Ha sido un extraordinario discurso muy aplaudido por todos
VISITA DEL SANTO PADRE
AL PARLAMENTO EUROPEO Y AL CONSEJO DE EUROPADISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PARLAMENTO EUROPEOEstrasburgo, Francia
Martes 25 de noviembre de 2014
Texto completo del discurso. Se puede leer mientras se escucha al mismo papa en RTV Vaticana (desde m. 53).
Señor Presidente, Señoras y Señores Vicepresidentes,
Señoras y Señores Eurodiputados,
Trabajadores en los distintos ámbitos de este hemiciclo,
Queridos amigos
Les agradezco que me hayan invitado a tomar la palabra ante esta institución fundamental de la vida de la Unión Europea, y por la oportunidad que me ofrecen de dirigirme, a través de ustedes, a los más de quinientos millones de ciudadanos de los 28 Estados miembros a quienes representan. Agradezco particularmente a usted, Señor Presidente del Parlamento, las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos los miembros de la Asamblea.
Mi visita tiene lugar más de un cuarto de siglo después de la del Papa Juan Pablo II. Muchas cosas han cambiado desde entonces, en Europa y en todo el mundo. No existen los bloques contrapuestos que antes dividían el Continente en dos, y se está cumpliendo lentamente el deseo de que «Europa, dándose soberanamente instituciones libres, pueda un día ampliarse a las dimensiones que le han dado la geografía y aún más la historia».[1]
Junto a una Unión Europea más amplia, existe un mundo más complejo y en rápido movimiento. Un mundo cada vez más interconectado y global, y, por eso, siempre menos «eurocéntrico». Sin embargo, una Unión más amplia, más influyente, parece ir acompañada de la imagen de una Europa un poco envejecida y reducida, que tiende a sentirse menos protagonista en un contexto que la contempla a menudo con distancia, desconfianza y, tal vez, con sospecha.
Al dirigirme hoy a ustedes desde mi vocación de Pastor, deseo enviar a todos los ciudadanos europeos un mensaje de esperanza y de aliento.
Un mensaje de esperanza basado en la confianza de que las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa – junto a todo el mundo – está atravesando. Esperanza en el Señor, que transforma el mal en bien y la muerte en vida.
Un mensaje de aliento para volver a la firme convicción de los Padres fundadores de la Unión Europea, los cuales deseaban un futuro basado en la capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del Continente. En el centro de este ambicioso proyecto político se encontraba la confianza en el hombre, no tanto como ciudadano o sujeto económico, sino en el hombre como persona dotada de una dignidad trascendente.
Quisiera subrayar, ante todo, el estrecho vínculo que existe entre estas dos palabras: «dignidad» y «trascendente».
La «dignidad» es una palabra clave que ha caracterizado el proceso de recuperación en la segunda postguerra. Nuestra historia reciente se distingue por la indudable centralidad de la promoción de la dignidad humana contra las múltiples violencias y discriminaciones, que no han faltado, tampoco en Europa, a lo largo de los siglos. La percepción de la importancia de los derechos humanos nace precisamente como resultado de un largo camino, hecho también de muchos sufrimientos y sacrificios, que ha contribuido a formar la conciencia del valor de cada persona humana, única e irrepetible. Esta conciencia cultural encuentra su fundamento no sólo en los eventos históricos, sino, sobre todo, en el pensamiento europeo, caracterizado por un rico encuentro, cuyas múltiples y lejanas fuentes provienen de Grecia y Roma, de los ambientes celtas, germánicos y eslavos, y del cristianismo que los marcó profundamente,[2] dando lugar al concepto de «persona».
Hoy, la promoción de los derechos humanos desempeña un papel central en el compromiso de la Unión Europea, con el fin de favorecer la dignidad de la persona, tanto en su seno como en las relaciones con los otros países. Se trata de un compromiso importante y admirable, pues persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, de los cuales se puede programar la concepción, la configuración y la utilidad, y que después pueden ser desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos.
Efectivamente, ¿qué dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o de profesar sin constricción la propia fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de discriminación? ¿Qué dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía peor, che no tiene el trabajo que le otorga dignidad?
Promover la dignidad de la persona significa reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos.
Es necesario prestar atención para no caer en algunos errores que pueden nacer de una mala comprensión de los derechos humanos y de un paradójico mal uso de los mismos. Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales – estoy tentado de decir individualistas –, que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico, casi como una «mónada» (μονάς), cada vez más insensible a las otras «mónadas» de su alrededor. Parece que el concepto de derecho ya no se asocia al de deber, igualmente esencial y complementario, de modo que se afirman los derechos del individuo sin tener en cuenta que cada ser humano está unido a un contexto social, en el cual sus derechos y deberes están conectados a los de los demás y al bien común de la sociedad misma.
Considero por esto que es vital profundizar hoy en una cultura de los derechos humanos que pueda unir sabiamente la dimensión individual, o mejor, personal, con la del bien común, con ese «todos nosotros» formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social.[3] En efecto, si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse sin limitaciones y, consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y de violencias.
