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Una reflexión sobre la utopía

PAGINA 12Boavantura de Sousa Santos está considerado como uno de los sociólogos –analistas de la realidad social, en definitiva– mejores del mundo. Y te atrapa su lectura aunque no sepas si lo entiendes todo, sobre todo por esa perspectiva temporal en que sitúa el escrito. A mí me costó leerlo dos veces.  Pero creo que vale la pena someter a consideración de los atrieros esta Contratapa de Página 12, publicada el pasado viernes 25-09-15. AD. 

Para leer en 2050

Una reflexión sobre la utopía

Por Boaventura de Sousa Santos

        Algún día, cuando se pueda caracterizar la época en que vivimos, la principal sorpresa será que todo se vivió sin antes ni después, sustituyendo la causalidad por la simultaneidad, la historia por la noticia, la memoria por el silencio, el futuro por el pasado, el problema por la solución. Así, las atrocidades bien pudieron atribuirse a las víctimas; los agresores fueron condecorados por su valentía en la lucha contra las agresiones; los ladrones fueron jueces; los grandes responsables políticos pudieron tener una cualidad moral minúscula en comparación con la magnitud de las consecuencias de sus decisiones. Fue una época de excesos vividos como carencias; la velocidad fue siempre menor de lo que debía ser; la destrucción siempre justificada por la urgencia de construir. El oro fue la base de todo, pero estaba asentado en una nube. Todos fueron emprendedores hasta demostrar lo contrario, pero la prueba de lo contrario fue prohibida por las pruebas a favor. Hubo inadaptados, aunque la inadaptación apenas se distinguía de la adaptación: tantos eran los campos de concentración de la heterodoxia dispersos por la ciudad, por los bares, por las discotecas, por la droga, por Facebook.

        La opinión pública pasó a ser igual a la privada de quien tenía poder para publicitarla. El insulto se convirtió en el medio más eficaz del ignorante para ser intelectualmente igual al sabio.

        Se desarrolló el modo a través del cual los envases inventaron sus propios productos y de no haber productos fuera de ellos. Por eso, los paisajes se convirtieron en paquetes turísticos y las fuentes y manantiales tomaron la forma de botella. Cambió el nombre de las cosas para que estas se olvidaran de lo que eran. La desigualdad pasó a llamarse mérito; la miseria, austeridad; la hipocresía, derechos humanos; la guerra civil sin control, intervención humanitaria; la guerra civil mitigada, democracia. La propia guerra pasó a llamarse paz para poder ser infinita. También el Guernica pasó a ser un mero cuadro de Picasso para no estorbar el futuro del eterno presente. Fue una época que comenzó con una catástrofe, pero que pronto logró convertir catástrofes en entretenimiento. Cuando una gran catástrofe sobrevenía, parecía ser sólo una nueva serie.

        Todas las épocas viven con tensiones, pero esta pasó a funcionar en permanente desequilibrio, tanto en el ámbito colectivo como en el individual. Las virtudes fueron cultivadas como vicios y los vicios como virtudes. El enaltecimiento de las virtudes o de la cualidad moral de alguien dejó de residir en cualquier criterio de mérito propio para convertirse en el simple reflejo del envilecimiento, de la degradación o negación de las cualidades o virtudes ajenas. Se creía que la oscuridad iluminaba la luz, y no al revés.

        Operaban tres poderes al mismo tiempo, ninguno democrático: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado; servidos por varios subpoderes, religiosos, mediáticos, generacionales, étnico-culturales, regionales. Curiosamente, no siendo ninguno democrático, eran el pilar de la democracia realmente existente. Eran tan fuertes que era difícil hablar de cualquiera de ellos sin incurrir en la ira de la censura, la demonización de la heterodoxia, el estigma de la diferencia.

