—El proverbio es una articulación de sentido: el improperio es una desarticulación del sentido.
—Proverbios e improperios: imprecaciones y deprecaciones.
—Si Dios nos da la vida, nos da la muerte.
—El amor es un don y una emergencia: es la gracia pero atribulada.
—Amar es también amar a un fantasma: el arquetipo más allá del tipo.
—No podrás amar sin desamar.
—El amor siempre se realiza a través del otro: otración.
—Juan de la Cruz y su soledad de amor herido.
—Amistad matricial: querer a un amigo como si lo hubieras parido.
—La paz es la manifestación de la compasión humana (Dalai Lama).
—Que sea lo que Dios y el tiempo digan: en donde Dios parece ser el tiempo.
—La pregunta laical es si Dios cree: si Dios es creyente.
—Sócrates representa la democracia cualitativa frente a la meramente cuantitativa: propugna el diálogo axiológico o valorativo.
—Algunos han pasado del nacional-catolicismo al nacional-secularismo.
—Nacer para morir: y morir para desnacer.
—No digas que sí, no digas que no, dí sí y no: es nuestro sino.
—El sentido del mundo podría estar en su sinsentido.
—Nada en demasía, aunque sea dulce: nada en poquesía, aunque sea amargo.
—Qué hacemos y decimos: por qué y para qué todo.
—Nadie conoce el sentido existencial: y si lo conoce se lo inventa.
—Los creadores se inventan la existencia: y los burócratas la inventarian.
—Si quieres ser feliz como me dices, no analices (Proverbio popular).
—El sabio calla acallado por su insipiencia: y encallado por su insapiencia.
—Gran ventaja: los muertos ya no necesitan protección.
—Al final de la vida uno se vacía de preocupaciones: solo se ocupa de finalizar.
—Contra la beatería idealista: y contra la batería materialista.
—El laberinto existencial: el cobijo que nos amortaja.
—Venimos de un mundo ridículo: y vamos hacia un mundo ridículo.
—No representarse: presentarse tal cual.
—El tostonazgo político: incapaces de hacer Fratria común desde sus fratrías tribales.
—Quién te ha visto y quién te ve: quién te ve y quién te verá.
—No juremos por nada: abjuremos no de todo, pero sí por todo.
—El mundo es un rompiente de la vida: y un rompecabezas del hombre.
—Algunos me quisieran héroe o santo: no lo conseguirán, soy antiheroico y pecador (y de poca honra).
—Mi cáncer no tiene una cura pero tiene un cura: un curandero que no cura ni se cura (yo mismo).
—Lo importante no es creer sino crear: como el Dios.
—En una carta atribuida a Einstein, este define el amor como luz y gravedad, potencia, fuerza y energía, lo divino o Dios mismo: pero por desgracia la carta no es de Einstein.
—No hagas mucho caso a la gente: ni siquiera a ti mismo.
—Mi niñez fue una época trágica: hoy vivo en una época tragicómica (algo hemos adelantado).
—Las redes sociales son disociales: disocian la realidad arbitrariamente.
—Me dice un amigo que la vejez es un regalo: un regalo diablesco.
—Para ganar un amigo hay que saber perderlo: de vista.
—El simbolismo galvaniza la realidad: para que no se oxide.
—El amigo José Casanova en pro del pluralismo: contra el nacional-catolicismo y el nacional- laicismo.
—Quiero que me recuerdes derrotado (L.G.Montero): derrotado pero en mi propio derrotero.
—Me requieren como filósofo animador: pero desconocen la función de aguador del filósofo.
—A veces llego hasta las aguas del Ebro: a veces me allego hasta el Pilar y su Madona de las aguas turbias.
—Aragón es más que Aragón (Aragonia): y Zaragoza es más que Zaragoza (Zaragón).
—El rey Alfonso I esfue el imperator totius Hispaniae (el emperador de toda España), así como el prefundador del regnum caesaraugustanum (reino cesaraugustano o zaragozano).
—La cerveza Ámbar como símbolo sabroso de Zaragoza: refrescante.
Cuando hablo sobre Jesús de Nazareth y su Dios supongo que mis palabras dan la impresión de certeza absoluta, de Verdad, de una verdad que se impone, pues con frecuencia me recuerdan la incertidumbre que rodea a la figura histórica de Jesús y a los textos que a él se refieren. Yo no busco, ni pretendo, ni quiero imponer nada a nadie ni tampoco a mí mismo, adoro la libertad, me gusta la diversidad, prefiero la rebeldía a la sumisión y obediencia. Siempre tengo presente el espíritu crítico en la búsqueda de razones y justificaciones con respecto a mi fe, por la que he optado, tratando de hacer mis elecciones sucesivas con la máxima libertad y mínima imposición de la que soy capaz. Los textos bíblicos para mí NO son normativos, son ofertas de sentido y vida, que selecciono e interpreto según mis criterios personales. Tanto es esto así que cuando mis criterios chocan con los de la Iglesia no me acomodo y obedezco, sino que los tomo como problema y reto, buscando posibles soluciones y si no las encuentro el problema sigue, sin asumirlo y pendiente. La fe no es para mí obediencia a una supuesta Verdad, sino una búsqueda constante, salpicada de encuentros puntuales siempre provisionales sin certezas.
