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Reflexiones espirituales en Cuaresma, 2

El sábado pasado presenté de nuevo las Reflexiones espirituales publicadas en el tiempo de cuaresma de 2019. Ya explicaba en aquella entrada que, de los dos acompañantes de mi itinerario espiritual en estos tiempos, yo no conocía siquiera la existencia de Grothendieck, aunque sí llevaba muchos años leyendo y conversando con Légaut, que está muy presente en estas reflexiones de 2017-2019.

Hoy vuelvo a invitar a seguir la tercera de estas reflexiones de hace cinco años: Meditación sobre la propia vida para determinar su sentido. La podéis abrir aquí. Al releerla he visto que es un texto demasiado largo para presentarlo en la web. Pero tiene la ventaja de exponer en su totalidad la ruta de Légaut (más o menos coincidente con la de Ignacio) para encontrar el sentido de la propia vida y llegar a una fe auténtica en nosotros mismos, en los otros y en Dios. Tal vez alguien vea que es camino demasiado centrado en primera persona, que puede llegar a ser mera “caricia” e ilusión de poder encontrar el fondo sin fondo de nuestro propio YO.

  1. ¿Acaso no es más espiritual hacer el vacío de la propia vida, de las experiencias y pensamientos que he ido teniendo en el pasado, centrándome en el puro presente para disolverme ahora en el gran Misterio como una gota de agua se disuelve en el mar? ¿No será narcisismo y afirmación del yo ese repasar tanto el pasado de uno mismo?
  2. Es verdad que al hablar de la búsqueda del sentido de la propia vida Légaut es discreto respecto a detalles de sus propias vivencias, describiendo cómo un universal “ser humano” es el que va encontrando el sentido de su propia vida por mociones internas para elecciones fundamentales y acontecimientos externos que por apropiación interior van marcando el propio sentido o misión. Grothendieck plantea en sus dos últimos libros reflexionar sobre su vida de trabajo matemático y espiritual, profundizando en su consciente e inconsciente con detalle. Para él tiene mucha importancia los detalles de su vida e incluso de sus sueños que, al menos en los diez años anteriores a escribir La llave de los sueños, ha ido analizando a fondo, dedicando a ese trabajo horas de vigilia,
  3. Ahora veo, al releer lo escrito hace cinco años, que yo sigo más a Légaut en el atender más que a sueños a mociones internas en vigilia y a apropiación de acontecimientos para descubrir el susurro de Dios. Y sin embargo no puedo evitar el uso de primera persona, como Grothendieck, con los riesgos de narcisismo que pueda tener, para dar testimonio de lo que voy descubriendo.

Tal vez pueda ilustrar lo que digo, leyendo este texto nuevo que hoy aporto de Alexander Grothendieck:

 

Alexander Grothendieck, La llave de los sueños o Diálogo con el buen Dios, pp. 141-143

  1. El testimonio como llamada a descubrirse

11 y 12 de julio 1987

…[Esta es la] perspectiva en la que me he situado en este libro: la historia de mi relación con Dios, o de mi aventura espiritual. Pero, para mí tal testimonio no tiene sentido más que si se hace “en verdad”, con todo el rigor y toda la simplicidad de los que soy capaz, sin escamotear los rincones sombríos o dudosos y sin acentuar lo rosa. Al hacerlo, siento por momentos que mi manera muy “metiendo la pata”, sin contemplaciones ni conmigo mismo ni con algunos de mis compañeros y otros implicados en mi aventura, ni con la susceptibilidad del lector, testigo desconocido de un relato que se dirige más a mí mismo que a él – que esta manera carece seguramente de esa virtud de “discreción” que Marcel Légaut recomienda con tanta insistencia y con razón, y que él mismo practica con tanta perfección. Pero, quiéralo o no, estoy llamado a testificar de esa manera. Como para testificar también, por así decir con el ejemplo, lo que llamo la “meditación”, es decir, el trabajo de reflexión sobre mí mismo, cuya razón de ser es el descubrimiento y comprensión de mi propio ser. Si fuera posible, mi testimonio quisiera ser una meditación proseguida “en público”, o al menos, con intención de publicarla. Por eso mismo, quisiera ser también aliento y llamada para que también el lector entre, al igual que yo hago, en su muda presencia, en su propio ser, en su propia vida, y en ella vea perfilarse una existencia humana. Como para decirle: ¡es así de simple, ves! Si vives alejado de ti mismo, no es que te falten los medios para conocerte a ti mismo y profundizar en ti ¡igual que no es la ausencia de medios lo que me hecho vivir en la superficie de mi ser la mayor parte de mi vida!