Así, hablar de la dignidad trascendente del hombre, significa apelarse a su naturaleza, a su innata capacidad de distinguir el bien del mal, a esa «brújula» inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en el universo creado;[4] significa sobre todo mirar al hombre no como un absoluto, sino como un ser relacional. Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy en Europa es lasoledad, propia de quien no tiene lazo alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro mejor.
Esta soledad se ha agudizado por la crisis económica, cuyos efectos perduran todavía con consecuencias dramáticas desde el punto de vista social. Se puede constatar que, en el curso de los últimos años, junto al proceso de ampliación de la Unión Europea, ha ido creciendo la desconfianza de los ciudadanos respecto a instituciones consideradas distantes, dedicadas a establecer reglas que se sienten lejanas de la sensibilidad de cada pueblo, e incluso dañinas. Desde muchas partes se recibe una impresión general de cansancio, de envejecimiento, de una Europa anciana que ya no es fértil ni vivaz. Por lo que los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones.
A eso se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica.[5] El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo percibimos a menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos, los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer.
Este es el gran equívoco que se produce «cuando prevalece la absolutización de la técnica»,[6] que termina por causar «una confusión entre los fines y los medios».[7] Es el resultado inevitable de la «cultura del descarte» y del «consumismo exasperado». Al contrario, afirmar la dignidad de la persona significa reconocer el valor de la vida humana, que se nos da gratuitamente y, por eso, no puede ser objeto de intercambio o de comercio. Ustedes, en su vocación de parlamentarios, están llamados también a una gran misión, aunque pueda parecer inútil: Preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la «cultura del descarte». Cuidar de la fragilidad de las personas y de los pueblos significa proteger la memoria y la esperanza; significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad.[8]
Por lo tanto, ¿cómo devolver la esperanza al futuro, de manera que, partiendo de las jóvenes generaciones, se encuentre la confianza para perseguir el gran ideal de una Europa unida y en paz, creativa y emprendedora, respetuosa de los derechos y consciente de los propios deberes?
Para responder a esta pregunta, permítanme recurrir a una imagen. Uno de los más célebres frescos de Rafael que se encuentra en el Vaticano representa la Escuela de Atenas. En el centro están Platón y Aristóteles. El primero con el dedo apunta hacia lo alto, hacia el mundo de las ideas, podríamos decir hacia el cielo; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia el observador, hacia la tierra, la realidad concreta. Me parece una imagen que describe bien a Europa en su historia, hecha de un permanente encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica la apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde siempre al hombre europeo, y la tierra representa su capacidad práctica y concreta de afrontar las situaciones y los problemas.
El futuro de Europa depende del redescubrimiento del nexo vital e inseparable entre estos dos elementos. Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel «espíritu humanista» que, sin embargo, ama y defiende.
Precisamente a partir de la necesidad de una apertura a la trascendencia, deseo afirmar la centralidad de la persona humana, que de otro modo estaría en manos de las modas y poderes del momento. En este sentido, considero fundamental no sólo el patrimonio que el cristianismo ha dejado en el pasado para la formación cultural del continente, sino, sobre todo, la contribución que pretende dar hoy y en el futuro para su crecimiento. Dicha contribución no constituye un peligro para la laicidad de los Estados y para la independencia de las instituciones de la Unión, sino que es un enriquecimiento. Nos lo indican los ideales que la han formado desde el principio, como son: la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona.
Por ello, quisiera renovar la disponibilidad de la Santa Sede y de la Iglesia Católica, a través de la Comisión de las Conferencias Episcopales Europeas (COMECE), para mantener un diálogo provechoso, abierto y trasparente con las instituciones de la Unión Europea. Estoy igualmente convencido de que una Europa capaz de apreciar las propias raíces religiosas, sabiendo aprovechar su riqueza y potencialidad, puede ser también más fácilmente inmune a tantos extremismos que se expanden en el mundo actual, también por el gran vacío en el ámbito de los ideales, como lo vemos en el así llamado Occidente, porque «es precisamente este olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia».[9]
A este respecto, no podemos olvidar aquí las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas, y particularmente cristianas, en diversas partes del mundo. Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias: expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas; asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el vergonzoso y cómplice silencio de tantos.
El lema de la Unión Europea es Unidad en la diversidad, pero la unidad no significa uniformidad política, económica, cultural, o de pensamiento. En realidad, toda auténtica unidad vive de la riqueza de la diversidad que la compone: como una familia, que está tanto más unida cuanto cada uno de sus miembros puede ser más plenamente sí mismo sin temor. En este sentido, considero que Europa es una familia de pueblos, que podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión si estas saben conjugar sabiamente el anhelado ideal de la unidad, con la diversidad propia de cada uno, valorando todas las tradiciones; tomando conciencia de su historia y de sus raíces; liberándose de tantas manipulaciones y fobias. Poner en el centro la persona humana significa sobre todo dejar que muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad, sea en el ámbito particular que como pueblo.
Por otra parte, las peculiaridades de cada uno constituyen una auténtica riqueza en la medida en que se ponen al servicio de todos. Es preciso recordar siempre la arquitectura propia de la Unión Europea, construida sobre los principios de solidaridad y subsidiariedad, de modo que prevalezca la ayuda mutua y se pueda caminar, animados por la confianza recíproca.
