Hace ya bastantes años el subdirector de una Escuela de la Politécnica me dijo que cada curso, en la primera clase, les decía a los alumnos: Han tenido ustedes suerte conmigo porque soy católico y por tanto soy más justo, más cumplidor, más interesado por ustedes…
Por otro lado Rafael Díaz-Salazar refirió en una ocasión su decisión de colgar en la pared de su despacho de la Facultad de sociología de la Complutense un gran crucifijo.
Como puede verse, se trata de dos historias diferentes: equivocada y contraproducente la primera (ciertamente a mi modo de ver), ingeniosa y aleccionadora la segunda, pero sin duda ambas con un denominador común, el de la pretensión de salir del armario del anonimato católico.
Alguna vez he meditado en lo que me parece un contrasentido. Si alguien es aficionado al arte plástico comentará a cualquier interlocutor la maravilla de una exposición importante o relatará su viaje para visitar tal o tal museo. Si alguien es devoto de la música hará lo mismo tras escuchar un buen concierto o un montaje de ópera notable. Lo mismo ocurrirá con un lector apasionado y no digamos si se trata del deporte. Pero un católico convencido de su fe, si no pertenece a los kikos o a los cursillos de cristiandad, procurará mantener en la clandestinidad esa condición, intentando que se note lo menos posible.
Se dirá que manifestarse como católico significa siempre ser identificado con los obispos, con la Inquisición, con los curas pederastas o con la Iglesia del franquismo. Verdaderamente no es grato ser contado entre semejante compañía. Una chica que acaba de terminar medicina me contaba que sus compañeros de curso le decían: Pero ¿cómo eres católica? ¿Es que no sabes historia?
Sin embargo esto no me parece un argumento consistente. Si alguien se confiesa comunista lo proclamará sin complejos, a pesar de los millones de campesinos muertos en Rusia o de los asesinatos de Stalin o de Pol Pot.
No, creo más bien que es el miedo a ser menospreciado como perteneciente a una ideología o un movimiento anacrónico, pasados de moda.
Y sin embargo el Nuevo Testamento dice: “Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rom 10,14)
Se me ocurren algunos pasos para salir del mutismo católico:
El primero, no obviar el tema religioso. ¿Por qué hay un acuerdo tácito en que en sociedad no se habla de religión? Una vez un taxista me contó que en una ocasión un cliente le dijo: ¿usted no sabe que Dios lo ama? El pensamiento del taxista –así me dijo– fue: ¿a qué viene esta gilipollez? Pero más tarde fue pensando en lo sucedido y se llevó a ser una persona religiosa. Primero, suscitar el tema religioso.
No estoy seguro de que haya que interpelar a todos los texistas pero sí lo estoy de que hay que trabajar para que el tema religioso pueda tener carta de naturaleza en los encuentros sociales.
Después, no aceptar el tópico: todas las religiones son iguales. Si lo son en cuanto caminos de salvación, en su doctrina y su propuesta ciertamente no lo son. Para un cristiano, y con razones, el cristianismo tiene un contenido superior. Encarnación, cristificación son ofertas que sólo él hace él son bien importantes, trascendentales.
Tercero. ¿Cómo justificar que se es católico? Hay que decir antes de nada que hemos entrado ya en el terreno de lo personal. No se puede proponer el catolicismo si no se tienen experiencias fuertes vividas en su seno. Como en los ejemplos del melómano o del lector apasionados, hablamos de lo que hemos visto y experimentado. Como decía san Juan en su carta: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos… os lo escribimos para que nuestro gozo sea completo.”
Con esto, como se ve, nos hemos adentrado en el terreno de la mística. Pero ya se sabe –la frase de Rahner se ha convertido en un tópico– que hay que ser un místico para ser un cristiano del siglo XXI. Así pues, de lo que hemos visto y oído tenemos que hablar. Sin jactancia, sin duda, pero sin complejos.
¡Hola, Rodrigo! Agradezco tu explicación. Perdona mi extensa respuesta.
Mis amigos cubanos saben cómo pienso y actúo, pero somos amigos de la juventud y prefiero no romper la amistad que, en algunos casos hasta vinculan a nuestras familias, por intolerancia de mi parte y porque es lo único que me queda de mi infancia y mi primera juventud hasta los 35 cuando vine al exilio. Todo esto tiene un fuerte matiz católico y anticomunista, aunque ya eso suene a cosa del pasado y lo sea.
La gran mayoría del clero católico cubano en Miami (incluyendo religiosas/os) es partidaria de Trump y automáticamente esperan que si eres cubano exiliado de tantos años ya (en mi caso pronto van a ser 40) y católico, automáticamente seas anticastrista y que eso implique apoyar a Trump. Precisamente porque me considero cristiano-católico me niego a coincidir en ello, pero prefiero silenciar mi catolicismo o mi oposición a Trump y distanciar los encuentros, según el caso, para evadir las discusiones sobre estos temas. De hecho, por ejemplo, me abstuve de comulgar en la misa a que hago referencia porque acababa de decirle a un amigo y a su esposa sentados a mi lado que haya dejado de ser católico.
