SIN TEÍSMO
Una nueva manera de representar la Realidad
Status quaestionis
- Nos referimos a Theos, no a lo que objetivamente pueda ser eso que hemos venido llamando tradicionalmente Dios, ni Misterio, ni Transcendencia… sino a un constructo cognitivo concreto, construido por el ser humano, tal como aquí lo especificamos.
- Han sido muchos tales constructos –dioses, diosas, divinidad, divinidades…–. Nos queremos referir sólo a uno concreto de ellos, theos, dios, que nos viene acompañando ya por 6.000 años, con una trazabilidad hoy ya suficientemente mostrada por las ciencias. Otras formas de referencia a lo divino no son teísmo, y no hablamos aquí de ellas.
- Aunque buscamos la perspectiva más amplia de Big History (tiempo) y de interculturalidad (espacio) sabemos que nuestro ámbito de referencia está más bien ubicado en el limitado ámbito histórico-arqueológico conocido actualmente.
Notas del concepto theos: delimitación muy concreta
– entidad: un ente, un Ser (de hecho, aunque luego se elaboren teologías oficiales que tratan de saltar por encima de esta realidad entitativa que de hecho todas las religiones le atribuyen en la práctica de sus fieles -como se ve en los siguientes atributos-).
– transcendencia dualizante: un mundo escindido en dos niveles, en dos pisos, natural y sobrenatural, material e inmaterial, terrestre y celeste. Esta dualización del mundo es concomitante a la separación del cielo y de la tierra, está vinculada obviamente al surgimiento de theos (que debe morar necesariamente en el cielo empíreo separado[1] para él), e implica inevitablemente un cambio de paradigma básico global, de protoparadigma[2].
– atributos: inteligencia suprema, omnividencia, omnisciencia, creador por la palabra…
– Subjetividad de máxima plenitud: un espíritu puro, personal, ubicuo, y de comunicación inmediata, el Tú absoluto, el amigo-padre-Señor-Juez-condenador/salvador invisible (antropomorfismo: se le pueden aplicar casi todos los verbos de acciones humanas)
– omnipotencia,
capacidad plena de intervención en el piso bajo, como un deus ex machina cuya entrada en escena puede ser concebible, esperable y solicitable.
carácter kiriarcal, señorial, Legislador de la moral humana, castigador/premiador del ser humano, al que se le exige ante todo y sobre todo sumisión, sometimiento, fe, postración de adoración.
– Pluralidad/unicidad: evolucionando del politeísmo (más acá del animismo) hacia el monoteísmo, resultando ser éste como la formulación máxima del teísmo: un dios uno, universal, pensado único en todo el universo-cosmos, omniabarcante.
– Género: El theos histórico ha sido originalmente masculino, y su aparición implicó un viraje en la estructura de género de las sociedades a las que fue siendo llevado por las invasiones kurgans, semitas-árabes, la cultura yamnaya…
Génesis, evolución y declinio
Final del calcolítico. La separación de cielo y tierra tiene fecha concreta (sólo hay teísmo cuando hay tal separación y dualismo).
Las migraciones de las estepas y los desiertos árabes: Yanmaha, kurgans, conquistadores semitas… aportan el dios conquistador, tribal que escoge a su tribu para prometerle darle tierras ocupadas y asistirle en la conquista aplastando a sus ocupantes y mandando entregarlos al anatema.
Maduración del concepto por parte de los griegos, fundamentalmente con la ontología.
Griegos que también le hacen su crítica filosófica, contra la imagen de Dios mitológica, contra la mitología misma (en la «Ilustración griega»).
