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Elecciones: una cuestión religiosa y grave

CastilloParece como que no dice nada, pero tiene miga este post de Castillo. AD 

No hablo de las relaciones Iglesia-Estado. Ni del Concordato. Ni de los Acuerdos con la Santa Sede, del año 79. Nada de eso, ni las importantes consecuencias que de todo eso se han seguido, es lo que aquí me interesa. Porque hay algo previo, más importante, más fundamental y que (según creo) es lo que muchos ciudadanos españoles no se plantean en este momento.

        Ahora mismo, según la reciente encuesta del CIS, un 32,4 % de los habitantes del Estado Español no sabe lo que va a hacer en las próximas elecciones generales. O sea, a estas alturas, casi una cuarta parte de los votantes no ha tomado la decisión de si va a votar. Y los que piensen votar, de ese 32 y pico por ciento, no tienen claro lo que deben votar. A nadie se le oculta que esta cantidad de indecisos puede ser determinante para el resultado final de las próximas elecciones.

        Pues bien, así las cosas, y habida cuenta de cómo está ahora mismo España y cómo está Europa, lo que yo quiero indicar es que la decisión que cada cual tome, ya sea no votar o, lo más probable, votar a un partido –omitiendo, por eso mismo y como es inevitable, no votar a los demás–, eso será no solo una opción política, sino además una cuestión religiosa. Y, por cierto, una cuestión religiosa grave. ¿Por qué?

        Muy sencillo. Entre las creencias religiosas, que aceptamos los cristianos, está muy claro que uno de los pecados más graves y más decisivos, que podemos cometer en la vida, es el pecado de omisión. El Evangelio cuenta la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31). El ricachón aquél no le hizo ningún daño al mendigo que estaba en el portal de su casa. Simplemente omitió ayudarle. Y semejante omisión fue su ruina ante Dios y para siempre. Y en el anuncio del juicio final (Mt 25, 31-46), la perdición definitiva no les sobrevendrá a quienes causan el mal, sino a los que omiten dar de comer a quienes pasan hambre, cuidar a los enfermos, acoger a los extranjeros… Habiendo, como hay, tantos pecados perversos de acción, los únicos pecados que el Señor menciona son los pecados de omisión. Y es que, leyendo los evangelios con atención, enseguida se da uno cuenta de que, a juicio de Jesús, lo más peligroso y dañino en la vida no está en el mal que hacemos, sino en el bien que dejamos de hacer. Por eso, sin duda, Jesús no soportaba ver a la gente sufrir. Los relatos de curaciones de enfermos, de comidas con gentes hambrientas y hasta con personas de conducta indeseable, son constantes en los evangelios.

        ¿Qué significa todo esto ahora mismo? No es solamente asunto de homilías y sermones. Es, sobre todo, lo central del mensaje que apunta directamente al corazón de quienes decimos que tenemos creencias cristianas. Por esto me atrevo a decir que las elecciones, antes que un problema político, nos ponen ante un problema religioso de extrema gravedad. Que cada cual piense lo que estamos haciendo ahora mismo en España. Cada uno pensará que esto lo resuelven los del partido que él piensa votar. Lo que yo me temo –lo que más temo– es que sigamos tranquilizando nuestras conciencias ante tanto pecado de omisión. Porque en eso está la causa determinante de tanto sufrimiento.

        Y si todo esto no nos importa, ¿qué demonio de religiosidad es la nuestra? ¿de qué nos sirve estar seguros de que se van a mantener las mejores relaciones posibles con la Iglesia, si la pura verdad es que el Evangelio de Jesús, en su contenido central, nos importa un bledo? Pero lo más grave de todo, ¿para qué queremos las creencias religiosas, si hemos perdido los más elementales sentimientos humanos?

24 comentarios

  • Asun Poudereux

    En principio, me parece un tanto duro y parcial el título y enfoque del artículo. Lo siento, pero me temo que se ha colado, de nuevo, el posicionarse sin dudas con la verdad de nuestra parte, y estamos enseguida prestos a nombrar cualquier otra cosa, ¿pecado?
    Primeramente, quiero recordar que en alguna ocasión, Jesús no se posiciona de modo coherente a su modo de ser y de actuar, sino que expresa un posicionamiento que la mentalidad del cuestionador es capaz de tolerar, por encajar en su manera de ver y de vivir.

