Tras la justa pausa veraniega, vi hace unos días un interesante artículo de José Arregi, a quien sigo con interés, en Religión Digital, Algunas preguntas sobre “el camino femenino”. Era de hace dos semanas y he buscado algo más reciente. Veo en su blog que hay apasionado recuerdo a Besret y Boquen. Si que conocía todo aquello en el primer postconcilio, cuando tantos pusimos en marcha proyectos revolucionariosen la Iglesia y sufrimos tremendas desengaños. Pero cada uno siguió su camino con fe y fidelidad, como decía Légaut amigo de Besret. Gracias. José, por esta reviviscencia, tan actual para este momento de crisis y esperanzas. AD.
28/09/2022/en Reflexiones, Testigos de Luz /
En las calurosas tardes de la primera semana del pasado agosto, a la sombra de un tilo en Champigny-sur-Veude, tranquilo pueblecito francés rodeado de extensos campos de girasol y de maíz, leí con entusiasmo y desazón a la vez la tesis doctoral de Béatrice Lebel-Goascoz: Boquen entre utopie et révolution 1965-1976 (Presses Universitaires de Rennes, 2015). Una historia apasionante cuyo protagonista es Bernard Besret.
Hace tiempo dejó de ser noticia, pero sigue siendo una figura refrescante, inspiradora. Un hombre profético, visionario y valiente. Un hombre de alma mística, de ojos abiertos, de palabra arrebatadora. Libre y fiel al fuego que le habitaba y le sigue habitando. Durante una década decisiva de la historia que nos ha tocado vivir, lideró un movimiento vigoroso de reforma espiritual, cultural, política. Sucedió en los años 1965-1976, tan cercanos todavía, pero tan lejanos ya.
Era una época llena de promesas. Desde el fin de la II Guerra Mundial (1945) hasta 1980, sobre toda la Tierra se alzaron arcoíris de esperanza. Más de 50 países de África, Asia y América colonizados por estados europeos obtuvieron la independencia. Un mundo justo, fraterno y libre parecía posible. Diversos mayos como el del 68 francés ondearon las banderas de la utopía, sacudiendo los cimientos del orden establecido. Una refundación de la política y de la economía, una revolución social, cultural, espiritual estaba germinando. En la Iglesia Católica Romana, un papa italiano conservador y muy mayor, convocó de manera inesperada el Concilio Vaticano II (1962-1965) bajo la consigna del aggiornamento o puesta al día. Que ventanas y puertas se abran, proclamó. Viejos cerrojos cedían. Multitudes de jóvenes, que todavía llenaban las iglesias de Europa y América, podían soñar. En América Latina, la oprimida, proliferaban comunidades cristianas de base, inspiradas por la teología de la liberación. Otra Iglesia nacía: una Iglesia comunión de comunidades diversas y libres, sin jerarquías; Iglesia hermana más que madre, compañera más que regente, diálogo más que magisterio, carisma más que código, fermento más que credo, cuidado de la vida y de la tierra más que culto al dios del cielo. Inspiración y aliento, no estructura de poder.
Desde el día de su primera comunión, Bernard Besret, precoz niño bretón, había abandonado la vieja Iglesia institucional y pronto inició el camino al interior que le irá abriendo a horizontes y anchuras sin dentro ni fuera. A raíz de la muerte de su madre a sus 13 años, sintió más intensamente la Llama de amor viva sin nombre y sin forma arder en lo más profundo de su ser. Se volvió buscador. Leyó a Aristóteles, Leibniz, Aldous Huxley, Laozi… Crecía en él un profundo deseo de vida retirada en algún tipo de ashram o monasterio. Un día, en 1952, a sus 17 años, un compañero de liceo le habló de su reciente visita al monasterio de Santa María de Boquen (Bretaña) –que en bretón significa “Espino blanco” y en vasco equivale a “Arantzazu”, coincidencia que me llena de emoción–. Allí, un monje cisterciense, también bretón y carismático, Alexis Presse, acababa de restaurar el antiguo monasterio en ruinas y de reiniciar un proyecto innovador de vida monástica, ligada a la cultura bretona. Inmediatamente, Bernard fue a verlo y quedó fascinado. Un año más tarde, Dom Alexis lo recibió como novicio y entre los dos se creó una profunda sintonía de inspiración y de proyecto.
