Por Massimo Faggioli, Profesor de Teología e Historia en EE.UU.
Gregory es el primer afroamericano que forma parte del Colegio Cardenalicio. Gregory es un referente de una parte del catolicismo estadounidense dividido en dos, en garras de una especie de “cisma blando” en el que prevalece la orientación política
El Colegio Cardenalicio encarna como pocas instituciones el carácter global del catolicismo. Pero los nombramientos de los trece nuevos cardenales anunciados por el Papa Francisco el 25 de octubre pueden ser leídos como un mensaje especial para el catolicismo en los Estados Unidos. Estos nombramientos se anunciaron en el contexto de una campaña electoral, la de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, que condujo al espasmo de la “guerra civil fría” que se desarrolla en América desde hace años.
Francisco envió una señal de que no es partidista, sino político en el sentido más alto, con el nombramiento del ex nuncio Silvano Tomasi, antiguo observador permanente en la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, que ha cumplido ya 80 años y está retirado. Por no haber escatimado nunca palabras duras ante los planes de rearme nuclear de los Estados Unidos. Pero muy especialmente envió una señal con el nombramiento como cardenal del Arzobispo de Washington, D.C., Wilton Gregory, uno de los pocos obispos en protestar contra el uso instrumental de la fe cristiana por parte de Trump. Gregory, que se ha convertido en el primer cardenal afroamericano, es el ordinario de la comunidad católica de la capital de los Estados Unidos, la ciudad donde un presidente, Donald Trump, ocupa ahora la Casa Blanca, que aprovechó el vínculo entre la religión y el racismo en América para ser elegido hace cuatro años. Hoy en día, no sólo el católico Joe Biden, sino también “Black Lives Matter”, un movimiento que comenzó como una protesta contra la brutalidad policial, se han convertido en un llamamiento a toda América para denunciar el racismo.
“Black Lives Matter” no está exenta de cierto radicalismo poco realista, y ciertos puntos del programa dan una inmerecida baza a los defensores del statu quo. Pero la presidencia de Trump deja pocas dudas sobre la necesidad y la urgencia de abordar la cuestión racial en América y en Occidente. La aparición de la pandemia no ha ocultado, sino que por el contrario ha puesto de manifiesto un sistema de desigualdades sociales y económicas inseparables de la historia de la esclavitud primero y de la segregación racial después. Covid afecta a muchos más afroamericanos y latinos, que están en la base de la sociedad americana, percibida cada vez más como una pirámide y cada vez menos como un ascensor.
La Iglesia Católica en los EE.UU. está en el centro de esta “guerra civil fría”, más aún que la guerra civil que se libró entre 1861 y 1865 en torno a la cuestión de la esclavitud. El tema racial y social es más divisorio para la Iglesia Católica que antes, porque en América hoy en día hay una clara superposición entre las identidades políticas y eclesiales de los católicos. No es nuevo que sea la ideología política la que forma las diferentes identidades católicas: pero como la cuestión de la justicia racial está en el centro de las opciones políticas, la superposición total entre la iglesia y el partido toma una luz de izquierda.
Un sistema político bipartidista ha dado forma a dos iglesias católicas a su propia imagen: los católicos del Partido Demócrata y los católicos del Partido Republicano, ahora alineados con Trump. Esta politización de la iglesia es una secularización enmascarada y tiene un costo considerable para la unidad interna, incluso sacramental, del catolicismo en América, que hoy en día se encuentra en una situación de cisma blando. Pero también arrastra consigo los principios fundamentales del catolicismo como iglesia global, como se ve en el reciente ataque del Secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, contra la diplomacia del Vaticano (un episodio grave, cuya gravedad las jerarquías católicas americanas han ignorado o han elegido ignorar).
En esta lucha por el alma de América, los católicos abiertamente hostiles al Papa Francisco están con Trump y trabajando para su reelección. El vínculo entre la iglesia y la política es un problema particularmente serio en la derecha, pero no sólo eso. Es un catolicismo “made in USA” a la deriva desde muchos puntos de vista.
Unas breves reflexiones a propósito del nombramiento como cardenal del arzobispo de Washinton, W. Gregory, de origen afroamericano.
–La postura crítica y pública del servidor Gregory frente al uso-abuso instrumental de la fe y del Evangelio por parte del presidente Trump, me parece coherente con su función como servidor del Reino de Dios. Coherente y además valiente. En un país en el que se observan demasiados silencios y acomodos, esta portura crítica merece ser destacada y también agradecida.
–En ciertos medios se ha reconconvertdido y acomodado tanto que el Jesús del Evangelio se he reconvertdo en un Cristo yanky, que hace compatibles Dios y Poder-Capital. En este caso, las Bienaventuranzas, el buen samaritano, Dios y el dinero, la parábola de la evaluación final, “Venid, benditos” frecuentemente se marginan… Para muchos la fe es una cosa privada, y la vida pública, la organización social, la política, es otra cosa, independiente de la fe y de la ética. Quizá por eso, la religión y Dios ocupan un lugar teórico muy destacado en la sociedad usa, y sin embargo EE. UU. es uno de los países con más diferencias entre pobres y ricos, tanto que millones de pobres carecen de seguro médico, porque sus recursos no se lo permiten. En esta sociedad -y en otras también- para muchos lo importante no son los frutos -obras-, sino las palabras, la confesión verbal de la fe.
–Por eso se comprende esa afirmación: “El catolicismo-cristianismo made in USA va a la deriva”. ¿Cómo se explica que muchos cristianos y católicos voten para presidente a un señor que ha demostrado ser egocéntrico e insolidario, y cuyo principio ético sea “primero nosotros” y a la vez desmonta la sanidad pública para los necesitados de su mismo país? (Tal comportamiento en el voto es aplicable a muchos otros países, también a España, donde se vota a partidos corruptos que defienden el sistema neoliberal, cuyo primer principio es el negocio privado a toda costa. Negocio que se reviste de progreso, porque reparte, en muchos casos migajas…)
–El Cristo yanki está tallado a medida de los intereses del poder. De ese poder que ha difamado tanto a la izquierda, que ésta ya no tiene cabida en las mentes de mucha gente sencilla. Por eso éstas votan lo que votan…
–La confesión de Mounier: “Soy de izquierdas porque soy cristiano” no es asumible en USA. Votar algo parecido a la izquierda sería una aberración conceptual, moral y religiosa. Así se han modelado las mentes y la ética y las religiones… Una de las funciones más importantes del Poder es modelar las mentes y conciencias… (Cosa que también ha hecho la iglesia poder)
–Como conclusiones:
1. Todos -empezando por el Vaticano o por USA?- necesitamos reconversión.
2. Bendito sea W, Gregory, que se compromete y manifiesta y no calla… Ojalá sea siempre coherente!
3. Enhorabuena a Francisco que lo elevó a cardenal, en estos días de elecciones, nada menos.