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La primera república: 150 años (1/2)

Pese a que es légico que esta semana se dedique s otros temas religiosos o político, más relcionados con las figuras de Francisco y Yolanda Díaz, este artículo sobre el 150 aniversario de la Primera República puede contribuir a contrarrestar el poco conocimiento que de ella se tiene, y a poner de manifiesto que su fraacso no se debe a la propia República, como forma de gobierno, sino a los errores o incapacidad de los que ocuparon puestos de poder, al radicalismo de parte de los republicanos que actuaron “doctrinariamente”, sin tener en cuenta la realidad y a la oposición ´monárquica y otras múltiples causas, que sería prolijo comentar ahora. EI.

 I

El pasado 11 de febrero se han cumplido 150 años de la proclamación de la Primera República española. Para algunas personas – quizá muchas – significará poco o nada; otras se limitarán a esbozar una sonrisa irónica o despectiva recordando alguna anécdota parlamentaria de la época o la huida del presidente Estanislao Figueras a Francia, o, quizá, alguna curiosidad o aspecto del cantonalismo de Murcia y Cartagena, que incluso pudiera ampararse en un viva Cartagena”, con el significado de acción que encubre mediocridad y, por ende inútil, y vacua.

Hace 10 años el 7 de abril de 2013, publicaba yo un artículo en ATRIO bajo el título “¿Monarquía o república?” y hacía en él referencia a los 140 años de la instauración de Primera República que ese año se cumplían. Han pasado diez años y la memoria de la Primera República me parece que sigue sin ser suficientemente reivindicada y conocida para valorar sus aciertos y aprender de sus errores.

Pero más allá de esas consideraciones no cabe olvidar que la proclamación y vida, aunque breve, de la Primera República fue una experiencia singular, original, fruto del devenir histórico de la sociedad española, que marcó la experiencia vital de muchos españoles y que pervivió calladamente en el periodo entre Repúblicas (1874- 1931) hasta eclosionar en las elecciones municipales de 1931 abriendo las puertas a una nueva experiencia republicana que terminó con el golpe militar y el inicio de la guerra civil (1936- 1939); sin que ello quiera decir que hubo una continuidad mimética entre un y otra República.

La posible indiferencia con que los lectores puedan acoger este tema no puede arredrarnos de abordarlo; al contrario, hemos de hacerlo con rigor, con entusiasmo y con esperanza de poner al descubierto algunos temas e ideas fundamentales que en aquella coyuntura de 1873 se manifestaron, tales como el surgir del singular papel del pueblo, la conciencia de ciudadanía, la experiencia democrática, las rupturas políticas y sociales que propició, entre ellas la descentralización del Estado. .

También habrá que aprender de sus errores y con este bagaje hacer los planteamientos que procedan en perspectiva del futuro.

 

 II

Ha de tenerse en cuenta que una cosa es la realidad de los hechos y circunstancias de la Primera República española y otra distinta es la percepción que han tenido no solamente las generaciones posteriores sino incluso también los que la habían vivido.

Y que una cosa era la forma democrática de gobierno republicano y otra los defecto o virtudes, según el caso, de los que fueron actores en ella, estando o no, al frente de la misma: desde los distintos gobiernos, desde el Congreso de diputados o desde la oposición al Gobierno y/o a la República, en sus distintas variantes, monárquicas o no.

Un aspecto geográfico de dicha distinta vivencia la señalaba el historiador José María Jover Zamora diciendo:

<< La España septentrional, desde Galicia hasta Cataluña y la montaña valenciana, vivirán los días de la Primera República pendientes de las vicisitudes del carlismo y de la guerra civil. La España meridional y levantina en cambio la vivirá pendientes de la revuelta cantonal y de los esporádicos furores campesinos; motivos, para unos, de temor por la seguridad de sus intereses y la estabilidad de sus “mores” y para otros de esperanza en un mañana menos duro.>>

 

 III

El citado catedrático de universidad, Jover Zamora, analizó la diversidad de perspectivas que la bibliografía fue poniendo de manifiesto sobre la Primera República y destacó las rupturas derivadas de su proclamación el 11 de febrero de 1873 en relación a la situación anterior a su instauración, en su libro “Realidad y Mito de la Primera República”. (NOTA 1)

Destaca Jover Zamora siete planos de ruptura respecto a la situación anterior producidos por la República de 1873: tres referidos a la forma de Estado y cuatro de carácter social.