Comprendo tu tercer punto. En efecto, conozco de esas experiencias y no las menosprecio.
Por otra parte, si la necesidad de negar mi catolicismo para no confrontar reacciones hostiles, veo una cierta relación en ello con las experiencias de, por ejemplo, pacientes y viejos colegio amigos/as que saben que conozco de su homosexualidad y que, estando casados/as, hayan llevado por períodos una doble vida. Continúan «en el closet», por temor al repudio de sus hijos o al divorcio, aunque no corran peligro de muerte. Uno tiene un hijo gay y no se hablan del tema. Esta situación autoinfligida es injusta, y de raíces sociales y religiosas. Tratando de ayudar clínicamente a casos y por eso conozco de su sufrimiento, aunque nadie les apedrearía por ser homosexuales. Voluntario o no, el «exilio» al closet tiene raíces de injusticia social y de prejuicio religioso.
Me parece que afirmas que haya diferencia en cuanto a proporción del peligro implicado. Coincido aunque irse al «closet» sea causado por mera cobardía.
Quizás trabajar con víctimas de los maltratos clericales desde antes de 2002 (aun periódicamente veo personas que sufren la secuela de aquellos maltratos en silencio) me avergüenzan y me despiertan ira.
No soy el único que ha disminuido o abandonado la práctica católica por estas razones que enumero y me parece que, aunque haya diferencias de gravedad de situación, no banalizo al analizarlas en paralelo. Conozco personas que han vivido cincuenta o sesenta años de sus vidas y viven sufriendo en silencio y hasta sintiéndose sucias y malas por razones religiosas. Esto me parece en alguna medida análogo a callar mi oposición —no soy el único— al actual gobierno por evitar pérdida de viejas amistades o proximidad en la familia.
Hola George
Vería yo tres matices:
a) Entiendo que la expresión de un católicismo en el clóset sería más la de sí identificarse con el catolicismo pero tener miedo a manifestarlo públicamente por temor a represalias o persecución. Si ya no hay identificación con el catolicismo, pues hablaríamos de otro concepto (defección, incluso en un lenguaje más eclesiástico tradicional apostasía, etc.)
b) Otra situación es a la que se refería Antonio, de sí identificarse con el catolicismo pero insertarse en la sociedad laica y plural sin reivindicarse como persona católica al colaborar en acciones comunitarias. Aquí nuevamente no es propiamente un estar en el clóset, porque la motivación no es el miedo a manifestarse públicamente como persona católica por temor a represalias o persecución; sino razones que tienen que ver con el no-proselitismo, razones éticas y hasta evangélicas (aquello de que una mano no sepa lo que hizo la otra, otro punto en que al parecer la Nueva Apologética Católica enmienda la plana a Jesús)
c) Finalmente, y más importante, la expresión de estar en el clóset y salir del clóset tiene un origen y un contexto preciso: nace en la población estadounidense que se veía forzada a ocultar el ser homosexual (que no es algo elegible o modificable a voluntad, como lo es la identificación con una confesión religiosa) por el riesgo de perder la vida o la integridad física; y el enorme valor requerido para dejar de ocultarlo, a pesar de tal riesgo. Seguro conoces con que facilidad se abusa de expresiones vinculadas al genocidio nazi para referirse a injusticias sufridas que están lejos de equiparse; y cómo tal abuso de lenguaje es una falta de respeto a quienes sí vivieron esa tragedia. Pues aquí pasa algo similar. Sin duda hay lugares en el mundo en que la población católica sí que es minoritaria, y en donde manifestarse públicamente como persna católica sí implica un riesgo a la vida o la integridad personal. Pero aplicarlo a la situación del catolicismo en Epaña…. no sólo desconecta con la realidad, de alguna manera trivializa y falta al respeto a las personas que sí se ven forzadas a vivir en el clóset, sean católicas en países de verdadera persecución, sean homosexuales o sean perseguidas por otra causa (como la población albina en Malawi, que no puede ocultar su albinismo, pero sí que tiene que excluirse de espacios públicos).
Un abrazo
Nunca pensé que pudiera sentir vergüenza reconociendo mi catolicismo. No lo sentí siquiera cuando me rodeaba un ambiente hostil.
Con la presente situación política estadounidense la confusión en materia de ética política solo aumenta.
Hace solo un par de días participé en una misa celebrando las Bodas de Plata de un amigo cura, en una parroquia afluente de Miami, y en la homilía el cura justificó la actitud del presidente con respecto a los grupos militantes de extrema derecha en los sucesos ocurridos en Charlottesville (VA) y hasta mencionó la necesidad salir al paso de los musulmanes para evitar sucesos como los de Barcelona y otras ciudades europeas.