    Piénsese en la respuesta: ”Dar al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”. ¡Cuánta interpretación interesada ha suscitado y sigue suscitando desde el control oficial religioso! Tal separación, tal visión dualista de la realidad, nos sigue enfangando, enfrentando y alejando.

    Si todo nos es dado y emerge de lo que llamamos Dios, el comportamiento coherente, lo es, desde el nivel de consciencia en el que se vive y la persona se reconoce mayormente. Con ello hay que contar, cada cual ve y actúa conforme a lo que en conciencia cree ser certeza, ya que la ignorancia es en todos muy atrevida.

    Ahora bien, la consciencia no-dual, no haría tales diferencias entre lo civil y lo religioso, ni haría privilegiar uno sobre otro, porque no existe realmente separación, tampoco barreras, al ser, hoy y siempre, lo primordial, el ser humano que somos, que en consciencia y/o conciencia se abre a infinidad de realidades y a todas sabe acoger. Sin embargo, en coherencia a ella actuaría y viviría siempre acorde a lo que no hace daño al otro, a los demás, a los que se consideran los nadie, los siempre olvidados.

    Es legítimo, entonces, dada la pluralidad de niveles de conciencia en la que nos movemos, cualquier posicionamiento ante las próximas elecciones, ya que depende de dónde se pongan los acentos, porque ante todo es la persona que se es, con mayor o menor madurez y consciencia, lo que le hace moverse en uno u otro sentido. Y al no ser perfecta, y las elecciones tampoco lo son, puede equivocarse, y de hecho lo hace en infinidad de ocasiones. Es su modo de ir aprendiendo, de ir creciendo, de ir comprometiéndose con su entorno y sociedad reactivando lo que experimenta interiormente. Y eso solo lo puede hacer ella, desde sí misma y por sí misma, sobre todo, si se la facilita el conocimiento limpio de toda sospecha interesada, cosa que en el mundo de la economía, de política y del poder, hasta el momento, somos testigos de no ser así.

    Y en cuanto al hecho y derecho de decidir no ir a votar, que no sería mi caso, puede haber en ello mucha reflexión y gran coherencia. ¿Qué me decís sobre los representantes de los ciudadanos? ¿Dónde se sitúan una vez elegidos? ¿Es el sistema que tenemos realmente democrático y de representación ciudadana directa, transparente y comprometida?

    No sería entonces en conciencia coherente el abstenerse de votar, para así no apoyar al aparato del sistema legitimando su perpetuidad? Porque esto está también, muy presente, en la NO participación y complicidad con el montaje institucional. Cosa que parece que intencionadamente omite el artículo.

    Me puedo equivocar en mi apreciación… Sí, no somos nadie perfectos..

  • ELOY

    Gracias Antonio Gómez González por tu opinión

    Y ya que me citas me atrevo a reafirmarme en que, ante las próximas elecciones hemos de evitar radicalmente la abstención y desde luego, como señalas, el avalar las políticas del gobierno ahora en funciones.

    A partir de ahí, libertad de voto, pero que de ser discernido.

     

