EL CIEGO, LA PUERTA Y EL MODELO DE PASTOR 4/6
Cercano el comienzo de un nuevo Acto, los espectadores se reacomodan en sus asientos en espera de próximos acontecimientos. Vuelan los interrogantes sobre el patio de butacas ¿Qué pasará ahora? ¿Cómo puede desenvolverse un ser humano sin una protección institucional? ¿Buscará un nuevo refugio? ¿Bajo qué otro techo podrá encontrar amparo? ¿De qué manera se planteará la vida? ¿No sufrirá al verse aislado? ¿Podrá resistir la soledad? ¿Le invadirá la tristeza? Algunos hojean el libreto buscando a ver si el argumento de la obra adelanta algún detalle. Y leen con sorpresa una curiosa nota:
“El hombre liberado de su ceguera de nacimiento ha sido expulsado por los líderes religiosos de la asamblea judía (‘sinagoga’). Ya no pertenece al pueblo elegido. Su firme posición manteniendo la verdad de los hechos, defendiendo al Galileo y rechazando la servidumbre exigida por los dirigentes le han procurado la excomunión. Lo han echado fuera por su fidelidad al reinado de la libertad. Su actitud le proporcionará una inesperada y desconocida alegría”:
“DICHOSOS los que viven perseguidos por su fidelidad,
porque esos tienen a Dios por rey” (Mt 5,10).
4. Cuarto de los seis Actos
El escenario queda otra vez a la vista. Ha cambiado el decorado. No queda ninguno de los elementos que adornaban el interior de la institución religiosa. El espacio se halla libre de colgaduras, cortinas de terciopelo, mullidas alfombras, sillones de alto respaldo e inútiles ornamentos sagrados. De un ambiente tenso y viciado, pasamos a un campo abierto y de amplio horizonte. La luz irrumpe esplendente. Lo inunda todo. Se respira un aire nuevo, fresco, amable, limpio… La acción se desarrolla apoyada en el siguiente guion:
35 Se enteró Jesús de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo y le dijo:
– ¿Das tu adhesión al Hombre aquél?
36 Contestó él:
– ¿Y quién es, Señor, para dársela?
37 Le contestó Jesús:
– Ya lo has visto; el que habla contigo, ese es.
38 Él declaró:
– Te doy mi adhesión, Señor.
Y se postró ante él.
39 Añadió Jesús:
– Yo he venido a abrir un proceso contra el orden este; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos.
40 Se enteraron de esto aquellos fariseos que habían estado con él, y le preguntaron:
– ¿Es que también nosotros somos ciegos?
41Les contestó Jesús:
– Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste” (Jn 9, 35-41).
1 Escena primera
El Galileo está al tanto de los ataques a la libertad. Tiene los oídos abiertos: “Se enteró” (lit. “Escuchó”). Le ha llegado la noticia de la expulsión del hombre libre de la institución judía. Y, como al principio del relato, toma otra vez la iniciativa. Esta vez el encuentro no será fortuito:
“Se enteró Jesús de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo…” (v. 35a).
Cuando aún mendigaba sin dignidad ni futuro, el Galileo lo vio “al pasar”. Ahora, en los momentos en que todo parece ennegrecerse a su alrededor, tampoco le dejará solo. Acude en su búsqueda.
El hombre que mendigaba no lo conoce a él. Él no ha olvidado al que vivió a ciegas. Y se acerca. Llega junto al excluido, aunque no se identifica. Con su pregunta, abre el diálogo:
“…y le dijo:
– ¿Das tu adhesión al Hombre aquel? (v.35b).
La pregunta alude a aquel desconocido que, al pasar, no siguió su camino indiferente, sino que se detuvo y puso ante los ojos del ciego el ideal al que podía aspirar. Le llama simplemente “Hombre” (lit.: ‘hijo de hombre’). Representa el Proyecto humano que el mendigo empezó a disfrutar sin conocer aún su verdadera dimensión universal. El interrogante indaga en la disposición del antiguo mendigo respecto a ese ideal humano.
2 Escena segunda
Su respuesta no se hace esperar:
“Contestó él:
– ¿Y ¿quién es, Señor, para dársela?” (v. 36).
La reacción del hombre marginado ahora por la institución es totalmente positiva. Declara su interés por descubrir la identidad de quien personifica ese Proyecto: “¿quién es…?”. Se dirige al Galileo manifestándole respeto y reconocimiento: “…Señor”, al igual que hizo la samaritana (Jn 4, 11.15.19). No es Señor porque domine y someta, sino porque toma la iniciativa y se pone a su vera en actitud de servicio. Esa actitud declara su señorío. Y el que fue apartado del pueblo le manifiesta su disposición activa a adherirse a ese ser y a ese Proyecto todavía ignorados por él en su totalidad.