Cuando me hablan de la incertidumbre sobre Jesús y los textos que hablan de él, yo respondo y me respondo con cierto grado de confianza. La confianza la comparo por analogía a la que presto a la Ciencia experimental pues acepto y asumo sus resultados como válidos. Si hubiese un resultado en Ciencia que no me gusta, que contradice mis planteamientos, si intentara contradecirlo no tendría otro modo que especializarme en el tema y emplear el método científico riguroso para encontrar el error que supuestamente me favorecería. Yo no tengo ninguna preparación, ni capacidad ni interés, en la exégesis bíblica de los textos. Así que me fío de los especialistas, que son exageradamente numerosos, quizás fijándome si lo detecto en el sesgo teológico incluso ideológico de sus estudios. Me fío de las traducciones de la Biblia que tengo y uso, no cuestiono su texto pues reconozco mi incapacidad para ello por mi ignorancia lingüística, que no tengo ni interés ni ganas de subsanar.
A la hora de sacar mis interpretaciones personales pongo cuidado de tomar la Biblia en su conjunto, la jerarquía y valoración de los postulados de la fe y su coherencia, la diferencia de estilos literarios, el contexto en el que se escribió, las diversas teologías y formas de los autores, tengo en cuenta las notas a pie de página de los especialistas, etc., etc. Y sí tengo una clave de lectura e interpretación: la Plenitud Humana. Y no encuentro nada en lo que dice, hace y vive Jesús que la contradiga. Es más, pone el listón más alto, a más y mejor calidad humana de la que yo le pongo a la Plenitud y a cada rato me sorprende. No tengo “razones” para dudar, pues encuentro coherencia en lo que se dice en los textos sobre Jesús, y sobre esto es de lo que hablo. Nada la rompe. Pero no estoy instalado en la certeza pues no puedo saber, ni hay datos suficientes y válidos para todos, de que lo que dicen los textos es la verdad sobre Jesús histórico. Pero tampoco hay razones válidas para negarlo. Lo que hay de fondo es incertidumbre. Y yo me pregunto me vale la pena permanecer en ella o por el contrario optar. Y si fuese verdad al no decidirme ¿no me estaría perdiendo lo más grande que ha ocurrido en la historia humana?
La cuestión que planteas, Jorge, en plan testimonial, como siempre, tiene ese punto problemático, es decir susceptible de provocar una polémica. ¿De dónde nos vienen nuestras certezas? ¿Simplemente de las nuevas cuestiones presentadas por los especialistas y que se apartan de la tradición?
Empezando por reconocer que los especialistas en más de las veces,coinciden en las cosas traídas por la tradición. Continuando por aceptar que en las divergencias los mismos especialistas recorren caminos distintos y divergentes tanto de lo recibido como de sus propios postulados creando escuelas varias.
Pero desde otra óptica, por lo menos la mía, y posiblemente la tuya también, es que los textos escritos son palabra de Dios (admitimos la autoría de un Díos que se revela) siendo lo único decisivo.
Si hablamos en términos de respeto, como haces tú, encontramos que también los especialistas tienen nuestro merecimiento que se traduce en reconocimiento y estudio, pues coincidimos en tal estudio atento y paciente de la palabra de Dios. Es un asunto de actitud: Se toman en cuenta todos los datos, y avanzamos con ellos para una mejor comprensión de la palabra de Dios.
Román, en mi caso el mayor grado de certeza no lo sitúo en la fe o la confianza, sino en la Ciencia, en la exactitud de sus cálculos y mediciones, en la fiabilidad de sus datos, en la alta probabilidad (a veces muy próxima al 100%) de lo esperado en sus resultados, en la repetición exitosa y reiterada de sus pruebas experimentales, …, en todo ello no caben opiniones ni criterios personales, se imponen sin apelación posible, y sin embargo siempre tienen cierto grado de provisionalidad dado que a veces se detecta error y a veces también ocurre un hecho que se sale de madre y da un resultado diferente al esperado. En Ciencia no se habla de absolutos, sino más bien de modelos y de probabilidad. La certeza absoluta para mí no existe en nada, y me parece que es bueno mantener siempre cierto grado de sospecha o incertidumbre, incluso en Ciencia, y para mí en mucho mayor grado en cuanto se refiere a la fe.
