Este año celebraré la festividad del Corpus Christi con dos nuevos ingredientes: compasión y comunidad
Semanas atrás compartía con la comunidad de ATRIO, la experiencia de sentirme compungida ante situaciones insolubles, que padecen muchas personas migrantes y no migrantes, a las que iba conociendo a través de la acogida en las Cáritas Parroquiales.
Al mismo tiempo, veía que el proceso de acogida: escucha, acompañamiento y ayuda estaba, a cada poco, invertido en su orden y se pasaba a ayudar, acompañar y por último a escuchar.
Parecía que no había forma de establecer un orden, para que las personas que acudían a la sede parroquial pudieran ser atendidas con la pausa necesaria. No había tiempo suficiente. Demasiadas personas voluntarias atendiendo a quienes venían a solicitar una ayuda, al tiempo que se escuchaban las quejas del propio voluntariado al no poder ofrecer una ayuda práctica, útil y resolutiva.
La pregunta que nos podríamos hacer era si se trataba de falta de tiempo, si era el modelo de entrevista para la recogida de datos básicos, para saber a quién teníamos delante y qué necesitaba resultaba fallido, o si cada uno de los miembros de nuestro equipo de voluntarios tenía integrado un modelo distinto de la acogida. Lo que estaba claro era que, con frecuencia, atendíamos los problemas de las personas, en lugar de atender a las personas con problemas. Los problemas eran a veces, tan apremiantes, que podíamos escuchar que algún voluntario comentase: entonces, si no podemos darles nada ¿qué hacemos? Y así es como el propio equipo teje su desazón, cuando surge el conflicto no explícito, entre quienes desean seguir dando los dos kilos de arroz y quienes no ven en ello ninguna solución, y sí una especie de brecha, entre el que da y el que recibe algo material, de escaso valor.
Por fortuna los encuentros, que la vida misma provoca, nos pueden abrir puertas. Puertas de paso y puertas al entendimiento. Y así me ha ocurrido esta semana, cuando cerca de mil personas se congregaban en Valencia, para la celebración del V Encuentro de Cáritas. Este 2 de junio, se organizaba una jornada en la que se ha compartido mucho y de la que seguro que dan cuenta otras publicaciones.
Pero lo que quiero compartir es una reflexión personal, a partir de lo que allí pude escuchar. Pero sin dejar de anotar que aún, manteniendo la consideración de que una parte de la tarea que lleva a cabo las Cáritas -Diocesana o Parroquiales- debiera ser atendida por las administraciones locales, autonómicas o estatales, porque son derechos básicos de la persona –hablamos de vivienda, apoyo educativo, salud o subsistencia básica-, constatamos que cómo esta no es la realidad, y al final, el voluntariado tiene que acabar respondiéndose a sí mismo: si la Administración no sale al rescate de las personas, alguien tendrá que ocuparse.
Y en este ocuparse aparecen nuestras propias trampas ¿Por qué decidimos ocuparnos de los más vulnerables? Hasta ahora la respuesta era clara era: por Caridad. Pero esta caridad, a veces, no la entendemos como amor fraterno, sino como la necesidad de resolver un problema material. Y así, con apariencia solidaria, podemos colaborar en tejer relaciones asimétricas, en las que a veces, en el propio entorno del voluntariado hemos escuchado expresiones como: este es mío, conozco el caso.
A este encuentro, invitaron a varias personas expertas para compartir algunas de sus reflexiones sobre lo que es y lo que debe ser la acción de Cáritas. Cito solo los dos conceptos que he tomado como referencia cruzada reflexiva. Por un lado, la compasión -comentada por Adela Cortina- y por otro, el sentido de comunidad -comentado por Juan José López-. Hubo muchos más y todos ellos de interés.
Es seguro, que a cada persona le resonó aquello que más próximo le resultaba a su situación personal y la percepción que sobre ella tuviera. Pero mientras escuchaba a estas dos personas, parecía que todo iba a ser más fácil a partir de ahora, porque tendría una respuesta.