        El capitalismo, que se basaba en los intercambios desiguales entre seres humanos supuestamente iguales, se disfrazaba tan bien de realidad que el propio nombre cayó en desuso. Los derechos de los trabajadores eran considerados poco más que pretextos para no trabajar. El colonialismo, basado en la discriminación contra seres humanos que sólo eran iguales de manera diferente, tenía que ser aceptado como algo tan natural como la preferencia estética. Las presuntas víctimas de racismo y xenofobia, antes que víctimas, eran siempre sujetos de provocación. A su vez, el patriarcado, que se basaba en la dominación de las mujeres y la estigmatización de las orientaciones no heterosexuales, tenía que ser aceptado como algo tan natural como una preferencia moral compartida por casi todos. A las mujeres, homosexuales y transexuales había que imponerles límites si no sabían mantenerse dentro de sus propios límites.

        Nunca las leyes generales y universales fueron tan impunemente violadas y selectivamente aplicadas, con tanto respeto aparente por la legalidad. El primado del derecho convivía amenamente con el primado de la ilegalidad. Era normal desconstitucionalizar las Constituciones en su nombre.

        El extremismo más radical fueron el inmovilismo y el estancamiento. La voracidad de las imágenes y de los sonidos creaba remolinos estáticos. Vivieron obsesionados por el tiempo y por la falta de tiempo. Fue una época que conoció la esperanza, pero en cierto momento la halló muy exigente y cansadora. Prefirió, en general, la resignación. Los inconformes con tal renuncia tuvieron que emigrar. Sus destinos fueron tres: ir afuera, donde la remuneración económica de la resignación era mejor y por eso se confundía con la esperanza; ir adentro, donde la esperanza vivía en las calles de la indignación o moría en la violencia doméstica, en el crimen común, en la rabia silenciada de las casas, de la espera en las salas de urgencia de hospitales, de las prisiones, y de los ansiolíticos y antidepresivos, y el tercer grupo quedaba entre dentro y fuera, en espera, donde la esperanza y la falta de ella alternaban como las luces de los semáforos.

        Todo pareció estar al borde de la explosión, pero nunca explotó porque fue explotando, y quien sufría con las explosiones o estaba muerto o era pobre, subdesarrollado, viejo, atrasado, ignorante, prejuicioso, inútil, loco; en cualquier caso, descartable. Era la gran mayoría, pero una insidiosa ilusión óptica la tornaba invisible. Fue tan grande el miedo de la esperanza que la esperanza acabó por tener miedo de sí misma y entregó a sus adeptos a la confusión.

        Con el tiempo, el pueblo se transformó en el mayor problema, por el simple hecho de haber tanta gente de más. La gran cuestión pasó a ser qué hacer con tanta gente que en nada contribuía al bienestar de quienes lo merecían. La racionalidad se tomó tan en serio que se preparó meticulosamente una solución final para los que producían menos, por ejemplo, los viejos. Para no violar los códigos ambientales, cuando no fuese posible eliminarlos, fueron biodegradados. El éxito de esta solución hizo que después fuese aplicada a otras poblaciones descartables, como los inmigrantes, jóvenes de las periferias, tóxicodependientes, etcétera.

        La simultaneidad de los dioses con los humanos fue una de las conquistas más fáciles de la época. Bastó para ello con comercializarlos y venderlos en los tres mercados celestiales existentes: el del futuro más allá de la muerte, el de la caridad y el de la guerra. Surgieron muchas religiones, cada una parecida con los defectos atribuidos a las religiones rivales, pero todas coincidían en ser lo que más decían no ser: mercado de emociones. Las religiones eran mercados y los mercados eran religiones.

        Es extraño que una época que comenzó solo teniendo futuro (todas las catástrofes y atrocidades anteriores eran la prueba de la posibilidad de un nuevo futuro sin catástrofes ni atrocidades) haya terminado solo teniendo pasado. Cuando comenzó a ser excesivamente doloroso pensar el futuro, el único tiempo disponible fue el pasado. Como ningún gran acontecimiento histórico nunca fue previsto, también esta época terminó tomando a todos por sorpresa. A pesar de ser generalmente aceptado que el bien común no podía dejar de asentarse en el lujoso bienestar de pocos y el miserable malestar de las grandes mayorías, había quien no estuviese de acuerdo con tal normalidad y se rebeló. Los inconformes se dividían en procurar tres estrategias: mejorar lo que había, romper con lo que había, no depender de lo que había.

