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La pretensión de universalidad del llamado posteísmo

Desde que se inició en ATRIO el debate sobre No-teísmo, hace 20 meses, me he cuestionado con frecuencia si como moderador no estaba inclinándome demasiado hacia una de las partes. Pero he pensado todo el tiempo, aparte de cómo sigo viviendo personalmente mi fe, que ATRIO nació para promover el diálogo entre las varias religiones para encontrar el sustrato común de fondo entre ellas, coincidente con los mejores valores a que llega la razón humana: libertad, igualdad, fraternidad. Ver el 1.3 del Proyecto Atrio 2007. Si se intenta rechazar como superada la referencia a Alguien que se comunica con los seres humanos, ese diálogo se hace imposible y, al menos, las tres religiones abrahámicas quedan a merced de las minorías más fanáticas y belicosas. Esto lo explica muy bien el artículo de Jesús hoy. AD.

        Una buena parte de las llamadas nuevas espiritualidades y “teologías posteístas” tienden a autopresentarse como las únicas con futuro, probablemente, muy impactadas por la experiencia de encuentro o religación con la «Realidad no-dual», con el «Silencio místico», con la «Gran Vida» o con el «Océano de la Unidad infinita». Por eso, gustan presentarse de esta manera, no solo estarían llamadas a barrer de la faz de la tierra a las espiritualidades y teologías «jesu-cristianas» y «uni-trinitarias», sino también a todas las demás en favor de una nueva, universal. No se puede descuidar, suelen apuntar, que las tradicionales, además de incapacitadas para afrontar la secularización, no han podido integrar a las nuevas, precisamente, por haber primado sus respectivas singularidades al precio de la universalidad de lo que decimos y experimentamos cuando decimos «Dios».

        Es una búsqueda que, de manera muy matizada y cuidadosa, ya tuve la oportunidad de escuchar en boca de Ana María Schlüter en el encuentro con los miembros del área teológica de «Cristianisme i Justícia» (Barcelona) el año 1994.

 

1.- Diálogo por contrapunteo

        En aquella ocasión, la maestra Zen nos urgió a dar con «el verdadero fondo» o Realidad que nos vincula a todos y que, según sostuvo, trasciende a cada religión. Entendí que, con esta propuesta, se mostraba partidaria de una espiritualidad y, si fuera posible, de una especie de religión universal.

        Esto fue algo que he visto formulado con más fuerza (y hasta desparpajo) en las llamadas nuevas espiritualidades y “teologías posteístas” y que, con el pasar del tiempo me ha ido pareciendo cada día más imposible; pero no por falta de voluntad, sino porque ya entonces empecé a comprobar algo que, posteriormente, se ha ido afianzando: que el diálogo interespiritual, interreligioso e “inter-teológico” (incluidos los “posteístas” y “ateológicos” de nuestros días) no estaba funcionando por disolución y superación de las existentes —tal y como proponía la maestra Zen—, sino por contrapunteo, es decir, por corrección (y superación) de lo que dicho diálogo permitía reconocer como deficientemente atendido o postergado en la propia espiritualidad, religión y teología.

        Era claro que, con este contrapunteo, sin dejar de buscar el «verdadero fondo» que trascendía a cada religión, espiritualidad y teología, se acababan reforzando las propias.

 

2.- La inagotabilidad de lo que decimos cuando decimos «Dios»

        Sospecho que se procede de esta manera porque la Realidad o «verdadero fondo» que nos vincula a todos es experimentado y explicitado, tal y como lo evidencia la historia de las religiones y de la “ateología”, de muchas maneras, siendo, por ello, el fundamento de una gran diversidad de espiritualidades y teologías, incluidas las post-teológicas y ateológicas. No hay de ella, una única explicación, pero tampoco una experiencia definitiva, sencillamente, porque es irreducible a ambas, por impactantes que puedan ser o por brillantes y seductoras que resulten. Es bastante más que lo uno y lo otro, sin descuidar que no todas las experiencias y explicaciones son igualmente significativas y consistentes e, incluso, coherentes.

