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Sobre el evangelio de Lucas, 12

En pañales sobre un pesebre II

14. Tres observaciones sobre el niño: no celestial, sencillo y sin privilegios

La primera parte del relato concerniente al nacimiento de Jesús ha desembocado en tres observaciones de Lucas respecto a la realidad más cercana que rodea al recién nacido. Los tres apuntes están lejos de querer conformar una fotografía pensada para alimentar sentimientos, creencias, conmemoraciones, liturgias o incluso negocios. Su carácter pedagógico busca hacer recapacitar. El evangelista pretendió con ellas dar pie a pensar y poder sacar la conclusión de que la criatura protagonista de su relato:

a. No es un ser celestial, radiante, misterioso y de apariencia sobrehumana. Su figura arrugada y enrojecida, de perceptible debilidad, advierte así de su total dependencia. Presenta todas las características que le señalan como uno más entre el resto de niños acabados de nacer. No se diferencia en nada respecto al común de los humanos al ser alumbrados; está “en pañales”.

b. No hay manera de reconocer por su aspecto el cometido que se le supone. Nada sobresale en su figura que lleve a pensar en la grandeza que le atribuyó el mensajero colado sin permiso en casa de la joven María. Ningún detalle destacado se aprecia en él. Solo hay un modo de identificarlo. Y, por el lugar donde se encuentra, requiere necesariamente el esfuerzo de ir en su búsqueda: está acostado “en un pesebre”.

c. No se halla en lugares privilegiados. La pista para encontrar el sitio la ofrece Lucas con su tercer apunte. Ese indicio aconseja: Salir de los centros donde reside el poder y habitan los poderosos; alejarse de los espacios céntricos donde se apiñan los que tienen el dinero y compran los engañados; distanciarse de los sitios encumbrados por los ceremoniales donde se adoctrina generando obediencia y captando adeptos. En dichos emplazamientos no hay sitio para él. Hay que desplazarse hacia las afueras de la periferia, los espacios desabrigados e indefensos donde habitan hacinados muchedumbres de pobres, hambrientos y desahuciados. Porque para él, el recién nacido llamado a ser el Liberador de todos los pueblos, “no había sitio en la posada”.

 

15. Circunstancias y personajes pedagógicos

 Sentadas esas ideas, Lucas prosigue con la segunda parte de su relato. Comienza insistiendo con lógica en su enseñanza. De ahí que haga entrar en escena a un peculiar grupo de personajes:

En aquella misma comarca había unos pastores que pasaban la noche al raso velando el rebaño por turnos. Se les presentó el ángel del Señor, el esplendor del Señor los envolvió en claridad y se asustaron mucho. El ángel les dijo:
-No temáis, mirad que os traigo una buena noticia, una gran alegría que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, que es el Mesías Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto se sumó al ángel una muchedumbre del ejército celestial, que alababan a Dios diciendo:
     

¡Gloria a Dios en lo alto,
y paz en la tierra a los seres humanos de su agrado!

Cuando los dejaron los ángeles para irse al cielo, los pastores empezaron a decirse unos a otros:

-Ea, vamos derechos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.

Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño recostado en el pesebre. Al verlo, les comunicaron las palabras que les habían dicho acerca de aquel niño. Todos los que lo oyeron quedaron sorprendidos de lo que decían los pastores. María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído; tal y como les habían dicho (Lc 2,1-20).

 

15.1. Comarca de pastores…

La acción a punto de ser protagonizada por el nuevo conjunto de actores se introduce trazando una breve pincelada sobre el marco geográfico donde se desarrollará la escena: “En aquella misma comarca…”. Lucas menciona a conciencia un amplio espacio: “comarca” (χώρα; ‘región’) que sobrepasa con mucho los límites de la población donde se halla el recién nacido del relato. El término griego traducido así (χώρα; ‘región’) incluso lleva el pensamiento fuera del núcleo habitado e imaginar un vasto espacio natural. El evangelista no se entretiene en otras consideraciones y nombra a los actores sin más preámbulos: “…había unos pastores…”.