Durante un breve brindis después de la celebración me acerqué a preguntarle si no veía un conflicto moral en defender, aunque fuera indirectamente, el activismo agresivo y violento de neonazis, miembros de la «White Supremacy», el KKK, etc., o en expresar un juicio condenatorio masivo sobre los musulmanes estadounidenses y ser cristiano.
Su respuesta: «Estamos viviendo momentos muy peligrosos que reclaman actitudes verticales y claras porque la liberalidad sexual y el izquierdismo están amenazando el cristianismo y la Iglesia Católica» y añadió que: «En una democracia hay que al menos buscar un balance para que la gente no se confunda porque en un año habrá elecciones y en dos la siguiente elección presidencial.
Guardé silencio mientras tomaba in sorbo de mi copa. Pensé no decirle nada y marcharme, pero mientras me disponía a hacerlo me invitó a asistir a «¿Por qué católico?» —un grupo patrocinado por los obispos, de la «ultra derecha católica que incluye a los Caballeros de Colón, la Legión de María, los Heraldos del Evangelio, los Legionarios de Cristo, el Opus Dei, Pro Vida, y otras organizaciones ultraconservadoras— justificando la invitación con la urgencia de combatir la ola izquierdista que «ya se ha apoderado del Vaticano y constituye una amenaza para la Iglesia».
Desde luego que decliné la invitación y le expresé que no pensaba igual. Imagino que desde ese momento me mirará como «a cordero que hay que llevar al matadero».
Este tipo de actitudes me parecen vergonzosas y suficientes para no identificarse con el catolicismo. ¿No es ese un modo de entrarse al closet? Me parece que se pueda vivir cristianamente obrando en silencio y sin identificarse con la institución Católica, «en el closet».
¿Se imaginan que alguien dijera que los varones están en el closet sólo porque tienen unos pocos menos de privilegios que anteriormente? Que en Europa hay una disminución en general del cristianismo y dentro del cristianismo, una dismunición del catolicismo efectivamente es un hecho que no se puede negar.
Tampoco se puede negar que el cristianismo sigue siendo la religión mayoritaria a nivel mundial (incluyendo una categoría para agnosticismo y ateísmo, sin ser religiones), y dentro del cristianismo, el catolicismo sigue siendo la denominación mayoritaria.
Por cierto, si se toma el porcentaje de personas católicas frente al total de población, Europa sigue siendo el segundo continente más católico, sólo después del continente americano. Y los continentes con más potencial de crecimiento y donde de hecho está el crecimiento católico son Africa y Asia.
Pretender dar el tratamiento a la denominación mayoritaria dentro de la religión mayoritaria como si fuera una minoría que se encuentra dentro del clóset es una total desconexión con la realidad. Peor aún, es la típica autovictimización del privilegiado cuando ve disminuído su privilegio.
Para: Antonio Toston De la Calle.
Tu argumento adolece de un detalle. Hablas de la grandeza y el poder católico. En pasado…
A mi modo de ver. Carlos F. Barberá. Esta mejor situado en la realidad que tu. Mira los templos en domingo hombre. O los seminarios vacíos también. Quizá en África haya pujanza católica. Algo que dudo.
En América, les da por pasarse a los evangélicos. Pero el cristianismo todo está en crisis. El que no lo vea. Es que no quiere verlo.
Algún templo cristiano, en el norte de Europa. Que se han convertido en discoteca….
Estaba de vacaciones. Pero, casi no me lo podía creer: ¡¡¡Que los católicos tienen que salir del armario!!!¿Pero no salieron de las cloacas de Roma y se han extendido por el mundo entero?.Me parece tan insólito ese deseo, o lo que sea, que de repente me vienen, como un tropel, tantas y tan variadas las sensaciones que pienso si no será una broma. De muy mal gusto, por supuesto. La iglesia católica, que se ha metido por todas partes de manera opresiva, obsesiva, que ha ocupado todos los espacios, civiles, militares, universitarios, escolares, del campo, de la ciudad, de todos los rincones, de los hombres, de las mujeres, de los ancianos, de los niños,de los locos, de los cuerdos, de las relaciones de todos y cada uno de ellos…..¡¡Y tiene que salir del armario!!! ¡¡Coño, toda la tierra es un armario para la iglesia católica!!!
Hola Román
Supongo que te darás cuenta de lo diferente que se lee:
Mi queja es que los católicos sociológicos no lo dicen
a
Mi queja es que los cristianos no lo dicen
Saludos
Desde muy joven me he movido en ambientes cristianos no católicos, con amistades profundas y en la asistencia de sus actos habituales (estudios bíblicos, grupos de oración, ceremonias de la fracción del pan…) y con harta frecuencia me encuentro con quien viéndome por primera vez, identificándome yo como católico, se mueve a compadecerme, muchas años ha porque creían que yo no había alcanzado a vislumbrar las contradicciones del catecismo pero ahora más frecuentemente porque ven mi casa confesional hecha un desastre sacudida por los escándalos y los mensajes contradictorios de las varias sensibilidades que asoman en ella.