A pesar de las resistencias del joven monje a todo orden clerical, el abad Alexis lo ordenó sacerdote y lo envió a Roma a estudiar filosofía y teología. Su personalidad seductora, su hondura espiritual, su impresionante capacidad intelectual, su palabra cautivadora hicieron que muchos quisieran tenerlo a su lado. El Abad General de la Orden Cisterciense lo hizo su asistente personal, un obispo bretón lo llamó a acompañarle en el Concilio Vaticano II (1962-1965) como su teólogo particular. En las todopoderosas Curias vaticanas de Roma se le abría el futuro más brillante, podía ascender a lo más alto del escalafón. Pero a nada de eso aspiraba Bernard. Se volvió a Boquen. Allí, durante 10 años, floreció el espino y dolieron las espinas.
En 1964, debido a la grave enfermedad de Dom Alexis (fallecería un año después), y a petición suya, la Orden cisterciense nombró abad a Bernard. A sus 29 años, tomó el relevo de su referente espiritual. Afluyeron multitudes de jóvenes y adultos, estudiantes y profesores de Bretaña y de París, líderes del 68, militantes sociales, campesinos y urbanitas de aquí y de allá. Soñadores y activistas de todo tipo. Católicos críticos, protestantes, ateos, homosexuales, divorciados vueltos a casar… todos eran acogidos por igual. Por allí pasaron también Y. Congar, M.D. Chenu, M. Légaut, J. Moingt. La belleza del lugar, la liturgia innovadora, el silencio y la oración profunda, la sublimidad del canto polifónico compuesto (o improvisado a modo de jazz) por Bernard y cantado por él mismo junto con dos de sus compañeros, la elegancia del joven abad y su palabra encendida los arrastraba.
¿A dónde? A una nueva vida monástica, a una comunión abierta más allá de toda clausura, de la distinción canónica entre monjes y laicos, de la rígida separación entre hombres y mujeres, de la rúbrica litúrgica. A una nueva Iglesia carismática y fraterno-sororal sin clases ni jerarquías, sin clérigos, religiosos y laicos, sin límites entre ortodoxia y herejía, una Iglesia de comunión sin anatemas. A un mundo libre y hermanado, sin desigualdad ni sumisión, sin hambre ni exclusión ni fronteras cerradas, a una revolución sin violencia. A un nuevo cristianismo espiritual y aconfesional, sin separación entre sagrado y profano, sin vinculación necesaria a ningún credo, sin lectura literal de la Biblia y de los dogmas, sin pretensión de exclusividad ni de superioridad sobre otras religiones o sobre la ausencia de toda religión, un cristianismo con sacramentos desacralizados, un cristianismo místico y político y ecofeminista liberador, un “cristianismo crítico, lírico y político”, en palabras de Bernard Besret.
¿Pero era posible? Lo fue mientras él estuvo allí y, con su carisma personal, limó desavenencias y buscó equilibrios. La pregunta decisiva es, me parece: para la Orden cisterciense y la institución católica ¿era tolerable la evolución de Boquen y la continuidad allí del joven abad? ¿Por qué no habría de serlo? Pero de hecho no lo fue. El motivo o la excusa final se produjo cuando Dom Bernard, el 20 de agosto de 1969, fiesta de San Bernardo, ante un millar de personas, pronunció una sonora conferencia sobre “Boquen ayer, hoy y mañana”. En ella soltó, como quien no quiere la cosa, la idea de abrir un año sabático para que todos los clérigos y religiosas/os pudieran discernir y abandonar o mantener su compromiso de celibato. ¡Escándalo en la Iglesia católica!
