A una semana de la elecciones en EE.UU., completamos la publicación del importante artículode Vicenç Navarro que nos descubre críticamente las circunstancias en que se realizan estas elecciones que tienen tanta repercusión para todo el mundo, aunque no en una visión dualista entre el bueno y el malo. Aunque en Europa veamos más clara la opción mejor, el pueblo americano se ve privado de alzar su voz en unas eleciones marcadas por un bipartidismo insuperable en el que quienes tienen el poder son siempre los poderosos. AD.
Parte 2:
Características de las candidaturas actuales (Trump vs Harris): sus campañas y estrategias electorales
Los mayores medios de información españoles se han centrado en analizar las declaraciones de los dos candidatos a la presidencia del país, así como las encuestas publicadas sobre los apoyos que cada candidato ha recibido en el momento de la encuesta entre la población en general o entre el sector de la población que dice que va a votar. Tal información es insuficiente. Hay que conocer mejor a los candidatos y al electorado.
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El republicano Trump
De los dos candidatos, uno, el republicano Trump, que ya fue presidente de los EEUU durante el período 2016 -2020 (anterior a la actual presidido por Biden), es muy conocido en EEUU no solo por haber sido presidente, sino también por su enorme visibilidad mediática desde el mismo día en que dejó de serlo, al explicitar su deseo de continuar siéndolo, negando su derrota electoral, atribuyéndola a una manipulación del proceso electoral por parte del Partido Demócrata dirigido por el presidente Biden. Tal manipulación contra él, según Trump, continuó después con una larga lista de juicios (más de 40) en su contra, como parte de un proceso supuestamente programado para eliminarlo del panorama político e impedir su intento de presentarse a las elecciones próximas. Tal mensaje de “victimismo” ha sido muy movilizador para sus bases electorales, primordialmente en la ultraderecha del país -el trumpismo-. La gran visibilidad dada por la mayoría de los medios televisivos y escritos en los EEUU de tales juicios ha sido una de las mayores causas de visibilidad mediática del candidato Trump durante el largo periodo entre las elecciones del 2020 y las actuales. De tales acusaciones hay algunas que son únicas y nunca ocurridas con anterioridad a ningún presidente de los EEUU, como el de haber apoyado un golpe contra el Congreso en el momento decisivo de las elecciones del 2020. Pero muchas de las otras acusaciones son de causas que se presentan con cierta frecuencia en la clase política de aquel país, tales como abuso sexual y evasión de impuestos. Esto último lo presentó Trump como una prueba de la selectividad de casos que seguían una supuesta motivación política, argumento que ha tenido cierta receptividad y apoyo en sectores más amplios que el de su base electoral principal. Esta visibilidad de Trump en los procesos penales ha sido utilizada por sus seguidores como prueba de la supuesta movilización del aparato estatal y judicial para destruirlo políticamente, acusando a tal aparato de ser un mero instrumento del Presidente Biden.
Temas centrales de la campaña de Trump
Uno de los temas más utilizados en su campaña electoral ha sido el supuesto éxito económico de su gobierno, contrastando, por ejemplo, la baja inflación durante el periodo de su gobierno, con la muy alta durante el actual período del Presidente Biden, lo cual ha tenido un impacto muy notable en reducir la capacidad adquisitiva de las clases populares. El gran crecimiento de la inflación, sin embargo, se debió primordialmente a la expansión y duración de la pandemia, así como a la gran escasez de recursos, primordialmente de los alimentos y de la energía, que se atribuyen en parte a las dos guerras, la de Ucrania (que se asume contribuyó a la escasez de productos agrícolas), y la de Israel-Gaza (que también se asume contribuye a la escasez de productos energéticos -el petróleo-). Tal explicación, sin embargo, es insuficiente, pues una de las causas de la elevada inflación fue la subida de precios por parte de los empresarios de la producción y distribución de tales recursos a fin de aumentar sus beneficios, y que ha sido una causa mayor en el incremento de tal inflación como lo ha reconocido incluso el Banco de Europa, dato al que ni Trump ni Harris han hecho referencia. Una consecuencia del gran incremento de la inflación durante la pandemia y el intento de reducirla fue el incremento de los intereses bancarios por parte The Federal Reserve Board (La Reserva Federal, organismo federal independiente), lo cual dificultó el acceso a las hipotecas, contribuyendo a agudizar el problema de la vivienda, un problema gravísimo sobre todo para la juventud del país. Ignorando todos estos hechos, Trump responsabiliza directamente al gobierno Biden-Harris del crecimiento de la inflación, ocultando que su récord económico fue muy deficiente. Otro tema ha sido la inmigración, atribuyéndole el deterioro de los puestos de trabajo para la población nativa y contribuyendo a aumentar el problema de vivienda, utilizando en su discurso anti-inmigrante un tono racista, xenofóbico de gran hostilidad. Esta hostilidad que ha ido creciendo en intensidad, tono y extensión, y en la medida que se acerca el día de elecciones, el 5 de noviembre, va expandiendo en sus discursos a sectores de la población que no están de acuerdo con sus políticas, refiriéndose no solo a dirigentes de Partido Demócrata, sino a amplios sectores de la sociedad que considera enemigos, sujetos incluso, a ataque militar. El Jefe del Estado Mayor del Ejército de EEUU, el general Marc Milley, la máxima autoridad del ejército durante el mandato de Trump, lo calificó en un libro posterior, como “un fascista hasta la médula”.
