El nacimiento de la ciencia moderna está estrechamente ligado a los avances logrados por las ciencias físicas, que ayudadas por la matemática que es su trastienda y por la técnica que es su hija, han sido quienes se han apuntado los éxitos más resonantes en el ámbito del conocimiento del mundo. Conocimiento que en muchos casos ha llegado a eclipsar a cualquier otro, cayendo en una cosmovisión reduccionista llamada positivismo, y que posteriormente ha evolucionado hacia un pragmatismo relativista al tomar conciencia de la imposibilidad de alcanzar la verdad absoluta de toda realidad, tanto material como racional, habiendo tomado actualmente la deriva “trans”, pero sin abandonar aún las dos anteriores.
La razón científica, asentada en formulaciones exactas y contrastables, ha conseguido a través de la técnica, es decir de la propia praxis humana que es la materialización de lo previamente pensado y razonado, mejorar sensiblemente la calidad de vida. Pero lo ha hecho venciendo la resistencia de las creencias que a menudo se opusieron a sus descubrimientos en nombre de esta o aquella doctrina religiosa.
De este modo se ha ido induciendo en la conciencia social la persuasión de que lo racional es lo científico, obviando que es imposible hacer ciencia si no es desde la base de todo un universo previo de convicciones, creencias, sospechas y en definitiva de conjeturas apriorísticas. Esta razón siempre se despliega en un marco prefijado de una determinada imagen de la realidad y por tanto previo a los resultados de la indagación científica.
Decía Ortega, que en las creencias estamos y que las ideas las tenemos, y a su vez Arquímedes reclamaba un punto de apoyo para poder mover el mundo material. Pensamiento y acción que son el substrato de la praxis humana y que a su vez es la dinámica en la que experimentamos nuestra existencia, precisan de ese punto de apoyo no contenido dentro de ellos, pues ellos (pensamiento y acción), son puro dinamismo, velándonos nuestro acceso a sus esencias, a lo inmutable.
El creer, se convierte así en necesidad existencial, como punto de partida que le rescate del desasosiego de un saber sin fin y de un trabajar también sin fin, viviendo siempre en el límite de ambos límites sin poder alcanzarlos.
El poder de las creencias ha sido y siguen siendo muy superior al de las razones, pues están más asentadas en la voluntad de poder que en la voluntad de saber. No todo razonar cristaliza en creencia, ni toda creencia es garantía de razón alguna, pues entre ambas, media la voluntad.
Con todo esto, los errores que a lo largo de la historia han ido perpetuando las creencias y muy en especial cuando llegan a formalizarse e institucionalizarse en cosmovisiones, bien sean religiosas o de cualquier otro tipo, han sido más útiles que perniciosas, exigiendo a la razón una labor depurativa sobre ellas en un intento de evitar toda absolutización.
Por otra parte, se comete un gran error al emparentar la creencia con la fe. La fe es un fenómeno específico, concreto y privativo del ser humano, que aparece en la historia de éste en un momento dado y muy posteriormente al de las creencias y al de la razón. Además, si excluyésemos a la fe de la historia de la humanidad, nos encontraríamos en una situación de total incomprensibilidad del mundo tal y como lo conocemos.
El positivismo ha supuesto un velo a esta vía de acceso a un conocimiento muy específico de la realidad humana, pero ahí está la fenomenología de la fe que ha superado el ámbito de la teología, siendo también objeto de la psicología, abriéndonos nuevos espacios de acceso a la realidad y que por prejuicios es ignorada por muchos científicos que, ante el temor de caer en ilusiones han reducido la realidad del mundo a “cosa”, y aún peor, “cosa” ha acabado siendo la persona humana, perdiendo así su carácter de singularidad.
La fe supone una implicación mucho más profunda y personal que la creencia y la razón, por eso cuando la profesión de fe tiende a asentarse en un mundo de seguridades y de certezas, cristalizan y se fosilizan en creencias, inmovilizando el propio dinamismo existencial en una dinámica replicativa con la primera, o en una dinámica evolutiva con la segunda, y sin fin a la vista, además de la ausencia de un principio no confirmado científicamente. ¿Será esta la causa de que el método filosófico aceptara en su día la duda como principio de su razonar?
