Presentamos hoy en Atrio al doctor Julio Moreno-Dávila, ingeniero y filósofo, quien desde Almuñécar nos envió el 29 de Octubre de 2017 nos envió esta colaboración, prometiendo otras futuras reflexiones (y una foto). Es muy iluminadora esta relación del pensamiento débil de Vatimo con la kenosis de Pablo y el nuevo tipo de magisterio del Vaticano II y del papa Francisco, que muchos no aceptan por ser “magisterio débil”. AD.
Vivimos hoy en una época de café descafeinado, de leche descremada y quizá sin lactosa, de cerveza sin alcohol, de edulcorante sin calorías… en un mundo de ideologías, más atento a los eslóganes que a los hechos, en suma, en un mundo light.
La descripción que atacaremos en estas líneas es la del impacto de la idea light en el campo de la religión particularmente en el cristianismo y en concreto en la Iglesia Católica, proponiendo una especie de teología débil según la tendencia general postmoderna.
Pero antes, habría que recordar que el postmodernismo intenta revocar las categorías fuertes del pensamiento, considerándolas fuentes de tensión y de conflicto al provenir de la voluntad de poder (Nietzsche) de una autoridad inapelable, llámese ésta emperador, rey, sumo sacerdote o dictador.
Para uno de los máximos exponentes del modernismo, Gianni Vattimo, sería inútil liquidar pura y simplemente dichas categorías fuertes, pues esa liquidación (überwindung) nos haría caer simplemente en otras categorías similares, sin salir del atolladero. Es necesario pues hacer una conexión (verbindung) entre las categorías fuertes de la modernidad y el pensamiento débil que se impone en esta etapa postmoderna del pensamiento occidental. Esta verbindung podríamos llamarla en castellano debilitamiento, pero ese concepto parece tener una connotación negativa, mientras que nuestra verbindung debe ser algo así como volver a categorías más humanas, más amables, menos agresivas. Se trata del mismo proceso que hace pasar de la enfermedad a la salud a través de las curas y de la convalecencia (Krankenheit verbindung), lo cual está implícito en la palabra alemana.
Dicho esto en el plano general, nuestro punto e partida, para explicar lo más simplemente posible la aplicación de estas teorías al campo religioso, será una cita del genio del cristianismo primitivo, Pablo de Tarso, que reza así:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, antes bien se despojó (ekénosen) de sí mismo tomando la condición de esclavo y así, pasando por uno de tantos, se sometió hasta la muerte y muerte de cruz. (Filip. 2,7)
El lector de estas palabras habrá sin duda detectado tono claramente postmoderno de S. Pablo.
La verbindung se llama kénosis cuando se aplica a la religión cristiana. ¡Qué mayor debilitamiento que el paso de un Yahveh Tsebaoth, cuyo nombre es santo y terrible, inductor de miedo, principio de la sabiduría, según el salmo 111 al Cristo histórico, nacido en la Galilea de los gentiles, hijo de un humilde artesano y de una pobre mujer seguramente analfabeta (sólo las cortesanas de altos vuelos no lo eran en la época).
Así pues, el punto de vista filosófico general expuesto antes de que el profesor de Turín se ocupara de religión, cosa que no hizo sino en los últimos años, se identifica fácilmente con el misterio de la encarnación, al subrayar la kénosis, el despojarse de la categoría fuerte de Yahvé Tsebaoth tomando la categoría débil del esclavo, de uno de tantos.
La concepción postmoderna del cristianismo es kenótica según Vattimo.
Jesucristo habría muerto, más que nada, a causa de este proceso postmoderno, pues que ya se dijo que las categorías fuertes provienen de una voluntad de poder, evidente en el tiempo en que vivió Jesús de Nazaret. Los fariseos, y con ellos todo el establishment de la Palestina del siglo I apoyaban su poderío en las categorías fuertes de la religión judía de aquel tiempo, y que un pobre individuo, uno de tantos como dice Pablo de Tarso, pusiera al alcance de los niños, de la gente sencilla, la relación religiosa, expresada en categorías débiles como las que estamos describiendo, ponía en peligro su poder, su voluntad de dominio.
Hubo que neutralizarlo, como se dice ahora.