Las rupturas de Estado serian:

  • 1) El cambio de la forma política (de monarquía a república);
  • 2) la transformación del Estado confesional por un Estado neutro;
  • 3) el cambio de un Estado centralizado por uno descentralizado.

Las rupturas sociales serian:

  • 1) La interrupción de la habitual presencia (desde los años cuarenta) de los militares en las cumbres del poder político;
  • 2) Frente al “orden” surgido de la revolución burguesa, se pondría en primer plano el valor utópico que caracterizaba la nueva situación política;
  • 3) Se manifiesta una nueva sensibilidad a los valores morales y éticos que ponen de manifiesto las bajas clases medias, impulsada por el krausismo de los intelectuales que se constituyen en referentes políticos del momento;
  • 4) Se plantea la revisión del sistema de propiedad, lo que se manifiesta en el ideario del programa social de los republicanos federales y en los movimientos campesinos de Extremadura y Andalucía y “al margen del régimen social establecido, en el colectivismo utópico de los internacionalistas”.

En cuanto a la diversidad de perspectivas bibliográficas de que será objeto la realidad de la República, hace el profesor Jover un recorrido que divide en cuatro etapas decenales, a través de puntuales referencias a obras y autores que van desde Castelar a Galdós.

 

IV

Una primera etapa del mito sobre la República la refiere Jover al miedo que estremeció a las clases propietarias meridionales a partir de la Gloriosa Revolución de septiembre de 1868, que se incrementó a través de los levantamientos republicanos de 1869, la proclamación de la República y la insurrección cantonal. En este punto cita a Emilio Castelar, Luis de Coloma e Ildefonso Antonio Bermejo, Manuel de la Revilla, Menéndez Pelayo y Pereda.

De modo que, dice Jover, << la decepción o la repulsa del “idealismo, la conciencia de “volver a la realidad”, era pues un sentimiento bastante generalizado por los años de la Restauración, sin que tal aceptación de la realidad comportara necesariamente entusiasmo por el nuevo régimen>>

Señala Jover que los rasgos característicos que refleja esta primera imagen, son reflejos deformados de diversos aspectos de la realidad, de modo que, por ejemplo, el “federalismo” se convierte en “separatismo”; la “neutralidad religiosa del Estado”, en “irreligión” y “ruptura de la unidad católica” (si bien pueden contribuir a ello determinadas medidas anticlericales, no específicas del año 1873); el “predominio del poder civil” se traduce como “crisis de autoridad”, en relación con el “desorden” existente en la España levantina y meridional. Y este “desorden”, señala Jover, “parecerá merecer más duros dicterios que la sangrienta guerra civil encendida en el Norte”.

También, dice Jover que “el aliento popular” de Sexenio y específicamente del año 1973, será manifestación de “desorden”, “anarquía”, “ineducación” y “tiranía de la plebe”.

Y << la “vinculación ética de actitudes y comportamientos políticos”, será presentada, bien como coartada de pequeñas ambiciones o resentimientos sociales (“intereses bastardos”: Pereda) bien como manifestaciones de un idealismo ajeno a la realidad y, por tanto, de eficacia negativa (Revilla) (…) En fin, la misma forma de Estado propia del 73, “la república”, ganará una nueva acepción en el lenguaje coloquial, como si la venerable palabra clásica fuera obligada a recoger y simbolizar el conjunto de contravalores acumulados sobre la frustrada experiencia del 73. (…) // >>

Y sigue diciendo Jover:

<< La reacción conservadora que da al traste con la República del 73 acuña, pues, una imagen de la misma que (…) me atrevería a decir que componen una especie de esquema aretalógico vuelto al revés: un sistema de contravirtudes, antiaretalógico, que podríamos decantar así: desorden, separatismo, irreligión, falta de autoridad, utopía (en su apuntada acepción vulgar), plebeyez, socialismo. (…) >>

 

 V

La segunda etapa de la elaboración mítica de la Primera República se corresponde aproximadamente con los años ochenta del siglo XIX. A la perspectiva negativa de la Republica que había dejado la década precedente, habría de añadirse, señala el profesor Jover, su fracaso real. Pareciera que la sentencia definitiva sobre la Primera República quedaba zanjada. Pero no fue así.

