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¿Un laico cristiano? Otro punto de vista

La pregunta la formulo al revés, porque pienso que lo primero es la consideración de la persona. ¿Qué significa que una persona sea laica? Se trata de una distinción clerical que la Iglesia hizo en el s.II distinguiendo entre clérigos y laicos. La sociedad no está formada por clérigos (el clero lo forman Papa, Obispos, Curas frailes, monjes y monjas) y laicos, La sociedad está formada por hombres y mujeres, ricos y pobres, gobernantes y gobernados, etc.

      La sociedad es un mosaico de individuos y de pueblos, de comunidades, diferentes en sus creencias, y convicciones, que pueden ser confesionales o no; unos y otras como particulares. Los laicos lo forman todos los demás, son la mayoría. Y se podrían definir como “un ciudadano o ciudadana de a pie”. Y cualquier ciudadano/a puede abrazar cualquier creencia o religión. Cualquier laico puede ser cristiano, budista, musulmán, etc. O no tener ninguna religión. No hay ninguna contradicción entre ser laico y ser cristiano.

  • ¿Qué añade la laicidad al cristianismo?

   La pregunta también la formulo al revés. Entiendo por laicidad un principio de convivencia democrática que promueve y garantiza el derecho a la Libertad de Conciencia de las personas. Además, la separación efectiva de Iglesia-Estado. Separación de la esfera civil de la religiosa. Un Estado que legisla y actúa para todos los ciudadanos y ciudadanas diferentes, de forma que todos puedan vivir en igualdad con el máximo de libertades. La religión tiene carácter sagrado y el Evangelio es laico. Y, por tanto, el cristianismo, la religión cristiana, no puede comprender a Cristo desde lo sagrado, sino desde lo laico.

   La laicidad pone las cosas en su sitio Lo primero es la persona y sus derechos fundamentales, después la elección de religión o creencia o convicción. Y en otro orden, el Estado, en el ámbito de lo político, y la religión en el ámbito de lo sagrado, sin confundir los planos, sin injerencias de lo sagrado, de las morales cristianas, y credos religiosos en las decisiones, leyes, normas, propias del ámbito sociopolítico.

 

 

4 comentarios

  • Juan García Caselles

    Otro punto de vista.

    Creo que fue en la época de la movida cuando apareció en Madrid una pintada que decía: “Dios no existe y, si existe, ese es su problema”. Todos, bueno, muchos hemos vivido el fenómeno de la emigración del campo a la ciudad, o sea, de una economía no capitalista a otra capitalista, y como las familias, antes creyentes y sumisas a los mandatos de la iglesia, los abandonaban sin más, aunque siguieran fieles a los rituales sociales de bautismo, boda, entierro, etc.

    Y es que el capitalismo no es en sí mismo ateo, sino que prescinde de lo religioso que ya no es necesario para justificar el poder, cosa que, hasta el predominio económico del capital había sido imprescindible en todas las sociedades históricas complejas. Ahora, teóricamente,  el poder reside en el pueblo, o por lo menos, esa es la creencia generalizada, pero que encierra una poderosa contradicción, porque precisamente el pueblo es el conjunto de las personas que carecen de poder.

    Pero el poder real, la burguesía, nace en el terreno de la economía y está constituida por los que, a través de la propiedad, son capaces de controlar los procesos económicos, tanto los de producción como los de distribución.

    La herejía propiamente capitalista es el deísmo, que no tiene problemas con la existencia o no de dios, pero que lo excluyen en la práctica del acontecer humano. Mi amigo Antonio Andrés, que en gloria esté, me hizo ver que antes del capitalismo, si un mujer perdía una aguja rezaba la oración de San Antonio o si tronaba se rezaba la oración de Santa Bárbara, mientras que hoy, si se avería el frigorífico, llamamos al técnico. Eso sí, mientras el rezar a San Antonio era gratis, el técnico te pasará la factura, iva incluido.

    Al desaparecer la estructura eclesial como fuente de poder, todo el aparato entra en crisis, porque sus agentes, el clero, resultan socialmente inútiles, o casi. Los obispos siguen hablando, pero ya no les hace casi ni la derecha que, de boca para fuera, les apoya. De los curas, lo mismo, Y de los frailes y monjas, pues ya véis.