El conocimiento científico es exacto pero incompleto y penúltimo, escamoteándonos lo último, por lo que la razón más racional deberá ser aquella que afronte el reto de las últimas preguntas, y a su vez las creencias acabarían encontrando así sus propias razones que las justificasen. Creencia y razón justificándose mutuamente.
La fe tiene sus razones al igual que las razones científicas y las creencias, pero ambas son muy distintas, y como toda razón tiene en origen una pregunta, la forma en que nos la hagamos condicionará las razones que den razón a dicha pregunta.
La razón científica se pregunta por el “qué” de la realidad y La razón de la fe lo hace por el “Quien” que se pregunta a sí mismo desde sí mismo y por sí mismo.
Cuando el ser humano en su singularidad concreta, en su aquí y su ahora, es quien se hace tal pregunta, y no el ser humano en su generalidad, mal denominado género humano, estamos afirmando a su vez, la singularidad de todo ser humano a lo largo de la historia de toda la humanidad. Singularidad de singularidades. Tema ya tratado en otras reflexiones
El calificativo de “género” en el ser humano, es una proyección del logos naturalista, pero la singularidad humana no es ni inventariable, ni clasificable taxonómicamente y por lo tanto es excluyente de todo gregarismo. El gregarismo es un patrón conductual que uniformiza, perdiéndose en él toda singularidad, y que en el caso del ser humano tiende a diluir su responsabilidad. Las ideologías son un ejemplo de gregarismo racional y práxico.
Decía Ortega que el ser humano cuanto más se naturaliza más se despersonaliza.
Cuando este ser concreto, usted o yo, vuelve su mirada sobre sí para responderse, se encuentra con sus pensamientos, con sus emociones, con sus ansiedades, con sus deseos, con sus intereses…. y, con su finitud, no encontrando respuesta firme y segura que de razón de sí, pues el “yo” que se pregunta escapa a toda posible observación, porque no es un objeto, y también escapa a la abstracción, porque no es una naturaleza. El “yo” es principio de actividad creativa, es el sujeto que en cierto modo está por encima de su naturaleza, siendo el creador de su propia naturaleza de ser, o mejor dicho de estar siendo, puesto que él mismo no se puede dar el ser, pero si su modo de ser.
La razón que busca su razón de sí, exige un método diferente al del empirismo o al de la abstracción, que no conducen más que a resultados objetivos que están en la periferia del sujeto que se pregunta. El “yo” ni se ve ni se concibe, porque nunca es un “yo” acabado, es un “yo” en tránsito hacia su completa realización y solo puede significarse gestualmente en su intención.
Todo dinamismo personal, comienza mirando al futuro, inaugurando una tensión entre lo que es y lo que” debe ser”, y la intención es la potencia de dicha tensión, o si se prefiere es la tensión en potencia en tanto no actúa. También es verdad que dicha tensión tiene lugar entre lo que es y lo que “quiere ser”, pero ya la intención no es la misma. Divergen y no convergen. Por eso siempre en toda praxis humana emerge lo que realmente constituye el fondo de su singularidad, su voluntad que siempre está por encima de toda razón y de toda creencia. Su voluntad será quien oriente a dicha tensión por encima de sus razones y sus creencias. Orientación que solo tiene dos posibilidades, la del deber o la del querer. Espacio de su ansiada libertad.
Tanto cuando razonamos científicamente, como filosóficamente o reflexivamente, lo hacemos partiendo de dicha tensión. Somos seres proyectivos, futurizos, y no abrimos la boca sin que al menos inconscientemente no apuntemos a un más allá. Por eso, toda praxis humana bien sea en su razonar, en su pensar, en su imaginar o en su hacer, jamás parte de una neutralidad. El ser humano en su más íntima intimidad es pura tensión, pura intención, dinamismo en potencia.
Esto no es una novedad que la razón científica nos haya aportado recientemente, ya el pensamiento griego reafirmaba la primacía del principio de finalidad sobre el de principialidad.
La pretendida neutralidad en la persona es una falacia. ¡Cuántas razones y cuantas acciones desperdiciamos en nuestra vida apoyándonos en dicha falacia! El ser neutral nunca ha existido.