España es un país de un acentuado catolicismo cultural e identitario, donde el grado de cumplimiento de la religión se mide estadísticamente por la asistencia a la misa dominical, y según el CIS (Centro de Investigación Sociológica) ésta queda reducido al 26 por ciento de la población. Teniendo en cuenta que ya se registra una población de millón y medio de evangélicos (protestantes) y otro millón y medio de población de confesión musulmana y que hay sensibilidades católicas muy activas ( los neocatecumenales, los famosos kikos y los carismático, por ejemplo) lo que afirma Carlos F. Barberá se circunscribe a ese catolicismo “sociológico”, alimentado por los ritos o las tradiciones.
Dice Carlos: “Mi queja es que los cristianos no lo dicen”. Si hubiera dicho “Mi queja es que los cristianos no lo dicen tanto como yo creo que deberían” no habría nada que objetar. Pero dicho así, es una reiteración de desconexión con la realidad bajo el sofisma de falsa generalización.
Dice también: “Por más que esté en el Evangelio creo que nuestras obras no llevan al anuncio” Interesante que en la “Nueva Apologética Católica” se le enmiende la plana al Evangelio. Bueno, eso de enseñar lo contrario al Evangelio está desde el origen mismo de la apologética cristiana, y así nos ha ido. Con mucha frecuencia, me de la impresión que abundan las personas que se dicen cristianas pero al bajar a los concretos de la vida cotidiana piensan y actúan menos como el Cristo y más como Caifás.
Menciona Carlos su idea de la relación entre obras y anuncio. Me ha recordado algo que escribí por allá de finales de los años 90 del siglo pasado; en el contexto de los ataques del gobierno y de un sector de la jerarquía católica mexicana contra la persona y la labor pastoral de don Samuel Ruíz García en la diócesis de San Cristóbal de las Casas. Un obispo auxiliar de la Arquidipocesis Primada de México afirmó para la prensa: “Los indígenas están insuficientemente evangelizados”. La nota me llevó a escribir esta opinión, que comparto para contrastar la forma de entender el contenido del anuncio cristiano. [Nota, por si hiciera falta: yo no soy la persona que era entonces, ni mis prácticas actuales son las de entonces. Pero, aún así, creo que para el tema pueda interesar lo que escribía allá por mis años veintes de edad].
INSUFICIENTEMENTE EVAGELIZADOS
“Los indígenas están insuficientemente evangelizados”. Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México.
Al leer la expresión, mis primeros sentimientos fueron de rechazo, debido a que entendí en ella cierta descalificación prejuiciosa hacia la práctica religiosa de los pueblos originarios y, en especial, una velada crítica a los esfuerzos de la Teología Indígena.
Pero, al orar en base a las lecturas del día, fui comprendiendo la verdad manifiesta de la frase. Quizá al obispo auxiliar de la arquidiócesis le pasó lo que a Caifás quien, a pesar de su intención, profetizó en nombre de Dios (Jn 11,21).
La lectura del Evangelio correspondiente fue, precisamente, el envío evangelizador de los Doce, según el relato de Mateo:
“Vayan y proclamen la cercanía del Reino de Dios. Sanen a los enfermos; resuciten a los muertos, curen a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente lo han recibido, denlo gratuitamente.” (Mt 9,7-8)
Es ya un tópico afirmar que “evangelizar” sería traducido como Proclamar una Buena Noticia. La buena noticia de la cercanía del Reino de Dios. Hasta ahí, el texto no nos incomoda.
Acostumbramos entender la referencia a las curaciones, milagros y exorcismos como un añadido de la proclamación evangélica, como una conveniente forma de “demostrar” la veracidad de la predicación. Así, evangelizar se ve reducido a transmitir verdades doctrinales, corriendo siempre el riesgo de prescindir del “añadido”.
Pero hay otra forma de entender el texto, según la cual los Doce habrían recibido una y sólo una forma de anunciar la tal cercanía del reino de Dios: atendiendo los males que oprimen al Pueblo. De donde habría que entender a las curaciones, milagros y exorcismos no como un “complemento” de la proclamación evangélica, sino como constituyentes esenciales del anuncio cristiano.
Así, “evangelizar” no sería otra cosa sino posibilitar que el Pueblo pueda experimentar, en la lucha por superar los males que lo oprimen, la cercanía del Amor del Padre como la expresión más auténtica de su soberanía entre nosotros.