        Visto hoy, a tanta distancia, era obvio que las tres estrategias debían ser utilizadas articuladamente, a modo de división de tareas en cualquier trabajo complejo, una especie de división del trabajo del inconformismo y de la rebeldía. Pero en esa época ello no fue posible porque los rebeldes no veían que, siendo producto de la sociedad contra la cual luchaban, tendrían que comenzar por rebelarse contra sí mismos, transformándose primero ellos antes de querer transformar la sociedad. Su ceguera los hizo dividirse sobre lo que debía unir y unirse respecto a lo que los debía dividir. Por eso ocurrió lo que ocurrió. Y cuán terrible fue está bien inscrito en el modo como vamos intentando curar las heridas de la carne y del espíritu al mismo tiempo que reinventamos una y otro.

        ¿Por qué persistimos, después de todo? Porque estamos reaprendiendo a alimentarnos de la hierba dañina que la época pasada más radicalmente intentó erradicar, recurriendo para eso a los más potentes y destructivos herbicidas mentales: la utopía.

 

6 comentarios

  • olga larrazabal

    Como no tengo tiempo en la vida para que me salga un circuito neuronal nuevo, voy a hacer una pregunta filosófica que me inquieta y que brota de mi genética (según el maestro Javier Peláez) :

    ¿Donde podré cenar a gusto esta noche? Fuera de casa, por supuesto…¿Y con quién? Ya que si no es alguien interesante me puede arruinar la velada…

  • Isidoro García

    “Es el fin del mundo tal y como lo conocemos…
    (…y yo me siento bien)”. (R.E.M)