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Los candidatos demócratas. El que se suponía que iba a ser: Biden
No se ha reconocido suficientemente, que el gobierno Biden hizo cambios sustanciales en la política económica del Partido Demócrata, en respuesta al crecimiento de las protestas frente al modelo neoliberal globalizador. La propuesta de Biden, era un intento de recuperar y reactivar El New Deal, con cambios en su política federal, principalmente en tres direcciones. Una fue la expansión de las inversiones federales en su limitado Estado del Bienestar, y en el sector industrial, además de intentar disminuir el componente globalizador del modelo, así como la postura anti-clase trabajadora que el modelo implica. Intentó favorecer a los sindicatos nombrando a gente favorable en las comisiones federales que afectan el mercado laboral, pasando de una orientación empresarial a una orientación laboral. Estos cambios se presentaron en respuesta a varias razones que incluían, desde la necesidad de responder al cambio climático y reducir la globalización de la economía (y también la reducción de desigualdades sociales que el modelo anterior había creado), hasta disminuir el desencanto de la población con el sistema democrático.
Varios obstáculos aparecieron en el desarrollo de este programa de Biden: uno, fue la enorme hostilidad de la mayoría de la clase empresarial, muy importante e influyente en el Senado, que intentó todo lo posible para cambiar la situación. Y ello a pesar de que la mayoría del Senado era del Partido Demócrata, pero Biden no pudo conseguir la aprobación de su propuesta tan y como la había presentado, teniendo que cambiar significativamente importantes elementos de ella. Y una de las personas opuestas fue precisamente el senador Manchin, citado anteriormente, quien estaba claramente al servicio de las compañías energéticas no renovables del país. Otro obstáculo, incluso mayor, fue la pandemia. Esta tuvo un impacto muy negativo en la calidad de vida de “las clases populares”, muy especialmente de “las clases trabajadoras”, pues eran estas las que tenían que trabajar en su mayoría fuera de casa, y fueron las que perdieron más puestos de trabajo y sufrieron mayores recortes en su capacidad adquisitiva, pues la inflación les impactó más que a las clases de renta superior. Pero el obstáculo mayor para para llevar a cabo sus medidas del nuevo New Deal, era que muchas de las medidas tomadas eran claramente insuficientes para resolver los enormes problemas de la clase trabajadora, y esta insuficiencia y también imposibilidad de llevar a cabo sus propuestas iniciales creó un incremento del enfado popular, que generó el deseo del Partido Demócrata de renovar a Biden.
El gran problema de Biden (que puede continuarse con Harris, en caso de ser elegida), es que no resolvió el problema mayor que las clases populares tenían y continúan teniendo (incluyendo el incremento del precio de la cesta de compra en el mercado). Y lo que ha ocurrido con la inflación es un ejemplo de ello. Se tenían que haber hecho correctivos mucho antes y con medidas mucho más intervencionistas, como el control federal de los precios alimentarios y energéticos, como se había propuesto por la izquierda del Partido Demócrata, y que Harris había apoyado en su juventud, pero que abandonó después, como señalé antes. Mientras, la pandemia desapareció, pero la inflación continúa, hecho que Trump continúa explotando en su campaña electoral, ignorando que la mayor parte de la pandemia (causa mayor del descenso de bienestar de la población) ocurrió durante el gobierno Biden y no durante su gobierno. En realidad, el gobierno Trump tuvo unos indicadores económicos muy deficientes, con la tasa de desempleo más alta de los últimos 50 años, en su último año de gobierno y con la menor tasa de producción de empleo durante el mismo periodo. Y sus políticas sociales fueron enormemente reaccionarias mostrando una muy marcada postura antisindical y muy favorable a la mayoría de la clase empresarial, que sorprendentemente no han sido muy criticadas por el Partido Demócrata.
