A propósito de un libro de Hans Küng
La publicación de un librito de Hans Küng (La oración y el problema de Dios) en el portal www.atrio.org, dentro del debate “No-teismo y fe en Dios”, me brinda la ocasión de releerlo y de proponer unas reflexiones a su respecto.
Han pasado 30 años desde que el brillante teólogo y escritor suizo, en la plena madurez de su pensamiento, publicó este texto de apenas 100 páginas. ¡Cuánto ha cambiado la cultura global de la humanidad en estos 30 años, y cuán poco, prácticamente nada, el lenguaje y las prácticas de las grandes religiones! Sigue creciendo, hasta hacerse insalvable, la falla entre la religión y la cultura, cosa que el teólogo suizo, recientemente fallecido, nunca dejó de denunciar y lamentar.
La ruptura con la cultura –visión del mundo y forma de vida– trae consigo, más pronto que tarde, esta consecuencia que salta a la vista: la sociedad en masa da la espalda a la religión, una religión que nació para inspirar y animar, pero que ya no anima ni inspira porque quedó anclada en un mundo premoderno obsoleto. ¿Qué puede hacer la gente sino abandonar lenguajes, creencias y normas, oraciones, templos y misas –la misa, forma por excelencia de oración y presencia visible por antonomasia de Dios, según enseñaban los teólogos y el clero…–, cosas que ni entiende ni le aportan nada? La religión convertida en ruina.
Hans Küng lo constataba hace 30 años, y su libro quiere responder justamente a esta constatación: la oración ha entrado en crisis en la era moderna porque ha entrado en crisis la imagen teísta de un Dios personal exterior y omnipotente que interviene en el mundo cuando quiere. ¿Significa eso la desaparición de Dios y de la oración? Depende de lo que se entienda por oración y por Dios.
Si oras a Dios para que te dé éxito en tu examen, tu trabajo o tu matrimonio, si oras rezando para evitar algo que de otro modo sería inevitable o para lograr algo que de otro modo sería inalcanzable, si oras pidiendo a un Dios que puede escucharte y actuar o puede no hacerlo –él sabrá por qué–, tu oración es mágica, tu Dios es mítico. Ese Dios no existe, y tu oración es alienante, te enajena en lo que no existe. Tienen razón Feuerbach, Marx, Freud y Nietzsche, y todos los ateos. Y tienen razón todos los creyentes que, como Hans Küng, buscan hacer compatible con la razón la fe en Dios y la oración.
¿Qué es, pues, orar, y cómo podemos hacerlo? El brillante profesor de Tubinga enfoca las cuestiones decisivas con su precisión y agudeza habituales, y amplía la perspectiva de la fe en Dios y de la oración en diálogo con la razón moderna y con las diversas tradiciones religiosas. Su librito ilumina e interpela a la vez, incita a pensar. Sin embargo, y a pesar de la admiración que profeso a su autor, he de confesar que, 30 años después, el libro se me queda corto, y no precisamente por su reducido tamaño. Choco con dos problemas que son uno: oración y Dios.
La objeción de fondo es la imagen de Dios que, como a lo largo de toda la obra del autor, sigue siendo a mi modo de ver excesivamente “teísta”: Dios, afirma, es “partner” del orante, la oración es un “coloquio” (Yo-Tú) con Dios, Dios “escucha mi oración de petición”. Son expresiones cuando menos ingenuas para muchos orantes profundos y sorprenden un poco en un teólogo tan racional como Küng. Y me llama la atención que incurra en una flagrante contradicción de términos que se oponen en el mismo plano: excluye por un lado una “intervención milagrosa sobrenatural desde el exterior”, y afirma por otro tajantemente que el cristiano, cuando ora, debe confiar en una “intervención” de Dios; declara por un lado que “Dios nos sostiene, nos domina y nos rodea de una manera transpersonal”, y sostiene por otro que “la estructura Yo-Tú es constitutiva” de la oración. Sé bien que, hablando de Dios, nunca podremos resolver todos los elementos contrarios en un lenguaje unívoco. Pero a Hans Küng se le podría exigir una elaboración más rigurosa y matizada de tales afirmaciones opuestas.
Mi segunda objeción se refiere a la contraposición demasiado tópica y tosca que establece entre “la forma oriental de meditación impersonal con la forma occidental de oración personal”. Afirma con razón la importante presencia de la oración mística del silencio en la tradición cristiana, pero acaba enfrentando entre sí la oración mística que pone el acento en el vacío, la nada, el olvido de sí y el nirvana, por un lado, y, por otro, la oración “específicamente cristiana”, regida por “las normas del Evangelio de Jesucristo”, que pone el acento en la plenitud, la conquista del yo, el nuevo ser y la vida eterna. Llega a afirmar que “la meditación mística puede ser una forma entre otras muchas, pero ciertamente no la más elevada”. Me parecen aserciones superficiales e insuficientes.
