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Ahogados en el tiempo. (Vanidad de vanidades)

De nuevo para este martes una reflexión muy profunda de Mariano. Vale la pena leerla despacio. No hay muchos términos filosóficos. Sí un tema que siempre ha motivado reflexión. Personalmente me ha recordado las horas que pasé con un gran amigo hablando del tiempo, poco tiempo antes de que muriera de repente. Lo evoqué en ATRIO en 2006: Un inmenso amor sin Dios. Si Alfredo Santo no se hubiera cruzado conmigo en el tiempo, yo no existiría este ATRIO. Leed, sin prejuicios ideológicos, esta reflexión de Mariano. AD.

Hubo un tiempo en el que no existía el tiempo. La ciencia actual nos dice que es inaccesible al análisis de la realidad incluso antes de llegar al pretendido tiempo cero, pero el hombre de ciencia sigue esforzándose en encontrar ese momento cero, momento primordial y que a buen seguro si llegase a encontrarlo tampoco se daría por satisfecho, no puede evitarlo, pues ya desde un principio, desde hace mucho tiempo, incluso desde antes que la ciencia fuese su nueva religión, ya se  hacía la pregunta de qué existía antes de que existiese algo, presiente que hay un tiempo anterior al origen de su tiempo. Esto le evidencia que en su psiquismo hay una necesidad de trascender lo que el tiempo de su realidad le muestra. Precisa experimentar ese tiempo que en cierto modo presume que es el verdadero, que le da la garantía de una vida más consistente que la del tiempo que conoce y experimenta ya que éste siempre es experiencia de pérdida en su transcurrir, en su existir, es un tiempo desgarrado en tres tiempos inconexos e inestables en el que la presencia de uno demanda la ausencia de los otros dos y como tal le deja insatisfecho, inseguro, a lo largo de toda su existencia.

Pero por qué este hombre siente esa necesidad de preguntarse por la existencia anterior a la suya, si la ciencia no da más de sí, qué camino le queda. Aquí se ve obligado a cambiar el foco de su mirada, a abandonar ese mundo al que denomina realidad física, el mundo de la demostración, de la tiranía de toda demostración que siempre determinará y encajonará su existir en un algoritmo, pues su deseo de ser libre estará atenazado en un determinismo que siempre le conduce al mismo sitio.

Este nuevo enfoque ya es un mirar dentro de su tiempo, es un mirar distinto al de la ciencia, pero ahora el objeto experimental, el objeto de dicha experiencia no es una cosa, es él mismo y puesto que no puede descomponerse en partes analizables, tiene que recurrir al hombre entero, pues es el hombre entero el que se hace la pregunta en cuestión. Por obligación no tiene más remedio que emplear el denominado método histórico, no tiene otro modo más que el de mirarse a sí mismo a lo largo de su historia, a lo largo de su tiempo.

El tiempo es la forma en que se conjuga la persona, pero ésta se percibe siempre y únicamente a través de una presencia, sin presencia no hay experiencia de vida. Sin presencia no hay “yo” que valga, no existo, me ponga como me ponga no existo; preciso, precisamos siempre de un semejante distinto al que experimentar, de un “tú” semejante al “yo”, con palabra como yo, pero distinto de mi para entonces poder decir “yo” al igual que él también pueda experimentarse y también pueda decirse “yo”. El núcleo primordial, el fundamento de su existir, consiste en una relación intrínseca con su “tú” semejante. Sin esa relación el yo no existe. Esa presencia en relación es condición necesaria de existencia, existencia en la que el tiempo es la expresión de esa dinámica relacional, sin ella desaparece el tiempo y por tanto el “yo”.

Esta presencia que es experiencia de vida, en su origen eclosiona en modo de tiempo presente. tiempo que solo es eso, presente, presencia, pues carece de pasado y por tanto de futuro, es un presente aún en estado de latencia, no es un presente inmóvil, tiene pulso, tiene vida, es un tiempo primordial que iniciará una nueva historia con un nuevo tiempo y toda historia tiene principio y fin, en caso contrario no hay historia, y esta historia ya desde su inicio es una tragedia, un drama, pues tiene fecha de caducidad y lo es porque el tiempo del “yo” diferenciado del Tiempo del “TÚ” primordial le ha dejado en forma subliminal su impronta en forma de deseo, la de un Tiempo Eternidad, un tiempo del que carece de palabra para objetivarlo y que por supuesto carece de los conceptos de principio y fin que son los que el nuevo tiempo limitan y limitaran su experiencia de vida, su historia. La primera manifestación de esta experiencia de vida lo será en forma de temor ante el drama que se le viene encima ya que desde su origen presiente su fin, su extinción, pero a la vez no puede reprimir su deseo inconsciente de infinitud. Es un temor aún inobjetable y que posteriormente aparecerá ya en forma de miedo en sus múltiples facetas y con sus múltiples patologías.

