Mis encuentros con José Saramago
En los discursos durante su viaje a Portugal, el papa Francisco citó a varios escritores portugueses, entre ellos a José Saramago. La referencia fue un texto breve de su novela Todos los nombres: “Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda, y es preciso caminar mucho para alcanzar lo que está cerca”. Me ha sorprendido gratamente la cita porque no es frecuente que un papa cite en un discurso el texto de una persona atea como era y se confesaba Saramago. Tras la cita percibo una profunda sintonía entre ambos en la crítica de la religión sacrificial y ajena a la justicia, en el proyecto de un mundo más justo, solidario y sin fronteras y en la práctica de la compasión samaritana.
Durante los últimos cinco años de la vida de Saramago tuve el privilegio de disfrutar de su amistad y compartir experiencias de fe e increencia, de solidaridad y trabajo intelectual, en total sintonía. A continuación, voy a rememorar dos encuentros de especial significación para mí y un tercero que no pudo celebrarse.
“Dios es el gran silencio del universo”
El primero tuvo lugar en Sevilla en enero de 2006. Caminábamos por las calles sevillanas José Saramago, su esposa la periodista y traductora de sus obras al castellano Pilar del Río, la pintora Sofía Gandarias y yo en dirección al Paraninfo de la Universidad Hispalense para participar en un Simposio sobre Diálogo de Civilizaciones y Modernidad. A las 9 de la mañana, al pasar por la plaza de la Giralda, comenzaron a repicar alocadamente las campanas de la catedral –antes mezquita, mandada construir por el califa almohade Abu Yacub Yusuf–.
– “Tocan las campanas porque pasa un teólogo”, dijo Saramago con su habitual sentido del humor.
– “No –le contesté en el mismo tono– repican las campanas porque un ateo está a punto de convertirse al cristianismo”.
En ese diálogo fugaz, la respuesta de Saramago no se hizo esperar:
– “Eso nunca. Ateo he sido toda mi vida y lo seguiré siendo en el futuro”.
De inmediato me vino a la mente una poética definición de Dios que le recité sin vacilar:
– “Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio”.
– “Esa definición es mía”, reaccionó sin dilación.
– “Efectivamente, por eso la he citado –le contesté–. Y esa definición está más cerca de un místico que de un ateo”.
Mi observación le impresionó. Nadie le habían dicho nunca nada parecido y le dio que pensar, sin por ello dejarse embaucar por mi ocurrencia. Efectivamente, la vida y la obra de Saramago fueron una permanente lucha titánica con-contra Dios. Como lo fuera la del Job bíblico –al que Bloch llama “el Prometeo hebreo”, quien maldice el día que nació, siente asco de su vida y osa preguntar a Dios, en tono desafiante, por qué le ataca tan violentamente, por qué le oprime de manera tan inhumana y por qué le destruye sin piedad (Job, 10). O como el patriarca Jacob, quien pasó toda una noche peleando a brazo partido con Dios y terminó con el nervio ciático herido (Génesis 32,23–33). No es el caso de Saramago, que salió indemne de las peleas con Dios y nunca se dio por vencido.
Muchas son las definiciones de Dios con las que me he topado a lo largo de mis cincuenta años dedicado a la teología, precedidos de la formación católica catequética de la escuela y la parroquia de mi pueblo. Fue allí donde aprendí la primera definición de Dios en el catecismo del padre Gaspar Astete, la repetí de carrerilla muchas veces y todavía soy capaz de hacerlo hoy:
“Dios es una cosa lo más excelente y admirable que se puede decir y pensar, infinitamente Bueno, Poderoso, Sabio, Justo, Principio y Fin de todas las cosas, [premiador de buenos y castigador de malos]”.
Durante mis estudios de teología tuve que dar cuenta de la demostración de la existencia de Dios conocida como el “argumento ontológico”, de Anselmo de Canterbury, del que Albert Camus decía con razón que no conocía a ninguna persona que hubiera dado su vida por defenderlo.
Pero, sin duda, una de las más bellas definiciones de Dios es la de Saramago que acabo de citar. La leí en sus Cuadernos de Lanzarote, de 1993, y la he dado a conocer doquiera he hablado del premio Nóbel portugués. Lo recuerda el propio Saramago en O Caderno. Textos escritos para o blog. setembro de 2008-março de 2009 de esta guisa:
“Hace muchos años, nada menos que en 1993, escribí en los Cuadernos de Lanzarote unas palabras que hicieron las delicias de algunos teólogos de esta parte de Iberia, especialmente Juan José Tamayo que, desde entonces, generosamente me ofreció su amistad. Fueron estas: ‘Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio’. Reconózcase que la idea no está mal formulada, con su quantum satis de poesía y su intención levemente provocadora bajo el sobreentendido de que los ateos son muy capaces de aventurarse por los escabrosos caminos de la teología, aunque la más elemental” (Companhia Das Letras, Sâo Paulo, 2009, p. 144).