Ciertamente toda creación testifica de modo más o menos íntimo y más o menos directo sobre el obrero que la ha creado. En mi obra, ese testimonio seguramente será el más directo, el más inmediato, el menos “discreto” que haya. Así es como creo responder mejor a la exigencia de conocimiento de sí. Me parece que esa exigencia va más lejos en mí que en la mayor parte de los “espirituales”, es decir que en aquellos para los que eso que Légaut llama “profundización interior” está verdaderamente en el núcleo de su existencia y le da todo su sentido. Dicho de otro modo, un aspecto de mi misión (que al parecer no se encuentra bajo esta forma en la de Légaut ni de ningún otro que yo conozca), es promover un vivo interés por el conocimiento de uno mismo, o mejor dicho, por una actitud interior de descubrimiento de uno mismo. Ciertamente ésa es una llave para el descubrimiento y el conocimiento de los demás y del mundo espiritual. Y es ella la que me ha conducido de puerta en puerta al descubrimiento de Aquél que me esperaba. Pero más aún que un medio de conocimiento, es también la vía (o al menos una vía) hacia su propio devenir, hacia la maduración del ser y su liberación, por la liberación de sus fuerzas creadoras en el plano espiritual.

En la estela de este testimonio y de esta llamada, y en paralelo con ellos, quisiera promover un conocimiento de la psique humana “en general”, con una óptica espiritual. La ignorancia al respecto, incluso entre los “humanistas” más cultivados y más prestigiosos, es casi universal y sobrepasa toda expresión. Hasta entre los espirituales, generalmente ese conocimiento es descuidado, permanece borroso y como bloqueado por un propósito deliberado de “espiritualidad”. Paliar por poco que sea esa extraordinaria ignorancia generalizada, esa ceguera de la “cultura” a las realidades más elementales y más fundamentales de la psique, parece ir en el sentido de un cambio de “clima cultural”, que lo volvería más propicio, o al menos ferozmente adverso, al camino “espiritual” del ser en busca de sí mismo…

12 comentarios

  • Isidoro García

    Amigo Juan Antonio, no había visto tu comentario de ayer. A riesgo de ser pesado, un apunte sobre el apunte.                                          ¿Se puede querer algo que no se conoce, (Dios), y que ontológicamente ni siquiera tenemos inteligencia para abarcar?. ¿Se pude querer a algo indescriptible, pero que es algo así, como un consciente complejísimo campo de fuerzas?.

    • Isidoro García

      Los primeros dirigentes de la Iglesia, pronto se dieron cuenta, de que desgraciadamente, (o quizás para estímulo nuestro), la revelación del pensamiento de Jesús, es cualquier cosa, menos precisa y clara.

      Hay contradicciones por doquier, posibles interpolaciones interesadas ideológicamente, y muy probables errores de memoria y transcripción. Y eso dio lugar al florecimiento hasta el paroxismo de múltiples interpretaciones personales, con la correspondiente confusión e incertidumbre.

       

      Julián Marías, dice: “El estado de incertidumbre y desorientación, “el no saber a qué atenerse” conduce con frecuencia, cuando el hombre se abandona a él, a la angustia. 

           Cuando lo quiere evitar sin superarlo, cuando pretende obrar como si supiera, pero sin saber, y sobre todo sin esforzarse por saber, cae en el fanatismo.

       El fanático se echa tierra en los ojos y trata de anular su confusión intelectual, con una confusión emocional. Es el calamar que, para no ver que el agua está turbia, descarga su tinta. Angustia y fanatismo son dos de las dolencias capitales de nuestro tiempo”. 

      Y eso se traduce en una retórica eclesial, que abusa de lo sentimental, cuando se dirige a personas que no han podido aprender mínimamente, y también, porque lo sentimental, es el campo propicio de la vaguedad y la confusión de pensamientos, y con sentimientos por medio, cuela cualquier cosa. (Ya sabes el dicho, ¡a mal Cristo, mucha sangre!).