Y señalo dónde encontré la clave para entender. Porque el lenguaje, ese maravilloso artefacto que nos permite nombrar, reflexionar, decir y decirnos todo aquello que nos va saliendo al paso de la vida puede ser, a veces, una fuente de limitación o de confusión. Y confusa he estado en los últimos meses, en relación a la palabra compasión y algo también con la comunidad.
Adela Cortina nos vino a traer varios puntos reflexivos, de los que yo me he servido para indagar sobre mi misma. Pero tomo uno solo. Tras leer lo que señala la RAE sobre el término compasión, inició una revisión de su sentido, a partir de un texto de Stefan Zweig. Existen –nos leía y comentaba de un texto- dos clases de compasión: una cobarde y sentimental que, en verdad no es más que la impaciencia del corazón por librarse, lo antes posible, de la impresión molesta que causa la desgracia ajena; aquella compasión que no es compasión verdadera, sino una forma instintiva de ahuyentar la pena extraña del alma propia, porque es una compasión desagradable que nos lleva a movernos hacia lo inmediato: dar una limosna, hacerle “un apaño”, apartar de nuestra vista a esa persona. Esta es una piedad peligrosa, que no es verdadera compasión, sino el intento impaciente de librarse de esa molestia. La otra es la compasión no sentimental, pero productiva, la que sabe lo que quiere y está dispuesta a compartir el sufrimiento hasta el límite de sus fuerzas y aún más allá y la que no teme describir la crudeza de unos hechos cuando es necesario. Una compasión genuina decidida a resistir, a ser paciente, a sufrir y hacer sufrir si resulta necesario para ayudar realmente a alguien.
Luego vendría, entre otras intervenciones, la de Juan José López que nos presentó a esa persona que acude a pedir “ayuda” y a la que tratamos acoger, a veces incluso expresando que la atendemos como si fuera de nuestra familia. Pero lanzaba la pregunta: ¿y esa persona se siente comunidad? Porque si es así, sentirá que también ella puede dar y dar–se. Y, la clave era sencilla: ¿quiero trabajar por crear comunidad? ¿Son estas personas mis vecinas, mi comunidad? Porque podrá faltar el pan, la salud, el trabajo y más, pero si “soy parte de la comunidad –decía López- no necesito integración”.
Así pues, las preguntas que necesito responderme, no son tanto si dispongo de un presupuesto, para redirigir a las personas a un supermercado con vales de compra, a una tienda de ropa recuperada o a un centro de recogida de alimentos, sino si mi compasión es sentimental o genuina y, si mi deseo de ayudar pasa por querer construir comunidad de la que yo sí sé que formo parte, pero en la que, con toda seguridad, se mueven personan que la transitan desde la invisibilidad. No tener un NIE obliga a la persona a rehuir de los uniformes policiales, pero eso no significa que no sean nuestros vecinos, incluso por años.
En unos días celebraremos la festividad del Corpus Christi, la fiesta del amor fraterno y nada tendrá sentido si tras la celebración eucarística y la emoción de los bellos cantos, los abrazos fraternos y saludos de la paz y acudir a esa espectacular procesión con todos esos personajes bíblicos, no soy capaz de ver, al salir a la calle, que todos aquellos con los que me cruce, algunos conocidos de nuestra sede de Cáritas, son mis vecinos, mi comunidad.
Querida Ana, puedes estar segura de que todo lo que expresaste con respecto a la compasión lo entendí a modo de experiencia propia y así me parece que lo transmití en mi comentario donde valoré tus reflexiones . Quizá no me expresé bien atribuyéndote a ti lo que en general suele pasar en los temas donde existe una cierta ambigüedad como en el de la compasión (compasión sentimental – sentimiento de compasión. A.Cortina) y que luego se evidenció en algunos comentarios, pero esto en absoluto menguó para nada tu excelente exposición.