Esta definición merecería aparecer entre las veinticuatro definiciones –con ella, veinticinco– de otros tantos sabios reunidos en un Simposio que recoge el Libro de los 24 filósofos (Siruela, Madrid, 2000), cuyo contenido fue objeto de un amplio debate entre filósofos y teólogos durante la Edad Media. Para un teólogo dogmático, definir a Dios como silencio del universo quizá sea decir poco.
Para un teólogo heterodoxo como yo, seguidor de las místicas y los místicos judíos, cristianos y musulmanes como Jesús de Nazaret, el Pseudo–Dionisio, Rabia de Bagdad, Abraham Abufalia, Algazel, Ibn Arabi, Rumi, Ibn Masarra, Hadewich de Amberes, Margarita Porete, Hildegarda de Bingen, Maestro Eckhardt, Juliana de Norwich, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Baal Shem Tov, cristianos laicos como Dag Hammarksjlöd, indúes como Tukaram y Mohandas K. Gandhi, y la mística laica Simone Weil, es más que suficiente. Decir más sería una falta de respeto para con Dios, se crea o no en su existencia. “Si comprendes –decía Agustín de Hipona– no es Dios”.
Saramago en la presentación del Nuevo diccionario de Teología
El segundo encuentro tuvo lugar cuando le invité a presentar mi Nuevo Diccionario de Teología, publicado por la editorial Trotta a finales de 2005. Inicialmente su respuesta a mi invitación fue negativa. Yo atribuí su negativa a lo voluminoso del libro: 992 páginas a dos columnas, equivalentes a cerca de dos mil páginas. Pero no, esa no fue la razón para rechazar mi invitación. El verdadero motivo era que a lo largo de tantas páginas no aparecieran las palabras “ateo” y “ateísmo”.
Efectivamente, no aparecían como entrada, pero sí al final, en la entrada TEISMO/ATEISMO redactada por Juan Antonio Estrada. Cuando le advertí de ello, leyó con mucho interés los conceptos que más le interesaban y, por supuesto TEISMO/ATEÍSMO y aceptó participar en la presentación del libro junto con la filósofa Victoria Camps, celebrada en el Ateneo de Madrid. Hizo un elogio del Diccionario diciendo que era un libro fundamental tanto para personas ateas como para creyentes. Sus palabras confirmaron la orientación cultural y ética que quise dar a la obra desde el principio, muy alejada del carácter confesional y apologético que tienen no pocos diccionarios de teología.
Ateísmo y el “factor Dios”
Hubo un tercer encuentro programado que tristemente no pudo celebrarse por el fallecimiento de Saramago. Se trataba de un diálogo entre los dos. abierto al público en la biblioteca de su domicilio de Tías (Lanzarote) en torno a un tema que a ambos nos apasionaba “Ateísmo y el factor Dios”.
Saramago siempre se declaró ateo, y desde su ateísmo fue un crítico impenitente de las religiones, de sus atropellos y engaños, sobre todo de las guerras y cruzadas convocadas, legitimadas y santificadas por ellas en nombre de Dios: “Una de ellas –afirma–, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones manda matar en nombre de Dios… Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción… han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana”. Con la historia en la mano, ¿quién va a negar tamaña verdad?
Pero la crítica de Saramago va más allá, y llega al corazón de las religiones, a Dios mismo, en cuyo nombre, afirma, “se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, lo más horrendo y cruel”. Y pone como ejemplo la Inquisición, a la que compara con los talibanes de hoy, califica de “organización terrorista” y acusa de interpretar perversamente sus propios textos sagrados en los que decía creer, hasta hacer un monstruoso matrimonio entre la Religión y el Estado “contra la libertad de conciencia y el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa”.
Esta denuncia de Dios se sitúa dentro de las más importantes e incisivas críticas de la religión, como las de Epicuro, Demócrito y Lucrecio, las de los profetas de Israel, de Jesús de Nazaret y del cristianismo primitivo, las de los maestros de la sospecha Marx, Nietzsche y Freud, y las de ateísmo moral que niega a Dios por su responsabilidad en el sufrimiento de las víctimas.
Aun cuando Saramago pensaba que los dioses son creación de la mente humana, le preocupaban los efectos del “factor Dios” –título de uno de sus más célebres y celebrados artículos–, que está presente en la vida de los seres humanos, creyentes o no, como si fuese dueño y señor de ella, se exhibe en los billetes del dólar, ha intoxicado el pensamiento y ha abierto las puertas a las más sórdidas intolerancias.
Agradezco al papa Francisco la cita de José Saramago. Me imagino que, de haber vivido Saramago, se hubieran encontrado y fundido en un profundo y sincero abrazo.
Mi reflexión se moverá entre estas dos frases de Saramago que transcribo: “Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda, y es preciso caminar mucho para alcanzar lo que está cerca”. “Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio”. Porque ambas se complementan Para Saramago ¿qué es lo que está cerca? Lo que está cerca en realidad es algo a lo que todo ser humano tiene acceso y ese acceso está dado en forma de intuición enigmática que, precisamente, en cuanto intuición, no excluye a nadie (ateos y creyentes). El despliegue de este primer momento intuitivo como originario del conocimiento, nos será esencial para recorrerlo y alcanzarlo experiencialmente. Pero en él no es que hayamos de buscar ningún sentido porque el sentido es lo que nos está dado en esta intuición. Intuición que por ser formalmente real y no solo dejándola estar como mero acto instintivo, nos empujará a ir caminando en búsqueda de su realidad profunda, encuentro que por sí mismo nos dará la razón de ser de aquella primigenia intuición (sentida).