Entendido de esta manera, ciertamente la Iglesia Católica debe reconocer su propia insuficiencia para proclamar Buenas Noticias a los pueblos originarios, para colaborar en la superación de su opresión económica, política y social. Insuficiencia en sus esfuerzos por colaborar en la defensa de sus derechos culturales. Insuficiencia para reconocer y proclamar que la resistencia de los pueblos originarios es un lugar privilegiado para experimentar el amor de Aquel que dice de sí mismo: “Yo soy tu Dios, el que escuchó tus clamores y te liberó”
Se han dado aquí varias opiniones que me parecen salidas de interpretaciones hechas con bastante poco rigor.
Se dice, por ejemplo, el cristianismo no es una ética sino un anuncio, el anuncio del Reino de Dios. Bien, un anuncio que sin sus directrices o instrucciones, como diría Isidoro, devendría en algo inútil, pero ahí ha estado la religión para darlas convencionalmente y convirtiendo la eticidad del acto humano en moral. Es decir reduciendo a moral, a código, a norma, aquello que en su estructura propia realiza cualificadamente el acto humano. La forma, el modo de relacionarse con las cosas que constituyen su mundo, la realidad en que vive. Las instrucciones vienen en el paquete, en su interior mismo.
Eso es lo primero a tener en cuenta del problema que tratamos. Se imaginan que tal anuncio se hubiera llevado a cabo en tiempos evolutivamente pretéritos a la inteligencia humana? Un sin sentido absoluto.
Otro punto que me parece interesante aclarar está referido a algo que dije al final de mi primer comentario que también, al parecer, se malinterpretado.
Allí decía que en tanto humana la ética iguala a toda la humanidad, porque por ejemplo, un acto compasivo, es lo mismo en calidad que lo ejecute un ateo o un cristiano. Ahora bien, en su dinamismo la ética, decía, puede refugiarse bien en el terreno de lo cívico como sería en el primer caso o bien orientarlo trascendentalmente.
Pues bien, es esto lo que quisiera aclarar porque si de trascendencia se quiere hablar ésta deviene de la propia experiencia ética, es decir, de la primaria alteridad con la que se encuentra ésta al tener que ejecutarla. No se trata por tanto de interpretar desde la fe los hechos, sino desde los hechos llegar a la fe.
Yo creo, que el tema que suscita Carlos, y que suscita también el rechazo de los racionalistas modernos, es la idea de que el cristianismo, por encima de unas ritualidades con utilidades subconscientes, y por encima de una ética, que no es más que la adaptación cultural de la ética estoica greco-romana, es una intuición esotérica, lo cual es un campo totalmente ajeno a la cultura moderna actual.
En una cultura que de la hipótesis de que estamos absolutamente solos en el Universo, ha hecho su mito fundacional, toda referencia a una historia cósmica y al papel que pudiéramos ocupar en ella, y a la posibilidad de que exista una jerarquía humana de la humanidad, liderada por un personaje histórico humano, les suena a chino.
Como dice Luis, es algo infumable, y como dice Ana, son “afirmaciones difíciles de ser aceptadas por la razón tal como la disfrutamos los humanos”.
Yo creo que los cristianos que piensan de tal forma, deberían llamarse “jesusitas”, pues creen en el Jesús sabio, quizás el humano más sabio. Porque la palabra “Cristo” tiene unas connotaciones esotéricas, de Jefatura de la Humanidad, designado por Alguien superior cósmicamente hablando.
Pero de todas formas, estos temas son temas cognitivamente secundarios. El que uno crea intuir que quizás haya una historia oculta detrás de la historia común de la humanidad, pudiera ayudar algo en nuestra tarea principal, pero no es en sí nuestra tarea principal.
Nuestra tarea principal, por encima de creencias o racionalidades, es la de conseguir desarrollar nuestra maduración personal, y facilitar la maduración de nuestros congéneres, formando así una sociedad madura, (que solo se puede realizar con humanos maduros).
Para acercarse a esa maduración personal, no se precisa conocerlo todo, ser omniscente, y por ello no se precisa intuir la historia cósmica de la humanidad. Pero como creo apuntaba ayer el amigo Albert Soler, y era lo que decía su compatriota y colega Carl Jung, las cosmovisiones religiosas ayudan en la prevención y lucha contra las neurosis de falta de sentido de la vida, que abundan a partir de los cuarenta, y quizás sirvan bastante contra los terrores y angustias ante la muerte cercana.
Pero la presión social-cultural del pensamiento único moderno es muy poderosa, y nadar en su contra es tarea de héroes, pero eso es lo que hay.
A lo largo de la historia ha habido héroes como Giordano Bruno. El mismo Bruno que dijo: “Y bien sabéis que el hombre si busca en su conciencia, la causa de las causas, el último porqué, ha de trocar muy pronto la biblia por la ciencia, los templos por la escuela, la fe por la razón… Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo lo grande, y quisierais poderme desmentir…”, también dijo:
Jesús a lo que se dedicó su vida fue a anunciar un Reino para este mundo, un reino ético . Después ya viene la fe en lo trascendente, en afirmaciones difíciles de ser aceptadas por la razón tal como la disfrutamos los humanos. ¿Qué es Dios? ¿Quién lo sabe?