Agradezco a Ana Rodrigo, Antonio Llaguno, Santiago Hernández, María Luisa e Isidoro García que hayan leído la reflexión que he compartido. Todos sus comentarios me aportan luz y de todos aprendo algo. Y, sobre todo, me quedo con el hecho de que aprender, no necesariamente significa estar de acuerdo. Si así fuera, las relaciones comunitarias me parecerían tremendamente aburridas. Aprendo cosas que no pondría en práctica o no utilizaría como argumentario propio, pero que forman parte de la realidad que me circunda y me es posible pensarlas y eso siempre me lleva hacia la apertura.
Lo que sí quiero anotar es que es posible que, como escribe María Luisa, no llegara a interpretar correctamente las palabras de Adela Cortina y nada más lejos de mi intención que utilizar su nombre para expresar un sentir propio. Pero sí puedo aclarar, por otra vía, lo que realmente me llegó de sus palabras y cómo me permitió llevarlo, al día a día de mi propia experiencia, cuando me relaciono con personas que, guiadas por su compasión, llegan a generar situaciones difíciles y hasta comprometidas, en los entornos de colaboración solidaria.
Adela Cortina, en el foro en el que yo la escuché, trató aspectos como la justicia, la empatía, la compasión o la acción solidaria, entre otros. Se dirigía a un público que, en su mayoría eran voluntarios que ofrecen su tiempo y trabajo, y muchos también su dinero, al servicio de los más desfavorecidos. El lenguaje que utilizó era más que asequible, porque una parte importante de ese público eran personas muy mayores y no todos con gran capital cultural, aunque sí se percibía en ellas el despliegue de su gran humanidad. Y la cercanía de Cortina, a través de sus palabras, fue enorme. Yo me quedé con la ambigüedad del término compasión que ella comentó a partir de un texto de Stefan Zweig. En realidad, ese texto es una novela que localicé y de la que pude extraer un resumen comentado. Un elemento de ficción, lejos de cualquier filosofía, que se titula La piedad peligrosa y cuyo protagonista, es un joven militar que, guiado de una compasión sentimental, llega a causar tantos estragos en una joven que finalmente ésta se suicida. Este comportamiento era la base para comparar unos estilos de obrar que a menudo se amparan bajo la compasión. En mi reflexión, yo no citada que la compasión fuera verdadera o no, o que no viniera precedida de un sentimiento; sino que el término es ambiguo y puede presentarse ante nosotros como una compasión cobarde y sentimental -como la de ese joven- o como una compasión genuina, productiva y decidida a resistir, y desde esa visión actuar de un modo más práctico en el servicio solidario. Diría incluso, sin ningún recurso filosófico ni apoyo literario, que una persona que hace ostentación de su mucha capacidad compasiva y actúa debilitando a otras personas en su tarea de obrar por sí mismas es, en realidad, un tonto perjudicial. Yo lo dejaría aquí, porque la experiencia que yo compartía es personal. Se describe con lenguaje que a veces, no alcanza a expresar ese todo que en un momento nos aprisiona, y sale de nuestra mano como texto siempre incompleto. Y a veces, en su incompletitud puede generar confusión en unos, desconcierto en otros o también en algunos un aprendizaje vicario, que permita la incorporación de algo nuevo, sin necesidad de haber pasado por la experiencia de ello o por el esfuerzo que comporta buscar, hallar e interiorizar. Sinceramente gracias a todos, porque incluso hacer esta aclaración para dejar el nombre de Adela Cortina en su lugar y sin apropiaciones, es un ejercicio para mí. Les deseo a todos, una feliz celebración del Corpus Christi. A todas y todos incluiré en mi oración, al tiempo que mantendré la esperanza de poder seguir compartiendo vivencias experienciales y reflexiones al hilo de éstas o ideas sobre el mundo de la vida.
Un abrazo cariñoso,
Palabra que dejé espacio tras el punto y aparte. Al copiar el texto de word se ha recolocado el solo y unido todos los párrafos y la lectura se hace más pesada.