      El artículo de de Souza, tiene dos vertientes distintas: la artística-literaria, y la científico-sociológica.
       Como pieza literaria es una pieza de alto nivel de calidad. Parece un poema profético y elegíaco, fruto de una imaginación verbal espléndida y repleta de innumerables volutas que se atropellan una a otra, y que dificultan su comprensión. Podría haberse escrito en verso libre, con sus líneas medidas y rítmicas, como Umbral hizo para escribir un discurso de un Premio que recibió.
       Y es una elegía, pues es un lamento a la enorme desgracia que se adivina en nuestra situación presente y futura próxima de la Humanidad.
       Ahora bien como pieza científico-sociológica, es más deficiente, como no podía ser de otra manera. Cuando uno está intentando llamar la atención de un inminente peligro, a lo Jonás, o a lo Casandra, con el don de la profecía, pero sabiéndose con la maldición de que nadie creerá ni atenderá sus profecías, no es el momento literario de hacer análisis rigurosos.
       Y sin embargo, sí que apunta certeramente. Pero como lo hace en medio de un torrente imparable de afirmaciones, pueden pasar más desapercibidas.
       Y es como dice Oscar, más de lo mismo: un contínuo lamento y lloro de lo mal que va todo, y de lo malos y tontos que somos todos.
      Yo creo que después del necesario diagnóstico sociológico de la situación global, y antes de proponer medidas éticas y políticas, es preciso hacer un diagnóstico psicológico de las razones que nos conducen hasta esta situación. Y este análisis lo hace muy bien el Ortega que nos presenta Oscar. (Pero debemos analizar nosotros muy bien a su vez lo que die Ortega, a ver si vamos a comernos el supositorio, y nos vamos a meter por “ahí”, la caja de cartón).
        Y es que no valen, (como tantas veces vengo repitiendo), las razones moralistas: tenemos que ser buenos, solidarios y fraternales, los políticos no deben ser corruptos, los hijos deben obedecer a sus padres, y los maridos y mujeres deben ser fieles a sus parejas. Eso son síntomas de un análisis simplón y precipitado.
       No estamos hablando de conductas aisladas, sino generalizadas, y por eso deben tener una causa general y universal, que solo puede venir de dos grandes CAUSAS:
    – o de la inadaptación evolutiva de nuestra especie a un nuevo “medio ambiente”, que nosotros mismos hemos creado,
    –  y/o a errores de bulto en nuestro espíritu del tiempo, “zeitgeist”, el clima intelectual y cultural de nuestra era.
       La primera posible causa, supone, que hemos pasado de una situación de supervivencia básica, (lograr comer y no ser comidos), para lo que filogenéticamente estamos perfectamente preparados, a una situación, mucho más compleja, en la que se abren ante nosotros miles de posibilidades, (lo que el Ortega dice como “el mundo nuevo aparece como un ámbito de posibilidades prácticamente ilimitadas, seguro, donde no se depende de nadie”).
       Nuestros circuitos neurológicos están diseñados para sobrevivir, para resolver situaciones básicas, no para negociar situaciones complejas como las nuestras actuales.
         Desde la época de los dinosaurios han sobrevivido el 0,01% de las especies, una de cada 10.000, entre las cuales estamos los humanos. Y probablemente una de las principales causas de esa supervivencia ha sido la de adaptarse al ambiente y convivir eficazmente con la incertidumbre frente al ideal de tener certezas completas del mundo y de la vida. Señala Donald Hoffman, como “no hay presiones evolutivas para ver la realidad como es sino que por el contrario, hay presiones para que veamos la realidad como no es”. https://carmesi.wordpress.com/2015/09/07/vemos-la-realidad-como-realmente-es/
       Pero estamos en un momento en el que la antigua  historia se acaba y empieza otra nueva. Es el fin del mundo tal como lo conocimos, y el inicio de uno nuevo.
      Y estamos en un proceso de reciclado, que durará uno o dos siglos más. En este proceso los avances de la ciencia y de su tecnología derivada, nos genera nuevas habilidades, que a su vez generan nuevos circuitos neurológicos, que mediante la interacción con los antiguos, pueden dar lugar a la emergencia de sucesivos saltos cualitativos, que necesitamos para nuestra nueva situación “ecológica”.
       Además de la vía “cultural”, existe una gran esperanza adicional en la mejora tecnológica directa: la psicotrónica.
       Se puede obtener un cuerpo mejor, mediante la gimnasia y la dieta adecuada, o mediante la cirugía estética. La psicotrónica sería la “cirugía estética” de la mente, mediante la implantación de nuevos circuitos neurológicos, por vía directa, mediante algún interfaz mente-ordenador con inteligencia artificial.
        Pero mientras vamos llegando a esa nueva situación evolutiva, deberíamos reflexionar en la segunda causa de nuestros males: los errores implícitos y explícitos en nuestra cosmovisión actual.
        De Sousa al igual que Ortega denuncian, el cortoplacismo, el ombliguismo, el no mirar hacia un futuro, como una de las fuentes principales de nuestros males. Y eso, tiene una causa principal: la falta de visión histórica.
         Cuando uno no cree más que en los que se mide, se pesa y se toca, en nuestra vida no estamos para entelequias, ideas e ideales, y las sustituímos por las más cómodas ideologías e idolatrías varias, que son mucho más fácilmente compatibles con nuestro egoísmo personal: ¡Cuántas declaraciones ideológicas rimbombantes, se utilizan como compensación interna de una mala conciencia personal y de una buena vida que nos pegamos, (y si no nos la pegamos mejor es porque no podemos)!.
     
      Y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

  • h.cadarso

    Este alegato, discurso, panfleto, entretenimiento intelectual (-oide?), puede tomarse también como una tesis doctoral para un “summa cum laude”, o como un proyecto de laberinto ideológico, o como un intento de volver loco al más cuerdo. O también como una confirmación de la consabida y manida tesis del final de la historia, esa que pretende dar carpetazo al marxismo de Marx, y a la Buena Nueva del Evangelio..