 

15.2. …reputados ‘malvivientes’…

La sola mención de los personajes habla de gente y sectores muy alejados de los lugares donde se concentra la población. El evangelista no da el número de ellos. Tal dato queda fuera de su interés. Él se concentra en la condición humana y la posición social que ocupan. Los nuevos actores son identificados por su oficio. Lucas pensó en unos personajes cuya ocupación venía como anillo al dedo para sus objetivos didácticos. Estos sujetos, de vida seminómada, andan casi todo el tiempo por zonas despobladas. Tienen mala fama. La gente desconfiaba de ellos; les habían colgado la etiqueta de personas inclinadas a arramblar con lo que no les pertenecía. Como sujetos sospechosos y de dudosa credibilidad, no se aceptaba su testimonio en un juicio. En tiempos de Jesús estaban considerados seres distinguidos por su impureza, advertidos de mantenerse siempre a distancia para no contaminar de su suciedad moral. Sufrían el desprecio no solo por su contacto diario con animales de dudosa procedencia, sino por su alejamiento de la vida religiosa y, en especial, por su menosprecio de la Ley. Los pastores estaban en la última fila de la escala social. Pero, sorprendentemente, el evangelista ha puesto el foco sobre ellos colocándolos en primer plano.

 

15.3. …pero alertas y laboriosos

Lucas destaca de los pastores su carácter espabilado. No es gente adormecida. La vida de sus rebaños, de los que están pendientes a todas horas, depende de su atención. No pierden de vista a ninguno de sus animales. La vigilancia es una constante en su quehacer. Y saben asociarse con otros compañeros de oficio. Se prestan la ayuda necesaria en las horas oscuras y desprotegidas para mantener la alerta durante el sueño: “…que pasaban la noche al raso velando el rebaño por turnos”.

 

15.4. La acción se pone en movimiento con la presencia en escena de un nuevo personaje

Se trata de un intermediario encargado de trasladar un mensaje, en este caso, dirigido a quienes la sociedad había dejados de lado y los miraba por encima del hombro: “Se les presentó el ángel del Señor…”. Los últimos han pasado a ser aventajados. Algunos de los integrantes de las comunidades, al oír las explicaciones del Lector a este texto de Lucas, recordarían las palabras del canto de María: “Derribó del trono a los poderosos y encumbró a los humillados”. Día y noche al cuidado de animales, lejos de la convivencia ciudadana y el desahogo de tenerlo todo a mano, los pastores sobrellevaban una existencia eclipsada por una rutina sofocante a la que no se le ve salida. No esperan otra llegada que la de alguna alimaña buscando qué comer. La inesperada visita, del intermediario “del Señor” provocó un cambio a todo su derredor: en medio de la oscuridad: un estallido de luz esplendorosa los inundó desplegando el tabicado horizonte de la noche: “…el esplendor del Señor los envolvió de claridad”. Ese cambio radical les permitía contemplar el brillo de la libertad desde sus existencias sombrías. Y el vértigo les hizo dar un paso atrás: “…y se asustaron mucho”.

 

15.5. El intermediario los anima a superar el miedo

La penumbra les tenía atrapados en la tristeza. La luz, en cambio, les abría nuevas perspectivas llenas de posibilidades. El mensaje que les trae el intermediario entusiasma. Su novedad representa la apertura a la esperada Libertad y la Vida: “El ángel les dijo: – No temáis, mirad que os traigo una buena noticia”. Libertad y Vida son el resultado de la Salvación, la anunciada por la Buena Noticia. El verbo griego εὐαγγελίζω (‘anunciar una buena noticia’) aparece por segunda vez en estos relatos iniciales de Lucas. Tanto en la primera, en el anuncio del mensajero a Zacarías (1,19), como aquí, está referido al momento decisivo del arranque de la liberación de la esclavitud y la carencia de vida, una situación de raíz política, social, económica e ideológica padecida por todo el país. La Salvación no se demorará para un tiempo indeterminado. Está ya en marcha. La Buena Noticia no generará, pues, esperanza, sino alborozo: “…una gran alegría que lo será para todo el pueblo”.

 

15.6. La Salvación no es un asunto pendiente ni dependiente

El mensajero avisa a los humillados pastores que ya está aquí: “HOY, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador…”. El evangelista no da el nombre de la población (Belén), menciona el lugar nombrando por tercera vez al rey David como oriundo de ese pueblo. Esa manera de aludir el sitio saca a flote la intención de Lucas de incidir en el cumplimiento del texto de Miqueas anteriormente citado (5,1). Allí da comienzo el Proyecto con el nacimiento del que será su artífice. No es otro sino el prometido desde antiguo, el anhelado por todo el pueblo: “…que es el Mesías Señor”.

Estos dos títulos: “Mesías” y “Señor” no aparecen unidos en el NT salvo en este texto. Lucas los ha asociado para ahondar en su enseñanza. El Mesías es Señor, pero no al estilo de los señores del orden injusto. Estos, “los arrogantes”, son en realidad: señoritos. Su arrogancia los lleva a hacerse llamar ‘señor’ por los esclavos reducidos por ellos a ese nivel inhumano. El auténtico Señor no es quien emplea toda su energía en colocarse por encima, sino el que desde lo más bajo levanta a quienes sufren en las galerías del subsuelo social. La Salvación no se realizará de arriba abajo, sino de abajo arriba.