Dos meses después, el 15 de octubre, el Abad general de la Orden cisterciense destituyó a Dom Bernard como abad, conminándole a abandonar el monasterio antes del fin del mes. A partir de ese momento todo fue más difícil. Las posiciones se radicalizaron peligrosamente. En el monasterio, la contestación eclesial amenazaba con ahogar la búsqueda del silencio, la revolución política parecía eclipsar la aspiración mística. En las instituciones eclesiales, los márgenes de tolerancia se fueron estrechando y multiplicándose las reconvenciones. Acorralado y atrapado, en octubre de 1974, Bernard dejó el monasterio y el sacerdocio clerical, sin trámites ni papeleos de por medio, emprendió otra vida y siguió por libre su búsqueda de silencio y comunión. En el otoño de 1976, la Orden y la jerarquía católica expulsaron del monasterio la comunidad tanto monacal como laica que aún permanecía en “Santa María del Espino”, e impusieron la entrada de otra congragación contemplativa femenina, alejada de la utopía de Alexis, Bernard y compañeras y compañeros de la “Comunión de Boquen”. Un gran sueño, uno más, se desvaneció. En octubre de 1978, Juan Pablo II fue elegido papa; en 1979, Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido; en 1981, Ronald Reagan, presidente de los EEUU. Los sueños se malogran uno tras otro, pero nunca se malogra la esperanza activa sin apego a ningún logro.
En 1997, Bernard Besret viajó a Shangai para crear un museo de ciencias. Allí conoció maestros taoístas. Desde su jubilación, reparte su tiempo entre su casa de Plougrescant (Bretaña) y China, donde anima un monasterio taoísta junto con un monje chino amigo. Bernard sigue siendo monje en búsqueda de otras utopías inalcanzables, animado por el Espíritu, la Ruah, el Aliento que sopla donde quiere, que crea y recrea sin cesar y transciende fronteras, que vibraba sobre las aguas del génesis. Lo sentimos vibrar también hoy si abrimos los ojos y atravesamos fronteras.
Al final del epílogo con que cierra la tesis de B. Lebel-Goascoz, Bernard Besret escribe (en 2014): “A lo largo de estos años [1965-1975] he vivido lo que, con un poco de humor, me permito llamar ‘la gracia de la des-conversión’.
Todo eso me queda ya lejos. A lo largo de los cuarenta años transcurridos desde entonces, he vivido otras varias vidas, pero sin perder jamás el hilo rojo que las une todas, a saber, una confianza inquebrantable en el fondo último de lo real del que no dudo que es, pero del que evidentemente ignoro qué es.
Boquen no habrá sido más que un grito. El grito de los hombres y de las mujeres sedientas de agua viva. Hace mucho tiempo que dejó de escucharse, pero de vez en cuando percibo su eco. A veces incluso hasta en China”.
