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Claves para que la Iglesia salga renovada del incendio que la abrasa

Religión Digital

Sobre el reciente (2022) libro de Andrea Riccardi ya se habló en Atrio el año pasado en ATRIO a partir de la presentación que hizo del Libro Bedoya en El País. Después algunas personas me han señalado lo interesante que es la recensión que del libro hace Juan José Tamayo en Religión Digital. Con expresa autorizaión del autor ofrecemos aquí esa reseña para poder comentarla en ATRIO. AD. 

Tomando como referencia el incendio de la catedral de Notre Dame de París la noche del 15 al 16 de abril de 2019, símbolo del catolicismo europeo, el historiador italiano y fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, Andrea Riccardi, ha publicado el libro La Iglesia arde. La crisis del cristianismo hoy: entre la agonía y el resurgimiento (Arpa, Barcelona, 2022), donde se pregunta por la crisis de la Iglesia católica, más aún, por el peligro de su desaparición no solo en Francia, “la hija mayor de la Iglesia”, sino en Europa y en el mundo entero. Se trata de un problema que afecta o debe afectar a las personas católicas, pero que preocupa también a personas e instituciones laicas interesadas por el patrimonio humano y cultural del cristianismo y cuya posible desaparición interpretan como una pérdida de humanidad para todos, independientemente de sus creencias o increencias religiosas. 

Momento del colapso de la aguja de Notre Dame

Notre Dame en llamas evoca la actual crisis profunda del cristianismo, pero, mirándolo bien, cree Riccardi, evoca también una crisis de la sociedad entera. Aprecia influencias mutuas entre el declive de la Iglesia y el de Europa, entre la fragilidad política de Europa y la fragilidad religiosa de la Iglesia. Es un fenómeno que contrasta con la recuperación de Santa Sofía para el culto islámico por decisión del presidente Tayyipp Erdogan en un proceso de reislamización de Turquía que ciertamente no es un fenómeno a imitar en el cristianismo.

Riccardi constata en Francia un avance del tradicionalismo católico frente al retroceso del catolicismo institucional y del cristianismo de base. En 2018 dos terceras partes de las diócesis francesas no tenían seminaristas, mientras que en la Iglesia tradicionalista de Marcel Lefebvre hubo un crecimiento hasta representar el 20% de las vocaciones sacerdotales. A esto cabe añadir que el progresismo católico, muy activo en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, ha perdido protagonismo eclesial en las décadas posteriores y ha tenido un bajo índice de transmisión a la generación posterior, hasta sufrir una pérdida casi total entre la juventud. Se habla con razón del ateísmo juvenil.

 

Irrelevancia del mensaje cristiano

El teólogo alemán Jürgen Moltmann ya había advertido en la década de los 70 del siglo pasado sobre la crisis de relevancia del cristianismo que explicaba por la ceguera de este ante el mundo real, ceguera que tornaba a la iglesia cristiana y a la teología “cada vez más anticuadas” (p. 239), sin hacer pie en la historia, ni tener incidencia en ella y, por ello, fuera de la vida de las personas. También el teólogo y filósofo de la religión Paul Tillich se refirió por las mismas fechas a la irrelevancia del mensaje cristiano para la humanidad de hoy.

¿Significa esta crisis el final del catolicismo? No lo cree así Riccardi, que ve la realidad con perspectiva histórica crítica, pero con esperanza, ciertamente no ingenua y crédula, sino fundada. La crisis, asevera, es un estado normal para la Iglesia, cuyo destino no es triunfar, y menos aún controlar la sociedad (p. 249). Es una constante en la historia del cristianismo, desde sus orígenes. A este respecto el historiador italiano deconstruye las construcciones míticas de la “edad de oro” de la cristiandad, que suelen situarse en el pasado. La crisis constituye, más bien, una oportunidad para un renacimiento, para abrirse a un futuro creativo, alternativo a la cómoda instalación en el presente y a la estéril añoranza del pasado.