Para mí por supuesto los Evangelios son Palabra de Dios revelada, pero nunca la tomo como premisa de la que deriva todo como norma, sino como conclusión. Pongo el acento en lo que dice, me fijo en su coherencia y su justificación, y luego suelo concluir que sí que lo que he leído me revela a Jesús y su Dios y por tanto es Palabra de Dios. ¿Es la Verdad Absoluta? Es posible en mi opinión que realmente lo sea, pero no tengo un criterio fiable para que pueda afirmarlo sin ninguna duda. Teniendo esto en cuenta mi modo de enfocar la lectura de los Evangelios es más bien una lectura de abajo arriba sacando mis interpretaciones y conclusiones personales, y no de arriba abajo como norma que deba acatar y obedecer. Y esta actitud la mantengo con respecto al Magisterio de la Iglesia.
Saludos cordiales.
¡Hola, Jorge! Hola Román, permitidme que tercie, por favor. Diriges lo que escribes al foro en general, y por esa misma razón me tomo la libertad de comentar. La certidumbre científica no debiera depender en su totalidad de convicciones personales. En la historia de la ciencia, sea esta experimental o no, hay demasiada injusticia como para no hacerlo depender de la posibilidad de error que acompaña a las afirmaciones y de «peer review», vale decir, de las comprobaciones de parte de otros científicos capaces de opinar en el mismo campo por medio de la repitición en igualdad de condiciones de las pruebas que produzcan las mismas evidencias. En materia de especulación, la cual es parte del proceso cientifico cuando la intuición sigue una pista de descubrimiento, el riesgos es demasiado grande para atenerse únicamente a las convicciones aunque éstas seguramente han venido alimentando la intuición científica que sigue la pista conducentes al descubrimiento razonablemente y no en soledad, sino en soledad pero en contacto con lo que el resto del mundo cientifico va comunicando de manera válida y confiable.
Cuando hice mi anotación sobre tu autoridad, me refería al tono. El «pues no» es autoritario, impositivo, Cierra la Puerta a toda otra posibilidad como si poseyeses la totalidad de la verdad y la poseyeses incuestionablemente. Esa es la parte que no es científica en la forma. No cuestionaría ni tu conocimiento cientifico en la materia que seas especialista, ni cuestionaría tu buena fe en divulgar lo que piensas como cientifico, sobre todo en ese campo. Sí cuestiono la forma de expresarlo.
El estilo testimonial no es impropio ni menos acceptable que cualquier otro estilo cuando es adoptado dentro de lo personal. La controversia o la polémica tampoco son inapropiadas cuando ocurren con el debido respeto y la tolerancia.
Una norma científica que seguro conoces es que cuando se discrepa de lo que se lee o escucha, lo que procede primero que todo es solicitar clarificación, en lugar de saltar a conclusiones y menos a negaciones absolutas o en términos absolutos. Todo, nada, nunca, siempre, sí, no, los subjuntivos pueden ser formas del lenguaje poco conducentes a la conversación o a la persuasion. No creo en el proselitismo, pero sí creo en la persuasion. La causa de la importancia que le atribuyó es que al tratar de persuadir a otra persona de cualquier cosa no me queda más remedio de yo mismo recorrer el camino de mi convicción y hacerlo en Compañía de la otra persona en sus condiciones.
Para nada quiero decir que yo mismo no me contradiga y no falle. No sé si lo sabes, pero por el estado de mis manos, la articulación al brazo, escribo casi todo dictando a mi ordenador y en consecuencia mi acento y el lenguaje primario del ordenador a veces hacen surgir versiones muy cómicos de aquello que dicto y lo que mi ordenador escucha y transcribe.
En fin Jorge, gracias por tu paciencia y tu tolerancia, anticipadamente, y a ti también Román.
Hola George, reconozco que el “pues no” de mi comentario resulta autoritario e impositivo, y yo no intento ni pretendo una cosa ni otra, sino todo lo contrario; debería haber tenido mayor cuidado con el lenguaje y matizarlo.
Suscribo lo que dices sobre el proselitismo y la persuasión.
Desde siempre he defendido que en los resultados y conclusiones probadas de la Ciencia, en particular las experimentales, no caben opiniones ni criterios personales, se imponen como evidencia. Por el contrario, en la especulación científica, en las hipótesis científicas propuestas a experimentación o falsación (Popper), si caben opiniones, intuiciones, criterios personales, …, que tendrán que ser contrastadas con el resto de científicos especializados, para ser tomadas en cuenta por equipos de investigación y la financiación correspondiente. Y por otro lado cuando un científico de prestigio da su opinión en temas que no son de su especialidad, por ejemplo, en política, ética, religión, …, su autoridad no va más allá de la de cualquier otro, aunque su opinión sea de interés y se le preste atención.
