Isidoro, tras publicar tres comentarios a la presentación del Homenaje A los diez años de la muerte de Grothendieck que le va a hacer reciente el Istituto A. Grothendieck, ha enviado un cuarto a ese hilo. Como considero que en este desrrolla de una manra más sistemática su teoría sobre la cultura y el inconsciente colectivo propuesto por Jung, contando cosu autorización, lo he trasladado a la columna central, para iniciar con él un nuevo hilo de comentarios. AD.
Nosotros los humanos, no organizamos nuestra vida, mediante los instintos como el resto de animales, sino que al poder autogenerarnos una cultura, (un catálogo de conocimientos adquiridos y de creencias sobre la realidad), vamos organizando nuestra existencia en función de dicha cultura adquirida.
Esto exige conocer el enorme entramado de Leyes generales del Universo del que formamos parte, agrupadas en tres grandes grupos: Leyes de la materia inanimada, Leyes de la Vida, y Leyes de la Inteligencia, (estas últimas que estamos empezando a descubrir).
Y todo ese conglomerado de Leyes sectoriales, responden a unos Principios generales del Universo, que constituyen la Inteligencia de DXios: su “Espíritu”.
Y el atisbamiento, aunque sea muy difuso de ese gran agujero negro filosófico, es donde precisamos de una ayuda externa. Nosotros por nuestra cuenta, con nuestro mísero cerebro actual, nunca lo descubriríamos: no estamos a su altura.
Aquí vuelvo a repetir la figura del Barón de Münchhausen, que se quería sacar del barro, agarrándose del pelo de la cabeza.
Y esa rama exterior a la que agarrarse son las imágenes primordiales que llevamos todos inscritas en nuestro Inconsciente colectivo, y que fue el gran descubrimiento inicialmente empírico de Jung, en su consulta terapéutica.
¿Cómo nos habla ese I. C.? A todos igual, pero a cada uno somos mas sensibles a una manera distinta, A Alexandre le habla en sus sueños lúcidos, otras veces habla en sucesivos episodios psicóticos con un flujo intuitivo inspirador, de escritores y artistas, y también habla en forma de la resonancia.
Yo, personalmente, soy muy sensible a ese procedimiento. La resonancia, funciona como un detector de metales. Cuando a nos encontramos ante una frase o una idea determinada, sentimos o no sentimos un cosquilleo interior, débil, pero inconfundible si estamos atentos.
Se nos enciende un “sexto sentido”, o el “tercer ojo” de los hindúes, que nos señala, la importancia de la idea, y al tiempo se nos impulsa casi irresistiblemente, a apuntarla para no perder ese tesoro, que hay que unir al resto para ir construyendo el enorme puzzle del cuadro del “Orden del Universo”.
(Muchas veces he apuntado ideas, que no he comprendido bien en su momento, y no ha sido hasta años después cuando he comprendido su verdadera sabiduría).
Muchos se niegan, con mucha razón, a admitir el “espíritu”, como un órgano independiente paralelo a la mente humana, (al estilo del “alma” tradicional”). Porque el “espíritu” es una parte integrante de la mente humana, y sería un sistema interno de la mente.
De todas formas, no hay que confundir el mapa con el territorio. Las conceptualizaciones de la realidad, son constructos mentales que cada uno realiza, simplemente para comprender mejor la complejidad de la realidad, con nuestra pobre mente. Y por so cada uno se apaña con su propio sistema de constructos.
Lo importante, no es el nombre de la cosa, ni si existe de esa forma en realidad, lo importante es que nos ayude a comprender y a sacar partido a los fenómenos que percibimos, en este caso psicológicos, para el objetivo fundamental de la “espiritualidad”:
Acercarnos a un conocimiento mejor de la Realidad en que vivimos, para así desarrollar y desplegar nuestra naturaleza latente, y al tiempo vivir además una existencia lo mas feliz posible. Eso es la sabiduría.
¿Qué eso no tenemos que llamarlo “espiritualidad?, sino simple cultura humana?. Pues muy bien. Se le puede llamar como cada uno quiera, siempre que sus constructos, le ayuden a comprender bien el fenómeno.
Por eso yo soy muy refractario instintivamente, a la espectacularización del fenómeno espiritual, y a las espiritualidades y místicas desaforadas y peliculescas de personas “especiales”. Esa espiritualidad, se acaba convirtiendo en una especie de “parada de los monstruos”, junto con la mujer barbuda, y el hombre-bala, y nos distrae y desenfoca la mirada .
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