De nuevo aviso que esta reflexión de Mariano no es para leerla en diagonal, buscando apoyo en subtítulos o resaltados. Se equivocará incluso el entendido que crea entender todo al ver juntos u opuestos los nombres de Einstein y Godel. Invito a leerlo con actitud cuaresmal, buscando los ecos del texto en el interior donde surgen las más profundas conversiones, cambios de mente, mutaciones de sentido. AD.
Este es el título de un libro publicado por “TusQuets Editores” en su sección de ”Metatemas” del conocido filósofo y divulgador científico Paul Yourgrau [no disponible actualmente en español. NdA] y traducido a más de ocho idiomas.
Este libro, de muy amena lectura, recoge la entrañable, estrecha y fecunda amistad que surgió entre dos grandes personajes del mundo de la ciencia: Albert Einstein en el de las ciencias físicas, (saber con sabor que se toca y se siente, realismo puro) y Kürt Gödel en el de la ciencia abstracta, la matemática (saber que se piensa y es pensado, idealismo puro), en torno a una de las unidades fundamentales de la realidad, el Tiempo.
El tiempo invade toda realidad, pero sin embargo no lo podemos capturar, no lo podemos objetivar. Es como si él se apoderase de nosotros y nosotros dependiésemos de él. Einstein lo relativizó en su teoría especial de la relatividad y posteriormente lo geometrizó al emparentarlo con el espacio. Gödel, sin embargo, apoyándose en las teorías especial y general de la relatividad de su amigo, lo ninguneó. Con los postulados de la primera lo hizo desaparecer y con los de la segunda se permitió el lujo de poder viajar a través de él, quitándole su carácter de fundamentalidad, es decir ninguneándolo.
Para quien esté interesado en este tema, le recomiendo la lectura del libro ya mencionado.
Si el tema central gira en torno al tiempo y a la realidad desde un punto de vista científico, bien sea en términos empíricos o idealistas, aquí pretendo reflexionar sobre el mismo desde una vertiente muy distinta y distante a aquellas. Lo acometo desde un punto de vista profundamente antropológico, es decir desde la realidad persona, realidad que pretende comprenderse a sí misma y al mundo desde sí misma y desde su mismo origen, siendo ella el centro de gravedad del que toda realidad emerge. Reflexión centrada solamente en su aspecto estructural, o mejor dicho infra-estructural, dejando al posible y sufrido lector (soy consciente de esta última palabra), completarlo con su visión existencial cotidiana y coyuntural, asintiendo o disintiendo.
Una cosmovisión antropológica es la que abarca a todo fenómeno y actividad humana, bien sea en su pensar, en su sentir, en su desear, en su saber, en su hacer, en su relacionarse sociológica, psicológica, biológicamente… y en definitiva en su praxis existencial, no pudiendo quedarnos en visiones parciales que son las que se acometen desde los distintos ámbitos de las ciencias.
Precisamos captar la realidad con sentido de totalidad ya desde un principio y no a la inversa. La realidad del mundo humano no tiene la propiedad conmutativa. La suma de las partes no da el sentido al todo, es a la inversa.
La actividad mitopoiética de los pueblos ágrafos y arcaicos precisamente consistía en desvelar la textura del mundo real en tanto concernía a su estatus existencial, la persona y el mundo eran uno con un único fin, el de existir. No existía la distinción hoy común entre significado y significante. El concepto no había aparecido todavía, no hacía falta. No había aún emergido lo que hoy consideramos como valores existenciales éticos ni morales más allá de la propia necesidad existencial. En un principio el hombre no precisaba saber, precisaba vivir, existir. Ese era todo su mundo, toda su realidad y todo su saber.
Al igual que hoy descubrimos que el cosmos, el universo en sus estadios muy próximos al origen, era una totalidad indiferenciada en sí misma, comprimida en un espacio y tiempo infinitesimal, el mundo, el cosmos antropológico, es eso mismo en sus orígenes y al igual que aquel, se va expandiendo en una multiplicidad y variedad de formas y contenidos, siendo el mismo, pero nunca lo mismo.
Es evidente que el todo no está ahí fuera esperando que nuestros sentidos sean capaces de percibirlos. El niño en sus primeros estadios de vida no conoce, no porque no tenga sus dispositivos sensoriales o sus tejidos nerviosos o sus centros neuronales perfectamente formados, sino porque le faltan los sistemas categoriales de referencias informativas y formativas que diferencien lo que sus sentidos perciben para así poder experimentar realidades nuevas, categorizándolas, recreando y reconfigurando su nuevo mundo, su nueva realidad. El mundo crece en la medida que el conocimiento del hombre crece. El suyo propio y el de su circunstancia, como decía el filósofo.