       

      Hace tiempo que me dí cuenta de que al ser humano no hay que pedirle imposibles, que sabemos que no están a su alcance. Y de esa idea hice mi caballo de batalla.

      Me dí cuenta de que todos los seres del Universo, son lo que son, sin ningún problema y dudas existenciales. Sin embargo, parece que para el ser humano eso no rige, y así ser humano, se convierte en una carga pesadísima, repleta de obligaciones existenciales, que le abruman y angustian.

      Y por eso me hice “naturalista religioso”. El Universo, (y Dios detrás de él, para el deísta), no nos ha dejado de la mano, como perrito sin dueño, sino que aparte de los instintos y emociones, (que son instintos comportamentales animales), nos ha dotado a todos los animales, de unos instintos comportamentales, que se reciben genéticamente.

      Y a los humanos, nos ha dotado de una ampliación de esos instintos comportamentales, con la tendencia instintiva a los valores humanos superiores, (Verdad, Bondad, y Belleza), también genéticamente, en el clúster neuronal que llamamos “espíritu”, y que es lo que nos hace humanos.

      Nacemos agarrados a una cuerda-guía de nuestra vida, que soltamos cuando la cultura recibida, en vez de ser una magnífica auxiliar, decide tomar las riendas de nuestra vida, con el racionalismo.

      Y de ahí nuestra triste situación, y porqué necesitamos encontrar de nuevo esa cuerda-guía, que llevamos dentro de nosotros.

      • Isidoro García

        He tenido un sueño, en que me hablaba mi “espíritu”, y me decía:

        En Mateo 11, 28-30, se transcribe un párrafo dicho por Jesús, inspirado y “poseído” por el Espíritu de Dios:

        «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera»…

        Y a continuación, inspirado por el mismo “espíritu”-en conexión con el Espíritu, le “oigo” continuar:

        “Yo no os voy a pedir cuentas sobre si habéis dado de comer al hambriento, ni de beber al sediento, ni de vestir al desnudo…

        Sé, hijos míos, que si no lo habéis hecho es porque no estabais en vuestros cabales, desquiciados y alienados, y agobiados por tanta carga y tanto deber que se os impone, tantas ideas falsas que envenenan vuestra mente y vuestro ser, tanta responsabilidad, y tanto peso, propios para unos huesos fuertes y desarrollados, y no para unos huesos débiles y sin acabar de crecer, como son los vuestros, que estáis enfermos y desnutridos.

        Pero si sois humiles de corazón, esto es si escucháis atentos a vuestro espíritu, y seguís vuestro instinto espiritual, comprobaréis que como decía antes, que soy un padre paciente, y mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

        Y cada uno llevará la carga en función de los “talentos” y la fuerza en las piernas que os ha sido dada, y siempre sabéis que contáis con mi complicidad y mi justicia, que os digan lo que os digan, no pide nunca más de lo que es razonable esperar en cada caso.

        Y según vais desarrollándoos, haréis con naturalidad, cosas impensables para vosotros ahora.

        No me gusta veros como unos siervos de un amo injusto y arbitrario, sino siempre como unos miembros honorables del Universo, del que estoy tan complacido”.

        Me he despertado, y he venido corriendo a contárooslo.

         

      • Juan A. Vinagre

        Hola de nuevo, amigo Isidoro: Continúo con estos comentarios que hemos iniciado, aunque no sé si no será mejor dejarlos sin “rematar”. Pueden cansar… Permite, no obstante, unas reflexiones más:

        -Tu pregunta: ¿se puede creer en algo que no se conoce? (o se conoce poco, añado). Tu pregunta -digo-  puede ser bastante razonable. Pero, en mi caso al menos, creo que conozco lo suficiente sobre Jesús de Nazaret y su Mensaje del Reino, como enviado del Padre.  Advirtiendo, como ya he hecho otras veces, que ese creer no es la conclusión de un silogismo. En ese “creer” intervienen más variables…

        -Las contradicciones en los evangelios (y no digamos en las cartas de Pablo o atribuidas a Pablo) son literalmente reales. ¿Pero esas “disonancias” o incoherencias reflejan el pensamiento de Jesús o más bien manifiestan la interpretación del evangelista (y de la comunidad en que vivía)?  Sabemos que en la Comunidad de Jerusalén  había interpretaciones distintas en torno a Jesús… ¿Jesús representaba una continuidad del A. T. o significaba una clara superación del mismo?  (No olvidemos que los discípulos de Jesús tampoco le entendían bien…, ni siquiera después de Pentecostés. Ver Hechos.)

