EL EVANGELIO. PRIMEROS PASOS (4)
34. Jesús demostró no haberse dormido en los laureles
En medio de la noche, antes de las claras del día, se alejó del hervidero de gente atraídas por su personalidad y la autoridad mostrada en la presentación de su novedoso mensaje. Tan temprana salida era signo de estar resuelto a continuar con su propósito de proclamar el Evangelio o Buena Noticia de la llegada del reinado de Dios. Este sorprendente anuncio había empezado a cobrar entidad con la adhesión de las dos parejas de hermanos. El haberse presentado en la sinagoga mostrando su autoridad sobre la enseñanza tradicional captó la atención de una multitud de desesperanzados. Pero, el de Nazaret no se dejará atrapar por movimientos multitudinarios. Su arrojo inicial no ha decaído ni una pizca. Y la intentona de los primeros seguidores por retenerle quedó en fracaso.
35. El relato anterior finalizó con la determinación del Galileo de proseguir su tarea:
“Vámonos a otra parte, a las poblaciones cercanas, a predicar también allí, pues para eso he salido” (1,38). La escena que continua se inicia corroborando el avance de esa actividad por toda la región de Galilea:
“Fue proclamando por las sinagogas de ellos, por toda Galilea, y expulsando los demonios.
Acudió a él un leproso y le suplicó de rodillas:
— Si quieres puedes limpiarme.
Conmovido extendió la mano y lo tocó diciendo:
— Quiero, queda limpio.
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio.
Y apercibiéndolo, lo sacó fuera enseguida y le dijo:
— ¡Mira, no le digas nada a nadie! En cambio, ve a que te examine el sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba contra ellos.
Él, cuando salió, se puso a proclamar y a divulgar el mensaje a más y mejor; en consecuencia, Jesús no podía ya entrar manifiestamente en ninguna ciudad; se quedaba fuera, en despoblado, pero acudían a él de todas partes”. (Mc 1, 39-45).
36. Marcos sintetiza ese esfuerzo de tiempo con dos tipos de actuaciones por parte de Jesús:
36.1. La primera, la que responde a su escapada de la presión multitudinaria (1,38),
la expresa el evangelista haciendo una referencia directa a su pregón inicial, el anuncio del Evangelio: “…se puso a PROCLAMAR la Buena Noticia…” (Mc 1,14). El Galileo continúa sin desmayo la tarea en la que se ha empeñado nada más salir al escenario público. Marcos alude a ella utilizando aquí el mismo verbo usado en aquel primer instante: κηρύσσω (‘proclamar’, anunciar’): “Fue PROCLAMANDO…”. Evita hablar de duración de este quehacer, pero sí hace suponer un período extenso. El pionero de los evangelistas se detiene, en cambio, en precisar los lugares donde realizó su proclama. El Galileo sigue con su misma pauta, acude adonde se reúne la gente, a las asambleas semanales. Ahora bien, el texto subraya la distancia entre él y dichas congregaciones. Esas asambleas no son las suyas. Una nota lo precisa: “…por las sinagogas DE ELLOS…” señalando al mismo tiempo el final de esa ocupación que alcanzó la totalidad de la región: “…por toda Galilea…”.
36.2. La segunda ocupación de Jesús se caracterizó por sus resultados
El anuncio de la llegada del reinado de Dios suponía invalidar las ideologías ultranacionalistas fundadas sobre la violencia. Ante la proclamación de ese arranque tan deseado por el pueblo, perdía fuelle el ardor agresivo de los adictos a esa ideología colindante con los principios socio-religiosos: “…y expulsando los demonios”.
