Hace dos días Leandro Sequeiros recordaba en ATRIO cómo en el año 2002 se “hibernó” el Instituto Fe y Secularidad. No sé si obra tal vez más conocida, el Foro sobre el Hecho Religioso, acabó entones o un poco antes. Hay un interesante podcast de la UNED sobre el Foro de 1999 con Muguerza y Fraijó, que recomiendo oír. Pero sobre todo quiero recoger hoy aquí el inapreciable testimonio escrito por José Gómez Caffarena, su sostenedor principal (¡la grandeza de personas que han sido más currantes que líderes!) escrito en Iglesia Viva (147 de 1990) sobre cómo se inició y se desarrolló esta iniciativa. ¿Batallitas de ancianos? ¿O tal vez invitación a nuevos diálogos sobre el hecho religioso (más trascendentales aún tras el 11S de 2001 y la cruzada de Putin para rescatar Ucrania) para los que ATRIO estará abierto? Amigos, viejos y jóvenes, todo queda en vuestras manos. AD.
EL “FORO SOBRE EL HECHO RELIGIOSO”
Por JOSÉ GOMEZ CAFFARENA. Iglesia Viva, nº 147, pp. 279-287
Al esbozar una historia sumaria de las vicisitudes de esta aventura de dialogo que hemos llamado “Foro sobre el Hecho Religioso”, es de justicia empezar recordando sus antecedentes. Había una añoranza de lo que fueron, decenios antes, las Conversaciones Internacionales de San Sebastian y las Conversaciones de Gredos. Quien dio unos primeros pasos hacia una posible reedición actualizada en la España de los 70 fue Miguel Benzo. Convocó en octubre de 1973 a algunos que podíamos estar interesados en apoyar la iniciativa. Y llegamos a un preproyecto, que se basaba en tres pies institucionales: la ACNP, cuyo consiliario general era Benzo, el Instituto de Ciencias Sociales (derivado del ámbito de Joaquin Ruiz-Giménez y “Cuadernos para el Dialogo”) y el Instituto Fe y Secularidad. Hay que recordar que lo difícil en aquel momento no era el convocar intelectuales que quisieran hablar del hecho religioso, sino el presentar la reunión de modo que tuviera cobertura institucional, no despertara excesivos recelos y obtuviera el permiso gubernativo.
No fue muy adelante tal preproyecto, por razones que sería prolijo enumerar. Algo más si prosperó una iniciativa que esta vez vino del Centro Frances Eiximenis de Barcelona, cuyo presidente, Félix Martí Ambel, había sido recientemente elegido presidente internacional del MIIC (Movimiento Internacional de Intelectuales Cristianos), en el ámbito de Pax Romana. Era la primavera de 1975. El grupo catalán buscó, por consejo de Joaquín Ruiz-Giménez, el contacto con Fe y Secularidad. El proyecto condujo a unas cuantas reuniones (Bilbao, lisboa, Madrid, Montserrat). Y hasta cabe decir que el primer “Foro” (enero 1978) podía entenderse convocado en continuidad con ellas; si bien no estricta. Pues, a partir de diferencias surgidas, ya no se buscaba la cobertura de Pax Romana ni prevalece la inspiración federalista del grupo inspirador. (Los no catalanes, ni portugueses ni vascos, no acertábamos a conceptuarnos ni como “castellanos”, pues no todos lo éramos, ni como “españoles”, por la connotación excluyente que ello podía sugerir).
Pero en aquellos días de la transición democrática el proyecto de unos diálogos intelectuales muy abiertos, en los que se perfilase el nuevo modo de presencia de lo religioso en la nueva sociedad y el nuevo estado, resultaba más urgente que nunca. Animados por muchos amigos, nos decidimos a convocar desde Fe y Secularidad una reunión sobre “ámbito de convocatoria, tema, método, financiación, lugar y fecha” de un encuentro de nivel estatal, que pudiera satisfacer el deseo generalizado. La reunión se tuvo el 8 de enero de 1977. En ella el tema se fue perfilando bajo el lema: “Una Iglesia para la democracia”. Se pensó en Madrid, en septiembre y en que la convocatoria fuera suscrita por los Institutos culturales cristianos que había estado en la preparación (Eiximenis, Fe y Secularidad, quizá “Pensamiento y Dialogo”, de Bilbao, y alguno más…). Un primer proyecto de las ponencias a desarrollar (histórica, política-jurídica, ética, teológica) era, a todas luces, excesivamente ambicioso y hubiera requerido un encuentro largo y mucha más financiación de la que nos podemos prometer. Por eso, cautamente aunque no demasiado coherentemente, se añadía que más que un congreso de estudio habría de pensarse uno de “llamada profética”. Si estaba también claro que, aunque promovido por cristianos, no debía ser un encuentro confesional, sino admitir y fomentar los diversos frentes de dialogo ad extra en los que los cristianos progresivos estaban por entonces implicados.