Es hora de ir más allá. De entender y practicar la oración como expresión de la hondura de la vida y de todo lo real. De hablar de Dios con otras metáforas como Alma, Aliento y Corazón del mundo, de todo lo que es y que somos.
“Oración” viene del latín orare, hablar. Ciertamente, necesitamos palabras para decirnos ante nosotros mismos y ante los demás, en la red universal de yo-tú-nosotros-ello que formamos. Seres hablantes, necesitamos poner palabra a todo lo que somos y vivimos (carencia, plenitud y culpa, gozo y angustia), en busca de hondura. Las palabras pueden ayudarnos a llegar al gran silencio donde mana la vida y sanan las heridas más profundas. Entonces, la oración en palabras conduce a la oración en silencio, con método o sin método, en Oriente como en Occidente (más allá de nuestras etiquetas y geografías planas, Occidente es el Oriente del Oriente. y Oriente es el Occidente del Occidente: basta mirar el Globo de la Tierra).
La palabra es necesaria, sí, pero hablamos demasiado en nuestra oración –ya lo decía Jesús de Nazaret, y lo recuerda oportunamente H. Küng–. Nuestras misas, por ejemplo, son una verborrea ininteligible, difícilmente soportable. Que callen las palabras, sobre todo aquellas cuyo significado se nos ha vuelto absurdo y blasfemo, como cuando en la misa empezamos buena parte de las oraciones diciendo “Oh Dios todopoderoso” o repetimos sin cesar súplicas indignas de Dios y del orante tales como “Señor, ten piedad”, “Te rogamos, óyenos”… Esas palabras y tantísimas otras debieran simplemente desaparecer de la liturgia y de todas nuestras oraciones vocales, o cuando menos ser sustituidas por otras que nos conduzcan al Silencio profundo –nombre de Dios– donde brota y se restaura nuestra vida. Será imposible si nos aferramos a nuestras palabras y sus significados, que son siempre inevitablemente constructos humanos culturales.
¿Oramos a Dios? Sí, también: oramos a Dios, es decir, nos expresamos ante Dios, Alma, Aliento, Corazón de todo. En la pobreza y en la abundancia, en el gozo y en la pena, nos expresamos: damos gracias, suplicamos, alabamos, pedimos perdón a todo, al Todo en todos los seres. Cuando abrazo a un árbol, saludo a una roca, agradezco a la lluvia, alabo al sol o pido perdón a quien he herido… abrazo, saludo, agradezco, alabo, pido perdón a Dios en todos los seres. Simplemente digo “aquí estoy”. Pues Dios, más allá de categorías como personal e impersonal, más allá de toda identidad y alteridad, es el Yo de mi yo, es el Tú en todo tú, incluso en el tú que soy yo para mí mismo, es la Comunión del nosotros que formamos todos los seres.
Cuando oramos, como cada vez que hablamos, nos expresamos en forma dialogal, pero cuando nos expresamos a fondo, “oramos” –a saber, somos y nos decimos– “ante” Dios o “en” Dios, ante el Todo o en el Todo, en el Fondo de lo Real más allá de unidad y dualidad, en mismidad sin ensimismamiento y en relación sin dualidad. Ya que Dios y mundo no son ni uno ni dos, de algún modo similar a como el cerebro y la conciencia no son ni uno ni dos.
¿Oramos a Dios? Sí, pero sobre todo Dios –Alma y Aliento y Conciencia de cuanto es– ORA, se dice, es, hace ser en nosotros, en todo lo que es. Todo ora, se ora o se expresa continuamente. Dios se ora en el llanto y en la risa, en el canto de los pájaros y de los vientos, en la música de los átomos y de las galaxias, y en la vibración del vacío del que el universo nace sin cesar.
Aizarna, 12 de junio de 2021
En cierta ocasión le preguntaron a UNAMUNO QUE “si creía en Dios”, y Unamuno, a su estilo respondió:: Depende de lo que usted entienda por CREER y DIOS”. No era nada banal la respuesta. Ya sabemos lo que responderían aquellos que siguen la doctrina de la I.C.Pero quieran o no, es SU VERDAD, pero ¿LA VERDAD?. ¡¡Ay amigo.!!! Eso es mucho decir puesto que si desde esa Institución se nos dice que “a Dios nadie lo ha visto”, ¿cómo lo saben?. Y te dirían,seguro: POR LA FE. La llamada “fe del carbonero” supongo, o por la gracia. ¿Gracia?. No sería la misma que hizo a Franco, “Caudillo de España, POR LA GRACIS DE DIOS¡¡¡¡Vamos, digo yo. Aunque el papa Pio XII y todos sus obispos o casi todos, dijeran que sí; que esto no va de mayorías o minorías, según creo¡¡¡¡ A mi, me basta con observar con asombro una noche estrellada allá por los altos de Hormas, en la sierra de Riaño. O en el Teso del Higar, en San Miguel de la Ribera….mi aldea.