37. La lepra del leproso
En consonancia con el tono general de este encabezamiento del relato, sin ninguna nota esta vez precisando tiempo o espacio, se cuela de repente en escena un personaje innominado, identificado únicamente por su condición de marginado: “Acudió a él un leproso…”. La enfermedad de que se habla aquí (λέπρα; ‘lepra’) no coincide con la que hoy denominamos de esta forma. En el AT y NT se consideraba a alguien afectado por la lepra cuando presentaba, extendidas por la piel, alteraciones, inflamaciones, manchas o erupciones con unas determinadas características. Dichas particularidades están descritas en el capítulo 13 del libro del Levítico. Como se tenía por costumbre, para dar al asunto carácter legal y obligar a su obediencia, se elevaba al rango de sagrada la ley que trataba esta afección. Para concederle tal categoría, se atribuía la preceptiva al mismo Yahvé y, a los sacerdotes, el juicio de cada caso:
“El Señor dijo a Moisés y Aarón: Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel y se le produzca una afección cutánea (λέπρα: ‘lepra’), será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. El sacerdote examinará la parte afectada; si el pelo en ella se ha vuelto blanco y aparece hundida, es un caso de afección cutánea (λέπρα: ‘lepra’). Después de examinarlo, el sacerdote lo declarará impuro” (Lev 13, 1-3).
La enfermedad se contemplaba como castigo de Dios por alguna rebeldía contra sus preceptos. Así se dice del rey Ozías:
“Se rebeló contra el Señor, su Dios… …la lepra brotó en su frente. Lo echaron de allí, mientras él mismo se apresuraba a salir herido por el Señor” (II Cr 26, 16.20).
Las terribles consecuencias sociales de padecer esta enfermedad también están respaldadas por orden divina:
El que ha sido declarado enfermo de afección cutánea (λέπρα; ‘lepra’) andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ‘¡Impuro, impuro!’. Mientras le dure la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del campamento” (Lev 13, 45-46).
37.1. ¿Un milagro, acaso?
Con estos datos, parece lógico sospechar al menos de la realidad personal del leproso y el carácter histórico de los hechos narrados. Sin embargo, este, como otros relatos, se presta a ser entendido superficialmente desde su historicidad y su apariencia exterior: el milagro y el poder divino de Jesús. Antes de llegar a emitir una conclusión, se impone una mirada más a fondo del texto hasta penetrar en sus costuras para descubrir su auténtico sentido.
37.2. Llama la atención que el leproso aparezca de improviso sin avisar a gritos de su condición de impuro, como era preceptivo
Resulta también chocante que sea el único personaje del que se da cuenta ¡al final! del amplio periplo de Jesús por Galilea. El evangelista ha hablado hasta ahora solo de masas acudiendo junto a él. Marcos no aporta reseña alguna de los antecedentes del leproso. Aparte de su afección, nada se sabe del sujeto. Sorprende que reconozca a Jesús y sepa de su anuncio. El Galileo, según se indicó previamente, llevaba su pregón a las asambleas. El leproso, en cambio, además de estar excluido de ellas, ni siquiera podía traspasar el muro de las ciudades, acceder a la periferia de los pueblos o rondar por los aledaños de las aldeas. Y aun suponiendo que sin conocerlo le identificó con facilidad, ¿cómo se atrevió a infringir gravemente la sagrada Ley acercándose a él? ¿Y cómo podía estar seguro de su autoridad para concederle lo que le solicitaba?
Marcos pasa por alto la remota posibilidad de la realidad de los hechos y da por supuesto que el marginado y castigado por Dios conocía con pelos y señales el anuncio de la llegada del reinado de Dios. Y por desgracia, también tenía conciencia de estar vetado para participar de esta feliz y concluyente etapa. El leproso era en definitiva un muerto en vida. ¡Y lo sabía! Pero tiene poco que perder. Busca algún resquicio a la esperanza. De modo que toma la decisión de dirigirse directamente a Jesús: “Acudió a él un leproso…”. Dar ese paso suponía saltarse a la piola la Ley Sagrada. Ello demostraba su firme convicción de que el anuncio del Galileo podía ser la salida a su marginación. Llega, pues, a él implorándole: “…le suplicó…”. Su actitud no refleja dudas; manifiesta, por el contrario, seguridad. El gesto acompaña a su petición: “…de rodillas”. Esta postura aparece también en la escena del rico, aunque en ella no va unida a una súplica, sino a una pregunta asociada igualmente a la vida, pero en esta ocasión, a la del más allá: “…arrodillándose ante él, le preguntó: – Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredad vida definitiva?” (Mc 10,17). La vida del leproso requiere mayor urgencia. De ahí su osadía y la actitud que adopta de humildad, reconocimiento y empeño.
