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El itinerario de dos extraños matemáticos místicos

En estos días he recibido un artículo extenso del periódico inglés The Guardian que presenta los interrogantes aún latentes en la obra póstuma de Grothendieck: ¿delirio místico o sorpresas para futuros avances técnicos? Me ha impactado. Recomiendo leerlo a quienes, como yo, esperaban sacar sabiduría de la última obra conocida de AG, La llave de los sueños o Diálogo con el Buen Dios o de otras aún inéditas.

 Tras un primer impacto, a mí me ha motivado a seguir profundizando en su obra y darla a conocer.  De sus abstracciones matemáticas se quieren aprovechar las grandes potencias  informáticas, como la china Huawei. Él estaría en contra –lo declara su hijo– porque no pretenden, con la simple utilización de su matemática, la eclosión de un nuevo ser humano enfocado al bien universal. Tal vez, ese su pensamiento creador que le llevó a su fe en lo que siguió llamando Dios, se emplee para la mayor domesticación de lo humano.

De su sabiduría espiritual podemos seguir libando muchos. Hoy y en las semanas sucesivas pienso ir publicando algo de lo que voy descubriendo y escribiendo. Aceptaré solo comentarios de quienes hayan leído los textos propuestos, y los comenten o debatan con talante dialogal. AD.

En los últimos meses me he dedicado casi exclusivamente, a leer (releer casi siempre) textos de Légaut (ML en adelante) y Alexandre Grothendieck (AG en adelante), reflexionando sobre lo que quieren expresar, sobre las coincidencias entre ellos y mi propia visión. Mis meditaciones no tienen como objeto estudiar académicamente el tema, aunque he ido resaltando frases y haciendo anotaciones. Porque siento la responsabilidad de comunicar algún día la luz que voy sacando y no monopolizarla, cuando podría servir a otros. He intentado a veces pergeñar el esquema de un libro, como hicieron en su día mis dos referentes a quienes estoy muy agradecido por ello. Sobre todo a ML, pues AG utiliza una escritura que fluye día a día (por eso pone fechas), dejando para después el poner todo tipo de notas, de esquema y de titulares.

Me pregunto con frecuencia por qué desde hace tiempo y, sobre todo en los tiempos más recientes, está dominando en mí esta afinidad, casi obsesiva, con estas dos personas y sus escritos. Su vida se desarrolló en lugares y ambientes muy diferentes a los míos. Cronológicamente coincidieron nuestras vidas, aunque de ML me separaban 32 años, los mismos que de mi padre biológico y de AG solo 4, los mismos que de mi 2º hermano. Vivimos por tanto en épocas muy parecidas, aunque mi relación con ellos se basó, sobre todo, en la lectura de sus escritos. No me llegaron en la época de formación, en la que me llegaron tantísimos referentes culturales, espirituales y teológicos, que marcaron mi vida desde la juventud. Pero ninguna doctrina aprendida penetró tan profundamente en mi alma como el testimonio de búsqueda personal de estos dos autores que me han acompañado en momentos claves de mi vida.

Tuve contacto inicial con ML por la lectura, en 1973, de una mala traducción de su libro Reflexión sobre el pasado y porvenir del Cristianismo. Pero el conocimiento de todos sus escritos y el contacto personal con él iba a retrasarse más de diez años hasta que, por un providencial contacto, mantuve relación personal con él entre 1984 y 1990, los últimos seis años de su vida.