  • Comparto el criterio de José Mª Castillo. Si mi seguimiento de Jesús no afecta o infiere en la formulación concreta de mi compromiso político no sé en que lugar queda la oportuna cita de Mateo (Mt 25, 31-46). Lo perfecto no existe, nos movemos en la búsqueda y realización de lo mejor posible. Y lo mejor posible, en este y en cada momento, es una política que nos acerque al mayor reparto posible, a la reducción de la pobreza escandalosa que ha causado la política neoliberal y los partidos que la defienden. Si no llegamos a esta decisión en conciencia, el texto de Mateo queda descafeinado, como siempre, en favor de los mismos y de los partidos que defienden esa política sólo aparentemente independiente, porque es pura ideología partidaria capitalista.
    No estamos dispuestos a convencernos de que el compromiso político, toda y cualquier acción social y, de modo destacado, la todopoderosa e intocable economía neoliberal (la manipulada por los de siempre, hay otras economías posibles) debe ser modulada por la ética, por la moral y por los principios del Evangelio concretizados en cada momento histórico.
    La pregunta es, pues, ¿hay otras ideologías, también partidarias, claro está, que se acerquen más a ese ideal evangélico? Yo creo que sí, aunque, evidentemente, no sean perfectas, ninguna no será, ni las conservadoras ni la reformadoras. El juego de la democracia plural (no las mayorías absolutas o dictaduras disfrazadas), se encargará de corregirlas para bien o para mal, para mejorarlas o empeorarlas.
    Dicho esto me adhiero a lo comentado por Eloy en su diálogo con Román, no sin mojarme para afirmar que la corrupción inexplicable que nos han impuesto legislando ad hoc (leyes manifiestamente injustas), las políticas llevadas a cabo en favor de las monorías más ricas y poderosas y en perjuicio injustificable de los más pobres y excluídos, no deberían ser respladadas de nuevo por nuestro voto, porque, en este caso, seremos cómplices de la injusticia.

    Todavía una última cuestión, ¿estamos equivocados los cristianos que hemos votado y volveremos a votar a los partidos que nos prometen un mayor reparto de la riqueza (no es cierto que la única opción sea la economía capitalista reoliberal)? ¿Esta opción es contraria al Evangelio? ¿Cual de las dos opciones es más evangélica?
    Una vez más, mil gracias a Castillo, por su claridad y por su, a mi modo de ver, correcta interpretación teológica. Nos está ayudando a abrir caminos nuevos con bondad  y radicalidad.
    Un cordial saludo.
     
     
     
     
     
     

  • Javier Pelaez

    Quise decir  The Huffintonpost…Es hablar de Mariano y me sale el inglés macarrónico:”todo esto es very dificult”

  • Javier Pelaez

    Bajo el título Elogio de la alcachofa un erasmista escribe un artículo en de Huffintongpost explicando el carácter rural de Mariano y sus votantes frente al votante urbanita y de las redes sociales de otros partidos.Mariano según el artículo no es aficionado a las redes-cosa bastante probable dado que el Marca no está digitalizado-,ni tampoco las zonas rurales-cosa bastante improbable-.En lo primero tiene razón porque Mariano ha demostrado hoy en Asturies entre vaques que es más de ordeñador que de ordenador..

  • Asun Poudereux

    Quiero publicar pero esto no me deja!!

  • Javier Peláez

    Me preguntaba en mi natural indecisión:¿qué es más diurético una alcachofa o un cardo mariano?…(Continuará)..

  • Javier Peláez

    Es lógico que haya tanto indeciso porque la gente anda deshojando la alcachofa.Hemos pasado de esa alcachofobia inicial de Mariano y el PP a este emocionarse en un campo de alcachofas de Tudela.Mariano,nuestro ser plasmático,odia las alcachofas de los periodistas,pero esas alcachofas que no preguntan, esas son otra cosa.El PP odia la alcachofa de la ducha de ahí su escasa higiene,pero…En el pórtico de la catedral de Toro hay una alcachofa en representación de la iglesia y sus diversas capas.De ahí que ,en elogiando Mariano  la alcachofa,los obispos pidan el voto para un católico “como dios manda”. 

  • oscar varela

    Hola!

    El título es dicotómico: “religiosa Y grave”.

    Don Castillo anda empujando p’al lado correcto.

    Como que se va acercando a lo que hace rato sostengo:

    que lo “RELIGIOSO” en n/tiempo es lo “GRAVE” (yo suelo decir lo “SERIO“)

    ¡Voy todavía! – Óscar.

  • Román Díaz Ayala

    La gran virtud de los debates estriba en que los candidatos se ven obligados a retratarse y se saben escrutados por los espectadores, tanto en lo que manifiestan como en lo que ocultan.