El camino ciertamente puede ser complejo y vivido apasionadamente con vehemencia extrema, pero a mi modo de ver lo que provoca ese grito referencial es el hecho de tenerse que desembarazar al mismo tiempo de tanto contenido doctrinal.
La dificultad, como ya expresé el otro día, está en que esta intuición enigmática, los religiosos la llenaron de contenido dogmático que ahora les obliga a velar por él. Como por ejemplo, ha hecho el papa Francisco recientemente y de forma tan equívoca en sus palabras el día de la Asunción. Tampoco a mi modo de ver ese chirriar se arregla con paños calientes como al parecer en el hilo al cual me refiero se intenta. Pero esto ya es harina de otro costal.
“Hoy habría que hablar de los nuevos gritos que dan sentido a ese silencio: el grito de los pueblos oprimidos, de las personas más vulnerables, de los colectivos maltratados, de las clases sociales explotadas, de las etnias y culturas despreciadas, de las mujeres múltiplemente marginadas, subalternizadas, violadas, asesinadas, de las personas LGTBIQ… (añadid otros gritos de las personas sufrientes…)”. Juan José Tamayo.
Yo quiero seguir hablando de los gritos de los humanos. Lleva razón Tamayo, pero yo quisiera mirar el problema con otra perspectiva.
Hay dos “perspectivas” o profesiones, que estudian e intentan dar respuesta al grito de la humanidad sufriente: los políticos y los psicólogos, (que no olvidemos que son una sección de los filósofos).
Los políticos, como son pragmáticos y efectistas, contemplan los problemas por categorías de problemas: toda la variedad que Tamayo cita y apunta. Y los intentan resolver en grupo.
Pero para los filósofos-psicólogos, esta visión es bastante reduccionista y deja “abandonados” a una ingente mayoría de la humanidad, que a lo mejor han tenido la suerte de no estar incluídos en alguna de las categorías de “explotados” o “abusados”, que señalan los políticos, pero que, mire usted por donde, no son felices, cuando parece que “deberían” serlo.
Y me estoy refiriendo a todas esas personas, que sufren de un dolor psicológico: depresivos, personas que sufren de melancolía, tristeza y amargura, solitarios, en crisis personales de sentido, con ansiedad, traumatizados, acomplejados, inseguros,… y en general todos los trastornos de la personalidad, que cada vez mas inundan las consultas de psicólogos y psiquiatras
Y en general toda la humanidad neurótica, neurosis muchas veces causada por la misma sociedad donde vivimos, y las contradicciones internas del zeigeist de la época, y que inundan cada vez más los DSM americanos, (catálogos de trastornos mentales).
Y mucha gente que sufre los problemas, pero no sabe que tiene un problema, porque “no es fácil darse cuenta de que tienes un problema porque en muchas ocasiones no hay conciencia de enfermedad”.
¿A todos esos, quien nos “libera”?. ¿Es que nosotros no somos pobres desgraciados?. ¿O hay pobres de primera y pobres de segunda?. (Perdón pero me ha salido el tono populista).
Hay que preocuparse de las personas, no de las clases de oprimidos que dan más penita. Posiblemente sufre más, alguien en el Bº de Salamanca, que un señor negro en su tierra, que es relativamente feliz, y lo que quiere, (legítimamente), es vivir mejor.
Ese reduccionismo de los políticos, Tamayo incluido, nos ignora, y hasta les parecerá que nos queremos hacer los “enfermitos”, y les extrañará que alguien señale el problema. Por eso extrañó tanto la llamada de Errejón, a que había que atender, y no le han hecho ni caso, claro.
Gracias, Antonio, por incorporar “Mis encuentros con Saramago” en Atrio, por haber facilitado tan creativo debate y por haberme permitido dedicar esta mañana de domingo vacacional a participar en el diálogo con cada una de las personas que habéis tenido a bien enriquecer el texto. En la reescritura del mismo incorporaré estas nuevas reflexiones. Buen verano. Un abrazo camino de San Salvador, donde participaré en el Natalicio de Monseñor Romero.
De Ana valoro que haya llamado la atención sobre dos aspectos realmente dramáticos y muy relacionados entre sí, aunque a primera vista no lo parezca, en los que las religiones tienen una responsabilidad no pequeña. Uno es la ratificación de la responsabilidad que Saramago el de las guerras provocadas por las religiones. Ahí descubro yo el grito el grito de los vencidos, de los derrotados, de los humillados, de las víctimas de tamañas e estamos en sintonía desde hace y violencias. Otro aspecto, que me parece muy bien destacado y con el que estamos en sintonía Ana y yo, como ella ha recordado varias veces en Atrio, el del patriarcado religioso, sistema de dominación en el que los hombres controlan a las mujeres mental y sexualmente, hasta en la forma de vestir, citando críticamente al teólogo González Faus, y las culpabilizan. Aquí hay que identificar el grito de las mujeres maltratadas, oprimidas por la interseccionalidad de género, etnia, cultura, religión, clase social, identidad sexual, hasta la violencia de género. Gracias, Ana, por recordar esta violencia y a sus víctimas, cuyo grito clama al cielo.