De nuevo un saludo cariñoso,
Vuestros comentarios siguen siendo muy interesantes. Estoy de acuerdo en que el pasaje de la “mujer adúltera” del Evangelio de Juan es creíble y revela la extrema “justicia y misericordia” de Cristo. Porque sin misericordia la justicia sería crueldad y sin justicia Dios daría su asentimiento a que la maldad sin arrepentimiento triunfara finalmente. Pero nadie puede entrar al Reino si quiere persistir en “el mal” por “el mal” ya que el mal es una realidad humana.
Por otro lado, el exegeta Juan Leal sj afirma que el pasaje de la mujer adúltera de Juan es canónico y auténtico es decir es reconocido por la Iglesia como un episodio real de la vida de Cristo. Existe duda si de hecho lo escribió Juan pero esto no lo quita su autenticidad canónica como “hecho”. Pudo haber sido suprimido por los escribas en los primeros códices por temor a una mala interpretación del adulterio.
Sin embargo está presente en el Código Bezae Greco-Latino, y aparece en todas las versiones de la biblia católica y en todas las protestantes.
Se lee el pasaje en la Liturgia Bizantina griega como verdadero. El mismo Juan 21:25 afirma que no todo lo que hizo Cristo aparece escrito en el Evangelio. Y no alcanzarían todos los libros para escribirlos.Un saludo cordialSantiago Hernández
La dimensión valorativa de tus actos, Antonio, no ha de venir determinada por un “deber ser” sino por tu consistente realidad. Esta es una visión formalmente unitaria, mientras aquella es sostenida todavía por el clásico dualismo. Lo que tan bien nos traslada Ana, como reflexión extraída de Adela Cortina, únicamente haría una consideración que a mi modo de ver proviene de una incorrecta interpretación que hace de la filósofa: No es que la verdadera compasión no venga precedida de un sentimiento, pero lejos este sentimiento de convertir la compasión en sentimental es la compasión la que por ser real dota de intelección este sentir primigenio. Es lo propio de nuestro sentir intelectivo. Como es sabido, el pensamiento de Adela Cortina ha bebido de fuentes zubirianas.
Amigo Antonio, yo no soy experto bíblico, pero sinceramente, tampoco me fío mucho de los expertos teológicos y filológicos bíblicos, que suelen ir siempre por el carril. (De entrada este suceso de la mujer adúltera, hay serias dudas de su historicidad. La autenticidad de la perícopa de la mujer adúltera ha sido siempre cuestionada; aunque en el siglo XII todavía no se cerraba la discusión en la Iglesia griega, ya en el siglo XVI diversos autores la retomaban; entre ellos Teodoro di Beza, Erasmo di Roterdam y Hugo Grotius. Hoy se suele considerar que la perícopa no pertenecía originalmente al Evangelio de Juan sino que fue añadida posteriormente). (Esto no te lo dirán en la Catequesis. Seguro). Ahora bien, lo que expresa este pasaje evangélico, sea o no sea auténtico, es la enorme sabiduría humana de Jesús. Lo que pasa es que esa sabiduría se conlleva muy mal, con el moralismo extremo, que os tiene a los practicantes, angustiados y neurotizados con escrúpulos enfermizos, y menos aún se conlleva con el hipotético justicierismo de Dios, castigador de malos y premiador de buenos. (¿Cuidado con esos escrúpulos que acaban saliendo a la superficie, con desequilibrios psicológicos varios, depresión, falta de sueños, rumias neuróticas imparables… y se lo que me digo). Un planteamiento como el de Jesús con la mujer adúltera, (y extensivamente, con todos -todos somos la mujer adúltera), nos lleva a pensar, en que “Dios”, es misericordioso de puro justo. No hay mayor misericordia, que dar a cada uno su merecido, cuando uno es poco responsable de su comportamiento. Es lo que dijo Jesús en la cruz: “Perdónales, porque no saben por qué lo hacen”. (Y pongo “por qué”, porque sí somos conscientes de qué hacemos, de lo que no somo conscientes es del “por qué”). Yo creo que Jesús fundamentalmente nos enseña psicología humana: comprender al ser humano, exige conocer perfectamente todos sus mecanismos conductuales. Yo creo, hoy que es el día del amor fraterno, que no hay que tratar bien al prójimo, porque lo diga Dios, ni porque amemos al prójimo, (que no siempre es fácil y posible -el amor es una emoción involuntaria), sino porque “sabemos” que son nuestros hermanos. O sea es un tema mas cognitivo que sentimental. Y menos aún sentimentaloide y forzado. A la familia, no se le debe querer, simplemente se la quiere, sin mas planteamientos. Es lo propio de nuestra naturaleza humana. (Y eso no quiere decir que no haya peleíllas con la familia, pero siempre serán cosas de familia, internas, que son fruto de desequilibrios psicológicos mas o menos fuertes, que todos sufrimos).