Esta forma de ubicar la esencia del tiempo en la misma esencia del ser persona, le confiere al tiempo un carácter ontológico y a la vez de misterio. Siempre que el hombre busca el principio de todo principio tropieza con el misterio, se desfonda. Por eso San Agustín ante la pregunta de qué es el tiempo se quedaba sin palabra, no lo podía definir, siendo esta la mejor forma de acercarse a dicha realidad. Sumergirse en el tiempo es sumergirse en sí mismo buscando esa presencia que le interpela, presencia que es palabra interpelante y que aguarda una respuesta también en forma de palabra. Aquí, precisamente aquí, en este punto, es donde el tiempo persona va a iniciarse. En este instante dejará de ser un tiempo presente en latencia, para inaugurar un tiempo que se abrirá al futuro desde un tiempo presente y un tiempo pasado no analizables en su estado primordial, pero sí presente en estado subliminal.  Mientras el “Yo” no responda no despegará de su presente latente. En la respuesta, el “Yo” se autoafirmará a través de su palabra inaugurando la propia percepción de sí a la vez que imprimirá a su tiempo de un sentido, sentido que le abrirá un horizonte, un camino por el que transitará a lo largo de su vida y al que llamará tiempo futuro, Aquí comienza la historia del Hombre y de todo hombre. Aquí comienza su tragedia, su drama, pues acaba de inaugurar un tiempo caduco, con fecha de caducidad.

En esta historia no hay nada abstracto, el sujeto de la historia es la realidad más concreta de todas las realidades, la Persona, el Hombre en la plenitud concreta de su ser, todas las demás áreas del saber acceden a aspectos, vertientes o perspectivas diversas y ninguna de ellas se ocupan del destino de éste, en definitiva, entre el hombre y lo histórico existe una relación tan profunda y misteriosa desde su fundamento primordial que es imposible separarlos, es por eso que cualquier eliminación del “sentido” inherente al proceso histórico, cualquier desconexión, des- relación con su tiempo pasado, hace imposible la percepción y comprensión de este mismo proceso en el que la persona se encuentra a sí misma. Fuera de la historia el Hombre se pierde, desaparece. La historia es un dinamismo que no tolera la discontinuidad.

El transhumanismo en todas sus modalidades es un claro ejemplo de esta radical separación del Hombre de su raíz primordial contenida en la Historia.

La Persona al ser en esencia realidad Relacional, impregna al tiempo de su propia esencia, con lo que toda persona con independencia de su propio tiempo, permanece ligada al tiempo de toda persona. No hay dos tiempos iguales como no hay dos personas iguales, cada persona tiene su tiempo, su posibilidad de ser, su modo de existir. El tiempo adquiere así una triple dimensión, la Personal, la Comunitaria o Social y la Histórica, pero en una relación íntima, inseparable, que abraza a todo hombre desde el primero hasta el último de la historia. El tiempo no abandona a nadie jamás, es la garantía de que la historia tiene un sentido y tiene un fin. Lo contrario es una historia de ficción, y así podemos afirmar que el hombre es fruto de una experiencia histórica y que por tanto su realidad más profunda yace en la interioridad misma de la realidad histórica y a su vez su destino se fragua dentro de esta historia. La historia de principio a fin, el tiempo en toda su integridad, acoge a toda persona en una historia única.

