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Benedicto XVI – Un Papa de la vieja cristiandad

Siempre que muere un Papa toda la comunidad eclesial y mundial se conmueve, pues ve en él el confirmador de la fe cristiana y el principio de unidad entre las varias iglesias locales. Pueden hacerse muchas interpretaciones de la vida y de los actos de un Pontífice. Haré una a partir de Brasil (de América Latina), seguramente parcial e incompleta.

Es importante constatar que en Europa viven solo el 23,18% de los católicos y en América Latina el 62%, el restante en África y Asia. La Iglesia Católica es una Iglesia del Segundo y del Tercer mundo. Probablemente los futuros Papas vendrán de esas Iglesias, llenas de vitalidad y con nuevos estilos de encarnar el mensaje cristiano en las culturas no occidentales.

Con referencia a Benedicto XVI conviene distinguir al teólogo Joseph Ratzinger del Pontífice Benedicto XVI.

El teólogo Joseph Alois Ratzinger fue un típico intelectual y teólogo centroeuropeo, brillante y erudito. No fue un creador, sino un eximio expositor de la teología oficial. Esto aparecía claramente en los varios diálogos públicos que mantuvo con ateos y agnósticos.

No introdujo visiones nuevas, pero dio otro lenguaje a las ya tradicionales, fundadas especialmente en San Agustín y San Buenaventura. Tal vez sea algo nuevo su propuesta de la Iglesia como un pequeño grupo altamente fiel y santo en “representación” de la totalidad. Para él no era importante el número de los fieles. Era suficiente el pequeño grupo altamente espiritual que está en lugar de todos. Sucede que dentro de ese grupo de puros y santos hubo pedófilos y personas envueltas en escándalos financieros, lo que desmoralizó su comprensión de representación.

Benedicto XVI alimentaba el sueño de recristianizar Europa bajo la hegemonía de la Iglesia Católica, un sueño considerado inviable porque la Europa de hoy, con tantas revoluciones que ha hecho y con la introducción de valores democráticos, no es la misma del imaginario de estilo medieval, con su síntesis entre fe y razón. Ese ideal no encontró resonancia por ser extemporáneo y raro.

Otra posición singular, objeto de una polémica interminable conmigo, que obtuvo resonancia en la Iglesia, fue la interpretación de que la “Iglesia Católica es la única Iglesia de Cristo”. Las discusiones conciliares y el espíritu ecuménico cambiaron “es” por “subsiste”. Se abría así un camino para que en otras Iglesias “subsistiese” también la Iglesia de Cristo. Ratzinger siempre afirmó que ese cambio era solo un sinónimo de “es”, lo que la investigación minuciosa de las actas teológicas del Concilio no confirmó. Pero siguió sustentando su tesis. Afirmó además que las otras Iglesias no son iglesias, sino que poseen solamente elementos eclesiales.

Llegó a afirmar, varias veces, que mi posición se había difundido entre los teólogos como algo común, lo que motivó nuevas críticas por parte del Papa. No obstante, se fue quedando aislado, pues había provocado gran decepción en las demás iglesias cristianas, como la luterana, la baptista, la presbiteriana y otras, por cerrar las puertas al diálogo ecuménico.

Entendió la Iglesia como una especie de castillo fortificado contra los errores de la modernidad, colocando la ortodoxia de la fe, ligada siempre a la verdad (su tonus firmus), como referencia principal. No obstante su carácter personal sobrio y cortés, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se mostró extremadamente duro e implacable. Cerca de cien teólogas y teólogos, de los más preeminentes, fueron sentenciados o con la pérdida de la cátedra, o con la prohibición de enseñar y escribir teología o, como en mi caso, con “silencio obsequioso”. Así, nombres notables de Europa como Hans Küng, Edward Schillebeeckx, Jacques Dupuis, B. Häring, J. M. Castillo entre otros. En América Latina, el fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, el hispanoamericano Jon Sobrino, la teóloga Ivone Gebara, censurada, así como el autor de estas líneas. En Estados Unidos hubo otros, como Charles Curran y R. Haight. Hasta fueron prohibidos los libros de un teólogo indio ya fallecido, el padre Anthony de Mello, así como T. Balasurya de Sri Lanka que fue excomulgado.

Los/las teólogos/as de América Latina, decepcionados, nunca acabamos de comprender por qué prohibió la colección “Teología y Liberación”, de 53 volúmenes, que incluía a decenas de teólogos y teólogas (se publicaron unos 25 tomos), destinada a subsidiar los seminarios, las comunidades eclesiales de base y los grupos cristianos comprometidos con los derechos humanos. Era la primera vez que se producía una obra teológica de envergadura fuera de Europa, con resonancia mundial. Pero fue pronto abortada. El teólogo Joseph Ratzinger no se mostró amigo de los amigos de los pobres. Eso entrará negativamente en la historia de la teología.

Son muchos los teólogos que afirman que estaba obsesionado con relativismo y el marxismo, aunque este hubiese fracasado en la Unión Soviética. Publicó un documento sobre la teología de la Liberación, Libertatis nuntius (1984), lleno de advertencias pero sin una condena explícita. Otro documento posterior, Libertatis conscientia (1986), destaca los elementos positivos pero con demasiadas restricciones. Podemos decir que nunca entendió lo central de esa teología: la “opción por los pobres contra su pobreza y por su liberación”, que hacía de los pobres protagonistas de su liberación y no meros destinatarios de la caridad y del paternalismo. Esa era la visión tradicional y la del Papa Benedicto XVI. Sospechaba que había marxismo dentro de ese protagonismo de la fuerza histórica de los pobres.

Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró el “Retorno a la Gran Disciplina”, con clara tendencia restauradora y conservadora, hasta el punto de reintroducir la misa en latín y de espaldas al pueblo. Causó extrañeza general en la propia Iglesia cuando en el año 2000 publicó el documento “Dominus Iesus”. En él reafirma la vieja doctrina medieval superada por el Concilio Vaticano II, según la cual “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”. Los no-cristianos corrían grave peligro. Nuevamente negó el calificativo de “iglesia” a las demás Iglesias, lo que provocó irritación general. Serían solamente comunidades eclesiales. Con toda su sagacidad polemizó con los musulmanes, con los evangélicos, con las mujeres y con el grupo integrista contrario al Vaticano II.

Su forma de conducir la Iglesia no mostraba el carisma, tan fuerte en Juan Pablo II. Se orientaba más por la ortodoxia y por el celo vigilante de las verdades de la fe que por la apertura al mundo y por una relación de ternura con el pueblo cristiano, como aparece fuertemente en el Papa Francisco.

Fue un genuino representante de la vieja cristiandad europea con su pompa y poder político-religioso. Desde la perspectiva de la nueva fase de la planetización, la cultura europea, rica en todos los campos, se ha encerrado en sí misma. Raramente se ha mostrado abierta a otras culturas como las antiguas de América Latina, África y Asia, lo cual se ha mostrado en el proceso de evangelización, que implicaba una occidentalización de la fe. Nunca se liberó de una cierta arrogancia de ser la mejor y en nombre de eso colonizó todo el mundo, tendencia aún no totalmente superada.

No obstante las limitaciones, por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado al munus papal al haber llegado al límite de sus fuerzas, seguramente se contará entre los bienaventurados.

 

*Leonardo Boff, teólogo católico brasilero.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

25 comentarios

  • Jose Antonio

    ¿Es que ha habido o hay una nueva Cristiandad? ¿El papa que es Jesuita en su carisma, es un nuevo cristiano?

    El papa actual que lleva el nombre de San Francisco de Asís, según explico el…¿sigue el carisma de Francisco el pobre, o sigue a Pietro Bernardone? y lanzo esta ultima pregunta por que tenemos que saber quienes forman el consejo para un capitalismo inclusivo con el Vaticano. Todo bajo la supervisión de Berboglio. Busquen, busquen y lean, lean…y la última noticia que me dejo de patata, es la presunta reunión del papa con el CEO de Pfizer, Albert Bourla, si, si, la multinacional que ha ganado miles de millones de euros y dólares con las autorizadas que no aprobadas inyecciones experimentales basadas en terapia génica que han inyectado por todo el mundo.

    Recuerden lo que le dijo San Francisco de Asís al terrible papa Inocencio III en la audición que este mantuvo con el…” No se puede servir a Dios y al dinero por que al final acabaras..”

     

  • Santiago

    Las verdades no cambian, solo cambian las circunstancias y los accidentes. La Iglesia tiene su fundamento en Cristo como suma Verdad que el infundió como carisma en Ella por medio del “Espíritu de la verdad que procede del Padre”que “os guiará en el camino de la verdad integral” (Juan 161-13)

    Por eso, la Iglesia no ha perdido Su carisma integral en orden sacramental para la salvación del mundo y de cada uno de nosotros a pesar de los graves defectos y errores de sus ministros y sus fieles. Sigue siendo carismaticamente UNA ya que Cristo es UNO con el Padre y es santa porque Ella posee los medios para llegar a la santidad, y también es apostólica porque Jesús difundió su mensaje y sacramentos por medio de los Apóstoles, y es católica porque posee un mensaje efectivo universal dirigido a todos los que deseen y accedan a creer en Cristo como Hijo de Dios.

    Benedicto no es de la “vieja cristiandad” como si la vejez fuera peyorativa y despreciable que es la idea de muchos en el mundo. Pero la Iglesia vieja bimilenaria es rica y joven en gracia y en sabiduría, y sigue siendo atemporal en Su misión salvadora. Benedicto es el último teólogo bíblico de nuestra época que codificó la fe católica en clave moderna, aunque no modernista, y que es asequible a todos.

    Saludos cordiales

    Santiago Hernández

  • José María Valderas

    A Antonio Llaguno. Quería dejarlo ya, porque se me ha concedido generosamente espacio suficiente para expresar mi punto de vista. Pero me ha ocurrido algo parecido, salvadas las distancias, de lo que le aconteció a aquel canónigo de Osma que camino del Concilio de Letrán acompañando a su obispo, se quedó en el Languedoc por el estado lastimoso de las comunidades en el Mediodía Francés.

    La falta de formación religiosa en nuestro país es asombrosa. Los disparates que se repiten y la contundencia con que se expresan evidente. Imagínese, Antonio, que a Nature o Science, o al Journal of Astronomy, Cell, Genetics o a cualquier otra revista de primer orden le llegan cartas con excéntricas teorías sobre el fallo de la relatividad general, “simpáticos” planteamientos del principio de indeterminación (aquí se ha colado alguno de ese jaez), obviamente van a la papelera. En cambio, si se trata de cosas divinas parece que tiene derecho a ser admitidas y publicadas. Llamar antigualla a las Conferencias Solvay o a las reuniones estivales de Woods Hole merecería la repulsa de cualquier cientifico. En cambio afirmamos que Trento es un pasado obsoleto y nos quedamos tan ancho. En caso de la ciencia, diríamos que el sujeto no tiene ni remota idea de los momentos estelares de la física o del ADN, ARN. Pero en el segundo caso parece obligado respetar el ¿juicio?