Otra cuestión es la razonabilidad de esa fe y de sus ofertas para otro mundo, además de para éste, como respuesta a eso que los seres humanos se resisten a aceptar, que la vida se acaba con la muerte y punto.
Después está la oferta de las religiones con todas sus conclusiones teológicas y su promesas y ritos y dogmas…
Mezclar ética, fe y religión es un cóctel que habría que ubicar cada cosa en su sitio.
“El cristianismo no es una ética sino un anuncio: el misterio de Dios se ha hecho carne, el Reino de Dios está en medio de nosotros, hay una resurrección final en que seremos semejantes de Dios. Como tal anuncio ha de ser dicho. Mi queja es que los cristianos no lo dicen.”
O sea. Según parece. hay muchas cosas del cristianismo que triunfo hace siglos. que ni los cristianos osan proclamar. ¿No sera porque son “infumables”?.
Cristianos hay de buenos malos y mediopensionistas. Y creo que tienen el nivel de conciencia medio. O sea que son racionales. Razón por la que no osan proclamar unas “convicciones” de las que ellos mismos dudan.
Con todo. Hay quien se aferra al poder sobre las personas que le confería antaño, el ser funcionario de Dios. O sacerdote. Defendiendo lo que ya nadie defiende. Lo tienen crudo. Reman contra corriente….
Quiero responder a algunos de los comentarios con unas reflexiones breves:
El cristianismo no es una ética sino un anuncio: el misterio de Dios se ha hecho carne, el Reino de Dios está en medio de nosotros, hay una resurrección final en que seremos semejantes de Dios. Como tal anuncio ha de ser dicho. Mi queja es que los cristianos no lo dicen.
¿Basta con las obras? Por supuesto un cristiano ha de hacer obas (yo mismo escribí un libro sobre la espiritualidad de la acción) pero dudo de que por nuestras obras nos conozcan. Por más que esté en el Evangelio creo que nuestras obras no llevan al anuncio. Primero porque no difieren demasiado de las de otros; segundo porque en un mundo pural y tolerante cada uno puede hacer lo que quiera sin que nadie le interpele por so. Yo celebro misa en un colegio de religiosas. No hace mucho pensaba en el milagro de que unas mujeres renuncien a su vida personal para ponerla al servicio de una causa. Pero estoy seguro de quien es de otra cuerda las ve como una organización empresarial para gente de clase media de la que se lucran y hasta reciben subvenciones. Y se acabó.
Supongo que mi artículo es una reflexión que me querido hacer a mí mismo: procuro actuar en muchos frentes pero eso no me vale como coartada para no hacer un anuncio que, si no se expresa, quedará sepultado en el silencio. O peor aun, escondido tras de tantas obras católicas.
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En síntesis con lo afirmado por Ana: “Las creencias dividen, la ética une”, se me antoja una reflexión con la idea de fondo que sobre el artículo comenté ayer.
De dicha afirmación, pues, distinguimos dos partes “las creencias dividen” y “la ética une” una afirmación cuyo resultado se ha obtenido mediante un proceso experiencial en el que al final del mismo se cae en la cuenta de que el orden establecido por la religión ha sido invertido.
Lo primero es la acción humana como tal, una ética ahí todavía sin dirección moral alguna, y por tanto tampoco sin concretización cultural, es decir, aquella acción desprovista de toda intención que es la que caracteriza al ser humano cuando éste se enfrenta no con la objetividad de las cosas sino con la realidad de ellas que le orientan en la acción.
Precisamente las creencias se inscriben en el terreno de lo objetivo, es decir, del lugar aquel en donde intencionalmente la conciencia concibe con tanta disponibilidad que no necesita de experiencia alguna.
Aquí es donde ha trabajado la religión, suplantando la actitud humanizadora del Evangelio usurpándole su Buena Noticia, lo primordial de Él.
Si ahora invertimos el orden dando prioridad a la acción “ética humana” ésta iguala a toda la humanidad por completo siendo esta situación el referente a partir del cual pueda aquella ética, en su dinamismo, refugiarse bien en el terreno de lo cívico o bien ser orientada trascendentalmente.
Carlos F. Barberá. Constata un hecho que todos conocemos en nuestra vida cotidiana.
Sobre todo Europa . Esta sembrada de históricos templos cristianos. La presencia de las iglesias cristianas, ha sido aplastante en la vida de los “fieles” cristianos. Aún tenemos un hueco en nuestra mente, para albergar, siquiera levemente. El miedo al Infierno, con el que nos han aterrorizado, los “padres” o “pastores” cristianos. El clero en definitiva.
Esta aplastante presión represiva de cristianismo que hemos conocido y conocemos. Afortunadamente -ahora si- los pueblos cristianos, están consiguiendo sacudirse de sus hombros.
