Ya está en la web y pronto de distribuirá en papel un nuevo número de Iglesia Viva
285: Verdad y posverdad en el discurso público
Son muchos los aspectos y problemas que se tratan en este número, coordinado por la misma directora, Teresa Forcades, que ya fue adelantado en una mesa redonda clebrada el 24 de marzo.
ATRIO acogerá aquí cuantos comentarios se quieran hacer al número en conjunto o a sus diversos artículos. Y reproduce íntegramente un texto de Simone Weil en Página Abierta, que con ochenta años de anticipación presenta la necesidad de proteger a los ciudadanos, en su derecho a la verdad, de ser manipulados por Fake News y por una llamada posverdad que, valiéndose del derecho a la libertad de expresión, no es sino pura y criminal mentira.
El derecho humano a la verdad en los medios públicos
Por Simone Weil (1909-1943). Filósofa, activista política y mística francesa
Texto tomado de la obra L’ENRACINEMENT. Prélude à une déclaration des devoirs envers l’être humain. Paris, 1943. (traducción: T. Forcades)
La verdad
La necesidad de verdad es más sagrada que cualquier otra. Pero nunca se menciona. Da miedo ponerse a leer tras darse cuenta de la enormidad y la cantidad de falsedades materiales que están expuestas sin vergüenza, incluso en los libros de los autores más reputados. Así leemos como si bebiéramos de un pozo dudoso.
Hay hombres que trabajan ocho horas diarias y hacen el gran esfuerzo de leer por la noche a fin de instruirse. No pueden hacer verificaciones en las grandes bibliotecas. Creen a pies juntillas el libro. No tenemos derecho a darles de comer falsedades. ¿Qué sentido tiene alegar que los autores actúan de buena fe? Estos autores no trabajan físicamente ocho horas al día. La sociedad los alimenta para que disfruten y hagan el esfuerzo de evitar el error. Un guarda-agujas que causara un descarrilamiento sería mal recibido si alegara que lo ha hecho de buena fe.
Con más razón es vergonzoso tolerar la existencia de periódicos en los cuales todo el mundo sabe que no se mantiene a ningún colaborador si no consiente a alterar conscientemente en ciertas ocasiones la verdad.
El público desconfía de los periódicos, pero su desconfianza no le protege. Al conocer en líneas generales que un periódico contiene verdades y mentiras, el lector reparte las noticias entre estas dos secciones al azar, en relación con sus preferencias personales. Así se cae en el error.
Todo el mundo sabe que, desde que el periodismo se confunde con la organización de la mentira, constituye un crimen. Pero todo el mundo cree que es un crimen que no puede ser castigado. ¿Qué puede impedir castigar una actividad tras haberla reconocido como criminal? ¿De dónde puede proceder la extraña noción de ‘un crimen que no puede ser castigado’? Es una de las deformaciones más monstruosas del espíritu jurídico.
¿Acaso no ha llegado el momento de proclamar que todo crimen discernible puede ser castigado, y que estamos dispuestos, llegada la ocasión, a castigar todos los crímenes?
Algunas medidas fáciles de salubridad pública protegerían a la población contra los atentados a la verdad.
La primera sería la institución, para dicha protección, de tribunales especiales, altamente respetados, compuestos por magistrados especialmente escogidos y formados. Estarían obligados a castigar con la reprobación pública cualquier error evitable, y podrían infligir prisión y presidio en caso de reincidencia frecuente, agravada por una mala fe demostrada.
Por ejemplo, un amante de la antigua Grecia que leyera en el último libro de Maritain: ‘Los más grandes pensadores de la antigüedad nunca habrían soñado en condenar la esclavitud’, citaría a Maritain ante uno de estos tribunales. Aportaría como prueba el único texto importante que ha llegado a nuestros días sobre la esclavitud, el de Aristóteles. Haría leer a los magistrados la frase: ‘Algunos afirman que la esclavitud es absolutamente contraria a la naturaleza y a la razón’. Haría observar que nada nos impide suponer que estos ‘algunos’ se encuentran entre los más grandes pensadores de la antigüedad. El tribunal censuraría a Maritain por haber publicado, cuando le era tan fácil evitar el error, una afirmación falsa que constituye, aunque de forma involuntaria, una calumnia atroz contra toda una civilización. Todos los periódicos, semanarios y demás publicaciones, todas las revistas y la radio tendrían la obligación de dar a conocer al público la censura del tribunal y, llegado el caso, la respuesta de Maritain. En este caso preciso difícilmente podría haber alguna.