En esta dinámica de unidad-particularidad, se les plantea también, Señores y Señoras Eurodiputados, la exigencia de hacerse cargo de mantener viva la democracia, la democracia de los pueblos de Europa. No se nos oculta que una concepción uniformadora de la globalidad daña la vitalidad del sistema democrático, debilitando el contraste rico, fecundo y constructivo, de las organizaciones y de los partidos políticos entre sí. De esta manera se corre el riesgo de vivir en el reino de la idea, de la mera palabra, de la imagen, del sofisma… y se termina por confundir la realidad de la democracia con un nuevo nominalismo político. Mantener viva la democracia en Europa exige evitar tantas «maneras globalizantes» de diluir la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría.[10]
Mantener viva la realidad de las democracias es un reto de este momento histórico, evitando que su fuerza real – fuerza política expresiva de los pueblos – sea desplazada ante las presiones de intereses multinacionales no universales, que las hacen más débiles y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos. Este es un reto que hoy la historia nos ofrece.
Dar esperanza a Europa no significa sólo reconocer la centralidad de la persona humana, sino que implica también favorecer sus cualidades. Se trata por eso de invertir en ella y en todos los ámbitos en los que sus talentos se forman y dan fruto. El primer ámbito es seguramente el de la educación, a partir de la familia, célula fundamental y elemento precioso de toda sociedad. La familia unida, fértil e indisoluble trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro. Sin esta solidez se acaba construyendo sobre arena, con graves consecuencias sociales. Por otra parte, subrayar la importancia de la familia, no sólo ayuda a dar prospectivas y esperanza a las nuevas generaciones, sino también a los numerosos ancianos, muchas veces obligados a vivir en condiciones de soledad y de abandono porque no existe el calor de un hogar familiar capaz de acompañarles y sostenerles.
Junto a la familia están las instituciones educativas: las escuelas y universidades. La educación no puede limitarse a ofrecer un conjunto de conocimientos técnicos, sino que debe favorecer un proceso más complejo de crecimiento de la persona humana en su totalidad. Los jóvenes de hoy piden poder tener una formación adecuada y completa para mirar al futuro con esperanza, y no con desilusión. Numerosas son las potencialidades creativas de Europa en varios campos de la investigación científica, algunos de los cuales no están explorados todavía completamente. Baste pensar, por ejemplo, en las fuentes alternativas de energía, cuyo desarrollo contribuiría mucho a la defensa del ambiente.
Europa ha estado siempre en primera línea de un loable compromiso en favor de la ecología. En efecto, esta tierra nuestra necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una responsabilidad personal en la custodia de la creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos de los hombres. Esto significa, por una parte, que la naturaleza está a nuestra disposición, podemos disfrutarla y hacer buen uso de ella; por otra parte, significa que no somos los dueños. Custodios, pero no dueños. Por eso la debemos amar y respetar. «Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la “custodiamos”, no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar».[11] Respetar el ambiente no significa sólo limitarse a evitar estropearlo, sino también utilizarlo para el bien. Pienso sobre todo en el sector agrícola, llamado a dar sustento y alimento al hombre. No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas. Además, el respeto por la naturaleza nos recuerda que el hombre mismo es parte fundamental de ella. Junto a una ecología ambiental, se necesita una ecología humana, hecha del respeto de la persona, que hoy he querido recordar dirigiéndome a ustedes.
El segundo ámbito en el que florecen los talentos de la persona humana es el trabajo. Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero es necesario sobre todo volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo. Esto implica, por un lado, buscar nuevos modos para conjugar la flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectivas laborales, indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores; por otro lado, significa favorecer un adecuado contexto social, que no apunte a la explotación de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir una familia y de educar los hijos.
Es igualmente necesario afrontar juntos la cuestión migratoria. No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales. Europa será capaz de hacer frente a las problemáticas asociadas a la inmigración si es capaz de proponer con claridad su propia identidad cultural y poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes; si es capaz de adoptar políticas correctas, valientes y concretas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos internos – causa principal de este fenómeno –, en lugar de políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos. Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos.
Señor Presidente, Excelencias, Señoras y Señores Diputados:
Ser conscientes de la propia identidad es necesario también para dialogar en modo propositivo con los Estados que han solicitado entrar a formar parte de la Unión en el futuro. Pienso sobre todo en los del área balcánica, para los que el ingreso en la Unión Europea puede responder al ideal de paz en una región que ha sufrido mucho por los conflictos del pasado. Por último, la conciencia de la propia identidad es indispensable en las relaciones con los otros países vecinos, particularmente con aquellos de la cuenca mediterránea, muchos de los cuales sufren a causa de conflictos internos y por la presión del fundamentalismo religioso y del terrorismo internacional.
A ustedes, legisladores, les corresponde la tarea de custodiar y hacer crecer la identidad europea, de modo que los ciudadanos encuentren de nuevo la confianza en las instituciones de la Unión y en el proyecto de paz y de amistad en el que se fundamentan. Sabiendo que «cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva».[12] Les exhorto, pues, a trabajar para que Europa redescubra su alma buena.
