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50 años de Medellín: significado y retos (2/3)

Cincuenta años después, en la actual crisis que sufre la Iglesia, el modelo adoptado en Medellín de comunidades eclesiales de base, de autogestión y comunión sinodal y de pastoral basada en ver-juzgar-actuar, parece que abre el camino auténtico de renovación. No es utopía, es eclesiogénesis ya vivida. AD.

          En esta segunda parte trato de mostrar el significado histórico de la II Conferencia del CELAM en Medellín, inaugurada por el Papa Pablo VI, el 24 de agosto de 1968 en Bogotá, (Colombia) y desarrollada posteriormente en Medellín, del 26 de agosto al 6 de septiembre del mismo año.

           2.- SIGNIFICADO DE MEDELLÍN

          Los cambios iniciados por el Vaticano II, los antecedentes marcados por el Manifiesto de las Catacumbas y el nacimiento de las Comunidades Cristianas de Base, como apuntamos anteriormente, son admitidos, reconocidos y confirmados por la II Conferencia del Consejo Episcopal latinoamericano (CELAM).

          La documentación elaborada en Medellín es amplia y variada. Se inicia siempre con el discurso de apertura del Papa Pablo VI y el Mensaje a los pueblos de América Latina y está dividida en tres grandes capítulos: Promoción humana; Evangelización y crecimiento de la Fe; Iglesia visible y sus estructuras, comprendiendo 16 grandes capítulos. El método utilizado en los discursos de la Asamblea es el método jocista de Ver, Juzgar y Actuar (1), que influye en la exposición documental que es siempre la misma: Hechos; Fundamentos doctrinales; Proyección pastoral. Los documentos se hallan en diversos sitios. Nosotros utilizamos el transmitido por la Vicaria de Pastoral de México.

  •  Originalidad histórica de Medellín.

          Según Clodovis Boff (2), el significado histórico relevante de Medellín es el “haber dado a luz a la Iglesia latinoamericana en cuanto latinoamericana”. En Medellín se consideraba que la Iglesia se presentaba excesivamente enraizada en la cultura de Occidente y sus dogmas y que los Sacramentos, la catequesis y la predicación tenían los esquemas mentales y la filosofía del mundo greco-latino. Además, a través del régimen de cristiandad europeo, se legitimaba ideológicamente a los regímenes conservadores y dictatoriales. Por ello, su punto de partida no son estos esquemas teóricos occidentales, ni los principios dogmáticos o religiosos, sino que parte del análisis de la situación del pueblo latinoamericano. Basándose en este punto de partida epistemológico, la Conferencia de Medellín propone y desarrolla en sus documentos una nueva visión de la Iglesia, con una clara marca de identidad latinoamericana. En tres puntos se pueden reducir estas marcas de identidad de la Iglesia latinoamericana: la violencia institucionalizada; la opción por los pobres y las Comunidades eclesiales de base

  • Violencia institucionalizada en el continente latinoamericano

          El Vaticano II, en el documento sobre la Iglesia y el mundo de hoy, parece alejarse de considerar al mundo como enemigo o potencia del mal y lo que desea es abrirse y reconciliarse con este mundo. En los documentos de Medellín, en cambio, lo que aparece es algo diverso, una confrontación de la Iglesia latinoamericana con ese mundo. Lo primero que se reconoce es que en Latinoamérica existe una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada, mediante la cual, poblaciones enteras, citando la Populorum Progresio de Pablo VI, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, violándose todos los derechos fundamentales (3). Ante esta situación, Medellín no se cierra, en un pesimismo radical, a todas las posibilidades de que este “mundo injusto y dominador” pueda abrirse a una transformación, sino que exige, ante todo, transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras en la propia Iglesia. Y, como semilla o germen de esa transformación, estima que puede existir una praxis trasformadora y liberadora del pueblo latinoamericano cristiano, particularmente en los miembros de las Comunidades Cristianas de base, que tomando conciencia de su situación y realidad de pobres, de las causas y causantes de su opresión, e iluminados por la palabra de Dios, particularmente por la lectura del Éxodo, los Evangelios y la vida de las primeras comunidades cristianas que reflejan las cartas de Pablo y los Hechos, asumen compromisos concretos para buscar su liberación humana y cristiana, para erradicar las causas de su pobreza y marginación. Toma de conciencia cristiana que les lleva a apoyar las luchas populares y las huelgas convocadas por organizaciones obreras y a participar en los partidos revolucionarios que tienen lugar en Latinoamérica en los años 60 (4). Medellín constata aquí que el primer paso de toda fe cristiana es su praxis, el compromiso de caridad, de servicio: “fe que opera por la caridad” (Gal. 5.6), caridad eficaz, acción, compromiso al servicio de los hombres. Posteriormente, los pastores y los teólogos harán una “reflexión crítica sobre esta praxis”, apoyados en las mediaciones de las ciencias humanas y a la luz de las mediaciones históricas de la fe (Biblia e historia del cristianismo). Esta tarea la harán posteriormente, como acto segundo, los teólogos latinoamericanos de La Teología de la Liberación, según lo expone principalmente Gustavo Gutiérrez (5).