Mundo y persona no pueden separase en compartimentos estancos. Ambos son un solo mundo, con un solo fin, un solo sentido y un solo destino. La persona al conocer crea lo creado. Recrea. No crea lo increado. Toda praxis humana precisa de algo previo a ella. El hombre crece en conocimiento en esa praxis relacional integral con el mundo, en el que el conocimiento y lo conocido se retroalimentan mutuamente.
Ante este planteamiento ya podemos apreciar los errores que cometemos cuando nos erigimos en jueces de la historia, al menospreciar la cosmovisión de nuestros antepasados comparándola con la nuestra y diciendo que hemos progresado, cuando realmente en términos relativos estamos en un mismo nivel de comprensión del mundo en su totalidad, pues ni entonces ni ahora, ni el mundo ni nosotros manteníamos y mantenemos un estatus fijo y escindido. La vida, nuestro mundo, nuestra realidad, es un dinamismo relacionalmente dinámico de principio a fin.
Antropológicamente el mundo es mucho más que lo que identificamos por universo y si éste lo percibimos en una dinámica expansiva en el espacio y en el tiempo ya nos evidencia que cuanto más sabemos de él, más grande se nos hace, por lo que la relacion entre conocimiento y realidad conocida en términos relativos no cambia, y si cambia no sabemos en qué medida, pues carecemos de referentes con los que compararlos. No tenemos los patrones diferenciales que nos digan si aprendemos más de prisa que lo que el universo se expande o cambia, o si es a la inversa, o si van parejos, es decir si el saber(la praxis humana) lo expande… Dos velocidades distintas, la del saber y la de la realidad que queremos saber. Cuando nos miramos a nosotros mismos nos sucede lo mismo Es por ello que deberíamos ser muy humildes como ya se ha mencionado en los juicios que hagamos respecto al conocimiento de la realidad de nuestros antepasados, pero también de nuestros coetáneos ya que la persona es realidad singular, concreta, única e irrepetible. Este simple matiz modula la textura de la realidad y del saber sobre ella. Un matiz que nos unifica en la relacionalidad, pero nos diferencia en la singularidad.
¿Que no lo entiende?, ¿Qué no lo entendemos?, es una evidencia. No hay más que observar la situación personal y social en que vivimos… Este tema se lo dejo a usted querido y sufrido lector.
Nuestro conocimiento actual de la realidad, gracias (o por desgracia) al conocimiento científico, conocimiento sectorializado, se ha polarizado excesivamente hacia una parcela de la realidad eminentemente objetiva, acabada, perfilada y determinada en objetos manipulables, en normas, en leyes, en sistemas…, haciéndonos perder esa visión integral y global que nos debe aportar el sentido de saber estar en realidad. Sentido primigenio del hombre primitivo, del hombre primordial en el que el mundo se reducía a su experiencia existencial indiferenciada de dicho mundo, es decir se veía obligado a interpretar la globalidad de su realidad, no a sus partes, por lo que el mundo y él estaban encapsulados en un todo. Un todo del que tenía que hacerse cargo por necesidad existencial y no por necesidad de saber.
El hombre actual que aparentemente ya se despegó de esta necesidad existencial al sustituirla por la necesidad de saber (pienso, luego existo), está constantemente en riesgo de perder el verdadero conocimiento de su existencia, de su mundo, de su realidad, de su estar en realidad. De aquí la afirmación de Ortega al decir que, “El hombre está en constante riesgo de dejar de serlo”.
Espero que nadie entienda esto como una propuesta para volver a dicho estadio y si a entender que toda absolutización de todo conocimiento epocal conduce a una pérdida de la realidad que se quiere conocer si lo sacamos fuera de su globalidad. Fuera de su época existencial.
Las corrientes gnoseológicas que contrapongan al sujeto que se abre al mundo con los objetos que son percibido como si fuesen los datos primarios de acceso a la realidad, se pierden el entramado que configura la correcta comprensión del mundo y de su estar en el mundo. Lo primario en la persona son las vivencias, no las cosas. Su estar en realidad es un estar práxico, que le va impregnando de mil formas su sentido de realidad incluso ya desde su vida intrauterina. Será en esta praxis en donde emergerán sus facultades perceptivas, especulando, probando, luchando, produciendo y reivindicándose relacionalmente con su mundo y sus semejantes, y así tomar poco a poco conciencia de realidad propia y ajena, pero realidad relacional integral desde la vivencia compartida como experiencia de realidad.