        -Por eso, en mi opinión, debemos centrarnos en la ESENCIA del Mensaje evangélico. Esencia que se encuentra por encima de esas “disonancias”. Y un criterio fundamental para descubrir esa esencia es analizar la “novedad”, el pensamiento innovador y creativo -y la conducta de Jesús que también forma parte de ese Mensaje-; Mensaje que encaja con las palabras que parecen de Jesús: “la Ley y los profetas hasta Juan, a  partir de ahora se anuncia la buena Nueva del Reino”. Es decir, algo nuevo e innovador. Por eso, hablando del Reino que anunciaba, le dijo a Nicodemo: para entender el Mensaje que expongo es preciso RENACER. En la esencia de ese Mensaje innovador hay, a mi juicio, mucha coherencia.

        -Cosa que no se advierte en Pablo. Por ej. cuando habla de la muerte de Jesús como sacrificio expiatorio… o de la fe como necesaria para la salvación, o cuando ignora el Mensaje evangélico del Jesús hombre… y la gran parábola del “Venid, benditos”, que tantas veces cito.

        -Amigo Isidoro: Si te parece puntualiza, pero yo lo dejo aquí. Un abrazo.

  • Isidoro García

    Amigo J. Antonio, tu comentario sobre el evangelio de Tomás, de que es gnóstico, me viene al pelo, pues tenía ganas de explicar algo muy importante sobre dicho evangelio, y su importancia en la historia de la Iglesia, a partir del s. II, que fue la  época en que se diseñó y formalizó, el contenido de la doctrina católica, (no ya solo sus dogmas, sino sobre toda su antropología humana y su concepción del ser humano).

    • Isidoro García

      “Gnóstico”, no debería ser ni un descalificativo, ni un insulto. Simplemente significa, que le gusta el “Conocimiento”, y cree que el conocimiento “salva”.

      Y realmente, existen en el cristianismo dos ramas muy diferentes. La de los eclesiales, que creen que nos jugamos una vida futura, y que para “salvarse” hay que creer en Jesús como Dios; y la de los “gnósticos”, que creen que la “salvación”, pasa por desarrollar nuestra naturaleza a semejanza de Dios, conociendo. “Dios es Dios, porque conoce”.

      (Aparte de que los gnósticos modernos, ponemos lo de la vida futura en un “vete tu a saber”, y “lo que sea sonará”, siempre confiando en la misericordia divina.

      Y por ello, la “salvación”, sería, desplegar y desarrollar adecuadamente, nuestra naturaleza humana, de la que hemos sido dotados, de forma larvada y sin acabar de montar, como un mueble de Ikea, que hay que montar adecuadamente).

      Yo creo que Jesús, en su predicación, fue como las estatuas de Colón: señalando con el dedo, la forma que debíamos utilizar nuestro espíritu, para insertarnos en el reino de Dios.

      Pero la Iglesia, que se fue conformando durante cuatro siglos, (del II al V), con muy buena voluntad, quedó petrificada, mirando el dedo, adorando el dedo, en lugar del mensaje).

      (Y todo esto, sin menoscabar la importancia cósmica de Jesús, posiblemente designado como representante universal de la Humanidad).

       

      Casualmente, hace unos pocos días leía un artículo revelador, y muy interesante, “Los otros cristianos”, de Birger A. Pearson,de 2004,

      https://www.revistadelibros.com/la-interpretacion-del-evangelio-de-tomas/, sobre el libro de Elaine Pagels, “Más allá de la fe. (El evangelio secreto de Tomás)”. 

      Elaine Pagels, es una profesora estadounidense de historia de las religiones en las Universidades de Harvard, y Princeton, especializada en el cristianismo primitivo y especialmente en los gnósticos.