  • La opción por los pobres.

           Los sujetos y víctimas de la injusta violencia institucionalizada del mundo son las “poblaciones enteras faltas de lo necesario…que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política” (Populorum Progressio 30). Por ello, tema fundamental de Medellín y posteriormente tema recurrente en toda la Teología posterior, será la “opción de la Iglesia por los pobres”, que ya había resonado a través de la voz de Juan XXIII, de los intentos no escuchados del Cardenal Lercaro de que todo el Vaticano II girase bajo esta consigna y del Manifiesto de las Catacumbas, a que hicimos referencia más arriba. En Medellín será donde esta opción de la Iglesia se transforma en principio fundamental pastoral, desarrollándose ampliamente, sobre todo en el cap. 14: “Pobreza de la Iglesia” (6). En los nn. 1-3 de ese cap. el Episcopado Latinoamericano constata que “no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria”. Tampoco debe ser sordo a las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre las angustias y la incertidumbre. “Por todo eso queremos que la Iglesia de América Latina sea evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos, testigo del valor de los bienes del Reino y humilde servidora de todos los hombres de nuestros pueblos” (Ibid.n.8).

          Misión evangelizadora, en primer lugar, en la que se dé “preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados y a los segregados por cualquier causa” (n.9). Y compromiso de solidaridad, “sabiendo hablar por ellos” (n.10) siendo voz de los que no tienen voz y luchar junto a ellos por su liberación. La opción por los pobres de Medellín pone en causa no a los propios pobres sino a la propia Iglesia. Exige una conversión a la pobreza evangélica como forma de conversión a los pobres e implica el distanciamiento de la Iglesia frente al Poder, con el cual había estado amarrada durante siglos, por no decir milenios. En Medellín los pobres son tratados como “sujeto”, lejos de la visión del pobre como “objeto” de cuidado o caridad con visión asistencialista. Sujetos sociales de la promoción humana y de la evangelización. Y como sujetos activos tomarán conciencia de su situación y realidad de pobres y oprimidos e, iluminados por la palabra de Dios, particularmente por la lectura del Éxodo, los Evangelios y la vida de las primeras comunidades cristianas que reflejan las cartas de Pablo y los Hechos, asumirán compromisos concretos que les llevará a enrolarse en las luchas de las clases populares buscando su liberación humana y cristiana.

           Función esta que se cumple y manifiesta en diversos ámbitos de la Iglesia latinoamericana pero, sobre todo, en las Comunidades Cristianas de base.

  • Las Comunidades Cristianas de base.

           Según dijimos anteriormente la existencia de las Comunidades Cristianas de Base (CCB) son anteriores a Medellín, pero fue esta II Conferencia del CELAM quien legitimó su existencia, estableciendo su naturaleza teológica eclesial.

