Joaquin Garcia Roca presenta su nuevo libro, editado por Atrio Llibres, ‘Supervivientes. Tiempos de reconstrucción‘ donde explora la vulnerabilidad del ser humano y las respuestas que genera
“Sin desestimar los datos estadísticos, el libro se asoma a las historias de vida, como el arqueólogo hace prospección del subsuelo a través de catas aleatorias para acceder a los yacimientos de vida y muerte”
“A través de estas catas y sondeos identificamos los principales yacimientos de vida y muerte donde se muestra el poder destructivo de la COVID y también los deseos de salud”
“Denuncio la idolatría de la salud, la naturalización de la crisis social, la militarización como círculo virtuoso del poder, la victimación que vacía de contenido a las víctimas reales”
“¿Seremos capaces de refundar la ciudadanía más allá de la sangre, del territorio, del estado-nación?”
La vulnerabilidad, que ha desvelado la pandemia, no es sólo una cualidad esencial del ser para la muerte, sino que es una herida histórica del ser para la vida. Lo primero es un problema filosófico, lo segundo es además un asunto de justicia ya que el daño es proporcional a las resistencias físicas, orgánicas, sociales y políticas adquiridas.
La respuesta a la vulnerabilidad es el cuidado y el amparo, lo que reclama la realidad vulnerada y las vidas dañadas es la reconstrucción y regeneración. La vulnerabilidad es úna cualidad común a todo lo creado y en todas las latitudes, lo vulnerado y herido, por lo contrario, crea diferentes intensidades dolientes según las resistencias. El daño que produce un terremoto se mide por la parte más débil; no caen los edificios construidos contra los movimientos sísmicos, sino los edificios frágiles y sin defensas que no pueden aminorar el golpe.
A través de estas catas y sondeos identificamos los principales yacimientos de vida y muerte donde se muestra el poder destructivo de la COVID y también los deseos de salud. Y esta es una constante del libro que ya formuló Holdërlin al señalar que “donde está la perdición, está la salvación”. Muerte y vida bullen en los tres escenarios: en la construcción de la identidad personal coexisten las heridas y los deseos de salud, en el contexto social conviven el decaimiento ambiental y las energías de lazos comunitarios, en las estructuras e instituciones que favorecen o debilitan. Pero no sorprende el poder destructivo del virus, que va de suyo, sino las ansias de salud que se han despertado.
Salimos de la pandemia con auténticas encrucijadas que obligan a decidir individual y colectivamente. Las encrucijadas se están presentando torpemente como oposiciones irreductibles: libertad frente a seguridad, cohesión frente a cambio, memoria frente a olvido, salud frente a economía. Se presentan incompatibles realidades que no lo son en absoluto. Son oposiciones asimétricas que pertenecen a campos semánticos distintos. Este enfrentamiento suele ser habitual tras el desmoronamiento de cualquier régimen y así llegamos a creer que no se puede ser israelí si se es árabe, ni comunista si se es occidental, o español si se es musulmán.
La primera dramatización de este mecanismo, en la pandemia, se ha producido en las elecciones a la Generalitat de Cataluña en las que se presentan como antagónicos ser catalán y ser español; o con la misma contundencia se establece un antagonismo asimétrico en la elecciones a la Comunidad de Madrid: Socialismo o libertad que sugiere que no se puede ser libre si se es socialista, ni madrileño sin ser liberal. En el segundo capitulo concluyo que no se puede combatir estas oposiciones con otras oposiciones igualmente reductoras sino cuestionado la mentalidad que subyace.
Sanear el antagonismo asimétrico -salud/economía, libertad/seguridad- nos lleva a revisar la mirada con la que afrontamos la realidad pandémica, los marcos cognitivo y afectivos con los relatos y categorías de análisis.
Depurar la mirada significaba desmontar el marco de guerra, que se estaba utilizando frente a la pandemia: estamos en guerra. No se trata sólo de un ejercicio filosófico sino de una crítica ideológica ya que mentalidades asentadas sobre las contraposiciones asiméticas solo generan sociedades enfrentadas e inquisitoriales, encaradas al exterminio de la otredad, sea diferencia ideológica, étnica o religiosa. El ensayo general es la oposición a las migraciones -o ciudadano o extranjero, o nosotros o ellos.
La parte central del libro explora los caminos de reconstrucción de la nuda vida tras la experiencia de haberse quedado, en la pandemia, sin adornos ni camuflajes, estamos en situación de experimentar la anatomía esencial y básica de la vida simple y llanamente como supervivencia. De golpe nos encontramos con la emergencia de un mundo común y compartido no solo a través de las mercancías sino de los peligros y amenazas de la COVID. El interés por la diversidad deja paso a la preocupación por la humanidad común.
Quedamos confrontados con el sentido de pensar y su máxima expresión en la confianza en la ciencia y en los expertos. Reconstruir la razón pasa hoy por saldar cuentas con la reducción científica de la razón. La experiencia pandémica ha mostrado el rostro pastoral del Estado, que cuida y procura, y a la vez su rostro autoritario que limita libertades y derechos ciudadanos. Asimismo hemos asistido al desbordamiento de la religión en todas sus expresiones: leyes, templos, creencias y forma de percibir a Dios en situaciones de catástrofe.
Entre tanto se han creado burbujas intimistas de espaldas a lo público, con la amenaza del individuo propietario. En el claroscuro nacen los monstruos en forma de mitos e ídolos, que oscurecen las mentes y se apoderan de los sentimientos.
Denuncio la idolatría de la salud, la naturalización de la crisis social, la militarización como círculo virtuoso del poder, la victimación que vacía de contenido a las víctimas reales. Proponemos despertar los potenciales para la salida que habitan en la vida cotidiana que no está todavía colonizada: el potencial de la memoria que resulta peligrosa, la imaginación creadora, que inventa el futuro, la pasión comunitaria que recrea la convivencia más allá de la casa y del jardín y el potencial de bondad que no se rinde ante los egoísmos suicidas.
La acción necesaria y las buenas prácticas nacerán de refundar la relación de ayuda, como un continuum que va desde la acogida a la inclusión, desde el acompañamiento a la defensa de lo débil. Asimismo será necesario recrear la cooperación entre los pueblos que abandone las relaciones asimétricas y las dependencias. La sociedad de cuidados asoma tras los descalabros de la pandemia y los descuidos de las relaciones afectivas y ecológicas. ¿Seremos capaces de refundar la ciudadanía más allá de la sangre, del territorio, del estado-nación?
Subyace a toda la reflexión la preocupación que formulé en mi libro “Cristianismo. Nuevos horizontes y viejas fronteras” (2016) Se parce este momento histórico, cuando el acontecimiento del Galileo buscaba instituciones legales, políticas, culturales, lingüisticas para vehicular la experiencia original. La pandemia ha sido un yacimiento de experiencias reveladoras, locales y globales, que abren una nueva perspectiva para la resurrección del cristianismo que propone Francisco.
La pandemia ha sido una manifestación más del mal que aqueja a nuestra sociedad, y que necesita se sanado desde su raíz: subsanar las estructuras sociales, basadas en el poder y el dinero, y más en profundidad, subsanar el egoísmo con la fraternidad. Ya sé que es pedir demasiado; no lo han conseguido los grandes líderes religiosos y sociales. Por lo menos intentémoslo a pequeña escala, ya sea movidos por nuestro constitutivo humano del amor o por la amenaza de nuevas pandemias ecológicas o belicistas.