Giordano, te describes siguiendo el camino de los místicos..Creo reconocer lo que dices pues tengo familiares y amigos que están situados por ahí..El peligro es creer que todos debemos alcanzar ese atajo y es que algunos no llegarán a pesar de todo el esfuerzo.. A algunos les cuesta “ver”,… como al ciego Bartimeo que suplicaba a Jesús: “Señor, que vea”. Y Jesús le concedió su deseo.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Ana, así llevo sintiéndome yo, hace muchísimos años ya. Pero no me siento vacío de Dios.Sólo del de aquella Santa Madre Iglesia nos vendió, desde su PODER OMNÍMODO.Que nos enseñaba a cantar: ¡¡¡Perdona a tu pueblo, señor, perdona a tu pueblo, perdonale señor. No estés eternamente enojado, perdónale señor” ¡¡¡Que horror!!!. ¿Se puede vivir limpiando a fondo tanta basura?. ¡¡¡Claro que se puede!!!¡¡¡¡Cuanta razón cuando Juan Herrero dice : No podemos saber como es Dios, pero sí al modo apofático, o sea lo que no es No es EMBUSTERO,vengativo, sádico, y más y más y más…… y cuando nos dice SALVADOR SANTOS, “el primer motor del Galileo es la PRAXIS”, todo queda nítido. Los hechos son la guía fundamental está ahí. HECHOS, HECHOS, HECHOS. No hacer daño, bajo el impero de tu conciencia, libre de fórmulas mágicas.Borra todo aquello que nos anuló como seres libres,no alienados, pues es esa libertad la que nos ha sido regalada, y usarla con su correspondiente responsabilidad.Un cordial abrazo, amiga Ana.
También yo me considero un buscador, amigo José Arregi. Convencido además de que la mayoría de mis ideas -también las que tengo acerca de Dios y de la religión- son en gran medida provisionales. Cuando observo, pienso o hablo, lo hago desde mi perspectiva y mis datos -y limitaciones- actuales. Y porque quiero seguir aprendiendo, trato de escuchar y estar siempre dispuesto a revisar, si me ayuda a mejorar algo… Por eso, no estás solo, Antonio. Tú también me enseñas y comparto muchas cosas contigo. Aprendemos unos de otros, incluso de las imprecisiones o errores (propios y ajenos) Los errores pueden ayudar a pensar, a madurar y a progresar… La historia nos lo recuerda con frecuencia. De ahí la importancia de escucharnos, de no sobrevalorarnos, de evitar rigideces, de ser humildes… y receptivos, que es la mejor forma de ser inteligentes y de buscar la verdad. Vamos -y somos seres- en evolución madurativa, aunque esa maduración madurativa sea siempre muy relativa, y necesitada de nueva revisión… Lo que hoy pensamos, será revisado mañana, al menos en algunos aspectos. Somos seres con ideas y formas de vida en devenir… Esto es muy importante repetirlo, pues en el ámbito religioso tradicionalista, sacralizado, no se admite esta postura… La Iglesia oficial dejó de ser, desde hace mucho tiempo, buscadora…, sin tomar conciencia de que su ser, en muchos aspectos, también se halla en fase de evolución y de maduración progresiva, incluso en el concepto de Dios y en el de oración…
Y porque éramos (y seguimos siendo en muchos aspectos) inmaduros, necesitamos recurrir al antropocentrismo para explicarnos (y en parte complicarnos más) y aclararnos algo en nuestro concepto de Dios… Nuestro desarrollo evolutivo no nos permite ir de prisa y más lejos… Cosa que si no asumimos, encontraremos dificultades para dialogar, para acercarnos y entender posturas distintas… El homo sapiens es menos sapiens de lo que muchas veces se cree.
¿A dónde voy con esta reflexión? Pues a que nuestro concepto humano de Dios es demasiado humano -y por ello inmaduro y relativo- y en este caso nuestra oración es frecuentemente una proyección de nuestra inmadurez. Cuando reflexiono este tema, recuerdo las palabras del Pentateuco: A Dios no lo podemos ver, porque si lo viésemos moriríamos… Moriríamos -es mi interpretación aquí- con nuestros antropomorfismos y nuestro concepto inmaduro de Dios… para renacer y ver y pensar de otra manera. Y mientras no muramos, nuestras ideas religiosas entrarán en un estado de ruina…, que alguien reparará… Estoy seguro.