Al final de todo este largo proceso es donde aparecen las cosas en forma de objetos instrumentales y en último lugar en forma de campos perceptibles y abiertos a posibilidades más allá de la propia realidad cósica alcanzada. Entramos entonces en el campo de una nueva realidad que busca más allá de toda materialidad y de toda sustancialidad, creando sistemas abstractos y paradigmáticos no cósicos, en el que el todo vuelve a tomar el protagonismo y no las partes. Es una dinámica en la que las partes se difuminan para condensarse en una globalidad integrada, expresión de realidad comprensible en una totalidad sin precisar más unidades fundamentales que ella misma. Realidad de sentido pleno, autoconsistente y del que hay que volver a partir para que las partes que en una praxis posterior emerjan estén impregnadas del sentido de totalidad.
Soy consciente de esta dificultad que nos despoja de toda superficialidad, de nuestro acomodado buenismo y confiado en una realidad seccionada y sectorializada, obligándonos a descender a nuestros infiernos, a nuestras inferioridades que nos descabalan nuestro orgulloso concepto de progreso asentado en una realidad cósica, instrumentalizada y relativizada a nuestros interese particulares desrelacionados con la globalidad de toda realidad.
El hombre, desde que es hombre, o accede a la realidad holísticamente en ese “dinamismo cambiante, pero integrador” y no cosificador, o pierde el verdadero sentido de su existencia, de su estar en realidad y de toda realidad.
Con esta mirada antropológica de la totalidad como fundamento de realidad, conseguimos al unísono “des-sustanciar” al mundo y “des-mundanizar” al hombre, la persona, y todo ello en una nueva dinámica desfondada, sin fin, “co-creando” y “co-creándose” integradamente en un sentido de realidad único en el que el mundo deja de ser cosa natural en un determinismo indeterminado, abriéndose a la libertad creativa de la realidad persona.
En este punto, el Tiempo de la ciencia protagonizado por aquellos dos personajes mencionados al principio pierde el sentido por el que ambos pugnaban. El propio tiempo se desfonda al antropomorfizarse, mejor dicho, al personalizarse. El tiempo adquiere un sentido ontológico y trascendente. El tiempo persona es posibilidad abierta a su libertad de “ser lo que debe ser” y no “ser lo que no debe ser”. El tiempo me enfrenta y nos enfrenta al deber, porque toda existencia es un deber frente a un haber. El tiempo es la materialización de todo acto existencial, es la huella de nuestra praxis existencial, es nuestro testimonio. Al igual que el hombre de ciencia para conocer el estado de realidad de un ente material precisa colapsar, paralizar, la función de onda que representa el dinamismo de la realidad física, en la realidad persona colapsamos mostrando nuestra propia realidad en nuestro testimonio práxico cotidiano y el tiempo es nuestro fiscal.
Por ello la formulación correcta sobre la pregunta del mundo y del tiempo no es: ¿Qué es el mundo y qué es el tiempo?, es: ¿Cuál es mi mundo y Cuál es mi tiempo? La persona es el centro de gravedad en el que toda realidad y todo tiempo cobra sentido de realidad en su totalidad, pues la persona es realidad indivisible y no analizable y que como ya hemos dicho es realidad singular, única, concreta e irrepetible. ¿Cuántas discusiones sin sentido se acometen por no tener en cuenta este principio de realidad?
Si el tiempo en Einstein expresaba el dinamismo de la realidad mundo y en Gödel era el superfluo espectador inerte de dicho dinamismo, en esta nueva visión centrada en la persona como centro de gravedad de toda realidad, el tiempo y el mundo se abren al desfondamiento de la propia realidad de la persona, desfondamiento abierto a su libertad opuesta a todo determinismo.
Tiempo y libertad son las unidades fundamentales de la realidad existencial y no tiempo, espacio y masa.
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Respondo a M. Luisa:
Acabo de ver tu comentario, disculpa que no te haya respondido antes.
En mis reflexiones lo que pretendo no es compartir lo que sé, es mu distinto, es compartir lo que siento, que es lo que sé después de haberlo metabolizado y como muy bien sabes, toda metabolización es un dinamismo de dos proceso, uno de descomposición y otro de síntesis, catabolismo y anabolismo y en el que siempre hay un resto que es excretado. Lo que finalmente sale no es lo que inicialmente entró. El saber que no sigua este dinamismo no es creativo, simplemente es duplicativo sin nada que excretar y nada que transformar, es redundante, no aportando novedad a la realidad, siendo más de lo mismo, si bien algo más pulido.
Todo saber en la persona se transfigura hasta tal punto que las propias palabras con las que nos expresamos no significan lo mismo para todos, por eso siempre precisamos de más palabra para matizar el sentido de las palabras.
La digestión que hagamos de lo que decimos saber conforma una experiencia de dicho saber en forma de cosmovisión, es decir de englobamiento del saber en experiencia de estar en realidad, y de esta experiencia partimos nuevamente para hablar de la realidad.
Es evidente que nuestras cosmovisiones no coinciden en especial cuando intentamos sondear las profundidades abismáticas de lo inefable, en donde la palabra pierde su sustancialidad para decir lo indecible.
