería como aniquilar irreparable y definitivamente, algo de nosotros mismos, que nos toca en lo más profundo, en lo más rico y en lo más trascendente de nuestro propio ser…
           
          Clelita, no sé si con estas divagaciones conceptuales logro decirte algo … En un Himno de la Liturgia que se atribuye a San Bernardo, se dice: “Sólo el que lo experimenta, sólo él puede decirlo”. Yo en verdad no sé si puedo decirlo, porque quizá esto no se “dice” con palabras, pero sí sé que lo que quiero y pretendo decir es lo mismo que vos estás experimentando -seguramente más rica, más intensamente y verdaderamente que yo-, en todo caso estás experimentando al mismo tiempo y junto conmigo.
           
          Una cosa más quiero decirte porque la he sentido ahora y me ha llenado la mente después de henchir mi espíritu. Esta vivencia es como una dimensión nueva del ser; es como una dimensión nueva de la vida, es como una vida más allá de la vida; es como estar viviendo en un plano y en una dimensión nueva, distinta, superior…
           
          A ver si logro decirte algo, aunque ya algo dije al afirmar que era algo que venía de más allá de nosotros y que nos proyectaba más allá de nosotros simplemente. Pienso que creer en la inmortalidad del alma simplemente como una supervivencia después de la muerte no tiene ninguna importancia. No es la duración lo que tiene sentido, porque para eso sería mejor seguir viviendo aquí. Por eso para un espíritu cultivado no es razonable creer en la inmortalidad como una simple supervivencia desencarnada, etérea …
           
          Además, creo que es bastante irrelevante creer, en el sentido de afirmar intelectualmente que uno piensa eso y espera que las cosas sean así después de la muerte corporal. Lo que realmente importa es haber sondeado las profundidades abismales del propio espíritu y haber tocado esa dimensión interior y profunda en que la vida adquiere el sentido de algo indestructible y eterno. Yo no puedo negar lo que se llama experiencia mística, tanto más que de algún modo puede decirse que yo también la he vivido, aunque no puedo estar seguro qué se les debe atribuir a tales vivencias.
           
          Digo esto porque hoy estoy convencido del valor definitivo que esas experiencias “místicas” (lo mismo debo decirte de las experiencias yoga) si no se encarnan en una vida de compromiso y de amor humano, realmente terminan por ser la cosa más alienante, la corrupción de lo óptimo que se convierte en pésimo. Como que ahora empiezo a comprender tu concepto de “mística encarnada”, aunque no sé si tu concepto va más allá del mío. En todo caso afirmo rotundamente que una mística que no se encarna es un puro sueño, una alienación, un engaño…una falsedad…
           

          A Dios en definitiva se llega a través del otro. Si he llegado verdaderamente a sentir, a descubrir y conocer al otro, que en definitiva es amar al otro, ya no me interesa tanto llegar al Otro y saber que existe el Otro … total si existe ya lo estoy tocando, ya estoy viviendo en Él. Y esto, aunque pudiera parecer una terrible herejía, no lo es. En cambio, afirmar la creencia, afirmar la mística y no encarnarla es pura alienación. Por eso también la gran escuela, la más rica y vital experiencia es la del amor, del amor humano, la vivencia integral del hombre-mujer, de la pareja tal como salió de manos del creador.

           
          Y aquí vuelvo a decir otra herejía: No me interesa la otra vida, tampoco me preocupa si existe o no existe …lo único que me parece importante es el haber vivido es haber vivido esa experiencia por la cual uno ha experimentado que algo dentro de uno mismo tiene una dimensión de indestructible, de eterno, de trascendente … dimensión de plenitud, de absoluto. Sólo por allí se puede atisbar el sentido de “otra vida”, si es que existe… porque verdaderamente lo que importa no es durar sino alcanzar esa otra dimensión en profundidad, de la vida y del ser, cualitativamente diferente. Que eso exista, no me interesa afirmarlo porque otros lo dicen, sino porque lo he atisbado en mi experiencia viva que es mi compañera, carne de mi carne, hueso de mi hueso, como dice la Biblia que habría dicho Adán al reconocer a Eva, y luego junto con ella en la entrega, en el compromiso de amor y de liberación de los demás, la compañera que está junto a mí y me alienta en la entrega total de mi vida, como la Nueva Eva, junto a Cristo el Nuevo Adán…
           
          Bueno estas referencias cristianas, pueden estar o no estar. No es lo más importante. Lo más importante verdaderamente es la experiencia de que el Amor es más grande que nosotros.