      En los años iniciales del post-jesusismo, (del 30 al 70), existe lo que narra los hechos de los Apóstoles, donde se narra, la primera controversia religiosa del post-jesusismo, entre Pablo y Santiago y los de Jerusalén.

      Pero eso es anterior a la constitución formal de la Iglesia Católica, pues Pablo y los demás eran judíos, y su campo de actuación era en las sinagogas. Incluso los adeptos provenientes de la religión greco-romana, se les convertía al judaísmo, y de ahí la controversia de si tenían que cumplir las reglas judías, como por ejemplo la circuncisión de los hombres.

      Es a partir del 70-80, cuando los fariseos, que toman el poder religioso, después de la destrucción del Templo, empezaron a depurar el judaísmo de tanta secta distinta, y empezaron a expulsar a los heterodoxos, (y de ahí el odio cerval que se les tiene en los evangelios a los fariseos, y a los judíos en general).

      Pero de los primeros años de inicio formal de la Iglesia, como institución independiente, se sabe muy poco.

      En su libro, “Más Allá de la fe: El Evangelio Secreto de Tomás”, (2003), se contrapone el Evangelio de Tomás, (escrito por seguidores de Tomás – el mellizo de Jesús), con el Evangelio de Juan, y escritos ambos casi simultáneamente, años arriba o abajo del año 100.

      Según Pagels, parece ser, que ambos representaban los dos polos de la controversia doctrinal de esos inicios del s. II, donde Juan enfatizaba que Jesús era “divino” y era “la luz del mundo”, y solo se podía acceder a Dios a través de Jesús, mientras que Tomás enseñaba que “hay una luz dentro de cada uno que ilumina el universo entero, que si no brilla hay oscuridad”. 

      Tomás también comparte otra supuesta enseñanza secreta, la creencia de que Jesús no es Dios, sino un maestro que busca revelar la luz divina en todos los seres humanos, mediante la epinoia [conciencia “creativa” o “inventiva”]. 

      Como el término griego epinoia, («poder mental, inventiva», etc.), no cuenta con un equivalente exacto, Pagels prefiere dejarlo sin traducir, pero entiende que significa algo que «transmite el saber genuino», y se refieren a la imaginación creadora que ha estudiado Henri corbin, que es el órgano creativo e inspirador del espíritu.

      Ante tal pluralismo doctrinal, (que en sí no era tan grave, pues la gente de la época estaba muy acostumbrada a la doctrina particular de su fundador u obispo), y ante la presión de las persecuciones en la 2ª parte del s. II, Ireneo, (el Pablo del s. II), que era discípulo de Policarpo, y discípulo de los seguidores de Juan, decide poner un poco de orden, y es el que impulsa y decide el canon de los libros ortodoxos, y los heterodoxos.

      (En la historia de la conformación de la Iglesia Cristiana, hay seis personajes fundamentales: Jesús como origen, Pablo, Juan, Tomás, Ireneo de Lyon, y Constantino).

      Pero Ireneo, no solamente introdujo el Canon ortodoxo, sino que prohibió una interpretación que no fuera fundamentalmente literal.

      Porque los primeros comentaristas cristianos del evangelio de Juan, fueron los «herejes» gnósticos, Valentín, (100-160), que estuvo muy bien considerado por la Iglesia de su momento, y a poco lo nombran obispo, y sus discípulos Ptolomeo y Heracleon, y como señala Pagels, «Ireneo contribuyó a construir la arquitectura básica de lo que acabaría siendo el cristianismo ortodoxo». 

      Pero ambas corrientes siguieron su camino los s. II y III. La “controversia Juan-Tomás”, entre “espirituales-gnósticos” y dirigentes eclesiales, se convierte en endémica hasta la llegada de Constantino, a principios del s. IV, que la terminó “manu militari”.

      Desde que llegó Constantino, vino Nicea, con la disputa entre Atanasio y Arrio, (325), seguidos por Constantinopla, (381), y Calcedonia, (451), con episodios puntuales entre Agustín y Pelagio, que son todas, variaciones de la misma controversia fundamental.

      Y esta corriente espiritualista, ha proseguido su camino en la Iglesia, con figuras como el Pseudo-Dionisio, y el Maestro Eckhart.