Según las ideas de Gioacchino di Fiore, la humanidad vivió la época del Padre (antiguo testamento), la época del Hijo (sucesos del evangelio y primeros cristianos) y, actualmente, la época del Espíritu.
En esta época del Espíritu, prosiguen los cristianos postmodernos, el proceso de la kénosis continúa, haciéndose más amplio, más profundo.
Es así como yo interpreto, por ejemplo, el hecho del concilio Vaticano Segundo. En absolutamente todos los concilios ecuménicos de la Iglesia se hicieron declaraciones dogmáticas fuertes, definiciones inapelables en los campos de la dogmática o de la ética, con anatemas terribles a quienes no las aceptaran o no las siguieran, tendencia que se produjo en la Iglesia a partir del emperador Teodosio (español, como por casualidad) más que desde Constantino, como normalmente se dice.
Vivimos pues en una época kenótica en la Iglesia. El Vaticano Segundo es pues pastoral, no dogmático. No puede encontrarse entre sus documentos anatema alguno ni definición fuerte de fe o de costumbres, a veces en contradicción palpable con otros concilios y documentos papales, por ejemplo la llamada a la libertad religiosa que tantas veces se había condenado en la Iglesia con palabras muy duras ¿Puede encontrarse una categoría más débil que la de pastoral en la historia de los concilios de la Iglesia?
Sin embargo así es. El documento Amoris Lætitia del papa Francisco contiene una palabra clave esencial: discernimiento, otra categoría clara del pensamiento débil, cara a Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía a la que pertenece el papa. Según este documento pontificio, no se trata de aplicar ciegamente las enseñanzas antiguas sin reflexión y de una forma automática, sino discerniendo caso por caso aceptando que no es posible encapsular la infinita riqueza de los casos humanos posibles en fórmulas tajantes e imperiosas.
Al igual que en el siglo primero, los que asientan su poder omnímodo en las categorías fuertes del cristianismo, los Müller, los Caffarra, los Burke y tantos otros partidarios de un sistema moderno de categorías fuertes, se enfrentan radicalmente a esta tendencia postmoderna. Frente a ellos, el cardenal Schönborn, el mismo Bergoglio y tantos otros, siguen en su tarea de predicar las categorías débiles del pensamiento kenótico.
Terminemos explicando otro concepto kenótico caro a Gianni Vattimo: el significado de la palabra italiana peccato. Para el Wittgenstein del Tractatus, el significado de una palabra se encuentra en su utilización y la palabra italiana peccato se usa de dos maneras diferentes. Usada como sustantivo, el vocablo peccato significa pecado como en castellano, pura y simplemente. Usada como interjección Peccato! es equivalente al español ¡Lástima! ¡Qué le vamos a hacer! o ¡Vaya por Dios!
Vattimo propone aproximar la primera utilización al significado de la segunda. La palabra italiana está asociada al término pecca, que quiere decir pega, obstáculo, contratiempo, dificultad, reparo, que se presenta por lo común de modo imprevisto (diccionario de la RAE) conectando este concepto con la categoría fuerte anterior. Este despojar al término de su fuerza es también verbindung, kénosis.
(Abusando un poco del sistema del foro, y porque viene a cuento de este hilo, os coloco mi artículo de domingo, donde hay mas tiempo para leer).
Este tema del pensamiento fuerte-pensamiento débil, (yo no he leído a Vattimo), para mí, gira en torno a nuestra confianza en nuestro pensamiento, aunque la psicología nos enseña de sobra que esta autoconfianza está muy injustificada.
La autoconfianza es el botón de arranque de nuestra máquina mental. Es verdad que con eso no basta, es solo el inicio. Luego hay que ponerla a trabajar. Pero si no contamos con una buena dosis de autoconfianza, la previsible dificultad de la labor, nos abruma y paraliza, “hasta que estemos preparados de verdad”, y ese es el argumento de la procrastinación, del no hacer nada.
Tenemos dentro de nosotros un círculo vicioso, una mas de las muchas coincidencias de opuestos, que hay que superar, bajo riesgo de parálisis.
Necesitamos tanto que nos quieran, de sentirnos queridos, de sentir que tenemos una vida plena de sentido, que para compensarlo, y no ahogarnos en la amargura y la frustración, tenemos una necesidad compulsiva de tener razón. Es algo superior a nuestras pequeñas fuerzas.