37.3. El leproso hace su petición de forma indirecta
Es insistente, pero no exige. Limita su ruego a la disposición del Galileo: “Si quieres…”. El marginado puede conocer de Jesús únicamente lo sabido también por el Lector: lo que Marcos ha transmitido de él hasta ahora. Y eso es lo que le ha movido a acudir al Galileo. Hasta el hombre excluido han llegado ecos del anuncio del Evangelio o Buena Noticia, la llegada del reinado de Dios. También ha oído correr rumores respecto a la autoridad del Galileo y de su capacidad para liberar de las ideologías que maniatan y despersonalizan al ser humano reduciendo su actividad a violencia.
37.4. Al acercarse a él ha podido advertir que un pequeño grupo de personas le acompañan
Su solicitud se enmarca exclusivamente en esas coordenadas al alcance de su consideración. No plantea su petición porque suponga en él un poder especial; menos aún, un poder de origen divino. El ruego del leproso apunta directamente a la voluntad del Galileo. Ese es el sentido del condicional que plantea: “Si quieres…” (Ἐὰν θέλῃς). Esta forma de plantear la súplica indica que reconoce en Jesús al único con capacidad para decidir sobre lo que ha escuchado sobre él: su proclamación del arranque del reinado de Dios. Desea poder participar de esa radiante realidad. E implora al heraldo que ha anunciado su llegada, reconociéndole autoridad para decidir.
37.5. La segunda parte de su ruego habla directamente de esa competencia del Galileo
El leproso conoce mejor que nadie sus propias necesidades. Sabe de qué habla. La finura pedagógica de Marcos se hace notar. La exposición del hombre aporta la clave del relato. Cuando se esperaría una manifestación relativa a su enfermedad, el leproso se centra en su marginación, la exclusión social que sufre y el sentimiento de verse abandonado hasta por Dios. Nada expresa respecto a su curación. El verbo ‘curar’ (θεραπεύω) no aparece en la narración por ningún lado. El leproso desea sobre todas las cosas ser libre, dejar de ser impuro y, en consecuencia, marginado: “…puedes limpiarme” (με καθαρίσαι). Ese es el sentido del verbo griego καθαρίζω (‘limpiar’, ‘purificar’, ‘libertar’). El leproso quisiera ser uno más y tener las puertas abiertas en el reinado de Dios; dejar de estar también abandonado en la etapa definitiva. Es leproso, pero no carece de inteligencia. Espera un reinado de Dios donde impere la libertad y acabe la vigencia de una Ley excluyente. Piensa en la posibilidad de que el reinado de Dios pueda ser alternativa al orden injusto que a él solo le ha aportado sombras y más sombras.
38. Jesús, conmovido, le da su mano y su palabra
El evangelista hace uso del verbo σπλαγχνίζομαι (‘removerse las entrañas’) del plural σπλάγχνα (‘órganos internos’, ‘entrañas) para señalar la conmoción del Galileo ante la gran necesidad del hombre y su profundo deseo de alcanzar la libertad: “Conmovido…” (σπλαγχνισθεὶς). Marcos empleará este verbo en otras tres ocasiones: dos referidas también a la conmoción de Jesús al ver a las multitudes desamparadas y desmayadas (Mc 6,34 y 8,2) y una en una narración donde se pide a Jesús que dé solución a un pueblo abandonado y sin habla, representado por el personaje figurado del hijo epiléptico (9, 22).
La petición del leproso, un personaje que representa a todos los marginados, atraviesa el sentimiento y demanda acción. Es lo que hace el Galileo. Rompe la pasividad ¡y la distancia! Infringiendo de inmediato y a conciencia el mandato divino: “…extendió la mano y lo tocó”. Con su gesto de llevar su mano hasta alcanzar a tocar al leproso ha descubierto la falsedad del engañoso dios escondido tras la Ley Sagrada. La ley religiosa es una patraña; su efecto social, un cruel disparate.