 

15.7. Los despreciados pastores no solicitan garantías acerca de la veracidad del anuncio

Ha desaparecido su miedo y no hay en ellos indicios de escepticismo. El intermediario alarga su discurso juzgando que aceptan su mensaje decididos a actuar en consecuencia. Pero esta posición no refleja realismo, responde a motivos didácticos. Lucas evita otros detalles propios de una crónica para dar relieve a la médula de su enseñanza, el modo de identificar a ese recién nacido salvador. El mensajero ofrece por su propia iniciativa la pista para reconocerlo: “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Se repiten los términos “pañales” y “pesebre”. Su reiteración no persigue subrayar estos datos como históricos; tiene como único objetivo “servir de señal”. La señal implica necesariamente un movimiento de búsqueda intensiva despreciando falsedades e imitaciones hasta dar con el original. El recién nacido Mesías y Señor es un ser humano semejante a cualquier otro. Lo encontrarán con esa imagen tan natural “en pañales”. Para no confundirlo con cualquier otro, el sitio por donde buscar está situado fuera de los espacios céntricos marcados por la tradición. Se acierta a dar con él yendo hasta los últimos rincones de las afueras. Allí se encuentra el inconfundible lugar donde hallar al Mesías Señor. Él está lejos del espacio donde están acomodados “los arrogantes”. Ha preferido cobijarse entre los apartados del bienestar social; se ha recogido en el punto exacto que a los animales les sirve de comedero: “en un pesebre”. Los despreciados por el orden injusto tienen experiencia suficiente para localizarlo; se trata de un sitio, para ellos, familiar.

 

15,8. El mensajero ha concluido su comunicado revelando el distintivo del Mesías Señor,

un signo insospechado (“en un pesebre”) que rompe los moldes más ortodoxos y demuestra la autenticidad de su condición de Salvador, un cometido universal. La notificación del acontecimiento y la revelación de la pista decisiva para comprenderlo merece -indica Lucas- el gran aplauso del graderío celestial. La cosa es para celebrar con qué inteligencia se ha abierto el cauce de la Salvación desde las altas esferas: “De pronto se sumó al ángel una muchedumbre del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:”. La palabra “ejército” (στρατία) carece aquí de sentido militar; alude, de acuerdo a la mentalidad judía de la época, al enorme colectivo de servidores divinos encargados de mover el incalculable número de estrellas. El evangelista eleva a la máxima altura el alborozo por el arranque definitivo del Proyecto Humano.

 

15.9. El orfeón lanza al aire su aclamación representando el efecto universal de dicho Proyecto

Su comienzo tendrá repercusión arriba y abajo. El breve y entusiasta canto no puede ser más resumido ni más exacto:

“¡Gloria a Dios en el cielo
y paz en la tierra a los seres humanos de su agrado!

Destaca lo que representa el recién nacido en las alturas: “en el cielo” y aquí abajo: “en la tierra”; para “Dios” y para “los seres humanos”. El acontecimiento que da inicio al Proyecto de Liberación humana deja completamente a la vista el esplendor (“gloria”) de su impulsor “Dios”. Y genera el más sublime modelo de convivencia entre personas: el ideal fraterno, logro de la plenitud humana que ha conseguido colocar todas las cosas en su sitio: la “paz”. Las comunidades a las que iba llegando el evangelio de Lucas se sentían identificadas con el contenido del canto. Ellos, adheridos ya al Proyecto Humano, sentían ser las personas que han conseguido el más alto grado de humanidad en la que Dios se complace: “…los seres humanos de su agrado”.

 