    O simplemente como una fábula con personas en vez de con animales, cuya moraleja queda plasmada quizá, un poco a traición, como cuando la ponen la inyección a los bebés, en la sabia conclusión expresada al final:”los rebeldes no veían que tendrían que empezar por rebelarse contra sí mismos, transformarse a sí mismos antes de ponerse a transformar la sociedad”.

    Pero no faltan verdaderas joyas sueltas, por ejemplo cuando define la democracia actual como un producto de tres elementos visceralmente antridemocŕáticos: capitalismo, colonialismo, patriarcalismo. Y no dejo de apuntar que tiene especial actualidad eso del colonialismo: “discriminación de los seres humanos iguales, pero iguales de manera diferente”. Eso, sr. Boavistga, hay países colonias, y países colonizadores; y hay países que se sienten colonizados y a lo mejor querrían ser países colonizadores; aunque sé que los hay que simplemente exigen liberarse de colonizadores… !Muy bueno, señor Boavista!

    Ortega y Gasset dice las mismas cosas que Boavista, quizá mejor dichas, tienes razón, Varela. Lo de Olga es como con más acento europeo y euskaldún, más de al pan pan y al vino vino, menos laberíntico, quizá menos esperpéntico?

    El señor Boavista, y todos nosotros, podríamos quizá describir el tema que nos ocupa con la parábola del trigo y la cizaña. Podríamos quizá tomar conciencia de que un ser humano no es un número, un engranaje de una maquinaria que se llama universo, ciega y automática, que en el fondo de nosotros mismos tenemos viva, muy viva, una capacidad de opinar sobre lo que vemos u oímos o leemos, una capacidad de tomar nuestras propias e individuales decisiones, una capacidad de llegar a acuerdos con nuestros semejantes, y estamos haciendo uso de todas esas capacidades permanentemente. La utopía no es un sueño, es una semilla que está ahí, aunque no se la vea, como un grano de sal que está ahí y opera, como una chispa de Dios que por medio de sus hijos los seres humanos sostiene el equilibrio casi imposible, casi increíble, casi inconcebible de este mundo, que da cumplimiento a sus designios “así en la tierra como en el cielo”.

    De todos modos, estamos ante un texto muy sugerente, que nos despierta y nos sacude.

    Tiene usted razón, Boavista, no podemos ser optimistas full time, a lo Leibniz, solo moderadamente optimistas, y creer en la capacidad del ser humano para superarse a sí mismo.

  • oscar varela

    Hola Olguita!

     
    Mientras tú te esfuerzas en Santiago en las necesarias tareas para tener continuidad de pesos para vivir (bien), me pones un Comentario a mi Comentario para que no me aburra en Tongoy, a 430 Km Norte de Santiago, a pesar de que es sabido que yo jamás “bostecé” en mi jovial y esforzada vida. Gracias igual!
    El Artículo de Boaventura es BUENO, pero lo que yo le analizo es que a mí me resultó “¡otra vez sopa!”. Tal vez porque el tipo venía con aureola  y yo no le vi el brillo; para eso mostré que la cosa es vieja (Cambalache-Tango de 1934); y no solo más vieja sino con análisis de “la que se veía venir” (masa rebelde – 1928).

    ¿Qué decía Ortega?

    Por ejemplo, Esto, en el cuasi-libro (“La rebelión de las masas”), que recopila Entregas a un Diario madrileño a partir de 1926.

     
    Capítulo VII – VIDA NOBLE Y VIDA VULGAR, O ESFUERZO E INERCIA
     
    Somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser,
     y las facciones fundamentales de nuestra alma son impresas en ella por el perfil del contorno como por un molde.

    * vivir no es más que tratar con el mundo.

    El cariz general que él nos presente será el cariz general de nuestra vida.

    El mundo donde han nacido las masas actuales (1926) mos­traba una fisonomía radicalmente nueva en la historia.