De los comentarios de Isidoro destaco la idea del grito, de la segunda parte de la definición de Saramago y la pertinente referencia al grito de Jesús en la cruz, recitación actualizada en su persona del salmo 22,1-21. En la misma dirección se encuentra el grito de los hebreos esclavizados en Egipto, que Yahvé escucha y le mueve a compasión y a poner en marcha un proceso de liberación: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, el oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo del poder de los egipcios” (Ex 3,7). Hoy habría que hablar de los nuevos gritos que dan sentido a ese silencio: el grito de los pueblos oprimidos, de las personas más vulnerables, de los colectivos maltratados, de las clases sociales explotadas, de las etnias y culturas despreciadas, de las mujeres múltiplemente marginadas, subalternizadas, violadas, asesinadas, de las personas LGTBIQ… (añadid otros gritos de las personas sufrientes…). Gracias, Isidoro, por permitirme ampliar y actualizar el horizonte de los gritos.
De María Luisa destaco su apelación al diálogo entre creyentes y no creyentes. Recuerdo los diálogos cristiano-marxistas de las década 60 y 70 del siglo pasado, que contribuyeron a desdogmatizar tanto el cristianismo como el marxismo y a encontrarse en el horizonte ético y en el análisis crítico de la realidad. Es un diálogo que habría que continuar y que Saramago y yo al menos lo intentamos durante cinco años. Lleva razón María Luisa en buena medida al afirmar que el cristianismo eliminó el diálogo creyentes-no creyentes al llenarlo de contenido doctrinal dogmático. No ve tan fácil como yo el posible abrazo entre Francisco y Saramago, si este hubiera vivido. Difícil, es verdad, pero necesario a partir de una ética eco-humana que nos dos comparten, cada uno en su campo.Gracias María, Luisa.
Queridas amigas, queridos amigos. Hace muchos años leí esta afirmación del Padre de la Iglesia Gregorio Niceno: “La Biblia crece con sus lectores”. Esa es la impresión que he sentido con vuestros comentarios a mi artículo “MIs encuentros con José Saramago” y a la definición de Dios de Saramago: ambos han crecido con vuestras hermenéuticas tan enriquecedoras: en sentido, en profundidad, en creatividad, en contenido. Respondo por partes siempre muy agradecido. Primero a Alfredo Domínguez, de quien destaco la idea de hacer de la LIBERACIÓN el eje y el horizonte sobre el que debería pivotar toda religión y toda acción política, social, religiosa. Y también huir de todo atisbo de adoctrinamiento, que nos atribuye generosamente a Saramago y a mí. Al menos voy a intentarlo. Gracias Alfredo.
Ya se sabe lo que pasa cuando uno se sale por la tangente del tema al cual se compromete en responder. A mi modo de ver en la frase de Saramago no se vislumbra ni un ápice en si la cuestión que en ella se plantea tenga que ver con la felicidad. “Dios es el gran silencio del Universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio” Para mí esta frase denota aquella primera intuición que a ningún ser humano se le escapa, sea ateo o creyente, solo por el hecho de encontrarse en el Universo formando parte de él. Cada uno de los cuales se formará una imagen de esta totalidad que siente compactadamente a modo de silencio, pero nunca esa impresión primigenia le dará motivo alguno para referirse así de pronto a la felicidad, porque en ella en esa impresión de realidad no es posible distinguir aún ninguna categoría humana. Lo que se tiene en ese momento intuitivo, que lo es para todo ser humano, sin excepción, es la constatación de la consistencia de este Universo que nos cobija, el cual cabe pensarlo, no por supuesto, como un contenedor al que se le ha llenado de contenido teísta. Esto es lo que precisamente les repele a los ateos, cuya bondad de algunos como la de Saramago se nos revela en esa perfecta formulación. Es en este grito provocado por el propio drama de la vida, por la circunstancia, por el dolor, las enfermedades, etc., donde los humanos vamos construyendo de sentido real, no por precipitación doctrinal, sino por vivencias, la unidad de esa totalidad que es el Universo
Amiga M. Luisa, la relación con el tema, es porque el grito del hombre, contrasta con el silencio de Dios, para mí, evidentemente se trata de un grito primal y telúrico de angustia, de dolor, de sufrimiento, de ausencia total de felicidad.
Es lo que representó trágica pero fielmente, Jesús, en sus gritos y hasta blasfemias, (¡!), contra Dios; ¿Por qué me has abandonado?.
(Ahora dirán que solo era un salmo, como si recitar un salmo concreto, no tuviera ninguna relación con el sentimiento y el estado emocional del que lo hace. ¡Estaba Jesús, en la cruz, en buen estado como para ponerse a hacer citas literarias de salmos!).