    En semejantes posturas no se ha entendido la ciencia ni el credo de los Apóstoles.

    La tradición, una fuente de revelación. No son las transmisiones orales de leyendas, usos folklóricos, prácticas inveteradas, etcétera, etcétera. No es un partido político que defienda una determinada dinasía o legitimidad hereditaria.

    Volvamos a la ciencia. A la mecánica newtoniana, de espectaculares resultados con Laplace o Maxwell, le sucedió la mecánica cuántica. A la genética cuantitativa, la de Mendel, Morgan y su sala de las moscas, le sucedió la genética molecular de Watson-Crick. La sucesora no tiene por qué anular necesariamente a la primera, aunque la perfecciona y de qué manera. Pero en el dogma y en moral no pasa eso. La mujer adúltera es la del evangelio y la de nuestros días. El juicio moral no cambia tampoco. El dogma de la Trinidad (Mi Padre y yo somos una misma cosa… Os enviaré el Espíritu) es el enseñado por Cristo y el confesado por sus seguidores hoy. El mismo.

    Los dogmas no cambian. Puede ahondarse, Debe ahondarse en ellos, pero sin romper lo que ha venido expresando la Tradición. Y es lo que ha hecho con soberbia maestría el teólogo Ratzinger.

    Por fin, Trento sólo es la bicha para los protestantes y para los que no lo conocen nada más que de oídas en boca de ignorantes. A Trento se le atribuye todas las rarezas doctrinales que sólo existen en la mente de teólogos mediocres. Los protestantes no le perdonan al Concilio su doctrina sobre la justificación. No le repetiré Antonio la loa exaltada de Menéndez Pelayo, que se formó justamente en la Universidad de Barcelona con Milá y Fontanals. Luz de Trento llama a España. Ditirambos aparte, hay que leer, estudiar Trento. Lo que pasa es que muchos teólogos a la violeta se han quedado en la piel del “Si quis—- anathema sit”.

    Y, por cierto, como diría Groucho Marx a la frase “esto lo soluciona un niño de cinco años” (usted pone diez), “traigame un niño de cinco años”-

    ppricpps

     

    • Román Díaz Ayala

      Afirmas que los protestantes no le perdonan al Concilio (por Trento)su doctrina sobre la justificación.por

      En 1999 bajo el pontificado de Juan Pablo II se firmó la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la  Justificación con la Federación Luterana Mundial. En el 2006 se adscribió el Consejo Metodista Mundial, y un poco más tarde, en 2017, la Comunidad Mundial de Iglesias Reformadas.

      San Juan Pablo II, fue acusado de hereje por cierto sector de la Iglesia Católica  por haber traicionado la doctrina de la justificación promulgada en el Concilio de Trento.

  • Román Díaz Ayala

    No deberíamos trajinar con los conceptos sin que antes hayamos  explicados desde qué posición o supuestos partimos. Para Leonardo Boff es  sencillo, porque ahí está su dilatada profesión de teólogo y sus escritos donde podemos bucear para darle contenido a sus conceptos.

    Para Leonardo Boff, que se hizo partícipe y seguidor de otros teólogos que interpretaron los documentos conciliares como un equilibrio entre dos facciones del catolicismo romano ( digamos conservadores y progresistas), o  más que un compromiso, una yuxtaposición, algo así como una cal y otra de arena. Para este grupo de teólogos y agentes de la pastoral “posconciliares” el Vaticano II sirvió para algo así como una pista de despegue hacia nuevas aventuras teológicas y pastorales pero que “la oficialidad” fue deconstruyendo sistemáticamente. Ni que decir tiene que si afirmamos que el Concilio fue providencial, un momento de gracia y una llamada a la conversión,  seguimos instalados en la mera retórica y faltos de razón, pues los años que siguieron, la historia reciente, lo desmiente. Olvidan que el momento de gracia, lo es, porque es de iniciativa divina, pero no es garantía de que el pueblo fiel y sus pastores tengan la suficiente apertura de corazón para su recepción.

    El Cristianismo es una religión, la más importante para nosotros que hemos nacido en ella y la hemo recibido por cultura. Una religión con Escrituras Sagradas, con un revelador supremo introducido en nuestra historia, una religión soteriológica, por el acontecimiento salvador de la cruz y la Resurrección de Jesús.

    Si lo anterior es así, nuestras tradiciones religiosas fundamentales, esas Sagradas Escrituras, están revestidas de lo sagrado. La tradición se convierte en algo para sentirse reafirmados en sus principios, garantía de la autenticidad del Mensaje.

    Si por Cristiandad se entiende el período histórico de la Edad Media Europea, tal categoría es válida para la historiografía. Si con ello se contextualiza cristiandad con cristianismo, y la religión cristiana es posterior a Jesús, desconectada en el tiempo y hasta en sus principios, entonces no vale hablar de Cristiandad “vieja”, con referencia a otra “nueva” y distinta, pues se ha hecho de la misma (el cristianismo) como un simple hecho “cultural”. Se prescinde del Acontecimiento, la Salvación, y la soteriología sólo se explica en su inmanencia, una utopía al  estilo de lo que explica la doctrina marxista.