Otro punto vulnerable del gobierno Biden ha sido su política exterior, que le está significando un gran coste electoral a su sucesora Harris, de sectores que normalmente votan al Partido Demócrata. Ejemplos de ello son las guerras, una de ellas la guerra entre Rusia y Ucrania, que hubiera sido prevenible en caso de que EEUU y la Alianza Atlántica no hubieran intentado expandirse para incluir a Ucrania en la OTAN. Este punto lo utiliza Trump a su favor, puesto que, aunque hay una simpatía por parte de la mayoría de la población de EEUU hacia la población ucraniana por la brutal invasión de su país por parte de la dictadura de Putin, también es cierto que hay cierto cansancio por grandes sectores de las clases populares por el enorme gasto militar estadounidense que sustrae de otras inversiones percibidas como más necesarias, así como el temor de que el conflicto pueda escalar a un conflicto nuclear. Trump vende la narrativa de que esta guerra nunca hubiera ocurrido durante su gobierno debido a su buena relación con Putin con quien ha estado en contacto varías veces desde que dejó la presidencia. El otro conflicto militar, es el ataque brutal de las tropas de Israel en Gaza, que el Tribunal Internacional de la Haya ha definido como de naturaleza genocida, ataques que se están extendiendo ahora al Líbano, con apoyo del gobierno Biden, proveyendo la mayoría del armamento. Trump habla menos de ello porque él sería incluso más activo en el apoyo al gobierno de ultraderecha de Israel, que tiene conexiones con la ultraderecha europea y muy en particular con Orbán de Hungría a quien señala también de ser su amigo. Hay amplios sectores de la población estadounidense, predominantemente entre la juventud, que son muy críticos del apoyo militar que Biden está ofreciendo al gobierno de ultraderechas de Netanyahu y que le significan un coste electoral a la candidatura de Harris que mantiene la misma política que Biden en este tema.
La candidata demócrata actual: Kamala Harris
Al retirarse Biden, la alternativa fue Kamala Harris, quien ha tenido en contraste con Trump, muy poca visibilidad mediática durante su vida política, incluyendo siendo Vicepresidenta del Gobierno Federal de los EEUU. Y aunque su visibilidad ha sido intensa a partir de su candidatura a la presidencia, su periodo de exposición ha sido muy limitado (solo 2 meses). Harris había tenido una orientación progresista durante su previa vida política (Fiscal General del Estado de California y miembro del Senado Federal) apoyando, por ejemplo, varias propuestas del candidato independiente (el socialista Senador Bernie Sanders), cómo el establecimiento de un programa universal de atención sanitaria que garantizara un derecho (no existente en Estados Unidos) al acceso de todo ciudadano y residente a los servicios médicos del país. Otra propuesta que había también favorecido era el establecimiento de un programa de control de los precios de los productos alimenticios y energéticos a fin de disminuir la inflación. Estas son propuestas que, durante su carrera política, Harris ha ido diluyendo primero, y abandonando después, a fin de eliminar su imagen de “política radical”, que creía podría erróneamente perjudicarla. En realidad, los datos muestran que la mayoría de “las clases populares” favorecían la regulación de tales productos.