    Otra virtud, es que la clase mediática, los informadores, quedan situados en un segundo plano que no les da lugar para ser los gurús de la información. No caben mediaciones interesadas, incluso en los análisis posteriores a este tipo de eventos

     

    lástima que no estén programados más debates y tengamos que asistir a una campaña muy aburrida y con notables síntomas de cansancio tanto en las candidaturas, como en la ciudadanía.

    Pero el debate fue vivo, a veces bronco, aunque repetidor de cosas ya sabidas desde diciembre pasado y puestas en evidencias al inicio de la apertura del Parlamento en enero. A Iglesias no le resultó bien ( se le veía una impostura) las continuas ofertas y apelaciones a la unión con el PSOE. Las propuestas de Unidos Podemos ya habían sido incluídas en los documentos de pacto en la mesa de negociaciones que nunca pudo celebrarse, porque Podemos se levantó de la mesa en la primera sesión para no volverse a sentar. Esto lo aprovechó muy bien Sánchez para hacer un corolario de todas las medidas que hubieran podido ser aprobadas meses atrás. Podemos no puede presentarse a la elecciones con el programa del PSOE en lo social y en la regeneración democrática para  imponer al mismo tiempo el derecho a la autodeterminación de Cataluña, Euskadi y Galicia. La propuesta federalizante parece seguir siendo la única viable, previa reforma constitucional, para dejar constancia jurídica de “las singularidades”, lo cual es perfecto en un Marco Federal del Estado.

    Buenas noches.

  • ELOY

    Hola de nuevo Román.

    Yo también sigo el debate “a ratos” porque lo que cada uno dice (o va a decir) no es difícil de adivinar.

    Pero vuelvo a tu comentario.

    Terminas haciendo indicación de una “sospecha” sobre intenciones. Y en ese punto he de mostrar cierta disconformidad.

    Seguro que conoces el dicho de que “In internis neque Eclesiae”.

    Pienso que no deben hacerse “juicios de intenciones”, porque en general este tipo de juicios resultan injustos y ciertamente pienso también que “en el interior de cada uno” no puede juzgar ni la Iglesia, sino la propia conciencia.

    Gracias de nuevo y ya nos contarás, si lo consideras convenientes, si has encontrado alguna novedad en el debate.

  • Román Díaz Ayala

    Estamos en el segundo momento de descanso. El debate  va muy bien.

    claro que sí, que se debe votar por un imperativo de conciencia.

    Y digo todavía más. Si la indignación popular hubiese sido ostensible, y masiva por la falta de respeto mostrada por nuestros representantes electos tras el 20-D y se hubiese articulado un movimiento pidiendo la abstención, yo personalmente habría estado militando activaamente exhortando a mis conciudadanos y conciudadanas que reflexionasen seriamente y que acudiesen a votar.

    pero, no se, esa insistencia “de parte”, de la cual Castillo es uno más, me suena mucho a “reorientación del voto”, utilizando a ciertos colectivos como “caladero” para cierta formación política. (Pero sólo es una sospecha)

  • ELOY

    Gracias Román por tu respuesta.

    No pretendo discutirla en modo alguno.

    Pero he de insistir en que para mí la cuestión sigue siendo otra.

    Por mucho “cabreo” que se tenga previo por lo que no han hecho los anteriormente elegidos, la cuestión es si  en estas elecciones se debe acudirse a votar por un “imperativo de conciencia”.

    Yo opino que sí.

    Y que no hacerlo es dar continuidad a las nefastas políticas sociales y fiscales (amnistía incluida) del equipo actualmente gobernante.

    Gracias por tu paciencia. Un abrazo.

  • Román Díaz Ayala

    Eloy, aqyí estoy,

    pendiente del debate de los cuatro candidatos que comenzará en aproximadamente media hora.

    He querido defender cuestiones de principios, y nó teóricas, como parece que se ha podido entender, pues a los principios apelaba nuestro amigo J. M. Castillo.