La atención prestada obsesivamente a las ideas y enfrentamientos ideológicos abre paso a un tiempo distinto, más prospectivo que retrospectivo y el protagonismo popular será el eje de esta segunda etapa. Dice Jover:

<< la cálida realidad social, las formas de vida y de pensamiento de las clases populares, la vida real que tiene su asiento en las ciudades, en los pueblos y en los campos de nuestra patria tienden a atraer la atención hasta entonces proyectada obsesivamente, en las minorías intelectuales del país, sobre las ideas y la lucha ideológica. (…) Una creciente atención hacia la Naturaleza, hacia la Ciencia, hacia el análisis de la realidad social, se advierte en el conjunto de la cultura europea, dentro y fuera del campo estricto de la literatura; en cuanto a España se refiere, recordemos que la fundación de la Comisión de Reformas Sociales data de 1883 y que su extraordinaria labor de “información oral y escrita” acerca de la situación y condiciones de trabajo de la clase obrera se desarrolla paralelamente a la eclosión de la gran novelística de Galdós, Pardo Bazán, “Clarín”, Pereda o Palacio Valdés.>>

Y en este contexto cita Jover Zamora la apreciación que de la obra “La Tribuna”, de Pardo Bazán, como manifestación de la tendencia naturalista, hace el profesor gallego Benito Varela Jácome (1919 – 12010) al tiempo que resalta el hecho de que Pardo Bazán quisiera situar su novela en el Sexenio y que tal novela, quizá sin saberlo la autora, sirviera para “infirmar”, minusvalorar, todo intento de abordar el 73 sin dar razón de su componente popular.

También considera significativo el profesor Jover << el hecho de que sea un personaje femenino – Amparo, trabajadora de la Fábrica de Tabacos – la que encarne y simbolice en la obra de Pardo Bazán el protagonismo popular del 73 (…) // Esta simbolización ginecomórfica de la Revolución estaba llamada a dejar honda huella en las ulteriores referencias literarias del 73 (…) // Solo que la simbolización no se atendrá en lo sucesivo al patrón retórico, romántico allí esbozado, sino al patrón intensamente realista y humano de la Fortunata galdosiana o de la Milagritos de Sender, símbolos logrados de los reflejos éticos y de la espontaneidad popular que alentaron el 73.>>

Insisto en lo dicho. El pueblo llano emerge en estos textos como agente de la historia y como parte inexcusable de este de este pueblo destacan los personajes femeninos.

Todo intento de abordar la historia del 73, es decir la historia de la Primera República sin dar razón de su componente popular, será incompleto y vano.

Concluía el profesor José María Jover Zamora la segunda etapa sobre la perspectiva bibliográfica en torno a la Primera República española, diciendo:

<< (…) con la novela recién mencionada de Emilia Pardo Bazán, la gran década liberal de los ochenta venía a dejar abierta otra vía de aproximación a la ocasión revolucionaria del 73. Una vía solo transitable a la sazón por la creación literaria, y que, saltando por encima de las ideologías enfrentadas en la década anterior – aunque siempre, obvio es decirlo, desde muy precisos horizontes ideológicos – intentará una aproximación y un entendimiento humano de sus protagonistas. >>

(Continuará)

NOTAS

NOTA 1 – Ver: José María Jover Zamora: “Realidad y Mito de la Primera República” (Colección Austral, Espasa-Calpe. Madrid 1991.

NOTA 2 – He destacado con negrito algunos de los textos citados por entender que ello facilita su lectura y comprensión.

 

 

5 comentarios

  • ELOY

    Muchas gracias Eduardo por tu comentario.  Es verdad lo que seals de que a las ideas , y a las palabras se las retuerce en su significado, entrando así en un campo demagógico confusión. Agradezco también las observaciones que me has hecho particularmente sobre algunos errores en la escritura de las fechas.