Mira Isidoro, te agradezco tu interpelación que para mí es sorprendente después del tiempo en el que me has tenido completamente ignorada, pero se da la circunstancia de que estoy a punto de salir hacia el Pirineo Catalán. Comprenderás que me sea imposible responderte en estos momentos, aun disponiendo de material para ello. Solo te diré una cosa que tal vez pueda ampliar más adelante . La frase de Saramago no nos avoca a una ontología del ser que es desde donde siempre te mueves tú, sino a una metafísica (no la clásica, por supuesto) sino a una metafísica físicamente responsable con los datos de la ciencia. Este ha de ser el punto de partida de la discusión en que puedan participar ateos y creyentes. Un cordial saludo y hasta pronto!
Vete tranquila al Pirineo, María Luisa. Bien que te sorprenda la atención personal de Isidoro. Pero no nos escribas comentarios esperando que te respondan. En todo caaso para añadir tus vivencias a lo que ha introducido el artículo que encabeza el hilo. Y sin necesidad de decir cada vez que lo haces desde inteigencia senciente, distinquiendo ontología y metafísica “físicamente responsable con los datos de la física”, etc…
Creo que Isidoro está comentaando el grito humano que da sentido al silencio del universo, de una manera existencialista, en la que junto al door humano se expresa también el deseo de felicidad. Por ahí me gustaría seguir, pero yo, sin irme al Pirineo, tampoco tengo tiempo para entrar en diálogos, como ya expresé ayer… El Itinerario espiritual del científico ateo Grothendieck me está ocupando este agosto caluroso… Saludos a todos.
No te equivoques Antonio, mis comentarios no dejan de ser simples reflexiones personales, te gusten o no. Son comentarios que no esperan respuesta ninguna, aunque tú no lo veas así. La aludida sorpresa ha venido a cuento porque han sido muchas las veces en que Isidoro habiéndome preguntado él – no yo – después no me ha dado respuesta alguna. ¿Tenía o no derecho a recordarle en esta ocasión? ¿O es algo que reclamaba tu intervención de moderador? Por otro lado, teniendo en cuenta el poco tiempo del que dispones, no tomo en consideración esto que haces de leer en mis comentarios cosas o expresiones que en ellos no digo…en fin me has hecho volver abrir el ordenador, al menos si tenéis que decirme alguna otra cosa más esperad que vuelva de Los Pirineos… Hasta tu referencia a ellos me ha sonado a impertinencia.
“La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”. (Papa Francisco).
Vuelvo al tema de la paradójica felicidad de Sísifo, según Albert Camús, a pesar de su eterna condena a tener que subir perpetuamente una pesada bola a la cima de un monte, del que indefectiblemente volverá a caer.
Es claro que con la lógica racional humana, Sísifo es un pobre desgraciado, como lo somos todos los humanos.
Con la lógica de la inteligencia humana, una vida de eterna lucha por encontrar el sustento, la seguridad, la salud, y la misma conservación de una vida siempre pendiente de un hilo fatal, es una vida repleta de desgracias, con algún pequeño paréntesis de “disfrute”. Y no parece lógico pensar que el humano-Sísifo, pueda ser considerado como feliz.
Sin embargo, el partido de la vida humana, lo jugamos en el Universo, que tiene sus propias reglas, que van más allá de las leyes físicas y biológicas del mismo, e incluyen todo un paquete de leyes que podríamos denominar globalmente como “las Leyes cósmicas de la Inteligencia”, y que constituyen las leyes de la lógica de la Inteligencia del Cosmos, (sea lo que sea).
Leyes generales, cuyo conocimiento exacto, es la gran tarea del tercer Milenio en el que ya estamos embarcados, pues de ello depende nuestro buen navegar. Y su desconocimiento, es la causa de todos los tumbos que damos por la vida.
(Jesús, seguro que las conocía, y están impregnadas en sus sabias palabras, pero no las pudo explicitar en su época, pues nadie las habría entendido: era la era de la Ley y la moral. Era que ha durado dos mil años… y sigue aún).
La lógica de la Inteligencia del Cosmos, determina que cada especie del mismo, tiene una “naturaleza”, y que el cumplimiento de esa naturaleza, es el factor constitutivo de la “felicidad” de los individuos de cada especie.
En el caso humano, en esa “naturaleza”, cada humano, dispone genéticamente, de una batería de instintos comportamentales superiores, o de algoritmos que es lo que comúnmente denominamos el “espíritu” personal, como culminación, del conjunto de instintos comportamentales que constituyen el “inconsciente colectivo” de la especie humana.
El Universo, nos tiene “programados”, para buscar los tres grandes valores universales: la Bondad, el Conocimiento, y la Belleza, (que es una metáfora-compendio del seguimiento de las Leyes internas que rigen el Universo), que son los tres grandes líneas de la lógica de la Inteligencia del Cosmos.
Y cuando lo realizamos así, el Universo nos premia con una sensación “gozosa” de felicidad, de rectitud, de ir por el buen camino.