El hombre, comprometido ya con la libertad y fuera de la institución religiosa, muestra una actitud favorable a acoger por completo el ideal humano que a él le impulsó a salir de su dependencia. Como la hereje samaritana, el excomulgado está inclinado a hacer suyo el Proyecto que la ortodoxia condena. La institución religiosa cierra los ojos a lo que el ciego ha sido capaz de ver.
3 Escena tercera
El Galileo pone ante el ciego toda su humanidad. El que recuperó la vista puede contemplar de pies a cabeza la gloria de ese Proyecto realizado:
“Le contestó Jesús:
– Ya lo has visto; el que habla contigo, ese es” (v. 37).
El Galileo se encuentra a su nivel. No hay Ley de por medio. El antes ciego no está obligado a aceptar normas. La vía de comunicación está abierta sin imposiciones. El diálogo es el suelo por donde avanza el Proyecto.
4 Escena cuarta
El despreciado no lo duda. La institución religiosa lo despachó a insultos. En ella solo encontró arrogancia y repulsa. No hay comparación con la invitación al amor leal. Responderá a ella sin dudarlo:
“Él declaró:
– Te doy mi adhesión, Señor” (v. 38a).
Su aceptación no se quedó en palabras. Adoptó una actitud de total reconocimiento:
“Y se postró ante él” (v. 38b).
El verbo griego empleado para señalar la acción del hombre (προσκυνέω: ‘rendir homenaje’, ‘adorar’) es el mismo que se utilizó traducido por ‘dar culto’ en el relato de la samaritana (Jn 4,20.21.22.23.24). El hombre expulsado del culto del Templo y la sinagoga, bajo cuyos muros los religiosos se han adueñado de Dios y lo mantienen en exclusiva, ha encontrado en el Proyecto humano el entorno donde el culto se lleva a cabo de verdad y con la vida.
La convergencia entre la hereje y el excomulgado resulta elocuente. Ambos personajes reciben la visita de alguien inesperado y desconocido. Él toma la iniciativa. La mujer y el hombre están en difícil situación y recobran ánimos ante la acción del individuo anónimo. Su ofrecimiento asombra. Tanto, que lo consideran Voz Autorizada (“Profeta” Jn 4,19; 9, 17). Los dos intuyen que el llegado a ellos es el portador del Proyecto definitivo. El Galileo se identifica de similar manera en los dos casos: “el que habla contigo” (Jn 4,26; 9,38). Es el que se ha puesto a la altura de ellos. No hay imposiciones; les comunica su proyecto utilizando el diálogo. Hereje y excomulgado le dan su adhesión. Y aceptan el nuevo culto a través del amor y la lealtad. Una misma mano, la de la comunidad autora del cuarto evangelio se deja notar en ambos relatos.
El hombre, envuelto durante toda su existencia en las sombras, nunca encontró salida a su situación de esclavitud. El descubrimiento de la luz le sacó de la muerte a la vida. Dueño de ella, nadie podrá ya arrebatársela; solo él tiene poder sobre su vida. La institución religiosa quiso envolverlo de nuevo en la penumbra obligándole a alinearse con ellos frente a aquél que le había abierto las puertas a una vida en libertad. Resuena aquí el eco de aquellas palabras del Prólogo:
“Él (el Proyecto) contenía vida
y la vida era la luz del ser humano:
esa luz brilla en la tiniebla
y la tiniebla no la ha apagado” (Jn 1,4-5).
5 Escena quinta
Con el acercamiento del Galileo al hombre ciego, “al pasar”, este optó por abrir los ojos. Y como consecuencia de su liberación, se demostró que los dirigentes vivían a oscuras. Aquel ser humano salido de la oscuridad y ahora emancipado representa un alto riesgo para el orden injusto. Conoce el recorrido hasta la luz. Es un germen de libertad. Está capacitado para conducir a otras personas hacia su liberación.
El Proyecto humano que el Galileo representa y culmina trastoca los principios del orden injusto tenidos por inamovibles. Él lo sabe:
“Yo he venido a abrir un proceso contra el orden este” (v. 39a).