    • M. Luisa

      Veamos, Román, no sé a qué te refieres con eso de que no deberíamos trajinar con los conceptos sin que antes hayamos explicado desde qué posición o supuestos partimos. 
      Sin embargo, al leer tu réplica de ayer por la arbitrariedad en la que empleas los términos en un sentido y en otro, descubro ya tu posicionamiento.   A mi modo de ver se comienza mal cuando   al Vaticano II se le considera como una contienda entre dos facciones y no como un compromiso cargado de responsabilidad ecuménica. Responsabilidad de la cual con respecto a este gran compromiso nos llevaría a hablar de grandes “proyectos renovadores” y no de “aventuras teológicas”.  Dada, pues, por ti esta distinción conceptual, ¿dónde situarías al teólogo Ratzinger? Por mi parte lo tengo muy fácil.
      ¡Claro, que  se sigue al día de hoy instalados en la mera retórica! ¿Cómo no va a ser así   si a la razón se la amordaza ya en sus primeros alientos de expresión? ¿Y, sí, la “oficialidad” es la encargada de ello, cómo se puede apelar a la providencia al hablar del Concilio? Además, tienes un concepto del Deconstructivismo muy particular. Esta oficialidad de la que hablas siempre le ha interesado de cara a los fieles el dominio del habla sobre la escritura, es decir, la abstracción sobre el contenido, entonces ¿Qué van, pues, a deconstruir?

      • Román Díaz Ayala

        Veo que todas tus críticas parten de mi verbo “trajinar”, poco afortunado, pues se puede interpretar como  “manipular”.  Sorry, no ha sido mi intención.

        Hacía más bien referencia a su uso instrumental de los conceptos, pues la teología liberal terminado el siglo XVI, aportó el subjetivismo protestante.

        Aquello fue un movimiento teológico que  empezó por desestimar  las hasta entonces fuentes externas del conocimiento, empezando a sustituirlas por la autonomía subjetiva de la razón y de la experiencia humana. Así, que las teologías hasta entonces tradicionales estaban pasando de moda abogando por un cristianismo adaptado al desarrollo de la cultura moderna para sobrevivir.

        Comprenderás que mi intención  no era tan pedestre como mi torpeza pareció indicar.

         

        • M. Luisa

          Quieres decir, Román, que el punto de donde parte  L. Bof para interpretrar los documentos conciliares  es subjetivista?  Y el punto de vista de Ratzinger  objetivo?  Yo diría más bien lo contrario, aunque solo en parte. Porque si bien para mí es Ratzinger quien los contempla subjetivamente y de ahí, por tanto, susceptibles de manipulación, Boff los contempla realisticamente, es decir, abiertos   al sentir interpretativo de ellos en el tiempo…  Esto creo que puede entenderse complementariamente con mi comentario expuesto esta mañana en el Post.  ¿Cómo se bloquea el progreso de la teología?

          Gracias, Román, por tu respuesta, un saludo!

          • Román Díaz Ayala

            no es exactamente así más que por vía de interpretación.

            Me ciño a Leonardo Boff de quien conozco por su obra de qué habla y cómo enjuicia las cosas. En cuanto al difunto papa emérito Benedicto XVI y lo que dice sobre él, lo acepto como testimonio personal y sus juicios de valor. Es un persona más, Boff que opina sobre sobre este papa con motivo de su fallecimiento, puede entrar en la casuística a la cual no me permito entrar por ahora.

            Los motivos ya lo sabes, con  el papa Benedicto se termina la etapa posconciliar, la presencia de un emérito junto a otro en ejercicio a dado lugar a muchas situaciones controvertidas y a un uso interesado de sus figuras, el nuevo papa Francisco inaugura una nueva etapa, por ser un personaje del mundo latinoamericano, algo todavía más alejado que ser un papa europeo y no italiano (Juan Pablo II), que tampoco ha sido de la Curia, y que pretende darle un nuevo giro a la pastoral con su Sínodo de la Sinodalidad.

            Si me alejo de la casuística entonces debo ir a las fuentes, las canónicas y las históricas y buscar en todo momento una mirada de fe ( el signo de los tiempos)

            Desde mi posición de outsider, de aorillado, entre tantas personas insignes, que muestran sus títulos académicos  y sus trayectorias, como medallas, yo me acojo al Evangelio:

            Jesús se enteró de que lo habían echado fuera. Cuando se encontró con él le preguntó: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?” Él respondió: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo: “Le has visto. Es el que está hablando contigo”. (Del Evangelio de Juan.

            La cuestión se resume no tanto en hablar de Dios, si no tener esa relación de quienes hablan con Él.

  • M. Luisa

     ¿Por qué en la defensa de Benedicto XVI ante quienes lo ven como un papa de la vieja cristiandad se elige como trabajo de análisis la hermenéutica? 

     

    Un análisis a la altura de los tiempos   para llenar de sentido que precise tal afirmación, nos habrá de llevar más allá de toda hermenéutica.  

     

    Para defender con honradez la postura crítica de este enunciado, y aún más si como leo en un comentario   se menciona ya no el sentido al que nos conduce una interpretación, sino que nos lleva al sentido físico de las Bienaventuranzas, entonces de donde se habrá de partir no es de la hermenéutica del siglo XIX, sino de una física actualizada en nuestro tiempo. Y en consecuencia, si se quiere, a una  hermenéutica que la comprenda. Sin embargo, dada la experiencia, esta resultará secundaria.    