  • Antonio Duato

    Gracias por vuestros comentarios, Oscar e Isidoro.Y por haber entrado a fondo en el tema. Desde luego os contestaré, pero no he podido hoy como pretendía.

    A parte de alguna pregunta o puntualización a lo que escribís, creo que hay dos temas de fondo que planteáis:

    ¿Hay que seeguir hasta fin con ese empeño de llegar a conocer el “sí mismo”, obsesión que parece demasiado egótica, cuando lo que debe orientar la búsqueda es lo otro, lo que nos circunda?

    Y, una vez que se entra en la propia psique, ¿por que empeñarse en encontrar allí un Huesped personal del que surgen mociones interiores o “como voces muy bajitas y discretas”, cuando parece demostrado que no puede ser más que un algoritmo sub-subconsciente heredado por cada uno? ¿No es arcaico teísmo o paranoia soberbia hablar de Dios que me habla a mí, en lo que coiciden los dos?

    Pero hablamos más mañana y en los próxima entrega del viernes 11.

    • oscar varela

      Ring; Rrrrrrriiiiinnnnnggggg; Rrrrrrriiiiinnnnnggggg …

      – Hola; te llamo por teléfono
      para decirte que te voy a llamar por teléfono …

      … después te llamo.

  • Isidoro García

    • Isidoro García

      Quiero empezar con una cita del artículo de The Guardian, que recoge “un famoso pasaje de Cosechas y siembras, de Grothendieck, donde escribe que la mayoría de los matemáticos trabajan dentro de un marco preconcebido:

      “Son como los herederos de una casa grande y hermosa, ya construida, con sus salas de estar, cocinas y talleres, y sus utensilios de cocina y herramientas para todos, con los que hay de todo para cocinar y trastear”.

      Pero él forma parte de una especie más rara: los constructores, “cuya vocación instintiva y alegría es construir nuevas casas”.

      Eso mismo hay que señalar de los verdaderos investigadores de todo, incluidos los buscadores espirituales.

      Por eso buscadores de verdad, hay muy poquitos, y abundan sobre todo los instalados en un estatus quo cultural o religioso determinado, con la tranquilidad y seguridad que eso trae consigo, y rumiando una y otra vez, los conceptos enciclopédicos o catequéticos aprendidos.

      Y la diferencia entre unos y otros, está en el grado en que se escucha, comprende y acepta, la voz interior del “espíritu”, que nos genera una inquietud y una persistente sensación de que las respuestas culturales y religiosas recibidas, no nos dan una respuesta válida a las búsquedas que nos surgen desde lo más íntimo. (Lo que nos genera una gran sed del agua clara que nos la calme).

      La obediencia ovejuna y el seguidismo cultural y religioso nos tapan los oídos al espíritu, que hoy ya sabemos que es un núcleo psicológico que disponemos los humanos, y que son lo que nos hace “inteligentes”. (Núcleo, que para los creyentes, es el asistente mediante el cual Dios nos habla).

       

      Es claro, que tanto Marcel Legaut, como Alexandre Grothendieck, fueron unos auténticos buscadores-creadores espirituales, y que repensaron todo lo que habían aprendido culturalmente.

      Dice Legaut: “En estos tiempos en que se han cuestionado todos los valores que en el pasado permitieron dar sentido a la vida, el hombre no tiene tarea más urgente que la búsqueda de un terreno firme donde asentar sus pasos”.

      Legaut, en los sesenta, en la época del Concilio, ya vio que había que readaptar la religión y la espiritualidad, a la Modernidad del momento, siempre desde dentro de la estructura católica tradicional, que le era familiar. Y esa readaptación, la hizo muy bien.