        No queda otro camino, al menos, de momento, me he dicho en muchas ocasiones, que acoger (y agradecer) la pluralidad de experiencias, teologías, ateologías y post-teologías en la inagotabilidad de dicha Realidad o «verdadero fondo» en su enorme diversidad y riqueza de imaginarios.

 

3.- La «diversidad reconciliada»

        Me parece más correcto, apostar por lo que se llama «diversidad reconciliada»; una actitud y hoja de ruta que, aunque lentamente, también se va abriendo camino en el diálogo ecuménico e inter-teológico (y espero que también en el post-teológico y a-teológico), así como en el catolicismo, incluida la misma curia vaticana.

        Quizá, por eso, el nuestro es más un tiempo de hermanamiento o articulación (entre la «Unidad» experimentada o lo que decimos cuando decimos «Dios» y la pluralidad de espiritualidades y formulaciones) que de búsqueda de una especie de religiosidad o teología universal, aunque sea posteísta o ateológica. Es una convicción asentada en lo que está dando de sí el diálogo interespiritual, interreligioso e inter-teológico. Pero, sobre todo, fundada en la inmensa e inagotable riqueza (de experiencias y teologías) a partir de dicho «verdadero fondo».

 

4.- Dos cautelas

        Estas consideraciones no pueden descuidarme de que una buena parte de las nuevas teologías y espiritualidades tienden a autopresentarse, sobre todo, estos últimos años, como los dolores de parto de una nueva religiosidad universal en ciernes. Queda por evaluar, me dije, hasta dónde y en qué apartados dicha pretensión es una aportación consistente y significativa que acoger y en qué puntos de las mismas podríamos encontrarnos con un neo-gnosticismo o iluminismo redivivo (en nombre de una imprescindible experiencia personal) o con un inquietante adanismo veritativo (en nombre de un saludable antidogmatismo) o con los dos a la vez.

        4.1.- Gnosticismo redivivo

        Si es cierto que el neo-gnosticismo o iluminismo redivivo presenta en su haber una legítima reivindicación de la relación con el «Océano de la Unidad infinita» o la «Realidad no-dual», también lo es que no puede eludir el riesgo de incurrir, al enfatizar dicha relación, en una experiencia subjetiva que resulta tan impactante como, muchas veces, motivo de preocupación: suele ser frecuente que quienes lo han experimentado (y más, de manera radical y contundente) tengan enormes dificultades para pasar la criba de una racionalidad intersubjetiva, ética y argumentadamente compartida.

        La historia del gnosticismo invita a estar muy atentos al fundamentalismo subjetivista; un compañero de camino difícilmente eludible en toda propuesta que absolutice la transparencia de la Divinidad en la mismidad y renuncie al contraste —racional y ético— con los imaginarios, teologías y espiritualidades que también brotan de enfatizar —de manera legítima— lo que decimos y experimentamos cuando decimos «Dios» en mediaciones o transparencias tales como el cosmos, la vida, la historia y el ser humano; por supuesto, en el presente y con la ayuda del pasado.

        Al fin y al cabo, guste o no, seguimos siendo enanos subidos a las espaldas de un gigante (la tradición) y, gracias a estar subidos a ella, podemos ver un poco más lejos, pero, también tenemos la posibilidad de no repetir los errores ya cometidos. Y los propios del gnosticismo son sobradamente conocidos: los más importantes giran en torno a la indudable relevancia de la experiencia que, absolutizada, acaba dando por bueno un subjetivismo irracionalista de cuyas tropelías tenemos información sobrada, por más que en su erradicación se hayan cometido errores de igual (o más) entidad. Basta con repasar la historia.

        4.2.- Adanismo veritativo

        Por su parte, es propio del «adanismo veritativo» reivindicar, igualmente cargado de razones, la necesidad de quitarse algo del mucho polvo dogmático acumulado por las teologías, las  religiones y espiritualidades tradicionales en su andadura por la historia, incluidas también las no cristianas. Y más, cuando el formato en el que vienen envueltas sea desmedidamente deudor de su inculturación en un momento determinado que, superado, resulte insignificante o inaceptable en otro posterior o en el presente.