Las palabras de Jesús no quedarán amarradas al sentimiento. Responden a una acción anterior. La acción precede a las palabras. Y ellas no defraudan las expectativas del marginado, expresan la consecuencia del gesto y el compromiso adquirido con él. La decisión del Galileo satisfará plenamente el anhelo de libertad del leproso. La expone de entrada con el mismo verbo (θέλω: ‘querer’, ‘estar resuelto’, ‘estar dispuesto’) usado anteriormente en la petición (“Si quieres…” (Ἐὰν θέλῃς): “Quiero…”. La afirmación, escueta y rotunda va seguida de otra que abre el más esplendoroso futuro para quien sufre arrastrando una humanidad devaluada y carece de posibilidades de alcanzar la plenitud. El Galileo no decepciona. Su determinación coincide de lleno con lo ansiado por el hombre: “…queda limpio”. De nuevo, esta vez en imperativo (καθαρίσθητι) demostrando la energía de su determinación, el verbo καθαρίζω (‘limpiar’, ‘purificar’, ‘libertar’) declara el fin de la impureza religiosa y la exclusión social que esclavizaba al leproso. Jesús ha confirmado el fin del sufrimiento para todos los marginados representados por el leproso. ¡Se acabaron las penalidades! El Galileo ha hecho avanzar un paso más la comprensión del Evangelio. La marginación no tiene cabida en el reinado de Dios. La fraternidad la hace inviable, algo que ha dejado entrever nada más comenzar Jesús su andadura con su invitación a ir con él a las dos parejas de hermanos.
39. Hecho lo hecho, Jesús lo apercibe y…
En ese mismo instante: “Al momento…” el leproso recupera su dignidad humana. La lepra, signo inconfundible de la exclusión socio-religiosa, ha dejado de ser un lastre para el antes leproso: “se le quitó la lepra…” (ἀπῆλθεν ἀπ᾽ αὐτοῦ ἡ λέπρα; lit.: “se fue de él”). De nuevo, el verbo griego καθαρίζω (‘limpiar’, ‘purificar’, ‘libertar’) es usado con insistencia para indicar ahora la condición de hombre libre: “…y quedó limpio” (καὶ ἐκαθαρίσθη).
Actuando como lo ha hecho, Jesús no solo ha dado pruebas evidentes de su desacato a lo establecido por la Sagrada Ley, ni siquiera ha admitido que esta tuviera origen divino. Ha roto todos los moldes que se pensaban intocables. La Ley no puede truncar la dignidad humana. La marginación resulta inimaginable en la realidad anunciada por él. No tiene razón de ser. Pero esto es difícil de entender para quienes aceptan con su pasividad o neutralidad el orden injusto. Incluso el hombre liberado de su marginación habrá de liberarse también del sistema que la produce.
El Galileo trata a continuación de hacerle comprender. El texto de Marcos introduce sus palabras resaltando la seriedad con que le habla: “Apercibiéndolo…” (ἐμβριμησάμενος αὐτοῷ). El participio ἐμβριμησάμενος del verbo ἐμβριμάομαι (‘reñir’, ‘gruñir’, ‘irritarse contra’) no expresa en este contexto enfado o irritación, sino severidad, manifiesta hasta en el rostro, como signo de la exigencia de su aviso.
40. …enseguida lo saca fuera de su ideología
La seria advertencia va acompañada de una acción de drástica apariencia: “…lo sacó fuera enseguida”. La comunidad que en tiempos de Marcos atendía a las explicaciones del Lector esperaba expectante aclaración de este hecho. Hoy, sin ayuda de esa figura excelente, tal vez alguien imagine al Galileo empujando con prisas al antiguo leproso por la puerta de algún extraño local. El interrogante a dilucidar es: ¿de dónde lo sacó? Porque Marcos no da cuenta de que estuvieran dentro de ningún lugar cerrado al exterior. Tampoco indica que se hubieran encontrado en el interior de una población. El leproso no podía acceder a ellas. Ni siquiera se habla de que se vieran en un espacio despoblado donde no hay fuera ni dentro. Marcos no aclara absolutamente nada respecto al sitio donde tuvieron el encuentro. El único entorno del que Jesús obligó a salir al hombre fue del que se ha hablado hasta ahora, el de la ideología que le había maltratado y condenado como despojo humano a la soledad y la miseria. Liberado ya de su condición de marginado, el hombre habría de convencerse de que toda marginación, no solo la suya, proviene del orden injusto y no de Dios. Quienes atribuyen a Dios criterios para excluir, lo desconocen. Inventan un dios a su medida para ejercer el dominio sobre los demás y establecer una cárcel ideológica que impide el pleno desarrollo humano. Únicamente saliendo de la ideología que aprisiona, el hombre podrá ser intolerante con cualquier tipo de marginación. Jesús abrirá los cerrojos de esa celda e impulsará con energía al hombre a salir de ese encierro: “Apercibiéndolo, lo SACÓ FUERA enseguida”.