    • Román Díaz Ayala

      Tienes razón en lo que afirmas que este debate estaría más allá de la hermenéutica. Precisamente es lo que se intenta dilucidar.

      La dificultad la pone el propio autor señalando a Benedicto XVI y encasillándolo en la “vieja” cristiandad.

      • M. Luisa

        Gracias Román, en este momento iba a ampliar un poco más mi comentario por si no se había entendido.   A ver, reflexionaré sobre esto último que dices, pero redondeando mi anterior intervención, el objeto de interpretación hermenéutica precisamente recae sobre los conceptos dogmáticos de la doctrina…

        • M. Luisa

          …y en este sentido, si estos son inamovibles, es decir, si el contenido de los conceptos doctrinales son para Ratzinger inamovible, entonces quien se encasilla en la “vieja” cristiandad es él mismo. ¿No te parece?

          • Antonio Llaguno

            Argumento el tuyo de tanto peso que es absolutamente incontestable.

            Ratzinger decidió que la doctrina se terminó de definir en Trento y todo lo demás no debe ser más que una extensión de lo que allí se decidió.

            Y si eso no es la “vieja cristiandad”, es porque es aún más vieja.

            Y eso que a mi la palabra “viejo” no me asusta. hay viejos muy interesantes de escuchar. De hecho el propio Ratzinger a veces era muy “escuchable”.

            El problema reside en aferrarse a una sacrosante e inmutable tradición que:

            i) no se es sacra porque no ha sido establecida por lo sagrado (es decir Dios) sino por las interpretaciones y experiencias que algunos hombres antiguos tienen de lo sagrado.

            ii) no es santa (de la RAE “de especial virtud y ejemplo”) y para ello no hay mas que ver sus consecuencias en la infelicidad de los seres humanos.

            iii) no es inmutable, porque no ha parado de cambiar en 2000 años, siempre para defender el interés de los clérigos más poderosos y su prosperidad.

            iv) no es tradición, porque hay dogmas que apenas se han considerado en el 10% de los años de vida de esa Iglesia.

            Esto, que lo entiende cualquier niño “de primera comunión”, es lo que hace que cada día que pasa la influencia de la Iglesia Católica disminuya (Y cada día a más velocidad) y que su prestigio resida exclusivamente el las virtudes heroicas que algunos cristianos tienen (Misioneros, movimientos comprometidos con los pobres, o desfavorecidos, mártires, etc…)

            Y Ratzinger no fue de gran ayuda para evitar esto.

  • Santiago

    Muchas gracias José M y Román por vuestros oportunos y profundos comentarios. Tengo que disponer de tiempo -que no tengo mucho- para releerlos. Vuestra erudición me halaga, sorprende y me confunde a mi que no soy más que un amateur seglar que ha estudiado con cierto cuidado nuestra preciada y preciosa fe catolica.

    Pienso en esa Voluntad salvífica divina y aquello de que el Señor da la gracia suficiente a TODOS para la salvación. Por lo tanto existe también un camino extra-sacramental conocido solamente de Dios para los que inculpablemente se encuentra fuera del Cuerpo de la Iglesia pero están dentro de Ella en “voto” y “deseo” pero en última instancia es Cristo por Su Iglesia lo que salva, es Cristo mismo a través de la Iglesia, y NO fuera de ella como quieren hacer ver los que piensan en desmantelar esta Iglesia para crear otra en sintonía con el “espíritu del mundo”

    Como empieza Lumen Gentium , “Por ser Cristo luz de las gentes, este Sagrado Concilio, ….desea vehementemente iluminar a todos los hombres con su claridad, que resplandece sobre la faz de la Iglesia, anunciando el Evangelio a toda criatura. Y como la Iglesia es en Cristo como un sacramento…se propone declarar con mayor precisión…su naturaleza y misión universal” (Lumen Gentium I,1)

    Pienso que si nosotros en este foro podemos coincidir ilustradamente en lo esencial de la fe buscando sus raíces histórico-teológicas también otros podrían hacer los mismo, y con eso ayudar un poco a los que vacilan ante la propaganda anti-católica de los últimos siglos   debido en parte a una mala exposición de la exégesis y una falta de profundidad en la esencia del cristianismo evangélico

    Un saludo cordial

    Santiago Hernàndez

     

     

     

  • Santiago

    Muy de acuerdo con José M Valderas sobre los errores del autor sobre el concepto y definición de Iglesia del Vaticano II que indudablemente ha sido manipulado, tergiversado y mal implementado por los enemigos de dentro de Ella porque el Vaticano II reafirma la doctrina perenne con diáfana claridad:

    Esta es la única Iglesia de Jesucristo…una, santa, catolica y apostólica, la que nuestro Salvador entregó después de la Resurrección a Pedro para que la apacentara, confiándole a èl y a los demás apóstoles su difusión y gobierno y la erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad.
    Esta Iglesia, constituída y ordenada en este mundo como sociedad, permanece en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con el (Cincilio Vat II, Lumen Gentium Cap I, 8)

    Por lo tanto, los “hermanos separados” se salvan por los elementos sacramentales y de comunión que pertenecen a la plenitud de la gracia que se encuentra sólo en la Iglesia Católica como se afirma en el decreto sobre el Ecumenismo del Vat II Cap 3#II