Los meses que siguieron fueron subrayando las divergencias entre la “concepción ‘Pax Romana'” que subyacía y la que se había marcado en la reunión de Ello hizo aconsejable pensar en una convocatoria no de instituciones (que ya condicionaban el proyecto) sino de personas. Fue, en este momento, muy importante el aliento prestado por Pedro Cerezo. A él se debe la redacción básica del pequeño “manifiesto” que acabamos enviando y que entiendo oportuno reproducir:
Querido amigo:
La presente coyuntura española, tan decisiva a todos los niveles desde los más estrictamente políticos a los mis ampliamente culturales, está requiriendo serios esfuerzos de clarificación intelectual. Es tarea que urge sobre todo a los profesionalizados en la Universidad y otros servicios del mundo de la cultura.
Los cristianos que trabajamos en ese mundo sentimos la urgencia dicha con peculiares matices: nos apremia, por un lado, a confirmar nuestra fe y encontrar comunitariamente su identidad y su capacidad de testimonio en las circunstancias nuevas, sin reduccionismos ideológicos de ningún signo; por otro lado, nos exige ir aprendiendo cómo insertar nuestra acción y nuestra búsqueda intelectual en la de todos los otros ciudadanos, en tareas que nos son comunes.
Todo esto va sugiriendo a muchos la oportunidad de encuentros periódicos de reflexión, mediante los que caminar hacia la clarificación deseada. Los firmantes hemos creído interpretar un sentir generalizado al promover una reunión que permita discutir la oportunidad de tal iniciativa y el mejor modo de realizarla.
Enviamos la presente invitación a las personas cuya relación va en la nota adjunta, sin pretensión de exclusividad. Proponemos la fecha del 1 y 2 de octubre, último fin de semana antes del comienzo oficial del curso. Queda por precisar el sitio; en principio en Madrid.
Deseamos contar con tu asistencia y apoyo, y te pedimos nos des, cuanto antes, tu punto de vista sobre el incipiente proyecto. Además de tu opinión genera[ y propósito de asistir a la reunión, te agradeceríamos nos dijeras si ves desde ahora alguna precisión sobre temas a tratar y algún nombre que añadir a la lista.
A la espera de tus noticias, recibe nuestros más cordiales saludos…
Valga apostillar brevemente el texto. No puede dudarse que expresa sentimientos e intenciones que tenían gran fuerza en 1977. Pienso, por mi parte, que el Foro ha respondido realmente a esa llamada, aunque con derivaciones circunstanciales. De ahí vienen, seguramente, su fuerza y su debilidad. Porque ya en el texto del que el Foro arrancó son muy perceptibles tensiones que lo hacen inestable: al máximo, la que hay entre la subrayada búsqueda de identidad cristiana y la no menos subrayada búsqueda de dialogo con no cristianos. Otro rasgo que puede apreciarse es la desaparición de la orientación federalista de los conatos que habían precedido. Se adivina que va a ser continuo problema el del “centralismo”. Aunque suscritas por personas de todo el territorio español, habrá en las convocatorias una marca “unitarista”. Madrid (o alrededores) será siempre elegido como sede -a pesar de las protestas, a mi entender no simplemente verbales de los madrileños; porque, en la real configuración de las comunicaciones españolas, es el mal menor.
El primer Foro
La reunión de octubre se tuvo, pero con carácter meramente preparatorio. En parte en ella, en parte mediante correspondencia posterior se perfilo la convocatoria que, finalmente, fue cursada el 28 de noviembre, para el encuentro cuya fecha quedo fijada para los días 6 a 8 de enero de 1978. La estructura era mínima; se eludía hablar de “ponencias” y se mencionaban solo “introducciones a la discusión”. El tema quedaba formularlo como: “El hecho religioso: sus condicionantes sociales y su incidencia en nuestra sociedad”. Los párrafos de la convocatoria que presentaban y motivaban el proyecto venían a resumir el “manifiesto” inicial. Vale la pena transcribirlos, para apreciar las matizaciones que ya introducen.