           Medellín trata específicamente de las CCB en el cap. 15 sobre La Pastoral de Conjunto, en el punto 3 de las Orientaciones pastorales y al hablar de la Renovación de estructuras pastorales, dedicándoles los puntos 10 al 12 (7). Las menciona también en el Cap 6: Pastoral popular, en donde en el n.13 propone la “formación del mayor número de comunidades eclesiales en las parroquias, especialmente rurales o de marginados urbanos. Comunidades que deben basarse en la palabra de Dios y realizarse, en cuanto sea posible, en la celebración eucarística”. Y en el cap. 9, n.12: De la Liturgia, donde se recomienda la “celebración de la Eucaristía en pequeños grupos y comunidades de base” (8). Es, sin embargo, en el contexto de la Pastoral de Conjunto de la Comunidad eclesial o Iglesia, donde Medellín expone la naturaleza de las CCB, exponiendo una reflexión teológica sobre las mismas.

  • 1. Elementos sociológicos y teológicos. Medellín, partiendo siempre de los hechos, constata que en el continente latinoamericano millones de personas se encuentran marginados de la sociedad e impedidos de alcanzar la plena dimensión de su destino, sea por la vigencia de estructuras inadecuadas e injustas que generan una violencia institucionalizada, sea por otros factores, como el egoísmo o la insensibilidad (Cap. 15, n.1), que se expresará más tarde como “teoría de la dependencia” (9). Esta situación la debe afrontar la Iglesia con estructuras pastorales aptas (15,2) y por tanto habrá que revisar las que no lo sean. La revisión de estas estructuras eclesiales han de hacerse siguiendo “dos ideas directrices muy subrayadas en el Concilio: la de comunión y la de catolicidad [LG 13]” (15, 5). Siendo la Iglesia “un misterio de comunión católica” (15,6), “todas las comunidades eclesiales deben mantenerse abiertas a esta dimensión de comunión católica, en tal forma que ninguna se cierre sobre sí misma… Y, para que dicha abertura sea efectiva y no puramente jurídica, tiene que haber comunicación real, ascendente y descendente, entre la base y la cumbre (la negrita es mía) (15,8). Ahora bien, la vivencia de la comunión a que ha sido llamado, debe encontrarla el cristiano en su “Comunidad de base“, a la que define en el punto 10, como: “una comunidad local o ambiental, que corresponda a la realidad de un grupo homogéneo, y que tenga una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entre sus miembros (10).
              La característica primera, por tanto, de toda CCB, en su aspecto sociológico, la constituyen los grupos pequeños de personas que, ante la masificación y anonimato que ofrece la sociedad moderna, buscan tener unas relaciones personales y más fraternas, que difícilmente pueden encontrar en las comunidades eclesiales grandes como diócesis o parroquias. En estos grupos pequeños emergen importantes valores humanos, como la amistad y el reconocimiento personal, el sentido de pertenencia y de corresponsabilidad, la creatividad, el interés por los problemas de la sociedad: políticos, sociales, sindicales, de ocio etc y su compromiso activo político-social para combatir las injusticias que se dan en ella. Valores humanos de los que puede resultar una enriquecedora experiencia comunitaria, expresión e instrumento de una comunión más profunda.
  • 2. Carácter teológico. A esta característica sociológica de grupo humano pequeño y homogéneo, estructurado o no, debe añadirse la característica de su finalidad cristiana, es decir, grupos humanos o comunidades pequeñas en los que la Iglesia debe hacerse presente en ellas como fermento mediante un núcleo, aunque sea pequeño, que constituya una comunidad de fe, de esperanza y de caridad [LG 8]. En tal supuesto, “La comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial y foco de la evangelización, actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” (la negrita es mía) (c.15, n.10). Superando el binomio clerigos-laicos, el Vaticano II había concebido a la Iglesia como la “comunidad de los bautizados”, como sujeto eclesial único, con radical igualdad de todos en los ministerios. Ya no había dos clases de cristianos, clérigos y laicos, sino una sola, los bautizados, abrazados en una sola comunidad toda ella ministerial y evangelizadora. Medellín, sacando consecuencias de esta nueva visión, afirma que las Comunidades cristianas de base son el núcleo primero y fundamental de esta comunión eclesial, la cédula inicial de la estructuración de la Iglesia y foco de evangelización, concebido ante todo como factor primordial de promoción humana y desarrollo.
              Medellín habla, sin embargo, tanto en el cap. 6.13, como en el cap.15, 8, de diversas “comunidades eclesiales”, que existen dentro de la gran Comunidad eclesial o Iglesia, lo que sin duda quiere significar que las Comunidades Cristianas de Base son una, entre varias, de las Comunidades eclesiales existentes. Me parece que esto tiene su importancia, pues será a partir de Medellín cuando las Comunidades Cristianas de Base latinoamericanas pasarán a denominarse exclusivamente Comunidades Eclesiales de base (CEB), nombre con el que oficialmente te las llamará a partir de ahora.
  • 3. Las CEBs son verdadera Iglesia. Fue Leonardo Boff (11) quien primero se planteó esta cuestión, a partir de los textos de Medellín. Según él, hay dos opiniones contrapuestas que responden a los modelos de Iglesia adoptados como clave interpretativa de la totalidad de la realidad eclesial. Los que se sitúan en el interior de las Comunidades eclesiales de base consideran a las mismas como verdadera Iglesia. En cambio, los que se orientan a partir de la Iglesia históricamente establecida tienden a considerar a la realidad diocesana (y por extensión a las parroquias) con el obispo y la eucaristía, como la única Iglesia particular y, por lo tanto, las CEBs no serían plenamente Iglesia, sino que tendrían algunos elementos eclesiales. En prueba de ello, se cita el Decreto del Vaticano II “Christus dominus” (CD), sobre el oficio pastoral de los obispos, quien en su n.11 dice: “La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía al Obispo para ser apacentada con la cooperación del presbiterio, de suerte que, adherida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica” (la cursiva y negrita es mía). El Concilio dejando aparte la nociòn abstracta de Iglesia universal, se refiere a la Iglesia particular, cuyos elementos articuladores, que expresan y concretizan a la Iglesia universal, son: el Evangelio, la Eucaristía y la presencia de la sucesión apostólica en la persona del Obispo.

