En Atrio, que es un portal no confesional de encuentro de quienes buscan, desde distintas tradiciones religiosas y humanistas, sentido de la vida y propuestas globales de futuro, queremos prestar atención a todo lo que represente actualización personal de la fe o las ideologías heredadas. Olga, desde Colombia, muestra en su columna cómo actualizar en concreto la fe cristiana. Ojalá tengamos otros itinerarios que muestren cómo puede, desde Israel o Palestina actualizar también su fe heredada, judía o mahometana. Seguro que serviría a un encuentro en un contexto tan difícil. Esos hacia la verdadera actulización (y lo que aquí hace Salvador Santos es un ejemplo) sirve más a los objetivos de ATRIO que el seguir polarizando a la propia comunidad con la polémica entre “autoritades” como pueden ser entre 2los de Benedicto o los de Francisco. AD.
Con el inicio del año y la renovación a que se invita en todas las cosas, estaría bien proponer una renovación de nuestra fe, un volver a darle un impulso que la haga más actual, más pertinente, más ajustada a los tiempos actuales.
Todo esto no por un esnobismo o algo pasajero sino porque, continuamente tenemos que actualizarnos en todos los aspectos, pero, además, porque la crisis de la iglesia y del testimonio de los cristianos, es una realidad. Aunque surjan grupos que convocan jóvenes o se fortalecen algunas pastorales, el panorama global no es muy alentador. Cada vez menos gente le encuentra sentido a vivir su fe dentro de la Iglesia católica y, mucho menos, a la práctica de los sacramentos, a la misa dominical y tantas otras expresiones de fe. ¿Qué podríamos hacer para renovar desde dentro nuestra fe y ofrecerla a nuestros contemporáneos?
No hay recetas mágicas para ofrecer y cualquier palabra que se diga se va a quedar corta y, además, no aplica lo mismo para tantos contextos diversos. Pero propongamos algunas posibles. En primer lugar, refirámonos a la Sagrada Escritura. Las personas siguen buscando “libros de sabiduría”, “libros de autoayuda”, etc., porque necesitan dar sentido a su vida, aunque no lo hagan en el seno de la Iglesia católica. La Sagrada Escritura es el testimonio de un pueblo que encontró el sentido de su vida en la fe en el Dios vivo y presente en la historia, y da testimonio de ello, en diferentes géneros literarios, con múltiples experiencias de vida, con muchísimos recursos distintos con el objetivo de llegar a los destinatarios de su tiempo y de todos los tiempos. A ese testimonio de vida, los creyentes le consideramos palabra de Dios, expresión privilegiada del querer de Dios sobre la humanidad. Pero ¿qué pasa que los católicos no logran apropiarse de la Biblia, no consiguen entenderla, esta no parece ofrecerles esas palabras de sabiduría que buscan? Creo que una de las respuestas es que mientras no la presentemos, valiéndonos de los recursos exegéticos y literarios actuales para entenderla bien, no puede menos que permanecer en la penumbra de la incomprensión y de la desactualización para las personas de hoy. No estamos en tiempos de atraer a otros por el poder de la “autoridad”: “así lo manda Dios”, sino por la actitud de diálogo y ofrecimiento gratuito de propuestas iluminadoras y que cobran sentido cuando no se imponen, sino que se interpretan adecuadamente. En la Biblia no podemos encontrar las respuestas puntuales sobre un tema y otro y menos sobre los problemas actuales -totalmente ausentes de los tiempos bíblicos- pero si podemos preguntar por el sentido del actuar de Dios ante los acontecimientos de aquellos tiempos y discernir cuál sería el sentido para nuestros tiempos.
En segundo lugar, está la cuestión de la participación de todo el pueblo de Dios en la marcha de la Iglesia. La jerarquía y, en concreto Francisco, siente que no puede mantenerse más la asimetría entre los distintos miembros de la Iglesia. La propuesta de la sinodalidad es un esfuerzo por abrir espacios, sin embargo, aún siguen muchas resistencias que el mismo documento de trabajo sobre la sinodalidad muestra al seguir manteniendo la diferencia entre “todos” (laicado), entre “algunos” (obispos) y entre “uno” (Papa). Por supuesto que no se tienen que borrar los diferentes ministerios, pero estos han de ser para el servicio de todos y no para el poder de algunos. Mientras los niveles de decisión sigan concentrados en la jerarquía, no se vive la corresponsabilidad y es menos la gente que se siente convocada a participar de una institución que no da pasos en dirección de una participación más plena para todos sus miembros. Esto depende no solo de la jerarquía sino del propio laicado. Hemos de apropiarnos del bautismo que hemos recibido y que nos hace partícipes del sacerdocio, profetismo y reinado del mismo Cristo; es decir, no somos miembros de segunda categoría ni mucho menos depositarios de la misión, sino agentes de la misma misión. Por eso es indispensable dar nuestra palabra y tomarnos en serio el protagonismo laical que ha estado tan ausente en la Iglesia de nuestro tiempo.
