Siguiendo de cerca la creciente violencia en Brasil y las verdaderas masacres de indígenas y de pobres en las periferias y más aún, viajando recientemente por América Central, quedé impresionado en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y otros países de la región por los relatos de masacres ocurridas en el tiempo de las dictaduras militares, masacres de pueblos enteros, de catequistas o de campesinos que tenían la Biblia en casa. Lo que hubo entre nosotros, en Argentina y en Chile durante el tiempo asesino bajo la égida de las fuerzas militares es también para aterrorizarse.
En la actualidad, dada la crisis económico-financiera hay millones de personas que pasan hambre, niños hambrientos muriendo y gente en la calle pidiendo centavos para comer cualquier cosa. Pero lo que más duele es el sufrimiento de los inocentes. También el de los millones de pobres y miserables que sufren las consecuencias de políticas económicas y financieras sobre las que no tienen ninguna influencia. Son víctimas inocentes, cuyo grito de dolor sube al cielo. Dicen las Escrituras del Primer y del Segundo Testamento que Dios escucha sus gritos. Uno de los profetas llega a decir que las blasfemias que profieren por causa del dolor, Dios las escucha como súplicas.
En este momento hay un manto de dolor que cubre todo nuestro país, con alguna esperanza de que las elecciones nos traigan líderes cuyas políticas sociales hagan al pueblo sufrir menos o no sufrir más y hasta volver a sonreír. ¡Cuánto se agradecería!
Pero el sufrimiento de los inocentes es un eterno problema para la filosofía y sobre todo para la teología. Seremos sinceros: hasta hoy no hemos identificado ninguna respuesta satisfactoria por más que grandes nombres, desde Agustín, Tomás de Aquino, Leibniz hasta Gustavo Gutiérrez entre nosotros, intentaran elaborar una teodicea, es decir un esfuerzo para no ligar a Dios al sufrimiento humano. La culpa estaría sólo de nuestra parte. Pero en vano, pues el sufrimiento continúa y la pregunta sigue sin tener respuesta.
Tal vez la cuestión, siempre replanteada después por los grandes pensadores como Russel, Toynbee y otros, fue formulada en primer lugar por Epicuro (341-270 aC) y recogida por Lactancio, cristiano y consejero de Constantino (240-320 aC), en su tratado sobre La ira de Dios. La cuestión se plantea así: O Dios quiere eliminar el mal pero no puede, deja de ser omnipotente y ya no es Dios. O Dios puede suprimir el mal y no quiere, entonces no es bueno, deja de ser Dios y se transforma en un demonio. En ambos casos permanece la pregunta: ¿de dónde viene el mal?
El judeo-cristianismo responde que viene del pecado humano (original o no) y nosotros somos los causantes de Auschwizt y de Ayachucho y de las grandes masacres de los colonizadores ibéricos en el nuevo Continente. Pero la respuesta no convence. Si Dios predijo el pecado y no creó condiciones para evitarlo es señal de que no es bueno. Pero si hizo todo lo posible para evitar el pecado y no lo consiguió, entonces es prueba de que no es omnipotente. En ambos casos no sería Dios.
Y así caemos en la misma cuestión de Epicuro. Las teólogas eco-feministas critican esa formulación entre impotencia y falta de bondad como patriarcal y machista, pues tales atributos de omnipotencia y bondad serían atributos masculinos. Lo femenino siente y piensa diferente, más en la línea de los profetas y de Jesús. Estos criticaban una religión sacrificial en nombre de la misericordia: “quiero misericordia y no sacrificios” suena en su boca. La mujer está ligada a la vida, a la misericordia con quien sufre y sabe mejor identificarse con las víctimas.
Se argumenta entonces: Dios es tan bueno y omnipotente que puede renunciar a tales prerrogativas (deja de ser el “Dios” de las religiones convencionales) y se hace él mismo un sufriente, va al exilio con el pueblo, es perseguido y por fin es crucificado en su Hijo Jesús. Comentaba D. Bonhöffer, el teólogo que participó en el atentado contra Hitler y fue ahorcado: “Sólo un Dios sufriente nos puede ayudar”.
Si no tenemos respuesta al mal, sólo sabemos ahora que nunca estamos solos en el sufrimiento. Dios sufre con nosotros. Lo terrible del sufrimiento es la soledad, la mano que se niega a ponerse en el hombro, la palabra consoladora que falta. Ahí el sufrimiento es total.
No hay respuesta para el sufrimiento de los inocentes ni para el mal. Si la hubiera, el sufrimiento y el mal desaparecerían. Pero siguen ahí haciendo su obra perversa. ¿Quién nos salvará? San Pablo, confiado, responde: “sólo por la esperanza seremos salvados”. ¡Pero como tarda en realizarse esta esperanza!
*Leonardo Boff es teólogo y ha escrito Pasión de Cristo-pasión del mundo, Vozes, 7ª edición, 2012.