    Saludos cordiales

    Santiago Hernández

     

    • Román Díaz Ayala

      No es que se tenga un concepto exclusivista o excluyente de la Iglesia Católica  Romana con respecto a las otras confesiones nominalmente cristianas, es que para Leonardo Boff  y para algunas de las tesis que conforman las teologías de la liberación, Jesús no tuvo en mente formar una Iglesia y que el cristianismo es más bien un proceso histórico, teorías que se estudian en Iglesia, carismas y poder y que se incluyen en los diversos cuadernos para la formación de comunidades, así con la añadidura de que el Cristianismo tal como lo conocemos nace con San Pablo, un judío helenista que no conoció al Jesús histórico. Nuestro cristianismo es un producto cultural . De ahí su necesidad de inculturación en las profundas realidades sociopolíticas de Brasil y latinoamericana. Lo mismo podemos decir de la apocalíptica, pues su mesianismo del Nuevo Reino que está por venir entronca con las concepciones marxistas de la historia.

      yo creo que es por ahí por donde podríamos conducir un debate para que la doctrina conciliar brille con su luz.

      • José María Valderas

        Una de las ideas eje de la hermenéutica protestante que ha triunfado en medios católicos, y ahora en círculos vaticanos hasta llegar a la sede de Pedro, es que Cristo no fundó una Iglesia, sino que ésta es fruto de Pablo de Tarso. Si es preciso se retuerce la realidad. Porque, al parecer, oyendo a esos exégetas, Pablo no conoció a Jesús histórico, sino a un fantasma, un espectro rodeado de luz y hablante. Cuando el apóstol dice que el último al que se le apareció fue a él es un espejismo, un modus loquendi. Porque, siguiendo con la ironía, sabido es que el Jesús de las bienaventuranzas era distinto del Jesús que le sale al paso. Esa tesis del Cristianismo como obra de Pablo se repite en autores anticristianos, como Jesús Mosterín, aplaudido por algún escriturista que tiene vara alta en medios recibidos por Francisco. También el Papa argentino dijo que a Dios no lo podíamos confinar en la Iglesia Católica. Vamos que la obra del Hijo era poca cosa para el Padre. La reoca teológica.

        Cristo no fundó una Iglesia. Fundó la Iglesia, Cuerpo de la que El es Cabeza.

        Modelos de adaptación al medio han sido los misioneros. Aprendiendo su lengua, construyendo su gramática, expurgando las supersticiones. Entre las supersticiones de nuestro tiempo está la concepción marxista de la historia. Y su extensión, la concepción marxista del hombre. Si hay algo opuesto a la idea cristiana del hombre, sujeto de trascendencia, es la idea marxista del hombre como sujeto cerrado en sí mismo. Nada tiene que ver el amor cristiano con la lucha cruenta de clases. Resulta desesperante leer autores que se autotitulan teólogos confundir la caridad con la beneficencia para contraponer la espléndido encíclica de Benedicto XVI sobre esa virtud y otras teologales asociadas con la Iglesia en salida y otras ocurrencias por decirlo suavemente.

        La historia de la ciencia y de la filosofía nos  enseña que el cristianismo no es producto cultural tout court, sino que ha infundido el saber con su búsqueda, por ejemplo, de sentido a la creación –fomento de la ciencia– y del conocimiento del propio hombre, ética. Hasta detalles menores están impregnados de sentido cristiano. Por si se ignora, los grandes viajes expedicionarios que revolucionaron el estudio de la botánica y de la zoología se debieron a… la búsqueda del Paraíso Terrenal.

        Resulta desmoralizador y cansino el repicar de tanta palabrería seudosocial para dejar de lado las verdades de nuestra fe. Pensando en un futuro inmediato,  estoy leyendo estos días el Compendio de Teología de santo Tomás, que escribió a modo de síntesis de la fe para su amanuense. Una muestra de generoso altruismo, del que nos beneficiamos quienes ansiamos conocer lo que nos espera. Ese modelo, entiendo yo, es el que está desapareciendo de la evangelización: Que te conozcan a Ti. De ese acervo es depositaria la Iglesia, la pusillis grex, o todos los miembros de todas las tribus, los 12.000 señalados de cada una a modo de analogía de la convocatoria universal a la salvación.

        • Román Díaz Ayala

          Para que se me pueda entender con algo de claridad, primero me tengo que posesionar: una de las riquezas que me aportó el Concilio fue el movimiento ecuménico (Catolicismo-protestantismo) y lo he experimentado siempre como beneficiario de una corriente de gracia. Yo entiendo perfectamente que alguien diga:  “A Dios no lo podemos confinar en la Iglesia Católica” Lo entiendo escriturístico, perteneciente al Magisterio, conciliar y perfectamente asumible por una persona católica o protestante.

          La tierra era caos y confusión: oscuridad cubría el abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Ya la exegesis patrística deducía que  este relato habla de Dios y del Espíritu (viento) divino.  (Biblia de Jerusalén, nota a gen. 1,2)

          Por la fe sabemos que el universo, tanto lo visible como lo invisible, fue formado por la Palabra de Dios. Hebreos 11,3  Dios es el autor de la fe, no es ninguna adquisición del ingenio humano. Es labor del Espíritu del Resucitado. (Jesús es el dador del Espíritu, y nos salvamos mediante nuestra unión a Él. “Cuando yo sea levantado a todos atraeré a mí mismo . San Pablo dice que Él es la Cabeza y nosotros Su Cuerpo)

          Sin embargo no es lo mismo pertenecer en comunión a la comunidad católica romana que a otras confesiones cristianas, pero eso lo explica como meridiana claridad el Concilio salvo  interpretaciones de  escuelas teológicas.