Esa vuelta-conversión será una vuelta, no a los teólogos tradicionales consagrados, sino una vuelta al Evangelio del Reino del Dios de Jesús de Nazaret. Es decir, al Padre Abbá, al padre del hijo pródigo…, y al que se puso en el último banco del templo para orar… en silencio, humilde. O también al que se parece y se acerca al Padre como un niño, pidiendo una manita para que venga a nosotros su Reino. En el Padre Nuestro, rezado con el corazón de un niño, se encuentran los temas básicos de la mejor oración. De esa oración que responde al deseo expreso de Dios. Oración que no busca resultados mágicos, sino progresos muy inmediatos a la vida nuestra de cada día. Progresos íntimos y externos, sociales.
No sigo, para acabar ya. Solo añadir una vez más que el formato de la Eucaristía debe cambiarse muy a fondo. Está hecho todo él, incluidas sus oraciones con una mentalidad patriarcal viejotestamentaria, demasiado antropomórfica…, muy lejos del espíritu evangélico. Cuando voy a una Eucaristía, voy porque allí está Él, pese a todo.
¡Bien! Hace muchos, muchos años que he deseado…deseo…ese cambio tan fundamental para nuestro crecimiento personal y grupal.
Gracias por decirlo tan claro y de manera sencilla; hace ya mucho tiempo, que me “jubilé” de los ritos vacíos de sentido, y llenos de “magia”.
Gracias.
1. ¡Gracias, amigas/amigos Isidoro, Ana Rodrigo, Gonzalo Haya, Mª Pilar, Antonio Duato, por todos vuestros comentarios! En cada uno de ellos encuentro lucecitas y estímulos –y mucha humanidad– para seguir caminando y pensando. ¡Gracias!
2. Los comentarios de Gonzalo y de Antonio advierten con razón el punto débil y discutible de mi crítica: la supuesta contradicción de H. Küng sobre la “intervención” de Dios. Seguramente me pasé en el tono y en el contenido. Lo siento. Efectivamente, Antonio, en ¿Existe Dios? (y en otros libros como Creo, Lo que yo creo, El principio de todas las cosas…), el autor se explica expresamente sobre la intervención “no sobrenatural” pero real de Dios. ¿No hubiese sido deseable que también en el librito sobre la oración del que hablamos apuntara lo esencial al respecto?
3. Este texto sobre la oración lo leí en italiano hacia el año 2000, en Asís. Hoy mucho más que entonces, tengo la impresión de que Küng, que en este texto como en otros muchos libros como los que acabo de mencionar apunta expresamente hacia el carácter “transpersonal” (y por lo tanto transteísta) de Dios, a la vez se refiere a Dios excesivamente como “el Dios bueno” que, con un buen designio, creó el mundo al comienzo del tiempo, Dios como “causa primera” que explica por qué existe el mundo y por qué podemos confiar en su buen desenlace final… Como sin atreverse a dar un paso adelante hacia el umbral, en el límite (y el riesgo) del lenguaje.
4. Pienso que no tenemos por qué seguir manteniendo la imagen concreta (cultural) de Dios que Jesús tenía en su vida y en su oración (GH). Es una imagen judía de Dios de hace 2000 años. Jesús habló de Dios en coherencia con la cosmovisión y el lenguaje dualista de su cultura. Nosotros deberíamos hacerlo en coherencia con la cosmovisión y el lenguaje no dualista (ni monista) propio de nuestra época. Echo mucho en falta esa teología, esa nueva manera de hablar de Dios. Invoco al Espíritu, que nos alienta en todo y que todo encarna, como Yo-Tú-Ello y más allá de todo.
5. Me cuesta aceptar que la intervención de Dios quede como confinada a “algunos momentos” transcendentales (A. Duato) o entendida a la en “influencia ejercida en la conciencia que se ha hecho sensible a esta influencia” (GH).
6. No soy más que un buscador. A cada paso y en cada diálogo, mucho o poco, siempre va cambiando nuestra perspectiva.
Hola señor Arregi.
Salgo un momento de mi estado de WhatsApp para decir que su punto número cuatro es magnífico. Pero ahí su generación, que es la mía, tiene la batalla perdida. Pero no importa, lo ganarán las siguientes generaciones. Porque ahí está la clave. Si seguimos con esa idea de Dios , tal y como la tenía Jesús, es imposible avanzar. Y si seguimos con la resurrección tal y como nos la han contado, también.
No se cansen. Sigan.
Le iba a escribir un correo, pero me da pereza. Sé que usted me entiende tan bien como yo a usted.
Suficiente.
Y vuelvo a mí WhatsApp, del que quizás nunca debí salir.
Seguiré leyéndole.
Un abrazo y mucha suerte.