Por eso dice el filósofo-twitero o twitero-filósofo, Fernando Reina, que “con el tiempo acabas comprendiendo que los egos inflados son el resultado de autoestimas de mierda”.
Decía Gerald Brenan, de nosotros los españoles que “creen que siempre tienen razón, hagan lo que hagan, y esta convicción los dota de mayor vitalidad”.
Decía hace tiempo que nuestra vida, (y especialmente a partir de la media edad), es una continua lucha por “la gasolina”, por la fuerza vital, la libido, la energía humana, que siempre proviene de nuestras pasiones, y estas son el motor de nuestros “defectos”.
Es la maldición del yin y el yang. Por eso hay que “negociar” con esos defectos, y no simplemente reprimirlos o tratar de arrancarlos.
Hace poco leía una recesión de Victor Lenoire, de un libro de Dan Fox, “Pretenciosidad”, https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-06-05/dan-fox-pretenciosidad-peor-ensayo-del-ano_1391365/ en el que trata de un tema muy interesante: estimular la creatividad propia, exige un cierto nivel de autoconfianza en nuestra capacidad y lucidez, y una cierta sensación de querer y poder hacer mejor que otros, ciertas cosas.
En dicho libro, dice Fox: “Lo que nos cuesta aceptar es que la cultura no tendría color si no fuera por la pretensión. Sería como el beis sin vida sin las tiendas Gap.
Las puertas de la imaginación quedarían cerradas a cal y canto por miedo a encontrar tras ellas algo que quebrantase el consenso”.
Dicho libro, (que yo no he leído), parece que es una defensa de la excelencia personal creativa, y defiende la tesis de “que la igualación del talento va en contra del progreso, y que debería haber en nuestra cultura una defensa abierta de quienes, simplemente siendo diferentes y creyéndose especiales, hacen de nuestra sociedad un lugar mejor”. (Lenoire)
En estos temas, es muy fácil la demagogia igualitarista, del “todos somos iguales”, que queda muy bien y muy progresista. Señalar la excelencia como “elitista”, puede estar en muchos casos justificado, (sobre todo cuando ese elitismo es vacío, un bluff snob.
Pero también tiene muchas veces resabios de “salierismo”, de envidia a la creatividad ajena, de esa envidia estéril del que muerde pero no traga.
Decía antes que esta es una más de las contradicciones éticas que nos encontramos, donde tradicionalmente se dice que la virtud está en el medio.
Pero es muy difícil esta regla, porque la realidad no es tan sencilla. Las contradicciones no se resuelven por el método de Salomón, de cortar el niño por la mitad.
Toda contradicción sin resolver es el aviso y el preanuncio de una idea ausente, dice Jorge Wagensber. Y es un signo de estar vivo, según Bertolt Brecht.
El gran Maslow, nos ilumina el tema:
“A nivel de la auto-realización se resuelven muchas dicotomías, se perciben los opuestos como unidades, y se reconoce todo el sistema dicotómico de pensar como algo inmaduro.
Las personas que se auto-realizan poseen una fuerte tendencia a fundir el egoísmo y el altruismo en una unidad superior, superordenada. Trabajo y diversión, vocación y pasatiempo, deber y placer, elevada madurez e infantilismo.
La división entre lo exterior y lo interior, entre el yo y lo demás, se difumina, y ambos elementos aparecen como permeables mutuamente, en los niveles superiores del desarrollo de la personalidad.
La dicotomización parece actualmente ser característica de un nivel inferior del desarrollo de la personalidad y del funcionamiento psíquico; es tanto causa como efecto de psicopatología”.
Decía el historiador inglés Theodore Zeldin, que “un verdadero Ministerio de Cultura debería ayudar a los ciudadanos a hacer de su vida una obra de arte”.
Una obra de arte. Algo bonito, agradable, positivo, algo de lo que enorgullecerse, que enseñar, que describir. Algo que sea creativo, que saque de nosotros lo mejor de nosotros mismos.
¿Y cómo hacer de tu vida una obra de arte sin tener una cierta confianza en tu criterio y tu pensamiento, a pesar de todo lo que te advierte la psicología?.
Ya está. Ya sé lo que es más o menos. Interesante. Leeré algo de este señor, me ha gustado.