Querido Isidoro
Permíteme algún comentario sobre el tuyo.
Yo no tengo la más mínima idea de si es verdadero o no el pasaje de la mujer adultera. Y debo decir a ese aspecto que “si no è vero è ben trovato”, y que en cualquier caso, independientemente de que nos de una dos o tres ideas sobre la sicología humana (Cosa que no me llama especialmente la atención. Siempre he creído que no existe la “sicología humana” sino “la sicología de cada human@”) lo que nos muestra es la manera de juzgar de Cristo y por ende de Dios.
El la época y cultura de Cristo, esa actitud debió ser muy mal entendida y muy poco compartida, de hecho no lo es en la nuestra (Véase el ejemplo del papa, cuando afirma no ser quién para juzgar a los homosexuales).
En segundo lugar te diré que la afirmación de que este párrafo del Evangelio no se usa en catequesis es, como mínimo, aventurada. Quizás tus catequistas (Que debieron ser muy malos, en mi modesta opinión) no lo usaran. Yo lo usé cada año como Catequista y durante más de 20.
Y lo que no puedo entender es de dónde sacas alguna afirmación que haces, por ejemplo de que yo sea un “practicante extremo”. Te aseguro que mi antiguo director espiritual no estaría de acuerdo contigo y que además, la “praxis extrema” cristiana no tiene nada que ver con el concepto que uno tenga de la misericordia de Dios, es más, te aseguro que algunos de los “practicantes extremos” que conozco son mucho más misericordiosos con su prójimo que otros que somos más intelectuales y relativistas.
En cuanto a mi “complejo de culpa” no pareces haber entendido mi proceso mental (Igual que no entendí yo a Maria Luisa y espero que me lo explique en un lenguaje que un ignorante en filosofía como yo pueda entenderlo).
Por supuesto que me arrepiento y que el acto del que yo mismo me acuso es un juicio y un escrúpulo, pero yo, mis escrúpulos los tramito interiormente en términos de “Aseguramiento de la Calidad” y “Mejora Continua” (Deben ser mis años de ingeniero practicante y que esa es la única práctica ortodoxa que sigo y no siempre). Es decir, escruto mis actos (Examen de conciencia), lamento mis errores (Acto de Contrición) y trato de poner en práctica una “Acción correctiva” (Propósito de enmienda) y esto, creo que usemos el lenguaje que usemos es bueno y propio del seguidor de Cristo. No encontrarás en mi, al menos por esto, neurosis, depresión o angustia ninguna. Como ya dije soy un excelente creador de pretextos para justificar mi conducta y preservar mi salud mental.
Por último, te diré que a mi juicio, que no deja de ser un pre-juicio, la misericordia de Dios no tiene nada que ver con la justicia. La misericordia con lo que es justo no es misericordia, es justicia y el Dios en el que creo no es justo sino misericordioso (Véase el pasaje de los viñadores), porque nos ama y ningún padre trata a sus hijos con “Justicia” sino con “Amor”
Por eso no estoy ni estaré angustiado, porque se que el Padre misericordioso es quien me espera.