El día en que Gringoire [un semanario político y literario fundado en 1928 que se convirtió en la revista más leída por la derecha] publicó in extenso un discurso atribuído a un anarquista español que se había anunciado como orador en una reunión en París, pero que en realidad, en el último momento, no había podido salir de España, un tribunal de este tipo no habría sido superfluo. Siendo en este caso la mala fe más evidente que dos y dos son cuatro, ni la prisión ni el presidio no hubieran sido demasiado severos.
En un sistema así, estaría permitido a cualquiera, tras reconocer un error evitable en un texto impreso o en una emisión radiofónica, presentar una acusación ante uno de estos tribunales. La segunda medida sería prohibir absolutamente toda propaganda de cualquier especie por la radio o en la prensa diaria. Solamente debería permitirse a estos dos instrumentos servir para la información no tendenciosa.
Los tribunales mencionados velarían a fin que la información no fuera tendenciosa.
En relación a estos instrumentos de información, los tribunales podrían juzgar no solamente las informaciones erróneas, sino también las omisiones voluntarias o tendenciosas.
Los medios en los cuales circulan ideas que se desea dar a conocer tendrían solamente acceso a publicaciones semanales, quincenales o mensuales. No hay ninguna necesidad de una frecuencia mayor si lo que se desea es hacer pensar y no embrutecer.
La corrección de los medios de persuasión estaría asegurada bajo supervisión de los mismos tribunales, que podrían suprimir una de estas publicaciones en caso de alteración demasiado frecuente de la verdad. Cuando eso ocurriera, sus redactores podrían hacer que la misma publicación apareciera de nuevo bajo otro nombre.
En todo ello no existiría el más mínimo atentado contra las libertades públicas. Se satisfaría así la necesidad más sagrada del alma humana, la necesidad de protección contra la sugestión y el error.
Sin embargo, ¿quién garantiza la imparcialidad de los jueces?, nos preguntamos. La única garantía, aparte de su absoluta independencia, es que provengan de medios sociales muy distintos, que estén naturalmente dotados de una inteligencia amplia, clara y precisa y que estén formados en una escuela donde reciban una educación, no jurídica sino ante todo espiritual, e intelectual en segundo lugar. Es necesario que se acostumbren a amar la verdad.
No hay ninguna posibilidad de satisfacer en un pueblo la necesidad de verdad si no es posible encontrar a este efecto hombres que amen la verdad.
Me uno a las reflexiones sobre el tema VERDAD Y POSVERDAD. Tema al que es necesario volver con frecuencia, pues hoy, con los nuevos medios, se intenta controlar hasta el DNI genético de las personas, como un medio de controlarlas más a fondo. Digo más a fondo, porque el tema no es nuevo: El afán de control ha existido desde un principio o casi. La mentira es el medio que el poder utiliza -y ha utilizado siempre- como herramienta de control. La historia está tan contaminada de mentiras, que se ha llamado a Herodoto el padre de las mentiras. Lo triste -y lo malo también- es que nos hemos educado dentro del marco de esas mentiras o verdades contaminadas por esas mentiras, indiscutibles y además institucionalizadas en muchas ocasiones… ¡Ojo! Matizo: Nos hemos educado no solo en mentiras, sino en una mezcla de verdades (algunas para mí absolutas), con mentiras o explicaciones ingenuas, muy inmaduras, propuestas como verdades.
En nuestro proceso de maduración evolutiva hemos ido tomando conciencia de algunas mentiras o medias verdades, y de que somos más que seres animados, de que somos personas con Derechos y Deberes. Nos ha costado mucho reconocerlos y admitirlos, aunque solo a nivel teórico (nuestra inmadurez con sus intereses y sus condicionamientos de momento parece que no da para más) Hablo en general. En algunos países se respetan un poco los derechos FÍSICOS personales y de conviviencia social -en otros muchos casi nada-; pero los derechos psíquicos -aquí entra el tema de la mentira, o de la libertad mal utilizada, sin ética, por ej.- se respetan menos. En suma, nos hemos liberado -relativamente- de la esclavitud física, pero de la psíquica… Aquí se halla un gran foco de esclavitud y de explotación…
No nos podemos callar ante este género de esclavitud. Tenemos derecho a ser conocedores y fieles administradores de la verdad que libera por dentro, no solo por fuera. Por eso, tenemos derecho a ser críticos, a revisar y corregir posverdades ancestrales, a corregir errores crónicos involuntarios o intencionados… Y diría más: Tenemos el derecho y el deber de revisar y corregir errores o información religiosa que manipula conciencias, y crea dependencias…, aunque hayan sido enseñadas con buena voluntad… (Muchos de los que las mantienen y enseñan no tienen conciencia de esas posverdades…) En este sentido, aunque comprendo el proceso histórico evolutivo de esas verdades, solo reclamo la libertad de señalarlas, así como al poder que las hizo; poder que, en vez de ser servicio, exigió fidelidades… a verdades humanas, que no siempre respetaban al hermano… Y respetar-amar al hermano es esencia del Evangelio.