Y aunque me guste la cerveza con alcohol, soy de pensamiento débil, esa suerte que tengo.
A ver si alguien tiene la amabilidad de explicar en palabras sencillas que pueda entender qué es pensamiento fuerte y pensamiento débil. Por favor.
Creo que no entiendo nada. O un link …
gracias.
Pensamiento fuerte: Mucha documentación, avalado con la autoridad, no se espera discrepancia aunque esté errado. Por ejemplo la ideología de partido y las directivas que son para atacar si se desea ser reconocido como miembro.
Pensamiento débil: Espontaneidad, charisma, avalado por la sinceridad, no pretende imponerse, acoge la crítica y las correcciones sin reprochar a nadie, es abierto, espera ser sometido a análisis y quizás modificado, viene de al lado o de abajo, no de arriba, y no es presuntuoso ni engreido, ni reclama valor dogmático aunque quien lo exprese esté convencido de que dice la verdad como la entiende o concibe.
Estas opinions, ambas, son mías, que no soy expert pero las expreso arriesgándome y a sabiendas de que cualquier persona puede rectificarlas sin que por ello deba sentirme ofendido y hasta pueda agradecer que alguien las corrija o mejore.
Es decir, es usted de pensamiento débil.
Yo también.
Gracias.
Es interesante.
Así es, Carmen. Un saludo cordial.
George, me parece espléndida tu explicación sobre el pensamiento débil. Creo que algo así quería decir yo cuando le contesté a Carmen. Es lo contrario al dogma y al poder que, en el contexto evangélico lo hace más humano y más asequible al entendimiento de todo el mundo, sobre todo a los más débiles.
Por ejemplo, ¿para que quiere una persona sencilla, normal, pobre o marginada el dogma de la Inmaculada Concepción o de la asunción de María al cielo en cuerpo y alma, o su virginidad, o la Santísima Trinidad o que el Papa sea infalible, etc. ? Es tratar de tontos a la comunidad de creyentes del siglo XXI. La sociedad actual está por la humanización más que “porque lo dio yo (el Papa, el Concilio de no sé de qué siglo) y Dios me lo ha inspirado”. No da otra opción que el poder y la autoridad de quien lo afirma.
De acuerdo contigo Ana. Esas «churriguesquerías» teóricas solo son necesarias a los curas con su misoginismo patriarcal y, como quizás hubiese dicho Gramsci, solo han servido y fueron concebidas para justificar la necesidad de la opresión. Un saludo cordial
Dice mucho este escrito de la posibilidad que ofrece la teología para ser tratada desde un plano filosófico que sería como más favorable desde el punto de vista de la postmodernidad.
El concepto mismo de kenósis es buena prueba de ello, porque si las categorías fuertes que, a mi modo de ver, son fruto del racionalismo, de ahí la voluntad de poder, las categorías débiles como la de la Kenósis provendrán, desde luego, de una voluntad, pero no de poder sino de verdad, voluntad de verdad.
El pensamiento kenótico está fundado precisamente en la trascendencia de Dios en las cosas que por ser donación siempre se revela en ellas de forma ascendente.
La gracia, así, no es una mera cualidad sino un momento dinámico adscrito a una experiencia. Por tanto no se trata de una dialéctica sino de un despliegue experiencial de Dios, teológicamente hablando cosa por lo demás poco frecuente en mí.
Por otro lado el artículo bien podría comprenderse teniendo en cuenta los dos cauces teologicos que emprendió la predicación de Pablo: la latina y la griega.
La teología latina, con san Agustín, parte del hombre interior, de sus aspiraciones y de sus vicisitudes morales. En cambio, la griega considera más bien el hombre como un trozo de la creación entera del cosmos, lo cual desde este punto de vista los conceptos humanos adquieren matices diversos. Por ejemplo, el pecado, aproximándome un poco a la atribución que de él hace el articulo, para un latino el pecado es, pues, ante todo una malicia de la voluntad, en cambio para un griego el pecado es el fondo metafísico de toda actividad, porque esencialmente todo ser tiende a la perfección.
También, por ejemplo, para un latino el problema de la gracia está subordinado a una visión beatífica de la felicidad. En cambio para un griego la felicidad es consecuencia de la gracia entendida como deificación. Todo ello muestra claramente esa diferenciación conceptual de la que habla el artículo.