La fe tiene la pretensión de contar con un logos que, si bien no disuelve el misterio del mundo y de nuestra propia y desfondada realidad, si pretende aportarnos sentido a ese desfondamiento en el que nos deja continuamente la citada razón científica, pero a condición de hacernos cargo de las ultimas preguntas, y en este hacernos cargo, asumimos nuestra propia y singular responsabilidad, que es el atributo ineludible de la libertad. El ser humano es libre “para” y no libre de. Como vemos en toda acción humana siempre está presente la intención (in-tensión) a espera que la voluntad apriete el gatillo de la acción.
Con lo hasta aquí dicho, posiblemente algunos podrían pensar que la fe entrase en juego allí donde acaba la ciencia, o bien se interesase por lo que no le interesa a la ciencia. Esta óptica nos llevaría a una concepción residual de la fe, como un suplemento lógico de la propia razón científica o filosófica. A la fe le atañe lo central, no la periferia, no lo suburbial y si el corazón mismo de la realidad y en especial de nuestra propia realidad.
A la fe le importa lo mismo que le importa a la ciencia, pero no del mismo modo como ya se ha mencionado anteriormente por la forma en que empieza a razonar, al preguntarse por el “quien” y no por el “que”.
La dinámica de la fe propende hacia la dimensión de ultimidad de lo real. Dimensión que dota de sentido a la propia realidad. Sin este cierre, sin este final, no se justifica ni el principio de causalidad que la propia ciencia no cesa de buscar.
Todo principio demanda un fin en su doble dimensión, la temporal y la de sentido, para ser principio de realidad. El azar que, por carecer no ya de razones, sino también de principio de causalidad, apoyándose en una creencia impuesta racionalmente por consenso y a su vez indemostrable por la propia razón científica, incita a que muchos se reafirmen en la creencia de que algún día la ciencia acabará dotándole de sentido, ¡eso sí que es tener fe y a su vez creer!
Por otra parte, la fe en su raíz más profunda es autónoma al dimanar de una fuente diferente al de la razón, pero esta autonomía respecto a aquella no equivale a menospreciarla, no tiene por qué chocar con la racionalidad científica, pero sí con su intento de exclusividad racional y por encima de ellos el del orgulloso “yo”, que razona reafirmándose con su razón.
Como esto es una reflexión, dejo aquí la cuestión planteada en el título, parara quien quiera también reflexionar al respecto y continuarla, pues he dejado abierto un concepto digno de darle continuidad en una futura reflexión. El del papel que juega la voluntad para alcanzar ese objetivo añorado por todo ser humano, se diga creyente o no creyente, se afirme en la fe o la niegue, y todo ello con o sin razones. La libertad.
Querido Mariano, discúlpame que diera preferencia a algo que me llamó la atención del comentario de Sequeiros antes de exponer lo que pensaba del denso e interesante de tu artículo, aunque este ya lo había leído por entero. Ya sabes que soy muy lenta y me he de repartir los tiempos. Veamos, son muchas las cuestiones que van saliendo en el tema que tratas, lo cual por lo dicho me ceñiré solo a unas pocas de ellas, pero considerándolas importantes. Sin salir de la reflexión, como muy bien apuntas tú siempre, tomo para seguirte esto que dices sobre el punto de apoyo, es decir, que el pensamiento y la acción hacen como de sustrato de la praxis humana. Te comprendo, pero a mí me recuerda más bien al “pienso luego existo” de Descartes, lo cual aunque al parecer para muchos sea el padre de la Modernidad, lo cierto es que con Descartes pervive todavía el paradigma medieval. El sustrato de la praxis humana no está en el pensar sino en la realidad pensante, (intelección) es la realidad la que configura el pensamiento. Lo dinámico del pensamiento viene precisamente dado por la realidad, ahora bien, el dinamismo quedaría paralizado de inmediato si la objetivara. Solo me queda tiempo para añadir algo sobre las creencias y muy rápido, que como verdaderas éstas pueden ser siempre razonadas pero nunca justificadas. ¡Cuídate, Mariano, un abrazo!
Querida M. Luisa, ya te echaba de menos. No me queda la más mínima duda, creo que lo que más nos une es la metafísica, que en nuestro caso no es la meta de la física, sino el siempre más allá del más allá de la meta, por lo que nuestro diálogo si nos dejasen solos acabaría pulverizando la esencia de toda esencia.
