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Entre profecía o diplomacia, en la niebla de la guerra

En este primer día de diciembre, con las luces del adviento y Navidad en los templos y calles de todo el globo. Cuando me gustaría más entrar en otros temas de ATRIO: la novedad de lo que los texto sobre Jesús pueden significar a la gente de hoy, la esperanza de que se escuche la voz interior, consciencia del Universo, que en cada persona clama por paz y armonía, la disolución de conflictos que parecen irresolubles. Si embargo me siento inclinado a poner para reflexión un sombrío análisis sobre la situación del mundo de hoy y lo paralizada que aparece la mayor organización cristiana del mundo, mi Iglesia Católica. A escala global no aparecen signos de reales de rejuvenecimiento y esperanza.

No sabemos aún por qué, el martes pasado Francisco decidió callarse lo que quería decirles a los obispos españoles, quedando esa ocasión vacía de voz profética y razón de ser. Con un ridículo velo se ha cubierto es dislate (y el gasto innecesario) del viaje a Roma de esos 80 e señores mitrados. Ni siquiera “un tirón de orejas”. Y, por consejo médico,se ha suprimido el viaje de Francisco a Dubai que hubiera ido añadiendo más gestos necesariamente ambiguos de este buen papa, manipulado por las grandes potencias y los grandes medios de comunicación como será toda la COP28.
Para servirme de guión en lo que quisiera decir y relacionar, voy a utilizar un texto de Massimo Faggioli, que he leído hoy mismo en La Croix International y que intentaré completar con  comentarios míos con alusión a otras lecturas recientes. He puesto en inglés parte del título, por los significados que adquiere, en inglés sobre todo, el término Fog of war..

La “fog of war” del Papa Francisco

Israel, Ucrania y un catolicismo desorientado.

Por Massimo Faggioli | Estados Unidos

El Papa Juan XXIII, especialmente con su última encíclica Pacem in terris (11 de abril de 1963), supo trascender las limitaciones políticas derivadas de lo que los liberales de la Guerra Fría esperaban del catolicismo. Pero, al mismo tiempo, se benefició de una unidad en torno a las lecciones aprendidas de la Segunda Guerra Mundial y en torno a la impensabilidad de una guerra total en la era nuclear.El mensaje del Papa Juan sobre la paz pasó a formar parte de cierta mística del Vaticano II y de principios de los años sesenta.

Uno de los objetos materiales más evocadores del catolicismo de la Guerra Fría es la placa conmemorativa ” Oremos por la paz ” en la que aparecen Juan XXIII, el presidente John F. Kennedy y su hermano Robert F. Kennedy. Esa mezcla cliché de teología, política y piedad (que no era algo inusual en los hogares católicos hasta no hace mucho) es también uno de los símbolos de una época pasada. Y en estos días parece aún más distante, tan inimaginablemente diferente, después de una serie de malentendidos diplomáticos y de relaciones públicas que involucraron a la Santa Sede y sus relaciones internacionales durante el pontificado del Papa Francisco. Esto es especialmente cierto en el caso de Ucrania e Israel.

 

El bagaje historico de la Iglesia catolica

La invasión rusa de Ucrania, que comenzó en febrero de 2022, y la guerra que Hamás desató contra Israel el pasado 7 de octubre cuando lanzaron ataques tipo pogromos contra hombres, mujeres y niños, han mostrado una situación muy diferente. El actual pontificado no ha logrado hacer resonar su mensaje como lo hizo hasta principios de 2022. Pero es más que eso. Está claro que la Iglesia católica, en su conjunto, ha sido incapaz de abordar de manera efectiva la guerra en Ucrania y, más aún, la cuestión palestino-israelí.Esto va más allá de la necesidad de que la Iglesia tome las precauciones necesarias antes de intervenir en situaciones en las que todavía lucha por cargar con mucho bagaje histórico. En cuanto a la guerra en Israel, está el legado de antijudaísmo y antisemitismo de la Iglesia . [Un certero análisis de las intervenciones públicas o privadas que han causado crisis diplomáticas entra la Santa Sede y el estado de Israel las he visto en el artículo de The Washington Post, que muestra varios ejemplos de expresiones espontáneas del papa Francisco que han debido ser explicadas por la Secretaria de Estado para evitar problemas: In undisclosed call, Pope Francis warned Israel against committing ‘terror’. Y en cuanto a la invasión rusa de Ucrania, está la dolorosa historia del “uniatismo”, que fue la forma en que el papado romano luchó contra las Iglesias ortodoxas. Más que cautela, la postura actual de la Iglesia católica parece una parálisis.