Si se quiere bien puede verse ahí una de las condiciones claves que posibilitó la Reforma de la cual hemos hablado en otro hilo.
En definitiva la teología griega encierra tesoros intelectuales no sólo para la teología misma sino también para la propia filosofía.
¡Hola María Luisa! Sin ánimo de contradecir lo que escribes, comparto esta confusión. Pensamiento débil, si me atengo a la definición de Vattimo, parece que sea cualquier pensamiento que no defina exclusivamente, que no se presente a sí mismo como la verdad que hay que admitir. Tanto Pablo como después Agustín, escribieron con autoridad equivalente al magisterio católico actual y, en el contexto de sus comunidades, con objetivos docentes o magisteriales, por tanto no tan diferentes de los demás representantes del magisterio eclesiástico subsiguiente que tan a menudo utiliza la Escritura o la Patrística como verdad dogmática. Esto más bien parece que sea «pensamiento fuerte».
El hecho de que alguien pueda expresarse sin reclamar que los demás adopten su modo de pensar como la verdad obligada (que es el caso de ellos) y no era el de Lutero, es un hecho evidencia de pensamiento débil. Este, según Vattimo, no se puede dar en un contexto institucional que lo exige como condición. Pablo parece que instruía para bautizar y reclamaba adopción de sus enseñanzas a fin de pertenecer a sus comunidades.
Por otra parte, que haya enfrentado a Pedro y después a los judaizantes que saboteaban sus enseñazas son evidencia de pensamiento débil, por cuanto se rebela contra la rigidez. En cambio, cualquier cosa que se enseña sin posibilidad de réplica o de valoración (hermenéutica) fuera pensamiento fuerte, no débil.
El pensamiento débil es por naturaleza más bien heterodoxo y tan pronto es impuesto en contexto de ortodoxia, de verdad oficial, se convierte en pensamiento fuerte. En el pensamiento débil, es fundamental la horizontalidad, la participación de igual a igual. En ciencias a la larga se depende de la evidencia de certidumbre o exactitud suficientes. En teología parece que no y, por lo tanto en filosofía tampoco. Eso no implica que sea imposible adoptar para sí una teología o una filosofía específica como la preferida, mientras que en ciencia una tal cosa no parece posible. La Etica, en el contexto relacional, no puede constituir por mucho tiempo una forma de pensamiento débil porque a la larga el derecho interviene para dirimir las contradicciones y el principio del mayor bien común es más razonable y, por lo tanto, más inedludible.
Un saludo cordial
Hola George, no veo que contradigas lo que expuse en mi comentario, más bien yo diría que coincidimos, sólo que tú, tal vez, introduces una visión más de contraste religioso mientras que yo he intentado de hallar mediante el concepto de Kenósis su veta más filosófica, dado que su movimiento ascendente hace entrar en el pensamiento lo empírico, de ahí la categoría de débil, algo muy olvidado por la tradición racionalista.
Un cordial saludo
Aplicar la noción de pensamiento débil de Vattimo a la noción paulina de kénosis es además inadecuada porque la declaración teológica de Pablo es solo su interpretación analógica de la muerte de Jesús como sacrificio voluntario cuando constituyó, a lo mucho, un martyrio aceptado porque el mártir estaba reducido a la impotencia por su martirizador y quien sabe cuentas otras causas más de toda índole.
El autor hace una interpretación de un texto o lenguaje de Pablo estableciendo una analogia entre éste y su propia idea del asesinato de Jesús y si se da cuenta de que probablemente lo hace anacrónicamente y sin otra documentación que el propio escrito atribuido y probablemente auténtico de la mano de Pablo. Con todo, Pablo nunca escuchó a Jesús, hasta donde se sabe, aunque debió quizás haberle visto si estaba en Jerusalén en los momentos del crimen lo cual no es imposible del todo y por lo tanto no tiene más que una noción aproximada de lo que Jesús entendiera acerca de la kénosis que Pablo y el autor le atribuyen. Quizás Jesús nunca hubiese hablado de sí utilizando esa misma noción.