Solamente la concepción cristiana de la historia lleva la impronta de esta relación intrínseca del ser Persona en todo su transcurrir temporal de principio a fin, yendo incluso más allá, al ligar el tiempo de la historia con la Eternidad. Es más, la Eternidad toma cuerpo, presencia, dentro de nuestro tiempo mundano, inter-rumpiendo la historia de este tiempo caduco, se hace presencia y alimento, no solamente para que la pensemos y la tengamos presente en nuestro razonar sino también para que la saboreemos, pero ya se sabe, la Luz vino al mundo, pero el mundo no la reconoció. Toda filosofía sobre el destino del hombre que no se fundamente en este hecho histórico divagará desorientada en un tiempo sin rumbo y caduco.  Vanidad de vanidades.

La confusión de un tiempo infinito con la eternidad es la concepción más perversa que el hombre puede imaginar. Este es el hombre que construye su vida sobre los cadáveres de sus antepasados sin percatarse de su propia desintegración. Un tiempo sin fin solo conoce la derrota, no tiene salida al estar atrapado infinitamente al tiempo que quiere matar. Confunde la eternidad con la muerte del tiempo intentando constantemente alargarlo, si es posible hasta el infinito. El hombre no admite límites.

Este hombre vive en sí en una contradicción patológica, enfermiza, que se le manifestará a lo largo de su tiempo al vivirlo como una exterioridad y creerse que lo puede manejar como “cosa”, sin percatarse que es él quien se cosifica, lo que a su vez le lleva a cosificar a todos los demás congéneres, extendiendo la patología personal al ámbito comunitario, social e institucional y por tanto a la propia historia. Una psicosis personal que acaba generando una psico-sociopatía generalizada.

Es una patología que en el fondo esconde el cinismo de la mentira, pues a la vez que se desinteresa de todo progenitor, al cual priva de sus éxitos futuros, se dedica a construir leyes como la de la memoria histórica cuando realmente lo que ha hecho es cepillarse a la propia historia y de paso a la memoria, no le hace falta pues le traería malos recuerdos. Esta contradicción evidencia un cinismo y una hipocresía supinas, a la vez que muestra la imposibilidad de prescindir de su pasado histórico intentando reconfigurarlo para justificar la validez de su futuro. Este hombre intenta construir una historia nueva en la que sólo entrarán los que él permita y saldrán de ella los que él también quiera y todo ello legalmente. Su patología se extiende urbi et orbi.

Este Hombre encerrado en el tiempo es el mayor virus de la historia de la humanidad. Su “yo” ha matado a su “TÚ” primordial, lo ha negado desde su origen, ha matado al Tiempo Eternidad.  Solo se tiene a con su tiempo, con su tiempo infinito por voluntad propia, sin salida, se ha creado su propia eternidad, eternidad encerrada en sí mismo. Este tiempo le ha atrapado sin salida posible pues él se lo ha creado en modo de tiempo infinito. No es un tiempo liberador es un tiempo asfixiante bajo el nombre de progresista, progresando hacia un ahogamiento sin fin, él y su tiempo infinito en el que no cabe nada ni nadie más.

Por mucho que nos parezca que esto es propio del tiempo de hoy, no es así, pues no hay nada nuevo bajo el sol, lo que ha cambiado han sido los medios que posibilitan formas distintas de acometer un mismo fin, el de la exaltación del “Yo”, la novedad absoluta ya estaba en el principio, en el Hombre Primordial, en ese principio en el que este hombre tuvo que optar por decir “Yo” o por acoger al “Tú”, por poseer o por dejarse poseer, por dominar o por agradecer y que, al decidirse por lo primero, inauguró un nuevo tiempo, tiempo con el sello de caducidad en dos modos; caducidad de todo presente en forma de un pasado irrecuperable y caducidad de todo futuro en forma de deseo incumplible. Este hombre sufre la patología madre de todas las patologías, el EGOISMO, patología que como su nombre indica le llevará a ahogarse en sí mismo, el hombre que queriéndolo todo, se queda solo y con su tiempo infinito.

A pesar de todo, mientras este tiempo exista seguirá siendo fiel a su origen, un tiempo posibilidad, un tiempo oportunidad para volver al principio y recuperar su sentido y restaurar la salud perdida en todo tiempo, en toda persona, en toda la Historia.

Pero dentro de este tiempo caduco sigue existiendo un misterio. El misterio de la Relación con el TÚ primordial, verdadero y único Juez de la Historia, Juez que está en espera del informe final del fiscal de la Historia. La propia Historia y la propia Persona, del primero al último serán los propios fiscales representados por sus propios tiempos como testigos inseparables de sus existencias. Les hará y nos hará falta un Abogado defensor muy pero que muy competente en la materia.