Es idéntico el primero (“La presente coyuntura…”). Son nuevos los siguientes. Y es curioso constatar que en ellos aparece por primera vez la palabra “foro” y su concreción a lo religioso. Una indicación a rotulador señalo la sala de celebración como “FORO HECHO RELIGIOSO”, sin presentir que consagraba el título que habia de perpetuarse en arios posteriores (con alternancia de preposiciones aclaratorias: bien “Foro del Hecho Religioso”, bien “Foro sobre el Hecho Religioso”).
He aquí, pues, el texto de la primera convocatoria:
La presente coyuntura española, tan decisiva a todos los niveles, desde los propiamente políticos a los culturales de todo tipo, requiere serios esfuerzos de clarificación intelectual. Es tarea que urge sobre todo a los profesionalizados en la Universidad y demás servicios del mundo de la cultura.
La reflexión clarificadora va buscando diversos foros. Pero se echa de menos uno que preste al tema antropológico-religioso, a la vez importante y en crisis, una atención principal, no aislándolo sino relacionándolo con todos los otros con los que esta realmente implicado.
Por ello ha surgido más de una vez recientemente en medios cristianos el proyecto de encuentros periódicos de reflexión. Se ha ido viendo que deberían ser encuentros muy abiertos: por una parte (y dentro de lo realísticamente viable), a la diversidad de opciones socio-políticas entre cristianos; por otra parte, también a los no cristianos que se interesan por el tema; y, en todo caso, no creando un cenáculo distanciado, sino manteniendo el contacto con la base popular del país.
En este espíritu y creyendo interpretar un sentir generalizado, los firmantes nos lanzamos a promover un primer encuentro concreto, que querríamos ajeno a toda institucionalización. Enviamos la presente invitación a las personas de la lista adjunta; lista que hemos elaborado por acumulación de sugerencias recibidas y no pretendemos excluyente. Los firmantes lo hacemos a título personal.
Firmábamos: Pedro Altares, Miguel Benzo, Juan Antonio Carrillo, Pedro Cerezo Galán, Alfonso Carlos Comín, Antonio Duato, José Gómez Caffarena, Lorenzo Gomis, Olegario Gonzalez de Cardedal, José Luis López Aranguren, Pere Lluis Font, Félix Martí, Antonio Marzal, Enrique Miret Magdalena, Gregorio Peces-Barba, Teresa Rodriguez de Lecea, Joaquín Ruiz-Giménez, Ramón Sainz de Varanda, Carlos Santamaria y Andrés Torres Queiruga.
La convocatoria tuvo innegable éxito en cuanto al número de asistentes al encuentro. Era también notable la calidad de conjunto y el hecho de que estuvieran representadas tendencias muy dispares. En razón de ciertos (muy relativos) predominios numéricos, alguien habló humorísticamente de “contubernio jesuítico-comunista”. El éxito fue, en todo caso, menor, si había de juzgarse por los resultados. Se habló mucho y con libertad: eso fue indudablemente lo más positivo. Pero no fue un debate ordenado, en el que se progresara.
Lo más delicado vino a continuación. Ya con poco tiempo para que se elaborara un texto maduramente y se consensuara entre todos, se decidió dar un comunicado a la opinión, encargándolo a una comisión. Fue determinante para que se hiciera Alfonso Carlos Comín. Estaba en favor de su propuesta la mala conciencia del peligro de incompromiso, que por entonces gravaba a los “intelectuales”. El caso es que el texto suscitóo posteriormente un fuerte disenso de algunos de los promotores. Pienso que no podría omitirse aquí su transcripción:
Durante los días 6 a 8 de enero se han reunido en Madrid unas 75 personas, cristianos y no cristianos, procedentes del mundo de la cultura y de las diversas nacionalidades y regiones, para reflexionar sobre el tema: “El hecho religioso: sus condicionamientos sociales y su incidencia en nuestra sociedad actual”. Convocantes de la reunión fueron, entre otros (y a título personal): Pedro Altares, Miguel Benzo, Pedro Cerezo, Alfonso Comín, Antonio Duato, José Gómez Caffarena, Lorenzo Gomis, Olegario González de Cardedal, José Luis López Aranguren, Pere Lluis Font, Félix Martí, Antonio Marzal, Enrique Miret Magdalena, Teresa Rodriguez de Lecea, Joaquín Ruiz-Giménez, Carlos Santamaria y Andrés Torres Queiruga.
