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Sobre el evangelio de Lucas, 8

La salvación, a las puertas

Lucas persiste en su esfuerzo por explicar a las comunidades destinatarias de su evangelio las distintas singularidades del Bautista y Jesús, sus cometidos y la relación entre ellos. Seguirá fielmente su guion enlazando relatos elaborados por él con la única pretensión de hacer comprender las diferencias esenciales entre ambos personajes. Con ese cordón de narraciones trazó unos imaginados orígenes marcándolos con las notas históricas más destacadas de la personalidad de Juan y de Jesús.

  1. EL ENCUENTRO DE LAS DOS MUJERES

Tras sus dos primeras narraciones comparando los anuncios de los inesperados embarazos de sus respectivas madres y sus futuros nacimientos, continuará con un nuevo relato centrado en el encuentro entre las dos mujeres encintas. El texto dice lo siguiente:

“Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. Y dijo a voz en grito:

-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!

Entonces dijo María:

“Proclama mi alma la grandeza de Señor
y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque se ha fijado en la humillación de su sierva.
Pues mira, desde ahora me llamarán dichosa
todas las generaciones,
Porque el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor:
Santo es su nombre
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Su brazo ha intervenido con fuerza,
ha desbaratado los planes de los arrogantes:
Derriba del trono a los poderosos
y encumbra a los humillados;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide de vacío.
Ha auxiliado a Israel, su servidor,
acordándose,
como lo había prometido a nuestros padres,
de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia,
por siempre”,

María se quedó con ella unos tres meses y se volvió a su casa” (Lc 1,39-56).

 

8.1. La noticia, el apuro, las ingenuidades, la decisión; todo parece insólito

 La insólita noticia sobre el embarazo de Isabel dada a María por el mensajero (“Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo…”; Lc 1,36) da pie al contenido de esta nueva escena. El apunte temporal: “Por aquellos días…” actúa como enlace entre ambos relatos y al mismo tiempo habla de la inmediatez de los hechos. La muchacha llamada María toma la iniciativa movida por la primicia relativa a Isabel. No ha quedado absorta en pensamientos sobre su futura maternidad. Sale del domicilio donde se resguarda. Se mueve con celeridad. Ponerse en movimiento con diligencia (“…María se puso en camino…”) señala una disposición comprometida. Su destino y la rapidez en seguir la ruta: “…y fue a toda prisa a la sierra…”  ponen en primer plano una voluntad dispuesta a prestar ayuda. Es la lección introductoria de Lucas.

Estos primeros datos apuntan ya el mensaje central contenido en el texto. Porque al relato solo puede achacársele la falta absoluta de lógica y de realismo. La protagonista es todavía una niña. Nada se ha dicho de sus padres. Incluso el tal José ha quedado al margen. Ella, sin autonomía ni capacidad para tomar una determinación de esas características, decide por sí misma. No da explicaciones de sus movimientos; tampoco pide permiso para emprender tan largo viaje estando aún bajo la tutela de sus padres y perteneciendo al hombre con quien la han desposado. Y, además, viaja sola, sin la protección de una persona adulta.  No se ofrece información respecto a su conocimiento del camino, ni de los días previstos para ese largo recorrido, ni de donde se halla el domicilio al que la niña se dirige. Todo dato de apariencia real está cargado de intencionalidad pedagógica. La afirmación de María al final del relato anterior: “Aquí está la sierva del Señor” (1,38a) unida al apunte que cierra la entrada de este otro relato: “…a un pueblo de Judá” aportan la clave de la enseñanza de Lucas a su comunidad. Ambos explican tanto el apresuramiento de María como el tipo de ayuda a prestar a Isabel.

María, representando al resto fiel y esperanzado en las promesas de Liberación definitiva, sale de la tierra despreciada, infectada de paganos, alejada de la institución religiosa e indisciplinada respecto a las normas religiosas. Viaja hacia Judá, el Israel oficial, exacto cumplidor de los mandamientos y normas tenidas por sagradas. En Judá está instalado el Templo, morada de Dios. En la capital, Jerusalén, los sacerdotes rigen la vida del pueblo, fieles a su misión de intermediarios, constantes en su ministerio y protagonistas de la oración, el culto y los sacrificios para el perdón de los pecados. Tan religiosos, como incrédulos y desconfiados ante el Proyecto de Dios. María va en ayuda de Isabel, representante de un pueblo que ha presumido históricamente de sus creencias religiosas, pero está marcado por una larga existencia estéril. La niña se puso en marcha para confirmar a la anciana la realidad de la anunciada Salvación. La Salvación no llega desde el poder; comienza y se logra por medio del servicio.