Traducción de Mª José Gavito Milano
Ilustro con un “tanguito imprescindible”
LA ÚLTIMA CURDA
Lastima bandoneón, mi corazón
Tu ronca maldición maleva
Tu lágrima de ron me lleva
Hacia el hondo bajo fondo
Donde el barro se subleva.
Ya sé, no me digas tenés razón
La vida es una herida absurda
Y es todo, todo tan fugaz
Que es una curda, nada más
Mi confesión.
Contame tu condena
Decime tu fracaso
No ves la pena que me ha herido?
Y háblame simplemente
De aquel amor ausente
Tras un retazo del olvido.
Ya sé que me hace daño
Yo sé que te lastimó
Llorando mi sermón de vino
Pero es el viejo amor
Que tiembla, bandoneón
Y busca en el licor que aturda
La curda que al final
Termine la función
Corriéndole un telón
Al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
Gotea tu rezongo lerdo
Marea tu licor y arrea
La tropilla de la zurda
Al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal, que arrastra el sol
Su lento caracol de sueño
No ves que vengo de un país
Que esta de olvido siempre gris
Tras el alcohol.
Contame tu condena
Decime tu fracaso
No ves la pena que me ha herido?
Y háblame simplemente
De aquel amor ausente
Tras un retazo del olvido.
Ya sé que me hace daño
Yo sé que te lastimó
Llorando mi sermón de vino
Pero es el viejo amor
Que tiembla, bandoneón
Y busca en el licor que aturda
La curda que al final
Termine la función
Corriéndole un telón
Al corazón.
Lo siento, pero recurrir tanto a la esperanza, es olvidarse de lo que está ahí ya en nuestras manos. Me resulta este tipo de discursos, requete-reciclados desde el pasado, un sin fin de dispersión a lo que nos concierne en el día a día. Empecemos por ahí.
Dejemos lo que no sabemos por más que re-citemos a unos y a otros. Más vale darse de cara con la fuerza interior, nuestra casa y la de todos, imperturbable, para hacer frente a lo que podemos hacer y está a nuestro alcance.
No hagamos tantas procesiones a la esperanza y mirémonos de frente y a los ojos. ¿ Qué hago para que haya tanto sufrimiento a mi alrededor? Pisemos tierra firme. Dejemos de ser cómplices, de echar la culpa a los demás.
Por lo demás, agradezco a Atrio y a todos los participantes en no cesar en profundizar y ampliar la Consciencia.
“…Esto no quiere decir, sin embargo, que porque soy esperanzado atribuya a mi esperanza el poder de transformar la realidad, y convencido de eso me lance al embate sin tomar en consideración los datos concretos, materiales, afirmando que con mi esperanza basta. Mi esperanza es necesaria pero no es suficiente. Ella sola no gana la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea. Necesitamos la esperanza crítica como el pez necesita el agua incontaminada.
Pensar que la esperanza sola transforma el mundo y actuar movido por esa ingenuidad es un modo excelente de caer en la desesperanza, en el pesimismo, en el fatalismo. Pero prescindir de la esperanza en la lucha por mejorar el mundo, como si la lucha pudiera reducirse exclusivamente a actos calculados, a la pura cientificidad, es frívola ilusión. Prescindir de la esperanza que se funda no sólo en la verdad sino en la calidad ética de la lucha es negarle uno de sus soportes fundamentales. Lo esencial, como digo más adelante en el cuerpo de esta Pedagogía de la esperanza, es que ésta, en cuanto necesidad ontológica, necesita anclarse en la práctica. En cuanto necesidad ontológica la esperanza necesita de la práctica para volverse historia concreta. Por eso no hay esperanza en la pura espera, ni tampoco se alcanza lo que se espera en la espera pura, que así se vuelve espera vana.“
Paulo Freire. “Pedagogía de la esperanza”
Hola Isabel! Me parece muy acertado ese recorte que nos compartes de Paulo Freire, sobre la esperanza. La esperanza como dimensión de la realidad humana es fuente de posibilidades y por tanto algo que no podemos despreciar.
Lo que ocurre es que su manifestación a la conciencia puede revelársenos de dos maneras: 1) dejándonos en un estado de simple espera, “estar” o vivir meramente esperanzados, o 2) sintiéndonos “ser” la esperanza misma. Lo que realmente nos compromete por entero es esta última versión ya que en ella el elemento imprescindible se encontrará en la praxis.
P. Freire, lo expresa diciendo que la Esperanza es antológicamente necesaria.
Un cordial saludo
Creí haber enviado esto ayer y veo que no aparece. Otro lapsus. Seguramente tiene su sentido, encontrarme con el comentario de M.Luisa. Gracias.
Bien, Isabel. Te agradezco este apunte y reflexión sobre y en la gran obra de Paulo Freire. Es mucho lo que ofrece esta pedagogía.
Sin embargo, mientras la esperanza sirva para contra-restar a su opuesto la desesperanza, y ahí se quede y sin quererlo, en pura dialéctica, se está favoreciendo y alimentándose la lucha de polaridades, la del sin fin de cuál puede más.