Aizarna, 28 de septiembre de 2022
La lectura de Arregi sobre Bernard Besret me recordó, una vez más, la parábola del “Venid, benditos”. Hay un jesucristianismo que está más allá de tradiciones intocables, de dogmas teóricos, de ritos…, abierto a todos sin excepciones, y que se resume en “hacer el bien”, sin discrinaciones de ningún tipo. Este jesucristianismo es laico, fraterno -sin poderes, sin estratos o clericatos dualistas-, que por centrarse en lo práctico -los frutos- es de lo más actual. Este movimiento laico-religioso (y otros parecidos) es-son la antítesis del sistema que discrimina e impone normas y doctrinas que someten. Movimientos así son liberadores… y traen sabia nueva, muy innovadora, creativa, que tal vez desintoxica… de ideas viejas. ¿Tales movimientos no los componen-revitalizan los llamados “cristianos anónimos”? Cristianos anónimos, que encajan muy bien con la enseñanza del “Venid, benditos”. Esta parábola es el gran dogma de vida cristiana práctica. La Iglesia-sistema estructura clerical docente debería pensar más, mirarse más, y examinarse más…, contemplándose en esta parábola. Si Jesús se identifica con este tipo de “creyentes” (anónimos, que incluso no lo conocen), la Iglesia debe des-convertirse de ritos y formulaciones teóricas irrevisables, y revestirse más del espíritu-mensaje de esta parábola de Jesús. Así, por los frutos, lo -y nos- reconocerían mejor. ¿Acaso los cristianos anónimos son los que mejor anuncian el Reino, o al menos algo esencial en el gran Mensaje del Reino, y que la Iglesia-tradición clerical descuida? Haber hecho el bien será el tema de la evaluación final. Al final, como diría Juan de la Cruz, seremos examinados en el amor, que se manifiesta en obras. Amor que es inconpatible con un exceso de ego… El “Venid, benditos” es una de las grandes y más geniales novedades del Mensaje del Reino. El mismo Evangelio ofrece distintos caminos para llegar a Dios. No nos encerremos, pues, en nuestras murallas mentales y doctrinales humanas… Jesús fue y anunció un mensaje fuerte, pero flexible. La rigidez y el fanatismo, que defienden que solo hay un camino -y muy estrecho-, no son cristianos. Pensémoslo todos, humildes… Mucha des-conversión y reconversión necesitamos… Es decir, mucha “metanoia” nos espera, para poder entender y vivir bien el Reino.
¿Quién no podría sentirse identificado/a con el protagonista de esta historia vivida, habiéndola vivido en ese mismo marco de referencia y como él, también con ese mismo espíritu abierto a la utopía? Es en virtud de esa obertura lo que impide el logro de soterrar por más que se intente los brotes innovadores que surgen de ella.
Aquí es donde se ve con claridad de que no se trata de una realidad utópica, sino de una utopía dentro de la realidad misma de donde se parte. Por tanto, algo anclado en la esperanza. Pienso que lo que pretendía el joven monje en aquellos años que para mí también fueron muy difíciles, era precisamente liberar todo lo utópico de la realidad en el que se la había encerrado a lo largo de la historia. Es decir, liberarla de la ingenuidad en la que se le ha tenido sometida históricamente y hacerla real actualizándola. De ahí el continuo renacer de la utopía.
Pienso que lo que él llama la gracia de la des – conversión es lo que también en este sentido positivo debería entenderse cuando tantas veces aquí nos ha salido al paso el hecho de la de – construcción. Y ésta de-construcción, en mi opinión, solo es posible porque, como dice él mismo, el fondo último de lo real es inquebrantable.
Obviamente el comentario anterior era una respuesta a Luis Troyano y no uno general.
Sorry.
En cuanto a lo que escribe Arregi pienso que quizás el problema esté en las expectativas que se levantaron entre los años 40 y 80 y que permitieron muchas posturas que los más tradicionalistas no podían tolerar… y contraatacaron.
Llegó JPII y nos hizo retroceder a la época de León XIII, Pío IX y Pío X (y su juramento modernista de infausto recuerdo) y ahora llega Francisco y trata de evolucionar “a su modo”.
Mientras tanto, la sociedad civil cada día prescinde más de las religiones oficiales y o bien pasa profundamente del tema o bien se echa en brazos de charlatanes infames que proliferan en todas y cada una de las confesiones religiosas que existen en el planeta.
Creo que no quede mucha ventana de oportunidad para poder cambiar todo esto y que si las religiones “oficiales” no cambian, la sociedad prescindirá de ellas.
Ya está pasando
De la wikipedia: “Según Inmanuel kant, las afirmaciones metafísicas no se pueden dar en juicios sintéticos a priori, lo que excluye que la metafísica pueda constituirse en ciencia positiva al estilo de la física o las matemáticas”
Es decir, lo lógico es que un científico no se meta en metafísicas, porque dejaría hacer ciencia y estaría haciendo especulación, que es lo único que podemos hacer cuando hablamos de Dios y de la religión: Especular.