16 comentarios

  • M. Luisa

    Mientras  elaboraba un pequeño borrador en torno al tiempo  como respuesta a la interpelación   que   Eloy me hiciera hace poco, irrumpió ayer  el comentario  que también  sobre el mismo tan oportunamente nos comenta Mariano, a quien ya de entrada  quiero agradecerle. En cuanto a su exposición me considero cercana, aunque hasta cierto punto.

     

    Podría convenir en que el tiempo es nuestro fiel e íntimo amigo que nos acompaña sin decir palabra desde que nacemos hasta que morimos. Sin embargo,    esta función reafirmante  que ejerce el tiempo en nosotros       es física y real, nos afecta  realmente  en lo que somos porque es precisamente   en él que nos vamos actualizando.  El tiempo es un transitar, es decir,   no es cosa alguna, no tiene sustantividad propia,  de ahí que no lo podamos objetivar, lo cual habrá de ser esta  transitoriedad la razón y no la repercusión  que para nosotros pudiera  tener el hecho de objetivarlo.  Al contrario  la transitoriedad misma del tiempo  en su estar pasando     es lo que necesariamente    hace tempóreo el ser de las cosas. No las cronifica, al contrario las conduce a lo que cada una de ellas  es de suyo por naturaleza.  Es decir, en este pasar extrae de las cosas lo más real de todas ellas, todo lo contrario de su  cosificación.

     

    Un cordial saludo a ambos!

     

  • mariano alvarez

    Respondo a Eloy, y de paso a todo el que quiera captar el sentido de mi reflexión sobre el tiempo:

    El tiempo es nuestro fiel e íntimo amigo que nos acompaña sin decir palabra desde que nacemos hasta que morimos. Nace en nosotros y muere en nosotros. Es nuestra garantía de existencia, hasta el punto de que nos reafirmamos continuamente celebrándolo onomásticamente. Esta intimidad tan íntima nos imposibilita objetivarlo porque al hacerlo nos objetivamos, nos hacemos cosa  y nadie quiere ser cosa. Nuestro tiempo es distinto al tiempo de las cosas. Las cosas no mueren y no precisan al tiempo. Somos las personas la que antropomorfizamos la realidad de las cosas dotándolas de tiempo en la medida en que nos acompañan en nuestro existir. El tiempo es privativo del ser que sabe que se le acaba. Del ser que experimenta la carencia de ser, a la que llama muerte.

    Tampoco es una mera subjetividad pues es realidad percibida por toda persona, realidad compartida, realidad que nos relaciona en nuestra praxis existencial, hasta el punto de que todos lo tomamos de referencia para organizar nuestro mundo, nuestra realidad. Él nos organiza nuestra forma de existir y paradójicamente sin pronunciar palabra. Más parece que él nos tiene a nosotros en vez de nosotros a él.

    ¿Quién da testimonio de quién?, ¿ Él de nosotros o nosotros de él?. Le pasa lo mismo que al espacio, pues la ausencia de uno de ellos también representa la ausencia de nosotros. El tiempo y el espacio fiscalizan nuestra existencia. Buscar su esencia va pareja a la nuestra, a nuestra existencia. Mirarlos es mirarnos.

    Sólo cuando nuestra mirada se busca, buscando al ser que se mira con una mirada diferente al que mira la realidad de las cosas, es cuando empieza a encontrar el verdadero sentido de su tiempo y su espacio, su ser.

    Todos tenemos el infinito en el hueco de nuestra mano.

    Piense.

     

     

  • Han transcurrido unos días desde que leí el texto. Al abrir de nuevo la página, me encuentro con gran riqueza de comentarios. Todas estas aportaciones siempre aprendo cosas nuevas. Tal vez viva envuelta en una ingenua esperanza pero en ella he centrado este post.
     