Así pues, todo esto es una metáfora de otra metáfora: La interpretación subjetiva de Pablo interpretando a su manera y desde su ótica la narración oral de quienes en el momento que él recibió la relación del crimen recordaban e interpretaban desde sus expectativas y con sus criterios lo que parece haber ocurrido a y con Jesús. Una especie de caracol poético, metafórico, casi romántico o idealizado.
Alguien ha dicho: Lo que oímos no son Hechos, sino descripciones y lo que vemos no son hechos sino perspectivas, lo cual constituye una característica muy probable del pensamiento débil cuando uno se aparte de las obediencias ideológicas «autorizadas» para dejar que el corazón y la propia mente le interpreten lo que escucha y lo que ve y hasta lo que cree experienciar.
Me pregunto si el autor no debió aclarar que todo esto que escribe y razona más que una interpretación utilizando nociones de Vattimo, es su propia proyección, su deseo de «debilitar» la férrea doctrina en aras de la liberación de la esperanza a fin de poder vivir esa esperanza en su propio tiempo y no en el tiempo institucional eclesiástico.
El lenguaje es truculento, todo lenguaje, por ser inevitablemente equívoco. Quizás estas líneas ayuden un poco a comprender que la aplicación a la idea paulina de la kénosis no es realmente sino otra definición tan dogmática como otra cualquiera. Pablo no parece haber escrito sino para que se le creyera y por eso utiliza el himno de Filipenses 2 para echar las bases de la creencia o la esperanza de que Jesús era o fuera humano y divino; y divino no en el sentido pagano sino hebreo.
El pensamiento débil (pensiero debole) es un concepto acuñado, como establece el autor, por Gianni Vattimo confluyente con el movimiento intelectual más genérico de la postmodernidad, muy influyente en las décadas de 1980 y 1990.
Esta es mi traducción libre y un pelín ampliada de un párrafo de Vattimo definiendo lo que él llama pensamiento débil como opuesto a la fortaleza o inflexibilidad impuesta: «Frente a una lógica férrea y unívoca, [el pensamiento débil es] necesidad de dar libre curso a la interpretación —quizás en la línea de Lutero—; frente a una política monolítica y vertical del partido —o de la autoridad dominante—, necesidad de apoyar a los movimientos sociales— horizontales o espontáneos o críticos, divergentes—; frente a la soberbia de la vanguardia artística, recuperación de un arte popular y plural; frente a una Europa etnocéntrica, una visión mundial de las culturas.» (Énfasis y entre guiones míos).
Su perspectiva es en cierto modo relativista, y valora especialmente la multiculturalidad. El pensamiento débil comparte algunos rasgos con la deconstrucción (Jacques Derrida), en cuanto a la libertad de interpretación no sujeta a una lógica. También está presente en la crisis de las ideologías de finales del siglo XX, considerándose a veces como elemento intelectual del eclecticismo político de la llamada tercera vía (Anthony Giddens).
¡Vale! “Renazcamos”, maduremos, simple y llanamente, y volvamos a la identificación con Jesús, haciendo pie en lo más profundo de lo humano y abiertos a aquello que él mismo vivió y experimentó junto a los demás y en todo entorno a él.
Al unísono con la vida, y atentos como él, pueda decirse, ojalá, repetidamente y sencillamente de las personas, como habla Pedro de él: fue y es un hombre, una mujer, un ser humano, que pasó y pasa la vida haciendo el bien.
Porque esto, Vida en Plenitud, la experiencia transpersonal, sin barreras que lo obstaculicen, es anterior al superpuesto de un título universitario, de conocimientos científicos de Física, Biología …etc .. tecnologías punteras y todo lo que queráis añadir de tratados teológicos, dogmáticos y leyes de moral eclesiástica y religiosa.
Ya le dije personalmente a mi amigo Julio que la estrategia utilizada desde el inicio de su artículo hasta llegar a la kénosis de Jesús, con esa progresión expositiva, es muy interesante, creando, incluso, una cierta expectación que te obliga a mantener la atención hasta el final.
Me parece muy oportuno este enfoque en un momento, como sugiere Isidoro, adecuado, ya que la sociedad va evolucionando y el dogma está petrificado. El Vaticano II aconsejó el aggiornamiento, que se tradujo en pequeñas cosas sobre todo que aceptaban a los ritos, pero ahí se quedó. Juan Pablo II, (no recuerdo en qué encíclica) no mencionó ni una sola vez este Concilio y parece que le temía.