El término sabiduría no sólo es mucho más relativo, sino que es una de las palabras más maltratadas por las diferentes supercherías que podemos encontrar en los programas de televisión de Sandro Rey o el Maestro Joao. Ellos también afirman ser sabios y hacer “prácticas transformativas”
El que Jesús de Nazareth no existiera, me parece una “boutade” de lo más inconsistente. Uno de los teólogos más importantes sobre “el abandono del Jesús histórico” (Rudolf Bultmann) y al que se cita constantemente cuando se cuestiona la existencia real de Cristo lo que dice no es que no existiera, sino que “Retoma la idea de Kälher de renunciar al Jesús histórico como alguien del pasado, sin importancia, al que no se puede acceder, y centrarse en el Cristo de la fe, que, según Bultmann, es lo único que importa”.
Es decir que no hace falta ofender a los creyentes afirmando que Cristo no existió (en especial cuando se defienden “existencias” mucho más cuestionables como la de Buda, aunque si se cree en la reencarnación, cualquiera ha podido ser Buda. Lo mismo yo lo soy. Voy a “meditar” en eso, quizás me transforme) para afirmar la esencia del pensamiento de Bultmann que es que lo importante es el “Cristo de la Fe”. Bultmann era profundamente creyente. Protestante pero profundamente creyente.
Por último y respecto a las “prácticas transformativas”, los cristianos también practicamos el “body building” y el “footing” y solo conseguimos ponernos más cachas. El Mindfulness tiene la misma credibilidad que el “jogging” para curar la diarrea. Por otra parte, eso de que lo que usted llama “ciencia transformativa” (que ni es ciencia ni transforma absolutamente nada) no lleva avalada por milenios de práctica o al menos viene tan avalada como el hacer sangrías para curar el cáncer que se hicieron durante centenares de años sin curar a un solo paciente. Use usted las “prácticas” que desee pero afirmar eso es simplemente mentira.
Vean aquí una “practica transformativa” que canaliza la energía “kundalini” que es un término empleado por las pretendidas filosofías budistas, taoistas y similares:
Véanlo y si pueden aguantar la risa les invito a un café
A ver si soy capaz de decir en pocas líneas lo que opino.
Todos los pensamientos en esta línea, han desembocado en un nuevo modelo de teología. No es que de repente haya salido de la Nada. En absoluto. Hay un intento de dar un paso más y tratar de que estas ideas no se queden en los libros que leen un número ínfimo de personas. Y no únicamente piensan así algunos teólogos católicos, también hay otras confesiones cristianas que tienen pensadores y teólogos que van en esa línea y desde hace muchos años. Y estoy segura de que les vienen muchos nombres a la cabeza. No soy de nombres. Soy de ideas, incorporo en mi esquema de conocimiento las que me gustan las diga quién las diga y las que no, pues no
No es un asunto sencillo el cambio de paradigma. Hace poco me dijeron que cada cual tiene su tiempo, sus ideas, su forma de pensar y que todo hay que respetarlo. No puedo estar más de acuerdo. Y me siguieron diciendo, a los buscadores hay que ayudarlos. Eso me hizo pensar. Y cómo saben quiénes son los buscadores? Pues diría que la gran mayoría se encuentra en los que han abandonado las iglesias. Eso creo. Eso pienso, y no por lo que haya podido leer, sino por lo que veo a mi alrededor. Soy de observar. Y, por supuesto, por experiencia personal. Y digo yo que habrá que buscar la manera de hacerlo llegar a la plebe de buscadores
Ahora. Es el momento oportuno de abrirse a otro modelo? Pues no lo sé. Desconozco el futuro, el futuro comienza mañana mismo. Lo desconozco. Con que no me aclaro ya con este presente tan desconcertante, estoy como para pensar en el futuro, vamos, quita.
Pero, pero, pero sé una cosa, si se quieren cambios, pues habrá que hacerlos. Con el coste que tengan. Se está dispuesto a pagar el coste que se intuye , para la iglesia católica? Pues no sé. Ya no discuto más de ese tema. Busqué y he encontrado. No soy rara. No puedo pedir más. Hay todo un modelo teológico hecho a mí medida. Jamás soñé que esto pudiese suceder. Que cada cual busque el suyo.