Para salir de la “cultura del declive” en que se encuentra el cristianismo, cree necesario “deshelar” las instituciones de la Iglesia, “dejar de lado la visión cupular y optar por una dimensión comunitaria”, plasmada en “un nuevo protagonismo de la mujer, no porque sea útil, sino porque construye con su ingenio, junto con los hombres, una realidad más amplia y acogedora” reconociendo “el acontecimiento espiritual” de la revolución feminista, renunciar a una Iglesia autorreferencial, fomentar la extroversión de la comunidad, salir a las periferias existenciales, hacer fermentar las iniciativas comunitarias y pasar de un cristianismo de masas a comunidades evangélicas, auténticas y extrovertidas, y entender la Iglesia como una minoría creativa, no selectiva, como la levadura en la masa de la afirmación evangélica.

 

Libertad creativa

Ante la disminución constante de la participación social y civil, que caracteriza hoy a la ciudadanía, y en el desierto de soledad en que se han convertido muchas periferias sin lazos de empatía, la Iglesia, con todos sus límites, puede favorecer la libertad creativa dentro del pluriverso actual, fomentar nuevos ministerios que practiquen la com-pasión con los pueblos, los colectivos humanos y las clases sociales más vulnerables, y la hospitalidad con personas migrantes, refugiadas y desplazadas. Son precisamente estas personas quienes enriquecen las comunidades cristianas, al tornarlas más plurales cultural, social y religiosamente. Es a estos colectivos y personas a quienes hay que incorporar a nuestras comunidades cristianas .

Para superar el declive, Riccardi toma como referencia al papa Francisco, cuya base es el Evangelio leído en clave franciscana y cuyo centro son las personas y los colectivos empobrecidos hasta conformar la Iglesia de los pobres, provocando así una verdadera revolución en el discurso y la práctica cristianos: los pobres como lugar teológico y existencial. En el nuevo paradigma de la Iglesia de los pobres deben entrar los colectivos históricamente excluidos y asumir el protagonismo que les corresponde, entre ellos, las mujeres y los LGTBI, conformando una comunidad plural que acoge la diversidad sexual y de género.

Coincide asimismo con Francisco en que un cristianismo evangélico no pierde su identidad fomentando la cultura del diálogo como estilo de vida y método para la resolución pacífica de los conflictos y estableciendo alianzas entre mundos, tradiciones culturales, espiritualidades, religiones y sujetos diferentes, sino que la enriquece. Como afirma Raimon Panikkar, “sin diálogo el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan”.

6 comentarios

  • Ah, muy agradecido a Carmen por haber visto el programa “70 años del Concordato” en el que tuve el privilegio de participar y valorarlo tan generosamente. Técnicamente me pareció excelente. En contenidos, muy certeros comentarios. Sentí que la CEE rechazara participar. Se le brindó la oportunidad de ofrecer su opinión sobre aquel concordato que legitimó el nacionalcatolicismo y sobre los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, preconstitucionales y anticonstitucionales, como dije en el programa, que, en plena democracia, siguen manteniendo buena parte de los privilegios de la dictadura. Prueba de que o no se ha producido en España la transición religiosa o va muy retrasada. 

  • Juan José Tamayo

    Muchas gracias por los comentarios a mis reflexiones sobre el libro de Riccardi, que enriquecen el libro y mis reflexiones. Me viene a la memoria la afirmación creo que del padre de la iglesia Gregorio Nacianceno: “La Biblia crece con sus lectores”, y yo añado: con sus comentaristas. La aplico a esta ocasión. De mi artículo quiero destacar el último párrafo en defensa de la cultura del diálogo, uno de mis empeños desde hace décadas (Cf. “Fundamentalismos y diálogo entre religiones, Trotta, 2009, 2ª ed.; “El siglo XXI ante el diálogo interreligioso”, editado por Antonio Duato en 2012, creo, cito de memoria, no lo tengo a mano), como alternativa a la incultura del anatema, tan frecuente en la historia del cristianismo: “Coincide asimismo con Francisco en que un cristianismo evangélico no pierde su identidad fomentando la cultura del diálogo como estilo de vida y método para la resolución pacífica de los conflictos y estableciendo alianzas entre mundos, tradiciones culturales, espiritualidades, religiones y sujetos diferentes, sino que la enriquece. Como afirma Raimon Panikkar, “sin diálogo el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan”.Un abrazo y feliz día de San Juan Bautista, profeta Antisistema e Indignado. Son, creo los dos calificativos que mejor le definen.