Así cuando tu dices que superando lo meramente sustancial es entonces cuando la persona puede “hacerse” con la singularidad que le es propia, entonces yo digo que sólamente cuando la persona “se percibe” sin perder ninguna sustancialidad, como realidad singular, es cuando su saber y su estar en realidad se abren al misterio creador dejándose impregnar por esa nueva cosmovisión creativa en la que todo, incluido el tiempo cobra un nuevo sentido, pero siempre sentido de realidad nueva. De novedad sin más paliativos.
Cuanto me gustaría compartir nuestras cosmovisiones. Con tus comentarios despiertas en mí la necesidad de novedad, pero no es este el medio más apropiado.
Un cordial saludo.
Gracias Mariano, Pues coincidiendo en lo que dices sobre esto de compartir con los demás lo sentido, no entiendo tu pronta consideración de ello. Consideración en rechazar que ahí en lo sentido ya hay un saber que por mínimo que sea bien puede derogarse a la reflexión o debatir qué sea esto sentido experiencialmente con los demás. Porque “lo sentido” es cualidad en mi sentir, se da en él, pero sin ser mía, como también se da en todos los demás seres humanos.
Y este momento hace del sentir un sentir intelectivo, lo cual muestra dentro de la estructura del conocimiento el momento físico de la inteligencia. Este es el dinamismo al cual hemos de atender no – al menos en mi opinión – al fisiológico.
Más que superar quise decir subsumir, ¿subsumir qué? lo propiamente real que hay en nosotros, lo cual nos remite a ese momento físico del que acabo de hablar. Tú lo explicas muy bien cuando en algún sitio te has referido a que el todo no es la suma de las partes, pues bien, lo ganado no sumariamente es lo ganado en el sistema estructuralista de aquellas, lo cual hace de este momento, como te decía, algo físico, inscrito en la realidad misma.
Tú recurres a la percepción, pero la percepción como concerniente a la conciencia ya puede haber perdido ese momento de realidad física a la que he aludido antes. De ahí que sea necesario fundamentar la persona en la naturaleza de su realidad misma (del de suyo) ¿recuerdas que un día lo reconociste así? Y desde esta su individualidad sustantiva, podrá hacerse con su propia singularidad.
También te pido disculpas por la tardanza. Un cordial saludo!
De nuevo aquí, Mariano, pero no para contradecir tu exposición, sino para explayar un poco más lo que he expresado y detectar los posibles puntos de encuentro.
Primero: ¿Cómo no voy a estar de acuerdo sobre la singularidad de la persona? Lo que ocurre es que la categoría persona no es un producto lógico sino físico. Decir, por ejemplo, que la persona es una realidad singular, en mi opinión es la expresión de un juicio. Contrariamente, al fundamentarse la persona en la naturaleza y ésta superar lo meramente sustancial, es por lo que desde su individualidad sustantiva, la persona puede hacerse con la singularidad que le es propia.
Tengo esta mañana la visita de un operario de la casa, por lo que no me puedo entretener con respecto a la cuestión del tiempo, solo diré que por supuesto, en dimensión trascendental, el tiempo referido a la persona pierde el sentido matemático de la medida.
Respondo a M .Luisa:
Estoy completamente de acuerdo con tu primer punto . Ambos partimos de dos supuesto distinto pero no contradictorios.
Con respecto al segundo punto, es lógico lo que expresas, pues es coherente con la diversidad de enfoques de los que partimos y que por supuesto daría para mucho que hablar, lo que sería muy interesante y me agradaría, pero creo que excede este medio de expresión, pues ya te he mencionado que no son enfoques contradictorios, sólamente opuestos en la diferencia. Todos los opuestos o contrarios siempre generan una tensión dialéctica abierta y muy productiva en busca de un punto de encuentro, cosa que no sucede con lo contradictorio que todo es blanco o negro sin más opciones.
Con respecto al último punto, has clavado la definición del tiempo físico que se expresa en la segunda ley de la termodinámica y además muy bien por que le das un carácter vectorial e irreversible. Sin embargo no apto para una realidad que supere a la mera realidad física como es la realidad Persona. Realidad singular, concreta única e irrepetible, que como ya sabes no me cansaría de repetirlo. En esta realidad el tiempo pierde el carácter vectorial que tu citas,- vectorial en su versión matemática con Gödel y entrópica en su versión Física y realista con Einstein – deja de ser un vector y deja de ser una ficción, para ser mera posibilidad abierta a la libertad de la realidad persona, realidad indeterminada empíricamente e idealistamente……
Me parece que quedamos emplazados a poder llegar a un acuerdo, Qué opinas.