En un clima de gran libertad, los asistentes han formulado, desde perspectivas diversas, su inquietud por el delicado momento que atraviesa nuestra sociedad y, con ella, las iglesias, especialmente la católica. Junto con el reconocimiento del favorable cambio de imagen de la Iglesia Católica en los últimos años del franquismo, respecto a la de los años 30, múltiples intervenciones han expresado su preocupación o su leal desacuerdo ante la más reciente línea pastoral que la Iglesia está desarrollando en este periodo de transición. En esta última trayectoria se teme que prevalezca la tendencia a lograr seguridades, e incluso a obtener renovados privilegios del poder civil, sobre el impulso del carácter profético propio de la actitud evangélica y sobre la promoción desinteresada de los derechos ciudadanos.
Los asistentes católicos se han comprometido a no abdicar de su responsabilidad de miembros activos de una Iglesia que debe crear espacios de libertad, mediante la fuerza de una Palabra que no se fundamente en el poder.
El texto era, ciertamente, critico. Pero no desmesurado ni irrespetuoso. Tampoco podía decirse que no reflejara, en su vaga generalidad, lo que en la sala se había oído. Lo discutible era el género mismo. ¿Tenia sentirlo, y era funcional, un “comunicarlo” tras un encuentro breve de intelectuales muy dispares y que trataban precisamente de encontrarse en su misma disparidad y con plena libertad? La lección obvia que se sacó fue la de no volver a hacer comunicados. Ello quitaba, ciertamente, resonancia y alcance al encuentro, que quedaría condenado a una cierta privatividad. Se optó sin vacilación por ello. Era claro, por otra parte, que el encuentro no había surgido de una convocatoria pública ni podía aspirar a tal convocatoria en el futuro.
Esa falta de publicidad directa se entendió suplible por las crónicas y comentarios que el encuentro de enero de 1978 había suscitarlo; y que se pensó no habrían de faltar en los encuentros sucesivos. Fue de particular impacto el artículo que publicó José Luis López Aranguren en “El País”. Desde entonces, él nunca ha dejado, año tras año, de participar a la opinión el perfil de cada Foro, en una interpretación a la vez fiel y personal. Otros cronistas ha habido, entre los que hay que mencionar especialmente a Bernardino Hernando, que reseñó ampliamente no pocos Foros en ”Vida Nueva”.
Los Foros posteriores
La impresión de los asistentes al primer Foro fue, en todo caso, positiva. Lo que se tradujo en el deseo de continuidad. La gestación del segundo sirvió de ensayo de procedimiento. Nos citamos los convocantes del primero, junto con algunos otros que habían manifestado especial interés, a una reunión en Madrid el 22 de abril de 1978. Asistimos diecisiete, habiéndose excusado por imposibilidad otros siete. Se encontró como fecha adecuada el final de septiembre, lo que ha perdurado hasta hoy. También –como en enero– se pensó en un fin de semana: de viernes a la hora de comer a domingo a la misma hora. Algo que también ha sido incorporado. Y el ritual se completó con el estilo metódico que solo ha tenido después muy raras excepciones: dos ponencias la primera tarde, discusión en grupos el segundo día, conclusiones y proyectos la mañana del tercero.
Fue sintomática la discusión que se tuvo en esa reunión del 22-IV-78 sobre si el objeto debería ser “el hecho religioso” mismo, o si, más bien, lo religioso debería venir dado por la índole de los convocantes y participantes, que querían afrontar, con su óptica peculiar, los problemas generales de la sociedad española contemporánea. De hecho, el segundo Foro recibió esta orientación, como aparece claro de su mismo título, “Libertad y poder en nuestra sociedad”. Pesó en la orientación el deseo de evitar los disgustos que había traído el primero; si bien se reconoció explícitamente el riesgo de que esto resultara menos interesante a los no cristianos, a quienes, no obstante, se veía importante seguir teniendo vinculados. Contra la orientación “diluida” habría, tras la celebración del segundo Foro, una marcada reacción; con lo que el tercero volvió al tratamiento directo de lo religioso, bajo el provocativo lema “La religión, ¿hecho inútil?”.