Creo que la “nueva manera de hablar de Dios” no puede ser desligada de la naturaleza trascendente de El mismo. Por eso el Jesús de la época del siglo I no hablaba sólo para los judíos sino para los seres humanos de todos los tiempos. Nuestra interpretación actual ha de captar lo esencial del Reino y de Su Iglesia pues El mismo nos dice: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos” (Mateo 28:20)
El Dios de Jesús se aleja del de los filósofos y nos revela la intimidad real del Dios de Abraham y de Jacob. Jesús vino a definir la verdadera identidad de Dios. Jesús nos revela al Padre con el que dialoga constantemente. Y a Felipe que le dice “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” le responde “Tanto tiempo he estado con vosotros y ¿no me has conocido, Felipe?”……y a Tomás que le pregunta ¿Como podemos conocer el camino?..Jesús le responde: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por Mi” (Juan 14: 1-11) POR eso Cristo a pesar de ser “hombre de Su época” hablaba para “todos los tiempos” No podemos improvisar.
En el “hombre Jesús se revela el “innombrable” del AT.En Jesús conocemos a Dios. El es el “revelador” de Dios y la Revelación de Dios. Conocer a Jesús, no es conocer a un profeta más que nos viene hablar de la vida de la tierra, sino que por El conocemos la ternura del amor del Padre.
Un saludo cordial
Santiago Hernández
Hola Santiago.
Ya sabe cómo pienso. También sé cómo piensa usted. Le he dicho mil veces que la postura oficial de la iglesia durante veinte siglos o diecisiete es la suya.
Pero los tiempos cambian. La idea de lo que pueda ser o no Dios, también. Porque nuestra visión del mundo que nos rodea es sencillamente otra.
Precisamente lo que intentamos es acercarnos a Él o a Ello y no seguir alejándonos. Nada tiene que ver con Jesús. Por supuesto que nos enseñó un camino, por supuesto que habló para todos los siempres, para los del siglo XXI también, pero tenemos que adaptarlo a nuestra mentalidad. No tenga miedo . Precisamente lo único que se salva de todo este tinglado es la figura de Jesús. Por eso no se tira la toalla. Sería una pérdida enorme para todos, para todas. Nos hacen falta ideas como las suyas, referentes como él. Y luego si es Dios o no , qué más da? Me alegro un montonazo por las personas que tienen ese convencimiento, como usted, como otros que leo aquí. Me encanta. Pero hay otros que nuestra cabeza no nos deja pensar que determinadas cosas hayan sido como nos han contado. Dónde está el problema? Tenemos derecho a buscar nuestras respuestas.
Quería despedirme de usted. Ha sido divertido. Ha tenido una paciencia conmigo de tamaño natural. Pensamos muy diferente y me da exactamente igual. Guardaré siempre un recuerdo estupendo de usted.
Un abrazo fuerte.
Mucha suerte.
Claro que los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos pero las “esencias” son las que permanecen… Fuimos y somos fundamentalmente, esencialmente y sustantivamente humanos tanto en el siglo I como en el XXI y son los valores que nos hacen personas los que deben permanecer.
Jesús fue el único capaz de cambiar las “eras” y cambiar radicalmente al mundo, no solamente lo que pertenece a la perspectiva externa sino nuestra vida íntima..Por eso las tinieblas del mundo desaparecieron a su venida a la tierra en carne mortal para “clarear” el panorama. El paganismo antes y después de Cristo NO mejoró a la humanidad, y la brevedad de la vida no ofrecía muchas esperanzas en cuanto a nuestra permanencia y optimismo futuro, excepto en los seres irracionales donde no existe conciencia de realidad. Pero nosotros si vivimos cada uno y cada día el problema existencial de nuestra misma realidad que nos hace inquirir el sentido de lo que hacemos y experimentamos….Por eso Jesús dice: “Para juicio vine yo a este mundo: para los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos”..(Juan 9: 39)
La paciencia suele ser mutua. Se agradece.
Un saludo cordial
Santiago Hernandez
Veo que en este debate que hemos acogido en ATRIO me estoy quedando solo. Bueno, ayer Gonzalo Haya expresó muy bien sobre la no contradicción de Kúng lo que yo pensaba decir con más “rollo”. No me resulta fácil expresar mi posición en un texto que a lo mejor después, por ser muy largo, es leído por muy pocos. Sin dejar de dar tiempo para que el debate en conjunto vaya madurando y esperando que haya una ocasión pública para exponer los diversos pareceres, tal vez sea necesario ir debatiendo afirmaciones con las que no estoy de acuerdo, sea de autores que de comentaristas.