Parte II
Por otra parte, quizás al Galileo no le importó el riesgo de tergiversación porque estuviese convencidos hasta sus mismos tuétanos que la Verdad siempre quedaría incólume visto que quizás a él también le parecía inagotable, cualidad que no parece tener el error. Este encuentra su final en su propia innecesaridad. Si la Verdad incompleta solo deja sed de su búsqueda, error solo causa repugnancia. Si alguien es, desde luego, tan arrogante que voluntariamente se enorgullece de su saber/conocer y lo dictamina a otros/as o a sí mismo/a como final e incontrovertible, eso no quiere decir que haya encontrado la Verdad, sino solo que le falta por conocer.
Imagino, pero solo con certidumbres válida para mí mismo porque no he podido traspasar esa barrera que me impone mi ignorancia, que deba preferir la esperanza confiada de que haya una posibilidad, por remota que sea, de que aunque no se la pueda poseer en el sentido de dominarla o someterla a la exclusividad de la posesión, sí se la pueda llegar a contemplar como sea y fuera, ajena, intocable como quien «ve o mira al Invisible o a lo Invisible» un texto de la Carta a los Hebreos que me toca en profundidad siempre que lo leo o lo recuerdo (11, 27) porque me conduce de nuevo a la simplicidad del autor, no importa quien haya sido si de esa forma quien lo escribiera lo expresó, que una idea que parece haber sobrevivido el lodo acumulada de las traducciones y las interpretaciones y comentarios, es que si la divinidad realmente existiese o existe, no ha querido mostrar su rostro porque no quiere poder ser reconocido.
Ojalá esa experiencia de ese texto nos condujera al enorme respeto con el que hay necesidad, me parece, de tratar siempre, el rostro de otra persona o su imagen gráfica precisamente porque al conocerla no hay manera de impedir la sensación de que nos apropiamos de su autonomía como persona, de que la poseemos. Otra cosa muy distinta se experimenta cuando no la hemos visto nunca y, entonces, no se experimenta el mismo peligro de intentar dominarla o poseerla.
María Zambrano escribió un brevísimo ensayo sobre la identidad que siempre me ayuda en ese sentido, que, si la memoria no me traiciona, lo escribió tratando de acercarse, otra de muchas veces, al pensamiento de Ortega y Gasset.
Parte I
Lo respeto, pero nunca deja de impresionarme grandemente que alguien atribuya carácter histórico a las narraciones evangélicas desconociendo la difícil historia de dichos textos desde narraciones orales hasta cada uno de nuestros presentes. Cada vez que oigo o leo la opinión de que la Biblia sea el texto más traducido de la historia literaria humana, no puedo menos que dolerme de ello. ¿Cómo hemos podido traicionar esos textos tanto hasta el punto de que sean los más traicionados de la Historia? ¿Por qué no ha sido lo contrario? ¿Por qué no aprendimos los idiomas en que fueron escritos? Aun así, por otra parte, hubiésemos impuesto nuestra arrogancia humana sobre ellos, porque nadie interpreta sino desde el «lugar» en el cual los textos le encuentran o él/ella los descubre. Esto, desde luego, me parece mejor porque si se deja encontrar por estos textos sagrados, sean los que sean, no solo los bíblicos, también los coránicos, los Vedas, el Popol-Vuh… los que sean, puede humildemente leerlos, desde la sinceridad y el temor (no miedo, sino respeto y delicadeza, decoro) y asimilar aquello de bueno y sabio que dejando que le informen. Y hacerlo con paciencia. De todas formas, nadie llega a adquirir toda la sabiduría o la limitación comunicada en un texto, no importa cuán breve. Baste por ejemplo zambullirse en el «alcance» o la profundidad de la afirmación de consentimiento del «sí» o la del «no» o el enorme espacio implicado en el «pero».
Quizás el Galileo al que llamamos Jesús de Nazareth explicó a alguien su noción de la divinidad, pero no la escribió ni mandó a que lo hiciesen. Expresiones como «el Dios de Jesús» no pasan de ser atribuciones y por mucho que se reflexione sobre ello a partir de la tradición nunca será posible, nunca, traspasar su abstención.