Y si no lo hacemos así, nos castiga con grandes y dolorosas alteraciones psicológicas, que constelan en toda serie de malestares y sufrimientos psicológicos.
La “felicidad” del Cosmos, no evita el sufrimiento y el dolor inevitable, pero a cambio, el Universo, nos recompensa con ese gozo cósmico, del humano cabal, desgraciado, pero al tiempo serenamente feliz.
Es el llamado entusiasmo, que significa “sentir la gracia de Dios dentro de ti”. O sentirse en armonía con el Cosmos. Como dice Jordi Casals: El entusiasmo es felicidad en movimiento.
Además de lo agradable de la alegría de vivir que genera, es un magnífico detector de si actuamos en verdad siguiendo la guía de nuestro espíritu, o lo tenemos taponado con las ideologías culturales religiosas o políticas imperantes. Porque si no hay alegría de vivir, es que nos hemos desviado del camino marcado por él, que está en sintonía directa con el Espíritu.
Teilhard decía que “la alegría de vivir es el más grande poder cósmico”. Y también hay quien le ha equiparado aun sistema de amortiguación de coche de nuestra mente, pues sin ella, “cualquier piedra del camino, nos hace sacudirnos y agitarnos”.
Y según Spinoza, ese gozo o alegría cósmica constituye “una pasión por la que el alma pasa a una mayor perfección”. Y es vital lograr esa dicha, en la vida espiritual. Como decía el rabí Nachman de Bratislava: “La alegría no es algo meramente incidental en tu búsqueda espiritual. Es vital para ella”.
Por eso, al desgraciado de Sísifo, si es un humano en armonía con el Universo, a través de su “espíritu”, se le puede considerar feliz.
¡De que te sirve arreglar el mundo, si pierdes tu vida!.
(Antes cuando estábamos en un paradigma de vida futura, y con una vida actual, como una mala noche en una triste posada, podía ser un buen “negocio”, invertir ahora la vida actual, en pos del gran “beneficio de la inversión” en el futuro. Pero eso ya no lo cree nadie, ni los que dicen que creen. Y desde luego los jóvenes pasan de ese tema).
(A continuación lo explico. Divido el comentario en dos, para resolver el problema técnico de los puntos y aparte).
1.
Acabo de ver de nuevo el cap. 1, de la serie “El Pueblo”, (que recomiendo al que no la haya visto), y al final hay una escena en que dos de los protagonistas, agobiados por la angustia de su vida, gritan su agobio personal en el campo, un grito primal, que sale de lo mas hondo, y dicen: ¡Quiero ser feliz de una puta vez!.
Esto me ha recordado la frase de Saramago, sobre que “Dios es el gran silencio del Universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio”.
Yo no se si da sentido al Universo, o solo es una afortunada frasecita literaria. Pero lo que si sé seguro, porque lo siento en mi interior y lo palpo en el ambiente, es que el humano actual y quizás de siempre, está angustiado, sobrepasado sufriendo impotente Y buscando aquí y allá sucedáneos de la felicidad, que como todo lo espurio no solo no cura, sino que nos empeora.
Y esa es la causa subyacente de tanto discursito bienintencionado, que algunos lanzan al ambiente, con llamadas a la heroicidad y al compromiso total. O sea a hacerse “un Sansón”. Es tan asqueroso, como los que intentan convencer a pobres humanos a que se inmolen por su causa: ¡Inmólate tú, y luego, me cuentas como te ha ido!.
Son sermones-discursos, que suenan a intento de convencer a los demás para, autoafirmarse ellos mismos, ante la evidente inutilidad de sus consejos en su vida personal.
¿A quien acudimos a exigir responsabilidades, ante las angustias, depresiones y demás a que conducen muchas vocaciones clericales, y muchas heroicidades de vida, superiores a nuestras fuerzas reales, que acaban en el sillón del psiquiatra?. ¿A quien?.
(Mejor que no exista el Dios justiciero, porque muchos iban a tener que responder de su irresponsabilidad, con sus llamadas al compromiso de los demás).
2.
En paralelo a la falacia de que venimos a este mundo con la mente como una pizarra vacía que se va llenando con la cultura, los ilusos creyentes en el pleno libre albedrío y alérgicos a cualquier determinismo, también piensan, que estamos en este mundo para “inventarnos”, y descubrir según nuestra razón, el camino de la felicidad.
Porque todos llevamos dentro, en el “espíritu” personal, un instinto comportamental, que nos insta a ser felices.
No tenemos que inventarnos el camino de la felicidad. La felicidad, es un estado de gozo que se siente, en determinadas circunstancias. Pero en este Universo del que somos integrantes, todas las especies, tienen marcada en su naturaleza, los comportamientos que deben realizar para obtener su particular “felicidad”.
Por eso la felicidad humana no es algo que tenemos que inventarnos desde cero, sino tenemos que “descubrir”, cual es el camino “natural” establecido en nuestra naturaleza, y seguirlo.
Esa labor de investigación es tradicionalmente, propia de la filosofía, pero con la hipótesis anterior, es propia de la filosofía de la naturaleza humana, por lo que la ciencia aquí es la clave.