En el mismo espíritu de moderación, Kamala Harris ha presentado la aprobación y apoyo a su programa económico por parte de la entidad bancaria de mayor importancia en EEUU (Goldman Sacks), intentando tranquilizar así a la “Donnor Class” del Partido Demócrata y de toda clase empresarial del país. Y en el sector sanitario, apoyó primordialmente a las medidas del Presidente Biden, tales como el de controlar el precio de algunos productos farmacéuticos, como la insulina, dato importante, pero de limitada incidencia, puesto que los cambios necesarios del sector sanitario deben ser mucho más profundos que los propuestos por el Gobierno Federal. EEUU es el país que se gasta más dinero en sanidad (17% del PIB) y en el que hay mayor descontento por parte de la mayoría de la población a los dos lados del Atlántico Norte, por el coste de tal acceso y accesibilidad. La moderación de Harris tiene como objetivo, no solo tranquilizar a La Clase Donante, sino también de atraer al votante republicano tradicional que se siente amenazado y muy incómodo con el trumpismo. Esta estrategia de tranquilizar a la derecha causa sin embrago, una pérdida de apoyo por parte de sectores de “la clase trabajadora” y de otros sectores de las clases populares, como jóvenes, negros y latinos, que hubieran apoyado a Harris si hubiera mantenido la postura más progresista de su juventud. En realidad, está perdiendo apoyo entre grupos que votaban demócrata. Uno de cada cinco varones jóvenes negros y latinos va a votar a Trump.
Las bases electorales de los candidatos
En cualquier análisis del electorado, lo que hay que informar es no solo sobre lo que los candidatos dicen o dejan de decir, sino sobre el grado de confianza, fe, apoyo y entusiamo de sus votantes. Y una nota de gran importancia es, por ejemplo, que el apoyo electoral por el candidato Trump ha sido casi constante en la mayoría de las encuestas realizadas desde ya hace tiempo. Aproximadamente un 46-47% le apoya. Es un electorado fiel, leal, claramente movilizado con una ideología definida (un nacionalismo cristiano y profundamente anti-inmigrante, que se siente amenazado por el mensaje internacional globalizador. La gran mayoría de iglesias cristianas lo apoya, con una añoranza a un pasado que se define como mejor que el presente. Y hay que subrayar que este movimiento precede a Trump y continuará después de él. Es profundamente anti-establishment Estado Federal, al cual se le percibe como cautivado y mero instrumento del establishment político y mediático globalizador. Su apoyo deriva de la animosidad de “las clases populares” en contra del Estado Federal y la percepción de que durante el gobierno Biden se vivió peor.
La base electoral de Harris es mucho más variada e incluye desde grandes sectores del neoliberalismo globalizador hasta las viejas y nuevas izquierdas, movimientos minoritarios, todos con un denominador común: están temerosos del trumpismo. Hay poca ideología común o un proyecto alternativo. Las únicas excepciones son, la movilización en defensa del aborto, que explica entre otros hechos la diferencia muy notable entre el voto masculino y el femenino (el primero apoya a Trump y el segundo apoya a Harris). Y otro mayor proyecto alternativo al trumpismo, es el intento de movilización en defensa de la democracia, que Trump destruiría. Este segundo argumento tiene escaso apoyo entre “la clase trabajadora” pues la mayoría no considera que la democracia actual esté resolviendo sus enormes problemas. Hay hoy en EEUU una crisis muy acentuada de legitimidad del Estado Federal.
La gran mayoría de la población indica que la economía no va bien y ello a pesar de que el gobierno Biden acentúa que las cifras económicas han mejorado desde la pandemia y que se ha recuperado la economía con la mayoría de los indicadores económicos a su favor. Pero el hecho es que este argumento tiene el punto flaco, y es que la calidad de vida de las clases populares a continuado descendiendo incluso después de la pandemia, y que el precio de la cesta de compra continúa creciendo, y la capacidad adquisitiva de la gente, bajando. Y esta es una realidad que se refleja, por ejemplo, en que la esperanza de vida continúa descendiendo. Y de ahí que el malestar continúa. Y aunque el intento inicial del gobierno Biden, reflejado en sus primeras propuestas, era recuperar el New Deal, las reformas propuestas han sido insuficientes para solucionar la gravedad del problema. Y Harris que entusiasmó al principio, en lugar de incrementar las demandas, las diluyó con un mensaje de moderación que desalentó a algunas bases electorales.
El Partido Demócrata no ha presentado las propuestas preferidas por las clases populares y muy en particular de “la clase trabajadora” (señaladas en este artículo). Las políticas son limitadas e insuficientes para solucionar los grandes problemas que “la clase trabajadora” tiene. Y para mayor desánimo, ni siquiera se reconoció el nombre de “clase trabajadora” en el Congreso del Partido Demócrata, donde como como indiqué antes, ni siquiera se mencionó a “la clase trabajadora”, siendo “la clase media” (definida como la gran mayoría de la población, que está entre los super ricos y los super pobres), la que El Partido definió como su punto de referencia. Las encuestas muestran que los votantes de “la clase trabajadora”, incluyendo a la mayoría de los sindicalistas, no votarán a Harris. Y este es su gran problema.