(Todo esto necesitaría mayor explicación, pero confío en los buenos entendedores de Atrio.)
Para una verdadera protección contra el error, postverdad o la mentira cochina, la tecnología futura, ya presente aunque aún en sus inicios, nos puede ayudar mucho.
En el Confidencial, se puede leer un artículo de Omar Kardoudi, https://www.elconfidencial.com/tecnologia/novaceno/2021-05-21/google-matar-buscador-inteligencia-artificial-peligro_3091456/, en el que la Inteligencia Artificial, ya se va a empezar a aplicar en el nuevo buscador futuro de Google.
En él, “el propio algoritmo será el que escriba la respuesta (a la búsqueda), haciendo un resumen de la información que haya recogido de internet.
Este modelo se basa en algoritmo de lenguaje que se llama GPT-3 y que es capaz de generar texto con una calidad similar a la que producimos los humanos”.
El nuevo algoritmo “dará respuestas a los usuarios como si se tratara de un experto reconocido en la materia”, realizando las funciones de comprobar la fiabilidad de la información, que “debería venir de fuentes autorizadas, ser transparentes, imparciales, accesibles y contener diversas perspectivas”.
Es el futuro, y falta aún mucho trabajo en ello, pero a la velocidad de todo, no creo que pasen mas de 10-20 años en conseguirlo.
Inevitablemente habrá problemas éticos, que poco a poco irán evitándose, según se perfeccione el sistema, y los negrovidentes que lo ven todo negro, con su pánico al futuro, los aprovecharán y cargarán con su campaña ludita, conservadora y contraria al progreso científico.
En este tema de la post-verdad, mentira cochina, o simple error cognitivo, incluídos el camelo o bullshit, tiene sus matices que hay que analizar.
La post-verdad, es un concepto “novedoso”, de utilización fundamentalmente política, y se aplica fundamentalmente a descalificar las supuestas mentiras de los contrarios políticos, en medios de comunicación y redes sociales.
Peca de lo mismo de todo lo político: del más vulgar y soez sectarismo, ¡qué buenos son los nuestros, y que malos son los otros!.
La mentira cochina o clásica, es tan antigua como el humano. Igual que todos los animales, roban comida otros congéneres, también los engañan, (muchas veces para robarles la comida).
Por eso nadie nos tiene que proteger de la mentira, pues llevamos millones de años de aprendizaje filogenético.
Aparte están el porcentaje de psicópatas y trastornados de la personalidad social, que “cojean” de ese pie. La ciencia acabará curándolos, hasta entonces, paciencia.
Y luego está el error cognitivo personal, que a diferencia de los anteriores, nos atiene a todos y cada uno de nosotros, que los tenemos más a menudo, de lo que reconocemos.
Y además es inevitable, que no solamos esforzarnos en corregirlo, pues no somos conscientes de él, pues va acompañado de una fuerte sensación emocional de ser ajustada a la Realidad.
Nuestro instinto arquetipal de Verdad, nos recompensa de nuestro esfuerzo cognitivo, con una muy placentera sensación de “sabiduría”, paralela al placer que se experimenta, cuando activamos los instintos arquetipales de la Belleza y de la Bondad.
Lo malo de este sistema arquetipal estimulante de la maduración humana, es que al estar contaminados de múltiples errores culturales, que nos han sido transmitidos, y de múltiples sesgos cognitivos, nuestro discernimiento falla muchísimo, y esa sensación de “poseer la verdad”, es falaz y engañoso.
Con el agravante de que como nos da mucho placer es difícil de percibir primero, y erradicar después.