    Doy por hecho que todo aquello que pienso y define qué soy yo, está embebido del tiempo histórico al que pertenezco y de sus claves culturales. Tanto las palabras como mis creencias forman parte de ese mundo al que fui volcada, en el momento de ser alumbrada. Los primeros brazos que me envolvieron y dieron la bienvenida empezaron a orientar mi desarrollo neurológico para dar paso al cognitivo que crecería como la misma carne de que estaba creada. De ese marco me viene, creo que igual que a Álvarez, todas las preguntas. En la base de nuestra incompletitud está la necesidad que querer saber todo lo que nunca sabremos.
    Mariano Álvarez nos ofrece un nuevo texto reflexivo, muy personal, con un inicio casi poético: “Hubo un tiempo en el que no existía el tiempo”. Ese tiempo inexistente que no es un no-tiempo, no me es posible pensarlo; salvo que considere que el no-tiempo, en el devenir de los humanos, pudiera ubicarse en el espacio de la dormición o en el de una detención de la consciencia por efectos de alguna anestesia química. Pero el tiempo tal como lo experimentamos está marcando por un degaste de lo cotidiano. Lo consumimos muchas veces, lo consumamos en menos ocasiones de las deseadas. Pero lo experimentamos como algo que se nos escapa. Por eso, tal vez, tenemos la necesidad del otro, para no percibirnos perdidos y tener que escapar en soledad de estos anuncios de los que nos advierte el paso del tiempo. Pero la otredad tampoco nos descubre la totalidad de lo que buscamos. Es entonces, cuando algunos de nuestros próximos nos ofrecen algunas claves en las que poder reconocer que nuestro tiempo no es el tiempo del Creador y sólo trascendiendo lo que la propia persona percibe que es, puede hallar una respuesta que nunca será definitiva, porque descubierta su condición, la persona seguirá buscando.
    Eternidad y tiempo infinito efectivamente no son lo mismo. Mi impresión de lo eterno es que pertenece a lo inabarcable que es Dios y lo infinito me recuerda el trayecto que debía recorrer la tortuga para comerse el pedacito de lechuga: siempre recorrerá la mitad del trayecto, y mitad tras mitad, el espacio que nos mostrarán las mitades será el de un recorrido infinito. La tortuga nunca alcanzará el pedacito de lechuga. Lo infinito es lo imposible parece. Lo eterno está en la presencia de Dios en todas y cada una de las almas.
    En la reflexión de Álvarez se entrecruzan muchas flechas que apuntan hacia la búsqueda de elementos para nuestra comprensión. Tomo una frase que dice:
     
    …caducidad de todo presente en forma de un pasado irrecuperable y caducidad de todo futuro en forma de deseo incumplible. Este hombre sufre la patología madre de todas las patologías, el EGOISMO, patología que como su nombre indica le llevará a ahogarse en sí mismo, el hombre que queriéndolo todo, se queda solo y con su tiempo infinito.
     
    Su contenido dentro de la propuesta reflexiva sigue el hilo conductor de lo que piensa y va escribiendo, pero si esta percepción del tiempo pasado y futuro la apreciamos como tal, me pregunto si acaso no nos queda el presente para respirarlo y tratar de ser esa entidad a la que estamos llamadas todas las personas. Esa es la esperanza que se nos ofrece: crecer en humanidad mientras estamos aquí.
    Gracias Mariano Álvarez por su reflexión porque me lleva a indagar, en este caso, sobre mi propio tiempo histórico.

  • ELOY

    No sé hasta que punto será útil para el debate fijar un “punto de partida” e incluso un “horizonte de llagada” en relación a dilucidar acerca de la naturaleza y características de “el tiempo”.

    Por si fuera de interés adjunto enlace con un artículo publicado en EL PAÍS sobre el

    https://elpais.com/ciencia/2020-08-19/desde-cuando-existe-el-espacio-tiempo.html

    • M. Luisa

      Muchas gracias, Eloy, pero en el pensamiento de Mariano la referencia al tiempo no creo que esté en  hacer de él una cronometría  al más puro estilo   racionalista, sino más bien considerándolo  desde nuestro transitar mismo. Y el tiempo en este sentido es un fluir. Es el ahora que no puede ser solo eso que estuviera siendo, sino siendo “ otro” fluyendo…

      • ELOY

        Muchas gracias M. Luisa por tu oportuna aclaración.

        Sendo así como tu dices ¿se trata de una percepción subjetiva del tiempo ?

        O dicho de otra forma: ¿Se trata de una relación entre “yo” y mi percepción y comprensión del tiempo y sus efectos en mí?