Dice Arregi, discutiendo con Küng: “Me llama la atención que incurra en una flagrante contradicción de términos que se oponen en el mismo plano: excluye por un lado una “intervención milagrosa sobrenatural desde el exterior”, y afirma por otro tajantemente que el cristiano, cuando ora, debe confiar en una “intervención” de Dios; declara por un lado que “Dios nos sostiene, nos domina y nos rodea de una manera transpersonal”, y sostiene por otro que “la estructura Yo-Tú es constitutiva” de la oración. Sé bien que, hablando de Dios, nunca podremos resolver todos los elementos contrarios en un lenguaje unívoco. Pero a Hans Küng se le podría exigir una elaboración más rigurosa y matizada de tales afirmaciones opuestas”.
Él no te va a poder contestar, José, pero yo estoy de acuerdo en los dos tipos de afirmaciones que hace Hans y te contesto desde mi razón y mi fe. Yo no creo en que se produzca una intervención milagrosa sobrenatural en los muchos casos en que privada o públicamente se dice en las religiones que ha habido un milagro. Y me rechina ese maratón de rosarios que el papa ha establecido por la ruta de los principales santuarios de mundo, como las antiguas rogativas en caso de pestes. Pero yo, que no puedo dar razón de cómo funciona naturalmente el universos y su complejo sistema de causalidades y factores mariposa, sí que sé algo de lo que pasa en ese universo interior: mi universo de materia organizada –unos cuatrillones de átomos, organizados en unos 26 billones de células todas funcionando al mando de kilo y medio de mi triple cerebro– constituyendo un sistema único e irrepetible. Soy capaz de entender que hay momentos (tal vez pocos y pequeños, pero con trascendencia) en que puedo elegir, ser libre y crear. En esos momentos percibo en mí algo mío y algo no mío, que me trasciende, algo que hace posible y respeta mi libertad, pero que puedo razonablemente atribuir a un Tú que me sale al encuentro y con el que tengo una relación de ser a Ser, de yo a Tú.
José: claro que se le puede exigir a Küng más rigor para explicar su aparente contradicción. Pero podrías encontrarla en su grueso libro ¿Existe Dios? (sobre todo la 7ª parte (G) y más en concreto el apartado ¿Interviene Dios?) al que él hace continua referencia en ese texto que escribió para un libro en italiano de La Morceliana, que se publicó en 1991. Por cierto, dices que lo has releído ahora en Atrio. ¿Es que conocías el libro colectivo en italiano de 1991? Porque, que yo sepa, ese texto no se publicó por separado ni en alemán ni en español hasta 2019 en el librito de San Pablo.
No entro en estas “discusiones”:
Primero, porque no estoy preparada por desconocimiento de algunos textos; segundo, porque a mí, desde muy joven, me encanta el:
¡Silencio ante el Misterio!
Y de ese silencio… hay momentos…de gran luz ante el Mensaje de Jesús, que es lo que personalmente llena mi vivir cotidiano.
Un abrazo.
Hablaba ayer de cambios sucesivos de Eras, y quizás con ese nombre rimbombante de “Era” caemos en la magia engañosa y tramposa de las palabras.
Nos hace creer algo así, como con los actos de una obra de teatro, en los que la escenografía separa muy bien uno de otro, con la caída del telón, un pequeño entreacto, y una nueva subida del telón con lo que se empieza el acto siguiente.
Lo de las Eras, es una convención arbitraria que utilizamos para entendernos. La evolución cultural es siempre continua, infinitesimal, no discreta.
Se suelen señalar como hitos liminales o fronterizos, ciertos sucesos, o ideas concretas, que parece que marcan el paso de una situación a otra. Una especie de ritos de iniciación cultural.
(“El término rito de paso o rito de iniciación alude a un concepto que designa un conjunto específico de actividades que simbolizan y marcan la transición de un estado a otro en la vida de una persona -Wiki).
Pero eso es solo una convención cognitiva, de nuestra limitada mente, que por principio procesa todo linealmente, una cosa detrás de la anterior, y con ello genera a veces una falsa sensación de causalidad desde lo anterior a lo posterior.
La realidad es que las diferentes Eras culturales, no son más que el resultado de un continuo incremento de nuestros conocimientos de la realidad.
La realidad la representamos como un cuadro general puntillista: cuantos más puntos disponemos y cuanto más certeros sean esos puntos, el cuadro va adquiriendo una nitidez mayor y creciente. Es como los píxeles de las cámaras fotográficas o de las televisiones.
Y así, lo que en principio, nos parecía x, según vamos aumentando la nitidez, ya nos parece y, y al final acaba pareciéndonos z.
Acordaos de aquel chiste del astrónomo con las gafas sucias, que había descubierto siete nuevas lunas de Mercurio, (hasta que se limpió las gafas).
Esa es la grandeza del aprendizaje continuo. Ya dice Antonio Escohotado, que “aprender significa disfrutar cambiando de idea”.