Esta crítica de la filosofía griega fracasará históricamente a manos de la victoria de la línea mística, iluminista-gnóstica, mística-pitagórica[3].
y fracasa también a manos del xmo, que persigue y acaba por expatriar al helenismo, los epígonos de la Academia misma de Platón, los grandes hitos de la cultura clásica por considerarla pagana, las destrucción de las bibliotecas… Junto a otros indiscutibles aportes, el xmo representa para la historia de occidente el final de los principales avances culturales de la Edad Antigua en materia de pensamiento, de libertades, de democracia,
Los siglos II-V registran la conversión/entrega del judeocristianismo al pensamiento griego, y al poder del Imperio Romano, que lo asimila transformándolo en la «religión civil» romana, cuando no había sido nunca «religión»(civil, religión oficial del imperio romano). Jesús suplanta a Júpiter en el Panteón romano, asumiendo su posición, su imagen, su carácter pantócrator, abandonando inconscientemente su naturaleza evangélica y jesuánica. La liturgia xna asimiló la liturgia kiriarkal del imperio. El cristianismo posterior al siglo V ya no es el de Jesús, sino una entidad distinta, emergida de un fenomeno histórico de metamorfosis social, de simbiosis del espíritu derivado del movimiento de Jesús, con los restos socio-político-institucionales de un poderoso imperio agonizante que dejaba libres los espacios que ocuba hasta entonces su «religión civil». La transformación interna radical que experimentó el xmo dio origen a una nueva religión con el mismo nombre y asumió la continuidad del imperio romano.
La caída del Imperio romano deja sola a esa Iglesia convertida en religión civil, y la Iglesia asumirá ahí todo el papel que jugaba el imperio romano. La Iglesia viene a ser una nueva versión de la sociedad romarna, una metamorfosis del organismo imperial: la cristiandad.
El teísmo, que fue un elemento constitutivo de esa formación-emergencia del judeo-cristianismo-romano resultó triunfante y actuante en la historia[4], sin resistencia alguna.
La primera onda que vino a sacudir al teísmo después de ese milenio de reinado de la cristiandad fue el Renacimiento de la Antigüedad clásica, el inicio de la Revolución científica, y finalmente la Ilustración. En el fondo, pues, la Modernidad misma, un verdadero tiempo axial, avant la lettre.
Caraterísticas/implicaciones del teísmo (‘occidental’)
Sólo la presencia de Theos en el imaginario cultural religioso (no de gnomos menores: duendes, elfos, espíritus del animismo…) avala como teísmo una formación cultural, filosófica, teológica o religiosa como teísta. Es teísta -ya hemos dicho que sólo así lo entendemos aquí- cualquier tipo de esta realidades cognitivo-religiosas que contienen este elemento Theos, tal como lo hemos descrito en sus elementos esenciales.
Teocentrismo. Por naturaleza, theos no puede ocupar si no el centro de la realidad, incluso siendo un centro por encima de ella, y de toda ella: una realidad omniteocentrada. El teocentrismo afecta y modifica todos los elementos componentes de la cosmovisión. Nada se libra de su relación centralizante.
Dualismo jerarquizado. Por implicación necesaria, insoslayable, donde hay teísmo, hay dualismo, es decir, la realidad está escindida en sí misma en dos niveles (dos pisos); el mundo y el supramundo, lo natural y lo sobre natural, lo material y lo espiritual, las cosas visibles y las invisibles [griegos, credo]… Y se trata de un dualismo jerarquizado: no son dos niveles como sectores equidistantes o equivalentes, sino que están jerarquizados. Uno es, por naturaleza, superior a otro, y éste es inferior por naturaleza. Uno es autónomo, otro es heterónomo. Uno es ónticamente suficiente, ab-soluto, y el otro es insuficiente, dependiente, radicalmente contingente. Uno es bueno, incluso la bondad misma, y otro es malo si no es salvado por el primero. Y por todo ello, ese dualismo no puede ser sino jeraquizado, no simétrico.
«Dualismo monista». La radicalidad del carácter absoluto de Theos es tal, que su potencia casi anula u obnubila la presencia y la entidad de su contraparte. No es que Theos pueda tener contra parte: en realidad sólo existe él (ella), no hay otra parte o contraparte, no hay nada enfrente que le pueda presentar rivalidad o competencia; la otra parte sólo existe porque Theos la sigue pensando; en cualquie momento, si deja de pensar en ella, desaparece esa contraparte. Así, ese dualismo en realidad es un espejismo; es más bien un dualismo monista. Existir, ser… sólo existe y sólo es en realidad Theos.