En tercer lugar, es muy importante revisar la actuación política de los cristianos. No hay que identificar fe con política en el sentido de hacer una política creyente -como las fuerzas ultraconservadoras lopretenden una y otra vez- sino buscar que la persona de fe tenga la claridad suficiente para apoyar los procesos democráticos y los cambios necesarios para alcanzar la justicia social. No es suficiente tener la postura fundamentalista de oponerse a proyectos de ley que difieren de la moral católica -sin mirar el conjunto de las propuestas- porque se cae en un fundamentalismo moral que niega la visión pluralista y diversa que hoy es un signo de los tiempos irreversible en nuestro mundo actual.
En lo que respecta al cultivo de la espiritualidad, las liturgias rígidas, solemnes, con solo protagonismo del clero -aunque atraen a algunos- no están diciendo casi nada a los jóvenes de hoy, salvo a los muy necesitados de autoridad y seguridades. Esto no significa que los rituales y espacios de alabanza o de conexión con la creación que se hacen desde otras espiritualidades no tengan mucho de formas y pasos a seguir que también a veces resultan demasiado extravagantes, pero tal vez, los contenidos que vehiculan están más cercanos a lo que la gente necesita, busca, pretende. Lo cierto es que cada vez más gente asume otras prácticas que llaman de espiritualidad (en ocasiones sin Dios) y menos lo establecido en la liturgia. Un repensarla y actualizarla es necesario, no por moda sino porque una fe que, en sus expresiones, no se conecta con la vida, pierde su sentido.
Finalmente, cada uno podría dar diferentes iniciativas para darle un impulso nuevo a nuestra fe y a nuestra vivencia eclesial. La llamada “primavera de Francisco” no acaba de instalarse porque las resistencias son muchas, pero también, porque más de un cristiano no ve la urgencia de revitalizar nuestra fe y actualizarla para el hoy, quedándose en echarle la culpa a la realidad actual -que algo influye, por supuesto- sin responsabilizarse por la necesaria actualización que cada tiempo exige a todas las realidades, incluida la fe que profesamos.
En cuanto a la actuación política de los cristianos y lo que dice de oponerse a proyectos de ley que difieren de la moral católica,yo que no soy católico diré que el problema para mí no es tanto que se opongan a esas leyes,cosa que tb,sino cuando tú haces el eje fundamental de tu ser cristiano esa oposición…Ni tan siquiera estoy muy de acuerdo que el debate político gire sobre eso…Como dijo Jesús Maraña esperemos que no nos den una campaña electoral girando sobre un vicepresidente payaso de VOX de Castilla y León dijo no sé qué sobre el latido del corazón…La izda en España sembraría su tumba….Pero como hablamos aquí en atrio,muchos cristianos tenemos ampliamente superado que vivimos en una sociedad plural que incluso gente votante de derechas te dice en conversaciones privadas que la moral católica tradicional sobre la moral de costumbres (aborto,eutanasia,homosexualidad …) se la pasa por el arco del triunfo…Eso es así en España que como dijo una vez Castillo España en los últimos 40 años probablemente es el país del mundo que más ha variado la sociología de su moral de costumbres…Yo ,como cristiano de izdas,la verdad no me interesa la moral de costumbres,tampoco creo que le interesara mucho a Jesús,entro en esos debates porque hay gente empeñada en las guerras culturales…Entiendo que en otros países esas guerras todavía están abiertas,pero ahí lo que hay que hacer es librar todas las batallas simultáneamente…De todas maneras por aquí lo esencial para el ser cristiano de izdas son otras cosas,por ejemplo y básicamente una sociedad más igualitaria…Por lo que a mí respecta quiero tener unos buenos servicios públicos y más en concreto una buena sanidad pública…Desde donde y o escribo ahora ,abro la ventana,y escucho una mañana sí y otra tb a los médicos de atención primaria gritando…A mí en términos generales me interesa más la igualdad que otra cosa…Todo esto de la moral de costumbres lo veo sociológicamente superado…Incluso algunas tradiciones muy arraigadas(los toros en España) lo doy por muerto visto como piensan mi hija y otros jóvenes en España (la conciencia animalista).Esto lo digo como ejemplo de cómo la sociología arrambla con las tradiciones morales más absurdas y retrógadas ..No es que no haya que luchar por cambiar la moral de costumbres hacia adelante (no hacía atrás como VOX y fundamentalistas católicos varios),sino es que la libertad y el debate público,la convivencia con gente que piensa,ama y vive distinto,no sólo es enriquecedor es que te cambia la cabeza,el corazón y la conciencia…
Comparto algunas reflexiones expuestas anteriormente, especialmente la de Román, que desarrolla la línea de Olga. Y pienso que purificar la fe es un modo de renovarla. Esa purificación es imprescindible para dar sentido y fortalecer la misma fe. No podemos seguir sirviendo el mensaje del Reino con odres viejos. Por eso, la necesidad de encuentros y sínodos que ayuden a purificar la fe y a centrar mejor el mensaje del Reino (y la imagen de la Iglesia). Sin esta renovación es normal que la fe entre en crisis. Con odres viejos no se puede servir bien, ni la gente quiere probar ese vino, demasiado añejo… Esta reflexión lleva a preguntar si esa crisis de fe tiene algo (o tal vez mucho) que ver con el modo de transmitir y de vivir la fe Pedro y su entorno… ¿No valen aquí las palabras de Jesús a Pedro: Yo he rezado por ti… y tú una vez convertido, fortalece en la fe a tus hermanos? ¿No son aplicables esta palabras hoy? Si Pedro -y su entorno- no están convertidos al Evangelio, la fe se debilita… Concretando más: Si Pedro (y su entorno clerical) viven asociados al capital-poder, el Pueblo de Dios, en general, no sabrá orientar bien su voto político, a fin de que la sociedad se transfrorme. La Iglesia solo será fermento transformador, cuando Pedro y su entorno clerical se conviertan y purifiquen su fe.