 

Un Papa no institucional

Este es un problema que, en primer lugar, tiene mucho que ver con el papado mismo. La Santa Sede, a través de la palabra y la figura autorizadas del Papa, ha podido durante mucho tiempo influir y persuadir el comportamiento de los actores internacionales. Lo hace a través de discursos, contactos, gestos y la forma en que se conduce a través de cierto estilo de comunicación, incluido su trabajo diplomático. Pero Francisco es un tipo de Papa diferente al de sus predecesores. No tiene ni quiere tener un portavoz, sino sólo una oficina de prensa de la Santa Sede. Francisco también ha marginado los filtros institucionales que pretenden ayudar a elaborar su mensaje y proteger su autoridad. Esto sucede en un momento en que cierto tipo de hiperpapalismo está definiendo a ciertos sectores del catolicismo, donde la voz de la Iglesia en cuestiones públicas se reduce a la difusión o interpretación de lo que el Papa dice o deja de decir, y de lo que hace o elige. no hacer, y también cómo el público en general aplaude o critica sus palabras y acciones. En los niveles más altos de la jerarquía de la Iglesia, se ha vuelto raro que un cardenal u obispo exprese una opinión diferente a la del Papa sin ser visto como un enemigo o un traidor.

 

Una Iglesia globalizada y desorientada

En segundo lugar, las incertidumbres de Francisco sobre qué decir y hacer acerca de la guerra reflejan las incertidumbres de los católicos en esta fase de la historia de la Iglesia. La globalización del catolicismo significa una Iglesia más diversa, menos eurocéntrica y menos orientada a Occidente. Es también una Iglesia desorientada. Esto coincide con una secularización cada vez más profunda de las sociedades y culturas en Occidente y la pérdida de compromiso político de los católicos en los movimientos sociales y políticos por la paz, sin mencionar la desaparición de los partidos católicos o demócrata cristiano. Especialmente entre los años 1960 y 1980, los movimientos católicos por la paz fueron un componente integral de lo que era el catolicismo del Vaticano II. En parte, fue la contribución específica de la Iglesia para ayudar a evitar que la Guerra Fría se calentara; en parte, fue la reformulación de las relaciones internacionales católicas después de la era del Imperio.Hoy en día, la globalización del catolicismo también significa el surgimiento de puntos de vista muy diferentes dentro de la Iglesia sobre cuestiones geopolíticas, a menudo en crítica o en oposición a Estados Unidos y Occidente (como vemos actualmente en relación con Ucrania y Medio Oriente). Estas opiniones se han ganado un nuevo tipo de legitimidad. Ya no son vistos como una voz distante y poco influyente de la periferia, sino como la voz de gran parte de la futura Iglesia. Ahora hay una variedad de voces que a veces dicen cosas completamente diferentes, incluso en una misma Iglesia local. Éste es uno de los efectos de la religión globalizada de los “creyentes sin fronteras”.