Kiriarcalismo, jerarquización, sumisión y patriarcalismo. Theos emerge en el cielo supraterrestre concentrando en si toda autoridad. Todo queda jerarquizado verticalmente ante su presencia. Por más que pueda ser considerado también «amigo del alma», Padre de misericordia… theos es ante todo Señor, Kyrios, autoridad suprema, a la que se debe sumisión total, renuncia a sí mismo, humillación, fe ciega, adoración, postración. Las religiones teístas ponen siempre al ser humano de rodillas. Y ese theos-kyrios es masculino, un Patriarca, y con su surgimento que todo lo femenino queda ahora vinculado a la naturaleza, al mundo inferior, a la irracionalidad, a la carne… En principio, el teísmo es patriarcalismo.
Antropomorfismo: Siendo construcción nuestra, Theos no puede concebirse sino a imagen y semejanza nuestra: uno como nosotros –que somos lo mejor que conocemos– pero infinitamente mejor. Infinitamente más inteligente, más bueno, más poderoso… a quien se le pueden aplicar casi todos los verbos de acción humana, en modo excelso. Ya Jenófanes dijo que si los caballos tuvieran dioses, éstos serían unos grandes y hermosos caballos, tal como mejor hubieran podido imaginarlos. Concretamente el antropomorfismo de Theos en la práctica radica sobre todo en su carácter personal: es un Tú, como nosotros, que para muchas personas se convierte en el Amigro Invisible, el compañero del alma, el más íntimo que yo mismo, el dulce huésped interior.
Antropocentrismo. Como creación humana que es, con la finalidad interesada de hacernos viables como sers humanos, en realidad apunta como fin último al ser humano mismo, está a su servicio. Theos es en función humana: se constituye en fundamento nuestro, Padre protector y cuidador, que opta por nuestro pueblo/tribu y la defiende frente a sus enemigos y dificultades, dador (creador) gratuito de la tierra y sus riquezas entregándolas al ser humano, incluidos los animales, y constituyéndolo Rey de la Creación. El teísmo suscita necesariamente en nuestra mirada una conciencia de superioridad absoluta, que ha sido considerada causa del grave daño que las religiones teístas han hecho al planeta y al mundo animal[5].
Todas estas características son inherentes a la presencia de Theos. Donde hay Theos hay dualismo, jerarquización, antropocentrismo… El teísmo no puede darse en otra configuración tanto cultural comosocial y cognitiva. Para salir del ámbito del dualismo, de la jerarquización, del antropocentrismo… es necesario salir del teísmo, y en consecuencia, se necesita una reconfiguración no teísta, cambiar a un paradigma no teísta.
Naturaleza del teísmo
Todos nuestros esquemas de comprensión de la realidad, son configuraciones cognitivas que necesitamos realizar en el interior de nuestra conocimiento consciente para hacernos con una idea compreensiva sobre la realidad en/ante la que estamos, su forma, su naturaleza, su sentido, sus desafíos y/o posibilidades para con nosotros…
Como todas nuestras ideas y conocimientos, el teísmo es una realidad cognitiva, con una entidad en principio meramente cognitiva: una modulación del conocimiento, un producto de la fantasía o del razonamiento teorico, un verdadero ente de razón, una ficción útil, que nos sirve para manejar, ordenar y relacionar nuestras ideas y con ello tratar de manejar la realidad. Conviene no olvidar el carácter no (necesariamente) realista que la epistemología actual dal conocimiento humano.
En todo caso, este conocimiento humano, en todos los ámbitos, es una creación, una construcción humana. Y un producto cultural, al margen de su mayor o menor acierto o respaldo que encuentre en la realidad.
Por su propio contenido, la modulación teísta, con el teologuema theos puesto en su centro, es una modulación de carácter primario, fundamental, decisivo. A pesar de ello, no deja de ser modelo concreto, uno más, entre otros, no pocos. Y no fue el primero, ni es el único milenariamente vigente en las diferentes culturas.
