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Mantener el paradigma del tiempo

        Dos paradigmas contrapuestos

        Nuestra cultura se ha desarrollado con el paradigma del tiempo progresivo: la vida que avanza desde el nacimiento hasta la muerte, el mundo que se expande desde el Big Bang, la Historia que progresa desde el homo sapiens. Es un paradigma compenetrado con nuestra cultura y por eso tan imperceptible como el oxígeno que respiramos.

        Sin embargo, no es el único paradigma posible. La cultura oriental se ha desarrollado con el paradigma de un tiempo cíclico: la naturaleza que gira en la rueda de las cuatro estaciones, el grano de trigo que crece como espiga y vuelve a la tierra para morir y resucitar, la reencarnación.

        Este monótono girar produce una actitud más estática y contemplativa que se contrapone con la actitud occidental de esfuerzo y progreso.

        Actualmente nuestra cultura siente el desencanto del progreso: Auschwitz, bomba atómica, estadísticas de pobreza y malaria… Quizás este desencanto nos esté inclinando hacia un paradigma más estático y resignado.

  • La no–dualidad

        Una muestra de esta tendencia puede ser la conocida como teoría de la no–dualidad. La realidad es una; la variedad del mundo es una creación de nuestro cerebro, del falso yo. Esta realidad única no está sometida al espacio ni al tiempo. Es inmutable y perfecta en sí misma.

        Esto contradice nuestra experiencia diaria, pero hay que reconocer que los místicos de todas las religiones son los que mejor han percibido esta unión e identificación con la realidad única. Rumi, místico sufi, vivió de tal modo esta identificación de todas las cosas con dios que llegó a afirmar “Yo soy dios”. Los místicos cristianos, siempre vigilados por la ortodoxia, simbolizaron esta identificación en la unión conyugal (pero no olvidemos que la Biblia reconoce esta unión como “serán los dos una sola carne”).

        Una consecuencia positiva de esta deriva más estática puede ser la superación de la angustia, la paz interior, la valoración de una plenitud humana, inmune a los impactos adversos o favorables del mundo exterior.

        Una consecuencia negativa, ética y humanamente, de esa satisfacción con nuestra plenitud interior puede ser el egoísmo del aislamiento respecto al prójimo, y muy en particular una negligencia respecto a nuestra responsabilidad por el masivo sufrimiento humano.

        En el plano teórico, quizás vivimos un replanteamento del viejo problema filosófico del uno y lo múltiple –”no puedes bañarte dos veces en el mismo río”– de la idea platónica y las sombras de la caverna. ¿Platón o Aristóteles? ¿La plenitud de la Idea que se diversifica en la multiplicidad de sus imágenes? ¿O las realidades materiales de las que abstraemos conceptos universales como naturaleza, justicia o amor?

        Racionalmente no podemos coordinar estas dos interpretaciones de nuestro mundo, unidad y pluralidad, pero vitalmente ambas son auténticas. Nuestra mente racional, al menos en su estadio evolutivo actual, es incapaz de coordinar estas dos interpretaciones extremas; pero nuestro conocimiento sensitivo, al menos en sus estadios más avanzados, sí es capaz de coordinarlos. Lo propuso expresamente Nicolás de Cusa en su “Concordantia oppositorum”, y lo han confirmado los místicos de todos los tiempos y lugares.

        El Budismo también ha sabido combinar estos dos conceptos. Para evitar el sufrimiento, recomienda suprimir todo deseo, pero al final se caracteriza por la compasión, por compartir el sufrimiento ajeno. No hay consecuencia lógica entre la propuesta inicial y el resultado final, que tanto lo honra; más parece una contradicción. La consecuencia no está en la lógica sino en la naturaleza de la realidad última: al suprimir los egoísmos, renace espontáneamente la solidaridad humana. 

  • Conclusión

        Me vienen a la mente los versos de Machado: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar”. La intuición poética de Machado ha sabido coordinar dos afirmaciones contrarias: Es verdad que “todo pasa” –todo es efímero– pero también es verdad que “todo queda”, todo es plenitud permanente.