15.10. Lucas no se despista de su pedagogía

La acción se desenvuelve sin pausas insignificantes que puedan alterar su guion. Una vez terminado su comunicado, el elevado grupo de mensajeros vuelve a su ubicación ordinaria: “Cuando los dejaron los ángeles para irse al cielo…”. La referencia son los marginados pastores. Sin decirse de ellos ni una palabra sobre su asombro ante la presencia de la coral bajada de las alturas, los marginados recobran el protagonismo: “…los pastores empezaron a decirse unos a otros”. Se mueven agrupándose. El acontecimiento les aglutina compartiendo su experiencia con vistas a tomar una determinación: “- Ea, vamos derechos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor”. Una partícula griega (δή) con distintas significaciones: inmediatez (‘ahora’), intensidad (‘por cierto’), resultado (‘así pues’, ‘por tanto’), añadidura (‘además’) ha sido traducida por la interjección “Ea” expresando el ánimo general coincidente en una acción a realizar en conjunto y de inmediato. El objetivo no es otro que dirigirse hacia el lugar indicado por el mensajero. Este personaje, el emisario, había nombrado la población, por interés de Lucas, sin mencionar su nombre, solo aludiendo a ella por el sentido mesiánico salido de un profeta (“en la ciudad de David”). El evangelista pasa ahora de largo sobre ese significado, para poner el foco y la atención en la realidad que marca un hito en la historia y satisfará todos los sueños: “…a ver ESO (τὸ ῥῆμα τοῦο; ‘ese hecho’) que ha pasado”. Los despreciados deciden movilizarse con el objetivo de constatar ese acontecimiento (“a ver”), la materialidad de un suceso, de cuyo aval están plenamente convencidos los despreciados pastores: “…y que nos ha comunicado el Señor”.

 

15.11. La voluntad de los marginados no quedó encallada en los propósitos

Maniobraron unidos con presteza en coherencia con su pensamiento y sus deseos: “Fueron a toda prisa…”. El evangelista no se distrajo en adornar la narración extendiéndose en los esfuerzos de búsqueda de los pastores. Está todo dicho, no hay indagaciones. Las infravaloradas gentes del ganado van a tiro hecho, dando a la primera con lo que desean hallar. Su esfuerzo no quedó defraudado; se topan de frente con la realidad: “…y encontraron a María y a José, y al niño recostado en el pesebre”. El recién nacido está bajo el amparo de sus padres, a los que nombra unidos, aunque citando a la madre en primer lugar: “…a María y a José”. Pero será el recién nacido el que asegure con absoluta evidencia que es él la gran noticia histórica. La señal inequívoca la descubren porque, siendo un niño como cualquier otro, está… “recostado en el pesebre”. El prominente mensajero les dio la pista definitiva. “El pesebre” es citado por tercera vez como único signo de identificación. Designar otros representa un fraude y conduce al desatino. La Salvación nace en las afueras; tan alejada de los centros del poder, del dinero y del bienestar, que solo tiene hueco más allá del tercer mundo: en el comedero de los animales.

 

15.12. Una vez identificada la figura del Liberador (“Al verlo…”),

quienes tenían negado el derecho a testificar, los marginados pastores, han superado el miedo a transgredir tal prescripción legal. Y como aventajados testigos, se atreven a transmitir el mensaje llegado a sus oídos desde lo alto: “…les comunicaron las palabras que les habían dicho acerca de aquel niño”. Las cosas ya no son las mismas. La información no la tienen en primicia los poderosos. Los despreciados, en quienes nadie confía, son los receptores de la novedad que marca el nuevo tiempo en la historia. Ellos demuestran ser fieles emisores del mensaje. El modelo se ha trastocado. Una noticia de tal calibre difundida por personajes de tan baja talla deja pasmados: “Todos los que lo oyeron quedaron sorprendidos de lo que decían los pastores”. Lucas da tanta importancia al hecho que ni siquiera se ha preocupado de adelantar que allí había un colectivo de personas presenciando la acción. Sí, en cambio, dejó constancia de que la noticia transmitida por los pastores acerca del recién nacido “Mesías Señor” quedó grabada en el pensamiento de María, dándole vueltas sin parar: “María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior”.

Lucas cerró su relato informando del regreso de los pastores a su tarea. Se reintegran a lo suyo, a lo de todos los días. Pero en su vuelta, el evangelista descubre en ellos un cambio sustancial: “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído”. La experiencia (“todo lo que habían visto y oído”) de los marginados los ha llevado a comprender que las cosas empiezan a ponerse en su sitio.  Es lo que clamaba el elevado orfeón: “¡y paz en la tierra a los hombres de su agrado!”. El Mesías Señor nada tiene que ver con las grandezas y el poderío que se esperaba de él. Esa lección la llevan bien aprendida de “los pañales” y “el pesebre”. De ahí que emprendan su regreso “glorificando y alabando a Dios”, cosa salida también de boca de aquella angélica coral: “¡Gloria a Dios en lo alto!”. El último apunte subraya que el acontecimiento coincidía al cien por cien con el mensaje recibido por el mensajero. En la noticia no hubo ni trampa ni cartón.

Resultaba fácil para las comunidades destinatarias del evangelio de Lucas verse reflejadas en los marginados pastores de ese relato suyo. Eso pretendió el evangelista.

 

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