El cristianismo tiene un cebo. El Jesús de los evangelios, leídos literalmente. Picas el cebo y entonces ingresas, en el “rebaño” cristiano. O sea. Quedas a merced de los “pastores”. Y compadezco a quien se deja guiar, por el genérico Magisterio de la Iglesia. O de las Iglesias.
El seducido por la sabiduría de los evangelios. queda anclado a una única interpretación de estos. la -literalista- y repito, a merced de los funcionarios de Dios, el clero.
Me pongo de ejemplo: Yo no creo en la historicidad de Jesús. pero creo en Dios, o la divinidad o el campo cuántico o como me gusta mencionar a esta divinidad. El Gran Misterio.
O sea. Creo en Dios y me he sacudido una vestimenta que es como un antiguo traje de buzo. Muy pesada. Algún cristiano piensa en volar, con el traje de buzo puesto ?
Los místicos en el cristianismo y también en el Islam “oficiales” secularmente han sido desdeñados, cuando no perseguidos.
Con la interpretación que se hace de los evangelios, el cristiano queda atado a la misa. Con todo lo que ello comporta.
Se puede creer en Dios. Y sin embargo leer los evangelios como lo que son. Alegorías.
Entonces el cristianismo rompería ataduras con lo preracional. Y entonces los cristianos racionales, atados a lo prerracional. No tendrían que preguntarse si salir del armario o no. Porque el cristianismo en cuestión. Habría dado un salto evolutivo. De lo prerracional, a lo racional. Y entonces no tendría la mofa de los racionales.
Muchos sabéis mi canción. Volver a los auténticos orígenes del cristianismo, el gnóstico. Que ya era racional, y sobre todo que apuntaba a lo supraracional.
El peso en la historia del cristianismo literalista, como digo, ha sido enorme. Queda mucho del poder histórico adquirido. Pero desaparecerá su poder. Entre otras cosas. Por falta de cristianos….
Renovarse o morir. Si señor. El cristianismo está entre la espada y la pared….
(Ha ver, quien es el guapo que replica a lo descubierto por este amigo mio del enlace. Cuya amistad me honra. )
https://www.youtube.com/results?search_query=llogari+pujol
En lo que pueda valer mi opinión, mi experiencia de bastantes años en el tratamiento de pacientes con enfermedades cerebrales, tanto neurológicas como psiquiátricas, considero que existe un cierto grado de autorregulación y de control en personas que profesan algún tipo de religión, básicamente he tratado a más cristianos. Evidentemente en el campo neurológico cada enfermedad lleva su proceso, muchas de ellas son degenerativas, pero creo que el paciente que es creyente tiene mayor facilidad para vivir con la enfermedad, el hecho de adoptar un papel activo en el tratamiento de un problema ayuda a sentirse más fuerte y más preparado para enfrentarse a las dificultades que conlleva su patología.
También en el ámbito de la psiquiatría, y este es un campo más complejo, en patologías agudas, como pueda ser una depresión, dentro la afectividad parece que la tristeza vital, la perdida de ilusión, el pesimismo la ansiedad, suelen afectar en diferente medida a estos pacientes, en el volitivo que tiene que ver con la voluntad, como el aislamiento, la falta de actividad, aquí los rituales religiosos ayudan bastante a combatir esa desidia que caracteriza a estos pacientes, quizá en el ámbito cognitivo, que va relacionado con la falta de concentración, como el enlentecimiento del pensamiento tengamos un menor resultado.
¿Es que los valores, y, por tanto los frutos, de un cristiano son diferentes de los de una ética laica? Cuando se comenzó a hablar de la ética civil (así se comenzó a llamar hace muchos años), yo siempre decía que esos valores ya los había yo descubierto en el evangelio y en el testimonio de Jesús. Con bastante celeridad se ha ido avanzando en esta cuestión hasta el punto que cuando Juan Pablo II se reunió con todos los líderes religiosos en Asís, trataron de aquello que tenía en común: los valores éticos. (creo que fue así pues mi memoria no suele ser muy fina en estos eventos). creo que los encuentros ecuménicos van por el mismo camino. Las creencias dividen, la ética, une.
¿Qué añade a la sociedad confesar a título personal que eres cristiano? Otra cuestión sería el que la Iglesia que es la depositaria del tesoro del mensaje evangélico, tuviese otro tipo de presencia más acorde con el fondo y el origen de dicho mensaje.
Pero, como dice Carlos, nos da vergüenza que nos relacionen con aquello que la Institución hace y ha hecho tan mal en la historia y que si Jesús hubiese venido de vez en cuando con el “látigo” de la coherencia y la autenticidad, otro concepto tendría la sociedad del Cristianismo.
Comparto plenamente el sentir y ser de Olga.
La vida, como se vive y se derrama en cuanto hacemos, es la manera de proclamar el hermoso Mensaje de Jesús… en mi caso personal.