        Pero aún siendo así, ¿ no resultará útil una pregunta previa sobre lo qué es “el tiempo” objetivamente hablando. Yo me pregunto si el tiempo es “una realidad” o “un ente de razón” que nos ayuda a medir y dar cuenta de nuestra transición, de nuestra evolución personal y de nuestra extinción.

        Pero no tengo “tesis” establecidas. Sólo preguntas.

        Muchas gracias M. Luisa.

  • mariano alvarez

    Respondo a M. Luisa: Me encantan tus comentarios ya que me evidencian mi parquedad expositiva y a la vez me estimula a mejorarla, pues la finalidad que persigo al escribir no es la de entenderme y soltar mis razones, es la de que se me entienda y así poder compartir las razones de quien me lee. También me encantan por la riqueza de los argumento que me expones, me ilustran, con independencia de que también pueda finalmente discrepar.

    En este caso que me expones se dan la mano los dos, es decir: No me he expresado adecuadamente y posiblemente tu comentario sobre la presencia como fundamento del tiempo no se ajusta a la presencia a la que me refiero y  que te ha llevado a apoyarte en Derrida, cosa que agradezco.

    La presencia a la que me refiero no es una presencia de las cosas existentes, materiales o inmateriales como objetos del pensamiento ya instalados en la realidad. Tampoco es la presencia del  “yo” que se dice “pienso luego  existo”. Es el tiempo de otra Presencia, previa a toda presencia y tiempo existente. Me refiero a la inefabilidad de dicha Presencia, fundamento de toda existencia y no perteneciente a la realidad existente.

    Recordarás que tiempo atrás en otro artículo mío dijiste no estar de acuerdo con la frase que cité de N. Berdiaev en aquel caso refiriéndome a la Libertad, en la que se afirmaba que ésta pertenece al ámbito de lo increado.

    Soy consciente que en este punto la razón hace aguas, la razón se queda sin aliento y sin nada , hasta sin palabra, y con ella el tiempo de la persona que se aferra al tiempo de las cosas o de su pensamiento ahogándose en su propio tiempo tal y como dice el título.

    Además con ese “algo” que mencionas que no es ausencia y que identificas como “realidad instante” , no como tiempo, pero sí como estar instalado (¿proto-presencia?) en una especie de proto-realidad lo que nos insta a profundizarla a través de las cosas albergadas en ella (la realidad).¿ Acaso no estás rizando el rizo dando como principio de presencia a un átomo de la propia realidad?

    En mi caso ante la inefabilidad de tal presencia previa a toda realidad, tengo que recurrir al un dialogo metafórico. Y me pregunto, ¿no estás tú también intentado lo mismo pero buscando una presencia ya ubicada en la realidad a la que has denominado “realidad instante”?

    Es un placer dialogar contigo. Me imagino que muchos no estarán de acuerdo ni contigo ni conmigo, o lo que es peor no nos entenderán. Así es la vida, o mejor dicho la palabra.

    Te reitero mi gratitud, pues entre los dos con suerte habremos aclarado para algunos un poco más la situación y a lo peor para otros todo lo contrario.

     

  • M. Luisa

    No quisiera con esta pequeña  reflexión  contribuir a un cierto desencanto sobre  lo expresado  ya  respecto al tiempo, tanto por parte de  Mariano  como  también por parte de los comentarios.

     

    Un punto de vista, creo, derivado de la filosofía de la “Presencia” muy propia de  Occidente e identificable con el llamado  logocentrismo cuyo deseo es el de acceder  de inmediato al significado, siendo por ello el que se   privilegie  la presencia sobre la ausencia. No obstante, J.Derrida  que  desde su deconstrucción apunta a esta metafísica, escribe en “Construcción y Pragmatismo”, Puede haber aquí y ahora sin presencia. Con semejante expresión   no cabe  contraponer  la noción de presencia a la de  ausencia, pues   aunque aquella  afirmación no goza de mucha claridad,   parece obvio que dice haber “algo”. Podría pensarse, por ejemplo,  que ese algo  está haciendo referencia  a la “realidad instante” sin que por ello dé pie a    pensar  en un “instante” cronológico, en un instante de tiempo, sino  más bien  de que por el hecho de estar ya en la realidad instalados nos insta a   profundizarla mediante las cosas todas del mundo  albergadas en ella.