Como hoy día, afortunadamente, ha aumentado nuestro nivel de conocimientos, nos consideramos todos con el sagrado derecho de tener opinión sobre todos los temas del mundo mundial, (como diría Carmen). Y no solamente a tener opinión, lo cual es válido, sino a largarla y publicarla a los cuatro vientos.
Y claro eso produce una catarata de errores, inexactitudes y catástrofes cognitivas varias, que se esparce al aire.
Gracias a Dios, donde nace el veneno, nace también la medicina, e Internet, ha generado elementos como Wikipedia, y muchos otros, donde podemos fácilmente, (si nos molestamos en hacerlo), podemos ir corrigiendo tal desmadre cognitivo.
Todos deberíamos venir de fábrica con un tatuaje en el antebrazo o en el dorso de las manos, que dijese: “¡Acuérdate de que el 80 % de lo que piensas no es la verdad!”.
Y ya puestos, también deberíamos venir de fábrica con un reloj-contador que fuera variando el porcentaje de errores cognitivos que soltamos. ¡Imaginaos que los médicos llevaran en la solapa de su impoluta bata, un contador con el porcentaje de enfermos tratados y fallecidos por error médico! Seguro que los sindicatos se oponen.
Está empezando un webimar muy interesante sobre Ilustración y posverdad, organizada por el club de Roma (organizado por los profesores Villacañas y Fuster, de valencia y Palma). Os lo aconsejo si queréis en directo. Y ya daremos cuenta:
https://us02web.zoom.us/j/87083109940
No es fácil centrar este tema, pues no trata de la verdad en en sí, sino de la verdad de hechos comprobables. Y eso es lo que quiere exigir un espíritu luminoso como el Simone Weil para todos. Teresa Forcades cuenta en la presentación del número una anécdota que distingue bien cuando se trata de hechos comprobables y de opiniones libres. Puede aclararnos algo. Dice:
Bueno, Antonio, aclararnos exactamente no sé yo…
Tenemos a una persona que da por verdad lo que dice la Iglesia: el pecado original se trasmite por el sexo, ergo…
Para Teresa el dogma dice que María nació sin pecado original. Ella sabrá mejor que yo qué dice el dogma, por lo que no le preguntaría de dónde sale la primera creencia que es secundario aquí. Pero sí a qué llama pecado original, algo que las dos dan por verdad ¿es verdad que nacemos con tal cosa? ¿Es una metáfora de alguna condición humana?
Para mí si se habla de la Inmaculada Concepción esa verdad sobre la que ellas debaten es tan limitada que no sirve para abrirnos a la posibilidad de alguna verdad.
Hablar sobre la verdad partiendo de una creencia en distintas versiones, no sé…
Desde luego son creencias, pero la pregunta de la profesora china era muy concreta: ¿Qué significa lo que los católicos designan como “Inmaculada Concepción”? Y como sobre eso se discutíó durante siglos (mezclando trasmisión sexual y pecado original, tienes razón) y fue objeto de una declaración dogmática el 8 de diciembre de 1854, solo cabe una respuesta: lo que dice ese documento (“la beatísima Virgen María fue preservada de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente”) que no se refiere al modo de concepción natural y sexual de María. Por eso precisamente fue un privilegio. Creencia que para mí no tiene sentido, pero eso es otra cosa. Todo niño que nace a la vida nace sin pecado y lleno de gracia y amor del fundamento de toda VIDA, lo que llamamos Dios.
Sí, tienes razón. Ante esa pregunta concreta, está el texto del dogma, no ha lugar a opinión.
Es que es un ejemplo extraño para hablar de la verdad. No sé.
Creo recordar que fue
San Agustín el que aseguraba que el pecado original se transmitía con el semen. Y claro, la gente como que no estaba totalmente de acuerdo, hasta que hace poco, 150 años, se zanjó la cuestión. Pero claro, diría que mucho sentido no tiene. No ya el pecado original, sino la solución del tema.
Pero bueno.
Y que nacemos con el pecado original eso lo he oído explicar a mis críos en mi último año. 2017.
Carmen, dile a estos niños cómo se quita el pecado original…no saben nada. Pues con el bautismo. Veis…? Todo el mundo lo sabe.
Entonces pregunté. Qué es el pecado original? Pues querer ser como dioses, me contestó mi compañero. Pues entonces no tengo de eso. Dios? Vamos, quita, menudas preocupaciones…
Risas. Anda y vete. Pues tú me has preguntado…
Año 2017. Edad sacerdote, pues unos 36.