Arqueología del teísmo
Sólo recientemente hemos iniciado el descubrimiento de la arqueología de Theos.
La ciencia actual no tiene noticia de una sola religión que apareciera hecha, desde el principio, como si hubiera sido «revelada», o genialmente inventada. Todas aparecieron en formas elementales primordiales, fruto normalmente de derivaciones o confluencias de otras anteriores, y casi siempre en un intercambio constante de influencias entre ellas y las de su entorno.
No hay ninguna religión pura, que pudiera haber merecido sensatamente un posible calificativo de «revelada». Muchas religiones no tienen tampoco una evolución individual, autónoma, un crecimiento diríamos que «personalizado», sino que, en principio todas beben de la evolución psiquico-cultural-spocial de la población en torno, y sus otras religiones. Por ejemplo, a partir del siglo pasado es ya un dato común admitido unánimente a nivel científico que Israel forma parte indudable de un contínuum formado por las religiones del Oriente Próximo, con un sinfín de elementos religiosos en común, intercambiados y modificados constantemente a lo largo de milenios, en fases y transformaciones comunes a todas ellas.
El conocimiento que en la actualidad tenemos sobre la «arqueología cognitiva» de las religiones es mayor que nunca, y nos desvela datos relevantísimos para la comprensión de su naturaleza y funcionamiento, datos que nos abren todo un mundo enterrado y desaparecido (física y cognitivamente) de la historia real de estas religiones, con frecuencia ignorada e incluso expresamente negada en sus mismos documentos y en sus santas Escrituras. Así, por referirnos sólo a la arqueología del teísmo judeocristiano (Primer Testamento), hoy sabemos que Yavé no es israelita, no es autóctono, ni es único, hay varios, no pocos. Tampoco Yavé está en el origen de Israel, es posterior su «encuentro» con él. No es tampoco su primera divinidad. «El Yavé de Israel habría sido venerado más bien sobre el modelo de Baal, o sea, como una divinidad de la tormenta y de la fertilidad, mientras que en el Sur habría integrado los rasgos solares de la antigua divinidad tutelar de Jerusalén»[6]. La prohibición de imágenes, tan característica de Yavé en la (presentación final de la) Biblia, no parece responder a la realidad de los hechos históricos: durante la primera mitad del primer milenio a.e.c. Yavé parece que ha habido estatua de Yavé en muchos santuarios yavistas, y también en el templo de Jerusalén.
El teísmo hoy día no puede ya ser pensado/estudiado al interno de las propias religiones. Estamos en un momento histórico en el que la capacidad y alcance de las ciencias, entre ellas la de la arqueología tiene ya preeminencia sobre cualquier supuesta revelación o Escritura Sagrada.
Factores de desintegración del teísmo occidental
Superación de la metafísica dualizante: no hay cielo empíreo, no hay dos pisos, no hay nada sobre-natural, todo es y forma parte de un único cosmos total, de una realidad holística supremamente interrelacionada. La divinidad, en cualquiera de sus muchas aceptiones, podemos encontrarla y reverenciarla, pero no en la forma de Theos, no como un Ente superior. Un Ser, ese Ente al que llamamos Theos, no existe.
Descubrimiento y asunción de la dignidad de la persona humana: inalienable,
Rechazo de la minoría de edad, de la obediencia a doctrinas , de la sumisión, de la fe ciega,
Sentido de la critica, a lo no razonado, a lo impuesto, a lo simplemente creído, la ciencia, la búsqueda del conocimiento, y desarrollo intelectual de la humanidad[7].
Desarrollo científico: aparición de un «nuevo relato cósmológico», que desplaza a todas las mitologías y creencias cosmogónicas, con un «valor revelatorio» que opaca todas las revelaciones inventadas por los seres humanos, colectiva e inconscientemente, en sus mitologías, visiones celestiales, revelaciones privadas u oficialmente colectivas.
Un nuevo tiempo axial que, iniciando en la Modernidad, no ha cesado de aumpliarse y profundizarse, de modo que todo el patrimonio simbólico acumulado en las religiones ha quedado superado, obsoleto, anacrónico, a veces incluso incomprensible e inaceptable.