 

Enseñanza clara aturdida por nuevas preguntas

En tercer lugar, la parálisis de la Iglesia frente a las guerras en Ucrania y Tierra Santa tiene que ver con los movimientos católicos por la paz que fluyen hacia el río más amplio de la cultura política progresista con todas sus divisiones internas y alineamientos metamorfoseantes dentro del mercado de las políticas identitarias. Las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre el derecho a la autodefensa, la obligación de proteger a los civiles y la ética de conducir la guerra (incluido, especialmente, el llamado a trabajar para evitar la guerra) son bien conocidas.La pregunta es cómo interactúa esta enseñanza con un catolicismo vivido que ahora está absorbido por una serie de nuevas preguntas. Consideran cuestiones como el género y el patriarcado; sexualidad y abuso; puntos de vista sobre el papel de la mujer que a menudo difieren entre el cristianismo, el judaísmo y el islam; el surgimiento de una teología decolonial o poscolonial que considera partes de la tradición y la historia de la Iglesia como excepcionalmente tóxicas; y la desoccidentalización del catolicismo y la fascinación por ciertas formas de orientalismo: la tendencia a mirar a las Iglesias ortodoxas orientales (e incluso al Islam) con lentes color de rosa de una manera romántica e idealizada.

Una Iglesia que no puede decir: “Esta no es nuestra guerra”

Finalmente, la guerra desatada por Hamás el 7 de octubre ha cambiado no sólo las coordenadas del conflicto palestino-israelí, sino también los parámetros de las relaciones de la Iglesia con el judaísmo y el Islam. Un Islam en el que Hamás es el abanderado de la causa palestina es un Islam muy diferente del que tuvieron que afrontar Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y también es diferente de aquel con el que Francisco se comprometió al comienzo de su pontificado.Se trata también de un Israel diferente al que existía en el momento de la declaración Nostra aetate (1965) del Vaticano II o de la firma del “Acuerdo fundamental entre la Santa Sede y el Estado de Israel” (1993). Pero el camino fundacional que se ha trazado durante los últimos sesenta años de diálogo católico-judío nunca puede darse por sentado. Cuanto más avanzamos como Iglesia por ese camino, más cuidado teológico se necesita.Las alteraciones del orden político y religioso global que estamos presenciando ahora han afectado la capacidad de la Iglesia para operar a nivel internacional. Pero también hay, internamente, una Iglesia que se encuentra en un estado de confusión sobre lo que puede –y debe– decir sobre las guerras en Ucrania e Israel, que afecta a países geopolíticamente cercanos a Roma y teológicamente muy sensibles al catolicismo. Todo esto está haciendo que ” la niebla de la guerra ” sea aún más espesa de lo habitual.“Ésta no es nuestra guerra”, les gusta decir a algunos. Pero el Vaticano y la Iglesia católica no pueden decir tal cosa. Y esa es una razón más por la que el Papa necesita hablar de una manera más disciplinada, reflexionando cuidadosamente sobre cada palabra y cada gesto.

 

[Reflexiones y preguntas finales de Antonio Duato]

  • Me pregunto: ¿por qué me suelo identificar tanto con los análisis de Massimo Faggioli? Tal vez porque hace casi 20 años que le escribí, pidiéndole un artículo para Iglesia Viva que hoy he vuelto a releer. Me dí cuenta de que era un joven teólogo e historiador, formado en la escuela de José Alberigo de Bolonia y le he seguido desde entonces. (Invito a releer ese artículo  hoy y me alegro de haber digitalizado a tiempo toda la colección de Iglesia Viva, que no queda así enterrada en anaqueles de algunas bibliotecas o en pasta de papel reciclado). He seguido a Faggioli después en su cátedra de Vilanova, en sus libros y en sus colaboraciones en las mejores revistas católicas. Yo le volví a pedir su colaboración para el último número que coordiné personalmente en IV: 284: Reformas de Francisco y oposición sediciosa. Otro ejemplo de tener excelentes documentos a un clik para entender por qué sigo haciendo lo que pueda para que todo lo que hay en ATRIO no se hunda en el olvido de una web que deja de ser renovada y visitada.
  • Pero ¿soy o no soy partidario de Francisco, confiando en su reforma sinodal? Sí y no, confianza e identificación fundamental, pero sin desconocer las sombras y parálisis que se van manifestando. Sigo rezando por él y sobre todo con él, entrando en su conciencia lo más que pueda, desde aquella tarde de 2013 en que pidió la bendición del pueblo antes de impartir las suyas. Me gustaría que, sabiendo que todo ese gran aparato de la diplomacia vaticana (la primera del mundo, seguida por la de Venecia), del Stato Vaticano pactado con Musolini y del reconocimiento internacional de la Santa Sede ya no sirve para influir en los grande problemas del mundo, tuviera un lenguaje más profético y sincero, como el del bautista y Jesús, aunque provocase crisis y cismas en el interior y se demoronase más rápidamente todo el tinglado. Pido que en su interior se tomen esas decisiones siguiendo la fe y la fidelidad a su misión. Y pido que en su interior otra perona vaya reogiendo esa consciencia y misión en la que, a la muerte de Francisco, se puedan concentar los votos enel siguiente Conclave. ¿Iluso que es uno? Yo lo veo más como esperanza desnuda que como ilusiones.
  • Y vosotros, ¿qué opináis, sentís, creeis y exprsáis desde lo más auténtico y profundo?