Un autor anónimo del s. II escribió que «los cristianos representan en el mundo lo que el alma al cuerpo».[13] La función del alma es la de sostener el cuerpo, ser su conciencia y la memoria histórica. Y dos mil años de historia unen a Europa y al cristianismo. Una historia en la que no han faltado conflictos y errores, también pecados, pero siempre animada por el deseo de construir para el bien. Lo vemos en la belleza de nuestras ciudades, y más aún, en la de múltiples obras de caridad y de edificación humana común que constelan el Continente. Esta historia, en gran parte, debe ser todavía escrita. Es nuestro presente y también nuestro futuro. Es nuestra identidad. Europa tiene una gran necesidad de redescubrir su rostro para crecer, según el espíritu de sus Padres fundadores, en la paz y en la concordia, porque ella misma no está todavía libre de conflictos.
Queridos Eurodiputados, ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira y defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad.
Gracias.
[2] Cf. Juan pablo II, Discurso a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, 8 octubre 1988, 3.
[3] Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 7; Con. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 26.
[4] Cf. Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 37, 37.
[5] Cf. Evangelii gaudium, 55.
[6] Benedicto XVI, Caritas in veritate, 71.
[7] Ibíd.
[8] Cf. Evangelii gaudium, 209.
[9] Benedico XVI, Discurso a los Miembros del Cuerpo diplomático, 7 enero 2013.
[10] Cf. Evangelii gaudium, 231.
[11] Audiencia General, 5 junio 2013.
[12] Gaudium et spes, 34.
[13] Carta a Diogneto, 6.
Creo que Bergoglio, como dice Iglesias ha estado sembrado pero, pero, pero dentro del paquete ha dicho, como dice sin empatía, Jabois en El Mundo, ha repetido lo que sus predecesores de una u otra manera habían dicho. Lo cual denota la continuidad de una misma preocupación que este hombre manifiesta con más insistencia, con más ahinco y radicalidad desde el primer momento que apareció Francisco. ¿Ha abido novedades? Pues claro que las ha habido y mayúsculas para quien lea u oiga el discurso sin gafas de sol y sin orejeras, porque son cosas que impactan hasta al más pintado por muchos ascos que le hagamos. ¿Qué querrían algunos que Francisco dijera “de aquí para atrás borrón y cuenta nueva”? Mire Ud., don Perfecto, la Historia se construye paso a paso, pasito a pasito; Ud. podrá quererlo todo de una vez, vale, pero Ud anda un poco por las lomas de Babia porque incluso cuando Pablo tenga poder, si lo alcanza, verá cómo se anda con tiento a la hora de transformar el cúmulo de disparates en los que estamos inmersos. De modo que veamos venir con calma el futuro, que llega muy despacito pero que llega lo saben “hasta los hebreitos chicos” Y repito lo de siempre:tiempo al tiempo”, sin el temor de que esto se tuerza porque si se tuerce es que estaba escrito en el boleto de las quinielas; ni un día antes.
Estimado Antonio V
Concuerdo contigo. Y agradezco el enlace que pones, muy intersante
Abrazos y esperanzas
Estimado Honorio
No le desees semejante mal a Bergoglio, que ya suficiente tiene con lo que carga jajajaja
Claro que sintonizo con tu anterior comentario al documento sinodal. Aclaro que no propongo desistir en la resistencia a dicho documento, ni desistir a presentar la propia versión. Al contrario: en otros foros en que participo (de orientación muy distinta a ATRIO) , se me ha cuestionado que pierda tanto tiempo en analizar lo que ocurre en la iglesia católica. Por mi parte, insisto en que me interesa que los movimientos renovadores católicos tengan éxito, o al menos mejoren su fuerza al interior.
Estoy trabajando un texto sobre el documento sinodal; esta vez (a diferencia del texto con primeras impresiones) es un texto con más dedicación, mas pulido. Tengo poco tiempo para dedicarle, en medio de la catástrofe que estamos experimentando acá; pero si logro acabarlo cuando aún sea oportuno, lo compartiré a ATRIO.
Abrazos y esperanzas
Agradecido;Rodrigo, por tu detallada disección y para mi, válido análisis del discurso del hermano Francisco.
Si me permites hago también mio este tu trabajo y me cito (Cosa que no se , si es muy decente) con esto que va en mi casi espontáneo y acelerado comentario anterior: “-Mas que no se nos tuerza, hay que desear y pedir a Quien se lo puede y quiere dar, que con urgencia se vaya enderezando testimonial y magistralmente, con mayor exactitud a eso que ha dicho y lo que le ha faltado por decir para clara e ineludible dignificación de TODA PERSONA, empezando preferentemente por l*s más minusvalorad*s de la Humanidad, especialmente en la misma Iglesia.
Añado ahora este enlace: “Qué hay detrás de la fachada del Papa Francisco.-Por DAVID BOLLERO” algo que he encontrado en el Bloc de PÚBLICO . POSOS DE ANARQUISMO,sacando la conclusión de que con ese discurso, ( Su mérito aparte) lo que constatan desde otras perspectivas conclusiones muy explicables y aún justificadas.