    En el apartado IV, donde dice: el aliento popular” de Sexenio y específicamente del año 1973,

    Debe decir: el aliento popular” de Sexenio y específicamente del año 1873,

    En el apartado V, donde dice : Benito Varela Jácome (1919 – 12010)

    Debe decirBenito Varela Jácome (1919 – 2010)

    Gracias otra vez Eduardo, ya sabes que aprecio siempre tus comentarios y advertencias.

  • eduardo garcia

    Suscribo la afirmación de  Eloy , de que la Primera República no ha sido suficientemente reivindicada,  para valorar sus aciertos y aprender de sus errores. Confieso que a través de sus colaboraciones   me he ido interesando poco a poco por el tema, que no había suscitado en mí hasta entonces una atención especial.

    Cada uno de los apartados sugiere buenas síntesis que le ayudan a uno a aterrizar en este vasto tema. Es muy interesante la distinción entre el discurrir  de los hechos y la percepción que tuvieron los que vivieron de cerca su acontecer. Un ejemplo: La vivencias que acompañaron a su aparición, por parte de la España septentrional y la España meridional.

    Una síntesis muy esclarecedora la ofrece el apartado III, donde se relacionan las rupturas estatales y sociales, hoy algo algo considerado como normal, pero profundamente innovador y rupturista en el momento en el que surgió.

    El apartado IV recoge el malestar que fue anidando en las clases propietarias meridionales, a partir de la Revolución Gloriosa, los levantamientos republicanos del 69 y la definitiva proclamación de la república. Todo ello con el apoyo intelectual de pensadores conservadores, como Menéndez Pelayo, Pereda, o Emilio Castelar.

    A las Ideas fuerza se las retuerce, se las deforma, no sé si con plena justificación. Así el federalismo se convierte en separatismo, la neutralidad religiosa en irreligiosidad, etc. Esta reacción conservadora , señala Jover, da al traste con la república del 73 ,con un esquema de contravalores: desorden, separatismo, falta de autoridad, plebeyez ( Gracias , Eloy, por pertrecharme de un vocablo no oído hasta este momento, como es la “aretología”) . Con todo lo que aquí se ha recogido, no es de extrañar que la Restauración surgiera sin haber cumplido dos años la utopía republicana.

    En el último apartado se recoge la segunda etapa de la elaboración mítica de la I República, con el viento fresco y renovador de novelistas rompedores, progresistas, como Galdós, Clarín, o Pardo Bazán. De la novela “La tribuna” que me impactó cuando la leí hace muchos años, con  técnicas heredadas del naturalismo de Zola- que sembraba controversia por cierto, entre escritores conservadores como Pereda- hay que reseñar lo actual que resulta que el protagonismo lo asuma una mujer. Hay pocos precedentes al respecto.

    Un abrazo, amigo Eloy.

  • ELOY

    Muchas gracias ana y Alberto por vuestro comentarios.

    Los dos hacéis mención a la Historia  que pienso que no sólo es “escuela de vida”, pues aprendemos de sus virtudes y errores, de sus logros y fracasos,  de las personas (relevantes o no) que la sustentan, de los tiempos, costumbres y lugares en los que se desarrolla.

    Sino que también viene a ser, en ocasiones como un reflejo de nosotros mismos, de nuestras características, porque querámoslo o no, la Historia  pasada, suele parecerse a la presente Historia de la misma forma que una hija o un hijo, puede parecerse a su padre y a su madre.

    Como integrados en un pueblo (el que sea) en un tiempo y en una cultura de origen milenario, llevamos con nosotros (como personas individuales y como pueblos) los “genes” de nuestro pasado, presentes en la  Historia de cada época.

    De modo que, conociéndola,  profundizamos en el conocimiento de nosotros mismos, vemos repetidos miméticamente los mismos gestos, virtudes y errores del pasado.

    Y vemos como el poder y la fuerza, la virtud y la maldad, la valentía y la cobardía, la ambición y la largueza campan hoy entre nosotros como han campado a lo largo de la historia.