El “cogito ergo sum” cartesiano tampoco es de mi devoción, prefiero el “Amatus sum, ergo sum” (una de mis próximas reflexiones). Coincido contigo en que toda objetivación es la congelación de la realidad, es decir la pérdida de su vitalidad, de su dinamismo y por lo tanto la perdemos en el sentido de que ya no nos sirve, pertenece al pasado siendo un fósil de la propia realidad. Por cierto, esto que acabo de decir nos abre la puerta para encontrar el sentido que juega la memoria en la persona al no olvidar el pasado, o mejor dicho la realidad pasada, actualizándola y dándole vida a través del recuerdo, es decir dinamizándola, resucitándola… Como ves ya empiezo a ir mas allá de tu más allá. Pero volvamos a lo de ahora.
Me ha gustado lo que dices de que: “El sustrato de la praxis humana no está en el pensar sino en la realidad pensante, (intelección) es la realidad la que configura el pensamiento”. Aquí en este punto está lo que en mi reflexión identifico como intención, como tensión en potencia, como a priori de todo dinamismo que ya en sí es internamente gestual que es el dinamismo previo a la acción, a la praxis humana, en espera de que la voluntad decida qué camino tomar, pues todo dinamismo en el ser humano es un abismo abierto y no determinado previamente…
Así las cosas, tanto la realidad pensada como la realidad pensante están dinámicamente latentes en la Intención a través de un dinamismo gestual intencional….
Pongo puntos suspensivos y no punto final porque toda metafísica no tiene fin..
Creo que sobrepasamos metafísicamente el concepto de reflexión adentrándonos lúdicamente en una hiper-reflexión….
Como siempre, es un placer dialogar contigo.
Tomando en cuenta las creencias de un paciente, se pueden orientar los tratamientos de una manera mucho más efectiva. Sin duda alguna la psiquiatría en el aspecto psicológico, y la neurología en su vertiente biológica, se pueden ver influenciados en pacientes cuyas guías espirituales pertenecientes a cada religión, tienen en su instrucción un toque de psicología, a fin de ayudar a sus prosélitos en sus procesos personales, en momentos de desesperación, y de dolor. Los profesionales nos planteamos como nuestra especie tiene esa especial tendencia a la fe religiosa, la ciencia, especialmente la neurología, ha entrado de lleno en la búsqueda de respuestas dentro del cerebro, que por el momento son muy complejas. las redes neuronales están detrás de esa tendencia a la espiritualidad. Hay zonas del cerebro que se activan con la fe religiosa, que son las mismas que los humanos empleamos para comprender las emociones, los sentimientos y los pensamientos de los demás, estas zonas se sitúan en el lóbulo temporal y en el frontal. El tema es largo y yo, como siempre, no dispongo de tiempo.
Para poder establecer puentes cognitivos creo que hemos de asumir esta formulación que ayer os decia: Un sistema de creencias es un conjunto de conceptos generales que gobiernan nuestra visión del mundo y nuestra actividad en él. No son conceptos sueltos sin relación alguna entre ellos, se trata más bien de toda una trama que da lugar a las pautas de interpretación de las futuras experiencias. El sistema de creencias se nutre de los conceptos existentes en la familia y el grupo social al que se pertenece, pero su adquisición no es un proceso racional; más bien, es producto de una serie de interacciones entre las disposiciones innatas, las vivencias con sus correspondientes componentes emocionales y sensoperceptivos, la manera en que las vivencias son interpretadas y la historia de vida que se construye día a día. De esta manera se entreteje una red de conceptos que nos acompañan permanentemente y van a servir de sustrato para seleccionar e interpretar las experiencias venideras. Se conoce bastante bien que muchas de las interpretaciones que damos a los sucesos cotidianos dependen más de nuestros supuestos básicos en términos de creencias que de los hechos en sí.