        “Pero lo nuestro es pasar”, lo que nosotros vivimos y sentimos es “pasar”, es lo efímero, ya sean momentos de plenitud o períodos de opresiva esclavitud. Adoptemos en buena hora nuestra identificación esencial con el–la–lo trascendente; pero “lo nuestro”, nuestro cometido no es recrearnos en esa plenitud sino mantener la sensibilidad con la multiplicidad progresiva de lo temporal.

        Gocemos “ya” de nuestra plenitud; “pero todavía no” podemos aflojar en nuestro compromiso temporal por un mundo más justo.

7 comentarios

  • M.Luisa

    Entrar en la comprensión  de qué sea la no-dualidad  no tiene porqué llevarnos   a sentenciar que sea una la realidad. La no-dualidad no niega lo dual de la realidad del mundo, niega, eso sí,  el dualismo que considera el Universo  como  el concurso de dos principios  independientes uno de otro.

    Tampoco, a la realidad  se la debe singularizar como única,  porque afirmándola así  la caracterizamos a nuestro modo, el característico de Occidente.

    Pienso que la manera mejor de penetrar en la comprensión de la no-dualidad  es considerar  la realidad no como forma única dada una vez para siempre sino  como formalidad abierta a su contenido   desde el cual los humanos cualitativamente   vamos configurándola  con  la construcción de valores. La no-dualidad es todo un proceso en el que nos llevan las cosas con sentido,  aquellas con las que hacemos nuestra vida.

  • George R Porta

    La propia noción de paradigma es artificial y reconocer la alteridad de la idea en nuestra mente con relación a la realidad que se intenta describir o comunicar es ya dual.
    Hace poco publiqué en la columna central de Atrio un palabreo sobre este tema. No sé cómo se puede desconfiar de la única percepción que poseemos de nosotros y o en el entorno y todos los demás entornos que ni siquiera podemos imaginar con detalle, como una inmensa, literalmente inmensa, cantidad de círculos concéntricos (u otra imagen poligonal o poliédrica, pero de inclusión-exclusión, en la que lo único que sobrevive es la sensación, sensación me repito, de ser individuales.
    Psicológicamente hablando, no hay modo de desprenderse de la individualidad. Es un logro del crecimiento que permite amar y sufrir, servir y explotar, existir para llegar a finalmente ser y aún entonces «volver al polvo» del cual estamos constituidos. Cuando ya terminamos este «pasar» como diferenciados, aún la memoria de cada uno/a, se hace individual en el sentir de cada uno/a de quienes nos memoricen, bien o mal.
    Somo efímeros (que yo sepa todo muere), necesarios (al menos como las más inútiles piedras, las que la lluvia disuelve y aún esas le conservan su capacidad electrolítica, pero somos rotos y esto es un logro porque se manifiesta en el pasar del narcisismo llamado primario a otro más saludable que permite reconocer y amar al otro/a como tal, como no-mí, aun al riesgo de que también permita odiarle. Esta es una realidad muy difícil de ignorar.
    La necesidad de unificar es solo otra tentación de regresar al narcisismo primario en el que no podíamos reconocer los límites que la porosa epidermis marca. Una especie de regreso a Ítaca, pero deseando hacerlo sin la cera que recomendó Circe al navegante épico y pretender que no pereceremos ni provocaremos la muerte de Parténope. No se puede.
    Los versos de Machado pueden ser leídos con la misma fruición desde la aceptación de nuestra rotura. No por gusto se corta el cordón que une a la placenta, ni se compone la existencia de acercamientos y alejamientos emocionales, ni se construye el mundo, la realidad, sin las angustias de la contradicción, paso a paso, unas veces de un lado, otras de otro; unas veces con uno/as, otras con los demás.
    ¿Para qué necesita una persona rechazar su individualidad si no es para desprenderse de ella? Y cómo puede eso no ser una intención «contra natura» que propone esta multiplicación en la diversidad que no repara en «crear» individualidades. ¿Cómo se puede rechazar, al punto de desear desprenderse de ella o deshacerla, una realidad sentida y pensada, pero sobre todo actuada, a la que no se la odia? ¿No fue esta la condición que el mito legendario de la infeliz serpiente y los arquetípicos primeros progenitores tan claramente parece expresar? Me refiero al deseo de cambiar la forma existencial de otros/as o la propia.
    El paso de objetivarse como parte de lo que aún no se reconoce como «lo otro» a objetivarse como sí mismo que se puede llegar a mirar como si se fuera precisamente «otro/a» es costosísimo y si la naturaleza lo promueve y demanda, ¿Qué derecho puede haber a religiosamente rechazarlo sin simultáneamente «pecar» «contra natura»?