Y así nos va…
Desde luego, mis nietos, vamos, de pecado original nada. Pero nada. No pueden ser más bonicos.
Perdona Antonio. Me aburro un poco. Un abrazo.
Me da un poco de repelús el título. Porque nadie admite que su verdad es mentira.
Y así nos ha ido yendo. La protección ha hecho más daño que beneficio personal y colectivo.
No quiero ser pesimista, muy a pesar de los pesares. La ciencia intenta ser transparente y hasta democrática en saber reconocer errrores con ánimo de ir superándose.
Objetivamente la verdad es una descripción ajustada a la realidad. Y su contrario es el error, que no se ajusta a dicha realidad.
Pero en esos tiempos hiper-moralinizantes, nos gusta más hacer juicios de intenciones, que a un tonto una tiza. Y por eso casi siempre se considera que lo contrario de la verdad, (que es algo que poseen los “buenos”), es la mentira, o postverdad, (que es algo de los “malos”).
Incluso parece ser que en este tema de la mentira, existen divisiones. Y así estaría el mentiroso patológico, el mentiroso por interés, (pesebrista, vendido, o directamente estafador), y el camelista”, o del “bullshit” americano, de Harry Frankfurt, que es el que no deseando mentir explícitamente, le trae sin cuidado si lo que afirma es cierto o falso, y no va a molestarse en comprobarlo, por pereza, ignorancia culpable, o por cinismo moral.
El camelo, no suele contener mentiras evidentes, y por eso es algo mucho más difuso y difícil de detectar, identificar y analizar.
El psiquiatra Pablo Malo, lo achaca a que “Si todos los humanos tenemos que tener una opinión sobre asuntos de los que no sabemos casi nada, es difícil que no asome un poco de bullshit por algún sitio.
Pero el verdadero problema es que ¡resulta muy útil como herramienta de persuasión! Por la sencilla razón de que es muy difícil comprobarlo todo. Y aquí el enunciado de la Primera Ley Fundamental del Camelo:
“La energía necesaria para refutarlo es (al menos), de un orden de magnitud mayor que la necesaria para crearlo”.
Profesiones enteras como los publicitarios, los abogados, y los periodistas amarillos o rosas, hacen de la “mierda de toro”, su profesión, y se ganan muy bien la vida con ello.
En este tema moral, depende sobre todo de la opinión que tengamos sobre el humano. Si es pesimista, el humano es ser plenamente racional y libre, pero maligno, propicio a todas las maldades, y lo que rige es “Piensa mal y acertarás”.
La otra versión, que apoya la psicología moderna, (desee hace 150 años), es que el humano desea ser bueno, y veraz, pero solemos ser perezosos, y tenemos serias dificultades cognitivas y de discernimiento, con múltiples sesgos cognitivos, que hacen que acercarse a la verdad, sea algo muy difícil para todos.
Y por eso el error es nuestro compañero existencial. Por eso en el crimen del “error”, hay que guiarse sobre todo por el “cherchez la femme, o l’ argent”. Fuera de eso, casi todo es simple, vulgar error humano.
Y también cherchez l’homme.
A veces no hay quien lo encuentre
El sábado pasado me tocaba vacunarme. Hacia quince días que había salido de una operación. Me sentía de cristal. Y tenía otra programada , en dos semanas. Una de las posibles complicaciones son los trombos, ya saben, inmovilidad durante un tiempo, no es bueno. Ya llevaba dos semanas y lo que me espera.
Y como soy de preguntar, pregunté. Cuál? Me dijeron, AstraZeneca. No daba crédito. Esa ya no se pone, al menos no en Murcia. Y menudo jaleo hay con la segunda dosis. No puede ser, dije. No vea los gritos que me dió un señor. No quiero ni acordarme. La suerte es que estaba tan desconcertada , tan mal, me sentí tan tan impotente que no pude reaccionar .Mi hijo me decía mamá, déjalo, no llores, no te la pongas y ya está.
Y recordé la entrevista en dos sesiones a la directora de iglesia viva. Y sacando fuerza de dónde no tenía dije: no , el no vacunarme no es una opción.
No digo que la prensa no cree desconcierto. Digo que no es la única.
Y esto es únicamente aplicable a la prensa?
Pregunto.