A raíz de lo que comenta Don Leandro, lo que para mí es difícil no es tanto definir lo que son las creencias como, en cambio, sí lo es hacerme una representación mental de la realidad, a menos que esta la considere entretejida intrínsecamente en las cosas. Me sorprende como interesado por el Panenteísmo, nunca veo que haga referencia al sentido mundano que las cosas cobran al estar inmersas en el Cosmos. ¿Cómo si no puede hablarse de la familiaridad de los conceptos si estos no nos vinieran proporcionados por la intelección que tenemos de las cosas mediante las cuales nos es dado poder enriquecer nuestras vidas? Desde esta nueva perspectiva sí que, entonces, para mí sería más fácil definir lo que son las creencias.¿Por qué?, porque las creencias como meras representaciones, al igual que las cosas cuando las objetivo no van más allá, coarto la posibilidad de ahondarlas y de razonarlas. Contrariamente, la fe sí va al fondo de las cosas pero en este caso son ellas y no yo las que dan razón de mi fe. Un cordial saludo.
Por lo general, la gente suele identificar CREENCIAS con la religión. Lo incluye pero solo en pequeña parte. Las CREENCIAS (los sistemas de creencias) son representación del mundo que llevamos culturalmente. El sistema de creencias se nutre de los conceptos existentes en la familia y el grupo social al que se pertenece, pero su adquisición no es un proceso racional; más bien, es producto de una serie de interacciones entre las disposiciones innatas, las vivencias con sus correspondientes componentes emocionales y sensoperceptivos, la manera en que las vivencias son interpretadas y la historia de vida que se construye día a día. De esta manera se entreteje una red de conceptos que nos acompañan permanentemente y van a servir de sustrato para seleccionar e interpretar las experiencias venideras. Se conoce bastante bien que muchas de las interpretaciones que damos a los sucesos cotidianos dependen más de nuestros supuestos básicos en términos de creencias que de los hechos en sí.
He estado reflexionando sobre la COSMOVISIÓN subyacente a esta aportación de Mariano desde su lugar epistemológico de la Fundación Emmanuel Mounier. Evidentemente, su sistema de creencias (ver lo que comenté ayer) está fundamentada es una determinada concepción de los cinco conceptos estructurantes de la mente de los que hablaba en mi aportación anterior https://www.atrio.org/2024/02/para-poder-tender-puentes-entre-ciencia-y-religion/
Las construcciones mentales de la realidad que cada uno mantiene se sustentan epistemológicamente en qué entendemos por cinco piezas (pueden ser más u otras)
1. Qué es lo que se entiende por REALIDAD
2. Qué queremos decir con la palabra CONOCIMIENTO
3. Qué es lo que se entiende por la VERDAD
4. Cómo llegar a establecer afirmaciones UNIVERSALES: el problema del método científico
5. Qué es lo que entendemos por DIOS
Evidentemente, RESPETO los sistemas de creencias de la Fundación Mounier, y creo que saben que pueden existir otros sistemas de creencias basados en otros supuestos filosóficos. Y como os decia, esto no implica RELATIVISMO sino asunción del polimorfismo epistemológico que implica en conocimiento humano. Tal vez os puedan ayudar estos materiales recién publicados: https://www.bubok.es/libros/277756/algunas-propuestas-para-tender-puentes-interdisciplinares-entre-racionalidades-cientificas-y-racionalidades-teologicas
Querido Leandro estoy de acuerdo en que toda cosmovisión siempre se apoya en una epistemología, pero no necesariamente aquella (la cosmovisión) queda determinada por ésta (la epistemología). De sobra sabes que no hay una concepción única de dicho vocablo, no hay un consenso epistemológico, yo lo entiendo más como una gnoseología o teoría del conocimiento, pero no como simple intelección ya que la persona es mucho más que su intelecto, más que su razón. Cuando piensa y razona es toda ella la que piensa y razona, y cuando sufre es toda ella quien sufre, toda ella en su integridad, por lo que su creer o lo que tu dices como sistemas de creencias está modulado por algo más profundo que el del mero intelecto epistemológico.
El ser humano como realidad singular, única, concreta e irrepetible, es irreductible. Así, la persona vista desde esta singularidad “no tiene” inteligencia, sino que “es” toda ella inteligencia, y “no tiene” cuerpo, sino que “es” toda ella corporal. Su ser es realidad integral no enclaustrable en ninguna epistemología, que siempre es adjetivada y objetivada, dejando atrás la verdadera esencia del ser persona, perdiendo al sujeto al transformarlo en mayor o menor medida en objeto.