La expresión griega: ὁ κόσμος οὐτος = “el orden este”, típica del cuarto evangelio, se repite en varias ocasiones con sentido despectivo (véase por ejemplo Jn 12,25.31). La más conocida es la perteneciente a su interrogatorio ante Pilato, usada con frecuencia e interesadamente para trasladar el Proyecto de Jesús, aspiración humana, a la lejanía de un mundo futuro. La equivocada traducción: “mi reino no es de este mundo” cambia sin reparo el orden de los términos tal y como aparecen en el original griego; es decir, coloca el pronombre οὐτος (“este”) delante del sustantivo articulado ὁ κόσμος (“el orden”; “el mundo”). Con este arbitrario sentido cobra auge la resignación y se alimenta el conformismo. La pirueta ha engañado y sigue engañando. Pero la manipulación del texto tenido por sagrado salta a la vista. El pronombre οὐτος (“este”) lo colocó el autor del cuarto evangelio en su original griego tras el sustantivo articulado ὁ κόσμος (“el orden”) con intención de dar a este carácter peyorativo. Ese texto se traduce, pues:
“Mi realeza no pertenece al orden este” (Jn 18, 36).
“El orden este” rechaza la libertad; detesta la vida. Señalará al Galileo como su mayor enemigo. El enfrentamiento con él resulta inevitable. El Proyecto de Jesús ha descubierto la maldad de un sistema opuesto a la máxima aspiración del ser humano: la Vida. El sumario contra “el orden este” está abierto sin posibilidad de ser archivado. Se ha iniciado como consecuencia del objetivo principal de ese Proyecto:
“Yo he venido para que tengan vida y les rebose” (Jn 10, 10b).
“El orden este” impide la vida y la boicotea a base de engaños. La actividad liberadora del Galileo servirá como demostración de su ceguera. El proceso abierto contra “el orden este” concluirá condenando su maldad extrema. La ejecución del Galileo será la confirmación de esa perversidad. Jesús no fue condenado a muerte porque Dios lo hubiera previsto de ese modo, sino por la crueldad de un orden injusto que, generando ciegos de nacimiento y manteniéndolos en la ceguera, veta la independencia y aniquila cualquier propuesta de libertad y vida.
El proceso iniciado por el Galileo ha cambiado el fiel de la balanza. Ya no será la Ley, sino el ser humano.
El Proyecto humano abrirá los ojos a quienes el sistema ha imposibilitado vivir dejándolos en plena oscuridad. Y pondrá al descubierto la ceguera de aquellos que utilizaron la injusticia como fuente de poder y riqueza:
“Así los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos” (v. 39b).
6 Escena sexta
Los líderes religiosos se sienten aludidos. Mantienen los ojos cerrados a la evidencia, pero siempre andan con los oídos bien abiertos ante cualquier indicio de peligro para sus posiciones de poder. No están allí, pero les ha llegado la onda. El narrador los hace entrar en escena para lanzar una pregunta al Galileo relacionada con su última afirmación:
“Se enteraron de esto aquellos fariseos que habían estado con él, y le preguntaron:
–¿Es que también nosotros somos ciegos?” (v. 40).
Son los mismos personajes que amedrentaron, insultaron y excomulgaron al hombre liberado: “aquellos fariseos que habían estado con él”. Tras la pregunta se observa la arrogancia de quienes consideran que están por encima. La sueltan entre provocadores y amenazantes. Ellos, los guías del pueblo, portadores de la antorcha con que dicen iluminar a la gente el camino a seguir, presumen de ser los que mejor vislumbran el trayecto supuestamente marcado por Dios: ¡el que da vueltas una y otra vez en dirección a ninguna parte! Su pregunta al Galileo: “¿Es que… …somos ciegos?” trata de provocarle. Parecen querer decirle: ¡A ver si te atreves, anda! Pero la respuesta del Galileo los descompuso de arriba abajo. Y se les bajaron otra vez los humos:
7 Escena séptima
“Les contestó Jesús:
– Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste” (V. 41).
La pregunta que plantearon los discípulos al inicio de este relato: “Maestro, ¿quién había pecado, él o sus padres, para que naciera ciego?”, obedece al criterio oficial, al admitir que la enfermedad, en este caso la ceguera, es consecuencia de un pecado. Ellos mismos ratificaron esa creencia al insultar al hombre:
– Empecatado naciste tú de arriba abajo…” (9,34).
La respuesta del Galileo a los religiosos rebate con lógica esta idea. El pecado no genera la ceguera. Es la actitud de cerrar los ojos a la justicia, libertad y la vida la que origina y mantiene el pecado. El pecado para Jesús no es la infracción de una norma, sino la arremetida consciente al ser humano y a sus más hondas aspiraciones.
La acción persistente de los líderes religiosos negando la evidencia demuestra su ceguera; el arrogarse la exclusiva sobre Dios, su peligrosa falsedad, la que genera ciegos de nacimiento.