Todo lo anterior, viene a cuento de la frase de Santa Teresa del principio, que es un “a Dios rogando, pero con el mazo dando”, pero en más fino.
Y profundizando en el tema de la oración, esa posible actuación de “Dios” en la mente humana, de la que hablaba Gonzalo, no se sabe a ciencia cierta si proviene de Dios directamente o no.
Pero lo que la psicología hoy día ya conoce muy bien, es que en la mente humana, disponemos de unos sistemas internos de “asesoramiento”, “el Yo arquetípico, o el daimon de los griegos.
Marco Aurelio alude de continuo a ese Dios o duende que habita con nosotros y que algunos identifican con el ángel de la guarda o con otros nombres, en realidad una especie de doble o “gemelo cuántico” con el que veces mantenemos conversaciones, (Francisco Traver).
Este “daimon” o arquetipos sabios, se activa autónomamente, mediante resonancia de inputs exteriores o pensamientos nuestros, y la sensación de angustia más o menos larvada ante nuestras dificultades, lo inicia, estimulando nuestra creatividad, que aflora mediante intuiciones, que parece que provienen de “otro”.
Por eso la “oración” es efectiva, y funciona. Aquí se da un caso más, de cómo la Iglesia acierta equivocándose, o se equivoca acertando, y muchas cosas funcionan, pero no por la razón que se aduce, (la intuición es sabia, pero no la racionalización posterior = como casi siempre la razón falla más que una escopeta de feria).
Ya se sabe que siempre la gracia actúa, según la naturaleza. Y cuanto más conocemos el funcionamiento de la naturaleza, más retrocede la figura del Dios personal teísta, que actúa en persona.
Isidoro, me suelen gustar todos tus escritos, en especial me gusta éste. Me haces reflexionar, pensar e ir persiguiendo ese horizonte, siempre en movimiento pero que nos lleva a cambiar siempre, a no estar inactiva, parada, quieta.
Los cambios de era no se producen de la noche a la mañana, sino cuando esa microevolución cotidiana madura y condensa todo lo que estaba ocurriendo antes. En este antes, es donde radica la diversidad de las personas y los grupos sociales.
Por ejemplo, el cura de Canarias que ha culpabilizado a la madre de las niñas asesinadas por el padre, no vive en este mundo, se quedó muy atrás cuando le enseñaron que el matrimonio consistía en mantener la desigualdad y en que la mujeres aguantaban todo lo que se le ocurriese al hombre que la poseía como su propiedad.
A la Iglesia oficial le pasa lo mismo, sigue anclada en la Edad Media y antes, mientras la sociedad camina, se mueve, razona, exige derechos para todos y para todas, etc. Al mismo tiempo que su teología no interesa a nadie que viva este momento del siglo XXI, aunque haya residuos sociales que no quieren mover sus pensamientos, su mente, su razón. Estamos viendo la ruina que se le viene encima, pero sus responsables no quieren verlo.
En ese “antes”, están l@s pioner@s que se llevan los palos. Acabo de leer las Memorias de Pepe Castillo y cómo mientras él avanzaba, le llovían las condenas hasta echarlo de la cátedra y de la Facultad de Teología de Granada, como un apestado, sin explicaciones. Mientras que ahora todo lo que él, y otros muchos profetas de verdad, decían, se ha convertido en verdades oficiales. El Papa Francisco le llamó por teléfono, ha leído alguno de sus libros y lo recibió en el Vaticano. La realidad tal cual.
Isidoro, frecuentemente al final de estas reflexiones y diálogos tengo la impresión de que caminamos por el filo de la navaja.Basta que nos inclinemos un poco para que caigamos del lado de la fe en la Divinidad o del lado de la naturaleza y, una vez que caemos de ese lado, cargamos con todas sus consecuencias. Yo apuntalo el lado de la Divinidad con la experiencia de unos valores -justicia, amor, bondad – cuyo imperativo categórico puede transgredirse, pero cuya existencia no puede negarse. Esto puede explicar nuestras propias contradicciones y discrepancias.
Yo también choco con una dificultad al leer este texto de Arregi, porque todo el evangelio está imptregnado de oración dialogada, a veces de reconocimiento y alabanza, pero también de petición. Y no creo que sea blasfemo, ni que sea dirigirse a un ídolo, cuando Jesús piede al Padre que perdone a los que le insultan y crucifican, o cuando nos enseña a pedir nuestro pan de cada día. Hasta hace poco decíamos: mi Dios es el Dios de Jesús, no el de los filósofos, y muchos ahora dudan de poder decir lo mismo. Ciertamente Jesús adoptó pedagógicamente el lenguaje popular, quizás demasiado simple e ingenuo, pero también lleno de humildad.