          Medellín, en cambio, según Boff (12), da un paso más. Partiendo de la experiencia de las CEBs existentes en Latinoamérica, las reconoce como cédula inicial, núcleo primero y fundamental de la Iglesia, es decir pertenecen a la estructura sacramental de la Iglesia, como las parroquias y las Diócesis, interpretando en su favor este texto de la Lumen Gentium, n.26: “ Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones locales de los fieles, que unidas a sus pastores, reciben también en el Nuevo Testamento el nombre de iglesias” (la cursiva es mía). Las CEBs, por tanto, son la misma Iglesia, sacramento universal de salvación, que actúa en estos núcleos pequeños de fieles reunidos en el nombre del Señor. Son auténtica Iglesia particular, junto a las parroquias y las diócesis, en donde se concretiza y hace presente a la Iglesia universal en el lugar y en la situación cultural en que se enraíza, a condición de que estén en relación, comunión y abiertas a las otras Iglesias particulares y todas ellas a la Iglesia escatológica, donde solamente la Iglesia llegará a au plenitud (13).

           Esta sería también la opinión, según Leonardo Boff (14), expresada en el Sínodo de los Obispos del año 1974 por los teólogos de lengua francesa PP. Lecuyer y Matagrin, quienes propusieron una definición más amplia de Iglesia particular o local, que la expuesta por el Vaticano II (LG, 23,27, CD 11): “Parece mejor -dicen- por razones pastorales, no limitar la expresión de Iglesia particular a una diócesis, sino más bien designar así a toda la Iglesia que ejerza el servicio del Evangelio en una comunidad humana particular, en comunión con todas las Iglesias particulares, que constituyen la Iglesia universal” (la cursiva es mía). Las CEBs, por tanto, al pertenecer a la estructura sacramental de la Iglesia, son también verdaderas Iglesias particulares, como las parroquias y las diócesis, lo que hace exclamar a Leonardo Boff y a José Marins, que las CEBa son una “eclesiogénesis” o “reinventan de nuevo a la Iglesia” (15). Por este carácter eclesial, de ser también Iglesias particulares, es por lo que las Comunidades Cristianas de Base (CCB) cambiaron su nombre, a partir de Medellín, por el de Comunidades Eclesiales de Base (CEB), reconociéndolas así en su vida práctica y en todos los documentos oficiales posteriores.