Hay que ser muy críticos con el trumpismo pero no demonizar a los trabajadores que lo apoyan. Hay que entender porqué lo hacen
Una situación común pero preocupante entre amplios sectores del Partido Demócrata es atribuir el voto obrero al trumpismo, al crecimiento del racismo, del sexismo y de homofobia entre “la clase trabajadora blanca”, presentando este crecimiento como la causa de su creciente apoyo a la ultraderecha. Tal aumento, en caso de que fuera real, es insuficiente y en muchas ocasiones erróneo pues se olvida que “la clase trabajadora” tiene un problema muy grande y grave: el descenso de su capacidad adquisitiva y de su calidad de vida. Hay que ser muy críticos con el trumpismo pero no demonizar a los trabajadores que lo apoyan. Un tercio de “la clase trabajadora” tiene problemas para llegar a fin de mes. Y la esperanza de vida (años de vida) para este grupo continúa descendiendo. Y su voto al trumpismo se debe a que le perciben como la voz más visible contra el establishment neoliberal globalizador, hoy representado por el Gobierno Federal y el Partido Demócrata. Hay una lógica para que estos sectores de la clase trabajadora voten al trumpismo. Un caso claro fue lo que ocurrió en el barrio obrero más grande de la ciudad de Baltimore -Dundalk, que es el barrio que rodeaba a los altos hornos de acero en la ciudad, que era de los más grandes en EEUU. Hace años en época de Clinton, los altos hornos dejaron Baltimore y EEUU y fueron a China y otros países con coste laboral y condiciones laborales muy bajas. Hoy este barrio está muy decimado y pobre. Y la gran mayoría de sus vecinos vota a el trumpismo. Y de ahí que el candidato a vicepresidente republicano haya indicado que el Partido Republicano es el partido de “la clase trabajadora”, lo cual hay que denunciar, pero entender para poder resolverlo creando movimientos políticos alternativos que sean anti-neoliberales globalizadores y que sean percibidos como tal por los trabajadores, incluyendo a los que votan a Trump.
Algo semejante está ocurriendo en cuanto a la inmigración. El discurso más común en los medios oficiales es que la inmigración enriquece al país en muchos sentidos y ello es cierto, no hay duda de ello. Ahora bien, también puede tener costes dependiendo de cómo se realice, y este coste lo sufre “la clase trabajadora”. El aumento de la población significa que los inmigrantes utilicen también escuelas, centros sanitarios y otros centros y servicios públicos, que en caso de que no aumentaran los recursos ya existentes, podría suceder que esto sucediera a costa de los servicios que ya está recibiendo la población ya establecida. Y también en una economía con un mercado de trabajo muy desregulado, la entrada de inmigrantes puede implicar que los empresarios escojan al inmigrante pagándole menos que a las poblaciones establecidas, y esto ha ocurrido y puede continuar ocurriendo a menos que se hagan cambios en la regulación del mercado de trabajo que lo impidan. Viví una experiencia personal que muestra los problemas y también las posibles soluciones a este tema. Y me refiero a Suecia, país que conozco bien por haber vivido en él y tener familia. Suecia es un país con un Estado de Bienestar muy desarrollado y ha sido ejemplar en muchos aspectos. Y uno de ellos fue como llevaba las políticas de inmigración. Es un país donde “la clase trabajadora” tenía un gran poder como resultado de haber estado gobernado por la gran mayoría de tiempo desde la Segunda Guerra Mundial, por una coalición de partidos de izquierda. Como consecuencia de ello, las desigualdades sociales eran mucho menores que el promedio de Europa, y su Estado de Bienestar estaba muy avanzado, y la inmigración estaba muy regulada. El mundo empresarial tenía limitaciones y no podía pagar salarios diferenciados según el origen del trabajador. Todos los trabajadores cobraban lo mismo por el mismo tipo de trabajo. Recientemente las derechas (conocidas como los “partidos burgueses”) gobernaron por varios años y lo primero que hicieron fue desregular el mercado de trabajo permitiendo que los empresarios paguen según su propio criterio, pagando mucho menos al inmigrante que a los residentes del país. Y aumentaron muy marcadamente la inmigración. Además, comenzaron una cierta austeridad en el gasto social. Y algunas de estas reformas no fueron cambiadas por las nuevas izquierdas gobernantes. Yo vi lo que estaba ocurriendo y predije que un nuevo partido de ultraderecha, que era minúsculo en aquel país, crecería inmediatamente, como fue el caso, llegando a ser ahora la segunda fuerza en el Parlamento Sueco. Y también, como era de esperar, han crecido los conflictos relacionados al racismo, diluyéndose la solidaridad de clase extendida a toda la población que había existido durante la era dorada de la socialdemocracia.