        Pero cuando —como frecuentemente, sucede— dicho «adanismo veritativo» solo atiende a la inatrapabilidad conceptual y discursiva del «Silencio místico» o de la «Gran Vida», se rompe con el inmenso saber acumulado a lo largo del tiempo; se tienen enormes dificultades para no acabar repitiendo los errores del pasado; se cierran las puertas a participar y disfrutar de lo mucho que -bueno, bello y racionalmente sólido- ha ido alcanzando y formulando la persona religiosa en su andadura a lo largo de la historia (a partir, obviamente, de experiencias tan impactantes —o más— que las personales, aunque no solo) y es muy probable que se descuide que lo que decimos cuando decimos «Dios» también es irreducible a la experiencia personal en cuanto tal, por tumbativa que pueda ser.

        Está bien recordar la alteridad e inatrapabilidad conceptual del «Océano de la Unidad Infinita» o de la «Realidad no-dual», así como del mucho (y necesariamente superable) polvo dogmático con que ha quedado envuelta su experimentación (personal y colectiva) a lo largo de la historia, pero tampoco está de más ser conscientes de la inculturación e historicidad en la que viene expresada su experiencia, también en la actualidad. Entiendo que este es un asunto que requiere ser analizado y evaluado en la importancia que presenta: ¿es posible una experiencia directa, no mediada ni siquiera por la propia subjetividad (también históricamente condicionada, no se olvide) de lo que decimos cuando decimos «Dios» en nuestros días? Me parece una pretensión tan admirable como imposible. Recordar esta cautela ayuda a situar la verdad y la limitación que ronda a quienes, en nombre de una saludable superación de todo dogmatismo heredado e insignificante, tienen muchas dificultades para no incurrir en lo que denuncian, además de en adanismo veritativo.

 

  5.- El «universal concreto»

        Hay, finalmente, otro punto que un «jesu-cristiano uni-trinitario» también tiene que poner sobre la mesa, por más que algunas de las nuevas teologías y espiritualidades lo oculten o no lo consideren en la importancia que realmente presenta, al menos para sus seguidores: el Dios transparentado en lo dicho, hecho y acontecido en Jesús de Nazaret no es el «No-lugar de la Plenitud», la «Gran Vida», el «Silencio místico», el «Todo sin nombre» o el «Absoluto» sin rostro y sin programa, sino uno de los nuestros.

        Por eso, sin dejar de sintonizar con esta búsqueda de universalidad, los «jesu-cristianos y uni-trinitarios» la percibimos y experimentamos, a la vez, con programa (el del monte de las Bienaventuranzas), como Tabor y Calvario o, si se prefiere, como consoladora caricia y aguijoneante provocación en los crucificados de todos los tiempos y en los de nuestros días.

        Lo que experimentamos y decimos cuando decimos «Dios» es, ciertamente, universal, pero, a la vez, singular. Por ello, entiendo que la pretensión de una religiosidad universal sin concreción difícilmente puede encontrar aprobación entre los «jesu-cristianos uni-trinitarios»: no creo que estén (mejor dicho, que estemos) dispuestos a dejar en la cuneta, el discurso y el programa de las Bienaventuranzas; la «carne» o los calvarios actuales ni, por supuesto, los murmullos, transparencias y anticipaciones tabóricas que son perceptibles y disfrutables en el presente.

        La búsqueda de la unidad interreligiosa e interespiritual en torno al llamado «verdadero fondo» es importante, pero no al precio de ocultar, renunciar o diluir la singularidad histórica de Jesús de Nazaret. De ahí la relevancia que tiene lo concreto; algo que, en el caso del cristianismo, pasa por acoger la unidad del Jesús histórico y del Cristo de la fe, «Jesu-Cristo», en comunión con el Padre y el Espíritu. Y de ahí, la importancia del encuentro y del diálogo teológico, interreligioso e interespiritual vivido y celebrado como «diversidad reconciliada» de experiencias y discursos concretos; para nada, como búsqueda de una religiosidad, espiritualidad y teología (sea “posteísta” o “ateológica”) que, pretendidamente universal al precio de lo singular, percibo, cada día que pasa, más inviable; por no decir que imposible.