Gracias Rodrigo… me encantó tu compartir tus deseos y sentires en tu escrito.
Un abrazo entrañable para quienes lo quieran recibir.
pili-m* pilar
Hola Olga y María Luisa, cuando escribí mi comentario no había visto los de ustedes, pero por supuesto que pienso igual.
Gracias Antonio, por esa información que me permite entender mejor el contexto del texto de Carlos.
Les comparto algo que escribí hace casi siete años. Un poco de contexto: al llegar a Estados Unidos, como suele pasar con frecuencia, la mayoría de mis compañeras y compañeros no terminaban de saber si yo era creyente o ateo o agnóstico. Cuatro meses después, dos compañeras que ya me conocían mejor me pidieron ser su testigo en sus respectivos sacramentos de confirmación bajo el rito latino de la iglesia católica, siendo padrino de una de ellas. Recibir esa invitación fue el origen de este escrito.
http://rodrigolverab.blogspot.mx/2010/11/confirma-tus-hermanas-y-hermanos.html?m=1
Vale. Abrazos y esperanzas, sin filactelias en los brazos ni flequillos en los mantos 😉
Totalmente de acuerdo con el comentario de Rodrigo. Lo suscribo.
Otra cosa es una dialéctica interna que existe entre los cristianos activos y militantes de España entre cristianismo de presencia y cristianismo de de mediación.
* El primero es confesionalista militante pues se debe visibilizar cómo el cristianismo hace solidaridad, cooperativas, etcétera. Esta tendencia de presencia fue pensada y formulada sobre todo por Comunión y Liberación, que fue el más activo de los nuevos movimientos durante los dos pontificados anteriores a Francisco, sobre todo en Italia.
* El segundo es no confesionalista militante sino de ocultamiento como fermento en la masa se suele denominar de mediación, pues las obras concretas para traer justicia y fraternidad al mundo ha de ser a través de mediaciones seculares, colaborando con otros en obras e instrumentos sociales no etiquetados de cristianos.
Y, a propósito. Me consta que Rafael Díaz de Salazar se alinea plenamente en esta segunda tendencia no confesionalista, de mediación. Pero, al vivir en un ambiente muy politizado y anticlerical como es la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, que le excluía como fiable, a veces, por su pertenencia católica, se le ocurrió ese desplante de poner un crucifijo en su despacho. Pero con la voluntad de seguir participando, como uno más, en proyectos laicos como persona, no como cristiano.
Pretender que el catolicismo se encuentra “en el armario” en la España del inmodificable concordato, las inmatriculaciones administrativas de los bienes de los pueblos a favor de las diócesis católicas, los colegios concertados con financiamiento público, la Ley Wert en materia de enseñanza católica en la educación pública, las múltiples procesiones públicas en cada villa y pueblo, los pregones pascuales encabezados por funcionarios públicos, el juramento de cargos públicos sobre la biblia católica y un largísimo etcétera… bueno, lo menos que se puede decir es que parece una violación del octavo mandamiento.
Más aún, recuerda al discurso de tantos otros colectivos históricamente privilegiados y opresores cuando comienzan a ver disminuídos (que no eliminados del todo) tales privilegios. “¿Por qué no hay un día internacional del hombre?” (frente al avance de la lucha por la igualdad entre varones y mujeres) “Todas las vidas importan” (frente al avance de la lucha por la igualdad racial bajo el lema “black lives matter”). Es el discurso de autovictimización cuando se reducen los privilegios históricos de que se ha gozado. Pero no; el católicismo no está en el closet en España.
Dice Carlos “Pero un católico convencido de su fe, si no pertenece a los kikos o a los cursillos de cristiandad, procurará mantener en la clandestinidad esa condición…”. Yo conozco muchísimas personas, tanto en España como fuera de ella, que son católicas, que no son ni de los kikos ni de cursillos de cristiandad, y que no procuran mantener su condición de católicas en la clandestinidad. Poco respeto me merece una “Nueva Apologética” (intención expresa de Carlos de su participación en ATRIO) que necesite tal desconexión con la realidad.
Completamente de acuerdo con Olga. Lo valioso del cristianismo se encuentra en el caracter ético de los actos humanos, el fruto que de ellos se extrae.
Salir del armario compromete a esto y por tanto yo le daría al titulo un sentido distinto, el que en principio me ha parecido entender, el cual, si se mira bien, surge de la pregunta ¿ha estado el catolicismo en el anonimato como para que ahora tenga que salir del armario para darse a conocer? Es obvio que no, pues ha sido justo lo contrario de todo anonimato, de una obscena generalización.
A mi modo de ver tendría que volver a entrar al armario, reflexionar, rectificar y entonces sí salir renovado.
¿No será mejor seguir el lema “Y por sus frutos los conoceréis”? Porque si un cristiano tiene que andar colocándose la etiqueta para que lo reconozcan, quiere decir que es cristiano de nombre.