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  APORTACIONES

6 comentarios

  • Juan A. Vinagre

    -Comienzo mi comentario por lo que no es más que una nota a pie de página: El deseo de ir más de prisa en la reforma-conversión de la Iglesia al Evangelio.  Recuerdo -y lo repito- que en los años sesenta posconciliares, conversando con el teólogo exégeta, Simón Lègasse, éste decía: “La Iglesia del futuro será muy distinta de la actual, pero no nos dejarán verla”.  S. Lègasse soñaba, pero también era muy realista. Las sociedades  -y más las “religiosas”-  están basadas y modeladas según un paradigma estático. Por eso el avance va tan lento, y las resistencias, incluso de buena fe, son tan fuertes…  Esto lo recuerdo para moderar y de alguna manera “racionalizar” mis sueños. No sea que por querer ir demasiado de prisa, tambalee o pierda el camino. La Esperanza, como objetivo, -también en el Reino de la tierra- mantiene mi ruta y mi espera. Termino aquí la nota, más extensa de lo que pensaba.-Hoy, ahora que ya oscurece, solo deseo expresar un recuerdo muy grato a Ambrosio, obispo de Milán, que -hombre culto- ejerció su cargo como humilde servidor, como un verdadero trabajador social. En un despacho, muy sencillo, recibía, orientaba y ayudaba a cuantos acudían a él. Pero esa actitud receptiva y humilde no era débil. En determinadas circunstancias supo mantenerse fuerte y coherente con su fe. Ante los crímenes de guerra que el general -y emperador cristiano- Teodosio había cometido…, cuando éste se acercó al templo con intención de participar en el culto, Ambrosio se opuso y le dijo: Mientras no reconozcas tus culpas y no hagas penitencia pública, no puedes entrar. Teodosio, que era, pese a todo, un convencido creyente, aceptó esa penitencia… (Esta historia la conocemos todos o casi todos, pero es bueno recordarla.)  Ambrosio compaginaba la acogida a todos, el servicio humilde, la entrega personal con la coherencia de la fe. Digo que es bueno recordar estos gestos de S. Ambrosio, porque combinar ejemplo de vida humilde y servicial con intransigencia ante el poder corrupto no ha sido frecuente en la Iglesia de Jesús. (Probablemente ha habido algunos, pero yo no los conozco o no los recuerdo.)  La profecía y la diplomacia pueden ser compatibles -el silencio también puede jugar un papel oportuno en algunos momentos, con tal de que los silencios no sean cómplices o traten de evitar un mal mayor.

  • Antonio Duato

    Gracias a quienes habéis leído este denso artículo y me habéis perdonado por expresarme siempre con este tono sobre el futuro de las refromas de Francisco. Soy consciente del equilibrismo que hay que hacer con una actitud como la mía, que quiere aún creer que la renovación de esta mi iglesia es posible y reconoce sin embargo las pasividades de rebaño respecto a dogmas y tradición que permanecen en la cabeza de Franciso y en quienes con él dirigen el proceso sinodal que tanta expectativas ha suscitado.