      Pero a partir de 1968, (por poner una fecha), se iniciaba la transición paulatina y lenta al principio, de la Modernidad hacia la Postmodernidad, cuyo inicio podríamos fechar en el nuevo siglo XXI, (igualmente por poner una fecha), con los teléfonos móviles, Internet, y ahora ya la I.A.

      Todo está cambiando rapidísimamente, no solo la tecnología, sino el ideario y la cosmovisión cultural de la humanidad, y la obsolescencia de la Antropología y la Psicología católicas tradicionales, se ha agudizado, hasta ser ignorada por una gran mayoría de la humanidad desarrollada.

      Hoy día, treinta y cinco años después de su muerte, Legaut reconocería, que debería reescribir sus libros, ampliando su ideario, a los conocimientos actuales.

      Por su parte Alexandre G., desde su cosmovisión laica y moderna, siente la misma sed de sentido, y con su proclividad para los episodios psicóticos, dada su trayectoria personal y familiar tan traumática, inicia una búsqueda similar.

      Y cuando descubre a Legaut, se maravilla de la convergencia de ambos en una misma fe en sí mismo, y en una fe en un Dios presente en lo más íntimo y libre de uno mismo, a pesar de la divergencia en sus temperamentos personales, y en los horizontes sociológicos e ideológicos de cada uno.

      Él lo considera providencial y casi milagroso, (e indirectamente tiene razón), porque al no tener en cuenta al inconsciente colectivo universal, que nos une cognitivamente a todos los humanos, con las correspondientes diversidades culturales, achaca esa “milagrosa” convergencia al Dios teísta.

      También A.G. achaca su sed de sentido, a una misión personal ordenada por Dios, de acabar comprendiendo el significado de la vida humana, cuando esa es otra característica del I. Colectivo, o “espíritu personal” en todo humano, (aunque muchas veces no lo escuchamos).

      (Las descripciones de sus sueños e inspiraciones me recuerdan mucho a las que tuvo Jung, como cuando habla del ángel que le hablaba y que llamaba Flora o Lucifera, dependiendo de si se manifestaba como benévola o atormentadora.

      Jung, llamó a su guía espiritual, durante tres o cuatro  años, Filemón, y con sus visiones escribió “El libro Rojo”).

      El contacto fluido con el “espíritu”, genera contenidos organizacionales y perspectivales de todo, que son fundamentales para la conciliación y superación de contradicciones, lo que es fundamental para el descubrimiento de nuevas ideas.

      Pero los episodios psicóticos descontrolados, con un hiperflujo del subconsciente, pueden derivar en la genialidad, pero acaban frecuentemente es el delirio patológico, como les sucedió a Nietzsche o Hölderlin.

       

      En resumen, que desde 1960 a ahora, (85 años), con la velocidad de crucero con la que avanza el mundo hoy en día y cada vez mas aceleradamente, pegar un giro de 180º, es imposible de golpe, para las mentes, y se necesita hacerlo por etapas. Legaut fue el primero, (de los que estamos hablando), iniciando el replanteamiento de la antropología cristiana, con un “descubrimiento de lo humano, la apropiación de lo esencial a la naturaleza del hombre, que es para él, la única manera de llegar a una fe que no sea alienante, y que, por el contrario, posibilite su plenitud de hombre mejor de lo que de buenas a primeras pudiera concebir y llevar a cabo”.

      A.G. veinte años mas tarde, lo realiza también, desde el laicismo, aunque acabó cayendo en el teísmo, para comprender los efectos maravillosos del “espíritu” personal, que él ignoraba. 

      Y han pasado 35 años, desde los hallazgos espirituales de A.G., y es necesario pegar un tercer giro, que nos lleve al menos hasta el siglo XXII, ya desde un punto de vista espiritual pleno, sin interferencias religiosas, positivas en algunos aspectos, pero que frenan y confunden mucho la situación. Ha llegado la hora del profeta Bonhoeffer: Ante el Dios desconocido, vivir como si Dios no existiese, guiándose con el “espíritu”, con que el mismo Dios, a través el Universo nos ha dotado.

      • Isidoro García

        Amgo Oscar, no se si tu comentario, es contestación al mío, o es el ya típico “enganche” funcional. Ni tampoco si ese escrito es tuyo o es de algún otro autor. Pero sean unas cosas u otras me siento interpelado y por eso te contesto cordialmente.
         