Y mis catecúmenos, que fueron más de 100, siempre recibieron esta enseñanza en mis catequesis.
Por aclarar
Mi comentario fue fruto de una mala noche pensando en una mala acción. Obviamente os puedo asegurar que soy de lo más exigente conmigo mismo. A veces demasiado exigente. Parafraseando la sabiduría popular, el perdón bien entendido empieza por uno mismos; solo que para que ese autoperdón exista, creo que es conveniente el acto de contrición (personal) y sobre todo el propósito de enmienda y (Estoy pensando en mi mismo, no creo tener derecho a extrapolar esto a nadie más), para mi la contrición es fácil pero la enmienda es más complicada.
Bien entendido que no entiendo enmienda como reparación. La reparación de los actos malvados es conveniente cuando el acto malvado produce daño, ya sea físico o moral, al otro u otra, cosa que en este caso no ocurre; pero es mucho mas importante la enmienda, es decir el “vete y no peques más” de Cristo a la mujer adultera.
Menos mal que Dios siempre perdona, incluso antes que uno a si mismo.
Siempre me gustó el texto de la mujer adultera (Jn 8) tiene muchos detalles que me hacen reflexionar y que muestran el profundo conocimiento que Cristo tenía de Dios. A ver si alguno de los expertos nos ilumina este texto.
Como aclaración amistosa, no fue mi intención juzgar ni hacer juzgarse a nadie, en particular. Mis palabras las escribí en general.Simplemente aproveché los comentarios de mis compañeros para plantear la reflexión sobre el amor de caridad que es esencialmente diferente de la mera fraternidad humana.
Este amor es diferente porque supone una relación de fe y amistad con Dios que incluye el amor al prójimo. Por supuesto, cuando hablo de “egoísmo” y del “ego” es porque el Evangelio nos invita a salir de “nosotros mismos” y dirigirnos a Dios y a nuestros hermanos: “Este es el mandamiento Mío: que os améis unos a otros, como Yo os he amado” (Juan 15:12)
Un saludo cordial
Santiago Hernández
El carácter prospectivo del tema que presenta Ana Piera, no es un ponerse a prueba judicativamente hablando, tal como nos quiere hacer ver Santiago H. sino un ir probándose (un@ mismo) la realidad que humanamente somos, de ahí que también le sugiero a Antonio LL. que reflexione…
Gracias por la sugerencia, María Luisa.
Por supuesto que tengo que reflexionar. Ya lo he hecho y lo seguiré haciendo.
Todos tenemos cosas que corregir y yo conozco hoy una más que tengo que trabajar.
Lo haré confiando en la misericordia de Dios y tratando de reparar mis actos en lo que es reparable y justo y necesario reparar.
Lo que no voy a hacer es mortificarme y flagelarme. Me refugiaré en Jn 8, 11 y trataré de “No pecar más” ya que, al menos Él, no me condena.
De nuevo muchas gracias.
Estimado Antonio, creo que no me has comprendido, mi sugerencia no era que reflexionaras más y más sobre tu acción, más bien todo lo contrario sobre la alternativa de mi planteamiento… si es necesario me alargaré más, pero es que ahora me están llamando
Leyendo vuestros interesantes comentarios como el de Antonio Ll. y el importante mensaje de Ana Piera sobre lo que es verdadera caridad cristiana hemos de reflexionar una vez más sobre el sentido real de nuestro “cristianismo” que no consiste en una mera fraternidad de la mesa, ni de la reunión social, ni de la familia, ni de la amistad, ni dl trabajo.Porque va mucho más allá.