3.
Cuando Albert Camús hablaba del Sísifo “feliz”: “«A Sísifo hay que imaginarlo feliz», se puede entender como que Sísifo, como todo humano, seguía su naturaleza, lo que en la realidad ambiente en que “flotamos”, le causa muchos sinsabores, pero siendo un auténtico humano, es “feliz”, en su acepción cósmica.
Porque la felicidad no es un estado de celestial placidez y bonanza, sino un estado de sentirse conectado e integrado con el Universo, a través del cumplimiento de la naturaleza que el Universo le ha dado.
El existencialismo de la Modernidad, por boca de Camús, para imaginar a Sísifo feliz, insta a persistir en los trabajos de la vida, sin ceder a la desesperación, solo aceptando como inevitable lo absurdo de nuestro destino.
Pero la corriente “espiritual”, de la superación de la Modernidad, o sea la Transmodernidad, no acepta el absurdo de la vida, sino que reconoce que desconocemos la lógica interna del Universo, por lo que nos puede parecer absurda la vida, según nuestra limitada lógica humana.
Y por eso la felicidad humana, es algo un poco de “locos”, o sea fuera de la lógica clásica, porque es adaptarse a una lógica del Universo, que intuimos con el “espíritu”, pero que en el fondo desconocemos su desarrollo completo.
4.
Por eso, todas las llamadas a los esfuerzos y heroicidades de los demás, sobran y son meterse en donde nadie les llama. Uno, tiene que averiguar y concretar el objetivo de su propia vida, y hacer con su vida, lo que pueda. Pero instar a los demás a seguir caminos que nos gustan a nosotros, es de una intromisión inaceptable.
Efectivamente, el comentario siguiente sale correcto, sin que haya tenido que corregir nada. ¿Cómo lo escribst? Y por qué este no lo podías editar de la misma manera?
Aparte de esto, quiero que sepas que sig con interés todos tus comentarios, entrelazads con los demás. Tengo varios textos iniciados para contestar. Pero calor, icapacidad para ordenar ideas, tiempo exigido para el día a dí de Atrio y mucho que leer (sobre todo de Grothendieck donde encuentro mucha luz en la búqueda, más allá de la física cuántica (el último grito en la búsqueda racional y la psicología profunda (último sondeo en la búsqueda interior) preparando alguna serie personal para otoño, si soy capaz, al final…
Observé que utilizando la opción Comentarios a otro comentario, si se pega el texto Word, en la opción “Pegar como texto sin formato”, (que de normal sale bien con los puntos y aparte), salen también.
Sin embargo si se pega en un comentario inicial, no sale.
Juanjo, desde Campo Arcís, una pequeña aldea de Requena, rodeada de viñedos, te mando, con mucho afecto y gratitud, estas letras.
Mi encuentro con Saramago siempre ha sido a través de su obra, bien sean libros, artículos, entrevistas…; aunque, eso sí, se han visto enriquecidos, la mayoría de veces, cuando los he compartido con alumnos, amigos, contertulios… Igualmente, siempre me han resultado fecundos, pues me han ayudado a “ajustar el tamiz” con el que conviene cerner, someter a criterio, un buen número de conceptos y actitudes no exentos de dudas y que requieren una revisión permanente, tal y como veo que tú mismo practicas a diario.
Desde el inicio de tu escrito, al menos, para mí, ya propones una “tela de juicio” a tener muy en cuenta para poder valorar el hecho religioso: éste no debe ser valorado si no es capaz de soportar el criterio de la justicia, así como el de un proyecto más justo, solidario y sin fronteras, así como la práctica de la compasión samaritana.
Ya escribió Aristóteles, cuando habló de la amistad “intima”, “entrañable” (endozén) que es un bien al que todos aspiramos, pues es el mayor de los bienes. Si, además, es compartida, como el mismo Saramago afirma en cita posterior, todavía más.
En ese diálogo, vivo, espontáneo, parece un interesante “set”, que mantenéis al pasar junto a la catedral hispalense, previamente mezquita, le recuerdas una frase suya, que creo es el meollo, no sólo del artículo, sino que, a mi modo de ver, también lo es de la búsqueda incesante de cómo hemos de procurar que el “grito del ser humano”, en sus múltiples facetas, por supuesto con su relación con la naturaleza, sea lo que importe; caso contrario, mejor, no perdamos el tiempo.
Sí, “es más que suficiente”. No te falta razón al aportar los nombres de “las místicas y los místicos judíos, cristianos y musulmanes”, sólo así se puede hablar con conocimiento de causa. Por cierto, al leer esta larga nómina, me ha venido a la cabeza, aquello ya sabido: que la raíz, de nuestra cultura, se suele decir que la encontramos entres montículos: la Acrópolis, el Gólgota y el Capitolio. Personalmente creo, y me lo reafirma lo que tú escribes, hay una cuarto, en este caso no montículo sino cordillera, que no podemos ignorar, el Atlas. (Perdona el inciso).