    * Mientras en el pretérito vivir significaba para el hombre medio encontrar en derredor dificultades, peligros, escaseces, limitaciones de destino y dependencia,

    * el mundo nuevo aparece como un ámbito de posibili­dades prácticamente ilimitadas, seguro, donde no se depende de nadie.

    * En torno a esta impresión primaria y permanente se va a formar cada alma contemporánea,

    * como en torno a la opuesta se formaron las antiguas.

     
    Esta experiencia básica modifica por completo
    la estructura tra­dicional, perenne, del hombre-masa.

    * éste se sintió siempre constitutivamente referido a limitaciones materiales y a poderes superiores sociales.

    * la nueva masa encuentra la plena franquía vital como estado nativo y establecido, sin causa especial ninguna.

    * Nada de fuera la incita a reconocerse límites y, por tanto, a contar en todo momento con otras instancias, sobre todo con instancias superiores.

    *  El hombre que analizamos se habitúa a no apelar de sí mismo a ninguna instancia fuera de él.

    * Está satis­fecho tal y como es.

    * Ingenuamente, sin necesidad de ser vano, como lo más natural del mundo tenderá a afirmar y dar por bueno cuanto en sí halla: opiniones, apetitos, preferencias o gustos.

    * ahora la circunstancia no le obliga, el eterno hombre-masa, conse­cuente con su índole, deja de apelar y se siente soberano de su vida.

    * El hombre selecto, en cambio está constituido

    por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone.

    El hombre excelente es aquél que se exige mucho a sí mismo,

    El hombre vulgar es el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y está encantado consigo.

     
    Contra lo que suele creerse,
    es la criatura de selección, y no la masa, quien vive en esencial servidumbre.

    No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente.

    Por eso no estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar, le falta, siente desasosiego e inventa nuevas normas más difíciles, más exigentes, que le opriman.

    Esto es la vida como disciplina—la vida noble.

    La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. Nobleza obliga

    Los privilegios de la nobleza no son originariamente concesiones o favores, sino, por el contrario, son conquistas.

    Los derechos privados o “privilegios”

    * no son pasiva posesión y simple goce, sino que

    * representan el perfil adonde llega el esfuerzo de la persona.

    Los derechos comunes, como son los del “hombre y del ciudadano”,

    * son propiedad pasiva, puro usufructo y beneficio, don generoso del destino con que todo hombre se encuentra y que no responde a esfuerzo ninguno, como no sea el respirar y evitar la demencia.

    * El derecho imper­sonal se tiene y el personal se sostiene.

     
    Noble significa el “conocido”, se entiende el conocido de todo el mundo, el famoso, que se ha dado a conocer sobresaliendo sobre la masa anónima.
    Implica un esfuerzo insólito que motivó la fama.

    Equivale, pues, noble, a esforzado o excelente.

    * El noble originario se obliga a sí mismo,

    * al noble hereditario le obliga la herencia.

    Nobleza es sinónimo de vida esforzada,

    puesta siempre a superarse a sí misma, a trascender de lo que ya es hacia lo que se propone como deber y exigencia.

    Contrapuesta a la vida vulgar o inerte,

    que, estáticamente, se recluye a sí misma, condenada a perpetua inmanencia como una fuerza exte­rior no la obligue a salir de sí.

    Llamemos masa a este modo de ser hombre

    —no tanto porque sea multitudinario, cuanto porque es inerte.

    Para definir al hombre- masa actual,

    que es tan masa como el de siempre, pero quiere suplan­tar a los excelentes,

    hay que contraponerlo a las dos formas puras que en él se mezclan: la masa normal y el auténtico noble o esforzado.

     
    Dicho esto, ya somos dueños de lo que es la clave o ecuación psicológica del tipo humano dominante hoy.
    Todo lo que sigue es consecuencia o coro­lario de esa estructura radical que podría resumirse así:

    * el mundo organizado por el siglo XIX, al producir automáticamente un hombre nuevo, ha metido en él formidables apetitos, poderosos medios de todo orden para satisfacerlos—económicos, corporales (higiene, salud media superior a la de todos los tiempos), civiles y técnicos (entiendo por éstos la enormidad de conocimientos parciales y de eficiencia prác­tica que hoy tiene el hombre medio y de que siempre careció en el pasado).