Hola!
“NO SE PUEDE TOLERAR QUE EL MEDITERRANEO SE VUELVA UN CEMENTERIO”, DIJO SOBRE LA LLEGADA DE INMIGRANTES
El Papa criticó la indolencia de Europa
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-260632-2014-11-26.html
Ante los europarlamentarios, Francisco expuso un alegato sin concesiones contra el estilo de vida de la Unión Europea y su opulencia, proporcional a su indiferencia ante los dramas que sacuden sus fronteras.
Por Eduardo Febbro – Desde París
Aunque los eurodiputados lo aplaudieron de pie, el papa Francisco expuso un alegato sin concesiones contra el estilo de vida de la Unión Europea y su opulencia, proporcional a su indiferencia ante los dramas que sacuden sus fronteras. Pocas veces el Parlamento europeo habrá escuchado en su recinto un discurso tan implacable. Primero ante la Eurocámara y luego ante el Consejo de Europa, Bergoglio salió a remover los cimientos de una Europa que él mismo juzgó de manera drástica: “Tenemos ante nuestros ojos la imagen de una Europa herida, cansada, pesimista, que se siente sitiada”. El Papa desenvolvió sin miramientos la madeja de sus argumentos, es decir, el de la indiferencia ante las injusticias y el de la cultura del desperdicio. Francisco dijo que los ideales fuertes que presidieron el nacimiento de Europa “parecen haber perdido su fuerza de atracción en beneficio de la técnica burocrática de sus instituciones”. Más aún, según el pontífice, de Europa se desprende una impresión de “cansancio y envejecimiento”, la imagen de una Europa “abuela y no ya fecunda y viva”.
Francisco denunció una vez más la cultura del “desperdicio” y, en un tono muy enérgico, les dijo a los parlamentarios: “Los exhorto a trabajar para que Europa recupere su alma”. El mensaje político que hizo fue un retrato con bisturí de la decadencia de los ideales europeos y éste le siguió el social, centrado en torno del problema de la inmigración en las costas italianas y el absoluto desinterés con el cual las instituciones europeas tratan este drama. Continuando con las ideas que expresó cuando visitó Lampedusa, el Papa dijo que no se “puede tolerar que el Mediterráneo se vuelva un cementerio”, ni tampoco que no se “tenga en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes”.
Aunando el tema social y el político, el pontífice puso en la picota el “egoísmo” del estilo de vida “caracterizado por una opulencia insostenible y la indiferencia ante los más pobres”. Su conclusión arrancó unos cuantos aplausos: “… del individualismo indiferente nace la cultura de la opulencia, la cual corresponde a la cultura del desperdicio”. Aunque condenó otra vez el aborto y la eutanasia, Bergoglio ofreció dos momentos y en cada uno encarnó la voz de la periferia, de los pobres y los oprimidos, ante una Europa replegada sobre sí misma, obediente ante los más mínimos suspiros de Estados Unidos y carente de toda iniciativa influyente.
El Papa les dijo a los europeos que había “llegado la hora de construir juntos una Europa que funcione, pero no en torno de la economía, sino alrededor de la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables”. Sus palabras tienen algo de paradójico y profético en un Viejo Continente totalmente de rodillas frente al altar de las finanzas y una institución como la Comisión Europea, cuyo presidente, el ex primer ministro de Luxemburgo Jean-Claude Jun-cker, está en el centro de un gigantesco escándalo. Juncker está acusado de haber hecho todo cuanto hacía falta para que, durante veinte años, las multinacionales se beneficiaran con las ventajas fiscales de Luxemburgo en contra de los demás países de la UE. Bergoglio les recordó a los parlamentarios de la UE los valores del modelo olvidado, es decir, los de una Europa capaz de “unir la dimensión individual” con la “del bien común”, con la de ese “nosotros formado de individuos, de familias, de grupos intermedios”.
Uno de los momentos más fuertes de su discurso fue cuando el Papa evocó los derroteros de las democracias modernas y la forma en que éstas se encuentran sometidas por mastodontes económicos. Para Francisco, “mantener viva la realidad de las democracias es un desafío de este momento histórico. Para ello, se trata de evitar que sus fuerzas reales –fuerza políticas, expresivas de los pueblos– sean apartadas frente a la presión de intereses multinacionales, no universales, que las hacen frágiles y las transforman en sistemas uniformes de poder financiero al servicio de imperios desconocidos”.
Aplaudido por la izquierda y la derecha, objetado por algunos europarlamentarios de la izquierda radical, Bergoglio contó con una vitrina de lujo para sintetizar y de-sarrollar el pensamiento que él mismo resumió hace algo más de un año cuando, apenas electo, dijo “cómo me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres”. Francisco les vino a decir a los europeos que no se olviden de sus valores ni de los pobres. Martin Schulz, el presidente del Parlamento Europeo, reconoció que las palabras del Papa pueden constituir “una orientación para una época desorientada”.
