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Algo sobre ciencia, realidad y persona

Con más de 60 comentarios, el artículo de Carlos Barbera ha demostrado que el debate sobre ciencia y fe no está anticuado, al menos en la vivencia del actual ser humano que experimenta lo exterior al sí mismo con instrumentos que multiplican por millones el alcance de sus sentidos y la capacidad de cálculo de su cerebro. Pero que se ignora a sí mismo como ser sujeto de conciencia y sentido, como persona. ¡Que sigan las reflexiones auténticas y el debate, a partir de lo nuevo que escribe Mariano! Os leo a todos. Disculpad que no baje al ruedo, expresando mi propio pensar, sentir y creer. Algún día lo haré . AD.

Cualquier intento de fundamentar a la Persona bajo el paradigma científico es un reduccionismo que devalúa a la Persona en objeto material o inmaterial y a la propia ciencia en cienticifismo….

Las ciencias físicas, tanto la denominada clásica como la cuántica, se plantean la cuestión de la realidad de forma experimental, de ahí su nombre de ciencias experimentales. Esta labor se sustenta en dos elementos básicos, uno inmaterial y otro material. El primero es la mente del científico y el segundo lo constituyen sus sentidos biológicos y una extensión de los mismos que es la tecnología. La mente ejerce su función a través del razonamiento lógico de las matemáticas, razonamiento abstracto y por tanto inmaterial que va de lo concreto y singular a lo universal y general en una relación de coherencia lógica (método lógico-inductivo). Los sentidos biológicos y la tecnología, realidades materiales, son los responsables de captar, es decir de sentir, evidenciar y experimentar lo que físicamente se entiende por realidad, siendo entonces y solamente entonces cuando la ciencia admite a lo observado y pensado bajo el concepto de realidad. No es que la realidad sea primero pensada y luego experimentada o a la inversa, si no que ambos procesos se imbrican en una dinámica de retroalimentación positiva.

Es en este proceso en el que el científico al observar la realidad a través de su mente y de sus sentidos biológicos (ésta era su tecnología inicial), definió el concepto de materia como el sustrato básico de toda realidad física. Con el tiempo fue incorporando otros medios distintos a los de sus sentidos orgánicos para que fuesen capaces de percibir lo que ellos no alcanzaban, consiguiendo distanciarse de ellos, pero captando nuevos ámbitos de le realidad, ampliando así su conocimiento sobre ésta; pero en esta dinámica aconteció que empezó a distanciarse de la impronta percibida por la propia materialidad. Lo inmaterial, pasó a ser como un a priori hipotético de la realidad, era una realidad pensada y posible, pero aún carente de materialidad y por tanto fuera del ámbito de las ciencias físicas, a expensas de que en algún momento la tecnología (sus nuevos sentidos), le garantizase que lo pensado coincidiera con su concepto de realidad al haber sido capaces de percibirlos como tales.

En esta dinámica de retroalimentación mutua entre lo pensado (inmaterial) y lo contrastado (material), se llegó a un punto en el que el concepto clásico de materia se quedaba corto ante la nueva realidad manifestada por sus nuevos sentidos tecnológicos, lo que le llevó a pensar que la materia se le esfumaba de lo que él llamaba realidad, es más pensaba que lo que se le esfumaba era la propia realidad; así le sucedió a ese gran científico que todo el mundo conoce, por lo que no hace falta que lo cite, que abriendo la puerta a la nueva ciencia cuántica con su descubrimiento del efecto fotoeléctrico, se negaba a admitir los postulados que surgieron de ésta, hasta el punto de pasarse los treinta últimos años de su vida intentando encontrar una teoría que los refutase.

En este caminar, es en el que las ciencias físicas empiezan a despojarse del concepto de materia como sustancia fundamental del mundo para ir incorporando otros nuevos como el de fuerza y energía. El concepto de energía se convirtió en el elemento central de toda la realidad física ya que ésta tiene una propiedad inmutable, la de su conservación, uno de los principios básicos de todo el entramado de las ciencias físicas, sin él toda realidad física se derrumba y la física clásica la primera. Este es el primer principio de la termodinámica.

En la física moderna el campo es la sustancia fundamental del mundo. Las partículas elementales se interpretan como vibraciones de un campo y la energía de estas vibraciones está cuantizada y cada cuanto de energía se identifica con una pseudo-partícula elemental y así poco a poco retrocediendo en el tiempo nos topamos con el mundo clásico, que es el que nos daba la percepción de la realidad más inmediata que es la de nuestros sentidos, su materialidad.

Antes de seguir por este camino quiero señalar algo curioso que aconteció en el ámbito de la matemática, la ciencia del pensamiento puro, limpio del polvo y paja de toda materialidad y además por la misma época en que surgió la física cuántica. Me refiero al programa Hilbertiano que concluyó con la afirmación taxativa (científica), de que la verdad de todo sistema formal no se podía encontrar dentro de dicho sistema, es decir que dicho sistema dejaba de ser consistente.

No solo la ciencia experimental, también la ciencia del pensamiento puro, fracasaban en su intento de encontrar científicamente el fundamento de la realidad en la primera y de la verdad en la segunda.

A consecuencia de estos dos acontecimientos surgió un nuevo paradigma, una nueva cosmovisión que convulsionó en gran medida a la sociedad occidental y el cual hoy se encuentra en apogeo, me refiero al paradigma relativista y pragmático. El Hombre posmoderno apoyándose en la ciencia abdica de todo fundamento, es decir de todo sentido de la realidad y de la verdad en la medida que no le resulte útil para sus fines. Lo malo de esta situación es que todos en mayor o menor medida entramos al trapo y muchos sin percibirlo.