Toda creencia, en la persona participa de su dinamismo existencial desde dicha integridad, dinamismo que moviliza con su praxis cotidiana, con su pensar, con su reflexionar, con sus deseos, con sus filias y sus fobias y sus penas y sus alegrías, con sus aciertos y con sus errores, y todo ello con su testimonio personal, corporal, (el ser ahí) etc., por lo que sus creencias se nutren dinámicamente de dicha praxis y de dicha exposición. No hay epistemología que las acote y las determine. Nuestra mirada al mundo en última instancia depende de nuestra voluntad y de nuestras acciones, más que de nuestras epistemologías que siempre acaban caducando, simplemente porque todo conocimiento tiene fecha de caducidad desde el mismo instante en que es alcanzado.
Ya que has citado al sistema de creencias de la Fundación Mounier como fundamento de la COSMOVISION que subyace en mi reflexión y que entiendo te refieres al pensamiento personalista, me gustaría introducir una breve matización sobre el mismo:
El criterio filosófico del personalismo va desde la persona al personalismo y no a la inversa. Está anclado al sufrimiento del ser humano que busca razones a su indigencia (pensada y sentida en sus propias carnes). Ésta es la esencia de su metodología siendo exigente de un apremio voluntario (una praxis) y no de un imperativo sujeto a ninguna epistemología. En mi opinión es un proceso inverso al del consenso epistemológico. Todo diálogo epistemológico debe ser un diálogo existencial, un diálogo entre personas y no entre sistemas.
El personalismo como pensamiento filosófico se convierte así en un movimiento de humanización, de tal modo que el eje vertebrador de tal pensamiento es la propia persona en su concreta circunstancia irradiando su ser en comprensión y en extensión, descubriéndose a uno mismo en sí mismo a la vez que a los demás y en los demás. La verdadera epistemología del personalismo se fundamenta en la voluntad de defender a la persona contra todo sistema. El personalismo es fuente de un pensamiento nunca acabado, siempre constituyente y nunca constituido.
En este dinamismo emerge y se precisa, como tu bien apuntas un diálogo interdisciplinar, pero no desde la disciplina y si desde la persona que es el sujeto de su propia realidad. Un diálogo interpelante mutuamente en el que cada uno de los intervinientes ha de sentirse tocado por los demás, por lo que en el dialogar hemos de sentir el propio trastorno de nuestro criterio frente al de los demás. En el fondo es un diálogo que debe llevar el “gen” de la autocrítica. Es un diálogo en el que el “yo” se abre y se expone de par en par al “tu”, en carne y hueso, más allá de todo sistema formal.
Concluyo con Laín Entralgo, en que toda cosmovisión como fundamento de la praxis humana se asienta en tres actividades y no solamente en una o unas creencias: La de creer (pística), la de esperar (elpídica) y finalmente la de amar (fílica). Actividades psico-orgánicas del ser persona en su integridad (pensamiento, palabra y acción). Toda cosmovisión personalista es una cosmovisión práxica.
Querido Leandro, sé que en el fondo de nuestras creencias y de nuestras cosmovisiones subyacen una misma intención y una misma voluntad y es lícito, necesario y enriquecedor todo diálogo al respecto. El conflicto surge cuando el diálogo se quiere establecer y fundamentar desde sistemas y no desde personas. Esto lo podemos apreciar con una simple mirada a la praxis del ser humano actual, mas que al de sus creencias. El saber popular así lo expresa diciendo que obras son amores y no buenas razones.
PD: Espero que nuestro amigo y contertulio Antonio Llaguno, si lee esta respuesta nos añada su frase conclusiva de “Equilicuá”, como asentimiento o no a lo dicho, pues en cierto modo también le respondo a él agradeciéndole su comentario de ayer.
