Un niño salido de madre II
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11. El Himno de Zacarías
Tras la primera sección de este relato, centrada en el alcance de la decisión de llamar Juan al hijo de Zacarías e Isabel, Lucas agrega una segunda parte conteniendo un himno que pondrá en boca de Zacarías. Habiendo abandonado su desconfianza ante la llegada del Proyecto de Salvación, el sacerdote pudo colmarse de Vida. Una vez hubo superado su sordera, recobró el habla para dar voz a la tan anhelada libertad. No hablará como sacerdote ni desde el interior del Templo; lo hará desde un lugar indefinido y como padre, anunciando la Liberación al modo como lo hacían los antiguos profetas, : “Zacarías, su padre, se llenó de Espíritu Santo y profetizó”:
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y liberado a su pueblo
suscitándonos una fuerza salvadora
en la casa de David, su servidor.
Así lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian,
mostrándose fiel a nuestros padres
y recordando su santa alianza:
la promesa que juró a nuestro padre Abrahán
de concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y rectitud
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos
dando a su pueblo una experiencia de salvación
mediante el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
nos visitará un astro que nace de lo alto:
brillará ante los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte
y guiará nuestros pasos
por el camino de la paz.
El niño crecía y su personalidad se afianzaba; y estuvo en el desierto hasta el momento de presentarse a Israel”.
11.1. El himno comienza con una fórmula de bendición muy común y usada en el AT:
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel…” (véase, por ejemplo: I Sam 25,32; Sal 41,14; 72,18…). Esta entrada evidencia el retrato que ofrece Lucas de Zacarías. Lo presenta en un estado exultante, explayándose en religiosidad. Pero deja traslucir al mismo tiempo el color nacionalista de la religión desde la que actúa. El hombre permanece dentro de los límites de las antiguas creencias del AT (“Dios de Israel”). No se dirige a Dios; habla de él como suele hacer en su oficio sacerdotal: en tercera persona. Admite, ahora sí, su presencia activa empeñada en la Liberación, aunque limitándola, como un exclusivo privilegio, al pueblo elegido: “…porque ha visitado y liberado a su pueblo…”. La bendición está motivada (ὅτι; “porque”) por la convicción de Zacarías de que la pronta Liberación tiene a ese Dios del pueblo como único autor.
11.2. La Liberación (λύτρωσις) de la que ha hablado Zacarías significa Salvación (σωτηρíα)
Así lo afirma en la segunda parte de esa primera estrofa. El sacerdote baja ahora al terreno de la realidad y pone los pies en el suelo. Aclarará que Dios no actuará directamente, sino haciendo surgir una enérgica actividad: “…suscitándonos una fuerza salvadora…” (κέρας σωτωρíας; lit.: ‘un cuerno de salvación’). El término usado: “cuerno” (κέρας) alude a una potencia y acometividad desmedida capaz de derribar al oponente de un solo golpe. El recurso a estos términos antiguos refleja cómo Zacarías no ha acabado de salir del refugio tradicional. La fuerza “cuerno” (κέρας) aludida por él tiene un sentido mesiánico claramente equivocado: “Haré germinar el vigor de David (κέρας τῷ Δαυιδ), preparo una lámpara para mi ungido (τῷ χριςτῷ μου)” (Sal 132,17). No llega a entender que la Salvación se producirá desde un camino opuesto al usado por la violencia y el crimen. Él persiste en la inmovilidad de las ancianas ideas pensando en un resurgimiento de la hegemonía política eternizada por medio del Mesías: “…en la casa de David, su servidor”.
11.3. Su himno continúa recurriendo a las Escrituras que él tiene por Sagradas para confirmar su postura
La Salvación mediante la victoria militar y la consecución del dominio de Israel sobre el resto de naciones resultaba indiscutible, había sido anunciada por el mismo Dios a través de los profetas: “Así lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas”. El final de esta estrofa permite corroborar el desacierto de Zacarías. Es el mismo error que ocasionó el desprecio del mensaje del Galileo en su presentación ante la asamblea de Nazaret (https://www.atrio.org/2024/10/sobre-el-evangelio-de-lucas-4/). El nacionalismo está bien arraigado en la mente del sacerdote: “…que nos salvaría de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian”.
11.4. Zacarías sigue en sus trece
Insiste en su alabanza a Dios por su Salvación, pero sin desamarrar sus ideas de la vetusta interpretación patriotera del judaísmo más recalcitrante. La violencia ejercida sobre los enemigos de Israel formaba parte esencial de las antiquísimas verdades pasadas de fecha. El sacerdote las tiene como un dogma inamovible incluido en un pacto que Dios tendrá que cumplir inexorablemente de acuerdo a su anacrónica interpretación: “…mostrándose fiel a nuestros padres y recordando su santa alianza: las promesas que juró a nuestro padre Abrahán…”. La intervención salvadora de Dios pasa, a criterio de Zacarías, por eliminar de una vez por todas el espanto padecido por el pueblo, al verse invadido y dominado de continuo por los imperios dominantes de turno. La liberación supondrá librarse para siempre del desasosiego de sentirse cautivo de otros pueblos hostiles: “…de concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos…”. La repetición del término griego ἐχθρός (‘enemigo’) manifiesta hasta qué punto el himno rebosa de nacionalismo. Incluso echa un velo y trastoca la promesa y el pacto hecho con Abrahán, que no habla de adversarios, sino de una descendencia universal:
“Yo soy Dios Todopoderoso. Procede de acuerdo conmigo y sé honrado, y haré una alianza contigo: haré que te multipliques sin medida.
Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
Mira, este es mi pacto contigo: serás padre de una MULTITUD DE PUEBLOS. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de una MULTITUD DE PUEBLOS”. (Gén 171-5).
11.5. Una nueva estrofa da un giro radical al lenguaje utilizado hasta ahora en el himno
Zacarías aparca a un lado su alabanza para descubrir lo que está llamado a ser ese hijo suyo. El niño recobra el protagonismo con su padre dándole relieve a su futura personalidad. Dios, para Zacarías, es un ser lejano; al niño lo tiene al lado. El canto pasa, pues, de la tercera a la segunda persona: “Y a ti, niño…”. El sacerdote estima que a Juan se le reconocerá como portavoz del más alto nivel: “…te llamarán profeta del Altísimo…” (https://www.atrio.org/2018/02/profeta/). Jesús llegó a declarar que era más que un profeta por su trabajo de preparar el camino a la Salvación:
“¿Entonces, a qué salisteis?, ¿a ver un profeta? Sí, desde luego, y más que profeta; es él de quien está escrito:
— <<Mira yo envío mi mensajero delante de ti;
él preparará tu camino ante ti>>” (Mt” 11, 9-10; citando: Ex 23,20; Mal 3,1).
11.6. Existe una sustancial diferencia reconocible entre Juan y Jesús
Juan será el anunciador de la Salvación (“profeta del Altísimo”). Jesús, cuenta con la condición idónea para llevarla a cabo: “lo llamarán Hijo del Altísimo” (Lc 1,32). Juan prepara lo que Jesús desarrolla. Lo que Juan anuncia y Jesús realiza tiene un origen (“El Altísimo”) muy superior a la cota a la que han sido elevados los diversos dioses por las religiones. Al “Hijo del Altísimo”, Jesús, Lucas y las comunidades destinatarias de su evangelio lo reconocen como el Señor. Y así se lo hace decir Lucas a Zacarías en su himno: “…porque irás delante del Señor a preparar sus caminos…”.
11.7. La Salvación no es una creencia para luego, sino una perceptible realidad para ahora
Aplazarla para más adelante se ha convertido en una dilatada e histórica argucia para permitir que las cosas queden como están. Dicha estratagema consigue mantener inamovible:
- la tiranía de los dioses rastreros,
- sus engañosas ideologías alienantes que alimentan la ignorancia,
- su afán inagotable por poseer destruyendo
- el orden injusto generador de miseria
- y la consiguiente esclavitud sin fin de los pueblos.
La actividad de Juan preparando la Salvación será social y totalmente práctica: “…dando a su pueblo una experiencia de Salvación…”.
11.8. La Salvación solo se conseguirá andando,
saliendo desde una situación angustiosa y mortal a otra llena de vida donde se respira a pleno pulmón. Iniciar ese salto es condición indispensable para alcanzar la Salvación. El primer movimiento a realizar consiste en abandonar la connivencia con la injusticia soltando el lastre de la complicidad con un orden dominado por facinerosos: “…mediante el perdón de los pecados”.
11. 9. La última estrofa deja atrás la actividad preliminar de Juan y entra, cargada de optimismo,
en el beneficio extraordinario de la Salvación preparada por quien será conocido como ‘El Bautista’ (‘el que lleva al fondo’). Comienza insistiendo en su procedencia: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios…”. Y hace uso de figuras simbólicas para hacer comprender la valiosa eficacia del Proyecto liberador que se iniciará con el Mesías. A él se refiere acudiendo a la imagen de un astro luminoso marcado por su origen: “…nos visitará un astro que nace de lo alto…”. El texto reincide en la experiencia real y actual de la Salvación. La realidad humana, apagada por la injusticia, de ingentes multitudes andando a rastras y llevando una vida que no es vida está representada bajo la figura de la oscuridad y las sombras a las que iluminará dicho astro: “…brillará ante los que viven en tinieblas y en sombra de muerte…”. El Prólogo del evangelio de Juan empleará figuras similares para hablar del Proyecto y sus frutos:
“Él contenía vida
y la vida era la luz del ser humano:
esa luz brilla en la tiniebla
y la tiniebla no la ha apagado” (Jn 1,4-5).
Más adelante, ese mismo Prólogo manejará la misma imagen para definir la tarea de Juan:
“Apareció un hombre enviado de parte de Dios,
su nombre era Juan…
No era él la luz,
vino solo para dar testimonio de la luz” (Jn 1, 6.8).
11.10. La iluminación ¡no es interior! ¡No se limita a la intimidad!
¡Está lejos de ser lo que vulgarmente se entiende por ‘espiritual’! Alumbra para hacer posible la andadura: “…y guiará nuestros pasos…”, una praxis SOCIAL (“NUESTROS PASOS”) siguiendo la ruta que sale de la injusticia y alcanza la fraternidad: “…por el camino de la paz”. “La Paz” suele confundirse -insistimos de nuevo- con la ausencia de conflictos. Es mucho más que ese concepto restringido, es la situación social, política y económica que lo hace inviable. En la mentalidad del NT, “la Paz” significa que todas las cosas están colocadas en su sitio. La fraternidad es el logro definitivo que confirma la existencia de “la Paz”.
11.11. La finalización del himno de Zacarías da entrada al narrador
Lucas vuelve otra vez al niño, esta vez para concluir que su existencia se desarrolló conforme a la singularidad que le distinguía: “El niño crecía y su personalidad se afianzaba…”. El texto adelanta en su final que no siguió el camino tradicional, se situó incluso fuera de los sectores institucionales hasta que decidió salir al escenario público, de lo que hablará el evangelista a partir del tercer capítulo del primero de sus dos libros.
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