 

8.2. Lucas prescinde de dar detalles sobre el trayecto seguido por la niña. Va al grano

Ella llega al destino pretendido y, sin más preámbulos, directamente, hace su entrada en la casa identificada con el nombre del sacerdote (“entró en casa de Zacarías…”) aunque él está ausente de la escena. Lucas no le asigna aquí ningún papel. El encuentro entre las mujeres se produce de inmediato. El evangelista, de acuerdo a su intención pedagógica, pone por delante el gesto de María: “…y saludó a Isabel”. Su presencia, manifestada con el saludo, es percibida por Isabel (“Al oír Isabel el saludo de María…”) y provoca en ella dos movimientos: uno el del aún no nacido Juan Bautista (“…la criatura dio un salto en su vientre…”) y otro que le colmó de la Vida más auténtica (“…e Isabel se llenó de Espíritu Santo”).

 

8.3. Isabel reconocerá la fuente de tales conmociones

Lo hará desgañitándose, con la fuerza que imprime verdad a las palabras (“Y dijo a voz en grito”). Lucas se servirá de ellas en su pedagogía para ir desgranando el mensaje a las comunidades destinatarias de su evangelio. Isabel, y con ella el pueblo judío tradicional al que representa, confiesa la superioridad de María, figura de la humilde comunidad adherida al Proyecto de Salvación. Lo hace mediante una bendición (‘un decir bien’) que no expresa un deseo, sino una constatación “¡Bendita tú entre las mujeres…!” (formulación semítica que indica preeminencia: “la más bendita de las mujeres”). Y admite, igualmente, la grandeza de la Salvación que porta con su embarazo: “y bendito el fruto de tu vientre!”. El evangelista explicitará la magnitud de ese ser aún en gestación. Lo hará introduciendo en su guion una exclamación en forma interrogativa puesta en boca de Isabel. De esa manera admite con modestia y respeto no merecer la llegada de una Salvación a la que ni su marido (la institución religiosa) ni ella (personificando al pueblo judío) supieron responder: “Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Pero no ha de quedar desapercibida la implícita alegría oculta en su afirmación disfrazada de pregunta.

 

8.4. La Salvación produce alegría

El evangelista da un paso más ayudándose de la intervención de Isabel. Ella saca a la luz la supuesta razón del pálpito de su hijo dentro de su vientre: ¡Alegría! (Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”). Lucas explica así a sus comunidades cómo Juan el Bautista reconoció desde siempre a Jesús como el portador del gran acontecimiento tan anhelado. El tercer evangelista insistirá ahora en la necesidad de aceptar y comprometerse con la Salvación para que esta cobre cuerpo. Transmite esa idea jugando con la ingenuidad de poner en labios de Isabel algo desconocido por ella: ¡Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!”. La dicha se produce a raíz de la adhesión al Proyecto: “por haber creído”. El verbo griego πιστεύω (‘creer’, ‘dar crédito’, ‘dar adhesión’) no habla de conformidad del pensamiento, sino de compromiso existencial, una disposición práctica declarada por María tras el anuncio del mensajero: “Aquí está la sierva del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho” (Lc 1,38).

 

8.5. La felicitación de Isabel da lugar al testimonio de María (“Entonces dijo María”)

Sin salirse de su guion, Lucas planteó su intervención pronunciando un himno dedicado a la llegada de la soñada Libertad, un canto al arranque de la Vida. De ese modo hacía decir a la muchacha lo que siente el pueblo fiel y esperanzado cuando desde los sótanos de la indigencia percibe la llegada de la libertad y la vida de sus sueños.