    A estas alturas no creo  que tenga yo que defenderme en cuanto al grado de responsabilidad y a una nueva expresión de mis sentimientos más profundos con respecto a este nuevo capítulo de la “ceremonia de la democracia”.

    Acepto y me hago partícipe de cualquiera invitación, exhortación o ruego que se me haga  para que cumpla con mi obligación  “cívica” de concurrir a las urnas.

    Pero no es de recibo, que quienes se sientan revestidos de “autoridad religiosa”, ya sea por cargo eclesiastico, ya sea por “magisterio de doctrina” (teologal) hagan intromisión directa a mi autonomía de creyente, por el simple hecho de que sea un simple laico ( cristiano de a pie) ¿Para qué hicimos el concilio?¿Para criticar el Magisterio y convertirnos en sumisos y obedientes seguidores de cualquiera que en nombre de la doctrina exija la obediencia de nuestras conciencias?

    ¿Cuando el Evangelio dejó de ser una propuesta, para seguir siendo una doctrina de obligado cumplimiento? ¿No es a la persona de Jesús a quien tenemos que rendir acatamiento?

     

    En el fondo me siento ninguneado por la clase política, que dándose golpe de pecho,  nos quieren obligar a volver a elegir lo que ya habíamos elegido havbiendo hecho una clara omisión de sus obligaciones de representatividad ( Somos una democracia representativa,,¿tan difícil es de entender?)

    Me sigo sintiendo tratado como un “menor de edad”, por las clases que se constituyen en dirigentes en nombre de mi sacrosanta religión.

     

    Y no quiero decir más.

  • ELOY

     
    Hola Román, como siempre te leo con interés y atención .
     
    Observo que en tu último comentario en este “post” haces una serie de preguntas de difícil o imposible respuesta, porque (en mi modesta opinión)  se plantean “en teoría” .
     
    Y me parece (aunque puedo estar equivocado), que no hacen referencia concreta a la coyuntura en que estamos y al problema que tenemos delante.
     
    Es la cuestión, a mi modesto entender, de si desde una ” conciencia con valores cristianos”  (expresémoslo así) cabe abstenerse  en las próximas votaciones del 26 de junio de 2016, cuando de nuestro voto dependen tantas cosas importantes, tantas decisiones fundamentales que afectan a las necesidades y derechos de las personas, de nuestros conciudadanos.  
     
    Me parece entender que José Mª Castillo viene a decir que no cabe abstenerse que sería una falta grave “de omisión”.
     
    Por mi parte, sin entrar en la vertiente religiosa específica, mantengo que la obligación de votar en esta coyuntura es una obligación de “conciencia cívica” y, aún más, una obligación de “conciencia moral”.
     
    ¿Porqué? Por lo que está en juego.
     
    Porque uno no puede quedarse en suspenso entre 2 o más opciones y no votar. Si a uno le corroen las dudas , puede incluso echarlo a suertes, pero no debe justificar en la duda, el evitar cumplir con la obligación (para mí “moral”) de votar.
     
    Porque sería como cuando uno tiene la opción de socorrer a una sola persona , cuando son dos las que están en peligro de ahogarse. Tendrá que decidir rápidamente pero deberá optar siempre por actuar y no quedarse “pensando” sin hacer nada, es decir absteniéndose de actuar.
     
    Lo mismo sucede quien por sus dudas se abstiene de votar cuando su voto puede ser tan decisivo en optar por “lo menos malo
     
    Es verdad que la opción de abstenerse el “legal” , pero más allá de la legalidad estricta juegan los deberes de conciencia, los deberes cívicos y morales.
     
    Por eso la opción de abstenerse, siendo legal, no quiere decir que siempre sea legítima y “moral” cuando de votar o no votar dependen cosas importantes y esenciales para la ciudadanía  
     
     En todo caso, planteado como un dilema de conciencia, debe resolverse “en conciencia” sin dejarse “engañar” por “cantos de sirena”.  
     