    * Después de haber metido en él todas estas potencias; el siglo XIX lo ha abandonado a sí mismo, y entonces, siguiendo el hombre medio su índole natural, se ha cerrado dentro de sí.

    * De esta suerte, nos encontramos con una masa más fuerte que la de ninguna época, pero, a diferencia de la tradicional, hermetizada en sí misma, incapaz de atender a nada ni a nadie, creyendo que se basta—en suma: indócil.

    Continuando las cosas como hasta aquí,

    cada día se notará más en toda Europa—y por reflejo en todo el mundo—que las masas son incapaces de dejarse dirigir en ningún orden.

    En las horas difíciles que llegan para nuestro continente es posible que, súbitamente angustiadas, tengan un momento la buena voluntad de aceptar, en ciertas materias especialmente premiosas, la dirección de minorías superiores.

    Pero aun esa buena voluntad fracasará.

    Porque la textura radical de su alma está hecha de hermetismo e indocilidad, porque les falta de nacimiento la función de atender a lo que está más allá de ellas, sean hechos, sean personas. Querrán seguir a alguien, y no podrán. Querrán oír, y descubrirán que son sordas.

    Por otra parte, es ilusorio pensar que el hombre-medio vigente,

    por mucho que haya ascendido su nivel vital en comparación con el de otros tiempos, va a poder regir, por sí mismo, el proceso de la civilización.

    Digo proceso, no ya progreso.

    El simple proceso de mantener la civilización actual

    es superlativamente complejo y re­quiere sutilezas incalculables.

    Mal puede gobernarlo este hombre-medio

    que ha aprendido a usar muchos aparatos de civilización, pero que se caracteriza por ignorar de raíz los principios mismos de la civilización.

    ……………………….

    Reitero al lector que, paciente, haya leído hasta aquí, la conve­niencia de no entender todos estos enunciados atribuyéndoles, desde luego, un significado político.

    La actividad política, que es de toda la vida pública la más eficiente y la más visible, es, en cambio, la postrera, resultante de otras más íntimas e impalpables.

    Así, la indocilidad política no sería grave si no proviniese de una más honda y decisiva indocilidad intelectual y moral.

    ………………………….

  • olga larrazabal

    Fíjate Oscarito, que yo coincido en su apreciación retrospectiva de que estamos viviendo una época en que no hay conciencia por parte de la mayoría de los individuos, de la historia.  Por un lado no hay lecciones de la Historia que se tomen en cuenta para decidir nada, por otro lado no hay objetivo a futuro, Utopia, Eutopía, que guíe las acciones de ninguna sociedad.  La causa de la acción y el efecto se agotan en si mismas, igual que en el mundo animal, sin quedar claro a que corresponden las acciones cuyas motivaciones están respaldadas por un cúmulo de mentiras.  Y todos escuchamos las mentiras y no se nos mueve un pelo porque hemos perdido la capacidad de asombro.

    Europa se conmueve con la inmigración pero nadie se opuso a que se interviniera en Libia, en Egipto o en Ucrania o en los Balcanes.  Se destruyó la social democracia, el tipo de gobierno más decente que ha concebido Europa, y nadie pestañeó.  Se cambió el idioma y los conceptos ya no se nombran con las mismas palabras, los monárquicos y fascistas se llaman a si mismo “partidos de centro” y cualquiera que no concuerda es marxista, aunque nadie sabe muy bien que dijo Marx.

    Los argumentos de los economistas contradicen totalmente la realidad, y los supuestos bajo los cuales construyeron sus teorías no se cumplen ni remotamente.  Pero no se revisa la historia y las evaluaciones de proyectos se hacen con una proyección de 10 años, y teniendo como parámetro de evaluación únicamente la tasa de interés bancario.  Nada que tenga un rendimiento social importante en dinero más allá de la perspectiva de los 10 años, se construye.

