Isidoro ha enviado hoy un comentario que completa lo que había escrito en otro de ayer. Una vez más, considero que este de hoy tiene entidad como para ser publicado como nueva entrada, en línea con el debate que estoy planteando los viernes sobre la escucha interior y la naturalza de la fe personal. AD.
Un buscador, por principio es alguien, siempre en movimiento. ¿Y qué es lo que estamos buscando?. Pues respuestas de sentido y significado del mundo y de la humanidad, para poder articular un modo existencial de vivir, que nos sea pleno y armonioso con lo que nos pide nuestra naturaleza humana universal.
Es verdad, que hay muchas personas, (la mayoría), que rápidamente, a los ventitantos, han encontrado un sistema de vivir, y se agarran a él, toda la vida.
Pero existe una minoría de personas, que somos sensibles a las urgencias de nuestro “espíritu” interior, que nos generan las contradicciones entre la cultura vigente, y las imperfecciones de nuestro desarrollo humano personal, hasta que en un momento dado entramos en crisis existencial.
Eso nos sucede a muchos, en los cuarenta-cincuenta. Es la famosa y universal crisis de los cuarenta.
Y en ese momento, de una u otra forma nos transformamos en buscadores. A mí me pasó hacia 1990, (con 43 años), y lentamente, muy lentamente, inicié un giro copernicano de mi vida, casado y con tres hijos, desde el modernismo racionalista y progresista, de una persona de ciencias, con un casi nulo conocimiento del mundo intelectual, hasta ahora.
Inicialmente empecé sumergiéndome en el mundo literario y poético, (me leía y guardaba los suplementos literarios de tres o cuatro periódicos semanales), en medio de una crisis personal depresiva, por el fallecimiento de mi mujer. Fue a lo que me agarré para sobrevivir.
Pero además, eso vino acompañado de una crisis existencial-profesional radical. Yo metafóricamente, también me fui al monte a pastorear ovejas, como Legaut, pero lo mío en el monte urbano.
Una hermana mía, (recientemente fallecida), inició un proyecto de una revista gratuita de Nueva Era a repartir en Madrid, “Espacio humano”, (15.000 ejemplares), y yo me uní a su proyecto, parcialmente.
Semiabandoné mi vida profesional, y hasta familiar, (ya mis hijos tenían unos veinte), y colaboré, financieramente, (modestamente), y pronto literariamente, con un cuadernillo adjunto, (“Galimatías”), y con el reparto mensual de la revista, (quince días al mes).
Y me reconvertí en repartidor de revistas a comercios de todo Madrid, hasta mi jubilación en 2012, primero con mi propio coche, que acabé cargándome con el peso y los kilómetros, y luego con una furgonetilla Berlingo.
Y seguía con mi búsqueda intelectual y espiritual, orgulloso de mi trabajo manual, a tiempo parcial, (medio mes). Yo también he sido “currito”, 0 si se quiere decir dramáticamente, “proletario”.
E inicié mi propio modesto proyecto editorial, con tres intentos de revista gratuita, de elaboración personal, que repartía al tiempo que la de mi hermana. Los dos primeros intentos fueron muy breves, pero me sirvieron para hacer músculo, y sistematizar mi pensamiento.
La primera, en 1999 (3 números), era trimestral, de divulgación cultural: “Galimatías. De la cuna a la caja, un simple traslado, ¡pero quée galimatías!”.
La segunda hacia 2004 ó 2005, que era gráfica, humorística, pero con contenido didáctico. Y desembocó en el tercer proyecto, “Quitapesares”, con 15 números bimensuales, durante 2 años y medio hacia 2010-2012, y ya expresamente de búsqueda espiritual laica y secular.
Su primer subtítulo era: “Revista sobre el arte de vivir feliz”, pero en su editorial me preguntaba si no sería mejor subtitularla: “Revista de pensamiento sobre todo lo humano, en estos tiempos modernos”.
Y luego vino mi incorporación a Atrio en el verano de 2014. Y hasta ahora.
Yo soy cristiano culturalmente. Es mi destino biográfico, y a estas alturas no me voy a hacer islámico, ni budista. He llegado a creer que Jesús fue un humano extraordinario, (quizás el que más), pero la alergia natural que mi “daimon” me ha contagiado a lo sobrenatural, como explicación tapa agujeros infantiloide, (además del conocimiento del proceso histórico eclesial), me impide creer en su divinidad.
A lo mas que llego sería a su “divinización”, o elección y designación por “la Autoridad competente”, como cabeza y representante de la Humanidad, o sea a su mesianismo judaico-universal.
Y sigo pensando que en estos tiempos con tanto desconcierto general, como efecto de un racionalismo moderno, que dura ya casi dos siglos, el ideario de Jesús, (mal transmitido y peor interpretado por sus seguidores oficiales), es una magnífica cuerda de seguridad, para la subida en cordada, que supone toda búsqueda cultural y espiritual.
Por eso, a pesar de las reticencias iniciales, (pues sabía perfectamente qué era Atrio, y que yo no estaba en mi sitio), pensé y sigo pensando que podía ser un granito de arena, una linternita, para iluminarnos un poco el camino que todos estamos haciendo, y especialmente nosotros.
Poca luz, sí, pero resplandeciente en medio de tanta obscuridad y confusión general.
El “progreso” cultural y espiritual, es siempre investigar, sin adaptarse a un catecismo ideológico, ni político ni religioso. Estar en camino siempre, sin sentarse a descansar.
Descanso que comprendo que muchos, con una trayectoria mas intensa y esforzada que la mía, tienen derecho a realizar. Pero yo quiero morir con las botas puestas.
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