Mi conocimiento de AG es más reciente, a partir del 1 de junio de 2019, cinco años después de su muerte en al más completo ocultamiento, con un solo enlace a la página dedicada a él por Juan Antonio Navarro (https://matematicas.unex.es/~navarro/res/). ¡Vaya materiales y textos y cuánto tenemos que agradecer todos el enorme y desinteresado servicio que nos hizo Juan Antonio con esta recopilación de referencias y esas traducciones al castellano de los textos principales! Mi inicial curiosidad estaba servida por la infinidad de citas de AG a ML, cuyos textos conoció AG en junio de 1987 ya empezada la redacción de su principal obra expresamente espiritual, La llave de los Sueños o diálogo con el Buen Dios. Desde entonces AG consideró a ML como un hermano mayor y el guía en la búsqueda espiritual. Incluso, como vivían en la misma zona de Francia, aunque él en régimen de ermitaño, tuvo ocasión de visitarle una vez personalmente. Pero cada vez se me ha ido imponiendo más la hondura de las reflexiones de AG, que ahondan en muchos aspectos las mismas de LM.

El encuentro de estos dos seres que, hoy me acompañan en mis últimas reflexiones, fue considerado por AG como extraño y providencial en uno de los apartados de su Libro “La llave…”: IV, nº 37 La impensable convergencia, pp. 138-142. [Lectura mínima recomendada para comentaristas. AD].

o mismo ha representado para mí encontrarme con ellos dos a la vez, dos buscadores en un Atrio común de reflexión, donde, según yo intuía en el año 2001, deberían encontrarse cada vez más auténticos buscadores del sentido último de la vida y de todo, provenientes de recintos religiosos que se abren al exterior y provenientes también de ambientes totalmente laicos o antirreligiosos.


¿Cuáles son las semejanzas y diferencias entre los dos autores? Pregunta para los comentarios y siguiente artículo de la serie. AD.

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thropos, 1986.

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios

    • Isidoro García

      Quiero empezar con una cita del artículo de The Guardian, que recoge “un famoso pasaje de Cosechas y siembras, de Grothendieck, donde escribe que la mayoría de los matemáticos trabajan dentro de un marco preconcebido:

      “Son como los herederos de una casa grande y hermosa, ya construida, con sus salas de estar, cocinas y talleres, y sus utensilios de cocina y herramientas para todos, con los que hay de todo para cocinar y trastear”.

      Pero él forma parte de una especie más rara: los constructores, “cuya vocación instintiva y alegría es construir nuevas casas”.

      Eso mismo hay que señalar de los verdaderos investigadores de todo, incluidos los buscadores espirituales.

      Por eso buscadores de verdad, hay muy poquitos, y abundan sobre todo los instalados en un estatus quo cultural o religioso determinado, con la tranquilidad y seguridad que eso trae consigo, y rumiando una y otra vez, los conceptos enciclopédicos o catequéticos aprendidos.

      Y la diferencia entre unos y otros, está en el grado en que se escucha, comprende y acepta, la voz interior del “espíritu”, que nos genera una inquietud y una persistente sensación de que las respuestas culturales y religiosas recibidas, no nos dan una respuesta válida a las búsquedas que nos surgen desde lo más íntimo. (Lo que nos genera una gran sed del agua clara que nos la calme).

      La obediencia ovejuna y el seguidismo cultural y religioso nos tapan los oídos al espíritu, que hoy ya sabemos que es un núcleo psicológico que disponemos los humanos, y que son lo que nos hace “inteligentes”. (Núcleo, que para los creyentes, es el asistente mediante el cual Dios nos habla).

       

      Es claro, que tanto Marcel Legaut, como Alexandre Grothendieck, fueron unos auténticos buscadores-creadores espirituales, y que repensaron todo lo que habían aprendido culturalmente.

      Dice Legaut: “En estos tiempos en que se han cuestionado todos los valores que en el pasado permitieron dar sentido a la vida, el hombre no tiene tarea más urgente que la búsqueda de un terreno firme donde asentar sus pasos”.

      Legaut, en los sesenta, en la época del Concilio, ya vio que había que readaptar la religión y la espiritualidad, a la Modernidad del momento, siempre desde dentro de la estructura católica tradicional, que le era familiar. Y esa readaptación, la hizo muy bien.