 

  1. EL CANTO

9.1. Comienza con una aclamación salida de los adentros, expresión de la alegría más profunda

Está dirigida al Dios garante de la probada libertad. Empieza reconociendo su señorío e inalcanzable superioridad: “Proclama mi alma la grandeza del Señor…”. Resulta obligado detenernos en el término griego ψυχή, traducido aquí por “alma” con el fin de evitar trasladar a la mentalidad del NT el sentido dado en nuestra cultura a la palabra ‘alma’. El pensamiento del AT y NT no concibe un ser humano compuesto por dos realidades. El vocablo ψυχή traduce al hebreo נפש, que significa originariamente ‘garganta’ y tiene dos sentidos fundamentales: “la vida del ser humano” y “la persona”. El término ψυχή declara, pues, que todo el ser personal, llegando a lo más profundo de su intimidad, se transforma en alabanza, aclamando la grandeza del autor de la Vida. Su superioridad se opone radicalmente a la exhibida por el orden injusto mediante el ejercicio de la tiranía y el sometimiento. Se identifica por una absoluta esplendidez que colma de alegría cuando se comprende hasta qué punto está empeñada en la Salvación de quienes sufren indefensos ese yugo: “…y se alegra mi espíritu (“mi vida”; πνεῦμα) en Dios mi Salvador”.

 

9.2. La alegría ha llegado al resto fiel del pueblo pisoteado y encogido,

aunque siempre atento a una liberación que ya ve a las puertas.  Ese colectivo representado por María tiene una razón para estar alegre (“…porque…”). Siente emocionado que el Dios incondicional de la libertad no aparta por un momento sus ojos de la situación degradada que padece: “…porque se ha fijado en la humillación de su sierva…”. La libertad deja atrás el abatimiento y da paso a una felicidad cuyo significado exclusivo quedará marcado en la historia: “Pues mira, desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones”. La razón (“porque”) de ese reconocimiento universal sigue siendo la misma, la irradiación de la libertad, de la que sus beneficiarios tienen una experiencia imborrable (“…porque el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor”). Las “grandes cosas” hacen referencia a los momentos históricos extraordinarios donde se produce la libertad: “Él será tu alabanza, Él será tu Dios, pues Él hizo en tu favor las GRANDES COSAS que tus ojos han visto” (Dt 10.21).

El impulso humano capaz de romper ataduras y la conquista de la libertad tienen siempre un referente desmarcado del orden injusto generador de esclavitud. El canto de María sigue aludiendo como promotor de la libertad al único que permanece intacto, demostrando la imposibilidad de ser contaminado por la injusticia. De ahí que se le reconozca esa sobrecogedora inmunidad: “Santo es su nombre”. Otro himno anterior al siglo V recita: “Solo tú eres Santo”. El adjetivo griego ἅγιος (‘santo’, ‘sagrado’, ‘puro) aplicado a Dios nada tiene que ver con moralidad, virtuosismo o carencia de faltas. Indica su excelsa realidad imposible de ser contagiada por la ideología del orden injusto. Si en dicho orden destaca su carácter despiadado, la muchacha María, personificando al Israel fiel, reconoce en quien es fuente de la libertad su inacabable y conmovedora generosidad: “…y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

 

9.3. El canto cambia su tono. La alabanza se convierte en descripción del proceso liberador

María pasa ahora a explicar cómo llega esa misericordia a los leales al Proyecto de Dios para la humanidad. Él no queda impasible ante la debilidad. Los hechos demuestran que ha metido mano a la estructura social y económica tejida por el orden injusto: “Su brazo ha intervenido con fuerza…”. La historia pasada da buena muestra de que está detrás de los grandes acontecimientos de liberación:

 

“Los egipcios nos maltrataron y nos humillaron, y nos impusieron dura esclavitud. Gritamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestros trabajos, nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido” (Dt 26,6-8).

 

La experiencia de los integrantes de las comunidades destinatarias del evangelio de Lucas tienen fácil reconocerse en las palabras de María. Ella lleva en su seno a Jesús, el que ha abierto las puertas a la Libertad y la Vida que esas comunidades ya disfrutan. El Galileo es quien “ha intervenido con fuerza”. Él ha inaugurado la Salvación tan esperada por los pobres. La muchacha declara el resultado del impacto producido por su intervención: “…ha desbaratado los planes de los arrogantes”.