Creo que, en cambio, la confianza en uno mismo/a, no paraliza ni se detiene en sentimientos de esperanza y desesperanza en aquello que la vida va ofreciendo y en aquello que demanda compromiso y coherencia.
Además, le guste o no a cada cual a lo que ha de enfrentarse y va surgiendo, tampoco se detiene demasiado en ello, pues en la confianza, lo que M.Luisa llama “ser” la esperanza misma, una fuerza va mitigando miedos, que los hay muy latentes, y se pone en marcha haciendo lo que está en su mano.
Y si se equivoca, siempre está dispuesto/a para al punto, es decir, cuando toque, comenzar de nuevo.
A veces nada puedes hacer y conservas la Esperanza. En ese caso no es espera vana. Por el contrario, te ayuda a sobrevivir.
Me gusta Pablo Freire. En pedagogía es todo un referente de esos enormes.
ESPERANZA Y AZAR
¿Qué va a pasar con el mundo? ¿Qué nos va a pasar? Vivir es estar en lo problemático ¿Qué será de cada uno dentro de un año? No lo sabemos. El porvenir es, por definición, lo inseguro.
El ser humano vive pendiente de lo que le va a pasar; su vida depende casi toda de lo que va a pasar-le, lo que le está por-venir. Vivir es estar en el por venir. Por ello es que la raíz de la existencia humana es la inseguridad.
Constantemente estamos proyectados sobre el futuro, atentos a él, en espera y alerta a lo que pueda venir. Porvenir, futuro es precisamente lo que no está en nuestra mano.
Esta indocilidad del porvenir, esta su insumisión a nuestra voluntad, esta dolorida conciencia de que mañana puede pasarnos una cosa que otra, nos la representamos bajo la fisonomía de un poder misterioso sin figura ni personalidad, inexorable y despectivo que llamamos Azar.
El Azar es el primer Dios ante el que la humanidad se encontró. Pero ese Dios primigenio, el Azar, no tiene inteligencia, no tiene voluntad, no tiene compasión ni sensibilidad alguna; en suma, no es un Dios personal.
Depender pura y simplemente de un poder sobre el cual no cabe ejercer ningún influjo, que es sordo, que es ciego, que, en rigor, es …Nadie, resulta demasiado horrible y por eso los hombres tuvieron que imaginar figuras de dioses más asequibles, a quienes se pudiese llegar con la plegaria, el culto y el sacrificio.
Y esas figuras de dioses asequibles fueron puestas como máscaras tranquilizadoras, sobre el Azar, para ocultar el Dios primigenio que no tiene cara.
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El porvenir es la inseguridad. Esta inseguridad está administrada, regida por el poder irracional del Azar. Si la vida es un sistema de ocupaciones, nuestra primera ocupación es ocuparnos de nuestro porvenir. Pero el porvenir es lo que aún no es, por tanto, ocuparnos por anticipado con algo. La ocupación con el porvenir es pre-ocupación. El porvenir nos ocupa porque nos preocupa.
A esto –preocuparnos- reaccionamos buscando medios para asegurar esa inseguridad. Entonces retrocedemos del porvenir y descubrimos el presente y el pasado como arsenales de medios con que podemos contar.
Al chocar, pues, con el porvenir que no tenemos en nuestra mano rebotamos en él y somos lanzados hacia lo que tenemos: presente y pasado. De esta manera nacen la técnica y la historia.
Pero es evidente que no podríamos hacer esto si ante la terrible inseguridad que es el Azar no hubiese en el hombre una última confianza tan irracional como el Azar: es la Esperanza.
Como muy bien ha dicho uno de nuestros compañeros, y Carmen lo ha ratificado:
¡Dios… es la fuerza de nuestra fuerza!
Ahí es donde..:
Ese no se que, que bulle en cada persona… ¿Dios, Misterio, Centro?:
…Se manifiesta!
Y mientras no comprendamos, que es ahí, en nuestro propio centro donde se ha entregado, no haremos nada fructífero.
“Dios”… no es manipulable, ni está pendiente de nuestros rezos y constantes peticiones… cansinas, inmaduras, irrespetuosas, porque:
¡Él, ya se nos dio plenamente!
Que su Esencia-Fuerza, se realice, solo depende de nuestras acciones y decisiones.
Para eso, hay que estar conscientes y admitir esa grandeza que llevamos en nuestra entraña:
¡Somos… su Fuerza!
Y podemos llegar a realizar cuanto nos propongamos, ayudándonos de mil maneras posibles, solo hay que buscar, seguro que encontraremos el camino.
En la vida tenemos, desde el principio de los tiempos, personas, que han sido capaces de “recrear” ese Reinado de Dios en la tierra.
Para eso, necesitamos optar por una clase de vida concreta… y no es precisamente..:
¡Atesorar riquezas y poder..!
Ese es le desastre mayor de todos los tiempos.
mª pilar
Lo siento. Yo estoy en otra onda.
No metan a dios en esto. Al menos el mio no tiene nada que ver. Quizás habría que replantearse la teodicea de todos esos señores. Digo , no sé.