Dentro del ámbito de reflexión de este artículo, pienso que cabe incorporar un enlace con el texto publicado en ALANDAR por Carlos F. Barberá bajo el título “Para que sirve un obispo”
https://alandar.org/colaboradores/carlos-f-barbera/para-que-sirve-un-obispo/
Creo que es un error comparar lo que se propone en el presente artículo, que no es sino la importancia de actualizar la fe personal con la imposibilidad de poder hacerlo al mediar un dispositivo de bloqueo que anule esta voluntad.
No nos confundamos. El Post. al que se hace referencia, por comparación, no trata de la polémica entre autoridades que polaricen la comunidad, sino de un mecanismo de obstrucción que imposibilita la actualización de la fe.
Aunque sí, como consecuencia, puede quedar la comunidad dividida pero, en segunda instancia. Es decir, dividida por quienes se acomodan a tal dispositivo, el cual bien podría entenderse con ese concepto tan de moda ”zona de confort”, divididos con quienes por la impronta misma de su propia fe, no la que está en depósito, ojo! Les es ineludible actualizarla.
Agradezco muchísimo de Atrio que siendo un portal no confesional de encuentro, existan colaboradores que confiesan su fe de manera tan didáctica como la teóloga colombiana Olga Consuelo Vélez Caro.
Yo añadiría este trabajo suyo como segundo documento al dossier que como a título personal confeccionaría para el Sínodo de la Sinodalidad con su 5 puntos o propuestas para una renovación de nuestra fe y así arrancar el año.
1.- La Sagrada Escritura. Con la Palabra de Dios los creyentes regulan la fe y la vida.
2.- La participación de todo el pueblo de Dios en la marcha de la Iglesia. La Iglesia tiene un caminar (marcha) en el mundo en unas expectativas mesiánicas. La reducción del número de creyentes en amplias zonas no sólo obedece a simples cambios culturales, ni a la deserción en sus responsabilidades de sus pastores, sino principalmente a la deserción de muchos de sus miembros (¿Cuando el Hijo del hombre vuelva encontrará fe sobre la tierra?) Es una conjunción de muchos elementos envueltos con el mal moral. La Iglesia es el cuerpo de Jesús pero Él sigue siendo su Cabeza, de la Iglesia en la tierra y la de los bienaventurados que esperan su manifestación gloriosa. Hay que analizarlo todo sin repartir culpas en aras de una auténtica conversión.
3.- Actuación política. Se hace posible el compromiso de todo cristiano en lo social y político porque pertenecemos a la casa de Dios que es el mundo. Somos hijos de un Dios Creador ( “Adán, hijo de Dios”)
4.- Una espiritualidad vivida a través de una liturgia comunitaria y participativa. Ya lleva el Espíritu Santo conduciéndonos a ese culto racional a través de un avivamiento del espíritu comunitario en muchas zonas del mundo católico.
5.-En un esfuerzo conjunto desde la “primavera de Francisco” y que tiene este año como cauce el Sínodo de la Sinodalidad.
En una entrevista que Francisco dio a la revista Mundo Negro de este mes de Enero, dice: “Cinco lugares – Bélgica, Holanda, España, Irlanda y Quebec – llenaron el mundo de misioneros. Hoy, estos cinco lugares no tienen vocaciones. Es un misterio. Y en menos de 100 años. ¿Cómo nos explicamos esto? Yo no le veo explicación”.
Pues, si el Papa entiende como un misterio el problema de porqué no hay vocaciones ahora y ve el futuro tan desértico (añado, no sólo en lo que se refiere a misioneros), quiere decir que el análisis de la fe habrá que abordarlo de una forma que convenza más que como si la única forma de salvación humana. Si el Cristianismo sigue utilizando los mismos parámetros teológicos clásicos, “porque siempre ha sido así” y, por lo visto, no son suficientes para convencer a este tipo de sociedad actual, pues, eso es lo que hay y es lo que le espera a la Iglesia.
Vamos que no hace falta que lo diga el Papa, lo estamos viendo tod@s.