Esta manera de pensar conduce a cambios profundos, es que lo veo clarísimo. Porque si no , de qué vale? Para quienes vale? Para los doctores de siempre? Sería entonces un sector contestatario dentro del grupo de doctos en materia de espiritualidad y de fe y esas cosas? Pues no sé yo entonces, estaríamos en las mismas, no sé. Porque las comunidades de base estuvieron genial para quienes sabían de su existencia. A ver si con esto sucede igual. Interesa su divulgación? Mucho me temo que no. Interesa que sean reductos de gente con una manera de pensar extraña.
Y eso pienso.
Destaco estas palabras: “una confianza inquebrantable en el fondo último de lo real del que no dudo que es, pero del que evidentemente ignoro qué es”.
Con qué gusto y placer he leído el artículo de Arregui. Un libro muy bueno, en francés: CONFITEOR (De la constestation à la sérénité) donde Besret hace su confesión de su vida. Uno de sus últimos libros es de mistica: A LA HAUTEUR DES NUAGES. Sus reflexiones que continuo recibiéndolas con sus crónicas indican su estado de salud algo delicada. Vive, pero con claridad mental y plenitud de vida. Por asociación de ideas, no quiero dejar de recordar Cuernavaca, cuyo obispo Mons. Sergio MENDEZ con su perito conciliar Mercier, abad benedictino del Monasterio de la Resurrección, experimentando el psicoanálisis, tuvo su intervención en el aula conciliar en defensa del psicoanálisis. He ahí sus palabras:No me explico el silencio del Esquema XIII sobre el psicoanálisis […] no podemos ignorar la revolución psicoanalítica, la cual no es menor que la revolución técnica. El discurso psicoanalítico forma parte de la cultura humana, implica una renovación del concepto de hombre y suscita problemas sobre los que no se tenía hasta ahora la menor idea, […]. No faltan católicos que acarician la ilusión de un psicoanálisis cristiano o católico cuando la realidad es que la verdadera ciencia no es cristiana ni no cristiana”.
El día 11/10/1962 serán 60 años del inicio del concilio.
Gracias, Arregi como a los dos comentaristas por recordar a Bernard BESRET….
He leído con mucho interés la reseña de la vida de Bernard Besret, que continuamente, me ha recordado la vida y obra de Thomas Merton.
Ambos benedictinos cistercienses, y ambos prototipos de humano espiritual, y ambos con las contradicciones internas propias del carisma.
El carisma es una especie de “dictum” misterioso, que nos marca a fuego, y nos lleva por donde a veces no querríamos ir.
El maestro Valdano, nos ilumina sobre el tema, (en una demostración de que el fútbol es una metáfora de la vida): “Siempre creí en la idea, de que el talento natural, (carisma), nace para defenderse de algún defecto”.
Y continúa: “El genio, (metáfora de caris-ma), se descubre, porque utiliza la técnica como herramienta de la originalidad. Pero el hueso de su creatividad es una rebeldía natural, el tener a bien, desobedecer”.
El carisma o la vocación auténtica se vuelve indiferente a su fracaso o a su éxito. Como dice Marcel Légaut:
«La misión no se elige a partir de una escala de valores. Se descubre poco a poco a partir de la fidelidad a lo que nace en uno mismo; y se acoge sin buscarla o esperarla de manera explícita.
A veces también se la teme de manera instintiva. La misión no es nunca el resultado de un proyecto realizado con perseverancia y tenacidad sino el fruto lentamente madurado por obra de nuestra fidelidad a lo que percibimos íntima-mente que debemos pensar, decidir o hacer día a día».
El espiritual, es un humano independiente y solitario. Y sufre la gran contradicción de
Tipológicamente, es lo contrario del carisma eclesial, que es el contratipo del espiritual. La Iglesia = Comunidad, es el reino del arquetipo grupal; la espiritualidad, es el reino de la conciencia individual-autoreflexiva.