41. Pero él deberá ratificarla ante el control oficial
Sin haber renunciado a ese sistema de pensamiento que margina, persiste la esclavitud y se persevera en la indiferencia ante la exclusión social cualquiera que esta sea. El hombre no podrá hablar de la auténtica libertad manteniéndose voluntariamente esclavo. En ese caso, la conseguida será solo transitoria. Y sus declaraciones acerca de su libertad confundirán a la gente, que interpretarán equivocadamente el anuncio del Galileo: “Y le dijo: – ¡Mira, no le digas nada a nadie!”.
El hombre debe antes demostrar oficialmente su LIBERACIÓN TOTAL. Jesús le induce a que tome la iniciativa. La libertad se manifiesta asumiendo riesgos. La mejor manera de exhibirla y confirmar la “SALIDA” de la ideología del orden injusto será presentarse en la sede donde se decide la marginación mostrando allí el incontestable argumento de su dignidad humana, la deseada y avalada por el Dios auténtico: “En cambio, ve a que te examine el sacerdote…”. En ese centro neurálgico donde se impone el dominio y se castiga con la esclavitud, el hombre debe exponer a juicio de los representantes del engaño religioso la realidad de sí mismo, el ser humano en todo su esplendor, librado de la impureza establecida por ellos.
Jesús ha invitado al hombre a que su libertad se oficialice. Es la manera de reivindicar en la cúspide del poder la grandeza humana. Para ello, según la Ley debía cumplir un rito compuesto por un ceremonial que incluía aves, corderos, tórtolas, harina, aceite… y se perdía en gestos de esparcir sangre de los animales sacrificados, unturas con el aceite y una retahíla de movimientos y acciones del sacerdote sobre el liberado de la impureza. La maraña de actuaciones ejecutadas por el sacerdote estaba considerada un mandato de Dios:
“El Señor dijo a Moisés: Rito de purificación del leproso: El día en que se presente el enfermo al sacerdote, el sacerdote saldrá fuera del campamento y comprobará que el leproso se ha curado de la lepra…” (Lev 14,1).
Jesús, como hará en otras ocasiones, no tuvo ningún reparo en corregir lo que se consideraba palabra de Dios. Y, como el que no quiere la cosa, aseguró haber sido iniciativa de Moisés lo que el libro del Levítico había atribuido a un mandato de Yahvé. La fraudulenta ley religiosa solo había sembrado ignorancia, sumisión, marginación y miseria. Aun así, el Galileo recomendó al hombre ir a cumplir con el engorroso rito. De ese modo dejaría constancia de la equivocación de esa opresiva e inhumana ideología socio-religiosa: “…y ofrece por tu purificación LO QUE PRESCRIBIÓ MOISÉS como prueba contra ellos”.
42. Liberado ya, queda apto para proclamar y divulgar la Buena Noticia
El antiguo leproso, siguiendo sin reservas la sugerencia de Jesús, tuvo el coraje de abandonar teórica y prácticamente ese estrecho mundo de creencias y obediencias. Y, en consecuencia, dejó de conformar su vida a los criterios emanados de la institución socio-religiosa. Marcos lo refleja con su talento característico: “Él, cuando SALIÓ…”. Esta expresión se corresponde con la anterior de Jesús: “lo SACÓ FUERA”. Su experiencia le capacita, ¡ahora sí!, para poder transmitirla sin generar confusiones. No se limitará a exponer cómo Jesús le había liberado de su situación de excluido social, sino proclamará el Evangelio como alternativa universal al orden injusto, la fuente de la esclavitud. El hombre había captado a la perfección el horizonte abierto por la nueva realidad inaugurada por Jesús. El reinado de Dios derogaba la fraudulenta Ley dando al ser humano todo el protagonismo y el valor supremo. Marcos, certero y esquemático, describe con palabras de gran significación la dilatada actividad del hombre: “…se puso a proclamar (κηρύσσω) y a divulgar el mensaje (τὸν λόγον) a más y mejor…”.