     

    Entiendo que la  relación que se intenta describir entre la presencia y el “yo”  está enfocada solo a la concienciación  del tipo por ejemplo  “pienso luego existo”, es decir, se parte de un acto de conciencia no primordialmente de un fluir en el tiempo. Es quimérico  pensar el  tiempo como una totalidad presente cuando en realidad la temporalidad se encuentra  en las cosas. Son ellas las temporales y las  espaciosas,  si no, ¿cómo  entonces se iban  a profundizar?

     

    Muchas gracias Mariano, un placer!

     

  • mariano alvarez

    Respondo a Eloy: En mi artículo trato de reflexionar sobre el tiempo desde la realidad que se pregunta por la realidad que contiene al tiempo y no desde la realidad contenida por el tiempo, la persona. Sin ella la realidad no se preguntaría por nada, no le hace falta.

    En tu reflexión sobre el tiempo apoyándote en la lectura de J. Guitton, lo identificas como el lugar de las opciones, es decir lo transformas en espacio y el espacio siempre es posibilidad, que en la persona está modulada por su libertad, muy lejos de todo determinismo. De esta forma te aproximas mucho a lo que pretendo en mi reflexión. Recientemente he remitido a la redacción de Atrio otra profundizando más sobre esta cuestión. Si es publicada seguro que ampliará también tu forma de mirar al tiempo.

    Gracias por tus comentarios y recibe un cordial saludo.

  • mariano alvarez

    Respondo a Javiierpelaez: No eres personalista pero eres mucho más que eso eres persona y ahí es donde tu y yo nos encontramos. Saludos.

     

     

  • Javiierpelaez

    Te contesto aquí Mariano porque no me deja en responder.Ya entiendo lo que querías decir del egoísmo.Por lo demás ,aunque yo no soy personalista como tú,me resulta interesante lo que escribes. Saludos.

  • ELOY

    El diccionario de la Real Academia, en su vigésima primera edición,  dedica a la palabra “tiempo” página y media de texto; y además en ese texto remite a otras específicas acepciones de “tiempo”, como por ejemplo “unidad de tiempo” o “ecuación de tiempo”.

    Comienza el diccionario dando cuenta del concepto de tiempo: “duración de las cosas sujetas a mudanza”.
    Se sigue de esta definición que a las cosas – si existen – no sujetas a mudanza, no es aplicable el concepto de tiempo, es decir de existir resultarán ser eternas.

    Como la comprensión del tiempo siempre me causo curiosidad, tengo a la vista dos libros, adquiridos ya hace tiempo, que hacen referencia al tema: “Justificación del Tiempo” de Jean Guitton (Madrid 1967) y “¿Vida Eterna? De Hans Küng (Madrid 1983)
    Ambos libros los tengo subrayados con lápiz en diversos pasajes, lo cual no quiere decir que los haya comprendido en todos sus aspectos, ni mucho menos, aunque sí puedo decir que los he leído (a ratos, por partes, de forma apresurada e incompleta) con interés buscando respuestas a las dos ideas a las que remiten expresamente sus respectivos títulos: “el tiempo” y  “la eternidad”.

    PRIMERO. En unos párrafos (pág.192) tratando de responder a la pregunta que el mismo autor se había hecho poco antes (“¿qué significa vida eterna?”)  dice Küng:
    “Al morir, el hombre es liberado de las condiciones que le rodean y determinan. En la perspectiva del mundo, desde fuera, por así decirlo, la muerte significa una ausencia total de relación, la ruptura de todas las relaciones con los hombres y las cosas”
    Entiendo que ello quiere decir que el ser humano, al morir, se libera del “tiempo”. De modo que en la contraportada del citado libro de este autor podemos leer:
    “Creer en la vida eterna es estar seguro de que este mundo no es definitivo, que la situación no permanecerá así eternamente, ; que todo lo que existe – incluidas las instituciones religiosas y políticas – tienen carácter transitorio; que la división de razas y clases, pobres y ricos, dominadores y dominados es provisional; que el mundo, en fin está sometido a la transitoriedad y al cambio”
    Me atrevería a añadir: y sometido “al tiempo” que resume todas esas particularidades descritas de los que son “cosas sujetas a mudanza” , y que resultarán definitivamente perecederas y liberadas del “tiempo”.