            Uno de los mayores filósofos del mundo, (posiblemente el mejor), Jesús de Nazareth, parece que dijo una frase, que como muchas otras evangélicas, yo creo que ha sido malinterpretada.
               “¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?”, (Mateo 16:26).
             Frase que quizás se comprendería mejor, si tradujéramos, la expresión “ganar el mundo”, por “salvar el mundo”. Y la expresión “perder su alma”, por “dejar de vivir”, y/o “abandonar la guía de nuestro espíritu”.
              Entonces quizás esta frase en vez de significar el tradicional ataque contra la ambición y la mundanidad banal, la diana de Jesús, sería, el exceso de preocupación y focalización hacia el exterior, abandonando el vivir “la vida buena” personal, para lo que hemos venido a este mundo, y el cultivo de nuestro interior, del “alma” o “espíritu” personal.
             ¿Eran unos egoísta hedonistas, los ermitaños y monjes que se retiraban del mundo?.
                (El problema de fondo viene de la idea tóxica de que la naturaleza humana es mala y egoísta, cuando en realidad, la naturaleza humana bien desarrollada y madura, nos hace tender hacia el bien.
            Llevamos dentro los mecanismos y la programación necesaria para nuestra correcta maduración. El mal que causamos viene de la alienación, de una maduración interrumpida y frenada, cosa que es la triste realidad cotidiana: somos imperfectos).
         
            Vivimos presas del maniqueísmo, del “o esto o lo otro”, del “a setas o a Rolex”, frase chistosa que recomienda la focalización y la atención en lo que tenemos que hacer en cada momento, pero a nadie se le escapa, que se pueden hacer varias cosas distintas, a lo largo de las 24 horas del día.
              Heráclito ya decía que la realidad se manifiesta de modo dual, y todo obedece a una dinámica rítmica o bipolar, y todo se manifiesta con una dinámica de alternancia dual, detrás de la cual late una unidad secreta que entrelaza los opuestos, que lejos de ser excluyentes son interdependientes. (Mónica Cavallé).
            Es la dinámica taoísta del yin y el yang, en la que ambas fases de la realidad, cada fase contiene el germen de su contraparte. Este es uno de los arquetipos = patrones organizacionales, de toda la realidad del Universo, que se traslada fractalmente a nuestro microcosmos.
             Por eso, es reduccionista y sofístico, pensar que si te dedicas a conocerte a ti mismo y trabajar nuestra maduración personal, uno abandona totalmente el deseo y el colocar nuestro granito de arena, en la mejora de la sociedad en la que vivimos, mejora que es fundamental para nuestro propia auto-realización.
             Lo que pasa es que si uno va por el mundo en plan de Supermán narcisista salvamundos, no es bueno, que el “imprescindible” Supermán descanse un poco, y se meriende un bocata de sardinas o de jamón.
                 ¿Cuántas injusticias se habrán producido durante ese egoísta descanso de Supermán?. A mí esto me suena a la neurótica queja de Judas, por gastar un buen dinerito en el ungüento que le iban a poner a Jesús. La obsesión por un valor positivo, lo corrompe y lo malogra.
            No podemos perder la vida, sin vivirla bien y sabiamente. Como decía un apotegma judío, al final de la vida no te van a juzgar por no haber sido Moisés, sino por no haber sido tú mismo: Pepito Pérez.
                 Y cada uno tiene su carisma personal, pero cuando ese carisma se vive obsesivamente, se entra en lo patológico.
            La segunda gran inscripción del Templo de Delfos era: “De nada demasiado”.

        • oscar varela

          ¡Hola Isidoro!

          1) Es “enganche”
          2) Destilado de “Goethe el libertador” Ortega y Gasset (OCT4)
          3) Ni “p’adentro”, ni “p’afuera” ¿“p’adónde”, entonces?
          “p’adentro” “p’a salir afuera”
          ………………………………………..
          Fue la propuesta del otro método.

          Gracias y abrazo!

    • oscar varela

      Se trata la liberación hacia sí mismo.
       