Amigo Rodrigo Olvera:
Tus comentarios al discurso del Papa Francisco me parecen perfectos. Más o menos creo que sintonizan con la exégesis o comentario o crítica que he intentado hacer a la Relatio del Síno sobre la familia en Atrio, pero con muchos más matices y mucha mayor claridad.
Yo también participo de tu pesimismo en relación con los frutos de ese Sínodo sobre la familia. Pero discrepo en que desistamos de ofrecer resistencia a esa Relatio, y renunciemos a presentar nuestra alternativa a ese texto.
Un abrazo por encima del Atlántico. Yo te propondría para asesor del Santo Padre de Roma, pero sin deerecho a capisayos de púrpura ni a gorrito frigio…
Perdón, en el inciso 14, debe ser 1492 y no 1942
A vuelapluma, diré que el discurso me deja 1/4 de olor a oveja (con lo cuestionable de la metáfora, pero bueno se entiende la intención positiva de la misma) y 3/4 de olor a sutil mentalidad de cristiandad, más peligrosa por su sutileza. Siguiendo el orden del discurso, me preocupan las siguientes expresiones:
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1) Propone como positivo la “ampliación de Europa” en un contexto en que ya no existen los bloques contrapuestos. Como si el principal conflicto armado en el continente hoy (Ucrania) no existiera o no tuviera como causa-raíz la expansión político-militar de la OTAN para cercar a Rusia, que arrancó precísamente con el rompimiento del compromiso de no incorporar a las exrepúblicas soviéticas a la Unión Europea. Muchas personas analistas geopolíticas han hecho notar el relativo silencio respecto de Ucrania, de un papa que habla tanto sobre temas mundiales
2) “Desde mi vocación de Pastor… esperanza en el Señor”. Está hablando en un foro politico, en que están representadas no sólo las personas cristianas sino la pluralidad religiosa de las personas que viven en Europa. Cuando Wojtila habló en el Parlamento Europeo, lo hizo desde esa dualidad nefasta de Jefe de Estado y autoridad religiosa. Bergoglio se presenta exclusivamente como autoridad religiosa. Y si bien esa actitud se valora en ciertos contextos, en este contexto concreto es un mal mensaje. ¿A qué otra religión le ha permitido el Parlamento Europeo que su lider religioso mande un mensaje religioso “como pastor”?
3) “dignidad trascendente”. El apellido trascendente es riesgoso. Si se entendiera esa trascendencia como la entendía Zubiri, sería aceptable. No creo que Bergoglio la entienda así. Pero aún si Bergoglio la entendiera así, la enorme mayoría de quienes leen el discurso no la entenderán zubirianamente, sino desde el “sentido común” de “plano divino”. Que para una persona creyente – para más señas, católica- la dignidad humana y los derechos humanos tengan un fundamento divino, es comprensible y elogiable. Que se presente esa convicción no como una convicción religiosa de un grupo religioso, sino como una “realidad en sí” es riesgoso, y falsea la historia filosófica y política del desarrollo de los derechos humanos. En el sentido de que claro, entre las personas que han (hemos) participado en tal desarrollo, claro que ha (¿hemos?) habido personas creyentes, pero también personas no creyentes. Lo interesante del largo camino fue precísamente la renuncia a una sólo comprensión “trascendente” (religiosa) de la dignidad humana: la inmanencia de la dignidad humana y los derechos humanos fue lo que les dio viabilidad política y social, por más que a ese acuerdo en la inmanencia de la dignidad, las personas creyentes adicionaran (¿adicionemos?) un aspecto “trascendente”. La actual pretensión de algunos sectores cristianos (que no se ve sólo en Bergoglio, pensemos en el más reciente artículo de Barberá aquí mismo en ATRIO) de defender el aspecto trascendente de la dignidad humana A COSTA de descalificar las comprensiones meramente inmanentes de la misma, es perjudicial a largo alcance. [Ojo, no toda persona que afirma (afirmamos?) la exitencia de un aspecto trascendente (en el sentido de religioso) de la dignidad humana, lo hace (¿hacemos?) a costa de descalificar las comprensiones meramente inmanentes].
4) Es falso y racista que afirme que la conciencia cultural del valor de cada persona humana tenga su fundamento en el pensamiento europeo. Es cierto que el pensamiento europeo ha contribuído enormemente, pero también lo hizo el pensamiento asiático (especialmente de base confucionista, budista e hinduista), el pensamiento africano y el pensamiento árabe. Basta con leer las actas de los trabajos preparatorios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por supuesto, si incurre en tal deformación de la historia, es para poder presentar al propio cristianismo como fundamento del avance de la promoción de los derechos humanos.
5) Es simplemente falso que “hoy la promoción de los derechos humanos desempeña un papel central en el compromiso de la Unión Europea”. La Unión Europea no tiene como papel central los derechos humanos en sus relaciones internacionales. Una anécdota: cuando una delegación de organizaciones civiles mexicanas acudimos a exigir que se cumpliera la “cláusula democrática” del Acuerdo de Cooperación Unión Europea-México por las graves violaciones de derechos humanos en nuestro país, la respuesta de las instituciones de la Unión Europea fue negativa. Un funcionario nos dijo abiertamente: “ustedes siempre han visto a los europeos como más éticos que los americanos, pero aquí también el dinero es dinero”.