9 comentarios

  • Isidoro García

    La necesidad de convicciones, es fruto del cambio de conciencia, desde una conciencia arcaica-mágica en el Paleolítico, a una conciencia mítica en el Neolítico.

    Y este cambio se produce por el cambio del arquetipo tribal, al arquetipo de vida en ciudades. En la tribu, la cohesión social era natural – familiar, mientras que en la ciudad, la cohesión necesaria se consigue vía cultural, mediante unas mismas convicciones culturales, y este proceso genera emergentemente un cambio de conciencia.

    Están tan profundamente arraigadas en nuestro inconsciente, que su amenaza de cambio, nos genera un gran caos interno. Dice Antoni Bolinches que hay personas que no revisan sus creencias, por miedo a quedarse sin ninguna.

    Y eso genera una fuerte resistencia que se produce por un temor agónico a que se vengan abajo ideas instaladas como muros de carga de la propia existencia. Por ello la insistencia tratando de convencer a quienes han convivido largo tiempo con dichas creencias, resulta extenuante e inútil.

     

    Yo por ello, respeto mucho toda fe. Cada uno puede tener las creencias y convicciones que le atraigan más. Y en principio todas las hipótesis objetos de convicción, son igual de válidas.

    Ahora bien, como todas las hipótesis son solo un reflejo parcial de la realidad, su seguimiento experiencial, inevitablemente produce una serie de contradicciones, fruto de su contenido erróneo.

    De entrada las convicciones muy fuertes, paralizan la verdadera búsqueda de conocimientos, y el pensamiento crítico, que supone investigar nuevos conocimientos, pues solo se intenta justificar las convicciones.

    El pensamiento crítico, debe hacerse con desapego de creencias. No quiere decir que no se tengan creencias, (lo que es imposible en la madurez), sino que se esté dispuesto a dejarlas a un lado, si así lo estimamos en el proceso personal de búsqueda de conocimiento.

    Y por otra parte, generan fuertes contradicciones internas, que nos causan dificultades en nuestra vida, que se traducen en crisis existenciales, de mayor o menor fuste, ansiedades, perplejidades, (dudas permanentes), y en general melancolía y tristeza endémicas, con la consiguiente irritación personal mas o menos larvada y reprimida.

     

    Quiero aclarar, que lo anterior, no dice nada en contra de que quizás nuestras creencias pueden ser verdaderas, sino que el problema sería la idolatría hacia ellas, que genera el fundamentalismo, que nos conduce a una petrificación mental, y nos vuelve rígidos y poco flexibles, con todos los perjuicios psicológicos que de ello se deriva.

    En resumen, que cada uno con su vida, hace lo que estima conveniente, y luego, todos pagaremos el peaje correspondiente. Equivocarse nunca sale gratis. (Y esto vale para todos, el primero, yo).

  • ana rodrigo

    Circula por ahí un chiste que dice “no creo en mi dios que es el verdadero, ¿voy a creer en el de los demás?”

    Volvemos a lo de siempre, “a Dios nadie le ha visto”, a continuación se pasa a la mística que, como las apariciones marianas, Lourdes, Fátima, etc., no dicen nada racionalmente, y en torno a las cuales hay millones de creyentes o devot@s, ¿Y qué? Pues que cada cual cree en lo que necesita.

    El credo niceno -constantinopolitano dejó un compendio dogmático que desde el siglo IV sigue siendo el resumen de la fe católica. Y, cuando lo lees piensas, ¿realmente hay que creer cosas como “creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso” (¿se puede ser padre y todopoderoso a la vez? ¿Por qué no puede evitar el mal o las catástrofes naturales?)