Ni creo que sea una contradicción de Küng el rechazar una “intervención milagrosa sobrenatural desde el exterior”, y afirmar por otro tajantemente que el cristiano, cuando ora, debe confiar en una “intervención” de Dios”. No veo contradicción porque la intervención de Dios no tiene que ser “milagrosa y desde el exterior”, puede ser una influencia ejercida en la conciencia que se ha hecho sensible a esta influencia.
Creo que el problema que tienen los impulsores del No-teísmo es que siempre se refieren a “un Dios personal exterior y omnipotente que interviene en el mundo cuando quiere”, y frecuentemente con la expresiva caricatura del Dios que habita “en el piso de arriba”. Creo que ya hemos asimilado que la trascendencia no contradice la inmanencia.
Es verdad que nos hemos hecho un Dios muy antropomórfico, y que tenemos que insistir más en el Dios Espíritu. Es verdad que todo lo que digamos de Dios resulta falso (apofatismo, via negationis), pero también podemos afirmar que es verdadero. Santo Tomás resolvió esta contradicción al enseñar que tdoda palabra sobre Dios es analogía (metáfora, símbolo, diríamos ahora). Y necesitamos esas palabras para reconocer y expresar nuestros sentimientos.
Comprendo que el No-teísmo puede ser una actitud conveniente para desintoxicarnos del excesivo teísmo, y para restablecer el diálogo con la ciencia; siempre que se mantenga el reconocimiento respetuoso del Misterio trascendente (e inmanente).
Escuché decir en una ocasión a María López Vigil, “Yo soy atea del dios me enseñaron”. Pues eso es lo que me pasa a mí hace un tiempo, pero a mí me ocurre que aún no he encontrado las palabras a los nuevos conceptos que yo me he ido formando sobre Dios y sobre la oración. Tenía tantos absurdos metidos en la cabeza, que, una vez eliminados, no puedes quedarte en el vacío.
Como dice Arregui, la sociedad evoluciona, la teología y su lenguaje se han quedado en otros contextos sociales y culturales, la gente abandona, la Iglesia y las religiones siguen a lo suyo, y, como se ha dicho, el catolicismo y la iglesia están en el camino de la ruina. Se ha quedado en constructos humanos y, como dice Castillo, se ha olvidado del Evangelio, de la esencia.
No intervine en ninguno de los hilos de atrio sobre el libro de Hans Kung, porque no sabía qué hacer con mi “nueva fe”, ni cómo expresarla en palabras. En este escrito de Arregui me he encontrado con lo que yo pienso y siento y que nunca lo sabría expresar como lo ha hecho Arregui.
Los humanos, actuamos mediante una biblioteca o archivo de patrones de conducta preestablecidos, la mayor parte heredados genéticamente, que la cultura reinante, escoge especialmente.
Y uno de los patrones de conducta que activamos desde la infancia es el de la sumisión al superior. Este proviene del arquetipo o mente tribal, en el que la sumisión al “jefe”, garantiza buen trato y cuya omisión genera graves represalias.
Desde niños, aprendemos a quien hay que “respetar”, y aprendemos a chantajear moralmente a nuestros padres, para conseguir lo que queramos, con un repertorio desde llantos, rabietas, a besitos y sonrisitas simpáticas.
La “oración” a “Dios”, es una aplicación más de este patrón de conducta, por eso, todo el mundo está de acuerdo de que es inútil en la práctica, pero responde a una necesidad interior psicológica, que nos calma la ansiedad y el estrés.
(Digo que todo el mundo está de acuerdo en su inutilidad práctica, pues la misma Iglesia, con el “Ora et labora”, lo reconoce en la práctica, regla que se extendió de regla de vida práctica de los monjes, a actitud en nuestra relación con Dios, respecto a nuestros problemas personales).
Por otra parte nuestra mente está cableada neuronalmente, para relacionarnos con personas o cosas. No para relacionarnos con entes abstractos tipo Dios-inconmensurable fuerza creadora.
En resumen la oración tradicional es algo del pasado. Lo que sucede es que quizás todavía un 90 % de las personas viven en el pasado. (Y no pasa nada por ello, solo que se les acumulan las contradicciones internas).
Estamos en pleno cambio de Era. Lo que valía en el Paleolítico, ya no nos sirve en el Neolítico. Y lo que nos valía en el Neolítico agrícola-ganadero, no nos valió para la Era moderna Industrial. Y lo que nos valió en la Era moderna Industrial, ya no nos vale en la Era cibernética postmoderna.
Por eso cada uno debe orar en función de la Era en la que vive. “El mejor vino es el más viejo, la mejor agua es la más nueva. Una misma ley para el buey y para el león, es opresión”, nos dice Blake.
Y el maestro Machado lo confirma:
“El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
para el sediento, el agua; para el borracho, el vino”.