    Algunos   me aconsejáis expresamente o con vuestra actitud (¡cómo valoro la posición de Alberto Revuelta que mira con ternura y tupido velo el pasado pero que acompaña a concretos emigrantes guineanos hasta obtener sentencia favorable y dinero de tribunales nternacionales!) o expresamente que no sea iluso. Yo me revelo de que no haya ya justicia y repare lo pasado un papa que suscita tanta esperanza y después frustra tanto. 

    No es cuestión de más o menos prisas, querido Llaguno. Se trata de si se cree lo que se dice. Traigo el jemplo de un obispo austriaco nacionalizado vbrasileño y exobispo de Amazonia, que cuenta bien por qué este fin de la etapa 2023 del sínodo. 

    Mons. Kräutler, frustrado y decepcionado por la reforma Papa Francisco

     

    • Antonio Llaguno

      Querido Antonio (Yo también te quiero 😉 )

      No estoy en la cabeza de Francisco por lo que no puedo opinar sobre si cree o no en esas reformas.

      Quiero creer que sí y los ceses de determinados jerarcas van en esa línea.

      El cese de Strickland y la declaración de suspender los derechos cardenalicios a Burke (Muy recientes ambas)  van por ahí.

      Pero la piedra de toque la tendremos, no tanto en el documento del Sínodo como en el trato formal que reciba de Doctrina de la fe el camino sinodal alemán.

      Mientras solo reciban pequeñas llamadas al orden sin represión y ellos puedan seguir mostrando el camino no está todo perdido.

      Y mejor que con Benedicto O Juan Pablo ya estamos, y eso es ganancia

  • Antonio Duato

    En la misma revista La Croix International, el cronista vaticano vuelve a insistir, citando a su colega Faggioli en que yo me apoyé y con nuevos síntomas, en que el mismo papa y sus frecuentes problemas de salud están poniendo un freno de gobirno más institucional a las reformas abiertas por Francisco a una Iglesia plenamente sinodal y abierta a todos todos todos. Lo entiendo y acepto. En mi dilema Profecía o diplomacia el primer término no es anuncio seguro, en nombre de Dios, de cosas futuras, sino testimonio de la verdad de la verdad de víctimas, denuncias de crímenes a lo Bautista, parresia. ¿Es compatible con diplomacia y con hablar en nombre de mil millones de personas? Tal vez debería ser posible, si se asumen las consecuencias…

    Este es el nuevo artículo que aporto al mío, traducido sin demasiada revisión en una página auxiliar nuestra:

    https://www.atrio.org/?page_id=33299&preview=true

  • Antonio Llaguno

    • Antonio Llaguno

      iba a escribir este comentario el viernes pero circunstancias familiares me obligaron a hacer otras cosas; pero quizás sea así mejor puesto que tengo más información que entonces y como mínimo, hace más completa mi opinión.

      En primer lugar, pienso que con Francisco se unen dos esperanzas bien distintas, la que él cree que es la que la Iglesia necesita y otra la que muchos quisiéramos que la Iglesia tomara.

      Quiero decir que en términos de la temporalidad de la vida las reformas de Francisco van muy despacio y eso decepciona a muchos cristianos. Es lógico, todos aspiramos a vivir en esa Iglesia Nueva (Que no deja de ser una reproducción de la Iglesia más antigua) y nos decepciona, a mi el primero, ver que va tan despacio que no estamos seguros de llegar a disfrutarla.

      Y además, eso viene potenciado porque las expectativas que levantó aquella revolución eclesial llamada Concilio Vaticano II fueron enormes, casi tan enormes como las reacciones en contra, y creo que eso es lo que teme Francisco.

      A fin de cuentas, Francisco es jesuita y como buen jesuita está habituado a las “jesuitadas”.

      Si analizamos con detalle y sin pasión el pontificado de Francisco, éste ha cambiado muy poco, más bien no ha cambiado nada… o eso parece.

      Porque lo que ha hecho es “cambiar el paso” y eso es lo primero que hay que hacer cuando queremos cambiar de dirección.

      ¿Por qué, ha cambiado el paso?

      En primer lugar porque ha comenzado un pontificado de gestos más que de dogmas.