    Así que los cristianos, los que tratan de seguir las enseñanzas de Jesús, deben adaptarse hoy a la nueva situación y ver como puede subsistir sin clero, como laicos que somos.

    Y sigo sin querer que nadie me promocione a nada, porque me considero hijo del Padre y por encima de eso no hay nada.

  • Román Díaz Ayala

    Resulta  bastante evidente que nuestro sometimiento a juicio de la sociedad democrática y su organización relacional con el Estado, donde prevalece el Derecho con su  separación de poderes y el reconomiento y protección de los derechos, tal juicio no está necesitado aquí en este foro, casi en la totalidad de las personas intervinientes con sus comentarios, de ideólogos que nos señalen sus fines, ni estamos en la falta de especialistas que nos señalen los medios para su ejercicio.

    Pero sigo observando una gran diversidad de criterio a la hora de enjuiciar el cristianismo en la figura y enseñanza de su fundador.

    Se dice:  La religión tiene carácter sagrado y el Evangelio es laico. Es como si se afirmara que la laicidad tiene sus fundamentos ( para la persona cristiana) en la “laicidad” (previa a la actual) del Evangelio de Jesús. ¿No resulta una afirmación gratuita?

     

     

    • Rodrigo Olvera

      Puesto como lo pones, estoy de acuerdo contigo Román, la laicidad actual no está fundamentada en la previa laicidad del Evangelio.

      Por el contrario, la laicidad actual está fundamentada en la reacción social contra la traición de los cristianismos (por igual en el católico, en el ortodoxo y en muchas expresiones del reformado, baste ver la praxis de Calvino, por ejemplo) a la laicidad del Evangelio.

      Me parece que para quienes quieren seguir a Jesús, la laicidad actual es el ejército babilonio que está forzando a los cristianismos a regresar a la fidelidad al evangelio laico de Jesús. Es kairos. Por tanto, deberían reaccionar ante la laicidad actual con la actitud de Jeremías, y no con la actitud defensiva de los sacerdotes judíos que deseaban combatir a muerte al invasor. (Con frecuencia, tus comentarios respecto de la laicidad actual, y en general sobre la cultura actual, me suenan mas a Sedecías que a Jeremías).

      Abrazos y esperanzas

  • ana rodrigo

     
    Gonzalo y José María, José María y Gonzalo, Dos grandes amigos entre ellos (y dos grandes amigos míos), qué estupendo que nos pongáis la realidad como un prisma poliédrico que nos permite ver los mismo desde distinto punto de vista.
     
    Realmente lo primero es la persona, y la persona en su desarrollo busca un camino de realización personal dependiendo del contexto socio-cultural-religioso-o no religioso donde haya nacido y crecido. Y cuando se hace adulta y libre de optar por un camino, lo hace, condicionada o no por su contexto.
     
    Hay dos cosas importantes, según mi criterio: toda religión que vaya contra el desarrollo humano individual o colectivamente, es tóxica y nociva. Y, segundo, toda persona religiosa, si no da prioridad a los derechos humanos, su religión está putrefacta.
     
    Teniendo en cuenta este segundo aspecto me pregunto por qué el cristianismo después de dos mil años insertado en la sociedad occidental apenas ha tenido influencia en conseguir una sociedad de individuos coherentes con los principios del Evangelio, que a mi parecer son universales en el tiempo y en el espacio, es decir, -siguiendo a Jesús-, miran primero al ser humano en sus actos y después a Dios. ¿Será la religión, como dijo el Concilio Vaticano II, la que oculta el rostro de Jesús?
     
    El tercer punto a tener en cuenta, siempre según mi parecer, es que está apareciendo con fuerza, no solamente una sociedad laica-religiosa o viceversa, sino una sociedad atea con respecto a Dios y con respecto al rechazo de la Iglesia.
     
    Y aquí el Papa, los obispos y sus congéneres, o se ponen al día, o ellos mismos acabarán con la Iglesia, desprestigiarán el Evangelio y su mensaje y el cristianismo volverá a sus principios, es decir se reducirá a pequeños grupos semiclandestinos. Eso sí, las romerías, procesiones, fiestas populares, etc. Seguirán adorando a vírgenes y cristos, parientes lejanos de María y de Jesús, el Galileo.
     

    Nota: este comentario sirve tanto para el estupendo post de Gonzalo como para el no menos estupendo de José María.