Además, la incuria de los copistas por tantos siglos como tomó a la posibilidad de reproducir mecánicamente en lugar de hacerlo a mano y hacerlo sin añadir comentarios propios o sin errores tipográficos o sin interpretar y tratar de «decir mejor» el texto que ya estaba dicho, no puede de ninguna manera razonable causar la certeza de que los textos que leemos de aquellas narraciones orales sean idénticos recíprocamente. No veo manera de invertir el proceso de traducciones a partir de los textos actuales e imaginar que, literalmente llegaríamos a las palabras y los sentidos que emitió por su boca el Galileo. Umberto Eco ha descrito su idea de lo inexpugnable de la intencionalidad de cualquier autor y parece muy razonable que la misma quede siempre secreta en alguna magnitud, porque si quien habla es humano no puede estar totalmente consciente de su intencionalidad al ciento por ciento.
Con respecto al tema de la muerte, he leído en algunos autores, que este tema marca profundamente los sistemas filosóficos, teológicos, religiosos, … y el sentido de la vida. Quizás tengan razón. Sin embargo, para mí tengo claro que la muerte es un proceso natural, tal como lo es el de la reproducción, dependen ecológicamente uno del otro. No creo ni postulo un alma inmortal para el ser humano, por lo que nace y muere lo mismo que el resto de seres vivos. Y esto sería así, muerte y extinción como punto final definitivo, si Dios no existiese. Pero si existe Dios lo cambia todo.
El Dios de Jesús de Nazareth, está fuertemente implicado en deshacer en esta vida el poder del sufrimiento, del mal y de la muerte, para toda la humanidad, sin destruir ni cambiar al ser humano según su condición y capacidad. Dios no es el autor del mal sino del bien, ni tampoco de la muerte sino de la vida eterna y definitiva. Pongo especial cuidado cuando se dice que Dios nos ha dado la vida, y es verdad, pero la vida que nos ha dado Dios no es la vida biológica que proviene de la Naturaleza, pues Dios NO es la Naturaleza, sino que nos ha dado y da la vida en plenitud. Por tanto, la muerte NO es la puerta de entrada al Paraíso, el cual se gana o se pierde según vivamos esta vida biológica. Y es que, si el Paraíso se refiere a la vida junto a Dios, ya estamos en ella, pues es la vida eterna la que tiene significado para Dios, dado que el mal y la muerte han sido destruidas, por su profunda implicación con la humanidad. Podría decir que la muerte en coordenadas divinas es mero accidente que depende de nuestro origen biológico. Creo que si estamos viviendo es porque somos ya ciudadanos de la Plenitud junto a Dios, y de aquí nuestra dignidad como personas.
El Dios de Jesús de Nazareth está implícito en el Dios bíblico del AT, como Padre clemente y misericordioso, lleno de amor y cuidado hacia la humanidad y las personas. Pero este contenido se encuentra mezclado con las ideas del contexto histórico que tenían sobre la idea de Dios, que hacen difícil su lectura y a menudo contradictoria. Con demasiada frecuencia aparece un Dios injusto y malvado, un juez implacable que ejecuta tremendos castigos por desobediencia a sus preceptos y leyes, que causan temor y espanto. Nada que ver con el Dios de Jesús. Por ejemplo, hoy he leído el salmo 109 que me parece un error vengativo, pues le pide a Dios la humillación y muerte ignominiosa de los adversarios. Jamás se me ocurriría pedir a Dios una cosa semejante, ni a Jesús tampoco. Jesús le pide a Dios en la cruz que perdone a los que le están maldiciendo, torturando y ejecutando.
Dios y la Muerte: Según el Libro de la Sabiduría (1, 13-14) «Dios no hizo la muerte, ni goza destruyendo a los vivientes.» ( Enfasis añadido.)
Leyendo de corrido la Biblia hay que leer, en la mía, unas 1080 páginas antes de llegar a estas líneas. Reconozco que el Libro de la Sabiduría de Salomón no necesariamente fue escrito por el hijo de David que parece haber llevado ese nombre y que es una especie de híbrido cultural donde lo hebreo y lo griego compiten armoniosamente como si solo lucharan para dar prioridad lo uno a lo otro y viceversa.
Pasado de ahí, es muy difícil ignorar cuán sangrienta es la divinidad hebrea a juzgar por todos los destrozos y calamidades catastróficos con las que tan inútilmente ha castigados a este pueblo tozudamente desleal. Como todos los hijos e hijas, los profetas, los reyes, los jueces, las profetas, se han venido desviviendo para explicar que no sea un Dios malo aunque sea desproprocionado en sus castigos a unas criaturas que creó defectuosas, dotadas de la libertad que no es otra cosa que la vulnerabilidad al error y al mal porque no creó criaturas sabias sino necesitadas o, lo que es lo mismo, carentes de la sabiduría necesario para ser Justas.