      Y así hasta ahora, en que la conciencia científica y reacia a la actuación sobrenatural en el Mundo, es mucho mas favorable a la visión espiritual, (de uso del espíritu, como órgano de la mente), para conseguir los fines fundamentales del ser humano.

      • Juan A. Vinagre

        Amigo Isidoro: Vaya por delante un cordial saludo. Aunque no siempre comparta tu visión-opinión, es interesante leerte. En tu comentario de hoy citas autores y libros que yo no he leído.  Es bueno conocer otras interpretaciones, y si se puede conocer o intuir el por qué de las mismas, mejor. Ahora y aquí me detengo en dar mi opinión -aunque a veces sea más bien convicción- respecto a algunas cosas que señalas:

        -Según Hechos, las primeras controversias-enfrentamientos en la Comunidad de Jerusalén no se manifestaron en torno a las propuestas de Pablo, sino antes en torno a cómo concebir a Jesús, si incardinado en el V. T., como el último profeta del V. T. o más bien como su superación. Para muchos de esa Comunidad, “la Ley y los profetas no se acaban en Juan”, como dijo Jesús, sino que la ley y los profetas se acababan en Jesús. Así se eliminaba la novedad-innovación del pensamiento evangélico. Con lo que, en el fondo, todo seguía igual. A partir de esto, a mi juicio, se explican mejor las tensiones con Pablo y con Pedro…

        -Hablas de la “Iglesia petrificada”… Cosa que comparto contigo. Petrificada en dos sentidos: 1) inmovilizada, tradicionalista, irrevisable…  y 2) Petrificada, es decir, demasiado centrada en y por los Pedros que le siguieron, sobre todo en la Iglesia latina. Petrificada por el poder…, alejada del mando como SERVICIO. Alejada del  “no sea así entre vosotros”.

        -En la cita de “Pablo, Juan, Tomás, Ireneo y Constantino”, incluiría a Ignacio de Antioquía y a Clemente romano, que introdujeron en la Iglesia -respectivamente- el factor jerárquico y la obediencia sumisa etc. Clemente romano tuvo mucha influencia en la Iglesia posterior.

        -Las otras dos observaciones que citas: 1) Según unos, “para salvarse hay que CREER en Jesús como Dios”, solo recordar la parábola del “Venid, benditos”. En ella Jesús no considera necesario ni siquiera que lo conozcan. Esta idea es una genialidad, una genialidad con la mayor flexibilidad posible. La rigidez no es evangélica. Cosa que en la Historia de la Iglesia clerical y docente se ha olvidado o marginado…  2) la otra cita con tufillo gnóstico: “Si se desarrolla la naturaleza a semejanza de Dios, CONOCIENDO…”, creo que en “cristiano” sería más correcto decir AMANDO.  Las ideas  -por importantes que sean- no son el primer valor en el Mensaje del Reino. Se puede empezar por el cambio en ideas, pero no quedarse contemplativamente en ellas. Los frutos -los cambios a mejor- son más importantes.

        ¿Estarías de acuerdo, Isidoro?