  • ELOY

    Destaco la siguiente cita que ofrece J.J. Tamayo, de Riccardi:: : ” La crisis, asevera, es un estado normal para la Iglesia, cuyo destino no es triunfar, y menos aún controlar la sociedad (p. 249).”La crisis es, en cierto modo, una forma de estar en la realidad interaccionando con ella. Y por consiguiente un posible elemento de transformación y mejora. La finalidad de triunfar parece hacer relación a un objetivo superior, que por la naturaleza cambiante de la realidad y por al carácter “definitivo” o “absoluto” de lo que significa el triunfo, es en realidad inalcanzable, amén de no ser un objetivo que puede desprenderse del espíritu evangélico, que por el contrario nos dice , que en resultado definitivo, los últimos serán los primeros. Y desde luego que “el bien” triunfe no está en la experiencia histórica.  El fracaso de un Jesús muerto en la Cruz, nos orienta igualmente a desconfiar del triunfo como objetivo a establecer. Sobre “el control” de la sociedad podríamos hacer similares reflexiones. Por otra parte ,tal como indica Antonio Duato en la presentación de este artículo, es interesante recordar el articulo que en ATRIO publicó Carlos Barberá en marzo de 2022.   

  • carmen

    Hola señor Tamayo.Gran programa en el que usted participó en la sexta sobre la firma del concordato hace 70 años. Lo estoy viendo y le he visto y , pues me apetece saludarle.Que le vaya bien.Perdón por el WhatsApp.

  • Julián Díaz Lucio

    Pongo la visión del libro que realicé hace un año por si interesa:

    LA IGLESIA ARDE<.Por Andrea Ricardi. La crisis del cristianismo hoy: entre la agonía y el resurgimientoEdit. Arpa 2022<