El tema de la muerte cambia cuando se la ve como el «portico de la gloria» que metafóricamente recuerda el de Santiago de Compostela, una gran entrada al lugar de la paz y de la felicidad, al final del camino, mucho mejor que la vieja ermita de Santa Susana, no demasiado lejos de la misma Costa de la Muerte a la que muchos caminantes compostelanos no llegan.
Pero más que la vida, lo que viene de Dios, si es que viene algo, ojalá que sí, es la muerte porque lo que realmente perdura es la muerte que es definitiva y no es ausencia de la vida, solo que tampoco se sabe que es.
Hay quienes aceptan el desafío que supone, demanda, bajar humildemente la testuz, y hay quienes quizás prefieren la soberbia de pretender que la lógica humana, el pensar hasta consumir los sesos puede descifrar la incógnita. Yo prefiero la ignorancia que es menos onerosa. Ya me soprenderá lo que haya si hay, porque soy un hombre bueno aunque no sea el mejor, ni siquiera muy bueno: Soy de los menos malos si se quiere y si algo me ha de alcanzar soy de aquellos que se salvaron porque en medio de ellos hubo un justo que mereció no ser destruido. Si no hay nada, pues eso será: La Nada.
¿Si Dios nos da la vida nos da también la muerte? Pues NO. El contenido de Dios es incompatible con la muerte, bien al contrario, Dios es un Dios de vivos y no de muertos. Si no existiese Dios entonces el proverbio sería algo así como: “si tenemos vida también tenemos muerte”, pues estamos hablando de la vida biológica y en ésta nacemos y morimos como los musgos. Pero aquí sobra la apelación a Dios.
Si metemos a Dios, Dios y Vida van de la mano, por lo que se dará el triunfo final del bien en Plenitud, y todo sufrimiento, el mal y la muerte serán vencidos, definitivamente. La vida que Dios nos da no es simplemente la vida biológica, sino la vida eterna en plenitud. Con Dios la perspectiva no apunta a lo que somos ahora, sino a lo que seremos, fundamento de la esperanza.
¿Invento? ¿Dios es un invento? Algunos dicen que si realmente Dios no existiese habría que inventarlo, puesto que no solo contrarresta la conciencia de muerte, sino que da sentido a la historia personal y colectiva de la humanidad hacia la Plenitud.
Más que un invento a mí me parece una apuesta por la esperanza, ante la incertidumbre.
Saludos cordiales de nuevo.
—“No hagas mucho caso a la gente: ni siquiera a ti mismo”.
Cuándo y cómo hay que tenerlo en cuenta, es clave.
Solemos opinar demasiado y sin que se nos pregunte.
También se ponen en marcha los prejuicios en cadena, pensamientos atolondrados sin ser necesitados.
Creemos que controlamos. No son más que deseos.
Muchas gracias, Andrés. ¡Buenas noches!
Antonio me ha comentado que su lectura de mi comentario de julio 10 a las 3:38 AM le hizo sentir que otra vez, no haya sabido «escuchar» al Sr. Ortiz-Osés. De ello deduzco que mi comentario pudo ser descuidado. Antonio siente que al comentar me proyectado y me exorta a ser más cuidadoso incluso de mí mismo.
Agradezco el consejo-corrección.
De cualquier modo, no fue mi intención ofender o herir o maltratar al Sr. Otiz-Osés. Ya he pedido a Antonio que borre mi comentario con la esperanza de que el Sr. Ortiz-Osés aún no lo haya leído, pero si mi solicitud llega tarde, pido perdón al Sr. Ortiz por cualquier molestia que pueda haberle causado y me propongo descansar un poco para no repetir el mismo descuido.
Lamentablemente leí el comentario privado de Antonio muy tarde, después de haber escrito una respuesta a Antonio. Realmente lo lamento. Yo no creo que me haya proyectado pero eso lo dice generalmente toda persona a quien se le reprocha justamente y justificadamente. Tampoco me dice Antonio qué cosa he proyectado pero me recomienda que me quiera más a mí mismo. Lo que procede es pues, no comentar más nada y aceptar la crítica constructiva y el consejo de Antonio, lo mismo si me parecen injustificados porque precisamente eso pudiera ser evidencia de que sí lo sean.
En fin, gracias, Antonio y perdóneme Sr. Ortiz.
Puede que tú, George, fueses poco oportuno al atribuir el referido proverbio de Andrés a su necesidad de encontrar un paliativo ante el hecho de la muerte. Pero es seguro que yo tampoco supe leerte con suficiente respeto y escucha. La verdad es que por la autoridad que para mí tienes como persona muy informada y reflexiva, unida a tu experiencia de psicoterapeuta, tal vez me sentí personalmente interpelado, en un momento de mi vida en que la búsqueda del sentido profundo y de la presencia acompañante del absoluto amor se acrecienta enormemente, a medida que la revelaciones, creencias y teorías que me vienen de fuera (tanto del nacional-catolicismo como del nacional-secularismo, como diría Andrés) me resbalan.