      Se nos invita, pues, a evadirnos de lo demás como de una prisión
      y a instalarnos en el “sí mismo” de cada cual.
       
      Pero no sabemos bien en qué consiste el “sí mismo”.
       
      No importa: “ser sí mismo” nos representa la caricia más secreta y profunda,
      es como si acariciaran nuestra raíz.
      Es la promesa de la máxima voluptuosidad.
       
      Sin preocupación alguna, apenas abierta la puerta de la prisión,
      damos el enorme brinco hacia la delicia de ser uno mismo.
      Vamos a palpar, temblando de placer, las morbideces del yo.
       
      Pero… ¿dónde está?
       
      Lo buscamos en torno y no lo hallamos.
       
      Penetramos en nuestro interior seguros de encontrarlo.
      (In interiore homini habitat veritas—había dicho San Agustín).
       
      Nos imaginamos nuestro interior como un recinto, una cámara hermética y limitada,
      donde no puede perderse nuestro yo, escabullirse, fugarse.
      Allí no habrá escape: podremos echarle a nuestro Yo la mano al cuello,
      como hace el policía con el ladrón acorralado.
       
      Y, en efecto, nuestra intimidad tiene sus cuatro paredes bastante definidas.
       
      Lo problemático es el fondo, nuestro fondo.
       
      Nos preguntamos: ¿creo yo en el fondo eso que parezco creyendo?
      (en política, en arte, en ciencia, en amor)
       
      Porque el “mí mismo” consistirá en lo que yo sea en el fondo.
       
      Y empiezo a levantar los suelos de mi intimidad.
      ¡Vano empeño! Las capas geológicas de mi fondo se suceden unas bajo otras.
      Yo no soy últimamente éste, ni éste de más abajo.
       
      Son falsos yos que me han colonizado, que han venido de fuera:
      (ideas recibidas, preferencias que el contorno me ha impuesto, sentimientos de contagio,
      persona­lidades mías que en todo momento puedo revocar, substituir, modifi­car).
       
      Y yo busco mi yo mismo, no un yo cualquiera: mi yo necesario, irrevocable.
       
      Nuestro fondo es más abismático de lo que suponíamos.
      Por eso no hay medio de capturar nuestro “yo mismo” en la intimidad.
      …………………….
       
      Se propone otro método:
       
      En vez de ponernos a contemplar nuestro interior, salgamos fuera.
       
      La vida es precisamente un inexorable ¡AFUERA!,
      un incesante salir de sí al Universo.
       
      Si yo pudiese vivir dentro de mí, faltaría a lo que llamamos vida su atributo esencial:
      tener que sostenerse en un elemento antagónico, en el contorno, en las circunstancias.
       
      (Ésta es la diferencia entre Dios y nosotros. Él está dentro de sí, flota en sí mismo; lo que le rodea no es diferente de lo que él es. Esto no es vida—es beatitud, felicidad. Dios se da el gusto de ser sí mismo.)
       
      Pero la vida humana es precisa­mente la lucha, el esfuerzo, siempre más o menos fallido, de ser sí mismo.
       
      En rigor, para Dios no hay un dentro ni un fuera—porque no vive.
       
      La contraposición surge en el caso del hombre:
      es él un dentro que tiene que convertirse en un fuera.
      En este sentido, la vida es constitutivamente acción y quehacer.
       
      El dentro, el ‘‘sí mismo” no es una cosa espiritual frente a las cosas corporales del contorno.
      La psique no es sino un cuasi-cuerpo, un cuerpo fluido o espectral.
       
      Cuando miro esa supuesta intimidad mía, lo que hallo es mi paisaje psíquico, pero no mi yo.
      Éste no es una cosa, sino un PROGRAMA DE QUEHACERES,
      una norma y perfil de conducta.
       
      Ahora se comprende por qué el yo resulta inaccesible cuando lo buscamos.
      Buscar es una operación contemplativa, intelectual.
      Sólo se contemplan, se ven, se buscan cosas.
       
      Pero la norma surge en la acción.
      En el choque enérgico con el fuera brota clara la voz del dentro
      como programa de conducta.
      Un programa que se realiza es un dentro que se hace un fuera.
      …………………….