        • Isidoro García

              Totalmente de acuerdo amigo Juan A., pero como siempre, y es lo natural, hay matices.
             Respecto al primer punto, sobre la controversia Pablo-Santiago, yo creo que decimos lo mismo. Porque yo lo que creo es que Jesús, ni pretendió fundar una nueva religión, ni por supuesto que desapareciera el judaísmo.
              El, parecería como que pretendía que se viviera el judaísmo de otra manera diferente, mas intimista, mas directamente con Dios, sin ritos, sacrificios y Templo. O sea en un palabra de forma “espiritual”. Pero él, era un judío de los pies a la cabeza, y murió judío.
              Y Pablo igual. Pretendía convertir a los paganos al judaísmo, solo que a ese judaísmo “espiritual”, sin sometimiento estricto a la Ley judía, que consideraba trascendida, frente a los tradicionalistas que se oponían fuertemente.
              Que es lo mismo que dices tú.
              Y respecto al segundo punto, el de la controversia entre Conocimiento y Amor, o lo que sería lo mismo entre teoría y práctica, los dos vemos lo mismo pero desde una dirección diferente.
               Esto es el dilema del carro y los bueyes, o del huevo y la gallina. ¿Qué es antes, la teoría o la práctica?.
              Lo primero eso de que “Dios es amor”, es un eslogan muy bonito, que queda muy bien en las pegatinas de los coches. Y es verdad. Lo que pasa, es que se supone que Dios es muchas cosas al mismo tiempo. Y no tiene sentido pensar cual de las cosas que es en Él, la mas importante.
                  Fíjate si lo creo, que ya digo que los espirituales laicos y seculares, no nos debemos preocupar de posibles cielos e infiernos, porque debemos confiar ciegamente en la infinita misericordia divina, (y que sea lo que Dios quiera).
                 Pero igual que en Dios es absurdo, pretender encontrar una lógica humana en su “personalidad”, en los humanos es de lo mas razonable buscar y encontrar esa lógica. Una lógica de las causas y los efectos, que te proporciona el conocimiento, no solo racional, sino también el conocimiento intuitivo del espíritu.
              Y es necesario conocer dicha lógica de las causas y los efectos, porque si no la comprendemos, caemos en la moralización. Si no comprendemos la regla de tres, la aplicaremos acatándola como un deber, (hay que hacerlo así y así).
                  Porque, para moralizar, basta con no comprender. Resulta claro que, en el momento en que no la comprendemos, una ley se nos muestra bajo la especie moral de una obligación.
                Ese es el sentido de la frase de Marshall Mcluhan: “…dejé de ser un moralista, y me hice un estudioso”.
              O sea que hablando de grados, el grado superior es el conocimiento, del cual se derivará lógicamente, la acción correspondiente. Y el grado inferior es el de la práctica coercitiva, por cumplimiento de la ley.
             Por eso Plotino, Enéadas, 3.8.4, señala: “También los hombres, cuando se debilita su poder de contemplación, se vuelven a la acción, que es una sombra de contemplación y de razonamiento”.
              Y Fernando Pessoa, decía en su “Educación del estoico”: “No hay mayor tragedia que tener la misma intensidad, en una misma alma o en un hombre, del sentimiento intelectual y del sentimiento moral.
          Para que un hombre pueda ser distintiva y absolutamente moral, tiene que ser poco inteligente”. (O no dedicarse a reflexionar, por seguir su zeigeist cultural).
              Y es que obedecer ciegamente es labor de oveja, pero pensar es labor divina, de Dios, y aunque sea torpemente, del ser humano. Incluso la obediencia ciega a la ley, es discutible. Decía Tony de Mello: “Un grado alto de ser malo es quebrantar la ley. Un grado menor de ser malo es seguirla al pie de la letra”.
               Que eso pueda ser considerado soberbia, por los escrupulosos, me da igual. No tenemos por qué negar los dones con los que Dios nos ha favorecido. Es de bien nacidos…
              El Universo, la mano de Dios, nos ha puesto en el espíritu, sendos valores ideales universales: la Bondad, el Conocimiento, y la tendencia a la felicidad, por armonía con el Universo, (la Belleza).
                 Y en ese sentido, se podría decir que la Belleza, es el valor supremo que dirige a los otros dos. Por eso Hölderling, en su Hiperión, dice:
           – El Yo, enajenado del Universo por la divinización de la Razón, ha de reencontrar la armonía con el Universo; esto es la premisa necesaria para una nueva moralidad”.
           
            Perdón por el rollo, y un fuerte saludo.

          • Juan A. Vinagre

            Gracias, Isidoro, por tu atención. Eres una persona culta, que piensa y va en busca de sentido… Permíteme otro matiz:

            -Antes de las ideas, que si están bien motivadas pueden dirigir la vida de muchas personas, tal vez se encuentren las intuiciones que hacen que uno-a se pregunte y busque y explique…  Pero, a mi juicio, lo primero o más importante no es si el huevo o la gallina…  Considero que lo más importante -lo más importante- no es la idea -aunque por la intuición y por la idea se comience-, sino la motivación que la inspira. Y esa motivación – tratándose de Dios- en el fondo es búsqueda amorosa, aunque ésta sea inicialmente inconsciente. Puede incluso admitirse que ambos -pensamiento y amor- son, al menos en algunos aspectos, inseparables. Pero cuando se entra en la escala de valores, lo más importante no es la idea, sino el amor. Dios no es Idea, Dios es Amor. Y la Comunidad de Jesús debe estar en primer lugar unida por el amor, no por las ideas. (No por esas ideas especulativo-filosóficas de la teología de antaño, que imponía las ideas, a veces a costa del amor.)