Y tu comentario me cuestionaba personalmente: ¿no será que, sin darme cuenta, más que ahondar en la realidad lo que busco es un paliativo ante la cercanía de la muerte? Me parece que no pues en ese más allá tras mi ya próximo apagón vital, nunca pienso. Pero puede que sí. Me gustaría seguir dialogando contigo, que no polemizando, sobre todo esto. Y de cosas que te pude decir fuera de línea, una vez escrito el comentario, no digo nada pues no era para traerlo aquí.
—Me dice un amigo que la vejez es un regalo: un regalo diablesco.-
Tienes un MAL AMIGO.
“Nadie te REGALA nada
si no tienes DÓNDE PONERLO = TÚ MISMO”
—Las redes sociales son disociales: disocian la realidad arbitrariamente.-
Entonces: no son REDES.
—Mi cáncer no tiene una cura pero tiene un cura: un curandero que no cura ni se cura (yo mismo).-
El mío tiene cura:
la “buena-sangre” contra la “mala-sangre”
—Quién te ha visto y quién te ve: quién te ve y quién te verá.-
¿Me verán?
—Venimos de un mundo ridículo: y vamos hacia un mundo ridículo.–
Entonces: ¡Ja ja!
Lo mejor de un proverbio es lo que no dice.
El lector tiene derecho a añadir su propia palabra.
Hay una cosa en la vida que nunca puedes olvidar hacer.
Si olvidas todas las demás y no esta,
no tendrás que preocuparte por nada.
Pero si haces todas las demás y no esta,
será como si no hubieras hecho nada en tu vida.
Es como si un rey te hubiera enviado a realizar una misión
—y cada misión es específica, particular de cada persona—
y tú realizas cientos de otras tareas, pero no la que te envió a hacer.
Tú dices: “Pero si hago cosas muy valiosas,
estudio jurisprudencia, medicina o política, o…”.
Bien, pero considera por qué haces todas esas cosas.
Son ramas de ti mismo.
Y el trabajo real, el trabajo real,
es recordar la raíz más profunda de ti mismo.
Rumi.
Leo: «Si Dios nos da la vida, nos da la muerte.» Ya sé que el autor de este hilo está mal de salud y que quizás no esté muy lejos de la muerte. Lejos de mí socavar sus esperanzas pero me sabe peor que necesite de estas ideas que son más bien un paliativo.
Supongo que sea un hombre religioso o creyente, al menos. Que sea cristiano y quizás católico. Per entonces ¿Cómo no sabe que no hay viviente sobre la Tierra que no esté en espera de la muerte? La vida es la muerte. Si Dios o alguna divinidad externa a la Historia existe lo que da es muerte, no vida porque ésta es solo la forma de aquella. El cáncer es mero accidente y es precisamente la forma de esta vida-muedrte.
Solo se puede morir en paz cuando se abandonan las pretensions de ser imprescindibles o de ser importantes, o de constituir la cúpula de la pretendida «creación».
Hay una hermosa libertad en pensarse del valor y la importancia del musgo o del liquen, las gotas de agua, los gránulos arenosos.
La muerte es el final del exilio. Siempre hemos pertenecido a la materia xde la que emergemos. No hay distancia entre una forma u otra de esa materia, aunque nos pongamos nombres y Apellidos y pretendamos que nos diferencian las diferentes biografías personales, porque olvidamos que todos somos como las burbujas de lava que saltan dentro del crater del hermoso violcán y a la larga si no regresamos a él, será solo cuestión de tiempo que lo hagamos en forma de carbon o cenizas.
No hay nada lúgubre o terrible en ser solo lo ínfimo. No Podemos ser como dioses. Quizás fue una calumnia legendaria el acusar a los personajes mitológicos genesíacos que quisiesen ser como dioses. En fin…
Yo había leído ese mismo proverbio de Andrés y me había aportado sabiduría realista. Nunca se me hubiera ni siquiera ocurrido y, menos atribuido al entrañable autor que nos ofrecía el proverbio, “que necesite de estas ideas que son más bien un paliativo“. Todo lo que sigue en tu comentario, George, lo he vivido al leer el proverbio, en ese momento en que, tras beber la gota, el pajarito alza el pico para disfrutarla y hacerla suya. Quien absorbe la frase sin buscar paliativo seguro que no podrá entenderla como necesidad de paliativo. A mí me sabe a esto: aceptar mi vida como don de Dios es aceptar también la muerte.Soy musgo.
Deseo que el autor del hilo no se haya sentido herido por lo que escribí. Y si le herí, le ruego que me lo perdone.