Está claro que el enfoque desde el cual Mariano trata el tema del tiempo y otras relaciones no es el mío. Lo expresa claramente él mismo cuando dice: Lo acometo desde un punto de vista profundamente antropológico, es decir, desde la realidad persona.
No obstante, en otro lugar se lee: Precisamos captar la realidad con sentido de totalidad ya desde un principio y no a la inversa. Aquí la cuestión coge otra perspectiva (perspectiva que hago mía) porque parece reconocerse que el punto de partida se halla en la realidad misma. Añado aquí un pequeño inciso, pues en mi opinión, es desde ella que también llevan a cabo Einstein y Gödel sus investigaciones científicas. Completando ahora aquella frase ya empezada, lo que sigue da buena nota de ello, pues continúa diciendo:… La realidad del mundo humano no tiene la propiedad conmutativa. La suma de las partes no da el sentido al todo, es a la inversa. Valdría la pena que nos parásemos aquí un momento., un momento que descubro como paradoxal. Pues, la propiedad conmutativa en el mundo humano ha ido siempre a cargo del “ser”, del ser judicativo, aquel en el cual se le ha venido otorgando poder para cambiar el orden y el sentido de las cosas. Por tanto si precisamos captar la realidad con sentido de totalidad, como la misma frase llega a decir en su conjunto, entonces naturalmente que nos será menester liberar de nuestra intelección el yugo del juicio y situar a la inteligencia en un momento anterior del mismo. En aquel donde la realidad es captada unitariamente, sintiéndola. Con todo, pues, si desde la antropología se quiere partir ésta si no quiere seguir sometida a la clásica deontología del “deber ser” necesitará nuevas herramientas más propias de nuestro tiempo.
Con todo, ¿no será el tiempo un carácter vectorial de la realidad misma?
Respondo a Juan A: Vinagre: Me ha gustado la forma en que argumentas tu opinión sobre el tiempo, tratando de salir de él sin poder salir pero deseando salir a otro tiempo que llamas estable. Espero captes lo que te voy a decir sin prejuicios previos.
Permíteme que te de mi opinión, dialogando contigo, respondiendo a lo que dices cuando dices que ” El tiempo es algo inherente a la realidad del cosmos y forma parte de su misma estructura… es decir , el tiempo es una realidad contingente que no depende de sí”. Con esta expresión te acabas de cargar a las unidades fundamentales de la realidad física -(cosa que no me importa en absoluto) – y que se expresa matemáticamente como una combinación lineal de las tres unidades fundamentales de la materia L,M,T y de las que todas las demás son unidades derivadas de éstas, a la vez que continúas con la siguiente expresión, ” Este mundo no puede existir sin tiempo”, considerándolo como fundamento imprescindible.
He de decirte que en contra a lo que muchos les parezca, coincido plenamente contigo, pues has matizado muy bien que estabas opinando y toda opinión compartida es una manifestación a la vez que demanda de razones que nos den el pleno sentido de la realidad que observamos y de la que opinamos. La opinión compartida siempre es motor y principio para volver sobre sí desde la otra opinión y no para quedarse estancada en sí.
Opinando vas abriendo espacios de reflexión y así dices también que:” Es posible otro tiempo con un antes y un después no sometido a la contingencia que pasa.. un tiempo estable..”. Aquí empezamos a encontrarnos, he seguido tus mismos pasos y es por eso que no ubico al tiempo en la contingencia de las cosas y sí en esa realidad que da sentido a la realidad, la Persona, porque a través de ella y sólo de ella el tiempo toma sentido
Sin la persona no existiría el tiempo, no haría falta ni el efímero contingente ni el estable consistente. De sobra sé que esto que digo choca con muchas mentalidades y muchas veces mas en los que se consideran cultas y supe-cultas que los que no.
Te invito a que que te pasees por lo escritos aludidos al final de este artículo y muy en especial al primero de ellos “El tiempo en la Persona”. No tienes más que pinchar en el enlace.
Agradezco tu exposición, es una opinión que refleja tus ansias de búsqueda de sentido, cuando hoy en día en el que la superficialidad, el relativismo y el pasotismo impregnan nuestro mundo, que incluso muchos no llegan ni a la mera opinión.
De opinión compartida en opinión compartida hacemos camino, camino de realidad.
Gracias, Mariano, por tus observaciones-correcciones y matices. Coincido sobre todo en que con nuestras opiniones hacemos camino al andar… y al abrir caminos relativizamos, corregimos, despejamos… y nos enriquecemos. Muchas teorías y resultados científicos, más que certezas son invitación a abrir caminos -siempre revisables-, que, pese a sus diversas orientaciones o discrepancias, nos ayudan a avanzar (avanzar también es derribar certezas-verdades falsas…) Progresamos muchas veces a partir de meras opiniones, que invitan a despejar caminos… (Mi reflexión de ayer fue una mera opinión (expresada con muchas reservas), y como tal solo provisional, consciente de que dejaba, al menos, cabos sueltos… En física soy un aficionado, que disfruta y admira… y desea saber más, siempre dispuesto a corregir y mejorar. Muchas de mis certezas las considero provisionales.) Uno de los valores de ATRIO es que invita a reflexionar y a relativizar verdades humanas, hijas del tiempo… Por eso, las discrepancias -y la conciencia-corrección de errores o de verdades falsas- enriquecen.