      El primer gesto fue irse a vivir a Santa Marta, el segundo el “¿Quién soy yo para juzgar?” cuando el inefable Marco Tossatti le preguntó por su opinión sobre si un gay (O, por ejemplo, un presidente de USA que no ha impedido la ley del aborto, ya me entendéis) podría comulgar o no.

      Otro gesto importante es su política de nombramientos. Francisco no ha entrado en San Pedro como un Miura en una cristalería. Su política habitual es dejar hacer  y cuando el jerarca de turno no sigue lo esperado simplemente no lo renueva, y si éste se revela o protesta, le contesta con el silencio más absoluto y la más completa irrelevancia.

      Es lo que ha hecho con Sarah, Müller, Burke, Viganó, Woeckl, Pell, Ganswein, etc… Permite incluso que algunos de ellos discrepen abiertamente, como es el caso de Schneider o Müller y deja que sean ellos quienes ponen la “crispación”. Es consciente de que, realmente, no están peleando por el bien de la Iglesia (A esta gente, la Iglesia le importa un pimiento) sino a sus propios intereses.

      De todos ellos, sólo a Sarah se le supone la suficiente “piedad” para no tener un interés espurio detrás. pero a todos los demás se le conocen los intereses. Y a eso se suma el hecho de haber tenido que convivir con un papa emérito que, si bien se ha comportado correctamente, ha sido utilizado por la oposición a Francisco de forma descarada y desleal.

      Todo esto suena a pretexto, a excusa de mal pagador; pero es la pura realidad y es que un Papa no siempre puede hacer todo lo que quiere hacer… en caso de que quiera hacerlo que Francisco también tendrá sus propias servidumbres doctrinales.

      Ahora que no está Benedicto, las cosas han tomado una velocidad mayor. Todavía lenta pero mayor.

      En el Sínodo, al menos se han atrevido a dialogar sobre ciertos temas y, a pesar de la enorme oposición se ha hecho admitiendo a algunas personas no clérigas (Incluso mujeres ¡Wao!). Es un paso pequeño pero es un paso. Los documentos que han trascendido no son especialmente revolucionarios pero, en primer lugar es que el documento definitivo, el que redactará Francisco, aún no salió. Recordemos que en el Sínodo anterior, el documento papal no se pareció a lo que se esperaba de los documentos del Sínodo.

      Y en segundo lugar, es que pienso que Francisco no está buscando una revolución.

      Es perfectamente consciente de las resistencias que tiene:

      – Un episcopado USA, abiertamente en contra de su pontificado (Y USA es el primer contribuyente a la Santa Sede)

      – Un episcopado alemán, que va mucho más deprisa en sus avances que el resto de la Iglesia mundial, pero que es muy minoritario.

      – Unos grupos neo conservadores que están peleando abiertamente por mantener una Iglesia apegada al poder y llena de privilegios.

      – Un escándalo por los casos de pederastia que no fue ni atajado, ni siquiera afrontado de frente y por derecho por sus antecesores y que amenaza con arruinar a las arcas vaticanas.

      – Una crisis de fe en muchos cristianos, que no saben por donde ir y que amenaza con dejar a la Iglesia católica en una irrelevancia cada vez mayor.

      – Un mundo donde los extremismos religiosos (Musulmanes, cristianos, induistas, etc…) se convierten en puntas de discordia en vez de en lazos de unión.

      Y esto solo en la Iglesia que si miramos el Mundo, no estamos para tirar cohetes (No es la metáfora más acertada con tanta guerra)

      En fin que creo que Francisco, hace lo que puede que es poco pero que lo va haciendo y que en los últimos meses ha tomado determinaciones más radicales pero eso coincide con sus crisis físicas (Es ya bastante mayor) y con el aumento de la oposición.

      ¿Qué significa esto? Pues que a mi me gustaría que Francisco reformara más y más deprisa, pero que lo que está haciendo, que es abrir las ventanas y las puertas para que pase el que quiera y entre aire fresco, no malo y es lo primero que hay que hacer.

      Y ya sabemos lo que pasa cuando ventilamos una habitación cerrada… que suele entra aire frío más que fresco.