Fue éste un Foro particularmente rico (septiembre 1979), tanto por la valía de las aportaciones como por la estimulante polémica en torno al predominio del compromiso o de la fiesta en la correcta concepción de lo religioso. Alfonso Carlos Comín, entonces en los últimos meses de su vida, pudo expresar el temor de que si, como había dicho algún crítico, el primer Foro estuvo bajo el patrocinio de San Ernesto (Bloch), el tercero hubiera venido a estar bajo la advocación de Harvey Cox.
El contencioso “Foro sobre” / “Foro del” (Hecho Religioso) se zanjó salomónicamente por un compromiso tácito de alternar, de un año a otro, centralidad del tema religioso y oblicuidad en la mirada sobre el hecho civil. Así, el cuarto verso sobre la violencia y el quinto sobre “la religiosidad de los años 80” (donde se suscitó el polémico tema del “postcristianismo”). Algo, por lo demás, que no se observó con rigor.
La facilidad del funcionamiento fue quitando relieve a la reunión previa del grupo convocante. De hecho, algunos años no se ha tenido. Por una parte, la organización, siempre a cargo de Fe y Secularidad, entró en cauces habituales, por los que discurría sin obstáculos. Por otro, el grupo convocante, reestructurado alguna vez por votación entre todos los asistentes, mostraba depositar su confianza en una especie de “comisión permanente” madrileña (nunca denominarla tal pero sí tenida por tal a todos los efectos). Por la parte que he tenido en ella, debo decir que hemos ofrecido siempre a aprobación nuestras decisiones y hemos contado con un apoyo nunca desmentido. Y debo añadir que ha sido decisivo en todos los últimos años el peso moral de José Luis Aranguren. Su nombre o su intervención han mantenido en el Foro a muchos de los más interesantes participantes. Sus discretos consejos han sido de máxima utilidad. El matiz peculiar que ha dado al Foro la relevancia otorgada a Aranguren podrá también haber contribuirlo a que algunos lo dejen, por no sentirse a gusto con él. Para mi, en conjunto, el balance es positivo. Y, en todo caso, visto diacrónicamente, el Foro ha sido esto que ha sido. Nadie lo previó así, nadie lo ha forzarlo en esa dirección. No sé si hubiera podido ir por otra. Esto ha sido.
¿Futuro?
Naturalmente, no cabe cerrar estos breves apuntes sin preguntarse por el futuro. Pensé, al terminar el Foro duodécimo (1988), que era necesario plantear explícitamente la cuestión de si los Foros no deberían ya dar por cumplida su misión. La temática de los dos últimos, muy específica (la mujer, la juventud), había producido no un descenso de asistencia, pero si un cambio en la composición de la misma.
Tras prolijo intercambio epistolar, nos decidimos a convocar el Foro XIII precisamente para revisar lo hecho en el campo del dialogo sobre lo religioso y lo que aun podrá realísticamente hacerse. prevaleció bastante claramente la voluntad de continuar y eso nos ha hecho convocar para septiembre 1990 el Foro XIV bajo el lema “La religión persistente y coexistente”. Volvemos, pues, a la centralidad temática de lo religioso. Son, en buena parte, los participantes no cristianos los que piden esta insistencia en lo nuclear. La última década del siglo parece un tiempo oportuno para preguntarse a fondo por qué el hecho religioso sigue ahí –y, naturalmente, qué hecho es el que sigue, como se ha modificarlo adaptándose o si persiste porque se aísla y endurece…–.
Nuestra primera atención va este ano a la religiosidad del mundo occidental postilustrado. Pero es fácil ver que habrá –quizá en los años sucesivos– que extender la mirada a otros mundos, el del Este europeo, el del Islam, el latinoamericano, el oriental.
El que el hecho religioso no solo no haya muerto, sino que dé indicios –aunque, eso sí, muy varios y entre sí no poco contradictorios de renovada vitalidad, es algo que invita a pensar. Y que convoca a dialogar. Porque, para comprender ese hecho y para explicar aquello de él que quepa explicar, hay que ensayar hipótesis diversas. Una iluminación no unilateral del hecho, lejos de dogmatismos y de aferramientos fanáticos, solo se conseguirá en la convergencia que se vaya logrando desde muchos ángulos de mira. La fe de los creyentes que busquen serlo maduramente tendrá en el dialogo el mejor aquilatamiento. El testimonio que dan aceptando sin prejuicios ni limites el dialogo será de lo que más pueda acreditar la fe en nuestra circunstancia cultural.
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