Después del comentario de San Agustín sobre el tiempo…, y sobre todo después de Einstein… -el tiempo, con el espacio, incrustados en el mismo “ser” del universo, como nuevas dimensiones-, deduzco que el tiempo es algo inherente a la realidad del cosmos, y forma parte de su misma estructura. En otras palabras, el tiempo es una realidad contingente, que no depende de sí; pero, aunque pasa, permite que en él nos desarrollemos… Este mundo no puede existir sin tiempo, porque forma parte de su esencia. Sin embargo, me parece que es posible otro tipo de tiempo -con un antes y un después-, no sometido a la contingencia que pasa… Hasta aquí me parece que entiendo el tiempo, con sus dos variantes: una que pasa y otra estable, pese a haber en esta última un antes y un después…, que ya no sé explicar… (Estoy solo opinando) Y nosotros, ¿qué? Somos también hijos del tiempo, que es como una placenta en la que se desarrolla la energía… y la vida… Quizá no se entienda lo que digo, pero a mí me parece que algo, algo entiendo acerca de este hermano tiempo…, que tanto “experiencio”… Perdón por este “retruécano” (?) o digresión tan superficial -superficial, pues me quedo en la superficie del tema-, pero este hermano tiempo es como yo, efímero. Y por ser efímero, aspiro a un mundo sin-con otro tipo de tiempo… estable. (¿Merece la pena esta reflexión tan liviana, que me hace dudar de si es oportuna?) Estamos hechos de “pasta” que se fabrica en/con el tiempo. Por eso, quizá lo mejor que puedo decirme es: Aprovecha el tiempo, porque el tiempo es un valor rentable.
Respondo a M. Luisa, y por supuesto a todos los que se interesen por este tema con el fin de aclarar mi planteamiento al respecto, pero lo hago partiendo de la premisa que me plantea M. Luisa en relación a la propiedad conmutativa entre la totalidad y las partes de la realidad, pero adelantando lo que ya expreso en este artículo al decir que siempre está abierto al acuerdo o desacuerdo con lo que en él se expresa. Acuerdo sujeto a la libertad y responsabilidad de cada uno, incluido yo.
En esta línea, en mi anterior artículo “ahogados en el tiempo” ya medié en el diálogo que entablaron Eloy y M. Luisa expresándoles que el tiempo no es una realidad ni objetiva ni subjetiva.
Ahora extiendo dicha afirmación a lo que entendemos por realidad que por supuesto engloba al tiempo, y es por ello que comienzo con la exposición de dos eminentes científico del siglo XX en relación a la realidad objetivada o subjetivada según desde donde la miremos, para pasar a exponer mi punto de vista no centrado en la ciencia y sí en una realidad que está muy por encima de la razón científica y por eso focalizo mi razonar en la Persona, realidad singular única concreta e irrepetible y que como tal realidad, realidad indivisible, sólo (aquí pongo la tilde para enfatizar dicha palabra) puede y precisa percibir la realidad en su forma integral, con sentido pleno en cada instante de su existencia, por lo que cada acto debe estar impregnado de dicho sentido de finalidad para no perder el sentido de su realidad, debiendo ser lo que debe ser y no siendo lo que no debe ser.
Soy consciente de la dificultad que todos tenemos frente a este paradigma de sentido sobre el paradigma de verdad objetiva científicamente demostrada, o subjetiva y aisladamente pensada o deseada, que nos está llevando a una ceguera de nuestra realidad existencial.
En este artículo que encuentra ampliación expresiva en los dos indexados y citados al final no publicados en Atrio, y los cinco anteriores a éste sí publicados en Atrio, invito a pensar y profundizar en el sentido de nuestra existencia ligada a toda existencia.
Que duro resulta desprendernos de nuestros egoísmos sean del tipo que sean, por muy razonables que sean. No somos consciente de que la mal llama da razón tiene razones y contra-razones, pues como vulgarmente se dice, “sirve tanto para un roto como para un descosido”.
Los artículos citados son como una preparación a este último, forman un conjunto abierto a la libre capacidad meditativa y liberada de todo determinismo cientifista, abierto a la libertad del lector sin que se olvide de su responsabilidad.