  • Javier Pelaez

    Aunque también este alto porcentaje de indecisos también podría achacarse a la escasa calidad de los líderes

  • Javier Pelaez

    Si estoy de acuerdo con la tesis del artículo,aunque expresada de otra manera.El 30 por ciento de indecisos a estas alturas:indecisos entre votar y no votar,entre votar al PP o C’s o al PSOE y UP;revela mucha desidia y poco interés por la política.La gente sabe mucho más de fútbol-porque le dedica más tiempo-que de política.

  • ELOY

    Hola Mª Pilar.

    Me alegra que coincidas en la importancia de votar, aunque todas las opciones sean perfectibles (pero unas más que otras).

    Porque, además, resulta que muchas de las abstenciones a la hora de votar provienen de personas que se consideran y tienen “ideales de izquierda”.

    Por eso los poderes fácticos que incitan a la abstención suelen utilizar argumentos engañosos aludiendo a que no existen alternativas suficiente o verdaderamente “radicales”, o verdaderamente “anticapitalistas” o verdadera y suficientemente “antisistema”  o verdadera y suficientemente  “feministas”  etcétera, etcétera.

    Y esos argumentos engañan a veces las conciencias porque efectivamente nada es perfecto, nada es lo mejor, todo es mejorable… pero hay que elegir lo menos malo, (sin que ello paralice los esfuerzos por conseguir siempre algo mejor).

    Diferir continuamente el voto a las espera de votar “lo perfecto” o “lo mejor” frente a la “comparativamente bueno”, es a mi juicio, un grave error, un autoengaño.

    Y más en la presente coyuntura.

    Sinceramente pienso que la abstención beneficia a la derecha más derecha, siempre fiel a su voto.

    Por eso es lamentable que desde la izquierda (en cualquiera de sus segmentos) se fomenten las campañas abstencionistas.

    Un saludo

     

     

     

  • mª pilar

    Amigo Román:

    Parece que si hablas como cristiano, el Maestro no fue nada pacato en sus acciones, aunque de ello dependió su vida.

    ¡Lo que está mal está mal!

    No hay medias tintas; pero sí,  hay una obligación moral de votar, porque a precio de sangre… sobre todo las mujeres… que lucharon por obtener ese derecho.

    Hay cantidad de opciones para votar; tristemente no hay un solo partido limpio de polvo y paja… pero algunos  están haciendo tanto daño…

    ¡A los de siempre!

    Esas personas que nunca cuentan para ellos… y por esa causa hay que ir a votar al menos dañino.

    Tristemente la política está vendida al poder del dinero… y eso, o se intenta regular o no tendremos una vida digna la mayoría de los seres humanos.

    Mi voto tiene la fuerza de la dignidad humana por encima de todas las cosas, incluidas las religiones.

    mª pilar

  • Román Díaz Ayala

    ¿Puede una encuesta poner al descubierto la conciencia moral de un pueblo? ¿Es legítimo deducir que el voto de los indecisos, de quienes no quieren manifestarse, de quienes desean madurar su voto hasta el último momento, sean todos una abstención clara y segura?

    ¿Quien me asegura a mí ( o me pontifica) que siendo yo un ciudadano cristiano tengo la obligación moral de votar, ante el dilema votar sí/no votar, por mi conciencia religiosa?

    ¿Se podría deducir de mi no-voto que estoy pecando de omisión, y que tal omisión es precisamente el pecado que Jesús denunciaba? ¿Dónde reside mi autonomía moral en las cosas seculares? ¿Tiene un límite hasta llegar a las urnas?

    ¿Cuando ejercito el voto le estoy dando al César lo que es del César, o le estoy dando a Dios lo que es de Dios? ¿Se puede secularizar la fe hasta el punto de considerar que el tributo al César es mi única religión?¿No sigo estando en el confesionalismo, aunque inverso?