Este Papa le tiene miedo a la Curia y cualquier Papa se lo tendrá, por eso, diríamos, que Francisco se ha echado a la calle, a la cercanía con los problemas de la sociedad actual.
Y me pregunto, ¿acaso la mayoría de la comunidad cristiana aceptaría una kénosis, una teología “”débil””? Pienso que una teología dogmática y fuerte da mucha seguridad y sospecho que la masa de creyentes, buscan seguridades.
En los años 70 mucha gente dejó la iglesia porque su párroco había abandonado el sacerdocio y se había casado….. Puede ser que sea la fe de lo/as creyentes la que es débil.
Sin entender todo lo dicho anterior, yo tengo la idea que el Espiritu con el despertar de las consciencias deja con manos vacías a los ponces que se daban la autoridad de controlar la distribución de los dones del Espiritu. Como dice el apóstol Pablo, el Espiritu distribuye sus dones como bueno lo entiende. No necesita pasar por un intermediario para actuar. Así, la institución ecclésial que se hacia la via por donde pasar para acceder a esos dones del Espiritu, pierde la base de su existencia. La fe no es mas condicionado por la intervención de uno o otro de eso ponces, sino por el corazón abierto al don de Dios. Es mi manera de entender el nacimiento de la nueva Iglesia viviendo de mas cerca todo lo humano.
Descartes fundó su filosofía racional, con el “Pienso, luego existo”. En realidad pensaba: “Pienso que existo, luego existo”. Lo cual supone una confianza férrea en la bondad de su pensamiento. Si lo pienso, es que es así.
Pero han cambiado los tiempos. Ahora sabemos más, y lo que sabemos de más es que sabemos mucho menos de lo que nos creíamos. Y de ahí el pensamiento débil.
Yo al pensamiento débil lo llamaría pensamiento destartalado. Me explico.
Pensar es ir relacionando ideas y hechos. Es hacer una cadena de relaciones, como un collar de múltiples memes interrelacionados, (unidad de reflexión o conocimiento). Es como un gran motor o una gran máquina, (como pensaba García Bacca), que debería ir bien coordinada y construída.
Pero el problema actual es que con los conocimientos de psicología que tenemos desde hace mas de cien años, hoy somos conscientes, de que nuestra razón, nuestra mente consciente o conciencia, es como una escopeta de feria, sujeta a múltiples desviaciones, por influjo de múltiples sesgos psicológicos, de errores cognitivos adquiridos, y de emociones subconscientes, (hay ideas que nos gustan e ideas que no nos gustan, independientemente de que sean ciertas o no).
Total que nuestro pensamiento es como un mecano, con unas piezas con mucha holgura, e incluso alguna, ni encaja. Con lo que al final, si los tornillos de la Torre Eiffel están flojos, o incluso algunos no existen al final la Torre está destartalada y se acaba cayendo.
Cuando uno es consciente de su destartalamiento mental, involuntario e inevitable, entonces ya no puede afirmar las cosas con confianza, siempre debe estar sospechando el error.
El necesario “discernimiento” personal, es subjetivo por naturaleza. Antes el pensamiento era ir a recoger la verdad de la caja del banco donde estaba guardada. Ahora ya no vamos al banco, vamos a la tómbola de la verdad de la feria cultural, y jugamos un boleto, una apuesta, confiando en que esta vez acertemos y nos toque la muñeca chochona, aunque casi siempre te toca “siga jugando”.
Y la cosa se traslada al diálogo filosófico. Como muy bien señala el autor del artículo, ya no se puede hablar de categorías, (significados) fuertes, porque cada uno tiene sus propias significados de los conceptos.
“Para el Wittgenstein del Tractatus, el significado de una palabra se encuentra en su utilización”, y el problema es que cada uno las utilizamos como nuestro subconsciente y nuestra biografía cultural y experiencial, nos induce a utilizarlas.
Conceptos como “Dios”, es todo un mundo de significados, para cada una de las personas que lo invocan. Y lo mismo con “salvación”, “pecado”, (lo refleja el autor), “sobrenatural”, etc. que hacen de cualquier diálogo teológico o filosófico, un campo de minas y encima de noche.