          A partir de Medellín las CEBs se difunden por toda América Latina y saltan a Europa, favorecidas por el ambiente socio-político y religioso, particularmente el nacimiento, en 1972, del movimiento Cristianos por el Socialismo (16) y el apoyo de Pablo VI a las CEBs en su Exhortación Evangelii Nuntiandi (17), del 8 de diciembre de 1975. A todo ello hay que sumar la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM), que se celebró en Puebla (México), en el año 1979, tras ser elegido Papa Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978, donde las CEBs reciben su confirmación, reconociéndolas como Iglesia popular (18) o lugar en donde se vive la religiosidad popular, si por tal “se entiende una Iglesia que busca encarnarse en los medios populares del continente y que, por lo mismo surge de la respuesta de fe que esos grupos den al Señor” (n. 263). Sin embargo, los condicionamientos y reticencias que en la misma Conferencia se advierten sobre las CEBs, se transformarían más tarde en desprestigio y represión de las mismas, tanto a nivel político en Centro América (19), como religioso en el resto de la Iglesia durante el pontificado de Juan Pablo II, en particular por las Instrucciones del Prefecto de la Sgda Congregación de la Doctrina de la Fe, el entonces Cardenal Ratzinger, en contra de la Teología de la Liberación, elaborada y practicada en las CEBs: Libertatis nuntius. Sobre algunos aspectos de la Teologia de la Liberación y Libertatis conscientia: sobre libertad cristiana y liberación (20).

         

         

1. BEOZZO, José Oscar. Medellín: inspiração e raízes, (citado en nota 1ª del punto primero), parágrafo 2.

2. BOFF, Clodovis. La originalidad histórica de Medellín. Disponible en: http://www.servicioskoinonia.org/relat/203.htm. (Consulta 28-04-2018). DUSSEL, Enrique. Historia de la Iglesia en América Latina. Medio milenio de coloniaje y liberación (1492-1992)”. 6ª ed. Madrid: Mundo negro-Esquila misional, 1992, p.115. En Antología electrónica de Enrique Dussel, parte 5ª: [En línea: http://latinoamericanos.wordpress.com/2008/01/24/antologia-electronica-de-enrique-dussel/ (Cconsulta 04-05-2018), 34, dice de Medellín que es: “el acontecimiento más importante de la Iglesia en América Latina, y quizá del continente en cuanto tal, en el siglo XX”. Sobre la significación de Medellín, además de la bibliografia anotada en la nota 1ª, nosotros nos basamos particularmente en OLIVEROS MAQUEO, Roberto. Liberación y Teología: Génesis y crecimiento de una reflexión (1966-1976). Disponible en: http://servicioskoinonia.org/biblioteca/teologica/OliverosLiberacionYTeologia.pdf , pp.33-59 . (Consulta 04-05-2018) y en COTO FLORES, Luis Alonso: El laicado y la cuestión social en América Central (1970-1992). Tesis de doctorado en la Universidad de Lovaina, 2006, pp.56-57. Disponible en: http://edoc.bib.ucl.ac.be:81/ETD-db/collection/available/BelnUcetd-01282005-103035/ . (Consulta 01/10/2017), pp.74-85.

3. “No deja de ver que América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada cuando, por defecto de las estructuras de la empresa industrial y agrícola, de la economía nacional e internacional, de la vida cultural y política, “poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política” [PP 30], violándose así derechos fundamentales. Tal situación exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras” (la cursiva es mía). Medellín. Cap.2. La Paz. Problema de la violencia en América Latina, n.16. Disponible en: http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/2-medellin/medellin_06.htm#05 . (Consulta 10-05-2018).

4. HARNECKER, Marta. La izquierda en el umbral del siglo XXI. Haciendo posible lo imposible. 2ª ed. Madrid: Siglo XXI, 2000, 30, dice: “En el caso de Brasil primero y luego en el resto de los países donde se imponen las dictaduras militares, las parroquias y las comunidades de base pasaron a representar los primeros espacios de reencuentro de la militancia revolucionaria, en muchos casos no cristiana. Bajo el alero de los sectores más progresistas de la Iglesia católica (los movimientos revolucionarios) se protegieron de la dura represión de las dictaduras y empezaron a descubrir al movimiento cristiano comprometido con los cambios sociales” (la cursiva es mía).