6) Desde que leí el discurso, me he preguntado cómo le hizo Bergoglio para no morderse la lengua al hablar de discriminación contra las mujeres. Y a las personas homosexuales ni las menciona, pero algunas personas no hemos olvidado que antes de tener la responsabilidad de salvar la cara de la iglesia católica, Bergoglio pidió una cruzada porque el proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo en Argentina era una movida satánica.
7) La descalificación (reiterada y sutil) de el ámbito de libertad y dignidad individual como un abuso del derecho, como un acto de egoismo. Esta misma idea está en el documento sinodal sobre la familia.
8) Con mayor sutileza que Ratzinger (y por esa sutileza es más riesgosa) pone como norma la “ley natural”. Sabemos que el Vaticano siempre ha identificado “ley natural” con “magisterio papal”.
9) A la pregunta de cómo devolver la esperanza del futuro, la propuesta papal es volver a la religión (católica, supongo).
10) Afirmar que la contribución del cristianismo ha sido formada “desde el principio” de los ideales de
la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona, es una verdad a medias, que ignora cuánto sufrimiento ha causado el cristianismo. En mi opinión, la mentalidad propiamente “europea” (distnguible de la estadounidense, por ejemplo) es precísamente la que surgió en el largo camino de liberarse de la opresión de las iglesias cristianas. No reconocer esta parte de la historia es falsearla interesadamente.
11) Decir que reconocer Europa sus raíces religiosas (cristianas) la hace menos inmune a los extremismos, y que el olvido de Dios (del dios cristiano/católico se entiende es lo que engendra violencia ) a) olvida los extremismos cristianos/católicos y la violencia cristiana/católica (y no nos vayamos hasta el lejano tiempo de las cruzadas, pensemos en la inmesnidad de personas que HASTA EL DÍA DE HOY siguen en la cunetas por toda España, por haberse declarado ateas); y b) implica que lo extremismos y la violencia sólo aparecen fuera del cristianismo, llevando a la mente de la persona de a pie por suúesto el extremismo islámico.
12) No dejo de notar la expresión tan ratzingeriana de “totalitarismos de lo relativo”. Conocemos bien cual es el uso político de esa expresión por parte de las “fuerzas” católicas.
13) Para quienes mantienen algún nivel de esperanza en el proceso sinodal sobre la familia, debe ser una cubetada de agua fría la siguiente expresión: “La familia unida, fértil e indisoluble”. Ya no sólo el matrimonio es indisoluble, sino la familia. Y debe ser fértil. Ya he dicho que mi hipótesis es que la importancia que se da en el católicismo contemporáneo a llenarse de hijos e hijas tiene que ver con la baja tasa de nuevas conversiones: la reproducción social del catolicismo depende literalemente de la reproducción biológica de quienes siguen siendo católicos o católicas, porque la deserción es mayor a las nuevas conversiones.
14) Decir que Europa ha estado SIEMPRE en primera línea del compromiso ecológico es otra falsedad histórica, por ser una verdad a medias. ¡¡Cuánto del daño ambiental mundial acumulado históricamente (desde 1942 y hasta el día de hoy) ha sido responsabilidad de personas y compañías europeas!!!
15) La exhortación a recuperar el alma europea, seguida del aforismo que los cristianos son lo que el alma al cuerpo es muy expresiva de esa mentalidad que añora la cristiandad.
16) Dejo al último el tema del lenguaje no inclusivo, porque no sé si es responsabilidad de Bergoglio o de la persona que tradujo. Pero no es cosa menor, el lenguaje construye realidades sociales.
Abrazos y esperanzas
Pero, aparte de lo dicho en mi comentario anterior, bueno sería identificar esos “puntos peligrosos” a lo que se refiere Rodrigo. Yo he encontrado esta sola referencia al aborto, sin citar la palabra y sin determinar desde qué semana un feto llega a ser “un niño” o si se puede o no despenalizarlo:
cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos, los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer
El traductor español se excedió al utilizar el término asesinar que tiene connotaciones añadidas al utilizado “matar”. De todas formas me gustaría comparar este discurso con el de Jan Pablo en ocasión parecida en 1988. A ver si alguien se anima a encontrar semejanzas y diferencias entre los dos. Helo aquí: Juan Pablo II en Estrasburgo 1988. Tal vez estemos etiquetando demasiado a los papas.. Pero, para mí, es esencial la diferencia entre decir “Si Europa no se basa en el respeto a la dignidad de la persona, va mal”, que decir “la eliminación de Dios de la vida pública, de Dios como última instancia de la ética y garantía suprema contra todos los abusos de poder del hombre sobre el hombre” llevaría a Europa a la catástrofe.
Muy aguda, Rodrigo, tu observación. Coincide con un análisis que publicamos una vez aquí. Según el autor, la elección de Francisco estaba “programada” por una mente o colectivo lungomirante que preveía con él un aumento de seguimiento popular a la Iglesia católica para, después, tenerla como aliada eficaz en la época de esa futura etapa post-Bergolio que tú temes y yo también.