Y así Pablo nos habla de un “camino mejor” que es el del amor de caridad “que proviene de Dios”…porque aunque “repartiere todos mis bienes” y “si tuviere toda la fe hasta trasladar montañas”..si no tengo caridad, “nada soy” y “ningún provecho saco” como persona que se dice “cristiano@…La caridad “no tiene celos”…”no traspasa el decoro, no busca lo suyo..no se goza en la injusticia, antes se goza en la verdad. Todo lo disimula, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera” …Sólo cuenta el amor de caridad, porque seremos juzgados en ese Amor, y después de la tumba, solamente subsistirá la caridad, y ninguna otra virtud teologal.Por eso una limosna no nos hace buenos sino la semejanza de nuestro amor con el de Cristo. El nuestro siempre está manchado con nuestro e g o í s m o, en el deseo de buscarnos siempre a nosotros mismos pero sólo Dios mira la intención de nuestro corazón y busca nuestra sinceridad y muchas veces comprobamos que solamente no salimos de nosotros. Pero la caridad nos hace tener con-pasión al querer cargar con el sufrimiento ajeno para aliviarlo de la misma manera que Cristo cargó con nuestras iniquidades entregando Su Cuerpo y derramando Su Sangre para salvarnos de la desesperación al contemplar nuestra profunda indigencia personal y nuestra impotencia para luchar contra el mal”. Velemos y oremos constantemente para no caer en la trampa del EGO.
un saludo cordial
Santiago Hernández
Quiero dejar aquí una reflexión muy personal.
Ayer no me comporté como debía y viene al pelo a este artículo de Ana. Y tengo que reconocer que no dormí bien, una vez que me di cuenta de mis actos.
Ayer, tuve una reunión durísima con un cliente muy importante. Conseguimos cerrar mi jefe y yo un buen contrato con ellos (O al menos eso espero) y después de 4 horas de negociación nos marchábamos para casa. Yo estaba preocupado por el diluvio que estaba cayendo y por que mi mujer estaba sola y diluviando muy lejos…
Al concertar la reunión les pregunté: ¿Qué tal se aparca por allí? Y me contestaron: “Bien. Hay un comedor social cerca y nadie aparca allí”. Yo no dije nada.
Ayer al llegar aparqué frente a ese comedor social y cuando nos íbamos me preguntó uno de mis clientes: ¿Dónde has aparcado? Y dije: Ahí, donde me dijiste, frente al comedor social de la Orden de Malta y terminé apostillando: “A ver si no me han robado el coche”.
Mis clientes se rieron como si hubiera dicho un buen chiste y me fui. Por supuesto, el coche estaba cuando, yo llegué, en prefectas condiciones, sin que la larga cola de personas que no tienen para comer que había frente al comedor social de la Orden de Malta, le hubiera hecho absolutamente nada a mi vehículo que efectivamente estaba completamente solo entre bastantes plazas de aparcamiento.
Y ese es el problema. Si yo, que me considero persona preocupada por quienes viven desfavorecidos y que, en principio tengo una promesa hecha de dedicar mi vida a la juventud más desfavorecida me permito hacer ese estúpido, injusto, aberrante y completamente pecaminoso dizque chiste… ¿Qué reciben todos ellos de la sociedad?
Que sí, que ellos no supieron nada. Nadie me oyó. Nadie más que mis clientes y mi jefe escucharon la maldad que pronuncié. Ninguna de esas personas se sintió interpelada u ofendida por mi pecado (Pues para mi pecado es y es mayor que muchos otros).
¡¡PERO YO SÍ LO OÍ!! ¡¡YO LO DIJE!! Y se que el día que llegue al Padre, al que todos hemos de llegar, me dirá: “Tuviste la oportunidad de tratarles, dentro de ti, como personas dignas de tu amor y no lo hiciste”
Y en la noche, no pude dormir.
No por miedo a que Dios con su larga mano me castigue con el fuego del infierno. Se que no lo hará.
Sino porque he desaprovechado una de las oportunidades que Él me dio para ser como Él. Y es muy triste.