    Los ex jefes de Estado se convierten en lobbistas de las transnacionales y pueden decir las barbaridades más horrorosas y nadie los manda a callar.  Los reyes y los jefes de Estados se comportan como delincuentes y nadie los mete en cana.

    No solo cayó la Utopía sino también la decencia mínima y el control social.  Esto es un despelote global actuado por zombies, muñecos que no tienen ni pasado ni futuro.

    No se si Ortega se imaginaría así el comportamiento de las masas.  Tu dirás.

     

  • oscar varela

     
    Hola!
     
     
     
    Ya había leído el Art.  cuando apareció en Pág/12. Tuve la misma sensación que A.D.
     
    En realidad, me interesó leer algo de este sociólogo que se afama en lo público.
     
    Al revés de G. Orwell, no proyectó la estructura social hacia un futuro de 36 años después (el número “1984” lo habrá tomado por el malabar de dar vuelta las dos últimas cifras del año en que escribe la Novela: “1948”).
     
    Boaventura hace el jueguito literario de instalarse en el futuro y mirar, e.d.: juzgar (todo “mirar” nos incluye opinar, o “hacerse una idea”). Mira lo que era una sociedad 35 años antes.
     
    La perspicacia de este hombre no es tanta porque él mismo, con un Artículo como éste, contradice la propia tesis “cambalachera” sobre la figura de una época histórica (la nuestra que describe), que me atrevo a parafrasear con la estrofa de E. Santos Discépolo de hace 81 años (1934): “Lo mismo un Burro que un gran Profesor”.
     
    Boaventura no es un “burro neto”. No puedo afirmar que sea un “Gran Profesor”.
     
    Porque un “sociólogo” de estirpe no puede decir alguna “burrada” como la que ya al comenzar el Art. dice, poniéndose “anteojeras” (como se la ponen a los “burritos” para que no se asusten al andar por las Rúas transitadas) que le “reduzcan” severamente la visión. Dice:
     
    “caracterizar la época en que vivimos: que todo se vivió sin antes ni después”-
     
    La “sensación” es acertada si atendemos a la “masa” que somos todos los que no nos dedicamos al oficio de sociólogo; pero es una barbaridad cuando la dice uno que debe “entender” sobre los Sujetos de la “Historia”: las Sociedades.
     
    La Historia es, precisamente, atender la vida en su “antes y después”.
     
    Por eso dije antes que: No puedo afirmar que sea un “Gran Profesor”. Porque los “Grandes” Profesores no son solo “especialistas”; y acá don Boaventura parece serlo: solo especialista. (“Malaventura”, para él y para nosotros).
     
    Hace ya 87 años que lo que fue sucediendo en la Sociedad (para Dicha y Desdicha) estuvo pre-dicho, pro-gnosticado, e.d.: pro-fetizado. Eso y no otra cosa es la Historia cuando la piensa “un Gran Profesor”.
     
    Y fue pro-fetizada por un madrileño del que parecen avergonzarse los mismos españoles.
     
    En el año 1928 se expuso teóricamente la “causa” por la que habría de rodar los tiempos subsiguientes: una REBELIÓN, la de las MASAS..
     
    ¡Voy todavía! – Óscar.
     
    …………………………………
     
    PS: ¡por favor: no confundir “LAS MASAS” identificándolas con “Las Obreras”, ni con las que hacen en la Panadería!
     
    Que si se las “confunde”, entonces habrá que darle plena razón a don Boaventura, y yo no sabría para qué carajo me pongo a pensar y escribir todas estas pavadas ¿no?
     
    ¡Ah! Y otra cosita. Escribo en Word y “pegaré”. No pienso andar corrigiendo el exceso de interlineados que “a su antojo-sitemático” pone el nuevo Sistema de Atrio; así que ¡perdón! si sale “a la sans fasón”!