    Termino de leer este libro, y allá va mi comentario y opinión:La Iglesia arde. Es una imagen muy significativa en estos momentos (21/7/2022) en que gran parte de la península está en llamas, y que mucha parte del territorio va a quedar abrasado y sin vida por mucho tiempo. Es el panorama que dibuja Ricardi, fundador de la Comunidad de Sant Egidio, sobre la Iglesia europea.Visión de la realidad: Cita como ejemplo paradigmático el incendio de Notre Dame de París. “La suerte de Notre Dame prácticamente materializa bruscamente lo que le ocurre al catolicismo en Francia, en varias partes de Europa y en el mundo entero”.(pag 13) Hoy podríamos citar también como ejemplo el fuego abrasador que está quemando la península y parte de Europa. Existe una gran crisis en el catolicismo europeo. El número de católicos practicantes disminuye rápidamente tanto en las ciudades como en el mundo rural. El tema es la crisis e irrelevancia de la Iglesia.El entusiasmo del Vaticano II se ha ido desmoronando en los últimos 50 años hasta desembocar en la actual crisis en buena parte de Europa. Las estadísticas constatan  la descristianización progresiva de Europa en general, y de España en particular. No me detengo en citarlas y analizarlas por no hacer largo esta valoración.  El número de sacerdotes sigue imparablemente hacia la baja, y con edades que superan la media de 65 años en muchas diócesis. Idem de los seminaristas: en mi diócesis de Coria-Cáceres solo hay tres seminaristas mayores, todos ellos extranjeros.Es verdad que siguen existiendo las grandes manifestaciones religiosas, como las procesiones de Semana Santa, declaradas de interés internacional en Cáceres, las ampulosas manifestaciones religiosas de los patronos y patronas en ciudades y pueblos. A mi pobre parecer, son manifestaciones con un sustrato real y sincero religioso, pero que no indican una fe cristiana madura y consecuente tanto para la vida sacramental como para el compromiso social y de transformación de la sociedad. Las Eucaristías, por ejemplo, son cada vez más minoritarias en las parroquias. Es verdad que en la sociedad actual (me fijo en la que vivo) existe como un humus religioso, o pathos de Dios como lo califica Ricardi, pero no un seguimiento de Jesús de Nazaret. Se queda mucho en acontecimientos de fastuosidad y apariencias, pero aparentemente sin vivencia interior de fe y seguimiento a Jesucristo y compromiso en la vida real.Mi valoración personal: Andrea Ricardi se muestra como un cristiano convencido, que siente todos los problemas de la Iglesia, a la que ha estudiado concienzudamente, y de la que se siente unido vitalmente en la fe cristiana. Le preocupa el presente y, sobre todo el futuro de la misma. Es de admirar igualmente el compromiso por la paz y la justicia a nivel internacional de su organización Comunidad de Sant ‘Egidio.Pero al analizar el declive de la Iglesia, me parece que no ahonda en los fallos habidos en la cúpula de la dirección de la misma. Por ejemplo, al ver el desplome en la Iglesia holandesa, el rasgo causante lo ve en el abandono de los fieles, pero no cita que desde Roma se impuso una jerarquía ultraconservadora, ante la cual muchos miembros activos de esa Iglesia se sintieron frustrados y abandonados, y se dieron de baja de la misma.Otro aspecto: ni siquiera cita la “persecución”, por llamarlo de alguna manera, que sufrieron los muchos teólogos que intentaban honestamente actualizar el dogma y la moral a los tiempos y cultura actuales. No se les escuchó ni hubo auténtico diálogo. Esto tuvo lugar en el reinado de los dos papas  anteriores. Si ahora hay pocas cabezas pensantes y proféticas, que hasta se hace difícil encontrar personas potables para ser obispos, se debe, a mi pobre parecer, a que las directrices romanas para el clero y los seminarios, demasiado marcadas por la ortodoxia, potenciaron durante 35 años un pensamiento teológico y pastoral conservador, sin conectar con la cultura y la realidad social. Esto que afirmo, no elimina en absoluto  la influencia negativa y determinante que tiene la vanidad y banalidad que tiene la sociedad actual, alérgica a toda reflexión profunda de la vida, no solo en el aspecto religioso.Es muy laudatorio con los dos papas anteriores, especialmente con Juan Pablo II, pro sin tocar los lados oscuros de su pontificado como los que señala Giancarlo Zizola en LA OTRA CARA DE WOJTYLA .A la hora de buscar caminos de futuro, se queda en fomentar actitudes necesarias de fe, esperanza y comprensión de lo que es y significa la Iglesia, todas necesarias, pero sin ahondar en líneas más concretas en el caminar hoy del cristianismo. Me parece que cita de pasada la sinodalidad, pero como algo que dice Francisco, pero sin ahondar en el contenido y repercusiones que conlleva el proceso sinodal.Mi visión actual: La pastoral general que se ha fomentado y fomenta en la mayor parte de los pueblos y parroquias, es sobre todo la cultual: el que la gente vaya a misa y frecuente los sacramentos. Se cree que con ello se asegura el cristianismo del futuro. Se está fomentando una pastoral que unos curas franceses llamaban de “cuidados paliativos”: saber que el cristianismo se va a acabar, y se le cuida como a un enfermo agonizante, sin esperanza de futuro y sin crear nada nuevo.Cómo caminar pastoralmente hoy: Ante todo, diré que no tengo en la manga la solución milagrosa de esta encrucijada eclesial. Pobre de mí. Solo intuyo algunos aspectos limitados, (todo es limitado y  contingente) para caminar pastoralmente. “Caminante no hay camino, se hace camino el andar”, que diría el poeta.Yo diría que es bueno valorar ese humus religioso, del que he hablado antes. Pero a la vez ayudar, a quien sea capaz, de profundizar en el significado y contenido de esas manifestaciones religiosas, desmitificándolas, desidolatrizándolas, para acercarnos a la esencia y el contenido de esas expresiones religiosas.Diría también que hay que renunciar a un cristianismo masivo, de desear que todo el pueblo sea cristiano fervoroso y practicante. La Iglesia evangélica, ya lo dijo hace muchos años Ratzinger, no va a ser masiva, sino de pequeños grupos o comunidades. Será más pequeña, pero más auténtica.Como norma general o actitud constante, diría que no es cuestión de realizar acontecimientos o eventos cristianos, sino de ir iniciando procesos con personas concretas para que un día puedan experimentar la fe en el Dios de Jesús de Nazaret y lo vivan en la vida real en unión con otros cristianos.El ideal es llegar a que las personas vivan una fe cristiana tal como la expresaba Fernando Urbina, y que yo recogí en su trato con él: La fe cristiana no era para él simplemente afirmar dogmas, sino aceptar en el corazón al Dios de Jesucristo. Al hablar de la fe, decía que tenía que ser personal, iluminada y comprometida. Personal, en cuanto que tenía que ser una experiencia personal, íntima de cada persona; iluminada, es decir, que tenía que iluminar, dar luz, a todos los aspectos de la vida; y comprometida, porque la fe se tiene que traducir en compromisos concretos en la vida. La razón es porque “una espiritualidad que no se encarna en el espesor de lo real y no lo asume es incapaz de evangelizar”.
    En otro lugar he señalado algunas posibles líneas de acción pastoral: EL POSIBLE CAMINO HACIA LA FE ADULTA.
    A él me remito, pero también convencido de que los caminos de cada persona son personales y únicos.
    Julián Díaz Lucio
    Cadalso, julio 2022