      Pero a partir de 1968, (por poner una fecha), se iniciaba la transición paulatina y lenta al principio, de la Modernidad hacia la Postmodernidad, cuyo inicio podríamos fechar en el nuevo siglo XXI, (igualmente por poner una fecha), con los teléfonos móviles, Internet, y ahora ya la I.A.

      Todo está cambiando rapidísimamente, no solo la tecnología, sino el ideario y la cosmovisión cultural de la humanidad, y la obsolescencia de la Antropología y la Psicología católicas tradicionales, se ha agudizado, hasta ser ignorada por una gran mayoría de la humanidad desarrollada.

      Hoy día, treinta y cinco años después de su muerte, Legaut reconocería, que debería reescribir sus libros, ampliando su ideario, a los conocimientos actuales.

      Por su parte Alexandre G., desde su cosmovisión laica y moderna, siente la misma sed de sentido, y con su proclividad para los episodios psicóticos, dada su trayectoria personal y familiar tan traumática, inicia una búsqueda similar.

      Y cuando descubre a Legaut, se maravilla de la convergencia de ambos en una misma fe en sí mismo, y en una fe en un Dios presente en lo más íntimo y libre de uno mismo, a pesar de la divergencia en sus temperamentos personales, y en los horizontes sociológicos e ideológicos de cada uno.

      Él lo considera providencial y casi milagroso, (e indirectamente tiene razón), porque al no tener en cuenta al inconsciente colectivo universal, que nos une cognitivamente a todos los humanos, con las correspondientes diversidades culturales, achaca esa “milagrosa” convergencia al Dios teísta.

      También A.G. achaca su sed de sentido, a una misión personal ordenada por Dios, de acabar comprendiendo el significado de la vida humana, cuando esa es otra característica del I. Colectivo, o “espíritu personal” en todo humano, (aunque muchas veces no lo escuchamos).

      (Las descripciones de sus sueños e inspiraciones me recuerdan mucho a las que tuvo Jung, como cuando habla del ángel que le hablaba y que llamaba Flora o Lucifera, dependiendo de si se manifestaba como benévola o atormentadora.

      Jung, llamó a su guía espiritual, durante tres o cuatro  años, Filemón, y con sus visiones escribió “El libro Rojo”).

      El contacto fluido con el “espíritu”, genera contenidos organizacionales y perspectivales de todo, que son fundamentales para la conciliación y superación de contradicciones, lo que es fundamental para el descubrimiento de nuevas ideas.

      Pero los episodios psicóticos descontrolados, con un hiperflujo del subconsciente, pueden derivar en la genialidad, pero acaban frecuentemente es el delirio patológico, como les sucedió a Nietzsche o Hölderlin.

       

      En resumen, que desde 1960 a ahora, (85 años), con la velocidad de crucero con la que avanza el mundo hoy en día y cada vez mas aceleradamente, pegar un giro de 180º, es imposible de golpe, para las mentes, y se necesita hacerlo por etapas. Legaut fue el primero, (de los que estamos hablando), iniciando el replanteamiento de la antropología cristiana, con un “descubrimiento de lo humano, la apropiación de lo esencial a la naturaleza del hombre, que es para él, la única manera de llegar a una fe que no sea alienante, y que, por el contrario, posibilite su plenitud de hombre mejor de lo que de buenas a primeras pudiera concebir y llevar a cabo”.

      A.G. veinte años mas tarde, lo realiza también, desde el laicismo, aunque acabó cayendo en el teísmo, para comprender los efectos maravillosos del “espíritu” personal, que él ignoraba. 

      Y han pasado 35 años, desde los hallazgos espirituales de A.G., y es necesario pegar un tercer giro, que nos lleve al menos hasta el siglo XXII, ya desde un punto de vista espiritual pleno, sin interferencias religiosas, positivas en algunos aspectos, pero que frenan y confunden mucho la situación. Ha llegado la hora del profeta Bonhoeffer: Ante el Dios desconocido, vivir como si Dios no existiese, guiándose con el “espíritu”, con que el mismo Dios, a través el Universo nos ha dotado.

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