Simplemente aconsejo al lector a meditar. No pretendo establecer confrontación dialéctica y sí a descubrirse a su propia realidad que es la que nos envuelve a todos en un sentido de globalidad integral con sentido de una única finalidad, en la que la objetividad y la subjetividad no tienen cabida.
No dispongo de mucho tiempo, pero sí que me gustaría adelantar algo. Es que el sentido de totalidad no es algo que le concediéramos a la realidad por cuestiones de precisión en el conocimiento, porque si de captarla y no de intuirla se trata entonces en esa captación (sensible) es ella la que faculta nuestros sentidos operando en ellos intelectivamente. Por lo que, entonces, entendida así la cuestión ya no viene al caso hablar de esa propiedad conmutativa, pues esta totalidad no se obtiene añadiendo cosas por intuición o intencionalmente, sino que se trata de una totalidad que las antecede conexionándolas. Lo que ha cambiado a partir del indeterminismo recae en nuestro modo de conocer. Hay un cambio sí, pero no referido a la realidad sino a nuestro conocimiento de ella. En cuanto al tiempo me remito a lo que comente en el anterior Portal.
Querido Llaguno, es un placer dialogar contigo aunque solo fuese por tu interés en temas tan escabrosos como este del tiempo. Este amigo común que sin decirnos nada nos acompaña a lo largo de toda nuestra existencia y que nosotros (por supuesto que no todos), le somos tan infiel al institucionalizar la cultura de la muerte, la cultura de cómo matarlo cuando nos apetezca. Le echamos la culpa de nuestros males y somos tan ignorantes que matándolo creemos que nos libramos de ellos.
El “Tiempo” de la persona no tiene nada de superfluo. El “tiempo” de la ciencia, ¡vete a saber!, por eso empiezo mi reflexión con el paradigma antropológico, no en un sentido naturalista y si personalista cuya diferencia estriba en que el primero no se despega de la naturaleza, es un “phylum” taxonómico de ella, es continuidad evolutiva natural. El segundo, el personalista es un paradigma de un nivel de realidad superior a aquel. En este sentido he añadido al final del artículo los enlaces a dos reflexiones más que aportan mayor claridad a lo que te estoy exponiendo, (en especial en el titulado “Evolución es la inercia de la Creación” que a su vez se complementa con el de “El tiempo en la persona”, artículos no publicados en Atrio). Si después de leerlos tienes más comentarios, serán bien acogidos. Además como ya en su día te gusto mucho otro mío titulado, “Evolución Vs. Evolucionismo”, estoy seguro que el de “Evolución Inercia de la Creación”, también te satisfará.
A título de síntesis te apunto algunos puntos de mis puntos de vista:
1.- El único ser de la naturaleza que sabe es el “Homo sapiens sapiens”, los demás no lo precisan por eso son más aptos a la subsistencia natural, están mas integrados al dinamismo de la naturaleza, más adaptados ya desde origen, pues no en vano representa la cúspide del proceso evolutivo, que es un proceso sin tiempo acotado y por tanto superfluo, no se precisa tener conciencia de él.
2.- El tiempo surge en la persona que sabe de su existencia a la vez que sabe de su inexistencia. Es un ser cuyo nivel de adaptación a la naturaleza es el mas precario de todos los seres de la naturaleza. Se tiene que inventar y crear una sobrenaturaleza. El Hombre, la Persona es el ser que teniendo naturaleza no es naturaleza.
3.- Cuando nos referimos a la naturaleza, le preguntamos para saber de ella y somos nosotros los que respondemos por ella, es decir la antropomorfizamos y al hacerlo entre otras cosa la insertamos en el tiempo…. y muchas más cosa que ahora no vienen al caso.
Así cuando tu dices que “la Humanidad tiene su tiempo y todo tiempo que no es el de la humanidad es irrelevante”, te está aproximando a lo que yo quiero decir.
Un saludo y te espero.
He leído los artículos que me rocmendaste y aunque debo reconocer que el éxito en la comprensión de los mismos no es igual en uno que en otro, sigo pensando que la discusión Einstein/Bergson (De la que nos habla Leandro, es de capital importancia en este asunto).
Leandro asegura en un artículo que los contemporáneos de ambos genios dieron por vencedor a Einstein y en un contexto de concepción materialista de la realidad, probablemente lleven razón. Einstein (Le paso lo mismo en su “pelea” con Böhr, aunque en ésta, la realidad ha dado la razón a Böhr de forma contumaz) en el fondo era un determinista ortodoxo y nunca admitió las propuestas de la mecánica cuántica cuando dejaron claro que la realidad es indeterminada (O más bien incierta).
Sin embargo yo (Que no soy nadie para meterme en esto, pero como me encanta meterme donde no me llaman lo hago) afirmo que me trae sin cuidado lo que sea que es el tiempo… que yo no percibo.