Quizás pienso, querido Antonio, de modo muy distorsionado a este respecto, pero a partir de mi experiencia en hospicio, siento que la mera idea de sentirse objeto del amor o de la necesidad de la divinidad es en sí innecesaria e injustificada. En fin de cuenta que se sepa la finalidad de esta o aquella existencia para nada anula la certidumbre de que existe porque es necesaria. Lo innecesario no ocurre, simplemente.
No sé si el musgo o el liquen, o las gotas de agua o los granos arena sienten esa misma necesidad de no sentirse especiales u objeto de la atención «divina». No sé como sentir o pensar como esas «criaturas» sienten si es que, en efecto, sienten, aunque si me alegro de no pensarme más como creado por la divinidad y porque no me preocupe más saber o creer si o que la divinidad exista.
Me parece que hay algo muy liberador en saberme como algo que brotó de la tierra y que la tierra lo reclama, como la yerba o como los animales, como todo y que la Tierra emergió del Cosmos y ha de volver a él. El rollo de la primera o la última causa no es más un tema importante para mí.
Deseo ser soprendido, cuando muera por lo que sea, si es que hay algo. Lo he dicho muchas veces: La metáfora más cercana es la del sentimiento de inquietud alegre con el que me iba a la cama, el primero de los tres hermanos, la noche del cinco de enero, la víspera de la fiesta de los Tres Reyes Magos. Me llevaba a la cama la certeza de que al alba del día seis no me encontraría todo lo que había pedido, pero que encontraría algo que me haría feliz. Deseo morir así, sintiendo que volver a la tierra, al suelo, entrañe una sorpresa feliz y, entonces, que sentido puede tener acelerar la muerte y menos, rehuirla. Ambas experiencias me hacía feliz, la de la esperanza de la víspera de la fiesta de los Reyes Magos, y la de la mañana porque los regalos marcaban su paso por mi lado. Los niños y niñas si tienen derecho o necesidad a sentirse dignos del cuidado de lo divino y lo mágico, pero pienso que de ese polvo de estrellas uno ha de desprenderse para honrar precisamente la realidad, acogiéndola y acogiébdose tal cual es.
George, me parece que el segundo comentario (13:45) contradice el primero (3:38). El segundo comentario acepta la muerte, pero no la deja cerrada, sino que la abre a “algo después”, con el deseo de ser sorprendido. Esto nada tiene que ver con el musgo y lo que comentas del Cosmos, del retorno, tampoco.
Jorge, no tienes que ser la autoridad que decida lo que otra persona comprenda o no, según lo que leas que haya sido escrito por esa persona. ¿Es necesario que recuerdes que el mensaje no es solo lo que recibe y decodifica o interpreta el cerebro de quien lo recibe, escucha o lee? El mensaje es también aquello que intentó expresar quien lo origin ¿O no? Antes de dictar tu sentencia, ¿no te parece mejor solicitar clarificación de lo que te parezca contradictorio o simplemente no entiendas?
En efecto me debato entre uno y otro extremo. La muerte me parece que es solo el regreso al Cosmos en el que debo haber tenido origen o haber emergido a través de la union de mis padres de quienes recibí dicha condición de emergencia cósmica, por llamarlo de algún modo.
Por otra parte, que yo sepa, pero no soy infalible, aunque no tiene que ser tu caso, mientras viva puedo desear y alentar la esperanza de la satisfacción de aquello que desee. Eso no contradice el «temor» (literalmente no miedo sino respeto) a que muy bien puedo estar errado. Yo no me siento ni me sé infalible aunque ya sabes, todo lo contrario, si me siento y me sé ignorante y me acepto como tal y nunca pretendería saber de todo y menos saber todo. Esta es mi buena fortuna, poder errar de buena fe sin sentirme decepcionado de mí mismo o culpable. te envío un saludo cordial.
¿Autoridad? Yo no me considero de ninguna autoridad en nada, ni tampoco la busco en nadie (quizás excepto en Jesús de Nazareth). Soy muy orgulloso, pero no tanto que me impida aceptar mis limitaciones, mis errores, ni tampoco para pedir disculpas cuando otra persona se ha visto ofendida o dañada, aunque sea levemente, por mis palabras o modos. Sin embargo, en esta ocasión el comentario no es afirmativo sino abierto al comenzar con un “me parece”, que incluye el posible error de apreciación por mi parte. De todos modos, vayan mis disculpas por delante.
Saludos cordiales.
Gracias, Jorge, por disculparte. Proveniendo de una persona que se sabe orgullosa, disculpase dice mucho y bien de ella. Pero ya ves que mi omisión del «me parece» tuvo significado porque lo subrayas. Un abrazo cordial a ti.