Y estos dos grandes humanos espirituales, (como muchos millones más), se incardinaron, no solo en la Iglesia, sino en la Comunidad cisterciense, rígida por antonomasia.
Las grandes contradicciones, son experiencias seminales. O acaba uno bloqueado y paralizado, (mayormente), o si las superas y trasciendes, pasas a un nuevo nivel de conciencia superior.
La Comunidad, nos otorga esa seguridad, que todos desde niños precisamos como el oxígeno para respirar. Pero es muy castradora, amolda y enmarca a sus miembros. Nuestra naturaleza fuertemente imitativa nos determina hacia el mimetismo.
“Pasa más tiempo con gente asombrosa y encontrarás que te vuelves más asombroso. La mayoría de las personas son un reflejo de la media de las personas que más frecuenta”, (Robin S. Sharma).
Así que al final, o nos espabilamos, o nos pasa como decía Eugenio d’Ors, que “al final todo el mundo, si no es chauffeur, lo parece”.
El espiritual sufre la aparente contradicción de que es lo que quiere ser, pero no quiere lo que quiere la razón voluntaria, sino el “espíritu” interior, el Sí-mismo. Por eso “tiene que aprender a ser el que es”.
Y por eso el espiritual no elige cómo ser, solo elige ser dócil y confiar absolutamente en lo que su “espíritu” le dicta, (como Sócrates con su “daimon”).
“Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser”, (Jung). Y “los hombres tienen que ser lo que pueden ser’. (Maslow).
Son como la flecha lanzada por el arco del Viento Cósmico, (el “Espíritu”).
Luego, dentro del gremio de los espirituales, están una minoría de personas excepcionales, (los autorrealizados), que en palabras del psiquiatra Francisco Traver:
“Algunos individuos estarían preparados para entender el mundo de una forma analógica, diseñados para entender y ver los enlaces que unen la parte con el todo, se trataría de un fenotipo regulado por un supuesto gen holístico, que diseñaría individuos especiales, solitarios, bizarros, extravagantes, tendentes al aislamiento y a la soledad, que establecen pocos contactos con sus semejantes, pero bien dotados para entender el significado de la totalidad y las relaciones causales entre las cosas.
Según esta hipótesis habría personas que estarían genéticamente diseñados para contactar con el lado de allá del espejo de Alicia”.
A este selecto grupo, pertenecieron Merton y Besret. No es un estado cómodo, y les supone muchos sufrimientos internos, pero están ahí, para que el resto aprendamos. Nunca se lo agradeceremos suficiente.
“A un nuevo cristianismo espiritual y aconfesional, sin separación entre sagrado y profano, sin vinculación necesaria a ningún credo, sin lectura literal de la Biblia y de los dogmas, sin pretensión de exclusividad ni de superioridad sobre otras religiones o sobre la ausencia de toda religión, un cristianismo con sacramentos desacralizados, un cristianismo místico y político y ecofeminista liberador, un “cristianismo crítico, lírico y político”, en palabras de Bernard Besret.”
Hay algo espiritualmente vivo en el cristianismo. si profundizamos existe la devoción a la divinidad y eso es el paso preliminar para comenzar a desarrollar la propia espiritualidad. Esta devoción la podemos volcar hacia adentro y hacemos introspección. O la volcamos hacia fuera de la piel y desfilamos en las procesiones como nazarenos… (algo por otra parte posiblemente valido como algo exterior que actúa en nuestro interior). Pero practica espiritual es sinónimo de introspección, de trabajo interior. El culto es la manifestación colectiva de un fuego interior individual. Si nos quedamos con el culto tan solo, nos quedamos con nada.
Hay un momento el la vida del águila en la que hace un “reset” y así prolonga su vida, comienza a golpear con su pico en la pared con mucha fuerza hasta conseguir arrancárselo. Después esperará el crecimiento de un nuevo pico, con el que se desprenderá una a una sus viejas uñas. Cuando las nuevas garras comienzan a nacer, comenzará a desgarrarse sus desgastadas plumas.