8 Fin del Acto cuarto
Al cerrarse el telón, los asistentes a la obra, puestos en pie, aplauden con ganas el triunfo del ser humano libre frente a la esclavitud que impone “el orden este”. Algunos hacen ademán de salir de la sala pensando que ha llegado el final de la obra, pero una señora bajita de cabellos blancos hizo a los espectadores un gesto insistente con sus manos indicando que el relato no había concluido.
¡Esperad, esperad! – repetía una y otra vez.
Su acción produjo un efecto inmediato. Todo el público ha vuelto a ocupar sus asientos y, tan animoso como atento, aguarda el siguiente acto.
Hola!
Algunas breves consideraciones:
1- Sobre la EVIDENCIA
– esta palabreja debería bastar-nos.
– ¿cómo negar que los 4 Actos nos hacen ver-nos?
2- Sobre el “ANA-CRONISMO”
– Lo que se vio, se deja (olvida/niega) de ver-lo
– “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado;
– pero como decís que veis, vuestro pecado persiste”
3- ¡Ojito a “otro/nuestro” ANA-CRONISMO”
– encapsulado en el “tiempo de Jesús”; donde leo:
“Jesús no fue condenado a muerte porque Dios lo hubiera previsto de ese modo,
sino por …”
– Después de 2000 años (“mi tiempo”), esa afirmación no tiene vigencia.
4- Vuelta a la EVIDENCIA
– es lógico (comprensible/evidente) que los VISTO
– baste para comprender lo “con-sabido”
– no abunde en “cuestiones”.
De nuevo, sigue la explicación del texto primero, como llegó a quienes querían ¡escuchar! la gran novedad que les ofrecía el Galileo.
Sin pompas, sin ruido, sin vestimentas ricas y estómagos opulentos, mientras el pueblo sencillo, estaba maniatado y encogido en su incapacidad para salir.
Es un gran gozo, leer los textos de esta manera, con serena paz, en voz queda, para que penetre de verdad en nuestro interior.
La persona del Galileo Jesús, sus palabras, sus obras, su… Vida…tienen como finalidad, encontrar aquello que en si mismo tiene de liberación, y buscarlo por donde sea que se encuentre.
No es decir:
“Me lo han enseñado así”
Porque cuando entras en el Proyecto, de alguna manera te “despierta y buscas” otras fuentes, otros lectores:
¡Que siempre los ha habido!
Al menos mi personilla, siempre los encontró, primero en mi familia, y después en esas personas, que vivían de manera “diferente al resto”.
Me ha llamado la atención, la señora que sale al final de este acto; su firmeza, su convicción, que consiguió, que cuantas personas estaban escuchando, volvieron a tomar asiento en espera de las escenas siguientes.
¿Qué intuyo, que le hizo animar a quienes quisieron escucharla, ha quedarse para así comprender el Mensaje que vive en el texto para descubrirlo al finalizar?
Hay que hacerse preguntas, hay que indagar, si no coincide lo que nos explican con la Vida real del Galileo Jesús.
Y de esas preguntas y de esa búsqueda:
¡Siempre, siempre, nace la luz que nos puede liberar…pero…hay que desearlo con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón!
Y amanece una nueva manera de mirar, vivir:
¡Ser!
Gracias Salvador, es un gran gozo escucharte.
Un abrazo entrañable.
Porque esa idea que de repente me asaltó la semana pasada: estos textos no están escritos para nosotros, los cristianos de a pie. Eso unido al hincapié que haces en la figura del lector, creo que la convierte en una idea que de descabellada tiene poco
Pero claro, entonces estamos en manos de quienes nos los explican.
Eso es justo lo que ha pasado. Que de ser hijo de Dios como alguien cercano a ese dios de los judíos interpretado bajo la óptica nueva de Jesús, pasó a ser hijo de Dios. Pero hijo , hijo, encarnado en una virgen tal cual la lluvia de oro de Zeus.
Es tremendo todo.
Pero oye. Que cada cual crea lo que pueda. Y si lo que cree está de acuerdo con lo que quiere creer, pues maravilloso.
El problema es de los que no podemos creer en determinadas cosas. Nos arrojan fuera del seno de la iglesia, como al ciego. Y nosotros tan contentos. Pues hasta luego. Porque la iglesia es una institución de Poder. Exactamente igual que lo era el Templo. Y , en fin, Jesús de Nazaret iba por otro lado. Pues que cada persona, elija.
Y ya está.
Precioso.
Recuerdo un chascarrillo que se oía hace muchos años. Venía a decir algo así como: y dijo Jesús: me veis, pero no me veréis. Y alguien contestaba, jefe, te sigo por lo bien que te explicas. Y nos tronchåbamos, porque es que no entendíamos nada.
Pues eso. Explicación de los textos es lo que hace falta. Y traducciones correctas, claro.
Un abrazo.