  • ana rodrigo

     La Iglesia Católica ha quemado ya mucho de la influencia social que ha tenido a lo largo de la historia, y, en el momento actual, quienes la sustentan la como Institución son el sector conservador clerical y no clerical. Y cuando  este sector haya desaparecido por ley natural, (la mayor parte son gente mayor), la juventud ya se habrá alejado demasiado como para que les vuelva a interesar.  Yo veo tres cuestiones a tener en cuenta: la teología, los ritos y la moral eclesiástica. Dos: El laicismo tan extendido en las sociedades occidentales y otras. Y tres: la inmersión en la sociedad a través de la empatía, la compasión, la inclusión general de todos los colectivos y la preocupación por todas las actividades humanas y humanitarias por los más vulnerables.   La inmersión humanitaria en la sociedad, además de ciertas instituciones eclesiásticas y otros colectivos (parroquias, cofradías etc,), ya la están haciendo los centenares de ongs a nivel mundial de forma heroica.        Respecto al laicismo, no tiene marcha atrás y, además, quien esté convencid@ del mismo, ya no quiere saber nada de la Iglesia católica, ni de otras religiones.  Quizá el problema sea más profundo, es decir, ¿qué ofrece la Iglesia a nivel individual y colectivo? ¿La teología tradicional, con unas afirmaciones dogmáticas que no convencen a este tipo de sociedad? Las personas quieren seguridades respecto a qué, quién y cómo es Dios, sobre la muerte y después de la  muerte; y sabemos que el Dios y la teología tradicional convence y da seguridad. En cambio, los nuevos paradigmas que se apuntan últimamente, convencen a una exigua minoría sin trascendencia social. No tengo la bola de cristal para ver el futuro, pero a corto plazo, a nivel de prestigio internacional, creo que Papas como Francisco, se lo está dando, pero a nivel de espiritualidad teológica, no veo el futuro con optimismo.   Sí tienen un buen presente y buenos augurios otras “religiones” como los evangélicos, o los testigos de Jehová, con creencias muy seguras y comunidades muy interactivas. Y con esto tragan la violación de algunos derechos humanos que no puedo especificar por falta de conocimiento, aunque algo sé.