5. GUTIÉRREZ, Gustavo. Teología de la Liberación, pp.68 y ss.

6. Documentos de Medellín. Disponible en: http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/2-medellin/medellin_18.htm . (Consulta 10-05-2018).

7. , cap.15. Pastoral de conjunto. Punto 3 Orientaciones pastorales, nn 10-12. Disponible en: http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/2-medellin/medellin_19.htm#03 . (Consulta 10-05-2018).

8. Ibid., cap. 9, De la Liturgia, n.12. Disponible en: http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/2-medellin/medellin_13.htm#07 . (Consulta 10-05-2018)

9. Ver, sobre todo, GUTIERREZ, Gustavo. Teología de la liberación, pp.130-137.

11. BOFF, Leonardo. Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la Iglesia. 5ª ed. Tr. De Juan Carlos Rodríguez. Santander: Sal Terrae, 1986, 21-36.

12. Ibid., p. 26

13. Ibid., 33: “Ninguna Iglesia particular (diocesana, romana o cualquier otra, célebre por su tradición apostólica, por su liturgia o por sus santos y maestros) puede cerrarse en si mima o imponerse a las demás haciendo aceptar sus particularidades. No solo ha de estar abierta a las Iglesias hermanas, sino también a la Iglesia escatológica”.

14. Ibid., 27.

15. MARINS, José, TREVISAN, Teolide M. Comunidades eclesiales de base: Temas para su formación y desarrollo. Bogotá: Paulinas, 1975, pp.19-20. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/73330453/Comunidades-Eclesiales-de-Base-Jose-Marins. (Consulta 15-05-2018).

16. Del 23 al 30 de abril de 1972 se tiene en Santiago de Chile, bajo el gobierno democrático-socialista de Salvador Allende, el I Encuentro de Cristianos por el Socialismo, paralelo a la 3ª Reunión de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) que se celebraba del 13 de abril al 21 de mayo de ese año, también en Santiago de Chile. Sobre este movimiento puede consultarse: FIERRO BARDAJI,Alfonso; MATE RUIPÉREZ, Reyes. Cristianos por el socialismo. Documentación. Estella (Navarra): Verbo divino, 1975.

17. Pablo VI. Exhortación pastoral Evangelii Nuntiandi. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19751208_evangelii-nuntiandi_sp.html . (Consulta 18-05-2018). En el n.58 habla ampliamente de ellas

18. El Papa Juan Pablo II la inauguró el 28 de enero de 1979, concluyéndose el 13 de febrero de 1979. Sus documentos están en línea:http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/3-puebla/puebla_contenido.htm .( Consulta 18-05-2018).

19. El triunfo de las políticas neoliberales se afirma con la elección de Margaret Thatcher en 1979, en Inglaterra y Ronald Reagan, en 1980, en EEUU. La política represiva, anunciada ya en la Declaración de Santa Fe de 1979, se concreta en tiempos de Reagan respecto a El Salvador, Guatemala y, sobre todo, de Nicaragua, utilizando a Honduras como base de las operaciones de la Contra. La invasión de Granada en octubre de 1983 y de Panamá en 1989 son otras muestras de esta política agresiva. Y los asesinatos, entre muchos otros, de Ms Oscar Romero, en marzo del 1980 y de los PP. Jesuitas, Ignacio Ellacuría y compañeros, el 16 de noviembre de 1989, son muestra también de la represión contra el pueblo cristiano.

20. La primera publicada el 6 de agosto de 1984. Curiosamente esta Instrucción solamente se encuentra en lengua inglesa en la web vaticana. Nosotros hemos consultado la traducción ofrecida por los religiosos del Sdo. Corazón. Disponible en: http://www.corazones.org/doc/libertatis_nuntius.htm. (Consulta 06-06-2018). La segunda Libertatis conscientia, se publicó el 22 de marzo de 1986. Disponible en:: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19860322_freedom-liberation_sp.html . (Consulta 06-06-05-2018).

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