          Pero son varios los puntos que señalas y habría que dedicarle un comentario completo a cada uno de ellos.

          Basta con que señale que también fuera de la Iglesia Católica hay estados de gracia.

          • José María Valderas

            Las verdades de fe son cosa muy seria. Las relativas a la Iglesia están en el Credo. La constitución sacramental de la Iglesia, de fundación divina, no admite divisiones ni agregaciones. No tengo a mano mi biblioteca teológica y echo de menos las obras de Charles Journet, su teología de la Iglesia, las de Congar, desde Verdaderas y Falsa Reformas hasta Jalones para una teología del laicado pasando por su escritos sobre la naturaleza de la Iglesia, las de Schillebeckx, los apuntes del teólogo canadiense, quizás el mejor expositor de la Iglesia según el Vaticano II, los artículos dedicados del P. Nicholas sobre los carismas, la colección sobre temas eclesiológicos Editions Le Cerf, empezando por la maravillosa historia de la materia del benedictino reconvertido hoy en experto en mecánica cuántica y fe.

            En fin que estoy in puribus y tengo que echar mano de la memoria.

            No cabe en la doctrina de la Iglesia imaginar, como hace Francisco y se afirma más abajo que es conciliar, nada menos que de magisterio y conciliar, nada menos, una Iglesia que no sea la querida por Cristo, su Cabeza. No existe un plan de Dios distinto del plan de Dios sobre su Iglesia.

            Tampoco tengo a mano la Secunda Secundae de santo Tomás para hablar de la gracia, ese estado de gracia que dice que poseen algunos fuera de la Iglesia. Es un sinsentido, porque la Iglesia es de la que Cristo ha querido valerse para manifestarse a sí mismo, para explicitar su presencia, que eso es la gracia. Gracias especiales son los carismas. Que alguien posea un talento determinado, incluso para predicar el evangelio, si no es hijo de la Iglesia puede ser el medio del que se vale el Señor para mostrar su rostro, pero de suyo no está incardinado a la Iglesia, no está en estado de gracia. Lo ha querido así Jesús.

            Puesto que lo ha querido así el Fundador, desde hace mucho tiempo en la historia de la Iglesia se habla de distintos tipos de pertenencia a través de distintos tipos de bautismo.

            El ecumenismo no es irenismo. Lo sabían Congar y su alter ego Le Guillou. Irenismo es admitir que, puesto que todo el mundo es bueno, da igual que seamos protestantes que anglicanos que ortodoxos. Y, con esa mentalidad alejada del catolicismo y, por ende de la teología, es con la que Francisco parece contexto en sus diatribas contra lo que él llama proselitismo. Pobre san Pablo, que temblaba si no evangelizaba.

            Uno de los primeros libros que me regalaron a petición propia, como premio a un concurso adolescente de preguntas y respuestas rápidas, fue la historia de las relaciones entre los ortodoxos y católicos. Dedicaba amplio espacio al Concilio de Ferrara-Florencia. Tampoco lo tengo a mano. En numerosas ocasiones he podido completar esas informaciones con el estudio de la llegada a Occidente de los textos clásicos de la filosofía en griego, de la botánica y de la materia médica. Andando el tiempo seguía los pasos de las Conferencias Mundiales de las Iglesias. Quería entender por qué nos separaban cuestiones importantes. Leyendo a Barth, ininteligible en mi juventud, pero sobre todo a Cullman uno se daba cuenta de dónde estaba el quid último. Los sacramentos. Puros símbolos. Todos éramos iguales por el bautismo. Y, por supuesto, no había cambiado una coma la animosidad contra Roma, exactamente la misma que se respiraba en la Iglesia de Juan Calvino de Ginebra. No cabe acuerdo si se es sincero. Sólo una coherente profundización en el bautismo y en la moral cristiana. Pero no en la gracia. Porque no caben estados de gracia fuera de la Iglesia, aunque el Señor pueda valerse de los análisis exegéticos de biblistas protestantes para hacernos inteligible el sentido de algunas perícopas. Es lo que hacía Benedicto XVI, que en gloria esté,

             

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  • Román Díaz Ayala

    La vieja cristiandad que complementa el título del articulado.

    Tendríamos que empezar por preguntarnos si ha existido una vieja cristiandad frente a una nueva del presente. Yo recuerdo de los libros de historia de mis años de estudiante que existía una “Cristiandad Medieval”, y luego en mis años del tardofranquismo aquí en España,  que se practicaban dos pastorales en diferentes parroquias, siendo una de ella la pastoral de cristiandad que en poco se parecían a otros muchos ensayos que tenían en común alejarse de una pastoral ceñida casi en exclusiva a la práctica sacramental y la piedad individual. ¡Éramos conciliares!

    Pero la Eclesiología de Leonardo Boff  luego fue otra cosa. Se nos hizo merecedora de un examen muy de fondo. Pero para hacer ese análisis no basta con el dictamen de la oficialidad eclesial emitido en su día. Ha llovido mucho desde aquellos lejanos años 80.