Gracias Rodrigo por descubrirme a esta mujer que ni idea de su existencia. He cotilleado un poco en la Wiki.Totalmente de acuerdo con lo que dice
Este es el pecado tuyo, mío y de todos nosotros: Tener más poder que amor; Más conocimiento que comprensión; Más información sobre esta tierra que de la gente que vive en ella; Más habilidad para volar a lugares lejanos que para detenerse a mirar dentro de los secretos de nuestro corazón; Porque libertad es una palabra terrible a menos que vaya acompañada de responsabilidad; Y aún la democracia puede convertirse en un espectro en esta tierra a menos que los corazones de las personas maduren. Lilian Smith
Este articulo puede ayudar a clarificar: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-74502003000300007 No es fácil definir lo que son las creencias. Yo hablo más bien de sistema de creencias, de representaciones mentales de la realidad que no sometemos a la criba racional. Puedes leerlo en Thomas S. Kuhn. Un sistema de creencias es un conjunto de conceptos generales que gobiernan nuestra visión del mundo y nuestra actividad en él. No son conceptos sueltos sin relación alguna entre ellos, se trata más bien de toda una trama que da lugar a las pautas de interpretación de las futuras experiencias. El sistema de creencias se nutre de los conceptos existentes en la familia y el grupo social al que se pertenece, pero su adquisición no es un proceso racional; más bien, es producto de una serie de interacciones entre las disposiciones innatas, las vivencias con sus correspondientes componentes emocionales y sensoperceptivos, la manera en que las vivencias son interpretadas y la historia de vida que se construye día a día. De esta manera se entreteje una red de conceptos que nos acompañan permanentemente y van a servir de sustrato para seleccionar e interpretar las experiencias venideras. Se conoce bastante bien que muchas de las interpretaciones que damos a los sucesos cotidianos dependen más de nuestros supuestos básicos en términos de creencias que de los hechos en sí.
Querido Leandro, acabo de ver tus comentarios y son tantas las impresiones que me suscitan que prefiero meditarlas y sintetizarlas con tranquilidad y acomodar mi respuesta en un contexto reflexivo personal y existencial más que conceptual. Ahora me embargan otros menesteres domésticos que me lo impiden y quiero previamente metabolizar bien tus respuestas y estar a la altura de las mismas. Seguro que coincidiremos. Agradezco tu interés. Un abrazo.
1) Estoy dando vueltas a tus reflexiones. Entretanto, este intento se puede encontrar resumido en el texto de la carta del papa Juan Pablo II al director del Observatorio Vaticano con ocasión de los 300 años de los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687) de sir Isaac Newton: “La ciencia puede liberar a la religión de error y superstición;la religión puede purificar la ciencia de idolatría y falsos absolutos.Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio,un mundo en el que ambas pueden florecer”.(Juan Pablo II,carta al padre George Coyne, 1988)
Estimado Mariano, esta vez sí que he pillado mucho más de lo habitual cuando te leo…
Y supongo que por haber entendido más y mejor lo que has escrito, me he maravillado aún más de lo habitual de tu reflexión.
Como siempre, tendré que releerlo una segunda vez e incluso una tercera, para poder extraer todo el jugo que mi escasa preparación filosófica me permita extraer, pero ya van un par de citas anotadas en mi cuaderno de reflexiones importantes.
En especial me asombra la cantidad de cosas que consigues que mi inquieta mente deduzca de tus palabras y voy a comentarte una que, probablemente es demasiado transgresora (Que es lo que a mi me pone), pero que yo la deduzco de tu artículo y reconozco que me gusta.
Me refiero al hecho que afirmas al final de que la fe no choca con la ciencia pero si choca “con su intento de exclusividad racional y por encima de ellos el del orgulloso “yo”, que razona reafirmándose con su razón.”
Y que al final relacionas con el anhelo de libertad de todo ser humano.
Yo en mi cortedad, introduciría un concepto más a esa reflexión, que puede ayudar a vislumbrar esa lucha en la realidad entre ciencia y fe con la razón entremedias: “La imagen” o “El punto de vista”.
Los que no tenemos formación en filosofía y teología tendemos a simplificar mucho las reflexiones pero, en ocasiones, eso se concreta en verdades, muchas veces “de perogrullo” o muy obvias, pero completamente ciertas y que impregnan nuestra realidad.
En este caso me refiero al dicho popular (Muchas veces este “conocimiento no erudito” se ransforma en dichos o refranes populares) que afirma “Que en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira”.
La Ciencia ya lo tiene asumido cuando resalta la importancia en cualquier experimento del observador y sus medios de observación.
En la lucha entre Fe y Ciencia, el “punto de vista” o “el cristal a través del cual miramos” tiene mucho que decir y esa es, si no la única, una de las formas en que el libre albedrío de cada uno (La Libertad que tu afirmas que anhelamos) interviene, muchas veces de forma inconsciente, ya en el momento de la percepción de dicha realidad.