Hay ya una gran parte de la sociedad actual, sobre todo en los estratos cultos y cultivados de las diferentes sociedades mundiales, que masivamente se desapuntan de las religiones en las que habían nacido, sido educados y participado: son los «sin religión», los non affiliated, como con más exactitud los llama el Pew Center, según el cual es también el grupo poblacional que más crece en términos «religiosos».
Dentro de las mismas religiones, son ya no pocos los participantes activos que, se reconocen no teístas, sin theos ni dioses, pero que se sienten y practican como plenamente pertenecientes.
Consecuencias para hoy
Contrario a lo que siempre fue, hoy día, un una religiosidad renovada, «creer en Dios (theos)» ya no es el primer artículo de fe, es algo sine qua non. Más bien se va descubriendo cada vez más como un modelo de comprensión y estructuración cognitiva de la realidad ya superado, inverosímil a la actual altura de maduración de conciencia y de conocimiento de la Humanidad. Es un «modelo», uno más, no necesario, ni mucho menos esencial o imprescindible. Los «creyentes» que experimenten y sientan que se les ha quedado corto, pequeño, ya increíble, harán bien en abandonarlo, sin por eso poner en crisis su actitud religiosa y su pertenencia.
Es tan reciente el paradigma del no teísmo, que la mayoría de las personas de las religiones teístas lo confunden con el ateísmo; creen que superar el teísmo es equivalente a adoptar el ateísmo… No, para decirlo paradógicamente, el no teísta sigue creyendo en Dios, sólo que ha descubierto que no es Dios, que no es Theos, que no tiene para él ninguno de los atributos más arriba especificados, ni caigo en ninguna de las implicaciones dichas. El filósofo francés lo ha expresado bien: «ser ateo no significa negar la existencia del absoluto, sino negar su trascendencia, su espiritualidad, su carácter personal; es negar que el absoluto sea Dios. ¡Pero no ser Dios no es ser nada!» [8].
Aunque no-teísmo y ateísmo no son lo mismo, no cabe duda de que el ateísmo (un modelo igualmente en vías ya de obsolescencia), se puede relacionar mucho mejor con un cristianismo posteísta. Abonamos la tesis de Lenaers, según la cual cristianismo y ateísmo deben reconciliarse[9], porque en su tradicional conflicto histórico de los últimos tiempos, los dos tenían razón, y los dos estaban equivocados. Con su oposición, el ateísmo ha ayudado a muchos cristianos a superar el modelo teísta. Ahora lo agradecemos.
La superación de teísmo comporta una verdadera revolución cognitiva dentro de las religiones que han sido teístas. Todo llevaba la huella de theos, y no podía ser de otra manera. Ahora hay que tratar de re-expresarlo todo desde el nuevo paradigma no teísta, porque el paradigma teísta se ha hecho incompatible con el tiempo axial de la modernidad.
Superar el teísmo, deshacerse de él, quitarse un vestido que sofocaba u oprimía a la persona, es bueno, pero no suele hacerse para quedarse desnudo, despojado, sin nada. Es verdad que a veces es mejor estar desnudo que molesto y oprimido por un vestido, pero lo normar es… ponerse un vestido adecuado. Lo mismo pasa con el teísmo; centenas de millones de cristianos lo han abandonado, se han deshecho de él porque sentían que les infantilizaba, les mantenía en la visión premoderna, desacralizaba el cosmos, lo dualizaba, terminaba absorbiendo al ser humano en una intimidad psicológica imaginada con un Amigo Invisible o un fantaseado diálogo con un Amado huésped o esposo del alma, les obligaba a aceptar mitologías, creencias y revelaciones incompatibles con la visión secular y científica de nuestra sociedad actual, les centraba en la sumisión, la renuncia, la fe ciega, el dogmatismo, la negación de la razón y la libre expresión, o el sometimiento a una élite religiosa institucional autoconstituída en mediadora de lo divino… y degradaba a la mujer a una condición de segundo género, inferior al varón e incapaz del ministerio religioso, por derecho divino patriarcal.