Con todo esto lo que quiero resaltar es que este nuevo enfoque científico de la física cuántica no es una fulminación de la frontera entre la materia y el espíritu. La ciencia tanto la clásica como la cuántica no toman como objeto de análisis al espíritu, no lo han definido previamente como una variable susceptible de poder ser cuantificada, no sabe nada de él, no se lo plantea como un ente real, ni físicamente ni matemáticamente, ni clásicamente ni cuánticamente. Lo que sí ha realizado es la ampliación del concepto de realidad más allá del concepto clásico de materialidad y todo ello sin salirse del marco del razonamiento científico y sin descalificar lo que su antecesora explicaba, pero a su vez ha abierto una puerta nueva en la realidad, en la que se exige un nuevo lenguaje porque, en definitiva,” es la palabra quien siempre nos abre a la realidad, sin ella, la realidad se nos esfuma”.

La nueva ciencia cuántica nos ha abierto la puerta a una meta-ciencia, a una meta-realidad, es decir, a una meta-física y por ello precisa de un meta-lenguaje, pero no seamos ingenuos y queramos extrapolar al ámbito del espíritu y menos aún al ámbito de la realidad Persona las conjeturas en que la ciencia se mueve, y todavía mucho menos, si queremos tomarla como argumento justificativo de la existencia de Dios como presencia en toda la realidad material. No es este el camino. Demos pues a la ciencia lo que es de la ciencia y a la Persona lo que es de la Persona y por supuesto a Dios lo que es de Dios.

Cuando el Hombre mira a la Naturaleza, su mirada, su mirada científica, es estrictamente mecánica, ve una dinámica conjugada entre lo que piensa de ella, lo que percibe a través de sus sentidos biológicos y a la energía que percibe bajo el concepto de campo a través de sus sentidos tecnológicos y en el que se pierde el sentido clásico de realidad.

Cuando el Hombre vuelve la mirada a sí mismo, a su ser personal también transciende el nivel de materialidad del que está biológicamente constituido y si nos quedamos en este punto cometeremos el mayor error que podamos imaginar intentando asimilarlo a una meta-materia en forma de campo energético.

Todo conocimiento tiene siempre en origen una pregunta y cuando el Hombre pregunta, lo hace a quien pueda responderle, en caso contrario sería un absurdo preguntar. El Hombre no le pregunta a la Naturaleza como vulgarmente se suele pensar. El Hombre se pregunta a sí mismo sobre la Naturaleza y en ese preguntarse da comienzo a ese dinamismo en el que conjuga lo que él piensa de ella no solo con su razonar sino con todos sus sentidos, con todo su ser y con una praxis sobre la propia realidad, es decir el hombre interfiere en las entrañas de esa realidad a la que llama Naturaleza. ¡Sí!, le mete mano, la estruja y le hace mil perrerías, una de ella es someterla a velocidades astronómicas para que sus partículas choquen entre sí y poder ver qué pasa; pensamiento y acción, palabra y técnica, esta es la dinámica en la que la ciencia empieza a tener presencia y a desarrollarse. Si la Naturaleza tuviese palabra trataría al Hombre de tú a tú y dudo mucho que se dejase manipular en tal medida.

Cuando el hombre se pregunta por sí mismo entonces se ve obligado a responderse, pero ya no precisa aplicar el mismo método que con la naturaleza, – aunque en ocasiones si lo haga, tremendo, ¿verdad? – y porque ya hay una palabra que le responde, la suya propia, pero pronto se da cuenta que el método inductivo, analítico, cualitativo y cuantitativo propio de la ciencia se le queda corto, aparecen una serie de variables incuantificables e indomables, que le impide formular leyes. Es conocida la frase de, “hecha la ley, hecha la trampa”, pues a todos nos viene estrecho el traje de la ley, nos agobia, nos ajustamos a ella “por imperativo legal” no por voluntad propia. La ley es lo propio de la Naturaleza, pues ella y su ley son la misma cosa.

El hombre que camina por el sendero de la ley acabará siendo asfixiado por el propio legalismo del “imperativo legal”. El Imperativo de la fuerza, aunque todavía tiene su espacio de hegemonía, poco a poco será sustituido por el imperativo de la ley, que según dicen algunos nació de la democracia. Esta es la dinámica evolutiva social que podemos apreciar hoy día y a la que se le ha puesto el nombre de N.O.M y que viene a ser algo así como el juego de la Oca.

Sin salirnos del discurso científico, es decir sin entrar en el ámbito filosófico ni teológico, la razón nos evidencia que “Naturaleza y Persona son dos dimensiones de la Realidad en una relación de orden, no de identidad”, en el que el orden superior es el que da fe, justifica y da sentido al inferior. Lo siento por los que quieran identificarse con las fuerzas cósmicas del universo, de la naturaleza, tanto mineral como animal o como energía pura y dura, conozco a no pocos que así piensan y también lo siento por los que se apoyan en argumentaciones cientificistas para justificar realidades de dimensionalidades distintas y distantes, es como mezclar peras con chuletones, esto ya lo aprendimos en el colegio de pequeñitos.

Reitero: Hacer un discurso cientificista para extrapolarlo más allá de la realidad objeto de la ciencia, además de ser un esfuerzo vacío, es una insensatez, pues lo único que conseguiremos es absolutizar el paradigma científico convirtiéndolo en cientifismo, devaluándolo y devaluando aquello que está fuera de su alcance.

 

 

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