Muchas veces me he preguntado (Ya sé que haciendo una imagen antropomórfica de Dios probablemente equivocada, pero el ser humano necesita de “Imágenes” para “Imaginar”) ¿Cómo será el “Juicio de Dios” a una persona fanática e inquisitorial de una religión concreta (Da igual cual)?
Y he tratado de imaginarme a un Dios que con infinitamente inmensa paciencia trata de explicarle intelectual y conceptualmente como es esa realidad (Y esa Salvación) que Él ha creado.
Y el humano, lógicamente, no lo entiende.
E inevitablemente acabo sonriendo. Mas le vale a Dios ser infinitamente bueno y amoroso porque va a necesitar toneladas de paciencia para hacer eso. Y no sólo con los más fanáticos sino con cada uno de nosotros.
Porque cada uno de nosotros tiene en esas estructuras y dinámicas cerebrales de las que tan apasionadamente nos habla Isidoro y que otros llaman “Psique” o “Alma”, un filtro de entrada, un cristal a través del cual mirar, un “yo” con el que interactuar con los “tus” con los que nos encontramos en nuestro tiempo y en nuestro espacio.
Ser conscientes de eso tiene consecuencias muy serias.
La primera es que la “tolerancia” es una virtud sobrevalorada (Mas bien no es una virtud) porque cosifica al otro, lo importante es frente a “Tolerancia”, “Respeto” (Pues el respeto admite que el otro puede estar en la Verdad tanto como uno mismo. Todo depende de su cristal).
La segunda es que la “Justicia”, tampoco es un valor propio de Dios, puesto que cada quien, desde su cristal particular ve la realidad de una manera distinta, por lo que antes que la “Justicia”, lo importante es la “Misericordia” que admite que no somos quienes para juzgar al “tú” del “otro”.
Y la tercera es que cualquier Dios, si existe, no puede más que ser una cosa. Frente al Dios “Poder”, no nos queda mñas remedio que concluir que Dios no es “Poder” y sólo puede ser “Amor” (Y Ana, diría que eso concluye en que no es Padre sino Madre 😉 )
Y claro, cualquiera que me lea y si es más inteligente que yo (Lo cual no es muy complicado) más, podrá argumentar que eso no es más que el cristal con que yo miro la realidad.
Y yo no tendré más remedio que contestar; “Equilicuá”, que es una manera, muy de mi tierra manchega, de decir: “Me pillaste”.
Querido Antonio:”Equilicuá”. A mi me ocurre lo mismo que a tí, pues al releer lo que escribo o me sorprendo o lo borro, pues necesito sorprenderme con alguna novedad para romper la insulsa monotonía de escribir lo que “se”, y pasar a “saber” lo que escribo, cosa muy distinta y distante una de la otra, lo cual me lleva por espacios de novedad, que aunque lo sean momentáneamente me estimulan.
No intento convencer a nadie, solo compartir experiencias. Por eso intento utilizar un lenguaje más reflexivo que el formalmente metódico y académico repleto de citas, aunque en la trastienda exista un trasfondo filosófico y científico-técnico, pero que al pasar por el filtro de mi voluntad, que como ya sabes está por encima de mi razón y de mi creer, adquieren un tic personal evitando muchas referencias, porque en el fondo ya son de mi propiedad o mejor dicho ya me he apropiado de ellas al haber sido metabolizadas. Metafóricamente te podría decir que, para mí, el escribir es la digestión del saber.
Por otra parte y de acuerdo con esta reflexión, como soy un ser conscientemente e inconscientemente intencional, observarás que todos mis artículos apuntan al mismo lugar. Recuerda aquel otro que tanto te gustó, titulado, “Evolución versus evolucionismo”, pues éste de ahora viene a ser como un complemento de aquél y así te podría citar todos los demás.
Me alegro que vayas rellenando tu cuaderno de notas reflexivas con expresiones mias y que te lleven a metabolizarlas y así pasen a ser tuyas con tu propio “tic” personal. Así que termino con tu frase que me acabo de apoderar y apuntar también en mi cuaderno de reflexiones, “Equilicuá”.
Un abrazo.
Buenos dias, Mariano. Estoy leyendo y asimilando tu interesante artículo.. Cuando tenga algún comentario, te lo hago llegar.. Un abrazo desde Granada.