    Para  poder sacar algún beneficio del Sínodo de la Sinodalidad tendremos que tener una eclesiología muy clara, denunciar muchas imposturas, rebatir muchos nuevos argumentos que se repiten de forma tan enfática que parecen dogmas de la nueva progresía.

  • José María Valderas

    En dos gruesos disparates teológicos de Boff voy a fijarme. El primero, afirma el pensador brasileño, es que la doctrina de fuera de la Iglesia no hay salvación quedó superada, vale decir desmentida, por el Concilio Vaticano II. ¿Dónde? ¿En qué texto? La teología del Vaticano II respecto a la Iglesia, su notable aportación, fue la consideración sacramental de la Iglesia, la Iglesia como sacramento. A nadie se le escapa –o debería no escapársele– que, siendo los sacramentos las instancias de salvación, las únicas a la postre, el enraizamiento de la Iglesia única de Cristo, fundador y mediador de los sacramentos, sólo puede ser uno. Antes del Concilio se exponían las notas de la Iglesia, recogidas en el Credo: una, santa, católica, apostólica y romana. La unidad de la Iglesia tiene su base en el carácter sacramental de la Iglesia.

    La base del ecumenismo estaba en el sacramento del bautismo. En el sacerdocio común. Los disparates teológicos de Francisco se basan en buena medida en no haber entendido la soteriología de los sacramentos, sea de la Eucaristía o del matrimonio. Tal vez influido por Boff y otros de semejante credo.

    El segundo disparate vinculado a éste es el de la equiparación de las distintas confesiones. Disparate en el que abundó Francisco en sonoro resbalón. Sólo hay una Iglesia –con todas sus deficiencias y limitaciones humanas– la nacida de las palabras de Cristo a Simón Pedro, las de la Última Cena, las de símbolos de la Fe, la de los Concilios y la del Magisterio infalible –cuando infalible– del Papa en comunión con la Tradición.

    Muy ligeramente se debe de haber leído los escritos de Ratzinger cuando se circunscriben sus fuentes a san Agustín y a san Buenaventura. Sobre el franciscano realizó la tesis doctoral, según es sabido. El conocimiento del gran obispo de Hipona lo inició en el seminario bávaro con patrólogos e historiadores de la Iglesia de notable prestigio, como recuerda en su autobiografía. Pero cualquiera que haya manejado los textos de Ratzinger se da cuenta de que la exégesis bíblica más exigente –con referencias continuas a las interpretaciones histórico-teológicas de las mismas– es su guía, sumada a la liturgia. A mí me recuerda en algún aspecto el sentido litúrgico de textos de santo Tomás, como el Pange lingua, donde resume la historia de la salvación en frases aquilatadas y que es una pena que pasen inadvertidas.

    Parece cuando menos desafortunada la alusión a la misma ad orientem. No voy a recordar lo que acaba de publicar su secretario personal sobre el adefesio de Francisco a este respecto. Baste rebobinar el entusiasmo de los fieles asistentes al funeral, donde el latín era el recurso común de todos ellos. ¿Por qué privar de ese bien inmenso en aras de un supuesto conocimiento mejor de la versión vernácula? ¿Por qué no propiciar, como hizo Benedicto, lo que la piedad de cada uno le pide? ¿Por qué las horcas caudinas de un mero capricho que se diría salido de un despacho leguleyo?

     

    Una coda final. En la historia reciente de la Iglesia ha habido muchos teólogos que han tenido problemas con la Congregación de la Fe o Santo Oficio. Baste hojear los expedientes que poco a poco se van conociendo de los archivos vaticanos. Por ejemplo, los relativos al caso Galileo o, modernamente, los asociados al darwinismo. Pero hubo siempre, desde la creación de esa institución, relaciones tirantes con teólogos que querían abrir nuevas interpretaciones, nuevas vías de investigación. Incluso la que tanto bien haría al poco a la Iglesia, como la del fundador de la Ecole Biblique de Jerusalén, el padre Lagrange. Conocí a Congar y, pese a los años transcurridos desde su expulsión de Le Saulchoir, siempre miraba receloso como un animal apaleado. Las cartas a su madre son un poema de sufrimiento. No rechistó. Otros, en cambio, han alimentado una leyenda propia de persecuciones y acosos inexistentes. Tal el caso del fundador de la teología de la liberación, que ha repetido muchas veces que nunca se sintió perseguido por Roma ni le habían retirado una coma. No es lo que dice Boff.

    Es muy fácil crear chivos expiatorios ajenos para celar nuestros propios pecados.

  • Celso Alcaina

    Los datos que aporta Boff son indiscutibles. Ratzinger no ha sabido ser un teólogo moderno y desapasionado. Benedicto XVI no ha sabido ser un papa para todos. Consecuentemente, combatió a los discrepantes. Lo hizo desde sus privilegiadas cátedras escolástica o pontificia. El “Dominus Jesus” toca techo.

  • Román Díaz Ayala

    Testimonio de parte. Encierra la confrontación  existente durante varios años dentro del Catolicismo  Romano de un lado  y otro del Atlántico.  Fueron las tensiones posconciliares.

    Leonardo Boff quiere que lo enjuiciemos así.  Gracias a que estamos dentro de un sínodo tendremos que abordar esos temas y los juicios vertidos en un clima de búsqueda  de  por dónde sopla el Espíritu  Santo.

  • José María Valderas

    Ajustando cuentas. Cuánta…  Deplorable en su…