En último término, quien no siente molestia por el teísmo, quien se siente tan bien con él y siente temor a abandonarlo, no debería hacerlo, como no lo han hecho (por ahora) muchas personas que siguen con él. Nadie debe ser forzado: ni a dejarlo, ni a mantenerse en él. La novedad de esta hora es que el número de personas que abandonan alcanza una proporción nunca vista.
La superación del teísmo deja un «vacío» en el corazón espiritual de los creyentes que han invertido los mejores tiempos de su conciencia interior en el diálogo permanente con el Tú absoluto, que ha fungido como Amigo invisible, compañero interior, interlocutor siempre disponible, fantásticamente comprensivo, cuidador, remediador y consolador. Un vacío de tantos otros efectos y dimensiones que llenaba en la persona la percepción de la Divinidad. Superar el teísmo no es desnudarse y no ponerse otro vestido mejor, no es vaciarse y quedarse vacío, no es deconstruir la casa en ruinas del predio y no edificar el nuevo edificio… Todo lo contrario: el teísmo no está «bien superado» hasta que aquel vacío que desocupa, es llenado de nuevo (pero no por otro teísmo), hasta que aquella realización de la persona deja de ser buscada por la fantasía, la mitología, la obediencia, el sometimiento, la credulidad, el ensimismamiento con un tú interior… y se re encuentra en otra forma, adulta, no infantil, no crédula, no fantasiosa, no sometida, no dualista, sin theos, sin Kyrios (Señor, emperador), sin sometimiento institucional imprescindible.
Otra realización del ser humano es posible: una no teísta (pero llena de positividad). En este texto nos hemos querido limitar al primer proceso, al de deconstrucción, a la eliminación de un grave ostáculo. En otro momento podemos abordar el momento segundo, de positividad alternativa, de alter-construcción.
NOTAS:
[1] KOMOROCZY, G., Separation of Sky & Earth, «Acta Antiqua», de la Academiae Scientiarum Hungaricae, tomo 21 (1973) p. 21-47, Budapest.
[2] Cfr VIGIL, Naturaleza, Humanos, Dios 2.0, Revista «Argumenta Bíblica Theológica», Medellín 4/2(enero-junio 2021)35-46
[3] Carl SAGAN presentaba en estos términos el fracaso final de la filosofía griega, cfr, Serie «Cosmos» (1985, episodio 7, El espinazo de la noche).
[4] Arrogándose enseguida la oficialidad del poder, imponiendo muy pronto su doctrina como única, persiguiendo a cualquier otra doctrina o religión, organizando cruzadas, persiguiendo y matando «herejes» en nombre de Dios… siendo el apoyo principal violento de los brazos clerical y civil de la violencia de la cristiandad.
[5] Lynn WHITE dirá que el cristianismo es la religión más antropocéntrica de la Humanidad…
[6] Thomas RÖMER, L’invention de Dieu, Seuil, Paris, marzo de 2014, 332 páginas, aquí : 142, cfr. también 154.
[7] En todo el mundo las personas puntúan mejor en los tests de inteligencia que hace dos o tres generaciones. Cuanto más se retrocede en el tiempo, mayor es la diferencia: hasta 20 o 30 puntos de diferencia en el cociente intelectual (CI) en comparación con el comienzo del siglo xx. El politólogo neozelandés James Flynn fue el primero en documentar de forma sistemática tal incremento en distintos países. Por este motivo hoy hablamos del «efecto Flynn». Heiner RINDERMANN, en Revista «Especial» nº 34 (ISSN: 2385-5657), p. 15ss.
[8] COMTE-SPONVILLE, André, (2008), El alma del ateísmo: introducción a una espiritualidad sin Dios, Paidós, Barcelona, p. 149.
[9] Roger LENAERS, capítulo 15 de su libro Aunque no haya un Dios ahí arriba, Editorial AbyaYala, Quito 2013, colección «Tiempo Axial» nº 16. También: El no teísmo como último paso, RELaT nº 430, servicioskoinonia.org/relat
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