Y eso es lo que pasa, Ana con todas esas cosas que nos cuentas en tu reflexión. Que para poder hacer bien todas esas cosas, debemos cambiar por dentro. Debemos acogerlos en nuestro corazón antes, o como mínimo al mismo tiempo, que en nuestros brazos.
Y yo no lo hice.Ojalá Dios quiera perdonarme.
Prometo que puse muchos puntos y aparte. No se por qué no los respeta al guardar el texto.
Gracias, una vez más, tocaya, por tu excelente reflexión.
En tu artículo del 23 de febrero titulado “A vueltas con el teísmo y no-teísmo” decías: “Ya no es posible vivir aquella religiosidad basada en la literalidad de los textos inspirados, por eso es necesario, al menos para mí, recurrir a los autores que me ayudan a ver cómo Jesús nos llama a desplegar nuestra humanidad, …
“Llevamos unos días con el tema del teísmo, no-teísmo, con el miedo de confundir el no teísmo con la exclusión de que este planteamiento sobre Jesús de Nazaret, que, como tú dices, es Jesús el que nos llama a desplegar nuestra humanidad.
Con esta afirmación tan evidente en los relatos evangélicos, no excluyo a inmensidad de personas de todas las épocas y también de ésta que vivimos, religiosas o no religiosas, que, gracias a la solidaridad, al amor y a la acogida, en contra de las tendencias destructivas y perversas que llevamos dentro la especie humana, y, a pesar de todo ello, la humanidad ha seguido adelante, puesto que como decía Teresa de Jesús “…Dios está dentro de nosotros.” Quienes hemos tenido la suerte de saber de Jesús y su praxis, ahí lo tenemos, sin divagaciones evasivas.Decía yo en uno de mis comentarios a tu artículo que ” Si objetivamos a Dios, los conceptos que nos hagamos se nos van a esfumar entre los «dedos» a la hora de atraparlo.” Pero los valores humanos de Jesús no son conceptos, no se nos escapan entre los dedos, están en nuestras manos, y aquí hay poco que dirimir, si no es la implicación que cada cual tengamos con tantos sufrimiento de nuestros semejantes.
Es cierto que muchos problemas humanos humanos debería ser la Administración la que los resolviera, pero, como tú dices, si no lo hace, alguien tiene que hacerlo. El modo de hacerlo, ya son caminos a encontrar para no humillar a nadie, para valorar su ser, para hacerle posible una vida digna. Cuando lo hace la Administración, las personas creen en que son sus derechos, cuando lo hace la caridad hay que evitar que no sientan que están mendigando esos mismos derechos que las circunstancias de la vida le niegan. Aquí caben pocas elucubraciones mentales, y aquí aparece el referente para quienes hemos conocido a Jesús a través de los relatos que han llegado hasta nosotros y, que, para mí siempre siempre me ha estimulado en aquello que dice el Evangelio de Él “pasó haciendo el bien”. Es decir bajar al terreno. Y esto lo entiende todo el mundo, no es exclusivo de la religión.
Esto de los puntos y aparte, antes me ocurría cuando primero lo escribía en Word, ahora me pasa escribiéndolo directamente aquí. La próxima vez a ver si me acuerdo de dejar dos espacios a ver si sale bien. Perdonad.
Es verdad.
Rcomiendo volver a escribir en word, con cualquier formato, sin poner más espacio en los puntos y aparte. Y pegarlo en la ventana del formulario, que ha vuelto a formatear todo como estábamos acostumbrados.
Entresijos del software de WordPress y sus plugins.
Aprovecho para hacer un anuncio:
SI ALGUNA PERSONA EXPERTA EN MANEJAR PÁGINAS DE WORDPRESS PUEDE OFRECER A ATRIO ALGUNA DEDICACIÓN VOLUNTARIA QUE, PASARÍA A RETRIBUIDA SI TENEMOS RECURSOS, QUE SE PONGA EN CONTACTO EN atrio@atrio.org