    SEGUNDO- En cuanto al citado libro de Jean Guitton, no puedo presumir en absoluto de haber comprendido las múltiples facetas de su contenido. Pero destaco su significación del tiempo como “el lugar de las opciones” (Pág. 28). 
    “Si ahora llevamos nuestro análisis allí donde la voluntad se ejerce, diremos que el tiempo es el lugar de las opciones mientras que la eternidad es el de los destinos. A lo largo de la vida temporal tenemos siempre ocasiones de empeñarnos en algo y quizá aún más de desentendernos. (…) // En tanto que vivamos y nos poseemos, nos es posible modificar la dirección de nuestras intenciones, buenas o malas. (…)  //   El porvenir se obtura – siempre – cuando la muerte llega. Y como ya no es posible que aparezca ningún acontecimiento más. La existencia se convierte en obra de arte que el espíritu contempla”.

    El citado libro de Jean Guitton se divide en cuatro partes: 1) De lo intemporal: 2) De la contaminación; 3) De la disociación; 4) De a estructura del tiempo. Finalmente, un apartado de conclusiones.
     

  • mariano alvarez

    Respondo a Antonio Llaguno: Gracias Antonio, contigo se ha cumplido lo que siempre pretendo cuando escribo algo y que a su vez se cumple conmigo mismo, pues no es lo mismo escribir lo que se piensa que pensar lo que se escribe. Esa es una de las razones que más me motivan al escribir. Si no soy capaz de sorprenderme a mí, mucho menos a nadie más, y esa misma también es la razón de que casi nunca me quede satisfecho con lo escrito.

    Agradezco tu cortesía, es el mejor comentario que podría esperar, con independencia de que al final coincidas más o menos conmigo, pues ya has cumplido mi expectativa.

     

     

  • mariano alvarez

    Respondo a Javiierpelaez, el único comentarista a mi larga reflexión, agradeciéndole su interés por haberlo leído. Soy consciente de la dificultad interpretativa de la citada reflexión y posiblemente sea la causa de la  escasa respuesta a la misma.

    Al citar el egoísmo como una patología, estoy queriendo expresar que dicha actitud refleja un ensimismamiento encerrado en un tiempo sin fin, que no le conduce a ninguna parte, que siempre le lleva a ser lo que no es en aras a un futuro utópico, a un progreso del que no participará pues su tiempo existencial tiene fecha de caducidad desde sus inicios. Ese tiempo infinito es un tiempo desintegrador en el que el yo actual no estará en el nosotros futuro. En la reflexión he tratado sin mucho éxito diferenciar al tiempo del denominado progreso, tiempo que se mira a sí mismo, del tiempo que se relaciona con su sentido primordial existencial a través de una Presencia que da sentido a su existencia.

    Le agradezco su atención y su respuesta.

    • Antonio Llaguno

      Piensa, Mariano que quizás, algunos (Es mi caso), no hayamos comentado nada porque está tan claro y tan bien dicho, que la única reacción posible es callar y pensar.

      Un abrazo

  • Javiierpelaez

    No he entendido muy bien lo de la patología.Yo estoy de acuerdo con la idea que ya criticò Simone Weil del progresismo entendido como que la historia sigue un curso de progreso infinito y digamos ineluctable…Hay màs que evidencias que esto no es así…Por ejemplo,leí a Sadaba que no hay un sólo año en la historia que no haya habido una guerra y además con el agravante que el poder de destrucción es cada vez mayor…Tb la historia tiene cosas positivas: la capacidad de producir alimentos por el hombre(no de distribuirlos) ha crecido exponencialmente. Tb es un progreso ambiguo porque ha producido un sufrimiento de la naturaleza(incluyendo los animales) brutal y tb la explotación de otros hombres…Pero esto no quiere decir que tengamos la esperanza de que algún día las armas se transformen en arados y el lobo conviva con el cordero…A eso no podemos renunciar por muy pesimistas que seamos ya que la esperanza no tiene nada que ver con el pesimismo u optimismo…Yo mismo he tenido momentos de un pesimismo agònico y otros más optimistas…Luego está la esperanza y la serenidad que tb la da la edad..Aunque tb ser agònico no es una mala cosa,eh,que una vez le oí a Jon Sobrino sobre el agonismo y que la historia está llena de muerte y cruz de las víctimas y de lucha…