    Creo en Jesucristo, nacido del Padre antes de todos los siglos…, engendrado, no creado…que por nuestra causa fue crucificado… subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, etc. etc. ¿Hay alguna posibilidad de diálogo entre estas creencias y otras de otras religiones?

    ¿Que hay coincidencias éticas entre las diferentes religiones y espiritualidades? Evidentemente sí. ¿Que el legado de la ética de Jesús puede ser universal? Pues yo creo que sí.

    Como dice Gonzalo: “Creo que es hora de volver al mensaje de Jesús, y dejar en un segundo plano las explicaciones, y solamente en la medida en que ayuden a fomentar la fraternidad que él impulsó.”

  • Luis Troyano Cobo

    Los teólogos pueden decir misa, pero el concepto de Dios bíblico esta superado, trascendido sin negar al Dios bíblico, en una visión mas amplia e integradora de que es la divinidad. El titulo del articulo es una “declaración de guerra” a esta visión del Gran Misterio que los orientales hace milenios tienen y de la que si o si deberemos aprender porque el trabajo ya lo tienen hecho y nosotros lo que haríamos es “descubrir el Mediterráneo”.

    Los teólogos cristianos parten desde una base falsa. La Fe. ¿Fe en que? en un constructo mental de un Dios imaginado por el humano y que como bola de nieve montaña abajo se ha ido agrandando este constructo mental a lo largo de los siglos y milenios. Y Fe en un hipotético Jesús histórico cuyas palabras literales se pretende que están recogidas en los evangelios. A partir de esa Fe temeraria los teólogos desde esa base que considero falsa y preracional, le  han estado dando vueltas y siguen y siguen…, al derecho y al rebes al Dios bíblico y al hipotético Jesús.
    La teología cristiana al menos, tiene tan poco gancho porque en definitiva es pretender hacer razonable algo preracional como reitero considero es la Fe, y eso es como debatir sobre el “sexo de los ángeles”  y es algo que “hace dormir a las ovejas”.

    ¿De que tratan los libros de sabiduría del Oriente?. Son fundamentalmente mapas que invitan a recorrer el territorio. Y este territorio se recorre con todo nuestro Ser. No solo con la mente. Y menos violentando la lógica de esta mente para ser buenos y por lo tanto tener Fe en todo lo que el clero nos han metido por un embudo durante milenios.

    No obstante, siempre lo digo, si despojamos del ropaje mental a la Fe. Nos queda un sentimiento de amor y sumisión a eso que para mi, es el Gran Misterio. Y eso creo que es estar menos perdido que el ateo. Porque el ateo es fiel a la lógica de su mente pero cree necesario amputar o reprimir en su Ser todo lo que tenga que ver con lo no manifestado porque no lo capta con sus sentidos, y si no es materialista, ya no es ateo casi con toda probabilidad.
    (Con lo sencillo que es hacer gassho ante el Gran Misterio y a otra cosa…)

    • Luis Troyano Cobo

      La nueva-vieja espiritualidad tiene un nombre gnosticismo y todo gnosticismo procede del ADIYOGUI desde
      hace 15000 años. Hay millones de seres humanos que así lo creen, y yo también.

  • Juan A. Vinagre

    También yo voy a hacer un esbozo a vuelapluma, como dice Isidoro. Pero comenzando por agradecer a Jesús M. G. su artículo, así como la reflexión de Gonzalo, que comparto.

    También apuesto por esa “diversidad reconciliada”, más centrada en la liberación-redención del hombre-mujer-niños, que sufren, que en el “polvo” de teorías dogmáticas que se atreven a explicar lo inefable y trascendente. Explicaciones que son frecuentemente intentos muy atrevidos, y tan vanos y torpes que no se entienden…  