  • oscar varela

    Hola!
    1- El Autor
    toma unas cuantos buenos ladrillitos LEGO
    para armar una “conclusión” consejera:

    a)Gocemos ya” de nuestra plenitud;
    b) pero “todavía no” podemos aflojar
    en nuestro compromiso temporal por un mundo más justo.
    ………………………………

    2- Los Comentarios
    atienden la sabiduría que hay en la metáfora de “lo nuestro es pasar

    No tengo nada contra esa metáfora,
    solo pedir que el que la emplea exhiba la Fecha de nacimiento.

    Porque pasados los 65 o 70 pirulos (con arruguetis)
    es casi una honestidad de auto-estima tal declaración:
    lo nuestro es pasar

    Pero hasta esas edades ¡ni soñando íbamos a admitir que:
    lo nuestro es pasar”!

    ¡Tanto era lo que todavía teníamos por delante! (futuro y no pasado).
    ¡Tanto era lo que esperábamos hacer!

  • Mª Pilar García Martímez de Aguirre

    Otro pensamientos, también tuvieron fuerza en el devenir de otras maneras de pensar.

    Khalil Gibran

    Del matrimonio, de El Profeta

    “Nacisteis juntos y juntos permaneceréis para siempre.
    Aunque las blancas alas de la muerte dispersen vuestros días.
    Juntos estaréis en la memoria silenciosa de Dios.
    Mas dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
    Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.
    Amaos uno a otro, mas no hagáis del amor una prisión.
    Mejor es que sea un mar que se mezca entre orillas de vuestra alma.
    Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis sólo en una.
    Compartid vuestro pan, mas no comáis de la misma hogaza.
    Cantad y bailad juntos, alegraos, pero que cada uno de vosotros conserve la soledad para retirarse a ella a veces.
    Hasta las cuerdas de un laúd están separadas, aunque vibren con la misma música.
    Ofreced vuestro corazón, pero no para que se adueñen de él.
    Porque sólo la mano de la Vida puede contener vuestros corazones.
    Y permaneced juntos, más no demasiado juntos:
    Porque los pilares sostienen el templo, pero están separados.
    Y ni el roble ni el ciprés crecen el uno a la sombra del otro. ”

    El Poder de la Palabra
    epdlp.commª pilar

  • ana rodrigo

    Buen tema para la reflexión personal, Gonzalo, me quedo con Machado: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar”.

    Cada cual va aportando algo al devenir de la historia de la humanidad, y eso es lo que queda y, de esta manera, vamos construyendo humanidad, porque la inhumanidad no construye, sino que destruye.

  • Olga Larrazabal Saitua

    Hola Gonzalo:  Justamente esta viendo en youtube un documental sobre la vida en la tierra, y las grandes extinciones producidas por meteoritos, glaciaciones y sequías.  Generalmente por hechos físicos que cambiaron la composición de la atmósfera.

    Ahora como somos más egocentricos, estamos midiendo la vida en el planeta según el avance en encefalización del género Homo.

    Pero eso es una pretención nuestra, ya que puede ser que pasado mañana nos caiga un meteorito y nos vayamos todos al car….o que el género Homo esté usando mal su encefalización, por esos defectillos de carácter relacionados con la Ambición, la Banalidad, y el negocio de la Guerra, lo cual acabaría con la mayor parte de la Humanidad, si es que no con toda.

    Y la vida seguiría porque es inexorable, solo que este género Homo desaparecería por algunos millones de años, hasta que alguna cucaracha llenara el nicho que dejó.

    Y lo más sabio es tener conciencia de que “lo nuestro es pasar” a lo mero Machado.

  • Rodrigo Olvera

    Casi siempre que leo a alguien escribir críticamente sobre la no-dualidad, su descripción de tal perspectiva es una mera caricatura. Y es entendible porque con frecuencia esa crítica parte de leer a gente “occidental” que promueve su propia interpretación  de la perspectiva (mediatizada por su propia cultura) en vez de hacer el esfuerzo de leer los textos originales aunque sea traducidos a idiomas occidentales.

    Hay algunas excepciones, pero son escasas.