La presencia de Saramago y de Victoria Camps en la presentación del “Nuevo diccionario de Teología”, ya es garantía suficiente para avalorar aquello de lo que va a hablar, y que, por supuesto, diluye el mínimo atisbo de adoctrinamiento, que, por otra parte, cualquiera que te conozca, lo da por supuesto.
La cita aquella que no pudo ser con Saramago, y con la que abres tu posible tercer encuentro con él, resume perfectamente una historia de las religiones que jamás debió darse, ni entonces, ni ahora, donde no faltan ejemplos. Comparto contigo la forma y el contenido de cómo cierras el párrafo: Con la historia en la mano, ¿quién va a negar tamaña verdad?
Juanjo, gracias por invitarme a compartir contigo este artículo. No somos pocos los que andamos preguntándonos una y mil veces por qué no se da más voz, y ésta se convierte en actos, a quienes hacéis de la LIBERACIÓN el eje y horizonte sobre el que debería pivotar toda religión y ¿cómo no? toda acción política, social, económica … No digo ninguna novedad, hay un mandato de Naciones Unidas…, la Agenda 2030. El tiempo apremia y queda mucho por hacer.
Un fuerte abrazo. Gracias por tu trabajo.
Agradezco al profesor Tamayo este artículo porque en este momento en el que me encuentro muy interesada por todo aquello que desde el tradicional teísmo podamos repensar, la exquisita frase de Saramago “Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio” ofrece mucho para que se dé esta posibilidad. El enigma que nos presenta la frase de Saramago ha venido a significar en la historia algo que nos abarca a todos, tanto a ateos como a creyentes. Siendo que este enigma no es otra cosa que la de pensar si el Universo es por sí mismo autosuficiente o insuficiente . La dificultad está en que esta intuición enigmática, tan acertadamente expresada por Saramago, la religión cristiana (aunque todas) se apresuró a llenarla de contenido doctrinal, con lo cual el diálogo con ateos de entrada se volvió inexistente o si lo hubo despreciativo. Con todo, y aun con ese recuerdo que el Papa, evocando a Saramago, tuvo en Portugal, se me hace difícil imaginarme ese abrazo entre ambos.
Un cordial saludo
Oigo hablar en boca de esforzados supermanes, de “compromiso con el mundo”. ¿Se puede ser mas megalomaníacos y narcisistas, que piensan que han venido a este mundo a arreglar los desmanes del Universo de Dios, o de quien sea?. Lo curioso que muchos de ellos no creen en Dios, (lo que yo no les critico), pero su megalomanía les hace hacer un paréntesis mental surrealista, y lo “resucitan”, porque lo necesitan solo para poder ellos “enmendarle la plana, y echarle una regañina”. ¿Se pude ser más ridículo, salvamundos de guardarropía?. En el manual del buen y auténtico héroe, la regla de oro, es: “No estropees tus “heroicidades”, diciendo chorradas”. (Esto va por los saramagos de turno. Y el amigo Tamayo, dorándole la píldora, pues no todos los días puedes poner en tu currículum que eres amigo de un Premio Nobel. A saber lo que pensaría de verdad Saramago de sus groupis y aduladores).
Añadido:
A ver si nos entra en la cabeza que ser comunista es una opción política e ideológica muy legítima, pero no constituye una virtud moral por sí mismo.
Habrá comunistas grandes humanos, y otro que serán una piltrafa dominados por su ego. Como en todas partes se cuecen las habas. (¿A ver si solo en la Iglesia hay pederastia y de todo?).
Yo a Saramago no he tenido el gusto de conocerle, ni de pedirle una foto, pero como escritor me parece un pesado, con mazacotes de texto, sin un punto y aparte nunca. Se nota un montón que de ego iba bien sobrado.
Es difícil negar las afirmaciones de Saramago, refiriéndose a las religiones y a Dios mismo, en cuyo nombre, dice ““se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, lo más horrendo y cruel” Y cita las cruzadas, la inquisición y otras muchos hechos históricos y actuales, como la innumerables guerras y persecución hasta la muerte por parte de las religiones, o la inculturación del machismo y del patriarcado en las sociedades históricamente “cristianas”, más algunos principios morales sobre sexualidad o la mujer del cuerpo de las mujeres como objetos sexuales, o la marginación de las mujeres en su propia casa, la Iglesia, etc. etc. Todavía hace unos días, un referente y valorado teólogo, como es González Faus, nos decía que no votó a Yolanda Díaz por sus vestidos, o que las mujeres tuviésemos más cuidado en cómo nos vestíamos porque éramos la cusa de la falta de control mental y sexual de los hombres y éramos causa de excitación…., en fin, sin comentarios, las Evas de toda la vida, es decir, sigue todavía la culpabilidad de las mujeres como provocadoras de conductas ajenas, las de ciertos hombres. De ahí a la violencia de género, al control masculino hasta de cómo nos debemos vestir, sólo hay un paso, “algo habrá hecho”. Y en éstas estamos en pleno siglo XXI. No le queda nada a la Iglesia si quiere ser levadura social en valores y en derechos humanos y en dejar de ser generadora de ateísmo.