Esta experiencia y otras muchas semejantes son especialmente relevantes para EEUU que se presenta como un país de inmigrantes, y de cierta forma lo es. Pero si los nacidos allí están inseguros, es lógico y predecible que surjan tales sentimientos. Es importante que la solidaridad y la universalización de derechos se recuperen como principios básicos de las izquierdas. Y el racismo y el sexismo juegan un papel clave en la división de las clases populares. De ahí que el país de los inmigrantes tiene que ver con el país de los movimientos sociales que se centran en la liberación de los grupos discriminados (negros, latinos, y otros discriminados, incluyendo a las mujeres y a los ancianos). Pero esta diversidad tiene un aspecto que los limita, que es la división de los movimientos de liberación, compitiendo entre ellos por recursos y atención político-mediática, cuando deberían estar aliados en una acción política conjunta. Y este es el gran reto de las izquierdas en EEUU. Es el país de los movimientos sociales que coincide con la ausencia de un partido de izquierdas. Hay muchos movimientos de liberación, pero, en cambio, las personas de dichos movimientos tienen muy pocos poderes. Hay un movimiento feminista grande, pero las mujeres tienen muy poco poder en EEUU. Hay un movimiento en defensa de los derechos civiles, en cambio, las personas más carentes de estos derechos existen en este país. Hay movimientos a favor de la tercera edad, pero los ancianos tienen poca protección social en este país. Y la mayoría de todos estos distintos movimientos son gente de “clase trabajadora”, clase que no tiene su propio partido. Suecia había tenido siempre unas izquierdas fuertes, con alianzas de partidos de izquierda en el gobierno. No había un movimiento feminista fuerte, pero en ningún país las mujeres han tenido tanto poder como en Suecia. Y ello ha sido debido a que ha habido partidos políticos con sensibilidad de clase que se sentían responsables de todos los distintos tipos de opresión que existen dentro de la sociedad. El problema político de EEUU es la ausencia de un partido de izquierdas que defienda los intereses de la mayoría de “las clases populares”. Su ausencia, es de nuevo, resultado del enorme poder de la clase empresarial que limita enormemente la democracia en el país, como queda demostrado en este artículo.
Debo añadir al nombre de S. Santos también el de Olga, que comenta el evangelio de cada semana.
Después de leer, sin prisas, los dos artículos de V. Navarro, uno se refuerza en lo ya sabido: La “democracia” USA es más bien una introducción a la democracia, es una pre-democracia. Nada de modelo, pues. La realidad es que el poder -el poder del gran capital y su mentalidad neoliberal- se ha instalado en los centros “democráticos” del poder político, y los domina en temas que le interesan. La izquierda está marginada del mapa político como si fuera una peste. Este fue el gran éxito del poder. O con nosotros o la nada. Así se manipulan también los valores… y hasta la fe… Muchos llamados creyentes cristianos entienden y tratan de compaginar Dios y dinero, pese a que Jesús -el Jesús que dicen seguir- los declaró incompatibles. El poder manipula mentes y creencias. Y hacen creer que nadie que quiera ser persona honesta puede separarse de esta vía “democrática”… y si se separa o la critica en serio corre riesgos… ¿Por qué el poder -religioso y político- de hace dos mil años eliminó a Jesús de Nazaret? El sistema del poder es el que impone valores y manda y controla… El sistema del Poder de entonces y de hoy, y de hoy.Sin embargo, puestos a elegir, uno eligiría, aunque huela mal, al menos malo. -En este tema se precisan más matices…, pero no me extiendo más. Creo que basta para reflexionar y no mitificar lo inaceptable. Las religiones cristianas USA -con las excepciones meritorias correspondientes- siguen valores V. T. más que evangélicos. Por eso, en muchos muchos casos necesitan volver al Evangelio, al Evangelio que expone estas semanas Salvador Santos.