Con unos pocos términos, el evangelista ha establecido una sólida base y dado una multitud de elementos en ayuda a la explicación del Lector:
El verbo griego κηρύσσω (‘anunciar’, ‘pregonar’, ‘proclamar’, ‘publicar’) es el mismo utilizado para describir la salida a escena de Jesús proclamando el Evangelio o Buena Noticia: “Se puso a proclamar la Buena Noticia (κηρύσσων τὸ εὐαγγέλιον)”. El hombre aparece como colaborador leal de la actividad de Jesús.
El infinitivo yuxtapuesto a ese primer verbo: διαφημίζω (‘divulgar’, ‘difundir’, ‘propagar’) señala la intensa dedicación y el amplio recorrido realizado por el hombre para hacer llegar el Evangelio a todos los rincones del pueblo, lo que es signo inequívoco de la trascendencia social que concedió a esta tarea.
La forma adverbial πολλά (‘mucho’, ‘numeroso’, ‘grande’, ‘de gran valor’) expresa la dimensión y calidad de la información transmitida por el que fuera un excluido y ahora con la gente a su alrededor. Recogiendo ese sentido, ha sido traducida por la expresión: “a más y mejor”.
43. El Mensaje, Proyecto de Dios
El término griego de amplia significación: λόγος (‘palabra’. ‘dicho’, ‘propuesta’, ‘afirmación’, ‘proyecto’), traducido aquí por “mensaje” sintetiza lo transmitido por el hombre a la gente. Este vocablo será repetido más tarde por Marcos con idéntica significación. El evangelio de Juan recogerá este vocablo (λόγος; leído: ‘lógos’) para abrir el Prólogo de su texto. Con una perspectiva de más de medio siglo, tras haber comprobado cómo iba fraguando este mensaje en muchas pequeñas comunidades, el cuarto evangelio utilizará el término ‘λόγος’ en sus tres primeros versos significando con él el Proyecto pensado por Dios para la humanidad:
“Desde el principio existía el Proyecto (λόγος)
y el Proyecto (λόγος) apremiaba a Dios
y un dios era el Proyecto (λόγος)”.
El hecho de haber entrado en contacto con el leproso significaba para el Galileo quedar impuro. Es legítimo considerar ese hecho como razón suficiente de tener vedado el acceso a cualquier población. Estimarlo así parte de la suposición de que el hombre transmitió esa noticia, algo que Marcos no indica abiertamente: “…en consecuencia, Jesús no podía entrar manifiestamente en ninguna ciudad…”. El texto del evangelista no habla explícitamente de prohibición, sino de imposibilidad. Y el motivo lo expresa mediante una conjunción con carácter consecutivo: ὥστε (‘de modo que’, ‘con lo cual’, ‘en consecuencia’). Es decir, Jesús “…no podía entrar manifiestamente en ninguna ciudad” como resultado de que el hombre “se puso a proclamar el mensaje (λόγος)”.
44. La multitud de marginados en búsqueda del Mensaje deseado
La respuesta de la gente al mensaje (λόγος) proclamado por el hombre liberado es masiva. Ha hecho crecer aún más la popularidad del Galileo. Pero la aglomeración de multitudes dificulta la exposición y la escucha de la propuesta de Jesús. Él frena, por tanto, su entrada en las ciudades. De manera que -aclara Marcos-: “…se quedaba fuera, en despoblado…”. A pesar de ello, las multitudes acudían a encontrarse con él: “…pero acudían a él de todas partes”. Tal acercamiento masivo proveniente de “todas partes”, además de apuntar de nuevo a la labor divulgativa del antiguo marginado, avala la idea de que tocar al leproso no fue la razón principal que impidió al Galileo entrar en las ciudades.
Siendo desmedido el temor de mucha gente a la Ley y a quedar marginados por ella, lo sobrepasaban con unas incontenibles ansias de libertad.
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