Y eso, tratandose de un ser humano como yo, que pinta menos que Chafachorras en las Cortes pues su percepción no es importante pero si se trata de la Humanidad…
¿Qué importancia puede tener el tiempo si no existe nadie para percibirlo?
Que sí D. Alberto (Einstein) que, sin nosotros, el universo seguiría ahí y el tiempo seguiría siendo lo mismo ¿Y qué?
Lo más curioso del asunto es que sea, precisamente el autor de la relatividad quien no se de cuenta de lo relativa que es la realidad, dependiendo del observador (Y eso que hay un bonito y colorido refrán castellano que ya lo pone de manifiesto desde hace muuuuucho tiempo)
Nota: Creo que es bastante obvio que yo habría estado de parte de Bergson aunque también hubiera empleado las ecuaciones de Einstein para emplearlo.
Como siempre que escribes, es muy interesante, y como verás, en este caso sí que me atrevo a plantear alguna cosilla.
El tema del tiempo y su concepción es algo apasionante y que curiosamente solo se complica cuando nos metemos en erudiciones y ciencias superiores.
Qué quiero decir.
El ser humano de la calle, “sabe” lo que es el tiempo. Probablemente no pueda hacer de ello una definición estrictamente formal pero lo sabe. Y lo sabe porque lo experimenta.
En este sentido, creo que la discusión sobre el tiempo se parece mucho a la famosa discusión entre Einstein y Böhr sobre Dios jugando a los dados.
Y es que la “realidad” de lo que sea el tiempo y del tiempo que ocurrió entre el Big Bang y nosotros nos debería ser indiferente, puesto que, para cada ser humano, el tiempo no existe.
Lo que existe es “SU” tiempo. El que empieza cuando naces y termina cuando mueres y exactamente lo mismo ocurre con la Humanidad que tiene “SU” tiempo y todo el tiempo que no es el de la Humanidad es irrelevante (O lo que es lo mismo, ”No le diga usted Mr. Einstein al tiempo como debe comportarse”; y es que yo me pongo del lado de Böhr en la pelea)
Creo que el concepto de “irrelevancia” es un concepto interesante que hay que incluir en este tipo de discusiones y que salvando las distancias, tiene el mismo propósito que el de “Relatividad” (Einstein dixit) o “Incompletitud” (Para que el Sr. Gödel no se enfade), que tratan de hacer asumible y más o menos comprensible (O al menos nombrable), para quienes no entendemos de matemáticas superiores, conceptos complejos que sin embargo, como experimentamos, conocemos perfectamente, aunque no podamos o sepamos definirlos.
Este concepto (El de la “irrelevancia”) es un concepto muy aplicable a muchas discusiones (En especial a las más bizantinas) que tenemos habitualmente y lo definiría como aquella condición que se aplica a un concepto que no tiene o bien una consecuencia formal o bien no aporta ningún conocimiento previamente obtenido a un sistema de razonamiento concreto.
Por ejemplo, cuando en el asunto de la Doctrina de la Iglesia Católica, alguien me pregunta por la virginidad de la Sra. María, yo contesto que no me interés o lo que es lo mismo, que, para mi, es irrelevante y por tanto no aporta nada a la discusión.
Es como cuando los ingenieros en electrónica estudian un sistema lógico con muchas variables de entrada que, para simplificar el trabajo del circuito lógico, eliminan lo sucesos imposibles o los que aún siendo posibles, tienen tan baja probabilidad con no son significativos. El resultado sigue siendo coherente pero el trabajo del sistema es muy inferior.
La ciencia lo usa a menudo (Aunque a veces inconscientemente): No sabemos que leñes es la Materia y Energía Oscuras; pero sabemos que están ahí porque experimentamos y medimos sus consecuencias, aunque no hay manera de saber que son. No problema. Les ponemos el apellido “Oscur@” que significa que nose nada sobre ell@, y evitamos que la falta de un conocimiento irrelevante nos impida aprovechar el conocimiento que sí es relevante que son las interacciones de la materia y energía oscuras con la materia física real. Brillante. Los Srs. Jan Oort y Fritz Zwicky fueron unos genios al idear la primera de las dos.
Creo que ese concepto de “Irrelevancia” es algo sobre lo que reflexionar profundamente. Lo haré. Tengo la impresión de que me haría la vida más fácil.
Es un interesante artículo y creo que merece la pena leer el libro.. Recordad que sobre el tema del tiempo ya tuvo Einstein un rifirrafe con Bergson: https://blogs.comillas.edu/FronterasCTR/?p=6688
https://arpaeditores.com/products/el-fisico-y-el-filosofo
http://redescristianas.net/el-6-de-abril-se-cumplen-100-anosleandro-sequeiros-presidente-de-asinja-asociacion-interdisciplinar-jose-de-acosta/