            -El verdadero pecado -y herejía?- es EN PRIMER LUGAR el maltrato -la falta de amor-, no la diversidad de ideas. En la pelea por ideas hay, en el fondo, una falta de amor.

            -Otro tema: El Mensaje de Jesús SUPERA el A. T. “La Ley y los profetas hasta Juan”. La esencia de la religión de Jesús es -a mi juicio- la oración y el amor (la Eucaristía también es amor). En términos más terrenos, la mejor religión es dar culto al hombre, empezando por el necesitado… Dios no necesita culto, ni lo demanda. No es narcisista. Nuestro culto a Dios es ante todo dar culto al hombre-mujer-niños, y acercarnos a Él con una oración confiada de hijos. Piénsese en el “Padre Nuestro”. Un abrazo, Isidoro.

  • Juan A. Vinagre

    Solo una breve reflexión en torno a esa sugeridora cita que Isidoro extrae del evangelio de Tomás. (Independientemente de que en este evangelio se encuentren frecuentes rasgos de mentalidad gnóstica.)     La cita: “Si no nos conocemos bien a nosotros mismos, estamos sumidos en la pobreza y somos la pobreza misma”.  Por eso, los antiguos clásicos destacaban tanto el “nosce teipsum”. Esta es la gran cuestión, nada fácil de aclarar, pues en nuestro interior hay muchos recovecos y estratos -algunos salvajes- de difícil acceso. Conocemos mejor el mundo exterior que nuestro mundo interno. Y sin embargo, nuestro mundo interior es fundamental, es el gran impulsor en la búsqueda de sentido pleno a la vida humana.

    En la profundidad interior de ese “conocerse a sí mismo” se encuentran las raíces de dos estratos fundamentales de nuestro ser como personas: la HUMILDAD -que es autenticidad y que se opone al ego…- y el AMOR, que es dar de sí…, cuando el ego está domado. Pues bien, en estas dos grandes “cualidades” o formas de ser íntimas se encuentra, se concentra lo mejor de nuestro SER, de nuestro YO personal. En la profundidad de nosotros se encuentran las raíces de lo mejor de nosotros: Autenticidad -humildad y amor- que no se busca, que se da…  El hecho de que miremos más hacia fuera que hacia dentro define, señala el nivel de nuestro estado de maduración humana. Y el grado de nuestra civilización social. 

  • ELOY

    A la experiencia se refiere Antonio Duato en esta serie de aportaciones que trae de nuevo a Atrio y que ya publicó en 2019.

    Son , pienso, una especie de “Confesiones” tras las que late una filosofía un sentido de la vida (siempre en movimiento, inquietud y búsqueda) y una experiencia que es en definitiva donde se cifra la realidad de lo que llamamos vida. 

    Distingue María Zambrano ente la Filosofía como Sistema y la Filosofía que se trasluce a través de otras expresiones no sistémicas y, como tales, cita expresamente a géneros como las Confesiones, la Guías, las Meditaciones, los Diálogos, las Epístolas, los breves Tratados, las  Consolaciones. En estos géneros hay doctrina con contenido de vida, también filosófico, aunque no se adapte a la “forma” sistemática de la Filosofía. 

    Dice Antonio: “Y sin embargo no puedo evitar el uso de primera persona, como Grothendieck, con los riesgos de narcisismo que pueda tener, para dar testimonio de lo que voy descubriendo.”

    Entiendo que el uso de la primea persona, que menciona Antonio, no es extraño, sino natural e incluso necesario cuando se quiera dar cuenta de una experiencia. Y de una experiencia es de lo que nos está hablando. 

  • Isidoro García

    1º comentario de urgencia:Evangelio de Tomás, log. 3:      “(…) el Reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y caeréis en la cuenta de que sois hijos del Padre Viviente.      Pero si no os conocéis a vosotros mismos, estáis sumidos en la pobreza y sois la pobreza misma».