Algo parecido sucedió con Juan XXIII y el Concilio…
Pero los esperanzados recalcitrantes esperamos que alguna vez la Santa Alianza de la Iglesia con la derecha se rompa definitivamente. Y que al menos quede un sano pluralismo de tendencias.
A lo dicho: Mística pero con los ojos muy abiertos…
Algunos puntos buenos en materia de crítica económica, pero junto a ellos demasiados puntos peligrosos que se corre el riesgo de tragar o dejar de lado porque estemos de acuerdo con la parte de la crítica económica.
Me parece que a la larga (15-30 años) nos va a salir socialmente más caro el reposicionamiento de la iglesia católica, especialmente en la previsible etapa post-Bergoglio.
Iñaki Gabilondo subraya el valor de las palabras de Francisco en su comentario de esta mañana en la SER: Palabras, palabras
Hola!
¡IMAGINACIÓN, nada más!”:
– A la tardecita llamó Pancho a algunos amigos Argentinos:
– “¡Uy! Me alvidé de ejemplificar con la pavadita del TLC europeo”; espero que no se aviven los muchachos!
¡Voy todavía! – Oscar.
PS: ¿se habrá olvidado de las CAUSAS a la vista y paladinas de lo que les espera a los europeos?
Leo en EL PAÍS digital, en una crónica de Claudi Pérez :
” (…) El líder de Podemos y eurodiputado en el Parlamento Europeo, Pablo Iglesias, ha convocado a la prensa esta mañana en Estrasburgo para celebrar varios pasajes del discurso del Papa Francisco en la Eurocámara: “Estamos en desacuerdo con algunas cosas, pero hay que aplaudir la valentía de Jorge Bergoglio, capaz de decir algunas cosas que cuando decimos nosotros se nos acusa de populistas”. (…)
Adjunto enlace:
http://politica.elpais.com/politica/2014/11/25/actualidad/1416923242_164247.html
También he leído y escuchado en italiano el discurso en el Parlamento Europeo (El otro aún no lo he leído, ni escuchado) y leido tu comentario Antonio, quiero aportar el inmediato mio adhiriéndome totalmente a cuanto expresas, destacando esto: “-Pero es que tipos como este hacen falta en Europa y en el mundo. Que no se tuerza.”
Mas que no se nos tuerza, hay que desear y pedir a Quien se lo puede y quiere dar, que con urgencia se vaya enderezando testimonial y magistralmente, con mayor exactitud a eso que ha dicho y lo que le ha faltado por decir para clara e ineludible dignificación de TODA PERSONA, empezando preferentemente por l*s más minusvalorad*s de la Humanidad, especialmente en la misma Iglesia.
A estas alturas no se puede pasar por alto la depreciación personal de los tenidos por ignorantes que, sabia y honradamente, saben vivir humanamente y de las mujeres que, por serlo, no son aún consideradas como iguales de pleno derecho, ni en la sociedad, ni en la Iglesia.
Bueno que se valore la DEMO-cracia en general y se estimule su puesta en práctica en el mundo laico, pero mejor y necesario que, si se habla de la verdadera DEMO-cracia humana, sea el DISCIPULADO DE JESÚS el vivo y práctico testimonio de la misma.
Con toda la comprensión posible y merecida, pero aún puede y debe Francisco, no solo no torcerse, sino enderezarse orientado por aquello de “-: COMO el Padre me enviò,ASI os envío a vosotros” y “CONMIGO hacéis, o no, LO QUE con un* cualquiera de mis mas pequeñ*s herman*s.
Me parece que debo una explicación sobre la importancia que doy a este discurso y a otro muy parecido que pronunció una hora después en el Consejo de Europa, que es una institución privada anterior a la Unidad Europea, con sede también es Estrasburgo.
Tenía interés en ver el contenido y el tono, pues los ultracarcas de Hazteoir habían lanzado una campaña pidiendo que no se le pusiera veto a la voz del papa por presiones laicistas. Y creo que el discurso habrá gustado más a la izquierda más radical que a la derecha.
Esta mañana los he seguido en directo, los dos discursos. Podéis repetir la experiencia en el enlace del Vaticano. Sale un vídeo anterior. Hay que pinchar a la derecha del cuadro central dos veces hasta llegar al de Estrasburgo, con el palacio de cristal todo. Luego clicar arriba en “vídeo” y elegir bajo a la derecha el traductor. Recomiendo oírlo en italiano e ir siguiendo el texto. O centrarse en la actitud del papa, la cantidad de veces que aplauden, el aplauso final larguísimo y nada protocolario.
Eso es presentarse en Europa a hablar de la dignidad de la persona humana pisoteada hoy por las multinacionales para quienes las personas son mera mercancía. La esencia de Europa es ese humanismo cuajado de muchas herencias, “entre ellas” el cristianismo, cuya historia en Europa no ha estado ajena a muchas violencias y pecados contra la persona.
¡Qué distintos su actitud y discurso del de Juan Pablo II!
Pero bueno, tal vez sea fan sin pretenderlo. Pero es que tipos como este hacen falta en Europa y en el mundo. Que no se tuerza.
Pero espero vuestros comentarios…