Y las serpientes cambian de camisa.
Algo así pretendió hacer el Vaticano II un “reset” pero el clero arrastraba demasiada podredumbre y prevaleció mas los intereses bastardos que la vida espiritual. Los ladrones no se meten en la cárcel voluntariamente…
En un hipotético Vaticano III para el cual no faltarían motivos. ¿Desde donde partirían?
Creo que lo enraizado en la Verdad es que la figura de Jesús es muy discutible que sea la de un hombre en la historia, sabemos que en este tema no hay consenso entre los estudiosos. Precisamente los que mantienen contra viento y marea que si, que Jesús existió. Son mayoritariamente creyentes…
Pero lo que hoy tenemos son unas palabras sabias atribuidas a un Jesús pretendidamente histórico. Yo personalmente creo que no ha existido tal Jesús por lo he podido informarme de estudiosos. pero es que es igual si ha existido un Jesús o no. Krishna es reverenciado por los hindues, Y su existencia histórica se pierde en la bruma del tiempo. Pero reverencian que un hombre con desafíos y problemas de hombre, siempre “mantuvo la sonrisa” siempre fue alegre y amoroso. Porque la moraleja es que se mantuvo por encima de los contrastes de la dualidad. Creo sinceramente que la figura mítica de Jesús es equiparable a la de Krishna. Venerar a Jesús como “objeto religioso” como faz que nos humaniza el Vacío sede de la divinidad. Y dejar si existió o no un hombre Jesús, para los estudiosos.
Lo que ocurre ya lo sabemos. Que el clero cristiano se mantiene y vive de todo un entramado religioso en torno a un Jesús histórico. Dejar de mantener esto, es cortar la rama en la que están encaramados. Pero la realidad les esta “segando la hierba a sus pies”.
Creo en la ciencia pura, la de los sabios científicos, hoy la ciencia está penetrada por el poder del dinero también. luego “tenemos sal que podemos pisotear…” Si la ciencia siguiera a la sabiduría investigaría también nuestra parte subjetiva metafísica interior de los individuos. De hecho hay algunas honrosas excepciones que además sigo en el Internet. Bruce Lipton y Joe Dispenza son unos de los pocos.
Hay una tecnología introspectiva científica atribuida al Buda procedente de una ciencia atribuida al ADIYOGI o SHIVA.
Pues bien, es una ciencia contrastada por milenios, y se ha mantenido vigente por milenios. Ya la tenemos la ciencia de nuestra alma y espíritu. Falta que la ciencia “oficial” reconozca que tenemos alma y espíritu.
A lo que voy: Pensemos en un cristiano de dentro de poco, que se sienta a hacer en la posición del loto del Buda un tipo de meditación de nombre Samatha (repito, científica) que consiste en concentrar la mirada en un solo punto, que puede ser un objeto, una imagen de un maestro, o la simple respiración propia. Esa imagen de un maestro puede ser perfectamente Jesús. Y su mente del practicante la puede llenar con lectura piadosa que proceda de la Biblia. Porque una cosa es la ciencia meditativa como las palabras Dhyana, Samatha o Vipassana indican. Y otra ser budista. ¿Acaso el mindfulness no lo practican cristianos? ¿De donde salió?
Para concluir: ¿Qué sobra del cristianismo?. Todo, menos Jesús y los evangelios de Jesús. Vengan de donde vengan tienen sabiduría milenaria y comúnmente aceptada. ¿Qué le falta al cristianismo?
Lo que el místico yogui Sadhguru denomina “ingeniería interior”. El cristiano de hoy no tiene porque desenterrar la practicas transformativas del cristianismo gnóstico. Tenemos ciencia y tecnología transformativa avalada por milenios de practica contrastada a nuestra disposición, basta buscar en el Internet.
“La barca de Pedro naufraga. Pero flotando en el mar queda Jesús en su madero.”