    Esa “diversidad reconciliada” recuerda la unidad en el amor y la tantas veces citada parábola del “Venid, benditos”.  ¿Por qué nos dices “venid, BENDITOS”, si no te conocíamos?  Porque coinciden en la unidad fundamental, el amor solidario, no en las ideas. (¿Jesús no sugiere aquí que las ideas-interpretaciones -humanas e históricas-sobre lo Divino-  son menos importantes que las buenas obras?)  El amor solidario es más importante que las ideas, por las que tanto y tan cruelmente hemos peleado y matado, inconscientes de nuestros graves desvíos.  
    De ahí que sea necesario no identificar la Iglesia-Comunidad fraterna de Jesús con los hombres (jerarquía clerical, que sirve poco, que -con las excepciones debidas- ha mandado y aún manda demasiado   o  con “creyentes” poderosos que quieren compaginar Dios y Dinero-Poder, a costa de marginar pasajes esenciales del Evangelio.)  La unidad en el Amor es más importante que la unidad en ideas.  (No digo que las ideas se desprecien, sino que se coloquen en un segundo o tercer lugar, que no se prioricen.)  Jesús de Nazaret, la gran Singularidad, era firme en los principios -no dogmatizaba-, pero también era flexible en casos concretos.   El “suaviter et firmiter” lo supo entender y aplicar mejor Jesús de Nazaret que Agustín de Hipona, por ejemplo.               

    En suma, reconciliemos la diversidad  -al menos, la no radicalizada, fanática-  con la unidad del respeto, de la convivencia en la armonía del amor, aunque ese amor sea chiquitito.

  • Gonzalo Haya

    De alguna manera, a través de lo tangible y cotidiano, presentimos la existencia de un Misterio, Realidad última (¿y única?) que fundamenta el mundo físico, los valores éticos, y la belleza. La necesidad de traducir ese Misterio en nuestra vida cotidiana, nos lleva a la formación de religiones o filosofías, según las características de las diversas comunidades humanas.

    Los cristianos hemos visto reflejado ese Misterio en la vida y las parábolas Jesús de Nazaret; concretamente en la práctica de la fraternidad como hijos de un mismo Padre (del Misterio que él experimentó como Padre de amor entrañable). El cristianismo se formó a partir de él pero insistió en las teorías que pretendían justificarlo y explicarlo más que en la práctica del seguimiento de su proyecto de fraternidad incondicional y universal. Creo que es hora de volver al mensaje de Jesús, y dejar en un segundo plano las explicaciones, y solamente en la medida en que ayuden a fomentar la fraternidad que él impulsó. Todas las explicaciones sólo pueden ser metáforas humanas del indecible Misterio.

    • oscar varela

      Hola Gonzalo!
       
      Te leo:
      1) al inicio: “a través de lo tangible y cotidiano, presentimos la existencia de un Misterio”;
      2) al final: “Todas las explicaciones sólo pueden ser metáforas humanas del indecible Misterio
       
      El Misterio ha sido usado para embaucar dóciles
      No creo que sea tu intención
      ¿Entonces?
      ………………………..
       
      Reiteras el clamor de muchos eclesiásticos:
      es hora de volver al mensaje de Jesús
      Pero Jesús también recomendaba ese ‘p’atrás’: “en el principio no fue así”.
      Basta leer el inicio de la Biblia donde todo era “bonito”, un Paraíso, un Vergel.
      ………………………..
       
      ¿Te preguntaste por qué no se pueden sacar de encima esa “pesadumbre”?

  • oscar varela

    (OCT2,19)
     
    1- La realidad se ofrece en perspectivas indi­viduales.
    – Lo que para uno está en último plano se halla para otro en primer término.
    – El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nues­tra retina,
    – y nuestro corazón reparte los acentos.
    – La perspectiva visual y la intelectual se complican con la perspectiva de la valoración.
    – En vez de dis­putar integremos nuestras visiones en generosa co­laboración espiritual,
    – y como las riberas indepen­dientes se aúnan en la gruesa vena del río,
    – com­pongamos el torrente de lo real.
     
    2- El chorro luminoso de la existencia pasa raudo:
    – interceptemos su marcha con el prisma sensitivo de nuestra personalidad,
    – y del otro lado, sobre el papel, sobre el libro, se proyectará un arco iris.
    – Sólo de esta suerte se liberta la teoría de su tono en gris menor.
     