    Por eso es importante conocerla para conocernos nosotros mismos, sabiendo que “pasaremos“, con esperanza o sin ella aunque (entiendo que es mejor con esperanza); con el conjunto de nuestra generación  y vendrá otras a las que , como los padres a las hijas e hijos, dejaremos, o no, nuestra impronta de verdad o de mentira, de solidaridad o de egoísmo, de miedo, o audacia, de amor o desamor, tanto como vamos dejando rastros genéticos reconocibles.

    Por eso he de confesar que cuando relato hechos del pasado, siempre tengo, aún no queriéndolo, una mirada puesta en el presente, observando, en ocasiones con asombro,  como se reproducen comportamientos e incluso emociones del pasado en el presente.

    Y creo que habéis expresado bien, ana y Alberto  con vuestros comentaros la coincidencia esencial con lo que estoy diciendo.

    Así, dice ana: “Y nos damos cuenta que éstas siguen siendo las ideas base en el momento actual”

    Y dice Alberto: “Al leer tu trabajo que delinea los trasfondos de la realidad española de esos años y los posteriores,  pienso que no pocos de ellos siguen presentes, muy cambiados en las formas, pero tanto en las formas y aherrojan las decisiones políticas del cambio.”

    Muchas gracias y un abrazo.

     

  • ana rodrigo

    Muy buen artículo, querido Eloy.

    El estudio de la historia, es en realidad, el estudio del devenir histórico de las sociedades. Como diría Isidoro, debemos de partir de las ideas base que sustentan o revolucionan las ideas político -sociales. Y éstas son, monarquía-república, religión o estado laico, ricos-burgueses, clase trabajadora-sindicatos. Estas ideas convulsionaron toda la historia del siglo XIX, en concreto, en España (y otros lugares del mundo) desde la Revolución Francesa y las ideas francesas o afrancesadas que entraron en España.

    Y nos damos cuenta que éstas siguen siendo las ideas base en el momento actual, algunas más larvadas (como la monarquía) que otras, pero ahí vemos cómo conviven la democracia y lo absurdo de la monarquía hereditaria. Las otras dos, la religión y el neoliberalismo, siguen intactos. De todo ello se derivan las izquierdas y las derechas políticas, con sus extremos correspondientes.

    Si a los jóvenes de hoy les parece que el franquismo es de la época roma, no nos debe de extrañar que casi nadie tenga conocimiento ni de la Primera y de la Segunda República y aún cambie el nombre de golpe de Estado, como hizo Tamames, nada menos en en plena moción de censura parlamentaria.

    Caminaremos con el venir y el devenir de la Historia, al ritmo que nos marcan las novedades de toda índole, como son las nuevas tecnologías, por ejemplo, junto a retrospectivas manipuladas y/o falsas de la historia de épocas recientes. Un Golpe de estado no es un juego entre buenos y malos, según convenga, es un hecho real, objetivo e ilegal. En eso andan los ultras ejerciendo, si se les vota, de salvapatrias.

    Es muy importante hablar de democracia y conocer la historia, pues a la vista está, que, lo visto en Finlandia ayer, los ultras están apretando

     

  • Alberto Revuelta Lucerga

    Buen día, Eloy. Al leer tu trabajo que delinea los trasfondos de la realidad española de esos años y los posteriores,  pienso que no pocos de ellos siguen presentes, muy cambiados en las formas, pero tanto en las formas y aherrojan las decisiones políticas del cambio. Basta oír a Bedondo hablar de izquierdismo radical o a la aparente y ectoplasmatica directora de Ciudadanos sobre el comunismo presente en Sumar o al Hércules Poirot de VOX, cuya portavoces mediática ocupa, para ver los lastres que arrastramos desde los Pazos de Ulloa y Peñas arriba hasta hoy festividad de Ana Obregón en su subrogada concepcion. Y, al hilo, contestó a tu pregunta en el comentario a mi columna del pasado domingo:  creo que sólo el análisis de la realidad española hoy, permite decidir qué puede, y desde donde puede, influirse en los cambios precisos. El ejemplo del médico jubilado que hizo conscientes a muchos de que los jubilados lo son, pero no por idiocia sobrevenida y los cambios que ha generado en favor de la mayoría de ellos en su relación con los bancos es un ejemplo. Los resortes disponibles deben ser utilizados, Eloy. E inventar otros.