    Creo, y ahora hablo de religión, que Jesús no se refería al pecado como los actos o los no-actos de las personas, , sino de la triste condición/situación  del corazón humano: …lo que sale de la boca  viene del corazón, y eso es lo que realmente contamina al hombre. porque del corazón salen las intenciones malas: asesinatos. adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que contamina al hombre… (Marcos es aún más extenso que Mateo en este pasaje. Ver Marcos 7,23 y comparece con Mateo 15 19),

     

  • pepe blanco

    Me parece bastante deplorable este artículo. Abstenerse es una decisión tan democrática como decidir votar, a algún partido que nos guste o en blanco o haciendo un voto nulo. Aunque, eso sí, hay que ser consecuente con el voto o con la abstención que uno decida libremente.

    Castillo identifica la abstención con el pecado de omisión. Bueno, es una identificación comprensible en una mente calenturienta por lo religioso . En apoyo de la abstención podemos citar a uno de nuestros clásicos, Calderón, para quien, cuando la razón oculta se halla, mejor habla quien mejor calla.

  • ELOY

     
    Para mí acudir a votar ( y desde luego no en blanco) en las próximas elecciones es una cuestión de conciencia.
     
    De conciencia cívica que por la trascendencia y consecuencias del acto alcanza a tener también valor de “conciencia moral“.
     
    Yo no sé ya decir si todo acto de “conciencia moral” deviene automáticamente en un acto de “conciencia religiosa“, o puede traducirse en términos de “religión“.
     
     Pero sí  está entre mis vivencias considerar que un acto contra mi conciencia moral no me permite dormir con sosiego, es decir no me deja en paz con mi conciencia.
     
    Entiendo que en las circunstancias  actuales escudarse para no ir a votar – es decir para abstenerse – en que ninguna opción es “la mejor” o como “revancha” o “aviso a los que mandan ” , es declinar en el ejercicio de una grave responsabilidad cívica y moral.
     
    Abstenerse ante la posibilidad de “mejorar” aunque sea imperfectamente una realidad que tanto daña a tantas personas, que ha puesto en subasta la sanidad pública y los servicios sociales, es contrario a toda conciencia humana, como lo puede ser no atender a una persona desamparada y con grave riesgo de su vida que podamos ver en tirada en la calle y nos abstengamos de avisar a los servicios sociales o de ayudarla a levantarse y a buscar toda la ayuda posible.
     
    Ahora bien , la valoración “en conciencia” es por propia definición subjetiva. Y habrá de tener cuidado de que , con falsas argumentaciones, no se intente mal formar o engañar a la conciencia.  Porque es evidente que hay medios e interés en ello.
     
    Evidentemente, hay mucho interés por parte de determinados grupos en promover la abstención en las votaciones (fomentar conciencias “erradas” con “prurito” de buscar “lo mejor”) en beneficio de sus objetivos “particulares” de poder y manipulación.
     
    Y esas “consignas” de “no votar” o “no votar al Senado” (como sucedió en las últimas elecciones generales) con falsos visos de “reivindicación radical” y “pureza política”, son un intento terrible de engañar a los ciudadanos de forma muy sibilina a través de su conciencia.
     
    Se describe la abstención como “mejor”, frente a los simplemente “bueno” que sería  el votar por opciones concretas con las imperfecciones de todo proyecto humano.
     
    Pero, eso “mejor” no existe, es una pura entelequia,
     
    Y de siempre sabemos que “lo mejor” es enemigo de “lo bueno“.
     
    Y así pudiéramos quedar “sine día” sin hacer lo bueno, esperando que llegue la opción o el momento de hacer “lo mejor”.     ¡ Puro engaño mental !
    Hemos de agradecer a José Mª Castillo y ATRIO este “aviso a navegantes

  • Iñaki S:S,

    Me he quedado con la última pregunta: ¿Para que queremos creencias religiosas, si hemos perdido los más elementales sentimientos humanos?.

    ¿ Se nos está recordando, a los creyentes cristianos, nuestra obligación de ir a votar?. Puede parecerme hasta bien, pero no me acaba de gustar la mezcla religión-política. Cononozco a demasiada gente, en los pueblos sobre todo, que vota al PP porque lo dice el Sr. Cura,….. aunque le chirríen sus más elementales sentimientos humanos.

  • ROMAN DIAZ AYALA

    Pintoresco. ? A ver si hay alguien que descubra el sofisma?