Por ello, cuando Pablo dice lo de la kenosis de Jesús, habría que estar dentro de la cabeza del Pablo fariseo judío del siglo I, para ver todos sus condicionantes, sus sesgos, sus inseguridades, etc. (Además de que luego se añade el problema de los significados de las palabras, y las sucesivas traducciones a idiomas distintos). Y que Pablo, tampoco parece que fuera Einstein.
Total, que lo de la teología ligera, (light), de Francisco, y la dedicación exclusiva a la pastoral, es hacer de la necesidad virtud.
Antes, la apisonadora monopolística cultural que era la Iglesia Católica, podía con todo. Hoy ya eso es imposible.
Jamás se me hubiese ocurrido catalogar a Pablo de Tarso como postmoderno. Siempre se aprende algo.
Miren, a lo mejor posturas que ser pueden considerar débiles o ligeras por personas muy instruidas en materia religiosa son en alguna manera el resultado de que las personas normales no entendemos lo que dicen dichas personas instruidas. Porque la realidad se impone y no nos encaja lo que nos dicen con lo que vemos a nuestro alrededor.
Me pregunto si el funcionamiento de nuestra iglesia puede estar en manos de personas que se entienden entre ellos, tienen discusiones a un alto nivel filosófico , teológico, cuidan de que no nos desviemos del camino correcto ,pero con una falta de sintonía pasmosa con la realidad de los que intentan ser católicos y sencillamente no pueden porque su honestidad intelectual, que también la tienen, se lo impide.
Personalmente ya no me considero católica, y sí cristiana. Cristiana a tope. En absoluto una cristiana débil.
Soy de las que bebe cerveza con alcohol.
Si fuese únicamente una postura personal mía, no habría problema. Pero les aseguro que hay millones y millones de personas de esas que en este texto se les considerarían light. Conozco personalmente a cientos, es un tema que me interesa y hablo con la gente normal, como yo. No son especulaciones, es una realidad.Otra cosa es que se acepte esta realidad y se trate de buscar la manera de que empecemos a salir de este ‘nvierno eclesial’ que hace tiempo que empezó y lleva camino de convertirse en una glaciación
En fin. Es una opinión ligera
Un saludo cordial.
Querida Carmen, pienso que el autor no se refiere a “los débiles” intelectualmente, porque quienes más se resisten a la kénosis de Jesús son obispos, cardenales o teólogos, los vigilantes de la teología oficial. Es en este reducto de expertos donde más se exige dureza, dogma, rigidez ante la Tradición, etc.
Es cierto que el término “débil” se presta a muchas interpretaciones, pero creo que este artículo termina con la kénosis de Jesús y es posible que ésta sea la clave para esta reflexión concreta.
Quizá sea en la iglesia de base desde donde más se exige que la Iglesia sea débil con lo débiles de este mundo, no en el sentido intelectual, sino en el sentido evangélico.
Gracias, creo que no entiendo el concepto de pensamiento débil . Es la primera vez que lo oigo. Y creo que se ha notado un poco que me ha sentado fatal.No sabía que un pensamiento pudiera ser débil o fuerte. Lo veo superinteresante. En mis tiempos se decía: yo es que soy de ciencias y…
Pues eso. No es una gran excusa pero no tengo otra.
Gracias otra vez.
El principal argumento en contra de esta proposición es que Cristo no se hizo débil o light a sí mismo, sino que fue reducido a piltrafa y asesinado, espero, que en contra de su voluntad si uno ha de creer que las narraciones evangélicas no mienten.
Kénosis es un verbo reflexivo, es algo que el sujeto se hace a sí mismo, como cuando se renuncia a algo voluntariamente pero no forzado. Por esto kénosis es traducido como abajarse, pero excluiría las fuerzas exégenas y asesinas.
La hipótesis es interesante pero inaceptable a menos que se acepten los apriori metafísicos necesarios.
Sigue la lucha por tartar de mantener a flote la hipótesis de Hebreos en la que se sigue el modelo de hermenéutica tradicional que lleva a una lectura sacrificial del texto como estuvo a punto de ser el homicidio de Isaac por Abraham o rl rapto de Dina provocado dolosamente por su padre Jacob.