 

9.4. El texto de Lucas no se anda por los tejados de la mística ni por la incorporeidad de las creencias;

    9.4.1. pisa suelo y se inmiscuye en las cuestiones políticas, sociales y económicas

Descubre que la esclavitud es fruto de un programa (“los planes”) organizado a conciencia por quienes el canto llama “los arrogantes”. El término griego usado para denominar a estos engallados personajes (ὑπερήφανος; ‘orgulloso’, ‘arrogante’, ‘soberbio’) está emparentado con el verbo ὑπεφαίνομαι (‘mostrarse superior), que designa la acción calculada de sobresalir por encima de los demás con actitud despectiva y la pretensión de que las masas de las bajuras admitan su preeminencia. El título: “los arrogantes” alude a los dominadores de esa red programática, atareados de continuo en robustecerla. Porque el vigor de esa estructura les permite:

      • medrar sin freno,
      • afianzar su superioridad y
      • consagrar su arrogancia.

 

    9.4.2.“Los arrogantes” procuran en cada momento y por todos los medios asegurar sus planes

disimulándolos en lo más recóndito de una bien diseñada estructura con apariencia de verdad. Trabajarán todo lo indecible para hacer creer al universo humano que esa estructura con su dinámica no tiene alternativa.  El vocablo griego ὑπερήφανος (‘arrogante’) aparece otras tres veces en el NT: Dos en sendas cartas de Pablo; la primera, al enumerar un elenco de injusticias hostiles al ser humano (Rom 1,30) y la segunda, advirtiendo sobre gente peligrosa en momentos de gran dificultad (II Tim 3,2). Y una tercera vez en la carta de Santiago (Sant 4,6), aludiendo a un texto del libro de los Proverbios, cita presente también en el trasfondo de esta afirmación del canto de María: “Dios se enfrenta con los arrogantes, pero concede gracia a los humillados” (Prov 3, 34 según los LXX). Marcos utilizará el término ὑπερηφανία (‘arrogancia’) en la secuencia de los panes (Mc 6,33 – 8,26), al catalogar una serie de actitudes como las más grandes equivocaciones humanas (Mc 7,22).

 

    9.4.3. La jovencita María seguirá aportando con su canto las claves de la Salvación

No se escabulle escondiéndose en interioridades ni elevándose hacia altas e impalpables esferas. Mantiene bien sujeto el hilo de sus declaraciones dando la necesaria respuesta a los interrogantes que suscita su última afirmación: ¿Cómo se desbaratan los planes de los arrogantes? y ¿cómo identificar a estos tipos?  Porque la Salvación de los pobres comporta necesariamente, ¡y así lo asegura el texto!, el desbaratamiento del orden instaurado por “los arrogantes”.

 

9.5. Las respuestas se ofrecen en dos formulaciones

Cada una de ellas está construida con enunciados confirmando actuaciones de opuesto sentido. La primera recita:

 

“derriba del trono a los poderosos
y encumbra a los humillados”

 

    9.5.1. El canto no tarda en desenmascarar a “los arrogantes”

Empieza por los ostentadores del poder que machaca a los pobres provocando su infortunio. Son “los poderosos”. La denominación: “Los poderosos” no alude a individuos dispersos. Habla de un colectivo acomodado en un armazón piramidal controlado desde la base hasta la cúspide. Desde ese entramado superior e inaccesible para los aplastados por él (“el trono”), ejercen su poderío, establecido desde su potente sistema ideológico. El desbaratamiento de los planes de esos arrogantes, “los poderosos”, se lleva a efecto haciéndoles perder su poder, echándolos abajo de su estructura. El Proyecto Salvador “derriba del trono a los poderosos” descubriendo la falsedad de la estructura desde donde avasallan y sofocan la vida de los pobres. Al destapar su engaño, se desmorona su superioridad quedando inutilizada. La inhabilitación de ese orden injusto permite a los pobres recobrarse. El Proyecto de Salvación los elevará hasta la cima de la plenitud humana: “y encumbrará a los humillados”.  El adjetivo griego ταπεινός (‘bajo’, ‘insignificante’, ‘humilde’, ‘abatido’, ‘humillado’, ‘pobre’) no hace referencia a una virtud moral (‘humilde’), sino a la más devaluada situación sufrida por los pobres.