    3- El con­cepto más importante de la historia, el gozne de su rodaje,
    – es la idea de las generaciones.
     
    * Cada una de ellas trae al mundo una sensación de la vida dis­tinta,
    – un horizonte cordial propio dentro del cual vive inexorablemente reclusa,
    – y que la contrapone a la generación anterior y a la subsecuente.
     
    * Cada generación vive así emparedada dentro de su sen­sibilidad
    – y comunica con las demás al través de ésta como al través de un muro.
    – Oyen mutuamente las voces, pero no se entienden.
    – La sensibilidad ra­dical de la vida es una frontera infranqueable.
     
    * Por eso yo espero desde hace tiempo que una mañana,
    – al mirar periódicos y revistas y leer lo que un joven escribe,
    – tenga que decirme a mí mismo: “Esto ya no lo entiendo
     
    * Será una penosa impresión de que tropiezo con el muro o prisión de mi tiempo;
    – será el convencimiento de que he perdido ya plasticidad,
    – que no hay en mí materia aún no sellada y troque­lada
    – capaz de recibir la huella advenediza.
     
    * Ese día no tendré más remedio que cerrar mi fontanela, como dice Baroja,
    – e ir en busca de la próxima Academia.
     
    4- Los paisajes me han creado la mitad mejor de mi alma,
    – y si no hubiera perdido largos años viviendo en la hosquedad de las ciudades,
    – sería a la hora de ahora más bueno y más profundo.
    – Dime el paisaje en que vives y te diré quién eres.

  • Isidoro García

    A mí me da la sensación de que hay dos niveles muy distintos, y que no hay que mezclar, en el tema religioso que plantea el maestro Martínez-Gordo.

    Uno es el escalón de la Cosmogonía, y nuestra situación en el Cosmos, «el verdadero fondo» o Realidad que nos vincula a todos”, de Schlutter, y luego está el escalón inferior, de la vivencia concreta y diaria de la vida de la persona.

    En el primer escalón es donde hay que bus-car la universalidad de la humanidad. Hoy día no caben religiones-capillitas, regionales por así decirlo.

    Sin embargo en el segundo escalón, el ético, en ese dentro de un marco universal general, entran en funcionamiento los carismas personales, y los consejos de los sabios que en el mundo hay y han sido. Y aquí si que caben, como propio de la pluralidad y diversidad humanas, las escuelas sapienciales “regionales”.

    Porque el discurso de las Bienaventuranzas, no es el discurso de un Dios, es el discurso de un sabio “iluminado”, como son los de Sócrates o el Sakiamuni. Nada de lo que según los evangelios dijo Jesús, no lo pudo decir un humano lúcido y conectado plenamente con la Realidad. (Lo de su divinización es un suceso histórico muy posterior).

    Por eso, el futuro, lo que pide a las religiones, es que se transformen en escuelas filosóficas, como el estoicismo, el epicureísmo o el budismo.

    Eso no quiere decir que no se consideren “inspirados” por Dios. Toda la sabiduría humana es inspirada por “Dios”, o por el “Espíritu”, o por las leyes directrices del Universo, que todo lo conduce en el mismo. (Es solo cuestión de nombres).

    Y pasa lo mismo con la “salvación” prometida. Si interpretamos dicha salvación, como la participación de la especie humana en el futuro despliegue glorioso del Universo, no hay ningún problema.

    De todas las maneras, no deja de ser secundario, que el cristianismo se divida en dos grupos separados:

    Entre los que creen que Dios en persona dialoga con ellos personalmente, (con su correspondiente estructura clerical y religiosa).

    Y los que crean que estamos bajo la protección y la dirección general de unas Leyes del Universo, que es “la mano de Dios”, a través del “espíritu” personal, y vean en Jesús a un maestro sabio, quizás el mas sabio de la historia humana.

    Lo que sí debe ser un cristiano es  “trascendente”, o “espiritual”, de una forma directa o indirecta. Schlutter misma creo que sigue siendo cristiana, y se considera bilingüe religiosa.

    (Es un simple esbozo a vuelapluma).