 

    9.5.2. La segunda formulación

da continuidad al procedimiento seguido para “desbaratar los planes de los arrogantes”. Dice así:

 

“a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide de vacío

 

Llama la atención el comienzo describiendo esta vez la acción ejecutada con los pobres. Esta permuta de los sujetos tiene que ver con el éxito de la operación de desmantelamiento de esos planes de “los arrogantes”. Los pobres y humillados son llamados en esta ocasión: “Los hambrientos”. Esa designación responde a la coyuntura miserable que padecen y de la que quisieran ser rescatados. No solo carecen de comida, les falta lo que origina su hambre: la justicia. Son los mencionados en la bienaventuranza de Lucas: “Dichosos los que ahora pasáis hambre, porque os van a saciar” (Lc 6,21), más perfilados en la de Mateo: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia…” (Mt 5,6).

 

    9.5.3. El Proyecto de Salvación será convertido en otro fraude religioso de no saciar el anhelo de los pobres

Los relatos de la división de los panes (Mc 6,38-44; 8,1-9; Lc 9,14-17)    (https://www.atrio.org/2010/09/la-semilla-de-la-igualdad-5/; https://www.atrio.org/2010/09/2690/) explican cómo la igualdad y la fraternidad, propuestas de manera práctica por el Galileo, responden con superávit a toda necesidad humana. La inclinación crónica a acumular y el rechazo obstinado a compartir identifican al otro colectivo de “los arrogantes”. Son “los ricos”, personajes que se autoexcluyen de los beneficios abundantes de la igualdad y la fraternidad: “…y a los ricos los despide de vacío”.

 

    9.5.4. El canto de la jovencita María no habla de violencia ni destrucción

Contradice así las promesas de venganza divina vertidas en el AT. El Galileo corroborará, en la presentación de su mensaje en Nazaret, las palabras puestas por Lucas en boca de María (https://www.atrio.org/2024/10/sobre-el-evangelio-de-lucas-4/).

 

    9.5.5. Tampoco el canto habla de subversión

Los sujetos (“poderosos” y “humillados”, “hambrientos” y “ricos”) no intercambian su condición y su papel manteniendo intocable la estructura regida por el poder y la riqueza. Lucas concibe la Salvación desde el Proyecto del Galileo: Una sociedad alternativa, la que desde Marcos fue llamada: “La Buena Noticia” del “reinado de Dios”. Las comunidades destinatarias del evangelio de Lucas entendieron a la perfección el canto de la muchacha María. No era asunto individual ni se quedaba en interioridades; tampoco se limitaba a una nueva moralidad y ni siquiera se trataba de una declaración de derechos universales; estaba lejos de desmarcarse como una novedosa religión y mucho menos dejar las cosas como estaban trasladando la Salvación al otro mundo. La Salvación es cosa de aquí, de alcanzar la plenitud humana. Sus principales destinatarios son los humillados y los hambrientos. Los integrantes de las comunidades de Lucas no necesitaron fallecer para ser salvados. Desde hacía tiempo, ellos ya percibían en sus carnes los efectos de la Salvación.

 

    9.5.6. En la última parte del canto sale a relucir el pueblo fiel representado por la jovencita María

Los continuos desastres sufridos por Israel a lo largo de su historia no han roto la confianza de un resto fiel en su futura Liberación. La lealtad esperanzada de ese resto de humillados y hambrientos, dispuestos a servir a ese grandioso Proyecto humano, no quedará defraudada. Lucas dejará traslucir por medio de María que ha llegado la hora del cumplimiento de las promesas. La Salvación, está a las puertas: “Ha auxiliado a Israel, su servidor…”. El amor no deja hueco al olvido. El remate de lo prometido llegará sin caducidad a todo el universo humano:

 

“acordándose,
como lo había prometido a nuestros padres,
de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia,
por siempre”.

 

El relato concluye, en consonancia con su principio (“por aquellos días; 1,39), aportando un dato temporal en relación con la estancia de María en casa de Isabel: “María se quedó con ella unos tres meses y se volvió a su casa”. El carácter aproximativo de la expresión: “unos tres meses” indica que no hay que entender el número ‘tres’ con sentido simbólico. Esta cifra, junto a la otra del relato anterior (“a los seis meses”) sugiere que la jovencita María permaneció en casa de Isabel hasta el final de su embarazo. El final “…volvió a su casa” deja de nuevo en el aire todos los detalles de la vuelta de aquella chiquilla. Lucas no trató de contar una historia. Quiso descubrir la hondura de las raíces de la Salvación humana.

 

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